DANIEL
Salí corriendo del edificio, aún tenía tanta adrenalina dando vueltas en mi organismo que no sentía los golpes que me había dado mi hermano… ese animal no merecía pertenecer a una familia… ciertamente nunca más pensaría en él como un hermano, sino como la peor persona que he conocido… Todo lo que había imaginado sobre él era pequeño comparado con lo que realmente era.
Me subí al auto que me esperaba y llamé a Lidia. Por suerte aún estaba en su tienda, a punto de cerrar. Le pedí que me esperara y le indiqué al chofer que me llevara hasta allá. No podía llegar a mi casa en este estado, no podía irme sin hacer algo. En el camino, cerré los ojos y volví a ver la imagen de Miguel… no pude evitar un grito de dolor que hizo que el chofer se detuviera y me preguntara si necesitaba algo… a duras penas le indiqué que siguiera… lloré solo mientras el auto avanzaba por la avenida más transitada de la ciudad… Miguel en manos de Gonzalo… mi hermano era el hombre que había comprado a Miguel, el que me lo arrebató… ¿Cómo pudo Miguel venderse a una bestia como esa?… recordé todas las cosas que le había visto hacer a Gonzalo y lo imaginé haciéndoselas a Miguel… Dios!!! Con razón tenía tanto miedo. Los imaginé juntos… han pasado tanto tiempo juntos… Tengo que denunciarlo, tengo que sacar a Miguel de las manos de ese imbécil… tiene que recibir un castigo.
Lidia me estaba esperando. En cuanto me vio, abrió grande los ojos pero no pronunció palabra alguna, me ayudó a entrar en la parte de atrás de la tienda y me dejó en un sofá grande mientras traía implementos de primeros auxilios. Sin preguntarme nada aún pero con la cara deformada de indignación me limpio los cortes y puso ungüento sobre las magulladuras y moretones. Entonces se planto frente a mi
– Gonzalo, verdad?
No era una pregunta. Asentí con la cabeza. La sentí hervir de rabia, agitar su cuerpo y apretar sus puños
– Cuéntame que pasó– me ordenó casi gritando y sentándose frente a mí.
No supe por dónde empezar… no sabía cómo describirle lo que vi… el estado en que se encontraba Miguel… la crueldad de Gonzalo… yo no..
– ¿Fue por Miguel, no es cierto? – la miré consternado y lentamente deduje… Lidia sabía?… sabía y no me lo dijo!!
– Tú sabías??!! – le grité acusándola
– Tranquilízate Dani… solo quise evitarte más dolor, ¿Qué crees que podíamos haber hecho?
Lentamente, atorándome con las palabras y volviendo a sufrir el drama de haberlo visto como lo vi, le relato a Lidia todo lo que pasó antes de llegar donde ella, Me abraza y me mece con sus brazos delgados y maternales, pero yo siento la urgencia de hacer algo de inmediato
– Lidia… tengo que hablar con papá… tenemos que detener a Gonzalo… va a matar a Miguel!!
Lidia no me suelta hasta que me tranquilizo
– Dani… si hablas con papá vas a tener que contarle que eres… que te peleaste con Gonzalo por un muchacho, ¿cómo crees que va a reaccionar? ¿Estás dispuesto a reconocer tu homosexualidad delante de todos? – la calma en su voz no me gusta nada
– Pero… ¿Qué me estas sugiriendo Lidia?.. ¿Qué lo dejemos hacer lo que quiera??
– Gonzalo es el favorito de papá… lo necesita, nunca se va a ir contra él, son demasiado cercanos. Papá siempre ha sabido de la tendencia de Gonzalo pero nunca se ha hablado directamente…- intento procesar la información que Lidia me entrega – Si abres este tema en la familia… vas a salir perdiendo muy feo Dani… Papá recién está acercándose a ti… perderías todo
– No entiendes Lidia… tu no viste la mirada de terror en los ojos de Miguel…
– Miguel está con quien eligió estar…
Se queda en silencio mirándome, dándome tiempo para entender sus palabras
– ¿Quieres ponerlo a él primero que a tu familia?… no vale la pena Dani
– Pero… ¿No me escuchaste cuando te expliqué como lo tenía?
– ¿No te digo Gonzalo que era su juguete…?
Em ese instante recuerdo lo que me dijo Miguel en el café …“hace lo que quiere conmigo”… ¿es esto lo que Miguel buscó?…
– Miguel está con él porque así lo quiso, no es verdad?
