Capítulo 14

 

CAPÍTULO 14

 

Por momentos todo parecía tan fácil: en solo un par de días había avanzado mucho con su plan. Bruno ya le había confesado que estaba loco por ella y Carline se volvía importante para él… pero había bastado un beso para anularlo por completo y dejarlo temblando. Eso era preocupante.

-. Es solo porque fue la primera vez

Desde hacía rato se daba explicaciones a sí mismo buscando acomodarse mejor en la cama… porque hoy el colchón de su cama tenía algo raro que no lo dejaba dormir… o eran las sábanas… o la temperatura del cuarto… quizás el ruido del viento afuera. Rayos!! Lo cierto es que eran las tres de la madrugada y no podía conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos veía y sentía los primeros besos de su vida , sus hormonas enloquecían y se acaloraba en las sensaciones que volvían a endurecer su virilidad… NO. No era justo! Se negaba rotundamente a tocarse por más que lo deseara. No! No se iba a masturbar pensando en el super idiota de Bruno para suavizar la rigidez entre sus piernas que fluctuaba entre erección total y media asta desde hacía horas. Pensó que al quitarse la faja todo volvería a la normalidad… ¿Por qué su cuerpo insistía en excitarse? Y por un beso!!!   Carlitos acomodó la almohada a puñetazos, se revolvió dando mil vueltas hasta encontrar una postura aceptable y juró que cambiaría esas sábanas mañana. Todo se confabulaba para no dejarlo dormir a pesar del cansancio

Finalmente, el agotamiento físico pudo más y Carlitos cayó en un sueño a ratos intranquilo y confuso; de pronto comenzó a soñar que estaba en una pasarela en medio de la cafetería luciendo trajes preciosos, y el fotógrafo le daba indicaciones y le decía lo que tenía que hacer… ¿Por qué le ordenaba besar a Bruno?   Vestido de etiqueta, Bruno caminaba directo hacia él en la misma pasarela y de la nada Carline era un hada con alas brillantes que se despegaba del suelo. El fotógrafo y todos aplaudían cuando Bruno la sujetaba para que no saliera volando y le decía que era su milagro. Carline se perdía mirándolo a los ojos y él la besaba… volvía a sentir deliciosas sensaciones cuando los labios de Bruno presionaban los suyos y su lengua lo acariciaba… aaahh… los besos eran deliciosos y sus manos lo sujetaban acariciándolo…. aahhh…

La incomodidad del fluido que mojaba su estómago y las sábanas luego de la eyaculación causada por el sueño lo despertó, haciendo que la noche culminara en un desastre total. Su erección por fin había encontrado liberación. Un sueño húmedo provocado por la traición de su mente. No había palabras para describir lo que sentía.

A media mañana recién abrió un ojo. No estaba de buen humor y no quería pensar ni analizar nada. Se fue al cuarto de su madre y logró convencerla de dejarlo entrar a su cama y abrazar sus delgados huesos, arrancándole lágrimas sin sentido. No quedaba nada de la mujer hermosa que había sido; estaba demacrada, muy delgada, pálida y con el cabello descuidado. Ni siquiera a Leila le permitía ayudarla con su pelo. Carlitos pensó que hacía al menos cuatro años que no regaloneaba con su mamá; desde que había comenzado a trabajar y, en verdad, extrañaba sus mimos.  Pasó tiempo con ella, calmándole los fantasmas y las penas eternas que la atormentaban, secándole las lágrimas y animándola para que al menos saliera del cuarto y cenara con él en la cocina… pero cualquier cosa representaba un esfuerzo supremo para su mamá y se entristecía y lloraba por no sentirse capaz de hacerlo y a la vez se culpaba y caía en un círculo vicioso del cual ni los medicamentos lograban sacarla.

Más tarde, Carlitos se preparó un almuerzo sencillo. Los ocasionales rounds de cariño con su madre lo dejaban drenado de energía pero recargado de amor y satisfecho de poder entregarle lo mejor de él. Carlos siempre tenía presente que su madre se la había jugado por él y eso le había costado la ruina de su vida. La culpa no era una carga fácil de llevar sobre sus hombros.

El día de primavera estaba agradable y decidió llevar su almuerzo al pequeño porche de la casa y comerlo mirando las pocas flores que aun quedaban en lo que tiempo atrás había sido un bonito jardín. Leila estaba trabajando así es que no podía contar con su compañía. Aun en pijama (el que se había tenido que cambiar luego del bochornoso incidente que NO quería recordar) se acomodó en el asiento columpio y comenzó a morder distraídamente. Se sentía raro un día de libertad. No tenía que trabajar hasta el horario de la tarde y aun faltaban horas. Se ducharía con calma y quizás aprendería a hacer la línea esa que Leila le dibujaba en el párpado superior con un lápiz gel muy fino. A ella le quedaba prefecta. Necesitaba aprender todo lo que Leila le hacía para ser capaz de dar vida a Carline él mismo.

