CAPITULO 82
DANIEL
Daniel nunca fue consciente del momento en que dio los pasos para llegar hasta Coque; un segundo estaba entrando a la sala y al segundo siguiente Coque estaba entre sus brazos y nada ni nadie más existía en el mundo… la maravillosa sensación de tener el suave pelo de Coque cosquilleando en su barbilla, el peso de su delgado cuerpo cálidamente reclinado contra el suyo… todo su cuerpo parecía despertar de un largo letargo y el aroma de su pecoso entrando por su nariz le hacía sentir la sangre corriendo por sus venas despertando cada célula de su cuerpo… Coque estaba con él y estaba seguro y protegido… Dios!! lo había extrañado tanto que lo sentía como un dolor físico. Al fin… estaban juntos de nuevo y no habría fuerza humana capaz de separarlos nuevamente. Daniel respiró profundamente ayudándose a tragar el nudo que se atoraba en su garganta y amenazaba con desbordarse… se quedo quieto sintiendo como la emoción lo recorría, erizando su piel… el sentimiento de posesión se apoderaba de él… Coque… Suyo, sin María, sin barreras, sin familias, sin peligros ni disfraces…sin nada más que solo ellos dos, los mismos niños que se habían enamorado en el colegio antes de que todo se volviera un caos.
Daniel olvidó que María estaba en la puerta y no se dio cuenta que la señora de uniforme los mirara asombrada… nada más importaba… suspiro tras suspiro se le enredaban las palabras en la garganta…
Coque estaba tenso y nervioso desde que María, sorpresivamente, le anunciara unas horas antes que Daniel vendría a verlo.
-. Es una visita corta, de acuerdo? – había dicho ella, muy tajante.
Mil dudas y preguntas surgieron de inmediato en su cabeza… ¿Qué pensaría Daniel de él ahora?.. ¿Sería capaz de seguir sosteniendo una relación con él luego de lo que había pasado? ¿Aún existía una relación?… había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron ¿Sentiría Daniel asco al mirarlo?… ¿Sabía todo lo que le habían hecho? ¿Por eso solo venía a verlo en una “visita corta” como le había dicho María? Tuvo una imagen de sí mismo violado y humillado… deshonrado… La inseguridad se apoderó de él. Nadie querría volver a tocarlo nunca… Estaba recién recuperándose y no era capaz de verse a sí mismo más que como el chico débil que había sido vejado y degradado… no era el mismo que Daniel había conocido… no era digno.
La profesional que se encargaba de cuidarlo y acompañarlo siguió con la rutina habitual de cada mañana sin percatarse del cambio en Coque; los ejercicios, la caminata, la lectura… pero Coque era un manojo de nervios que se controlaba a duras penas. Quizás Daniel solo venía en visita de buena educación… una despedida forzada. Tal vez nunca volverían a ser pareja… ¿Cómo iba a quererlo después de lo que Domingo le había hecho y de todo lo que había pasado? El nivel de tensión en Coque llegó a un punto máximo en algún momento de la mañana y su manera de enfrentarlo fue cerrándose a cualquier posibilidad y preparándose para lo peor. Daniel iba a terminar la relación con él… lo entendía. ¿Cómo iba a querer estar con él?… se sentía tan indigno… había quedado claro para todo el mundo lo débil que él era… No iba a hacer escándalo ni a pedir nada. Solo habría deseado tener más tiempo para prepararse… rogaba para no derrumbarse frente a todos… llorar como nena era lo único que le faltaba para terminar de ser un patético digno de lástima. Intentaba endurecer su corazón preparándose para lo peor.
Estaba esperando que Daniel llegara con el corazón estrujado de tristeza y temor.
Cuando la puerta se abrió y Daniel entró tras María, Coque se sintió perdido…
-. Te he extrañado tanto – suspiró Daniel en su oído
El efusivo abrazo con que Daniel lo envolvía completamente lo desconcertó… se había preparado para frialdad y cortesía… no para las manos de Daniel en su espalda y suaves besos en su pelo… se mantuvo rígido, sin atreverse a corresponder… asustado… nadie lo había vuelto a tocar… no estaba seguro de nada…
Daniel percibió la frialdad en la reacción de Coque, los delgados brazos colgaban inertes sin buscarlo y se mantenía cabizbajo. Recordó lo que como “Ray” había aprendido: las demostraciones físicas de afecto eran muy difíciles para quienes habían sufrido abuso. Tenía que soltarlo…
-. Estoy feliz de verte
Daniel había ensayado un millón de veces lo que iba a decirle pero se le olvidaba todo al mirarlo… el aspecto de desvalido, los ojos claros huidizos, el rostro pecoso de niño… se lo notaba incómodo
-. María me dijo que estas mejor
Se mantenía a una distancia justo fuera del espacio personal de Coque… no quería abrumarlo, pero tampoco quería alejarse.
Coque no encontraba palabras… no había ninguna frase inteligente que acudiera a su mente… como si hubiera olvidado sus modales y hasta como hablar… Había pensado en unos cuantos saludos y frases estudiadas de cortesía con las que auto protegerse… pero el abrazo y la alegría que Daniel expresaba superaban su compostura…
Daniel…
Tal como lo recordaba…
Como si nada malo hubiera ocurrido jamás…
Su pelo más corto pero la misma hermosa persona y el mismo brillo en su mirada de ojos verdes.
