Miguel 2 – Capítulo 81

CAPITULO 81

Tal vez era por su costumbre como guardaespaldas de permanecer alerta en todo momento. Ghiotto apenas escuchó la palabra dicha por Jorge pero fue suficiente para que abriera los ojos. Se detuvo sobre él… Ladeó levemente la cabeza… lo había visto hacía unas horas atrás cuando lo trajo dormido y le quitó la ropa para meterlo en la cama… ahora estaba despierto, desnudo y lo miraba sorprendido desde la puerta de la sala.

-. ¿Qué haces durmiendo en el sofá?… ¿por qué estas en mi casa?

Jorge estaba tan sorprendido de encontrarlo en su departamento que no atinó a recordar su desnudez hasta que sintió la mirada lujuriosa de Ghiotto que lo recorría de arriba abajo… el guardaespaldas no hablaba ni respiraba… solo miraba haciéndolo tomar consciencia de su cuerpo tal como había llegado al mundo

-. Ya deja de hacer eso – protestó Jorge molesto, repentinamente cohibido y cubriendo la mitad de su cuerpo tras uno de los sillones

-. ¿Hacer qué? – preguntó Ghiotto enderezándose en el sofá, despeinado y soñoliento pero comiéndoselo con los ojos.

Jorge suspiró molesto. No tenía derecho a hacer eso!! No después de lo que le había dicho y hecho… de no haberle hablado nunca más del tema y desaparecer como si el dolor que tuvo en su culo por dos días no fuera de su responsabilidad. Jorge sintió que la molestia crecía grande dentro de él.  La situación era absurda. Estaba sin ropa, si, pero estaba en la sala de su casa, SU propia casa, y sintiéndose incómodo bajo la mirada examinadora de su guardaespaldas, el suyo… el que tenía la responsabilidad de cuidarlo…  Ya era suficiente!!! Él era el jefe y no al revés. Había soportado que Ghiotto lo llevara donde el médico contra su voluntad y que lo tratara como si él fuera quien diera las órdenes pero… pero esto… esa mirada de lujuria que le dirigía… no!!! Esto no. No estaba para juegos y menos con Ghiotto. Sabía que tan cruel podía ser el hombre cuando jugaba y el gusto amargo que dejaba en la boca el sentirse usado y abandonado. No quería recordar lo bien que se había sentido cuando… No. No valía la pena. El necesitaba cariño y compresión… alguien en quien vaciarse y abandonarse… aprender a ser jefe era estresante y más aun cuando estaba solo y no tenía a nadie en quien confiar sus sentimientos, que lo escuchara y compartiera esta nueva parte tan buena de su vida. El estrés acumulado en las últimas semanas era bastante. Si iba a distraerse con alguien tendría que ser con una persona que lo comprendiera y lo hiciera sentirse amado y feliz…

-. Nada. No haces nada

De pronto, Jorge sintió como algo cambiaba dentro de él mismo. Había estado aprendiendo las últimas semanas. Había observado atentamente a Gonzalo y a Andrei al compartir tiempo con ellos. Si quería ser un jefe de verdad había cosas que tenía que superar y lo que Ghiotto lo había hecho sentir era una de ellas.  Lento… confiado… casi sonriente, Jorge abandonó el espacio donde se ocultaba tras el sillón y caminó, desnudo y majestuoso, hasta estar cerca de su guardaespaldas

-. Ya estoy bien – dijo tocándose los puntos en el labio y luciendo, a sabiendas, su magnífico cuerpo  – Puedes irte. No te necesito.

El impacto de las palabras pronunciadas con lentitud y seguridad por ese cuerpo bien formado fue intenso en Ghiotto… parpadeó repetidas veces como si su cerebro se demorara en procesar lo que había escuchado…

-. Ah!, antes de irte busca mi teléfono que no sé donde quedó. Lo necesito.  

Jorge se giro frente a él dejando su precioso trasero a la vista junto al suave movimiento de sus largas piernas, la espalda lisa y aterciopelada, los brazos delgados y largos… se movía con calma… se alejaba rumbo a su propio dormitorio sabiendo el efecto que estaba causando y sin que le preocupara.

