Roberto estaba agotado. Me duché y no se despertó con el ruido.
Las bolsas contienen toda clase de cosas deliciosas… o tiene mucha hambre o se volvió completamente loco… dejo un par de cosas sobre la mesa, las abro, como un poco… realmente delicioso. Termino cortando un pedazo de strudel de manzanas… mi favorito. No puedo imaginar como Roberto sabe que me gusta. ¿Solo coincidencia?.
La escena me parece un Deja vu, ya estuve antes observándolo dormir en mi cama, sentado en esta misma silla. Me gusta observarlo cuando esta así, vulnerable, relajado, las sábanas lo cubren hasta la mitad y puedo recrear mi vista contemplando su torso desnudo, sus brazos largos y sus manos. Sé que algo le pasa pero no logro que me cuente nada. Tengo algo de temor respecto de lo que pueda estar sintiendo. No quiero que se arrepienta, que este angustiado… no quiero verlo así. Vaya!… No sé en qué momento dejé que se volviera tan importante… no debería haberlo hecho, especialmente porque es él. Poco a poco lo estoy conociendo, me asombra lo posesivo que es, me pregunto si será así con todo o solamente conmigo.
Es viernes, no tengo que estudiar y todavía es temprano, recién está empezando a oscurecer. Debería cerrar las cortinas pero me gusta la oscuridad del departamento y las luces que comienzan a encenderse en los edificios afuera.
Siento algo de dolor, me tomé un analgésico hace rato y ya está haciendo efecto. Hace mucho tiempo que no permitía que alguien me penetrara y no pensé que me fuera a molestar después. La sonrisa me brota sola, ¡mierda, fue fantástico! ¿Cómo podría espera que no me doliera considerando el tamaño? Okay, me duele pero me gustó y si, ¡mierda! si, lo quiero de nuevo pero también quiero lo contrario. Es un amante hábil a pesar de su poca experiencia, no tiene trabas ni complejos… está dispuesto probar y a aprender aunque se muera de susto… me deja guiarlo… ay! Roberto, Roberto…
– ¿Ya te comiste todo? – sonríe acercándose. Ambos estamos completamente desnudos. Me gusta su cuerpo… mucho.
– Te guardé un poco
Pasa por mi lado y me acaricia. Se detiene en mi cuello y me besa. Me gusta su gesto.
Se sienta y come, eligiendo de todo un poco. Me siento cómodo… no hay nada raro en esta situación. Antes, con otras personas, siempre había prisa por algo, por que terminara, por que sucediera, por que desapareciera, por conquistar… pero ahora sólo siento tranquilidad, me siento feliz compartiendo comida con él en mi mesa.
– Cuéntame de ti – me pide de pronto
– ¿Qué quieres saber?
– Todo
Está hablando en serio. De acuerdo. La historia de mi vida.
Le hablo de mis mujeres, de mi niñez, de mis hermanas y de toda mi adolescencia, le cuento cosas que nunca antes había compartido.
Me deja hablar sin interrumpirme sólo indaga un poco más sobre lo que digo. Le asombra saber que nunca tuve problemas para ser gay abiertamente y que mi familia y amigos lo aceptan sin problemas. Le cuento también de las pocas veces que he tenido problemas pero se ríe cuando le digo que con una sonrisa arreglo casi todo en este mundo. Le hablo con pasión de las cosas que me interesan, de todo lo que quiero aprender y hacer. Le cuento de todo, excepto lo que siento por él, intencionalmente omito revelar cualquier detalle que lo incluya.
Se nos va el tiempo, yo hablando y él escuchándome.
– Eres increíble Skylar … tu vida es especial. ¿Por qué elegiste ese nombre? –
– No sé.. solo me gusto como sonaba – abro otra cerveza, tanto hablar tengo sed –cuéntame de ti ahora – le pido.
– Déjame ducharme primero – y desaparece rumbo al baño. No tengo claro si esta escabulléndose para no hablar o si en realidad quiere ducharse. Escucho el agua correr… me suena a invitación. Por supuesto, pasados unos minutos no resisto y abro la puerta del baño. Me siento en el piso, piernas cruzadas, sobre una toalla, cerveza en mano, a mirarlo mientras el agua cae por su cuerpo. Me gusta Roberto, me gusta a rabiar su cuerpo, su forma de moverse… todo. Me mira a través del cristal trasparente pero no se detiene y sigue lavándose con su vista en mi…¡mierda, es tan invitadora la situación!, debería estar ahí dentro con él, pero si lo hago sé que no me va a hablar de él y en verdad quiero saber… control Skylar, control… me quedo donde estoy. Mi pene tiene vida propia y comienza a llenarse rápidamente. Roberto se da cuenta y sonríe desde el otro lado del cristal. Estoy haciendo uso del máximo control que tengo… pero mi mano también tiene vida propia, envuelvo mi pene con mi propia mano y me masturbo despacio mientras nuestros ojos siguen anclados. Ya no se está riendo, me desea… puedo verlo en sus ojos… pero no se da por vencido tan fácilmente y sigue en lo suyo. Aumento el ritmo sobre mi pene, abro la boca, gimo despacio y me muerdo los labios. Suficiente para que Roberto termine la ducha rápidamente y en las mismas condiciones que yo, su erección totalmente visible.