Parecía como si Daniel se alegrara de verlo…
-. Si. Tú estás… igual..- balbuceó Coque porque no se le ocurría que más decir
Daniel había esperado y sufrido tanto tiempo por estar separados debido a la negativa de María y no saber a ciencia cierta que pasaba con Coque… ahora, estar frente a frente era como un sueño… uno hermoso…
Quiso volver a acercarse. Coque retrocedió, nervioso. Daniel se paralizó al darse cuenta que huía de él…
Silencio… muy incómodo silencio
-. Los dejaré solos un momento
La interrupción de María quebró la tensión y los devolvió a la realidad. La mujer de uniforme se levantó y salió tras María. Estaban solos por fin
-. Te llamé muchas veces…
Las palabras le brotaban en suspiros a Daniel. Hacía esfuerzos por contenerse. Necesitaba acercarse nuevamente…
El rostro de Coque se contrajo en una mueca interrogante ¿De qué llamadas hablaba Daniel?
-. María… dijo que todavía estabas recuperándote. – explicó Daniel
Una leve esperanza alumbró en el corazón de Coque… ¿Daniel lo había seguido llamando? Recordaba los mensajes que Ray le había pasado en la clínica… mensajes de un esperanzado Daniel… su mente se quedó más en blanco…
Era posible que… tal vez… Daniel…
Su respiración se agitó en el momento mismo en que una brizna de esperanza penetró en su corazón…
Levantó los ojos despacio… quería mirarlo de frente pero tenía miedo…
Fue un momento importante para ambos…
Coque reunía valentía para enfrentar lo que fuera que encontrara en la mirada de Daniel
Esperanza
Dulzura
Cariño
Preocupación
Ternura
Alegría
Las protecciones que Coque tan cuidadosamente había estado levantando durante la mañana para resguardar su corazón comenzaron a resquebrajarse… Coque podía sentir como se volvía más liviano en el centro de su pecho y sus huesos se transformaban en lana
-. ¿Qué pasa? – escuchó a Daniel preguntar
Daniel, llevado por la vulnerabilidad que veía en Coque, olvidó nuevamente la distancia que debía mantener y se movió hacia él sin llegar a tocarlo. Era más alto y al lado de Coque se veía mucho más fuerte… el instinto protector de Daniel estaba a nivel máximo.
Coque no respondió… estaba quieto… muy tranquilo… ni siquiera se daba cuenta de las lágrimas que habían comenzado a fluir despacio, sin ningún esfuerzo, bajaban desde sus ojos, surcando sus mejillas y aumentando su aspecto de fragilidad
-. No llores… si no voy a llorar yo también – dijo Daniel cuando ya era demasiado tarde para contenerlas… Ay Dios! quería sostenerlo en una abrazo reconfortante, levantarlo en el aire y gritar de alegría con él por estar juntos y por verlo bien… pero se obligó a mantener sus brazos tensos pegados a su cuerpo en espera de una señal…
Ni una palabra salía de la boca de Coque aún.
-. Después del… accidente, estuve inmovilizado muchos días… Nadie me dijo lo que te había pasado hasta muchos después.– dijo Daniel explicando parte de su ausencia
Escalofríos recorrían el cuerpo de Coque al recordar lo que había sucedido en aquellos primeros días del secuestro. Daniel percibió el cambio en la postura de Coque y afianzó un poco más la tensión en su cuerpo, sus pies casi se movían solos hacia Coque.
-. Casi enloquecí cuando supe lo que te había pasado. No me dejaron salir de la clínica… solo quería saber de ti.
Daniel podía ver como cada palabra que decía era cuidadosamente escuchada y analizada por Coque…
-. Yo… estoy feliz de que haya terminado y estar aquí contigo. Necesitaba verte… hablarte… no quiero estar lejos de ti.
Las lágrimas calladas de Coque estallaron en un llanto suave y su voz se escuchó finalmente
-. No. Tú.. no sabes todo lo que pasó… – dijo Coque con voz temblorosa y dolida, retrocediendo otro paso
-. Lo sé. Sé todo – aclaró Daniel de prisa
-. Estoy enfermo… de aquí…- dijo Coque apuntando a su cabeza
Daniel sonrió entremedio de las lágrimas encogiendo los hombros
-. ¿Y no estamos todos un poco enfermos de la cabeza? Mi mente no funciona bien lejos de ti…
Coque cerró los ojos aguantando las lágrimas y tranquilizándose… Daniel ¿no había venido a decir adiós?
-. Vas a mejorar… volverás a estar bien Daniel pensaba en como lo había encontrado en la clínica y cómo lo veía ahora… por supuesto que iba a mejorar
-. No sé cuando volveré a estar bien o si alguna vez voy a estarlo… no sé qué pasará conmigo
Daniel se secó las lágrimas pasando ambas manos por su cara.
-. Lo que pase… puede pasar mientras seguimos juntos?
Había mucha convicción en su forma de preguntar. Coque quería creerle pero la inseguridad era terrible… sus manos se movían inquietas, empuñándose y estrujando los dedos contra las palmas… era la viva imagen de la fragilidad.
-. ¿juntos?… tú no sabes… – dijo mientras negaba con la cabeza y movía los hombros
La tensión era palpable en la sala. Daniel tenía temor de que sus esperanzas se vieran rotas en cualquier momento… una frase equivocada o un gesto incorrecto y Coque se cerraría para siempre… todo podría terminar entre ellos sin haberle dado la oportunidad de decirle lo importante que era para él… no podía dejar que eso pasara. María no lo dejaría volver a acercarse jamás si Coque se lo pedía…
En un movimiento muy controlado, Daniel retrocedió hasta el asiento más cercano y con estudiada calma se sentó. Sus piernas separadas, el torso inclinado hacia Coque y las manos juntas. Le dolió el espacio entre ellos pero era necesario para dar tranquilidad a Coque
-. Tal vez no se absolutamente todo lo que te pasó pero si sé que eres muy importante para mí. Te extraño mucho.
