Miguel
No aguante más la presión del yeso ni tampoco su peso. Con ayuda de un cuchillo de cocina me lo quité. Mi mamá armo un escándalo mayor cuando se dio cuenta pero ya era muy tarde. Necesito mover mi brazo para poder dibujar bien. Además ya no me duele tanto. La atención de mi mamá se desvió rápidamente hacia Nali… por tercera vez esa semana llegaba tarde después de clases. Creo que se trata de un chico aunque ella lo niega, pero me molesta pensarlo. Sólo tiene 13 años. La mayoría de las chicas de por aquí no terminan el colegio y quedan embarazadas muy luego. La impotencia me duele. Nali es bonita e inteligente, puede salir adelante si se lo propone. No saco nada con gritarle o castigarla. Debo ayudarla de otra manera pero no se cómo sacarla de aquí. Tengo una pequeña cantidad de dinero ahorrada, pero no es suficiente para ella… la uso para comprar mis materiales y voy acumulando cada vez que hago entregas para Sami o alguno de los otros habituales. Me han ofrecido integrarme a sus pandillas… Nali estaría protegida por ellos también pero a la vez la dejo expuesta a ellos mismos.
Golpeo las paredes de rabia e impotencia. ¿Por qué mierda no nací rico como ese Gonzalo?… ¿Qué?, no puedo creer que de nuevo me volví a acordar del tipo ese. Lo volví a ver cerca del Instituto. Es amenazante, siempre tan arrogante y mandón… mi boca se curva en una sonrisa… pero es atractivo, siempre viste jeans oscuros y camisa blanca, su pelo liso, oscuro, le cae a veces sobre la cara, sus ojos negros rara vez sonríen y tiene un cuerpo sensacional… pero es más que eso, es la forma en que se mueve y habla… la forma en que mira, como si fuera el dueño de todo. Ya se me paso la rabia y el mal genio. Suspiro y arreglo mis cosas, tengo clases dentro de un par de horas más pero antes quiero ir al gimnasio a practicar con Emilio. Llevo varias semanas sin hacerlo debido a los golpes y al yeso y ya lo echo de menos.
El nuevo gimnasio de Emilio es un lugar en verdad bonito y elegante. La recepcionista ya me conoce y me deja entrar sin preguntarme. Me voy derecho a saludarlo y me recibe feliz como siempre. No se como Emilio detecta, de inmediato, que fui golpeado nuevamente. Pero no le da muchas vueltas al tema y me hace pasar a su clase del día. Hay varios chicos ese día. No los miro y me quedo en una esquina siguiendo las instrucciones. Me siento incómodo con estos niños ricos, son todos esnob y clasistas, prefiero evitarlos. Pero entonces nos toca combatir en parejas. Emilio me indica un chico. Es un poco más alto que yo y más musculoso pero es casi un niño, miro a Emilio tratando de verificar que este es efectivamente el niño con el que quiere que entrene. Asiente desde el otro lado de la sala.
– Hola, soy Daniel – el chico estira su mano. La estrecho sin contestarle. Levanto mis ojos y lo miro por un segundo. Me quedo sin respirar. Daniel tiene una cara hermosa, la sonrisa más dulce del mundo y sus ojos son dos chispas verdes, preciosas, en la cara más alegre que he visto jamás… ¿cómo podría siquiera pensar en golpearlo??!!
– Miguel – contesto sin saber porque… no pretendía hablarle
– ¿Conoces el ejercicio? – pregunta sin dejar de sonreír siento algo cálido en mi interior frente a su sonrisa, mis mejillas arden.
– Si – me preparo para el ejercicio pensando en serio cómo voy a golpear a esta hermosa criatura… pero entonces Daniel se transforma y en sólo unos segundos me deja tirado en el piso sin siquiera haber alcanzado a reaccionar. Lo miro intentando entender… ya no sonríe. Su cara esta seria, provocativa y con un leve toque de arrogancia… ¡¡maldito mocoso!!. La risa proviene ahora de Emilio que ha observado la escena desde la distancia. El sabía desde el principio la fuerza y habilidad de Daniel. De un salto me vuelvo a poner de pie, esta vez preparado para no dejarme sorprender. Daniel es un contendor avanzado. Detrás de su hermosa carita hay un luchador aventajado a pesar de su corta edad. Combatimos de igual a igual y me resulta muy agradable. Termino haciendo algo que me cuesta mucho hacer… reír. Daniel me ha hecho reír. Realmente siento pena cuanto tengo que dejar la instrucción para irme a clases pero no puedo faltar. Me encamino a las duchas seguido por Daniel.