– Lidia!!!…. no entiendes.. es que… Tenemos que hacer algo… llamar la policía
– Escúchate a ti mismo Dani… Sabes lo que te haría papá si involucras a la policía con nuestra familia??
– Pero… pero no podemos quedarnos así
Me está desesperando esta conversación, entiendo lo que me dice Lidia pero no puedo creer que no podamos hacer nada… me niego a aceptar que tengo que dejar que Miguel quede en manos del idiota de Gonzalo
– A ver… Miguel está con él por su voluntad… tal vez sólo están haciendo lo que acostumbran hacer.
– NO!! No es así!!– pero ya no estoy tan convencido – No puede ser así…- se me apaga el tono de la voz
– Daniel… Miguel es el juguete de Gonzalo y está jugando con él
– No, no nooo… estaba aterrado Lidia… Miguel estaba asustado
Lidia deja de discutir conmigo, se da cuenta que no me voy a quedar tranquilo
– Bueno, ya sabemos que Miguel está en manos de Gonzalo… No le va a hacer nada
La miro sin terminar de convencerme… no puede ser esto lo que Miguel quiere.
-¿Te quedarás tranquilo si me aseguro de que Miguel está bien?
-¿Tú?… pero ¿cómo…?
– Tengo mis medios chiquito… no soy tonta
Nos quedamos en la tienda hasta que me tranquilicé. Lidia me obligó a tomar uno de los mismos tranquilizantes que usó cuando sucedió lo de Andrei.
Cuando ya se hizo bien noche, Lidia me envió de vuelta a la casa con el chofer. A esas alturas mi cuerpo estaba completamente adolorido y moreteado, pero mis padres deberían estar durmiendo… podría pasar directo a mi cuarto sin problemas. Antes de irme necesitaba una promesa de ella
– Lidia..– basta con mi voz que suplica
– Si Dani, te prometo que me voy a cerciorar de que Miguel esté bien
Me empuja al auto y parto. Confío en ella pero igual siento que debería hacer algo más… sólo que no sé qué hacer, cualquier cosa que haga va a terminar perjudicando a mi familia y creando problemas mayores. Además, tengo que reconocer que me ha entrado una duda terrible… ¿es eso lo que quiere Miguel.. lo que me trataba de decir?… ¿por qué me grito que me fuera… que corriera?.. no me pidió ayuda… nunca me pidió ayuda…
Me vuelvo con el peor sentimiento que he tenido en mi vida… impotencia, frustración y dolor… Nada es lo que parece.. o soy yo el idiota que no sabe ver las cosas a mi alrededor??… él es más fuerte que yo y me gana en todo… pero va a cambiar, Gonzalo… aunque me demore todo va a cambiar.
GONZALO.
Con cuidado, asegurándose de que Miguel esté bien dormido, Gonzalo remueve todo lo que tiene Miguel en su cuerpo, suelta las esposas de los barrotes… no las quita ni de las muñecas ni de los tobillos… en silencio, algo cansado, envuelve el cuerpo de Miguel en el mismo cubrecama manchado de sangre, semen y sudor… mira el rostro de Miguel antes de cubrirlo… poco queda de la adorable carita risueña y encantadora… de la preciosa piel que la cubría… golpes, moretones, cortes, el rostro hinchado en varias partes… la respiración se le ataja en la garganta, nadie lo ha golpeado pero siente una fuerte sacudida en el estómago. Sus hombres, los de su exclusiva confianza, deben estar por llegar, él mismo los llamó… tiene solo unos minutos a solas con Miguel. Se sienta en la cama y sostiene el cuerpo dormido entre sus brazos.
– No debiste traicionarme… te lo advertí… no debiste
Ahora ya es tarde. Las traiciones no se perdonan… no se deben perdonar.
En un movimiento involuntario lo abraza… no puede contenerse… tiene que hacerlo… no sabe porque pero el nudo que siente en la garganta crece hasta ahogarlo… hasta que ya no puede hacer entrar aire en sus pulmones y explota en un extraño sonido parecido al llanto…
Dos hombres llegaron silenciosamente en la madrugada, Andrei era uno de ellos. No hicieron preguntas sino que se limitaron a obedecer las instrucciones de Gonzalo. Cargaron el bulto inerte en un vehículo y condujeron hasta una de las bodegas antiguas, ubicadas en las afueras de la ciudad, distante, fría, aislada. La bodega pertenece a la familia pero esta sin uso desde hace tiempo. En lo que antiguamente era una oficina dejaron a Miguel. Las esposas fueron sujetas a nuevas cadenas. Uno de los hombre quedo encargado.
