CAPÍTULO 13
Perdona Nuestras Ofensas
BLASTER
La confesión de Alain me dejó con sentimientos encontrados y con el alma dolorida. Pensaba en ellos de pequeños y en todo lo que debieron sufrir sin merecerlo, así como en la maldad de aquellas personas que fueron capaces de causarles tanto daño. Esos seres perversos que les robaron la inocencia, su dignidad y bondad. Pero aun sobre Yotam, pensaba en Alain. No porque sintiera más efecto por él o porque trabajáramos juntos, sino por las responsabilidades que tomó a pesar de ser tan joven, por su fortaleza y aguante.
No podía sentir más que admiración por él. Y era hasta ahora que todas las piezas encajaban a la perfección y podía comprenderlo. Su actitud reservada, casi esquiva. Lo desapegado que se muestra con la gente. Su entereza y entrega en cada una de las cosas que hace, su perfeccionismo y exigencia en el trabajo. La lealtad que demostraba hacia Yotam. Lo sobreprotector que se comportaba con él, hasta el punto de parecer controlador y que lo hostigaba. Se habían mantenido juntos pese a lo que ambos vivieron.
Alain logro sacar a Yotam adelante, darle todo cuanto estaba a su alcance. Lo mejor de sí mismo. Al pensar en estas cosas, no podía más que sentirme orgulloso de él, de ambos. Y al mismo tiempo, sentía desprecio y furia, deseaba tener frente a mí a esos hombres y despedazarlos con mis propias manos, por haberse metido con mi familia, con mis hijos. Incapaz de conciliar el sueño, abandoné la habitación. Bajé a la cocina y entré sin encender la luz. Alguien se movió entre las sombras y juro que me llevé el susto de mi vida, no esperaba encontrármelo a medianoche ahí y menos a oscuras. Cuando finalmente encendí la luz, Yotam se hizo chiquito sobre su silla. Su expresión era la de un niño que ha sido descubierto en plena travesura y no encuentra la manera de salir bien librado de la situación. Me reí y después de unos segundos él me imitó.
— ¿Qué haces con las luces apagadas?
—Lo lamento Blass, no fue mi intensión.
—No te disculpes—le dije mientras terminaba de entrar a la cocina—, es la costumbre de que en casa solo estamos Isobel y yo. Es una casa enorme para nosotros dos… ¿no crees? Me alegra tanto que estés aquí, así como cuando eras pequeño, ¿lo recuerdas?
Yotam asintió e inmediatamente bajo la mirada. No me extrañaba, la verdad es que nunca obtuve mucho más de él, para conmigo siempre tenía tan pocas palabras. Contrario a como era con Isobel, por mucho que lo había intentado, sentía que simplemente no lograba acercarme, ganarme su confianza. No me evadía, pero así como ahora, se mostraba tímido si estábamos a solas. En cambio, con Alain no podía hablar de cualquier cosa sin parar.
— ¿No puedes dormir? —Le pregunté más por romper el silencio, que por tener algo sensato que decirle, después de todo, pasaban de las tres de la madrugada, obviamente no podía dormir.
—No.
—Alain volverá pronto, no debes preocuparte.
—No estoy preocupado—me corrigió en voz baja—pero, lo extraño.
—Entiendo cómo es —aseguré mientras preparaba café. Serví dos tazas y fui a sentarme a su lado— cuando recién nos casamos, tampoco soportaba estar lejos de Isobel. Aun ahora me es muy difícil.
Él asintió y el silencio volvió a alcanzarlos. Fue entonces que le acerqué la taza con café, Yotam sonrió sin mirarme. Le pregunté el motivo pero negó con la cabeza, era un chico tan misterioso que me resultaba muy difícil descifrarlo. Lo observé en silencio, la forma en la que jugaba con sus dedos, su ansia. No hablaba pero su cuerpo decía demasiado por él. Si lo mirabas con atención podías notar su inseguridad y lo indefenso que se mostraba cuando Alain no estaba a su lado. Sin duda, una actitud distinta a la que se esperaba de un hombre de su edad.
— ¿Hay algo que quieras decirme? —me atreví a preguntarle.