– ¿Vienes mañana? – me pregunta
– No sé – ¡mierda! ¿Por qué me cuesta tanto intentar ser amable?
– Bueno, si vienes podemos continuar… yo vengo casi todos los días – me parece tan raro escuchar eso…no tengo amigos, no me junto con nadie en forma habitual… esto es nuevo para mi. Mis labios se curvan en una pequeña sonrisa de alegría. Me quito la ropa para ducharme en la intimidad de la pequeña cabina. Daniel está en la cabina del lado
– Miguel ¿vives cerca? – Si supieras donde vivo posiblemente huirías de mi como si tuviera la peste!
– No –
– ¡Ah! Que pena… podríamos haber hecho algo juntos – me siento raro… no recuerdo antes que alguien me hiciera una invitación así… tan simple pero tan significativa. Me apoyo en la pared, la amabilidad y la simpleza de este chico me marean. No se que contestarle. Me callo. Cierro la ducha y me envuelvo en la toalla antes de salir a vestirme. A los pocos segundos escucho a Daniel salir de su cabina con la toalla colgada de su cintura. Lo miro disimuladamente mientras él me mira abiertamente con sus alegres ojitos verdes y su pelo oscuro chorreando agua. Me gusta su cuerpo delgado y bien formado.
– ¡OH! ¿Qué te pasó? – y su mano toca directamente mi piel donde tengo algunas cicatrices… mi cuerpo reacciona sin pensarlo ante el toque de su mano, es como un latigazo que me sacude entero. Me giro para no verlo mientras me pongo los pantalones
– Tuve un accidente – le contesto apurado
– Tienes más en las espalda – su mano toca mi espalda y uno de sus dedos recorre despacio una de las cicatrices que me cruzan provocándome escalofríos… su toque es cálido, nadie me ha tocado así nunca… siento que es intencional… este niño lo esta haciendo a propósito. Me vuelvo molesto para enfrentarlo. Daniel me mira con sus ojos cristalinos, no hay maldad ni sonrisa burlona en su rostro.
– Lo siento – murmura poniéndose entero colorado y retrocediendo. La rabia se me esfuma en un segundo y me da pena verlo así. Termino de vestirme y salgo apurado del gimnasio sin volver a hablar con nadie, ni siquiera me despido de Emilio. ¿Qué fue lo que pasó? La pena de Daniel me persigue mientras viajo en el bus rumbo a clases. No puedo olvidarme de su mirada avergonzada.
Ya en clases el profesor nos pidió algo diferente; nos pidió dibujar algo que nos produjera miedo o significara una amenaza… pensé en las miles de cosas que me causan temor a mis 18 años… la salud de mi madre, las tardanzas de Nali, el viejo pervertido que me persigue, la droga tan cerca de mi casa, la pobreza… pero no podría plasmar ninguna de ellas en el papel sin revelar demasiado de mi intimidad ante este grupo de desconocidos. Luego pensé en Gonzalo… es amenazante, inquietante… pero mucho menos que todas las otras cosas que pensé. Mis manos y dedos adquieren vida propia y lentamente la imagen de Gonzalo comienza a aparecer sobre el papel.
Cuando el profesor da por terminada la clase estoy demasiado entusiasmado con el dibujo, no me quiero detener ahora así es que dejo que todo salgan y continúo en lo mío. No lo escucho entrar hasta que ya lo tengo encima. Me molesta saber que tal vez se dio cuenta del dibujo, no quiero que piense que… ¿me interesa?. Gonzalo, con su porte autoritario, su pelo oscuro, su mirada seria y altiva está buscándome para proponerme un negocio… Me molesta tener que seguirlo pero me interesa demasiado saber que es lo que quiere y que beneficios hay para mi. Nos subimos a su vehículo y él conduce hasta un elegante restaurante, de esos que yo solo he visto desde afuera. Me asusta enormemente entrar a un lugar así, nunca he estado en uno. Gonzalo se desliza dentro saludando a todo el mundo, se siente totalmente a sus anchas. Adopto mi típica actitud grosera y antipática que uso cuando me siento amenazado mientras lo sigo hasta un lugar que dice “reservado”. Uno de los mozos desliza la puerta de corredera y Gonzalo entra y toma asiento frente a la mesa más hermosa que he visto en mi vida, solo puedo compararla con lo que he visto en las películas. Me indica que me siente frente a él. Lo hago completamente amurrado, como un pendejo de 5 años con pataleta, me dejo caer desganado sobre el asiento. El corazón me late demasiado fuerte en el pecho y siento que se me va a escapar por la boca en cualquier minuto. Estoy totalmente perdido, no sé que hago aquí ni se que quiere Gonzalo de mi, pero si pretendía impresionarme lo ha logrado completamente.