– Eres un degenerado – me dice al lado de mi oído, con las gotas de agua aun escurriendo por su piel.
– Te gusta que lo sea- le respondo en su boca
Sus manos quitan mis manos y sigue haciendo lo que comencé. Mi lengua se desliza por todas las partes de su cuerpo que me quedan al alcance. Lo abrazo y me cuelgo de su cuello mientras me levanta y me sienta sobre la taza del baño, se queda entre mis piernas abiertas y me lame y succiona hasta que no puedo más. Pronuncio su nombre mientras me corro, se que le gusta escucharlo.. al menos eso si sé de él.
– Cuéntame de ti ahora – le pido mientras termino de vestirme. Considero peligroso seguir paseándome desnudo si quiero conseguir que hable. Roberto se pone sus jeans. Me siento en el sillón de la sala y lo espero, no quiero estar en el dormitorio con él o en cualquier momento vamos a volver a lo mismo… hay demasiada química, no me canso jamás de tocarlo, de mirarlo, de desearlo… más aún cuando en mi mente se cruza el pensamiento de “una vez cada uno”… ¡mierda… tengo que dejar de pensar en eso ahora!
Se sienta frente a mi, en otro sillón
– ¿Qué quieres saber?
– Lo mismo… toda tu vida
Sonríe, se toma las manos y juega con sus dedos. Es la primera señal de inseguridad que veo en él. Lentamente comienza a contarme de su familia, su niñez y su adolescencia. Puedo notar lo importante que es la figura de su padre en su vida… sus sueños, el campo, ese tema lo apasiona en verdad, me gusta el brillo en sus ojos y el tono de su voz cuando habla del campo y de lo que espera conseguir. Al igual que yo, Roberto omite todo comentario que pueda involucrarme. Me hago una imagen clara de lo que debe haberle costado acercarse a mi, él viene de una familia absolutamente tradicional que jamás aceptaría lo que sucede entre los dos.
– Me gustaría conocer tu campo, alguna vez – lo digo en serio, quiero conocer el lugar que tanto lo apasiona
– Te voy a llevar, te va a encantar. Quiero contarte algo más… me pasó hoy día – y me cuenta la increíble historia de su encuentro con el senador y las posibles repercusiones que pueda tener para su futuro. Roberto está entusiasmado, le gusta que lo tomen en cuenta… pensándolo bien, tiene todo lo que se necesita para ser un buen político, pero el tema política no me interesa. Me cuido bien de no decírselo y lo felicito. Está orgulloso, debería estarlo. De alguna manera me siento orgulloso yo también de él, por él.
– Tengo que empezar a llamarte “honorable” o algo parecido?–
– No… todavía no –
Lo miro bajo esta nueva perspectiva… y vuelvo a confirmar lo que ya pensé, tiene todo lo que se necesita para llegar a ser alguien importante, hasta tiene la odiosa capacidad de ocultar lo que realmente siente… pero estoy decidido a averiguar más hoy día.
– ¿Te arriesgas a un juego “honorable”? -le lanzo mientras me pongo de pie y busco en un mueble una pequeña caja de fichas de juego, me siento frente a la mesa – Ven – se sienta frente a mi.
– ¿Vamos a jugar? –
– ¡Ahá! – Asiento con la cabeza, tomo una pila de fichas y la ubico en la mesa entre los dos –es muy simple… solo debes sostener mi mirada mientras te hago una pregunta, si desvías la vista, pierdes y yo obtengo una ficha que te obliga a cumplir cualquier deseo que se me antoje y viceversa, ¿entiendes? – asiente con la cabeza
– Una pregunta tu, una pregunta yo, no me quites la mirada… quien desvía la mirada … pierde- Roberto retrocede… no le gusta el juego
– No, no quiero jugar –
– No tienes opción–
– Skylar… no –
– ¿Miedo? –
– No –
– Entonces juega… arriésgate, ¿de acuerdo?
He pinchado su amor propio y lo sé, Se queda sentado frente a mi dispuesto a jugar
– ¿Qué tipo de preguntas? –
– Lo que quieras… todo –
– Bueno… va a ser interesante – convencido.
