CAPÍTULO 8
Iré Contigo A Donde Sea Que Tu Vayas
ALAIN
Vi en su mirada que nada de lo que yo le dijera serviría para convencerlo. Y es que, había desestimado que nunca estuvo en nuestros planes pasar un solo día separados, al menos, no desde que abandonamos el orfanato. No, ¿para qué hacerlo? Yo sabía también como él, que la vida estando solos, era como ver pasar el tiempo lentamente.
—No tengo que recordarte que lo prometiste, ¿cierto? —me pregunta preocupado. Sé bien lo que dije y sin embargo; no lo haría volver a ese lugar, no, ni siquiera porque él así me lo pidiera. —Iré contigo a donde sea que vayas tú… ¡Lo prometiste! —Apenas y si me siento capaz de mirarlo. No voy a llevarlo conmigo, no esta vez, pero tampoco me atrevo a decírselo. — ¿Alain? ¡Me diste tu palabra!
Inevitablemente llegó ese punto en que no puedo soportar el peso de su mirada y renunció a ese instante, sé que tiene miedo. También lo siento yo, pero su seguridad es lo más importante. Con eso en mente, bajo del auto y lo rodeo hasta sacar su valija del maletero. Espero por él hasta que también abandona el auto, lo siento caminar muy pegado a mí, pero aunque le extiendo mi mano libre para que la tome, no lo hace.
Isobel es la primera que aparecer por entre la puerta, viene a nuestro encuentro con los brazos extendidos como intentando envolvernos a ambos. Y yo, me dejo llevar por la sensación. Me lastima y me pone sensible, me hace recordar los brazos de mi madre, aquellos que durante muy poco tiempo pudieron sostenerme. Es así como un gesto tan dulce se vuelve insoportable, a tal punto que me hace retroceder un paso. Le entrego a Yotam y ella lo estrecha contra su cuerpo, como siempre, como solo Isobel sabe hacerlo. Lo abraza y lo besa como sí pretendiera consolarlo, tal y como si supiera todo sin que nosotros hubiésemos dicho palabra alguna. Yotam se aprieta contra ella, bien sabía yo que él le tenía confianza, que la quería. Ella era con la única con quien aceptaba compartirlo, solo Isobel.
Blaster llegó a mi lado. Eran pocos los recuerdos que conservaba de mi padre: solo que era un buen hombre, amoroso pero medido en sus palabras, así como Blaster.
—Necesito un favor… —le dijo.
—Pasemos—me interrumpe—todo es más sencillo con una taza de té caliente en las manos —curiosamente estuve de acuerdo con él, me moría de frío.
La casa de Blaster era un sueño, algún día construiría una parecida para Yotam. No, sería mucho mejor que esta, con jardines y arcos por todas partes.
Los cuatro nos sentamos frente a la chimenea y esperamos a que el servicio nos trajera el té. Isobel aún mantenía entre sus brazos a Yotam y Blaster tomó asiento junto a ellos. De alguna manera, la posición que eligió me hizo sentir que los protegía a ambos: a su esposa y a mi pareja.
Supe entonces que había elegido bien, Yotam estaría seguro con ellos.
Tal vez estábamos exagerando todo esto, personalmente, a mí no me lo parecía. Huíamos de un pasado que no queríamos recordar. Que dejamos atrás y que de un momento a otro había venido a llamar a nuestra puerta.
— ¿Qué sucede Alaín? —Preguntó Blaster— ¿Por qué Yotam está tan exaltado? —Yotam y yo nos miramos, su expresión no parecía indicar que estuviera exaltado, aunque sus ojos se notaban tristes. —Si discutieron espero que sea por algo que valga la pena, ya que a él le ha afectado tanto.
¿Estaba regañándome…? En todos los años que llevaba trabajando para él, me había corregido una sola vez, pero ahora me miraba molesto, quizá de la manera en la que lo haría un padre cuyo hijo lo ha decepcionado.
—No discutimos—aclaró Yotam, adelantándose a mi respuesta. —Blass, lo siento. Alain no tiene la culpa de nada, así que por favor, no te enojes con él.