Coque seguía en silencio… escuchaba y analizaba… miraba hacia el suelo o a las paredes… sus manos seguían empuñadas y su cuerpo pequeño era como una cuerda tirante.
Daniel conocía los gestos y estaba haciendo un supremo esfuerzo para no saltar sobre él, protegerlo entre sus brazos y llenarlo de besos. Era un suplicio verlo retorcerse de dudas y nervios sin poder ayudarlo. Tenía que lograr vencer la resistencia de coque antes que lo dejara fuera de su vida…
-. Estuve pendiente de ti todo el tiempo pero no me dejaron verte ni hablarte. No sabes cuánto deseaba volver a verte… te llamé todos los días…
Ahora era él quien había comenzado a retorcerse las manos ante la falta de reacción de Coque.
-. Nada ha cambiado para mi. Mis sentimientos por ti siguen estando en mi corazón. Quiero estar contigo
Esas fueron las frases que lograron quebrar la resistencia de Coque… corroborar que Daniel no tenía ninguna intención de despedirse de él sino todo lo contrario…
– Tú no… entiendes – dijo Coque con la voz entrecortada y asustada – Yo no soy el mismo
Fue como una puñalada en la espalda para Daniel. Él entendía. Lo había acompañado mientras estuvo en la clínica y sabía de su sufrimiento pero no podía decirlo. Entendía todo… había leído la maldita ficha médica dónde estaba el detalle de lo que había sufrido y las condiciones en que su cuerpo y mente habían llegado a la clínica. Era doloroso… pero ahí mismo, dentro de ese cuerpo delgado y castigado estaba su precioso pecoso esperando resurgir. Era intolerable escucharlo sufrir. Daniel no aguantó más. Conocía todas las reglas pero su corazón le dictaba algo diferente.
Se puso de pie y hablo pausado pero firme
-. No, Coque. Eres tú quien no entiende. Te he echado de menos cada minuto que hemos estado separados. No voy a volver a separarme de ti. Lo que te haya pasado ya terminó y podemos superarlo juntos. Tengo sentimientos profundos por ti… no me rechaces… por favor
Se paró frente a Coque rogando y estiró ambos brazos hacía su pecoso, ofreciéndole su cariño, su amor, su vida a disposición de él, mirándolo con ternura… suplicándole con los ojos que confiara y lo dejara ser parte de su vida… no quería ser dejado fuera… amaba al pequeño pelirrojo… Su chico risueño y alegre necesitaba ahora de él. Coque había estado para él cuando tiempo atrás llegó al internado enfermo de celos, dolor y rabia y le había enseñado el camino para sanarse con paciencia y cariño. Ahora era su turno. Quería hacerlo más que nada en el mundo. Estar con Coque como Ray, como Daniel… como el amor fuerte y protector que sentía… pero el rostro de él revelaba reserva, angustia y distancia…
Coque escuchó cada palabra… Daniel se veía tan seguro reconociendo sus sentimientos por él… Dios!! ¿Por qué les había pasado todo esto? ¿Por qué los Rojas habían tenido que arruinar su vida? Eran tan felices antes…¿por qué no pudieron quedarse en el internado para siempre?… Vio los brazos abiertos de Daniel frente a él en espera de poder abrazarlo… de que él diera los pasos necesarios que significaban su aceptación de su cariño y protección… de admitir su debilidad y necesidad de apoyo y afecto… de rendirse frente al amor que le estaba ofreciendo Daniel… volver a confiar en alguien… en Daniel…
Si.. si quería pero…
-. Soy un lío… tengo miedo todo el tiempo…
Era su forma de advertirle a Daniel…
-. Déjame sostenerte y ahuyentar tus miedos
Como respuesta, Daniel movió sus brazos extendiéndolos un poco más hacia él, sin dejar de mirarlo… se estaba jugando el todo por el todo en este gesto…
-. Me violaron… abusaron de mi- el rostro de Coque se curvó en una mueca horrible
-. Somos fuertes… podemos superar lo que sea.
Daniel estaba preparado para lo que fuera. Repitió el mismo gesto invitándolo a entrar entre sus brazos, sólido como roca en el ofrecimiento de su amor. Nada iba a convencerlo de renunciar a él. Si Daniel se hubiera podido mirar a sí mismo en ese momento habría visto la fortaleza que emanaba de él… aquella seguridad que tanto había envidiado en su hermano mayor irradiaba de él ahora llena de dulzura.
Coque podía sentir todo aquello… lo veía a través de la mirada decidida de Daniel.
Los segundos pasaban en angustioso silencio…
-. Daniel… – imploró Coque sin tener claro que estaba pidiéndole exactamente… rendirse? entregarse?… renunciar al capullo protector y volver a enfrentar la vida?
-. Aquí estoy
-. Daniel – volvió a suplicar más débilmente…
-. No me voy a ir de tu lado – a pesar de la situación Daniel le hablaba con dulzura
Lentamente las piernas de Coque se movieron… caminaba hacia aquellos brazos que lo esperaban porque Daniel representaba dejar atrás el pasado doloroso y volver a buscar la vida que tenía antes de ser ultrajado… Daniel era la persona que lo ayudaría a reiniciar una vida normal… Daniel y todo su carisma de ojos verdes era la piedra angular sobre la cual volvería a construir una vida diferente…
Suave… muy suavemente, Coque llegó hasta el lado de Daniel… con timidez apoyó su mejilla sobre el pecho. Escuchó el suspiro profundo de Daniel antes de sentir como sus brazos se cerraban con cuidado en torno a él, cobijándolo… escudándolo del peligro, soportándolo hacia la vida… comprometiéndose a caminar juntos.