Yotam centró su mirada en mí y luego de unos segundos, volvió a esquivarme.
— ¿Por qué…?
—No lo sé, me da la impresión de que es así. Puedes contarme cualquier cosa, lo sabes ¿no?
Asintió, pero no dijo nada ni volvió a moverse por varios minutos. Tampoco probó el café, únicamente se limitaba a mirarlo. Entonces, justo cuando estaba por rendirme, Yotam habló.
—Blaster… —susurró mi nombre como si se ahogara.
— ¿Sí?
— ¿Te lo dijo? —Preguntó y en cuanto lo hizo su rostro se puso rojo. Entonces, comprendí a que se refería. Bien podía decirle que no, después de todo él no parecía estar listo para tocar el tema y la verdad es que yo tampoco lo estaba. Con Alain era distinto, pero a Yotam no sabría que decirle. Sin embargo; negarlo era igual que mentirle y yo jamás antes le había mentido a él.
—Sí, Alain me lo contó.
Asintió y enterró la mirada en el suelo.
—No hagas eso Yotam. —Le regañé—No creo que a él le hubiese gustado verte bajar la mirada ante alguien. Aunque ese alguien sea yo.
Lo comprendía… comprendía por qué Alain reaccionaba tan firme cuando lo veía bajar la mirada ante la gente. Estúpidamente creí que Yotam era tímido, jamás imaginé que se tratara de algo más. Pero entre la gente que nos rodea, seguramente habría quien pudiera intuir lo que pasaba, esa era la razón de que Alain insistiera tanto en que evitara hacerlo, estaba protegiéndolo.
YOTAM
En ese momento, él no era más el Blaster que conocía, tenía la mirada fija en mí, tal y como si quisiera llegar a lo más hondo de mi ser y desvelar todo lo que le he intentado ocultarles. Me sentí desnudo y enfermo.
—Cálmate, te prometo que no voy a decírselo —dijo— a cambio solo te pido que hables conmigo, o si no me tienes confianza, que hables con Isobel.
—No… eso no— negué de inmediato—ella no debe saberlo. ¡Por favor! No se lo digas a Isobel.
— ¿Por qué no?
Sentí vergüenza de decirle la verdad. Confesarle que tenía miedo de que si Isobel se enteraba, entonces las cosas cambiarían entre nosotros. Que quizá ella ya no me querría.
—Isobel te ama Yotam y nada en esta vida va a cambiar eso —aseguró Blaster, como si pudiera adivinar mis pensamientos. —Nada va a cambiar lo que ambos sentimos por ustedes.
La forma en la que resaltó la palabra “ambos” me dio confianza. Blaster extendió su mano por sobre la mesa y me la ofreció para que la tomara. Que difícil fue hacerlo, sentía tanta vergüenza. Miedo, pero no de él, sino que es así como me siento cuando Alain no está conmigo.
—No debes sentir vergüenza, nada de esto fue tu culpa.
—No, por favor no digas que no es mi culpa—supliqué—odiaría que las cosas entre nosotros cambiaran solo por esto. Sigo siendo yo. No me vistas de victima porque tal vez no lo soy.
Blaster se detuvo, su mirada me dio a entender que no estaba de acuerdo con mi comentario. Molesto intentó sacarme la idea de la mente, debatió mi inocencia y peleó por darme el lugar de víctima por el simple hecho de que estaba convencido de que yo lo era. —Nada de lo que pasó fue tu responsabilidad—, lo dijo una y otra vez.
—Tal vez no lo fui al principio, pero lo que pasó después… incluso lo que pasó con Alain, de eso si soy responsable. Y me siento mal por ello, porque es una carga que ya no puedo llevar. —Las palabras salieron solas. Un tema del que nunca antes había querido hablar, ni siquiera con Colby y aun cuando pudo deducirlo por él mismo, lo negué tan firmemente que no volvió a mencionarlo. Y sin embargo; ahora salía de mi boca casi como una confesión, porque me sentía mal desde antes de la citación pero todo fue peor después. Me sentía culpable de que Alain tuviese que resolver una vez más mis asuntos, porque yo no estaba listo para enfrentar mi pasado. No y tampoco era capaz de dejarlo atrás y olvidarlo. —Hubiera sido más fácil para él, si yo nunca me hubiese cruzado en su camino, si me hubiesen mandado a cualquier otro orfanato. Uno donde no tuviera que verme y cargar conmigo.