Ghiotto, boquiabierto y agitado, aún no terminaba de entender que rayos le había picado al crío ese que le hablaba así y se exhibía como si no le importara y… ¿qué le había dicho?… ¿cómo es que tenía un cuerpo tan… esbelto? ¿con cintura y todo?… ¿Cómo lo escondía bajo la ropa durante el día? La mirada fija en las nalgas que se flexionaban y reaparecían en redonda majestuosidad… Ghiotto no podía comprender a cabalidad lo que Jorge le había dicho… su mente estaba turbia y caliente, producto del más bruto instinto animal que bullía dentro de él al mirar el acompasado movimiento de las piernas y los glúteos cimbreándose elegantes… se contraían y relajaban con cada paso… Ghiotto respiraba alterado y no podía quitar sus ojos de encima… Mierda!!!  Sabía cómo se sentía la piel de Jorge en sus manos y parecía que sus palmas picaban y dolían por la necesidad de sentirla nuevamente… se había vuelto duro y hambriento… el deseo en su máxima expresión.

Jorge desapareció de su vista sin volver a mirarlo ni una vez.

Ghiotto se quedó con la mente embotada observando el espacio oscuro por donde se había marchado…

¿Qué diablos le pasaba?… tenía una erección monumental causada por Jorge… ¿se había convertido en un marica como el patrón?… lo que sentía era urgencia, deseo incontenible por el hombre que acababa de cerrar la puerta del dormitorio… quería abalanzarse sobre él y poseerlo de manera fiera… enterrarse y hundirse en su culo hasta saciar sus deseos… en ese agujero caliente y apretado que ya había probado… suspiraba agitado…  el patrón le había dicho que una vez que lo probara no iba a poder resistirse… recordaba claramente a Gonzalo riéndose y burlándose de él y amenazándolo con aquella frase. Jamás lo habría creído cierto.. pero ahí estaba sintiéndolo y sufriendo… no podía alejarse de él… como si Jorge tuviera un imán que lo atrajera y le hiciera imposible vivir sin estar pendiente de él… lo había intentado.. alejarse y olvidarlo… dejar de prestar atención.. era un hombre después de todo… pero el resultado de su estúpido esfuerzo saltaba a la vista ahí mismo… estaba en medio de la sala del departamento de Jorge, destilando lujuria y deseo… duro como roca y necesitándolo… como si fuera un cachorro amaestrado… rindiéndose a las sensaciones que el cuerpo de Jorge le despertaba.

Maldición!!…

No importaba si se había convertido en uno de ellos… nada importaba… Lo que el nuevo jefe le provocaba no tenía comparación. No había mujer que fuera capaz de hacerle sentir lo que sentía en ese momento…  aahhh!!! por los mil demonios!!! Era un hombre grande y seguro…  despertaba miedo en las personas…  vivía en medio del riesgo… siempre sabía bien lo que tenía que hacer… aunque fuera peligroso…  pero ahora… se había quedado con la boca abierta y la mente nublada… debatiéndose entre obedecerlo lo que Jorge le había pedido o hacer caso a lo que sentía… acaso… ¿le había dicho que se fuera?… ¿Jorge lo había despedido de su casa?… y ¿qué idiotez fue esa de buscar el celular?… en un gesto instintivo metió la mano al bolsillo de su chaqueta y extrajo el teléfono de Jorge. Lo había guardado por si acaso llamaba el patrón y Jorge no podía responderle debido al calmante… miró el teléfono… miró el pasillo oscuro… el teléfono nuevamente… lo apretó nerviosamente entre sus dedos y empezó a caminar con el cuerpo tenso y la mirada fija en la puerta del pasillo sin luz

No se molestó en tocar la puerta ni en iluminar la habitación. Entró de sopetón.

Contra la ventana se perfilaba claramente la silueta desnuda de Jorge, de pie, observando la ciudad e intentando reafirmar su recién adquirida confianza. El dolor de los golpes que había recibido horas atrás comenzaba a molestarle.