Sentí ternura de verlo con los ojos rojos, preocupado por defenderme y aclarar la situación. Él era mi responsabilidad, su tranquilidad y sobre todo su seguridad eran aspectos que no podía tomarme a la ligera. Supe que había hecho lo correcto al traerlo aquí, pues estaba convencido que más que por mí, Blaster y su esposa lo querían a él. Después de todo, lo vieron crecer. Isobel lo cuido en sus enfermedades, lo ayudo a adaptarse, a hacer sus tareas. Blaster asistió a sus justas del colegio, porque obviamente yo no pude representarlo hasta que cumplí la mayoría de edad.
—No estoy molesto con él, pero al menos, reconoce que nada de esto se ve bien.
—Venimos—comencé—porque necesito pedirles que permitan que Yotam se quedé con ustedes un par de días.
Era de esperarse que el primero en saltar en contra de mi petición, fue precisamente Yotam. Isobel en cambio, pareció aliviada, aunque resintió cuando él se quitó de entre sus brazos tan bruscamente.
— ¡No me voy a quedar! —Gritó y la negativa vino cargada de enojo.
—Será cuando mucho tres días Blaster, después vendré por él —me hice de oídos sordos ante sus palabras, pues no se trataba de si quería o no quedarse. Sino de su seguridad y de lo que era mejor para ambos.
Blaster dijo que no había problema, que podía quedarse el tiempo que hiciera falta y que también había espacio para mí en su casa. Un comentario que honestamente agradecí.
Pero lo peor aún estaba por comenzar, Yotam no se lo tomó a bien, me echó en cara que yo le había prometido que vendría conmigo. Intenté explicarle con buenas palabras, pero se puso terco y de un momento a otro empezamos a discutir. Intentaba controlarme y sobre todo, no olvidar que nuestros padres estaban frente a nosotros. Sin embargo; Yotam se puso irascible. Sus palabras salían cargadas de un rencor que fue nuevo para mí, me miraba herido, furioso. Me gritaba y simplemente no pude soportarlo más. Comencé a decir cosas que realmente no sentía, él quiso echarme encara el pasado pero yo lo plaste en segundos. Conforme hablaba me iba asustando de mis propias palabras, porque en cada una de ellas parecía como si estuviera culpándolo por lo que vivimos, y no es así.
Me dolió que me llamara cobarde y que dijera que yo únicamente estaba buscando la oportunidad de zafarme de él, me lastimó porque no era verdad. He luchado sin descanso por nosotros, para hacernos un futuro mejor… un futuro, sí, pero uno juntos. Lo he puesto a él por encima de mí mismo y no me arrepiento. Sin embargo, le grité que era un malagradecido, que si no me iba y lo dejaba como realmente se merecía, era porque estaba convencido que no duraría un solo día por su cuenta. Entonces, sintiéndose molesto me corrió… dijo que si de todos modos tenía que irme, que lo hiciera de una vez por todas. Más cuando hice el gesto de marcharme, intentó detenerme.
Lo aparté de mala manera y seguí diciéndole cosas sobre nosotros y sobre las cartas. Le reproché tonterías hasta que Blaster intervino. Yotam se había puesto mal y yo me había centrado en agredirlo que no lo noté. Sin embargo, al tan cabizbajo, quise remediarlo, acercarme a él y consolarlo, pero por primera vez desde que lo conozco, Yotam me dio la espalda. No me quería cerca, ni siquiera deseaba mirarme. Su rechazo rompió algo en mi interior.
Isobel lo llevó a una habitación y se quedó con él. Blaster en cambio, me enfrentó y me obligó a explicarle lo que estaba pasando.
— ¡Quiero toda la verdad! —Exigió molesto—Porque primero, cuando recién llegaste conmigo, me dijiste que era tu hermano… después resultó que no eran familia, sino amigos que no llevan mucho tiempo de conocerse. Y ahora le has dicho todas esas cosas de cuando él era un niño… ¿De qué cartas están hablando? ¿Hace cuánto que lo conoces? Y ¿Qué rayos está pasando?
No tenía a donde más ir, Blaster me tenía acorralado. Así que volví a sentarme y vencido me dispuse a contárselo todo.
—Lo siento Blaster, te mentí… porque, en ese momento no sabía que decir —no intentaba justificarme, pero lo que decía era cierto—. Lo hice porque la verdad es demasiado dura como para contarla.