– No lo pierdas de vista… ni agua ni alimentos-
– Si Gonzalo- contestó el hombre con respeto, subiéndose el cuello de la chaqueta. Estaba bien frío ese lugar.
Se alejaron, volviendo cada uno a lo suyo.
Gonzalo entro al departamento y sintió el desagradable olor que aún permanecía en el aire… sudor, sexo, violencia. Estaba demasiado alterado para dormir. Abrió las ventanas, el aire frío de la madrugada le dio en pleno rostro y calmó en parte sus sentimientos… se fumó un cigarro en silencio. Ya estaba más tranquilo. Daniel desaparecería a partir del lunes y Miguel ya pronto sería un recuerdo. Tendría que preocuparse de la familia del mocoso. En el mismo sillón en que estaba se quedó dormido.
Despertó de golpe… como si alguien lo hubiera asustado… Miguel?… No. Recordó. Estaba solo… absolutamente solo en el departamento. Estiró su cuerpo entumecido por la mala posición en la que se durmió. Miró la hora. Había dormido más de 4 horas y ya era media mañana. Se duchó y partió a la oficina. Se tomó varias tazas de café negro y estuvo ocupado todo el resto de la mañana.
A la hora de almuerzo salió solo y se fue al restauran de siempre. No estaba para soportar la compañía de nadie… si solo hubiera estado Miguel… No. Miguel ya no estaría más. No volverían a almorzar juntos… jamás. Lo eliminó de su pensamiento y volvió caminando de prisa a la oficina.
Andrei apareció a mediados de la tarde. Conversaron y Gonzalo le indicó cuales serían sus responsabilidades a partir de ahora. Entonces recordó que tenía que buscar otra persona… Miguel ya no estaba para participar en el negocio… por Dios!! ¿Cómo fue que dejó que Miguel se metiera en toda su vida!!… parecía que estaba en todo lo que hacía!!.
Andrei lo observó con calma. A Gonzalo le pasaba algo. Lo conocía demasiado bien y sabía que algo le estaba sucediendo pero estaba demasiado cerrado, se estaba consumiendo solo en su propia preocupación… no quería hablar y él no lo iba a presionar. Recordó que a Gonzalo no había que preguntarle sino simplemente esperar a que quisiera hablar.
-. Voy a la bodega- dijo de pronto con carácter de urgencia
– ¿Voy contigo?
Gonzalo asintió
Juntos llegaron al mismo lugar de la noche anterior. Con la luz del día se apreciaba el abandono y la soledad del lugar. En el interior otro de sus hombres estaba sentado cerca de la entrada. Se puso de pie al verlos
– No se ha movido… no creo que pueda moverse
Caminaron hasta la puerta. Antes de abrirla, Gonzalo se volvió hacia Andrei
-Déjame solo
Abrió la puerta y entró. La oficina olía a frío, humedad y a encierro, las paredes eran de ladrillo oscuro y sin vida… por la ventana alta y pequeña, entraban unos fríos rayos de sol iluminando en parte el sucio lugar. Miguel era una forma encogida en una esquina, su rostro era difícilmente reconocible, su cuerpo, aún estaba semi cubierto por el cubrecama en que lo envolvieron… sus piernas manchadas de sangre y moretones… las esposas en los tobillos… hinchados, dañados, seguían sangrando lentamente debido a la presión… Miguel… los brazos un poco levantados debido a las esposas amarradas en altura … tal parecía que en realidad no tenía fuerzas para moverse. Se acercó lo suficiente como para mirar su rostro que colgaba hacia el suelo, con los ojos cerrados
– Miguel… Miguel!!– le habló fuerte y muy junto.
Miguel se movió levemente, alzó apenas la cabeza y los miro… respiraba con dificultad… la hinchazón había disminuido en parte pero sus ojos no enfocaban bien… parecía drogado… perdido.
– Necesito respuestas Miguel
Gonzalo abofeteó suavemente su cara para hacerlo reaccionar… Miguel despertó e instintivamente se encogió
– Necesito que me respondas –insistió.