Iba a probar la ensalada cuando vio aparecer el auto de Bruno en la calle. El pánico lo invadió.  Se agachó y escondió detrás de los maceteros observando a Bruno a través de la cerca.  ¿Qué hacía aquí?  El vehículo se detuvo frente a la casa de Leila y Bruno bajó a tocar la puerta. Carlos sabía que no había nadie en la casa de su amiga pero Bruno insistía  ¿Por qué no estaba en clases? ¿Estaba buscando a Carline?

-. Ya vete.. – murmuró Carlos muy nervioso

Bruno sacó su teléfono y realizó una llamada…

Rayos!  Solo en ese momento recordó su teléfono ¿Dónde estaba el celular de Carline?

Gateó hasta estar a salvo dentro de la casa y entonces corrió al dormitorio por su teléfono. Entraba una llamada en ese mismo instante. Nada más ni menos que de Bruno. Nervioso, lo miró llamar sin responderle… no estaba preparado para ser Carline en ese momento. La llamada cesó y minutos después vio por la ventana que el auto de Bruno se alejaba.

Tenía tres llamadas de Bruno. Sin querer se puso ansioso. ¿Qué quería Bruno con tanta insistencia? No iba a devolver la llamada.  Continuó su almuerzo con el teléfono al lado. Minutos después Bruno volvió a llamar. Esta vez si estaba preparado

-. Hola- respondió Carline

– Hola! Qué bueno que me respondes

-. Estoy trabajando – dijo hablando bajito, simulando estar ocupado

-. Oh. Lo siento. Me gustaría verte

Carlos sonrió con malicia

-. Estoy ocupada hasta tarde. No creo que pueda hoy

Podía… cualquier día y casi a cualquier hora… pero era entretenido hacerse la difícil.

-. Bueno es que… tengo una sorpresa para ti.

-. Mmhh… ¿Tiene que ser hoy? – Ok. De acuerdo. Estaba intrigado por saber que sorpresa tenía Bruno

-. Es algo especial ¿Puedo pasar por ti a las ocho?

A las ocho aun le faltarían un par de horas para completar su turno. Rayos! Inventaría algo. A Roger no iba a gustarle.

-. Haré lo posible por estar lista a las 8:30

-. Carline… Gracias. Espero que mi sorpresa te agrade

-. Yo también – dijo Carlitos pensativo cuando ya había cortado

 

Toda la tarde estuvo pensando en qué sería lo que Bruno había planeado para sorprenderlo. A ratos sentía una emoción parecida a lo que sucedía cuando era niño y esperaba su regalo de cumpleaños o navidad. Antes siempre celebraban esas fechas. Inevitable no pensar en su padre que había sido capaz de olvidarlos en un abrir y cerrar de ojos y crear una nueva familia… como si ellos nunca hubieran existido..

 

-. ¿Qué te pasa? Estas muy distraído hoy

-. Roger… es que no me siento bien – mintió Carlitos

-. ¿Estás enfermo? – la sorpresa de Roger se debía a que Carlitos nunca se había reportado enfermo en todo el tiempo que llevaba trabajando ahí. Era el empleado más responsable.

-. Supongo que sí – dijo llevándose una mano a la frente. Cielos!! Estaba aprendiendo a mentir como un profesional!! -. Voy a marcharme

-. Avísame como sigues mañana – pidió Roger

A las 6:30 abandonó el trabajo caminando muy de prisa. Necesitaba suficiente tiempo para “armar” a Carline.

-. Leila, necesito a Carline – dijo entrando a su casa como un huracán y deteniéndose de golpe al darse cuenta de lo que pasaba en la sala. Claramente, algo no estaba bien. Algo importante. Su madre, arropada con una bata, estaba abrazada a Leila en el sillón de la sala y ambas tenían los ojos llorosos y expresión de pesadumbre.

-. ¿Qué sucede? – preguntó acercándose a ellas.

Su madre comenzó a llorar y Leila le extendió un papel a Carlitos

-. Lo vinieron a dejar hace un rato

Tomó el papel y se sentó a leerlo. Estaba claro que no era algo bueno pero costaba imaginar que podía ser ¿Había muerto su padre? ¿su mamá estaba peor? ¿O qué pasaba?

La primera parte del papel era protocolar… el segundo párrafo era mortal. La empresa aseguradora, que enviaba un cheque cada mes, le comunicaba a su madre que el seguro dejaría de pagarle sus gastos porque ella no estaba cumpliendo con el programa médico para su recuperación.

Carlitos sintió que se le cerraba la garganta y se volvía pesado como el plomo… no podía ser verdad… Si el seguro no pagaba los gastos de su madre ¿Cómo iban a vivir?… el aire se volvió fino y helado… tenía que haber un error.. un grave error.  Miró a Leila con ojos aterrados y le enseñó la carta como si ella no la hubiera leído

-. Es un error… no pueden…

Pero la expresión de Leila y el abatimiento de su madre le respondieron sin necesidad de ocupar palabras… no estarían así si fuese un error.. Dios!!! Que había hecho su madre???Cómo esperaban que ellos vivieran??? La aseguradora no podía…no…

-. No pueden hacernos esto!! No pueden!!! – gritó Carlitos

El pesaroso quejido de su madre no fue una buena señal

-. El médico no me ayuda en nada. Solo iba a perder tiempo…

Había dejado de visitarlo hacía más de un año incumpliendo las exigencias del seguro. Si ella no ponía de su parte para sanarse, el seguro dejaba de responder

-. Pero mamá… – Carlitos estaba en estado de shock… no podía enojarse con su madre porque todo la alteraba pero… ¿Por qué había dejado de ir arriesgándose a esto???