El informático se volvió al escuchar a Ghiotto entrar a su dormitorio. Se fijó en teléfono que brillaba en la mano. Hubiera preferido que tocara la puerta y le diera la oportunidad de vestirse… no había supuesto que llegaría tan de prisa… era incómodo estar desnudo pero no le iba a hacer saber lo mucho que lo afectaba. Era el jefe. Tenía que recordarlo más seguido.

-. Déjalo en la mesa – respondió casual fingiendo indiferencia.

Jorge le dio la espalda girándose nuevamente hacia la ventana… no iba a volver a pensar en él… Ghiotto era parte del personal que venía con el trabajo y reconocía su buen trabajo como guardaespaldas y persona de confianza… no podía enemistarse con él dado el grado de confianza que tenían Gonzalo, Andrei y Miguel en el hombre, reconocía su importancia y utilidad… Mantendría una clara línea entre él y su persona. Eso era lo que tenía que hacer.  Nunca más volvería a…

Sus pensamientos fueron interrumpidos…

Sin volverse, Jorge supo por el ruido de la respiración que Ghiotto estaba parado justo detrás de él. El corazón se le aceleró dentro del pecho… se forzó a mantener la calma. No era el mismo idiota de hacía unas semanas atrás… no señor. No lo era.

-. ¿Algo más? – preguntó con frialdad disimulando el temblor en la voz

Ghioto estaba a su lado. Ya no podía pretender que no lo veía… el movimiento fue rápido e inesperado. Lo primero que sintió fue la mano grande y áspera del guardaespaldas enredándose en su pelo, luego fue atrapado entre el brazo musculoso y el cuerpo de roca de Ghiotto. Lo sujetaba con fuerzas y le buscaba la boca

-. Suéltame 

Jorge estaba alteradísimo pero no iba a gritar como damisela en peligro… ni siquiera iba a alzar el tono de su voz.  Era el jefe de Ghiotto y era hora de demostrarlo. Todo esto era una prueba de la cual tenía que salir airoso…

-. Suéltame – repitió

Mierda!  No estaba resultando… Ghiotto le había encontrado los labios y lo estaba besando con urgencia. Dada la diferencia de tamaño, podía hacer con él lo que quisiera y el muy torpe estaba desnudo. Las manos grandes se aferraban a su culo y la pelvis del hombre presionaba contra su sexo… No!!! no quería excitarse… si Ghiotto no lo soltaba de inmediato él iba a tener una reveladora erección…

-. Suéltame de una vez!!! – logró gritar cuando sus labios tuvieron que separarse para poder respirar. Había gritado olvidando sus intenciones y lo empujó con las dos manos… con fuerza… su cuerpo resintió el movimiento con una punzada dolorosa. Se recuperó de prisa. No quería mostrarse débil.

Ghiotto ni siquiera se movió… ni pestañeó… ni se alteró.  Mantuvo a Jorge apretado contra su cuerpo mirándolo fijamente desde su altura.

Jorge podía sentir la dureza del sexo del hombre en su cadera…

-. No – dijo Ghiotto finalmente

¿No?… NO???!!!  ¿de nuevo con la misma estupidez de la vez anterior?… solo “no”? pero que original y comunicativo! Jorge quería gritar de la impotencia!!! Ghiotto era como un gorila salvaje… un animal… un idiota… Jorge pensaba de prisa… tenía que lograr que sus palabras pesaran más que la fuerza bruta del guardaespaldas sino esto iba a terminar de mala manera

-. No es buena idea atacar a tu jefe – dijo en voz alta y firme, mirando directamente en los ojos oscuros y llenos de excitación de Ghiotto.  Por un segundo pareció que el hombre dudaba pues relajó el firme agarre que mantenía alrededor de Jorge

-. Mmhh??

-. Me estas atacando. Suéltame

-. No

Dios!! que exasperante!!! Lograba sacarlo de quicio

-. ¿Es todo lo que sabes decir?!!… ¿nadie te ha enseñado a preguntar o a escuchar?