Miguel no habló, pero Gonzalo supo que lo estaba escuchando, que estaba despierto.
– ¿Desde cuándo andas con Daniel?
Miguel dejó caer su cara nuevamente. Gonzalo apretó los puños…
– Respóndeme!!– el grito resonó fuerte en el lugar
– No ando con Daniel…
La garganta muy enferma… la voz ronca… muy baja, sin energía ni para levantar la cara.
– ¿Cómo que no andas con Daniel… son amantes
– Fuimos… ya no- lo miró con desconfianza
– No me mientas Miguel
Gonzalo tenía los puños tan apretados que le dolían
Miguel alzó la cara y lo miró
– No te miento… te estoy diciendo la verdad
Su voz parecía irse apagando cada vez que hablaba… apenas le quedaban fuerzas. Gonzalo se acercó más a él
– ¿Desde cuándo? – preguntó ansioso- ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con él?
– Antes… antes de ti
Gonzalo respiró agitado… ¿era verdad eso?… ¿era verdad?
-¿Por qué lo hiciste Miguel?- preguntó enojado, casi gritando – ¿por qué te metiste con él?… ¿Por qué me hiciste esto?
Le estaba gritando a Miguel… con furia… pero tal parecía que se estaba preguntando a si mismo… tratando de justificar lo que se había visto obligado a hacer
Miguel no respondió… recordaba muy bien por qué había sido… tenía miedo de Gonzalo, no quería que fuera el primero… Daniel era tan dulce… Pero ahora estaba tan cansado, se le confundían los pensamientos, tenía tanto frío, sed, hambre… y dolor, más que nada sentía dolor
– Daniel es dulce… bueno – susurró apenas
Gonzalo arrugó el entrecejo preguntándose qué quiso decir con eso… bueno?, dulce?… a diferencia de él, por supuesto… ¿Estuvo con Daniel porqué era bueno y dulce?… De pronto se le acabaron las preguntas… ya no quiso saber más. Daniel es, efectivamente, dulce y bueno… malditamente dulce y bueno. Se levantó y salió rápido del lugar.
Si, a diferencia de lo que soy yo, mi hermano es dulce… bueno. Estúpidamente Gonzalo es capaz de entender que ambos se atrajeran mutuamente… casi llega al punto de comprender cómo las personalidades de ambos se unieron fácilmente… se complementan… “pero igual me traicionó… igual fue una traición… Miguel sabía” se repite varias veces… “él sabía y me traicionó”
Afuera lo esperaba Andrei. Enciende un cigarro y se pasea sin mirarlo.
– ¿Qué hizo este?
– No te incumbe
Andrei se mordió la lengua. Sabía que no debía insistir más pero notaba que Gonzalo estaba muy afectado. Ese chico dentro de la oficina tenía algún tipo de significado para Gonzalo. Se arrepintió de no haberlo mirado mejor, parecía un chico joven pero no se había detenido a mirarlo anoche… no tenía sentido aprenderse una cara que uno no iba a volver a ver.
– ¿Quieres que me encargue? – le sugirió al ver la cara de preocupación de su amigo.
Gonzalo lo miró molesto. Nadie se encargaba de Miguel… Solo él podía hacerlo, el mocoso era su responsabilidad.
– No, lo haré yo mismo
– ¿Te acompaño?
Gonzalo no le respondió de inmediato. Sacó un arma del vehículo y la sostuvo en sus manos…
– No. Espérame afuera
Andrei lo dejó entrar solo aunque le habría gustado estar ahí dentro con él. Conocía demasiado bien a Gonzalo y sabía que tenían un problema serio por delante, pero también sabía que era mejor no discutir sus órdenes. El y el otro hombre esperaron intranquilos cerca del vehículo. El sol lentamente comenzaba a bajar.