-. Esto va a ser difícil – dijo Coque
-. No. Nada es difícil si estamos juntos. – la mano de Daniel se desplazaba cariñosamente acariciándole la espalda y calmándolo – cuenta conmigo… te necesito, no voy a dejarte.
Coque se había acercado… habían logrado vencer el primero de muchos obstáculos que vendrían y estaba en sus brazos como antes… Habían vuelto a establecer la relación entre ellos y eso era más que suficiente por ahora. Después buscaría los besos y caricias que se moría por obtener. Por ahora, Daniel sentía que todo estaba bien y volvía a ocupar un lugar importante en la vida de su pecoso. No permitiría que María ni nadie lo dejaran fuera. Él tenía la fortaleza suficiente para ser el apoyo de Coque y volver a poner sonrisas en su rostro. Lo había demostrado al ser “Ray”. Lo volvió a estrechar con calidez y sonrió para sí mismo lleno de alegría y amor. Todas las piezas comenzaban a encajar en el lugar correcto. No era un sueño. Estaban juntos por fin.
JORGE
Jorge se paseó por detrás de su escritorio imitando lo que había visto que hacía Gonzalo cuando necesitaba tiempo para tomar una decisión. Dos hombres anchos y de aspecto rudo a pesar de sus elegantes trajes oscuros, o miraban y esperaban una respuesta. Más atrás, cerca de la puerta cerrada de su oficina, estaba Ghiotto. Jorge le dirigió una mirada que pretendía ser de indiferencia. Todos se habían largado al puerto a ver lo que pasaba con la familia de Rojas y lo habían dejado a él a cargo de las decisiones del día en la ciudad. Gonzalo había sido específico al señalar que, si no era de vida o muerte, no lo molestara. Y entonces habían llegado este par con un problema y preguntando por Gonzalo. Ghiotto los trajo directamente a su oficina
-. Jefe, hay un problema…
Los dos hombres miraron confundidos. Habían visto a Jorge al lado de Gonzalo varias veces y sabían que trabajaban juntos pero jamás se les habría ocurrido ir a hablar con él para resolver un problema… claro que la cosa cambiaba radicalmente si Ghiotto lo llamaba “jefe” y les decía que era él quien tomaba las decisiones a falta de Gonzalo. A Ghiotto si lo conocían y respetaban todos los miembros de la familia.
Jorge escuchó atento el problema y su corazón se fue acelerando más y más al darse cuenta que la decisión que tomara podría, hipotéticamente, implicar vida o muerte… ¿debería entonces llamar a Gonzalo y consultarle? Sin darse cuenta sus ojos interrogantes buscaron los de Ghiotto. El guardaespaldas entendía perfectamente lo que estaba pasando por la cabeza del informático y el gesto disimulado que le hizo fue para indicarle que la decisión estaba solo en sus manos. Jorge lo odió en ese momento. Este no era un tema de computadores ni de lógica… Decidir sobre el curso de acción y la posible vida o muerte de alguien no era algo que hubiera hecho antes… los dos hombres esperaban… Jorge sentía que estaba dividido entre continuar con la oportunidad única que se le había presentado en la vida… o volver a la antigua rutina del empleado anónimo de oficina… Una alarma muy fuerte sonó en su cerebro. No. No quería volver a ser un empleado más. Le gustaba mucho ser parte de la familia, pero tampoco deseaba sentenciar a alguien a la muerte… esa parte del negocio no era agradable
-. Jefe… ¿y si vamos a ver qué tan testarudo es el hombre y usted habla con él en persona?
La voz de Ghiotto, recalcando la palabra “jefe”, le ofrecía una solución en la que no había pensado… ¿ir él mismo al lugar del problema?.. pues… claro… era posible que aquella persona dejara de actuar tan testarudo y arriesgado si veían a un jefe… se asustarían… no tenían por qué saber que Jorge no mataba ni una mosca…
Respiró agradecido y se tomó un instante para tranquilizarse antes de hablar con aparente calma, imitando nuevamente el tono de voz de Gonzalo y Andrei
-. Si. Le haré una visita. Ghiotto, ven conmigo.
Estaba claro que sin Ghiotto su presencia no serviría de nada. Tal vez Ghiotto no era un jefe pero todos sabían que representaba el poder de la cúpula de la familia.
-. Si señor- respondió el guardaespaldas sonriendo complacido, muy consciente de haberle solucionado un problema a su inexperto pero adorable jefe.
Jorge captó el timbre de voz… ese tonillo alegre que Ghiotto había empezado a usar cuando hablaba con él… No le agradaba. Desvió el mal pensamiento de su mente y se concentró en la solución. No tenía tiempo que perder.
Los dos hombres abordaron el vehículo en el que habían llegado y partieron delante. Ghiotto se sentó en el puesto del conductor del segundo vehículo. Jorge iba en el asiento trasero intentando su mejor rostro de indiferencia
-. ¿Qué sabes del hombre que vamos a ver? – preguntó Jorge
-. Jefe… el hombre tiene familia, dos hijas pequeñas
Jorge lo miró asombrado… le tomó solo unos cuantos segundos entender la implicancia de la frase de Ghiotto
-. Estas sugiriendo que…??- preguntó sin atreverse a completar la oración
-. No… pero puede usarlo como amenaza, ya sabe… las niñas estudian en el colegio todos los días
La boca de Jorge se abrió involuntariamente… él nunca le haría daño a un par de niñas… no!!!, jamás!!!… pero eso tampoco tenía porque saberlo el hombre aquel. El tipo se estaba saltando las reglas de la familia de Gonzalo y había que volverlo al redil o eliminarlo…
-. ¿Alguna otra cosa importante?