Jorge manoteó con firmeza hasta lograr liberar su cuerpo. Se alejó unos cuantos pasos dejando a un Ghiotto confundido y excitado que lo seguía observando fijamente

-. No es un ataque – dijo Ghiotto intentando acercarse a continuar lo que había sido interrumpido

-. Claro que lo es!!! No quiero que me toques!

Por si acaso, Jorge se retiró protegiéndose detrás de la mesa pequeña del dormitorio… una protección más bien simbólica.

Vio como Ghiotto dudaba de sus palabras…

-. Pero tú eres…. A ti te gustan los hombres…  Ghiotto sonaba como si esa explicación bastara

Jorge abrió los ojos y la boca al escuchar tamaña necedad… Claro que le gustaban los hombres!!! pero Ghiotto no podía ser tan estúpido e ignorante de creer que cualquier hombre podía gustarle.  La furia creció intensa en él…  sintió más que nunca que había sido usado y que no dejaría que el hombre en su habitación volviera a tocarlo… nunca más.

-. Soy gay. Me gustan los hombres, pero yo elijo con quien me acuesto y quien me toca!!!

Nuevamente había olvidado su desnudez debido a la rabia que sentía… caminó hacia el sorprendido Ghiotto con la mano en alto para reforzar sus palabras… lo apuntaba y señalaba… estaba enojado y se lo hacía ver.

-. Pero… la otra vez… – la excitación de Ghiotto había disminuido y ahora parecía confundido

-. No me hables de eso. Ni siquiera me preguntaste… te marchaste sin hablarme

-. ¿Hablar de qué?

En verdad todo esto era confuso para Ghiotto… ¿de qué quería que le hablara?… él nunca hablaba con ninguna de las mujeres con quienes tenía sexo… ¿qué quería Jorge?… no entendía.

Recibió furia en la mirada de Jorge.

-. Fuera de mi habitación!!- el brazo estirado señalaba la puerta ahora. La actitud de Jorge era sumamente decidida – vete a tu casa.

-. ¿Hablar de qué??!!- pregunto Ghiotto nuevamente alzando la voz sin intención de moverse del cuarto.

-. Ya vete de una vez – era inconcebible. Estaban en dos mundos diferentes… no había comunicación posible

-. ¿Hablar de qué??!!! – rugió Ghiotto verdaderamente molesto y por un instante intimidando a Jorge…  Ghiotto gritaba porque quería entender, porque estaba frustrado y porque Jorge lo estaba enloqueciendo… Dios!! era tan hermoso y lo deseaba… no quería irse.

-. De lo que hicimos!!! de lo que sentimos!!! Que se yo!!  Una explicación, una conversación cualquiera como las que tienen las personas normales cuando tienen sexo…

El nivel de exasperación de Jorge crecía al hablar y mirar a Ghiotto… en verdad se veía como si el guardaespaldas recién estuviera descubriendo algo nuevo

-. Pero yo… nunca hablo…- su voz cambió. Ahora parecía como si quisiera dar explicaciones…

Para Jorge la situación era insoportable… Llevó sus manos a la cabeza y al labio roto… con los gritos se acentuaba aun mas su dolor y molestias… tenía sueño, estaba cansado… no quería discutir… todo lo que deseaba era hacerse un ovillo en su propio cuerpo, derramar unas cuantas lágrimas, dormir y olvidar lo que estaba sucediendo. Borrarlo para siempre. Ghiotto no era lo que él necesitaba.

-. Déjame solo. Vete a tu casa

Para Ghiotto resultaba intolerable pensar en salir del cuarto y alejarse de Jorge. Iba a responder con un “no” nuevamente cuando recordó el efecto que esa palabra tenía en Jorge y no quiso molestarlo. Su jefe se veía mal… es decir, su cuerpo seguía siendo caliente y erótico pero claramente Jorge no lo estaba pasando bien.