Gonzalo entró a la oficina decidido, con el arma en la mano… se cercioró de que estuviera a punto para disparar. “La traición no se debe perdonar”… escuchó claramente la voz de su padre cuando estaba recién aprendiendo. Levantó el arma como lo había hecho tantas veces. Entonces Miguel se movió y se quejó despacio interrumpiendo su concentración… lo miró tranquilo, su cara había quedado descubierta y era perfectamente visible con los últimos rayos de luz natural… recordó como era su cara antes, tan diferente a esa que veía ahora… curiosamente, lo único que se mantenía intacto era su pelo… castaño, brillante, hermoso… ¿Cómo era que olía? Se preguntó Gonzalo admirando el contraste entre la luminosidad del pelo y el resto de su maltratado cuerpo. No importaba cómo oliera… ya no volvería más a olerlo. Dio un paso y se quedó con el arma a solo un metro de distancia… ¿por qué tenía ese olor tan particular… ¿sería algún shampoo especial que usaba?… No, Miguel no usaba productos extraños… debía ser su olor natural… todo su cuerpo olía delicioso... levantó el arma y apunto al corazón de Miguel… lo miro y sus dedos despacio comenzaron a presionar sobre el gatillo… ¿nunca más iba a oler su cabello?… ¿ni a escuchar su risa?… ¿no iba a volver a sentir el roce de su piel sobre la suya?…
Disparó…
El silenciador amortiguo el ruido… sus manos quedaron temblando… con los ojos muy abiertos miró la trayectoria que había seguido el proyectil… la bala se incrustó en la pared… había levantado el arma en el último momento… sintió la vista nublada y se dio cuenta que estaba llorando…
¿llorando?…
Pero si él no lloraba nunca…
Se ahogaba en llanto…
Soltó el arma y se llevó la mano a la boca, apretándola fuertemente hasta causarse dolor, tratando de contener todo el derrame de emociones que acababan de soltarse de golpe de quien sabe que parte de su mente y su corazón. Sus piernas se doblaron como hebras de lana, se apoyó en la pared para no caer de golpe… y el dolor… Dios!!!, el dolor en el centro de su cuerpo fue terrible.
Andrei estaba preocupado, disimuladamente miró su reloj. Había pasado ya mucho rato… dudaba que el chico hubiera podido hacerle algo a Gonzalo en el estado en que se encontraba… pero Gonzalo no aparecía… algo había sucedido.
– Voy a entrar- el otro hombre lo miró.
Conocía a Andrei desde niño y sabía perfectamente quien era. Estaba bajo Gonzalo pero su autoridad no se discutía tampoco.
Andrei sacó su arma, dudaba que el chico estuviera siquiera despierto… pero por si acaso la llevó en la mano. Empujó despacio la puerta, apuntando, no sabía bien que esperaba encontrar pero ciertamente lo que vio no se lo esperaba. Bajo el arma de inmediato. Se quedó un momento en la puerta sin saber exactamente qué hacer… dar la vuelta y pretender que no había visto nada? , pero ya era tarde, Gonzalo levantó apenas la vista reconociendo su presencia. Sentado en el suelo, con el adolescente envuelto apretadamente en sus brazos, Gonzalo sollozaba en silencio, el aire se le atragantaba y había una muda desesperación en su mirada de ojos muy rojos. Andrei entró despacio. Se quedo a cierta distancia de ellos, comprendiendo de pronto lo que estaba viendo
– ¿Quién es?- preguntó, aunque creía tener la respuesta. Sólo bastaba juntar los pocos antecedentes que conocía para darse cuenta que ese chico significaba algo especial para Gonzalo, primero, lo habían recogido en su propio departamento… significaba que tenían algún tipo de relación; segundo, Gonzalo no pudo terminar con su vida pero si lo había dañado y golpeado lo suficiente como para descargar su frustración… ¿Qué había hecho el chico?, ¿lo había engañado?… solo quería saber que tan importante era el chico para su amigo
– Miguel… se llama Miguel
Lo sostenía apretado contra su cuerpo
– ¿Es tu pareja?
Gonzalo asintió con la cabeza
– ¿Te engañó? – volvió a asentir.
El silencio entre ellos era tenso. Andrei esperó pero Gonzalo no reaccionaba.
– ¿Qué quieres hacer con él?
Era una pregunta arriesgada y ambos lo sabían. La traición solo tenía un castigo pero si Andrei le estaba preguntando algo que no debía preguntarse era porque estaba dispuesto a ayudarlo.