-. Lleva poco tiempo distribuyendo para la familia
-. ¿No hay otra forma? – preguntó consternado
-. Esa es efectiva…
-. Si, pero…
-. Jefe, yo sé que usted no le haría daño a nadie pero tiene que convencerlo a él y a los demás de que si es capaz… ¿cómo quiere que lo respeten si no lo hace?
¿por mi intelecto? ¿por mis capacidades?…¿no sabes acaso lo que puedo hacer a través de la red??? Mierda… sonaba estúpido aun cuando solo lo pensaba en su mente. Eso no funcionaba en el mundillo en que se había metido… Nadie se impresionaría de esas habilidades si no iban acompañadas de la fuerza y la agresividad necesaria. Si no era capaz de ser violento al exigir cumplimiento, simplemente no servía.
Volvió a preguntarse si era capaz de hacerlo… amenazar al hombre con la vida de sus hijas
-. Usted puede – dijo Ghiotto como si hubiera leído su mente
Jorge lo dudó… sentía escalofríos de solo imaginarlo
-. ¿Tú crees? – pregunto olvidando la indiferencia. Necesitaba el apoyo del hombre que conducía el auto – no sé si puedo aparentar amenazar a ese hombre
Ghiotto respondió de inmediato
-. Claro que si!! – el guardaespaldas tenía convicción y una sonrisa satisfecha mientras lo miraba por el espejo del auto – ¿No está todo el tiempo aparentando conmigo?
Jorge sintió como si le hubieran dado una patada directo en el estómago… ¿Quién lo mandaba a preguntar??!! ¿por qué confiaba en lo que Ghiotto le sugería?.. era un maldito guardaespaldas que se creía sabelotodo ¿Cuándo iba a aprender a mantenerse callado y ser mas ejecutivo al actuar?… ¿por qué le daba a Ghiotto oportunidades para que se sobrepasara del límite con él??… “soy el jefe” se repitió mentalmente… “soy el jefe y no tengo que preguntar”… pero… ¿y cómo voy a saber qué hacer entonces?… Ahhh maldición!!!… era un… un estúpido asustado pretendiendo ser el jefe que Gonzalo creía que era… Su respiración se calmó al darse cuenta que necesitaba ayuda para aprender todo y a falta de Gonzalo o Andrei… pues… tenía a Ghiotto que aunque era muy cabezota era fiel y estaba de su lado… al menos en lo que se relacionaba con el trabajo,
-. No sé a qué te refieres – dijo alzando los hombros – yo no aparento nada
Ghiotto mantuvo la sonrisa moderada.
-. Usted puede hacer lo que quiera, jefe. Es inteligente y el tipo ese va a creerle lo que le diga.
Inesperado pero Jorge recibió agradecido las palabras de Ghiotto. La confianza que el guardaespaldas tenía en sus habilidades le producía un efecto calmante, muy necesario en ese momento
-. Gracias… – tartamudeó sorprendido
-. Si… es que él no lo conoce como yo… – dijo Ghiotto ampliando la sonrisa satisfecha y dejando a Jorge sin palabras
-. Tú no me conoces!!! – casi gritó
Ghiotto consideró prudente callarse para no alterar más a Jorge, después de todo ya casi llegaban a destino y era preferible que su jefe estuviera tranquilo…
“Lo conozco bien… conozco el sabor de su saliva en mi boca y la textura de su piel en mis manos… conozco el tamaño de su apretado agujero y como sabe exprimir mi polla” Ghiotto podía controlar sus palabras pero era imposible detener su imaginación y el deseo que le mordía las entrañas.
Llegaron a destino y Jorge bajó del vehículo de prisa caminando delante de él. En todos sus años al servicio de la familia Ghiotto había demostrado ser un guardaespaldas protector y eficiente que estaba pendiente de todo movimiento alrededor se su protegido. Se maldijo a si mismo al darse cuenta que su vista estaba clavada en los movimientos del culo de Jorge nuevamente.
-. Mierda. Esto no está funcionando bien – murmuró en voz baja – tenemos que arreglar esto pronto.
-. ¿Dijiste algo? – preguntó Jorge volviéndose hacia él
-. Lo están esperando – dijo Ghiotto mirando al frente y evitando responder, pero en su mente ya había decidido que la situación entre su joven jefe y él estaba afectando su trabajo y su funcionamiento. No era hombre de esperar soluciones mágicas. Quería estar en la cama con Jorge nuevamente y estaba dispuesto a tomar el toro por las astas… aunque tal vez sería más apropiado pensar en tomarlo de esos glúteos redondeados y apetecibles… uno en cada mano… sentir su peso y apretarlos mientras los separaba y lamía hasta encontrar su aguje…
-. Ghiotto!
-. Si jefe– respondió tajante aterrizando de la calentura que lo atacaba en cualquier momento y lo dejaba aturdido, con el cuerpo sumido en calor y deseo – aquí estoy – dijo llegando hasta él y sonriendo nuevamente – Ya podemos hablar con el hombre. Lo hará bien. Yo estaré a su lado todo el tiempo.