-. Quiero quedarme aquí

Ghiotto, sin registrar lo que hacía, caminó hasta Jorge. Se sorprendió al verlo retroceder… nervioso, malhumorado y adolorido. Le dolió que Jorge se alejara y extendiera una mano frente a él para rechazarlo. La excitación que sentía se redujo y fue dando paso a un nuevo sentimiento… algo que rara vez sentía… ahora tenía ganas de tomarlo entre sus brazos y sostenerlo ahí para ayudarlo a aliviar sus problemas y dolores… si Jorge quería hablar, hablarían… podía hacer eso.. claro que podía!

-. No te necesito – Jorge había perdido fuerza…

Ghioto tenía experiencia en este tema. Tal vez no era un hombre comunicativo ni sabía cómo expresar sus emociones… nunca había tenido que hacerlo, pero si era capaz de deducir bien cómo funcionaba la mente humana. Él había sido el pilar de Gonzalo, Andrei y muchos otros, incontables veces. Sabía escuchar y proteger y ahora deseaba fervientemente hacer esas dos cosas con el hombre que estaba frente a él.

-. Creo que si me necesita

Jorge volvió a retroceder con las dos manos levantadas pero Ghiotto fue más inteligente.

-. No se preocupe. No voy a hacerle nada

-. Entonces ya vete

-. Voy a quedarme. Usted no está bien- había bajado la excitación sin llegar a desaparecer. Ghiotto era, cien por ciento, un ente protector con quienes estaban bajo su cuidado y su reacción era natural al ver que Jorge necesitaba cuidado en ese momento.  Tal vez no reaccionaba a los gritos y protestas pero si respondía de inmediato y con vehemencia a la necesidad de resguardar y cuidar a quienes debía.

-. No te quiero aquí – dijo Jorge. Su voz ya no era exigente sino que parecía una petición.

-. Tendrá que aguantarme. Vuelva a la cama

Jorge pensó en su cama… en su cuerpo adolorido y golpeado… dormir y descansar… sonaba muy bien…  Permitió que Ghiotto lo tomara del brazo y lo guiara a la cama. Se metió entre las sábanas… deseaba cerrar los ojos y dormirse pero la presencia del guardaespaldas de pie al lado de la cama era inquietante

-. ¿Vas a quedarte ahí vigilándome?

Ghiotto pareció dudar

-. No. Voy a quedarme acá

Y sin más, se acomodó sobre la cama, al lado de Jorge, aunque sin meterse entre las sábanas. Cruzó los brazos sobre su pecho y echo la cabeza hacia atrás preparándose para descansar.

Jorge saltó al ver lo que hacía

-. No pued…!!!

– Tranquilo, jefe. No voy a hacerle nada

La tranquilidad con que Ghiotto respondió además de la mirada directa de sus ojos convencieron a Jorge de que Ghiotto no iba a moverse de ahí. Había usado la palabra “jefe” para referirse a él… También sonaba como si en realidad no pensara hacerle nada… ya no tenía ese aspecto de depredador sino que había vuelto a ser un hombre protector, como si se sacara una personalidad y se pusiera otra encima.

Jorge relajó sus hombros adoloridos y volvió a poner su cabeza sobre la almohada… aún tenía dudas…

-. Lo que pasó esa vez no va a volver a repetirse

-. Si, señor

-. Soy tu jefe. No lo olvides

-. No, señor

-. Puedo hacer que Gonzalo te despida si me vuelves a tocar, ¿sabes eso?

-. Si, señor

-. Si me besas de nuevo te puedes dar por muerto

-. Si, señor

Tanta docilidad en Ghiotto era sospechosa. Jorge no pudo evitar levantar su cabeza y preguntar

-. Que… que estás haciendo?

-. Estamos conversando, ¿no? – respondió un Ghiotto relajado

Jorge abrió los ojos muy grandes… ¿Conversar??!!… ¿llamaba a eso conversar?!!! iba a rebatirle con toda su artillería de argumentos pero la expresión de victoria en el rostro de Ghiotto, apoyado sobre el respaldo de la cama, lo hizo guardarse sus palabras. Era… era como toparse con un muro de granito. No tenía sentido… era imposible… era… desesperante…

-. NO! No estamos conversando! – gruñó Jorge girándose en la cama y dándole la espalda. Su cabeza latía, le dolía el labio y todo el cuerpo…

Ghiotto lo miro satisfecho.