-. Ay Dios! ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué será de ti, hijo querido? ¿Cómo vamos a vivir? – Ella reanudó el llanto y Leila la llevó de vuelta a su habitación.

Carlitos volvía a mirar el documento. Negaba moviendo la cabeza y las manos. A partir del mes subsiguiente ya no recibirían el cheque que pagaba las cuentas y atenciones de su madre… ahora si estaban desesperadamente abandonados…solos. El documento en sus manos tiritaba…  En ese pedazo de papel se quedaban sus esperanzas… Todos sus sueños se iban a la basura por culpa de esa carta… de la maldita aseguradora y de su madre que ya no tenía ni ganas ni fuerzas para ir al médico después de tantos años de tratamiento.  Dios… Ya podía olvidarse de la universidad, de una profesión y de sacar los lápices de dibujo del fondo del closet… Tendría que seguir trabajando para que su madre pudiera comprar las medicinas y vivir. ¿Por qué? Maldición… ¿Por qué??? El mundo siempre se confabulaba para darle mazazos en la cabeza cada vez que creía que su vida podía mejorar… era injusto!! Muy injusto. Tal vez tenía prohibido soñar y aspirar a ser algo más porque ni su propio padre lo quería… no tenía derecho a querer surgir… su madre se había sacrificado por él y ahora era su turno de renunciar a sus sueños.  Carlitos tenía una masa grande y caliente de tristeza y dolor atravesada en la garganta que le impedía moverse… Quería poder tener la libertad de llorar a gritos como lo hacía su madre, patear el suelo y desquitarse con la pared.

-. Le di un tranquilizante – dijo Leila volviendo a la sala con el rostro afligido – está muy mal tu mamá. No esperaba nada de esto.

-. ¿Pero ella no sabía?

Leila se encogió de hombros con un gesto de pesar. Era un resorte de las compañías de seguro que rara vez usaban pero le había tocado la mala suerte a su madre.

-. No sé qué vamos a hacer – dijo angustiado

-. Saldremos de esta, cariño – dijo ella abrazándolo

-. ¿Cómo?… ya no nos queda nada… solo tenemos  la casa… – imaginó su vida cambiando nuevamente para empeorar aun más

-. Carlitos…  no te aflijas. Buscaremos una solución

-. Como quieres que no me altere??!! ¿Qué solución??? –le gritaba a Leila que no tenía ninguna culpa pero era tan doloroso ver como su futuro caía a pedazos frente a él

-. Escucha cariño, mañana iré al seguro. Apelaremos a esta decisión. Es injusto! Tu mamá tendrá que volver al médico. Ella está enferma.

-. Si… lo está. Ella no puede estar sola. Es dependiente y… ¿por qué hacen esto?

-. Tu mamá volverá al médico y todo estará bien. Ya verás –pero había poca convicción en la voz de Leila. Ella intentó abrazarlo pero Carlitos no se quitaba las manos de la cabeza y parecía ausente. Estaba  de pie aturdido, abstraído, sobrepasado por la situación en su hogar, su madre, su futuro… la vida con la que alcanzó a soñar se estaba escurriendo entre sus dedos… y la calidad de vida de su madre pasaba enteramente a sus manos. Era aterrador.

-. ¿Me estas escuchando, cariño? Iré al seguro y…

-. Necesito vestirme de Carline – interrumpió Carlitos moviéndose muy decidido.

Leila lo miró pestañeando por varios segundos antes de hablar en completa confusión

-. ¿Ahora? ¿quieres vestirte de Carline, ahora?

-. Si. Por favor.

-. Pero…

-. Por favor!!! – suplicó casi llorando.  Necesitaba salir de la casa. Sabía que no era justo escapar en ese momento pero no podía quedarse a escuchar cómo se hacían trizas las ilusiones de la vida diferente que había estado soñando. Ahora solo estaban los problemas que tendría que enfrentar mañana… mañana iría a la compañía de seguro y tal vez a poner la casa en venta… mañana volvería a poner su vida de cabeza y renunciaría a sus sueños… pero ahora, mientras aún podía, quería escapar a un refugio seguro… Quería ser y sentir como Carline. Necesitaba refugiarse en ella. Urgentemente.

Leila lo conocía tan bien que no fue necesario que dijera nada más. Trabajaron en angustiante silencio sin cruzar miradas. Carlitos estaba muy concentrado  aprendiendo cada paso del proceso.

-. ¿Vas a salir con Bruno?

Fue lo único que Leila preguntó cuando lo vio probándose varias prendas de ropa hasta elegir lo que le acomodaba, pero él no respondió.

-. Volveré temprano – dijo Carlitos cambiando su voz por la de ella.

Carline agarró la chaqueta y su bolso y corrió hacia la puerta.  Esperaría a Bruno afuera.

 

 

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