Gonzalo cerró los ojos… ante el desfilaron las imágenes de los momentos vividos con Miguel… la primera vez que lo vio, cuando se cruzó corriendo frente a su vehículo y se enfrentó con tres pandilleros, luego, cuando lo encontró cerca de la universidad, altivo y arrogante… El chico belicoso y ofendido cuando le propuso el acuerdo… Miguel asustado, nervioso, cuando estuvieron juntos por primera vez… su expresión de dolor y placer, las pequeñas gotas de sudor corriendo por su sien a la vez que jadeaba su nombre… el mocoso riendo a gritos y peleando por una pizza… su caminar ágil y elástico cuando se alejaba hacia el instituto… el calor de su cuerpo cuando dormían juntos… sentirlo moverse y reír al enseñarle a bailar… la expresión de alegría cuando le dijo que era importante para él… importante… me importa… Dios!!! me importa mucho… Tomó una gran bocanada de aire… no podía… nunca podría dispararle a Miguel. Lento… muy lento Gonzalo fue comprendiendo… Todo era nuevo, no lo había sentido antes… un sentimiento nuevo, desconocido, extraño ¿Esto es amor?… ¿Esta pesadilla que me duele aquí dentro es el amor? ¿Esta necesidad de seguir con él a pesar de saber que no me quiere a mi? … ¿La imposibilidad de hacerlo desaparecer porque siento que si él desaparece… desaparece una parte de mi también?… me hace falta… lo necesito… necesito verlo reír, caminar, respirar… Un peso enorme cayó sobre sus hombros… ¿Qué había hecho?… por Dios! Que le había hecho a Miguel??!! Ni siquiera era un hombre todavía… y él lo había roto, quebrado… destrozado… la culpa caló en él hasta el último hueso de su cuerpo… Miguel no era parte de su banda… no debía utilizar para él los mismos códigos que en sus sucios negocios… Miguel no era un negocio… hacía mucho rato que había dejado de serlo… Miguel era la persona que lo mantenía en suspenso… que lo hacía reír, que lo alegraba…. Era una razón para esperar con ganas cada día… lo necesitaba… Oh, Dios!!! lo amaba… y como un enfermo mental lo había maltratado y abusado a más no poder… Si Miguel moría… era mejor quedarse ahí, sentado junto a él, esperando para siempre…
– Andrei… ayúdame, no puedo…
– Ya sé que no puedes… exactamente ¿Qué quieres hacer?
– No lo sé… ayúdame a salvarlo
Ni siquiera reconocía su propia voz
Andrei reaccionó rápido, soltó las cadenas que amarraban las esposas… Gonzalo le entregó las llaves y con cuidado las soltó de Miguel… tenía heridas tanto en las muñecas como en los tobillos… Miguel se quejo dolorosamente al sentir sus brazos bajar y como movían su cuerpo… Gonzalo lo sujetó con cuidado… se quitó la chaqueta y le cubrió el cuerpo
–Está ardiendo en fiebre
– ¿Qué?!
Puso su mano sobre la piel de Miguel… caliente. Los golpes, el maltrato, el frío y la debilidad lo tenían así.
– Está muy débil, ¿aún vive el doctor en la misma dirección?
– Si… tráelo de prisa
Andrei y el hombre partieron rápido en el vehículo de este último. Gonzalo se quedo sosteniendo y acunando el peso de Miguel contra su cuerpo… sabía que no estaba haciendo lo que tenía que hacer… tenía claro el riesgo que estaba asumiendo al no terminar con la vida de Miguel… pero simplemente no podía hacerlo. En su corazón se mezclaban la culpa inmensa, el dolor de lo que le había hecho, el miedo enorme de que Miguel no volviera a abrir los ojos y mirarlo… el riesgo que significaba dejarlo vivir, la certeza absoluta de que aunque lo salvara, jamás iba a ser perdonado… y la remota esperanza de volver, alguna vez, a ver la sonrisa de Miguel. Seguía acunándolo, las lágrimas rodaban lentas y pesadas…
-. Agua… por favor…
En una voz casi sin vida, Miguel le pidió agua. Gonzalo se desesperó, ardía en fiebre, no quería soltarlo… pero el agua… en el lugar hacía años que no funcionaba el agua… Andrei tardaría cerca de una hora en volver… intentó levantarlo… llevarlo en su jeep hasta un lugar dónde hubiera agua, pero Miguel se quejó tan lastimosamente que no se atrevió a volver a moverlo. Acomodó lo mejor que pudo el cobertor, lo cubrió con su chaqueta y corrió hasta su jeep. A solo unas cuantas cuadras de ahí había visto negocios… alguno tendría agua. Salió a toda velocidad. No alcanzó a andar más que unos minutos cuando se encontró con un pequeño negocio. Estacionó sobre la vereda, frente a la entrada y corrió al interior buscando agua. Tomo unas cuantas botellas, las pagó de prisa y sin detenerse a coger el vuelto, se subió al jeep y volvió por el mismo camino.