-. Yo creo que si – dijo antes de cerrar los ojos y suspirar tranquilo. Estaba contento, sin tener claro los motivos de su repentina sensación de felicidad.

 

LIDIA

Lidia abandonó el centro médico con sus oídos protegidos y acompañada de un grueso contingente de protección que incluía a Andrei y parte de la familia.  Estaba ansiosa de llegar a su casa aunque tuviera que hacer reposo allá.  El repentino zumbido en sus oídos que la dejaba mareada, con nauseas y adolorida le hacía tomar consciencia de que necesitaba descansar para recuperarse bien. Las marcas de las quemaduras ya no dolían tanto; dolía más saber que eran permanentes y tendría que recurrir a la cirugía plástica para hacerlas desaparecer o, al menos, disimularlas. Sin embargo, ninguna de las molestias físicas se comparaba con el desasosiego que la abatía al recordar que Karina había muerto protegiéndola y, sobre todo, al mirar a Andrei y sentirse estúpida y avergonzada.  Pensaba en lo que había hecho y le costaba encontrar una explicación racional para sus acciones.  Sabía que llevaría por largo tiempo, quizás para siempre, el peso de la muerte de su amiga. No era primera vez que un guardaespaldas perdía la vida dentro de la familia, pero nunca antes le había sucedido a ella. Además, Karina distaba mucho de ser solo un “guardaespaldas”. Había sido su amiga y su confidente… y ya no estaba más.

-. Dame la mano, Lidi

La voz suave de Andrei la trajo de vuelta a la realidad. Habían llegado y él le sostenía de la mano para ayudarla a descender del vehículo… Estaba triste por la pérdida de Karina y a la vez emocionada por haber sobrevivido, por llegar a casa, y por el maravilloso hombre que estaba a su lado. Apretó la mano fuerte y sólida de Andrei y se detuvo un momento para calmarse.

-. ¿Estás bien?

Le hablaba bajito para no irritar sus oídos… más bien parecía como si Lidia hubiera desarrollado la capacidad de leerle los labios. Asintió con la cabeza y una sonrisa cansada. Andrei la rodeó con sus brazos protectores y se encaminaron hacia la casa.

Juntos…

Como tantas veces ella había soñado cuando Andrei estuvo desaparecido y su ausencia era insoportable.

Andrei…

Su Andrei…

¿Qué clase de tonta era?

Fue fácil disimular la emoción que sentía transformándola en alegría por estar de vuelta en casa. Sus padres la recibieron con cariño, las emociones, abrazos y lágrimas surgían fácilmente en ella. Ya pronto estuvo instalada en el dormitorio de su apartamento dentro de la casa familiar.

-. Te dejaré descansar, Lidi. Si necesitas algo solo presiona el…

-. No. No te vayas – dijo sujetándolo

Su propia voz retumbaba en su cerebro pero no quería que Andrei desapareciera de su vista ni un momento. Quería tenerlo cerca… siempre.

Él sonrió ante la petición… Lidia se maravilló hasta las lágrimas por la hermosa sonrisa que Andrei le dedicó… Vaya!! Estaba tan sensible que no podía controlarse.

-. No llores. No me voy a ir –Dijo Andrei retrocediendo hasta ella y tomando asiento a su lado en la cama para acompañarla

Lidia lo miró fijamente… necesitaba saber. No quería esperar…

-. ¿Nunca? – preguntó ella bajito y con temblor en la voz

El rostro de Andrei cambió. Suspiró profundamente. Entendió que la pregunta de Lidia era mucho más amplia que el momento que vivían… Se tomó un momento para recorrerle el rostro con los ojos y delinear el contorno con sus dedos…  su semblante serio fue lentamente cambiando a uno tranquilo y seguro. Sus ojos claros eran sinceros y directos

-. Nunca, Lidi

Lidia levantó ambas manos para cubrirse la boca y ahogar un sonido de ansiedad que tenía reprimido desde hacía días.  La respuesta que anhelaba escuchar por fin había sido pronunciada y la inquietud de su corazón era calmada.