Ahora esta sonriendo con arrogancia. Quito todo de la mesa y sólo queda el montón de fichas blancas. Estamos bastante cerca el uno del otro. Tomo su mano a través de la mesa
– No puedes dejar de mirarme… ni yo a ti, ¿está claro?
– Clarísimo –
Lo suelto, con los codos apoyados en la mesa y mi cara descansando sobre mis manos en el aire, le lanzo la primera pregunta
– ¿Tu comida favorita? – se ríe, creo que esperaba otra cosa
– La que prepara mi mamá, pernil, chucrut… comida alemana en general… ¿la tuya? –también sonrío
– Me gusta todo pero adoro los postres y el strudel
– ¿En serio?- sonríe contento.. me recuerda un niño pequeño que ha ganado un premio… veo por primera vez un lado dulce de Roberto. Pienso mi siguiente pregunta
– ¿Tu relación con Ángela? – no quita sus ojos, la pregunta le causa risa
– De trabajo solamente… no me gusta – de pronto ya no sonríe, se acerca más a mi – ¿con cuantos te has acostado? – ¡mierda! no desvío la vista pero me molesta la pregunta… no tengo la más puta idea de cuantos compañeros sexuales he tenido en mi vida
– No se Roberto… no llevo la cuenta
– Dame una idea
inconscientemente desvío la vista, quiero recordar, pensar más o menos cuantos son y me traiciono a mi mismo. Roberto estira su mano y toma una ficha
– Perdiste
No digo nada. Me trago el orgullo y la molestia
– ¿Por qué lloraste hace un rato? – se queda un momento en silencio antes de contestar
– Emoción… muchas emociones acumuladas
– Esa no es una respuesta clara – le digo pero se encoge de hombros
– Es la verdad
– Me dijiste que lloraste por culpa mía
Se queda callado, no desvía su vista
– No, no por culpa tuya sino a causa de ti, no es lo mismo–
– ¿Y qué mierda significa eso? – me estoy alterando
– Esa es otra pregunta y ahora es mi turno … ¿Por qué fuiste a cooperar en la preparación de la Feria? –
– Idiota… porque quería verte …… ¿Por qué me evitaste durante toda esa semana? –
– Porque…- su vista baja – tenía miedo – Vuelve a mirarme al darse cuenta que ha perdido pero ya es tarde. Tomo una ficha del montón
– ¿Te has acostado con mujeres? – me pregunta
– Si, pero no le encuentro ninguna gracia… no me excitan … ¿miedo a que?¿a mi? –
Necesito saber más. ¿te hago sentir miedo?..¿por qué?
– Son dos preguntas pero te voy a contestar. No, no es miedo a ti, es miedo a lo que me haces sentir … ¿Soy uno de tus compañeros temporales?-
Que? Eso no me lo esperaba… me duele que me lo pregunte.
– NO!!! ¿Por qué mierda me preguntas eso?… ¿Qué te hago sentir?
Su vista sigue clavada en mis ojos pero no me contesta… despacio, a propósito, desvía sus ojos, toma una ficha y me la entrega
– No quiero seguir
Se para y se aleja hacia el ventanal
– ¿Que te hago sentir?
Repito más fuerte, sin moverme de donde estoy. No me contesta. –Roberto, por la mierda… ¿Qué te hago sentir? – le grito
– No sé cómo llamar a lo que me haces sentir- su voz es apenas un susurro – felicidad, me siento feliz contigo ¿y tu?, ¿Qué siente tú?
La pregunta me toma por sorpresa… me tranquilizo
– Igual, me siento feliz contigo
Pero sólo estoy contestando una mínima parte de lo que en realidad siento. Mi corazón está lleno de de ti, por primera vez no necesito buscar a nadie más… me basta contigo… contigo lo tengo todo.
Roberto se queda toda la noche conmigo. Dormimos desnudos, abrazados, enredados. Me abraza con todo su cuerpo y constantemente huele mi cuello… dice que le gusta mi olor.
Estoy tranquilo, estoy feliz. Me despierto muchas veces en la noche, porque no estoy acostumbrado a dormir con nadie en mi cama, pero cada una de las veces que desperté me sentí feliz de verlo durmiendo a mi lado.
En una de aquellas veces, levante mi cabeza y mire su cara durante mucho rato, acaricie despacio su pelo, lo bese en la mejilla y muy despacio, seguro de que no me estaba escuchando, murmure un “te quiero”… me asusta comprobar que efectivamente siento por él algo que no había sentido antes, lo quiero.
En mi velador tengo dos fichas blancas.
Sonrío de solo recordarlo y pensar en lo que tendrá que hacer para complacerme.