— ¿De qué hablas?
Blaster me miró confundido, pude percibir en él un poco de molestia y fue ese gesto lo que me hizo callar. No podría enfrentarlo. — ¿Pretendes dejarlo?
—No, por supuesto que no.
—Entonces, no vuelvas a decir eso. Alain se ha esforzado mucho por ti, si hubiese sido más fácil de otra manera, a él no le importó. Considera mis palabras y piensa en lo decepcionado que estaría de escucharte hablar de esa manera.
Había levantado la voz para decir estas cosas, Blaster nunca antes me había gritado y tampoco iba a desmoronarme como una estatuilla de arena, pero me sorprendió que lo hiciera.
—Tal vez se decepcionaría de mí, pero no por eso deja de ser verdad —rebatí en voz baja—. Después de que llegamos a Edimburgo, las cosas entre nosotros cambiaron.
Me acomodé en mi silla y aclaré la garganta para contarle todo. Ya no quería seguir cargando con este peso yo solo.
BLASTER
—Prométeme que no vas a contarle nada de todo esto que voy a decirte —pidió y quizá pudo más mi curiosidad que mi razón, pero acepté su petición. —Tampoco se lo dirás a Isobel.
La primera vez que lo vi… tuve miedo de él. No era un brabucón pero tampoco le importaba molerse a golpes con nadie, aunque fuese mayor. En muchas ocasiones también a mí me pegó, así como lo hacían los demás. No había una razón en especial, a veces era por comida, por el derecho de dormir en una cama. Entrar antes a las duchas o simplemente porque habían despertado de mal humor y te decidiste cruzarte en su camino en el peor de los momentos. Yo trataba por encima de todo, de estar lejos de cualquiera que pudiera pegarme, pero… era algo difícil de lograr. Además, el menor en la habitación y aquello se volvía cada tarde en un campo de batalla. Estaba tan asustado y ellos lo hacían aun peor. Entonces, después de lo que para mí fue mucho tiempo, supe que no vendrían a buscarme, que me quedaría en ese lugar, tal vez para siempre y comencé a llorar.
Ese orfanato me consumió casi por completo, era como una cárcel para mí, en la que los presos mataban el tiempo haciéndome daño. Hasta que un día, me golpearon de más… jamás antes intente siquiera, meter las manos, pero en esa ocasión lo hice y quizá fue eso lo que más les molestó.
Voy a resumirlo en que aún tengo cicatrices producto de lo que sucedió ese día. Alain dice que estuve inconsciente mucho tiempo, yo no lo recuerdo. Solo sé que cuando desperté, él estaba a mi lado. Me miraba diferente y lloró contra mi hombro. Dijo que jamás le diera otro susto como ese o él mismo se encargaría de molerme a golpes. Nos volvimos amigos… a veces venían por él y cuando volvía se negaba a tenerme cerca o tocarme. No entendía el motivo. Aun cuando el resto del tiempo no me dejaba solo y me protegía de todos, en esas ocasiones… se desquitaba conmigo y me pegaba. Y aunque lo hacía, él era todo cuando yo tenía, algunas veces lo intenté, pero no pude irme… alejarme de él.
En cambio, me quedaba llorando en donde me lo ordenaba y no me movía de ahí, aunque pasaran muchas horas. Entonces él volvía y era nuevamente bueno conmigo. Eso fue solo al principio, después de un tiempo dejó de hacerlo. Pero durante el cambio, esas personas comenzaron a venir por mí. La primera vez fue un tormento y al volver, él me consoló dándome un beso. Yo era un niño Blaster, pero ese beso significo mucho para mí.
Me cambio de muchas maneras. Posteriormente se me obligó a hacer cosas que no eran propias a mi edad y si digo que no soy una víctima, es porque me acostumbre…
Las lágrimas que había estado conteniendo, se desbordaron de sus ojos y sollozó angustiado. Me resultaba tan difícil verlo así, el darme cuenta de que todas esas heridas seguían frescas y sangrantes en él.