Andrei le tomó ambas manos y las quitó de su boca

-. Lo siento Andrei… yo fui…

-. Sshhhh… no. Ahora no

-. Pero necesito que me escuches y me perdones

-. Lidi, puedo escuchar todo lo que tengas que decirme, pero hay algo que debes saber.

Lidia se quedó quieta esperando… ¿Qué tenía que saber?… ¿qué?

-. Reconozco mi parte de culpa en lo que sucedió.

-. No Andrei.. tú…

-. Solo escúchame, si?

Ambos estaban tocándose y muy cerca. Los días recién pasados y la experiencia vivida los hacían tomar consciencia de lo frágil y delicada que era la vida…

-. Estaba enfocado en Gonzalo

Lidia lo conocía muy bien. Comprendió de inmediato el esfuerzo que estaba haciendo Andrei para hablar. Se quedó quieta en espera de que él continuara

-. Fue mi ídolo desde el momento en que lo conocí. Yo era un niño solitario y Gonzalo me recibió como amigo. En el colegio, mientras los demás niños soñaban con super héroes  yo  tenía uno real, de carne y hueso, y era mi amigo. Lo seguí incondicionalmente durante toda nuestra infancia y juventud. Me acostumbré a su amistad. Luego te descubrí, nos enamoramos… me volví loco por ti, Lidia. Eres preciosa para mi… pero debes entender que me crié entre hombres rudos y violencia. Me habían enseñado a valerme por mi mismo y a respetar a los más fuertes. Cuando… cuando sucedió aquello con mi padre y Don Jaime me envió al exilio, cada día esperé a que Gonzalo me llamara de vuelta. Todas mis esperanzas estaban puestas en él… de él dependía que volviera a encontrarte, mi regreso, mi estabilidad, continuar con mi vida. Siempre supe que Gonzalo me buscaría para traerme y de esa manera llegaría a ti.  ¿Me entiendes?

Lidia escuchaba atenta. Musito un “si” muy bajito. Andrei tomó aire para continuar hablando y se puso de pie. Estaba vaciando su alma con Lidia y necesitaba un poco de espacio para poder hacerlo.

-. Cuando Gonzalo me llamó para decirme que volviera… Dios!!! Lidi… estaba tan agradecido que lloraba. Esperé esa llamada durante años… mi vida estuvo detenida hasta que tu hermano me llamó de vuelta. Me prometí que nunca lo defraudaría y sería leal con él hasta la muerte si era necesario.

Lidia derramaba lágrimas en silencio… entendía. Oh Si que entendía bien. Ella también había esperado años para volver a verlo… nunca había perdido la fe ni las esperanzas de estar juntos nuevamente.

-. Te descuidé, Lidi.  Puse a Gonzalo y a la familia en primer lugar. No podía permitirme fallar… no podía dar motivo a que algo malo sucediera y me volviera a quedar solo… tal vez… tenía… miedo.

Lidia escuchó asombrada y conmovida.  Andrei se había detenido de espaldas a ella… no sabía si estaba llorando pero si tenía claro lo importante que era para Andrei y para ella todo lo que recién acababa de confesar.  Se acercó en silencio… lo rodeó con sus brazos pegándose a su espalda…

-. Fui muy tonta, Andrei, perdóname… nunca volveré a dudar de ti ni de tu amor. Entiendo tu lealtad con Gonzalo y te admiro aun más por ello

-. Eres la mujer que amo, Lidi. No sabría vivir sin ti… nada tendría sentido sin ti… te amo.

Lidia cerró los ojos sintiendo que las dudas y el pesar abandonaban su cuerpo.. Andrei la amaba a pesar de sus errores…

-. Nada ni nadie volverá a separarnos.

El se giró. Tenía una expresión de alivio. La rodeó completamente con sus brazos, besando su pelo…

-. Jamás volveré a descuidarte. Eres lo primero, eres mi vida… te amo.