-. Bien
Se encaminaron juntos por la callejuela que conducía hasta la casa del hombre con quien debían arreglar el problema.
MIGUEL
Miguel se movió hacia su derecha, alejándose unos pasos de Gonzalo. Sus movimientos eran lentos para no distraer la atención de lo que sucedía en la sala. Alrededor de una mesa redonda, 5 personas estaban sentadas. Detrás de ellos, 10 hombres de pie custodiaban y escuchaban, sin derecho a voz ni voto. Miguel, en su primer terno oscuro y camisa blanca que había comprado junto con Gonzalo, era uno de los que permanecían de pie, indudablemente el más joven de los presentes pero eso no importaba. Era partícipe del evento en que Clemente y Anselmo Rojas cedían el poder a Gonzalo quien actuaría libremente y en su nombre a partir de la fecha. No era inesperado. Las cinco personas en la mesa sabían de antemano de que trataría la reunión; los hermanos Rojas, Gonzalo y los dos tenientes que sobrevivían de la cúpula de poder de Rojas tenían aspecto grave… Gonzalo permanecía en silenciosa calma a la espera de que Clemente terminara de hablar y los tenientes de Rojas dieran su opinión, aunque ya todos la sabían; uno de ellos, Don Gino, hombre mayor y buen amigo de Teddy, aceptaba lo que los hermanos decidieran, su lealtad a la familia era incuestionable y para él, lo que los hijos de Teddy decidieran estaba correcto, no aspiraba a más poder del que ya tenía, era un seguidor, no un líder. El problema era el otro hombre, Mario Spunazzi, más conocido como Mario Metralleta por su habilidad con las armas. Tenía unos 42 años y había estado cerca de Teddy durante los últimos años, era fuerte como un toro y poseía una personalidad violenta y una mente ágil. Una buena parte de los hombres de la familia Rojas seguían sus instrucciones y lo consideraban el verdadero heredero de la familia. Despreciaba la docilidad de los pequeños hermanos Rojas sobrevivientes porque sabía bien que Teddy nunca había pensado en ellos para que dirigieran la familia. No les gustaba ver a Gonzalo sentado en el puesto de Teddy.
Había tensión en el aire, pero Miguel no estaba preocupado por el tipo ese… Gonzalo había dicho que podía manejarlo todo sin problemas. Miguel creía exactamente lo mismo. ¿Alguien más en esta sala se daba cuenta de todas las habilidades que poseía Gonzalo? ¿Cómo lograba todo lo que se proponía valiéndose de cualquier medio necesario hasta conseguir su objetivo? Suspiró profundamente y su pecho se infló de orgullo. Miró alrededor… los rostros expectantes de hombres preocupados y dedicó unos minutos a estudiarlos… todos ellos eran hombres hechos* y habían sido cercanos a Teddy Rojas y ahora esperaban una resolución para comunicarla a los soldados de más bajo rango en la familia… habían perdido la guerra y a muchos de sus conocidos y amigos… se notaban cansados pero dispuestos a seguir luchando… Vivían una vida dedicada a la ilegalidad pero llevaban demasiado tiempo en la cúspide de la violencia… de pronto, Miguel se encontró con la mirada clara y directa de Andrei. Tal como la suya, Andrei tampoco expresaba preocupación. Miguel disimuló una sonrisa que curvó apenas la comisura de sus labios. Andrei, en su elegante terno gris, elegido por Lidia, y su siempre alborotado pelo claro, compartió la mirada de comprensión… él también sabía de lo que Gonzalo era capaz y ambos confiaban ciegamente porque lo conocían mejor. Una corriente cálida recorrió a Miguel. Era bueno contar con Andrei y con cualquiera que fuera tan leal a su hombre como él mismo lo era… Desde el nuevo ángulo al cual se había movido casi imperceptiblemente, Miguel obtuvo lo que buscaba: una mejor visión de Gonzalo exhibiendo todo su poder… demonios!… No pudo evitar un latigazo de deseo ni un estúpido suspiro que hizo que Andrei curvara sus labios burlonamente desde el otro lado de la sala gatillando un sentimiento de vergüenza en Miguel que enrojeció sus mejillas y provocó más sonrisa en Andrei… nadie más se dio cuenta… pero es que Gonzalo que se veía tan imponente y él estaba tan perdidamente enamorado… Cualquiera que no conociera a ninguno de los presentes y entrara a la sala podría decir, sin equivocarse, que el tipo más poderoso en aquel lugar era el hombre joven y silencioso que reposaba tranquilo contra el respaldo de la silla, un mechón de pelo oscuro le cubría parte de los ojos pero resaltaba su juventud… sus cejas delineadas naturalmente, sus ojos oscuros e intensos, su piel perfecta, los labios carnosamente apetecibles, sus hombros anchos y más que nada, esa actitud de saberse dueño de todo… era el único en la sala que no usaba terno oscuro sino sus habituales jeans negros, camisa blanca de marca y una de sus infaltables chaquetas de cuero… pero eso no le restaba un ápice del poderoso magnetismo que emanaba… Miguel lo miraba desde un punto estratégico donde pocos podían verlo… excitante verlo tan serio, arrogante e intocable, sabiéndose superior ahora que era el jefe más poderoso de las familias… había cambiado las reglas a su favor y conseguido lo que nadie más había logrado antes. Miguel despertó una nueva mirada reprobatoria de Andrei cuando se chupó los labios anticipando el placer de saber que él era el único que hacía que Gonzalo perdiera la compostura y el control cuando estaban en la cama y se moría de deseo… Miguel se sintió reventar de orgullo… enamorado y orgulloso. Gonzalo, el más hermoso y cautivante hombre de la sala era totalmente suyo en su mente y en su cuerpo y él no necesitaba demostrárselo a nadie… estaba seguro de ello. Volvió a su posición para tranquilidad de Andrei y descartó de su mente los pensamientos que le calentaban la sangre y le ablandaban el corazón. Dentro de unas horas estarían solos en su casa y entonces… ahí podía volver a pensar en cómo Gonzalo despertaba sus sentidos.