Mi cuerpo comenzó a sentir y me acostumbré. Seguía viéndolo mal, no quería estar con ellos, pero… cuando sucedía… sentía. Solo esperaba el momento en que ya no tuviera que ser de esa manera. Que no se obligara. Y al volver, me abrazaba a Alain y lloraba. Lo buscaba y me aferraba a él porque era solo en esos momentos en los que yo tenía acceso a un poco de su ternura.
Mientras estuvimos en el orfanato, nunca fuimos más allá de eso. Ha decir verdad, fueron muy pocas las ocasiones en las que Alain me besó. Yo lo quería, pero no tuve el valor de decírselo porque a él no parecían importarles esas cosas. Me cuidaba y me dejaba permanecer a su lado. Durante un tiempo ese fue suficiente para mí.
Pero después de que nos establecimos aquí y que tú le diste trabajo, Alain no volvió a acercarse a mí. Aunque estuviéramos juntos, casi no me hablaba, ni me miraba. Me cuidaba de ti y de los otros trabajadores, pero cuando estábamos a solas, me ignoraba por completo. Yo lo quería y con el tiempo fui comprendiendo cuanto, sabía que si no hacía algo pronto, nos íbamos a separar. Además, aunque era joven y había pasado por todo eso, mi cuerpo parecía necesitarlo y deseaba que fuera con él.
Me sentía como un enfermo, como si algo en mi estuviera mal. Todo el tiempo estaba ansioso, quería estar con él y la única vez que me atreví a acercarme con esas intenciones, Alain me rechazó. Debiste ver cómo me miró, como si tuviera asco de mí. Me dijo cosas que me lastimaron y que me guardé. Nunca volví a pedírselo… aun ahora.
Sus palabras en ese momento me lastimaron tanto que, me vine abajo. Fue cuando terminé en esta casa por primera vez.
— ¿Esa era la razón de que te negaras a comer? Enfermaste a tal punto que creí que no vivirías… Alain venía a verte cada día sin falta y lloraba disculpándose contigo, pero nunca le pregunté el porqué.
No recuerdo mucho de lo que pasó después, ni de si venía verme. Lo que sí, es que ese momento definió muchos aspectos de mi persona. Aun lo necesitaba… en verdad, me hacía mucha falta, pero ya no se lo decía. Dejé de ir tras él, no me acercaba, no le hablaba y por encima de todo, trataba de no darle molestias.
Es posible que él lo notara, pues después de un tiempo su actitud para conmigo cambió. Pasaron dos años, hasta que volví a intentarlo. Era casi para estas fechas, tú diste una fiesta en la empresa y él bebió de más. A pesar de que nunca lo hacia ese día llego tomado. Lo busqué y aun que estaba bebido volvió a rechazarme, pero insistí y tuvimos sexo. No me importó si estaba a punto de arruinar nuestra amistad.
Me aproveché de lo que estaba pasando, de su resistencia tan vulnerable y aunque sabía que estaba mal, no me detuve. No creas que es cinismo, pero tampoco me arrepiento. Estaba convencido de que lo que quería a él. Jamás antes había deseado tanto que la mañana no llegara, pero sucedió… Alain me miró serio, ambos estábamos desnudos, había muy poco que pudiera explicarle, no me regañó aunque tampoco dijo lo que necesitaba oír de él.
— ¿Qué fue lo que dijo?
—Que lo sentía, pero que no debía preocuparme porque se haría responsable —dijo con pesar. —Se ha hecho responsable desde entonces.
—Pero… ahora es distinto. Alain te ama.
—No es como si le hubiera dado muchas opciones.
Por fin probó el café. Todo en él era un caos, sus emociones que luchaba por ocultar, el cómo se sentía. Se juzgaba con dureza, y obviamente no tenía una buena opinión de sí mismo.
—Él es lo mejor que me ha pasado, Blaster. Y ojalá algún día pueda perdonarme por todo lo que le hice.