Lidia seguía llorando pero ahora sus lágrimas eran de felicidad.

 

 

DANIEL

Había salido de su casa temprano rumbo al puerto. Ghiotto no estaba disponible así es que iba con otro conductor y acompañado de varios guardaespaldas por ordenes de su hermano. El peligro de los Rojas aún no había terminado aunque Teddy y sus hijos mayores hubieran muerto. Había rencor y deseos de venganza entre los miembros de la familia Rojas. Daniel aceptó cualquier cosa que Gonzalo le impuso. Nada importaba más que ver a Coque, a las doce, en su casa.

Temblaba de ansiedad y le resultaba difícil encontrar que hacer con sus manos, sus ojos y sus piernas. Revisó su ropa una vez más. Se había vestido de Daniel, con jeans y una camisa juvenil que resaltaba el verde de sus ojos, su pelo corto y desordenado. El espejo le devolvía la imagen de Daniel. Chequeó varias veces que nada en su aspecto recordara a Ray.

Quería llegar rápido aunque estuvieran adelantados. Esperaría frente a la casa de Coque… estaría tranquilo sabiendo que adentro de la casa él lo esperaba… solo a un paso. Se movió inquieto por enésima vez… ¿qué iba a decirle?.. ¿Cómo estaba?… ¿Qué haría si lo encontraba muy desanimado o triste? Diablos!  tenía que recordar que “Daniel” no había visto a Coque en largo tiempo y no podía comentar nada que hubiera sucedido mientras era “Ray”… ¿estaría Coque dolido con él? ¿Le habría dicho Maria la cantidad de veces que había llamado y tratado de hablarle?  Sus dedos finos tamborilearon nerviosos contra el cuero del asiento.

Faltaban diez minutos para el mediodía cuando Daniel no aguantó más y el chofer presionó el botón del micrófono de ingreso a la residencia de Coque. El enorme portón se abrió y luego de que un par de hombres chequearan el vehículo se le permitió avanzar por los jardines hasta la puerta de la casa.  Daniel respiraba rápido y tenía el estómago hecho un nudo. El nerviosismo fue peor cuando bajó del auto y la puerta de la casa se abrió.

María en persona lo esperaba en la entrada y su mirada no era de bienvenida.

. Fue muy inteligente de tu parte, Daniel

Ella estaba bloqueando el ingreso a la casa.

. Lo siento, María. Es que necesito verlo – Daniel tenía miedo de que María cambiara de opinión ahora y no le permitiera continuar. Tras un momento de silencio, ella continuó

-. Mi hermano está mejor pero aún no está del todo recuperado

-. No haré nada que pueda alterarlo. Lo prometo. Solo quiero saludarlo

Daniel soltó la tensión de sus hombros cuando María dio un paso atrás y le indicó que lo siguiera dentro de la casa.

-. Esteban cree que le hará bien tu compañía.

-. Eso espero.

-. Le dije a Coque que ibas a venir

-. ¿Y qué dijo? – no pudo evitar preguntar. Su ansiedad era mayor que el temor de María

Se detuvieron frente a una puerta cerrada. María sujetó la manilla antes de abrir

-. Quiere verte – admitió como si fuera una derrota

Daniel sonrió…

-. Lo mejor por ahora será una visita corta. Si todo funciona bien podrás volver otro día

María abrió la puerta. Daniel esperaba encontrar un cuarto oscuro y a Coque tal vez en la cama o dormido. Sin embargo, el cuarto era una sala luminosa y Coque, junto a una señora mayor de uniforme azul y blanco, estaban sentados mirando hacia la puerta.  Ella tenía un libro abierto en las manos.

-. Coque…- no fue un grito ni un saludo… fue la más pura emoción escapando por la boca de Daniel.

Coque, su hermoso pelirrojo, pequeño y dulce, se puso de pie al verlo.

-. Daniel… – su voz temblaba

María y todos los demás se borraron del radar de Daniel. Solo tenía ojos para ver a Coque que sonreía tímidamente en el medio de la sala, esperando por él.

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