Fue el momento de Gonzalo de hablar una vez que Clemente calló. Su voz se escuchó nítida y confiada. Habló unos cuantos minutos agradeciendo la confianza de los hermanos Rojas y dejando sutilmente claro que había llegado para quedarse y quien no siguiera su camino podía abandonar de inmediato la familia que seguiría llamándose Rojas en respeto a los chicos pero él era el líder. Su mirada se dirigió ahora hacia Mario metralleta quien manifestaba la desaprobación en sus ojos y en todo su lenguaje corporal, sin embargo, su boca no emitía ninguna palabra. Gonzalo mantuvo sobre él sus ojos intensos el tiempo suficiente como para obligarlo a bajar la vista en señal de sometimiento. El silencio era total en la sala. Quedaba claro para todos. Entonces, Gonzalo se tomó el tiempo de presentar a sus “hombres de confianza, sus Consejeros”. Andrei fue el primero y luego, Miguel. No necesitaba indicar que el segundo era su pareja. En este submundo en el que se movían sus vidas, todos sabían de la homosexualidad de Gonzalo y su hermano, como también sabían de su conexión con Miguel y con la familia de María a través de Daniel. Nadie que apreciara su vida se atrevería a levantar un dedo reprobatorio o una palabra burlona contra ellos.
-. Son mis consejeros. Su palabra es mi palabra – dijo Gonzalo al terminar, señalando a Miguel y Andrei. La reunión terminaba realmente cuando se hubieran dado las muestras necesarias de lealtad de los hombres hacia el nuevo jefe. Todos ellos, siguiendo el protocolo, saludaron primero a Clemente y luego repitieron el código de honor y lealtad frente a Gonzalo, en el cual comprometían su vida y su silencio.
Mario Metralleta esperaba el turno final y todos estaban pendientes de lo que sucedería. Andrei y Miguel se mantenían especialmente atentos. Mario se detuvo frente a Gonzalo. Era más alto por lo que Gonzalo alzó levemente los ojos… se miraron fijamente. Correspondía a Mario hablar… pero el hombre guardaba porfiado silencio y escudriñaba insistentemente los ojos contrarios. Gonzalo mantuvo la calma… esperaba sin alterarse. Nadie se movía ni respiraba
-. Teddy fue un gran hombre – dijo Mario
Clemente hizo un movimiento que indicaba su interés por intervenir pero Andrei estiró su mano y lo detuvo con una fría mirada. Esto era entre Gonzalo y Metralleta. Nadie más.
-. Teddy ya no está.
-. No. Murió quemado y eso es responsabilidad tuya
Movimientos inquietos entre los hombres… esas palabras eran una afrenta que podía terminar con la muerte inmediata de Metralleta.
-. Teddy perdió la batalla que él mismo comenzó. Ni mi familia ni la de María iniciaron las agresiones. Nos defendimos cuando fuimos atacados.
Mario calló… no había forma de rebatir la verdad que Gonzalo estaba proclamando
-. Si tienes problemas con tu lealtad a esta familia, puedes irte por esa puerta
La frase de Gonzalo hizo que varios de los presentes exclamaran sonidos nerviosos
-. Nadie abandona una familia…
Eso era sabido. Solo se dejaba la familia cuando uno entraba en un ataúd.
-. Pero yo te doy la oportunidad de hacerlo ahora mismo
Ni Mario ni nadie esperaban que Gonzalo mismo se moviera ágilmente y abriera la puerta de la sala.
Mario estaba enfurecido… las aletas de su nariz bailoteaban y sus manos eran puños cerrados.
Gonzalo esperó el tiempo prudente para dejar que la idea de quedarse solo y ser un paria madurara en Metralleta… cuando vio que el hombre perdía energía y se empequeñecía, volvió a hablar caminando de vuelta frente a él
-. O puedes quedarte y ser parte de los cambios y la nueva grandeza que traeré a esta familia.
-. ¿Qué cambios? – preguntó Mario claramente agradecido de poder cambiar de tema
Gonzalo ablandó la mirada de sus ojos y su boca se curvó en aquella media sonrisa que tanto le gustaba a Miguel… la sonrisa de victoria
-. Vamos a ser la familia más grande y poderosa que jamás se haya visto. Los cambios serán ventajosos para todos nosotros. Nadie volverá a mirarlos despectivamente. Será un honor mayor pertenecer a esta familia.
Había entusiasmo en el resto de los hombres. Metralleta miró alrededor y pudo verlo…. Maldición!! No iba a quedarse fuera…
-. Siempre he pertenecido a esta familia. Es mi deber estar aquí y cuidar de los intereses de…de los chicos… de todos nosotros.
Mario estaba cediendo pero no completamente
-. Es a mí a quien le debes lealtad ahora. Yo dirijo esta familia.
El silencio volvió a reinar… era la última oportunidad… el momento crucial en que Metralleta tenía que decidirse y pronunciar su juramento de lealtad o desaparecer para siempre
-. Don Gonzalo, juro mi vida, mi lealtad y mi silencio con usted y la familia.