Se bajo corriendo con las botellas en la mano y entro de prisa a la pieza… se detuvo confundido. En el lugar donde había dejado a Miguel no había nadie… Miguel no estaba ahí. Miró detenidamente toda la pieza buscando en cada rincón… tal como estaba no podía haber ido muy lejos… Lo llamó gritando su nombre… Recorrió como un loco todo el lugar sin encontrarlo. Buscó en la parte de afuera, en los lugares en que pudiera haberse escondido… entonces se sentó un momento a pensar. Miguel no pudo desaparecer solo… estaba demasiado débil, ni siquiera podía caminar. Volvió a la pieza… no estaba el cobertor pero su chaqueta había quedado tirada en el rincón…junto a las esposas… buscó alguna señal… cualquier cosa que le sirviera para entender que estaba pasando… no había nada. Desanduvo sus pasos y volvió a la entrada… con calma reviso el lugar… ahí estaba la evidencia… sobre la tierra estaba marcada la huella de un vehículo diferente… una frenada brusca y una partida más rápida aún. Se estremeció de la pura rabia y desesperación que sintió. Tomo el teléfono
-. Andrei… vuelve de inmediato… Miguel desapareció… alguien se lo llevó y creo que sé quien fue
Gonzalo apenas alcanzó a frenar y a detener el vehículo. Se bajó corriendo como loco y entró a la casa dando un fuerte portazo. Andrei estaba prohibido en la casa así es que no pudo acompañarlo.
-Hijo, ¿Qué te pasa?
Su madre salió al encuentro de tamaño ruido
-¿Dónde está Daniel, Mamá?
La furia le salía por todos los poros
– En su dormitorio… ha estado encerrado todo el día
Sin terminar de escuchar y altando los peldaños de dos en dos, Gonzalo subió corriendo y abrió sin golpear la puerta del dormitorio de Daniel.
-¿Dónde está?!!
Cerró la puerta de golpe y se enfrentó a un Daniel que lo miraba completamente desconcertado y tranquilo entre medio de unas pilas de libros, ropas y maletas. Se miraron con fiereza. Daniel aún tenía señas de los golpes en la cara
– Sal de aquí!!!
Pero en vez de eso, Gonzalo se acercó y lo tomo de la camisa empujándolo contra la pared más cercana y chocando su cuerpo fuertemente contra esta.
– ¿Dónde está?- Volvió a gritarle
-¿Dónde está qué??!!
Daniel subió también el tono de voz… súbitamente Daniel reaccionó y entendió “que” era lo que Gonzalo había perdido… no pudo evitar reírse con ganas en su propia cara
– ¿Se te escapó?.. ah! Jajajaaa
Era demasiada la cara de verdadera sorpresa… Daniel no tenía nada que ver con esto. Gonzalo lo soltó confundido. Estaba seguro que había sido Daniel, pero…
– Me alegro idiota!!… ojalá no lo vuelvas a encontrar nunca más!
Se iba a girar a callarlo de un golpe pero se abrió la puerta y entró su madre
-. Gonzalo… ¿Qué está pasando?
Respiró profundamente. Lo último que necesitaba ahora era involucrar a más gente de su familia en este problema. No debía llegar a oídos de su padre… no tenía como explicar que le hubiera perdonado la vida. Intercambiaron miradas con Daniel. Su hermano sonreía con arrogancia… había odio, enemistad… profunda y dura, pero eso quedaba entre ellos dos… ambos sabían que debían guardar silencio.
Pasó lento por el lado de su madre y la besó en la mejilla.
– Nada mamá, solo vine a asegurarme que Daniel estuviera preparándose para irse
Siguió caminando sin darle tiempo a formular preguntas. Volvió al vehículo y al teléfono.
– Andrei… no lo encuentro. Quiero a todo el mundo buscándolo… a todos, pon vigilancia a su familia. Lo quiero vivo… y lo quiero rápido
Le dio el resto de los detalles a Andrei y cortó.
Se quedó sentado en el jeep mirando la nada… se sintió nada… había alcanzado a rozar la felicidad… y ahora no tenía nada… nunca se había sentido tan vacío en su vida.