-¿Qué quieres comer? – toma un menú de la mesa y lo estudia detenidamente. Lo imito sintiéndome más perdido aún. Leo sin entender. Gonzalo me mira y termina ordenando algo para los dos. – te va a gustar, seguro – me dice sonriendo. Tanta amabilidad me esta poniendo muy nervioso.
– ¿Qué quieres? , ¿Cuál es el negocio? – ya quiero terminar con todo esto de una vez.
– Lo discutiremos después de cenar – el mozo trae unas copas largas elegantes con un líquido dorado y las deja sobre la mesa. Gonzalo toma la suya y la sostiene delante de mi.
– ¿Has probado la champaña, Miguel? – no, no la he probado nunca
– ¡Claro!- tomo el otro vaso y lo acerco despacio a mi boca mientras el bebe también. La pruebo despacio, sin saber bien que es… el líquido se desplaza suavemente por mi garganta dejándome en la boca uno de los mejores sabores que he probado en mi vida. Ansioso bebo el resto mientras siento como Gonzalo me observa.
– ¿Te gustó? – con un gesto le indica al mozo que nos traiga otra copa… es deliciosa, pero no le contesto, solo lo miro desconfiado. Me pregunta por mis clases, por mi familia y por casi toda mi vida. No sé porque Gonzalo me produce una extraña mezcla de miedo y confianza a la vez. Debe ser por el hecho de haberme ayudado hace unas semanas atrás. No acostumbro a contar nada sobre mi familia ni a hablar sobre mi vida con nadie, pero ahora, de a poco, le revelo alguno detalles de mi vida, le hablo de Nali y le dejo entrever mi temor por su futuro. Cuando llega la cena le estoy contando sobre mi afición al dibujo y al arte desde niño y lo que significa para mi. Gonzalo es un buen tipo, me escucha callado y sólo pregunta para saber más cuando algo le interesa. Su figura sigue siendo amenazante pero un poco más amable y encantador, sobre todo cuando sonríe. La comida es deliciosa. Me siento bien… ya no me incomoda el lugar ni los intimidantes mozos. Hasta me permito reírme un poco.
El rato pasa muy rápido y la cena termina sin que Gonzalo me haya hablado de negocios aún. Volvemos a su jeep
– ¿Dónde vives Miguel?- nuevamente la pregunta… no quiero contestarle
– Sólo déjame en la avenida de la otra vez –
– Esta lejos de tu casa – no me esta preguntando, esta afirmando
– Algo – lo miro sorprendido… me desconcierta a cada rato. Gonzalo conduce. Ya se ha hecho de noche
– ¿Y el negocio? – pregunto aun muy entusiasmado. Gonzalo me mira de manera extraña. Busca con la vista hasta encontrar un lugar seguro donde detener el vehículo. Se gira hasta quedar mirándome directamente.
– Tienes muchas necesidades Miguel – nuevamente esta afirmando – supongo que si tuvieras dinero suficiente te llevarías a Analía a otro lugar… ¿tal vez otro colegio? lasorpresa me deja mudo.. ¿Tanto le conté sobre mi? La curiosidad es más grande y me quedo sentado escuchándolo sólo porque es él… no le permitiría a otra persona hablar de mi familia o mis necesidades.
– Si vivieras en otro lugar no tendrías que preocuparte por que te vuelvan a golpear… – Gonzalo esta lanzándome frases que suponen cómo podría mejorar mi vida… no entiendo hacia dónde va, pero lo sigo escuchando
– Con dinero suficiente puedes seguir estudiando sin preocuparte por la beca – me está comenzando a cabrear y reacciono
– ¡Y a ti que te importa todo esto! ¿Tienes un negocio que me va a resolver la vida? –Lo veo sonreír satisfecho
– Si, así es – el entusiasmo me desborda
– ¿Estas hablando en serio? – la desconfianza me hace retroceder pero su total seguridad al hablar me convence
– Si, tengo un negocio que proponerte que puede solucionarte tus problemas –
– ¿A cambio de qué? – pregunto esperanzado.