La media sonrisa de Gonzalo fue más satisfactoria. Metralleta estaba en actitud sumisa y era hora de ser magnánimo. Posó su mano sobre el hombro del hombre quien se había agachado lo suficiente como para estar a más baja altura que Gonzalo
-. Eres un hombre hecho*, Mario.
-. Gracias, Don Gonzalo.
Andrei sacó su mano de la espalda. Había estado sutilmente acariciando el arma que llevaba.
Miguel relajó sus hombros y abandonó la postura de ataque.
La reunión se dio por terminada.
(*Hombre hecho= nombre que se da al miembro de una familia de la mafia que ha realizado el juramento de fidelidad y es recibido como parte de la misma.)
Andrei, Gonzalo y Miguel viajaban en la parte de atrás del cómodo vehículo de vuelta a la ciudad. El brazo de Gonzalo, inquieto, alrededor de la cintura de Miguel.
-. ¿Confías en él? – preguntó Andrei
-. Debería… pero no – respondió sin dejar de raspar su barbilla contra la cabeza de Miguel en un gesto cariñoso
-. Entonces? – esta vez fue Miguel quien preguntó
-. Lo mantendremos vigilado, a él y a sus soldados, hasta que pruebe su lealtad. Habrá que traer gente nuestra al puerto. Recuérdame hablar con María. No quiero problemas con ella
-. ¿Problemas con ella? Nadie se va a atrever ahora a ponerte ningún problema!!
-. Lo sé. Aun así, María es mi aliada y quiero ponerla al tanto de los cambios
-. ¿Qué cambios? – preguntó Miguel intentando quitar las manos de Gonzalo de su cuerpo para poder conversar en serio.
Quizás era la tensión que había experimentado, la alegría que sentía al ser poderoso o tal vez el simple hecho de que Miguel tenía puesto un terno oscuro, una camisa blanca y Gonzalo estaba desesperado por quitarle toda esa ropa de encima… no podía mantener sus manos quietas, ni su boca… ni tampoco su polla que se endurecía de tan solo mirarlo…
-. Hay mucho que hacer, comenzando por terminar toda esta trata de blancas. Habrá que cerrar esa línea de negocios, hablar con los compradores. Los hombres están muy acostumbrados. No será fácil…
-. Podemos hacerlo – dijo Andrei reafirmando la frase con un gesto de su cabeza
-.Voy a necesitarte en el puerto – dijo Gonzalo mirando a Andrei y hundiendo una de sus manos bajo la camisa de Miguel – a ti y a varias personas más… solo gente de mucha confianza. Tendrán que trabajar liderando algunos de los grupos que Teddy había formado…
Su mano masajeaba suavemente la piel de Miguel… tenía un efecto calmante y excitante a la vez…
-. Yo puedo ayudar – dijo Miguel haciendo que la mano de Gonzalo se detuviera automáticamente
-. Prefiero que te quedes conmigo
Miguel retrocedió en el asiento y la mano de Gonzalo desapareció de su piel
-. No quiero. Necesitas a todas las personas disponibles y yo soy una de ellas. Soy tu consejero, no? Puedo hacerme cargo de lo que me digas
Gonzalo respiró profundo… conteniéndose
-. Miguel… va a ser complicado
-. ¿Y qué? ¿Crees que no puedo hacer el trabajo?
Cada palabra de Gonzalo irritaba más a Miguel
-. No, no es eso.
-. Entonces?
-. Es riesgoso y habrá que estar atentos a Metralleta
-. ¿Entonces piensas que no soy capaz?
-. NO Miguel! Ya te dije que no es eso!!! – el enojo era palpable en ambos
-. ¿Acaso crees que tengo miedo? Puedo hacerlo mejor que muchos de tus hombres!!! No le tengo miedo a nada ni a nadie!!!! – Miguel finalmente estaba gritando
Gonzalo apretó los puños y respiró reteniendo el aire en sus pulmones… Miguel… había dicho que… De pronto Gonzalo relajó su cuerpo y soltó lentamente el aire… la media sonrisa aquella apareció lentamente en su rostro poniendo a Miguel en un alto estado de alerta
-. ¿No le tienes miedo a nada? – preguntó Gonzalo delicadamente
Miguel se quedó en blanco… No!!! Maldito idiota!! No era posible que le saliera ahora con esa estupidez!!! No estaban hablando de sexo sino de lo que pasaba en el puerto.
-. ¿Absolutamente a nada?
Gonzalo sonreía y se lo comía con los ojos… su erección era visible de ahí a la China… se acercaba a Miguel como si fuera un león acechando a su indefensa presa
-. No. No le tengo miedo a nada – respondió Miguel firmemente
Los labios de Gonzalo y su cuerpo entero comenzaron a devorar a Miguel, apasionadamente, olvidando que Andrei observaba desde el asiento del frente.
Andrei contemplaba la escena en silencio. Le tomó unas cuantas frases entender que el tema se había desviado del puerto a la cama, dejándolo fuera de la conversación. Los miró cuidadosamente mientras ambos se consumían en besos y abrazos. Suspiro y desvió su mirada hacia el paisaje exterior pensando en Lidia. Era inútil tratar de seguir hablando con Gonzalo ahora. Miguel acababa de prometerle el cielo en la tierra.
me encanta tu historia lo amo al igual q el de matias y maximilian gracias x tomarte tu tiempo para escribirla.
Hola Eli! Muchas Gracias!!! Miguel es una de mis historias más queridas; siento que sus protagonistas son parte de mi vida. Gracias a ti por tomarte el tiempo de dejarme un comentario.
Saludos cariñosos. Nani.