Gonzalo suelta su cinturón de seguridad y se queda muy cerca de mi. Su mano izquierda toca mi pelo y luego uno de sus dedos roza la piel de mi cara. El desconcierto y el temor me inmovilizan. Siento su respiración sobre mí.
– A cambio de ti – me dice muy cerca.
No estoy seguro de entender lo que me está diciendo así es que me tomo unos segundos para pensarlo…
-¿Yo?.. ¿Qué quieres de mi?
Lentamente sus palabras penetran en mi cerebro y trato de imaginarme exactamente qué me está diciendo, pero su cercanía y la mano que me acaricia ya me lo están diciendo… no puedo creerlo, me niego a aceptarlo… mi mente lo rechaza a pesar de tenerlo encima de forma tan evidente.
– Te quiero a ti pendejito… entero y sólo para mí
Un dolor hondo y una rabia ciega me nublan la razón. Empuño mis manos para golpearlo pero me sujeta fuertemente contra el asiento, el cinturón de seguridad me impide más movimiento.
-¡Suéltame!, ¡Déjame imbécil!
Me mantiene inmovilizado contra el asiento
– Tranquilo Miguel… escúchame
Forcejeo muy fuerte tratando de liberarme, no quiero escucharlo pero no puedo soltarme ni siquiera puedo usar los pies para golpearlo. Así, aplastándome contra el asiento, sigue hablándome mientras lágrimas de pura rabia amenazan con salir de mis ojos.
– Escúchame lo que te propongo, si no lo quieres, no lo tomes, pero al menos escúchame
El idiota me habla como si se tratara de un verdadero negocio, un asunto comercial… no de mi vida.
– Tendrás un departamento para ti y tu familia en un buen barrio, pagaré un colegio nuevo para tu hermana por todo este año al menos y tendrás una cuenta en el banco donde te depositaré mensualmente dinero suficiente para que dejes de preocuparte por el tema… ¿me estas escuchando? – golpea suavemente mi rostro… me niego a mirarlo… la humillación y el dolor… quiero matarlo ahora mismo – Miguel, ¿escuchaste lo que te dije? – no le respondo y me zamarrea fuertemente – ¡¡Dime si escuchaste!! –
– Si, te escuché imbécil
Tengo los dientes tan apretados que me cuesta articular las palabras… sigo mirando por la ventana, las lágrimas ruedan por mis mejillas… sus brazos me siguen manteniendo aplastado, inmovilizado.
– Bien – él también está un poco más tranquilo ahora – eres libre de aceptarlo o rechazarlo– despacio comienza a aflojar la presión sobre mi – piénsalo y me contestas el lunes
Termina de soltarme. Instintivamente mis manos quieren golpearlo pero Gonzalo esta más que preparado para mi reacción y sujeta mis brazos en el aire sosteniendo firmemente mis muñecas y apretándolas con fuerza.
– ¡Ya basta Miguel!
– ¡Eres un enfermo, un pervertido!
Quiero alejarme de él lo más rápido posible
– No Miguel, estoy siendo sincero y proponiéndote un negocio… piénsalo y verás que te conviene… no quieres terminar convertido en la puta del viejo que te persigue, ¿o si?
– ¿Cómo sabes eso?!!! –
– Sé mucho sobre ti Miguel- lentamente afloja la presión sobre mis muñecas – voy a soltarte pero no vuelvas a intentar golpearme porque esta vez te lo voy a devolver
Su tono es frío y amenazador. Hay algo en él que me asusta. En cuanto me veo libre, me bajo del vehículo y empiezo a correr sin detenerme por varias cuadras… sigo llorando como un mocoso. Finalmente cuando ya me siento suficientemente lejos de él me dejo caer al suelo, ya no me sostengo más… imbécil, pervertido… enfermo… me pasa por idiota, ¿por qué pensé que podía confiar en él?… es el más enfermo de todos los imbéciles que he conocido. Me seco las lágrimas de un manotazo y comienzo a caminar nuevamente… la rabia, el dolor y la pena me llenan por completo, pensé que era diferente… ya debería haber aprendido a no confiar jamás… quiero matarlo.
No se bien que conexión hace mi cerebro pero recuerdo al chico de la tarde, Daniel, su sonrisa sincera y su mirada cristalina… avergonzada… ¿Serás otro enfermo pervertido también?. Sigo caminando absolutamente aplastado por los sentimientos de rabia y desilusión hasta que finalmente llego a mi casa muy tarde.