CAPÍTULO 15 Nada Me Falta

CAPÍTULO 15

 

Nada Me Falta

 

YOTAM

 

Isobel decidió organizar una cena especial para mí e invitó a algunos—demasiados—amigos. Por supuesto, le dije que no era necesario, que Alain volvería hoy mismo y que prefería esperarlo para estar con él. Sin embargo, Isobel dijo que él me tenía siempre y en cambio ella, me veía unas pocas veces por mes. Sentí el reproche en su tono de voz y quise remediarlo, pero esto no era un asunto que dependiera únicamente de mí. Ella era tan responsable como yo, pues la única razón de que no pasara más tiempo a su lado, era por como trataba a Alain.

Aun cuando él nunca le ha reprochado nada, mucho menos le exige explicaciones o me ha prohibido visitarla, no soy ajeno a su molestia. Al disgusto  que le causa el que Isobel le lleve siempre la contraria, por el simple gusto de hacerlo enojar. Eso y el que parezcan estar en una constante lucha cuando se trata de con quien debo estar. Por otra parte, no quería decírselo para no herirla, pero no me siento cómodo al estar con sus amistades. Eso sí, ninguno de ellos me ha tratado mal, pero había algo en esas personas y en mí, que decía que pertenecíamos a mundos muy distintos. Intenté explicárselo, pero Isobel no estaba para comprender nada, así que, pese a mi negativa Blaster insistió en que aceptara y posiblemente fue debido a la plática que tuvimos en la madruga, que no tuve el valor de negarme ante él.

El resto de la mañana estuvimos de aquí para allá, haciendo compras y revisando una y otra vez los preparativos para que todo estuviera listo cuando  los invitados llegaran. Todos ellos eran gente de mucho dinero, como Isobel y Blaster y aunque Alain había puesto especial empeño en refinarme, la verdad es que, prefería la humildad de nuestra intimidad. Él y yo, una comida sin tanta ceremonia, esa era mi cena perfecta. No quería enfrentarme a toda ese gente, no si él no estaba conmigo.

 

ALAIN

 

En cuanto estuve de vuelta en el hotel y me sentí más tranquilo, decidí llamarlo. Lo conocía lo suficiente como para saber que se preocuparía si no le hablaba. No lo culpo, me pasa igual. Si estamos solos pensamos de más y eso rara vez es para bien.

Me contestó al primer tono, y en su voz sentí el alivió que le daba el oírme, pero también pude que notar que luchaba por controlar el suyo. Me preocupaba el cómo estaría manejando la situación, la incertidumbre de lo que sucedía aquí y el sentimiento de haberlo dejado solo, pero Yotam insistió en que, si bien, estaba inquieto era solo que Isobel daría una cena con algunos amigos y lo había puesto nervioso. No ahondó en los detalles, porque al parecer, ella estaba junto a él. Sabía que había algo más, pero no me lo diría hasta que lo tuviera de frente y le obligara a confesármelo.

—Estoy buscando vuelos, no debes preocuparte, llegaré hoy mismo y estaré contigo —le prometí.

— ¿Me lo prometes?

—Lo juro.

La voz de Isobel lo apartó de mí. La escuché decirle que dejara ese teléfono porque deseaba presentarlo ante unas amigas con las que se había encontrado en la plazoleta a la que habían ido de compras.

—Tengo que colgar…

—No, no tienes que—le rebatí—, pero si es lo quieres, entonces te llamaré antes de tomar el vuelo.

Dicho esto, finalicé la llamada. Sabía que no debía presionarlo más de lo que ya lo estaba, pero siempre perdía un poco el control cuando alguien, quien sea, interfería en nuestra relación. Y que se tratase de Isobel, quizá me molestaba un poco más, ella que creía que lo de Yotam era tan solo timidez, que le faltaba salir más y relacionarse con la gente. No podía ver lo obvio, que a su edad, lo que Yotam escondía en su aparente nerviosismo, en realidad, era miedo. No a las personas o quizá sí, no lo sé a ciencia cierta y tampoco le he obligado a hablar sobre estas cosas, pero me ha dicho que le desespera. Lo que yo he visto es que se retrae, no habla, suda y en ocasiones, cuando se le presiona de más incluso lo he visto temblar, pero todo eso desaparece cuando estoy con él.

 

 

YOTAM

 

Se había enojado, lo sé, pude sentirlo.

—Quisiera hacer una llamada antes —le pedí, pero Isobel negó con la cabeza, antes de enfrentarme.

—No más llamadas —dijo. — ¿Podrías olvidarte un momento de Alain? ¡Por favor! Estoy haciendo todo esto para que la pases bien, para que finalmente puedas ver que hay mucho más que él. No te cierres Yotam, debes conocer a otras personas, salir a divertirte con chicos de tu edad. Sin que este Alain detrás de ti, diciéndote hasta como debes respirar.

—Él no…

—No lo discutiremos ahora—me interrumpió—. Quiero presentarte a algunas personas y por favor, se amable.

Ella también se había enojado y el que me hablara con tanta seriedad me causó tristeza. Isobel, por lo general, me trata siempre con mucho cariño, excepto  cuando discutimos por Alain. Entonces ella se vuelve dura e indiferente. —Si haces esto que te pido, te prometo que te dejaré llamarlo cuando volvamos a casa… ¿de acuerdo?

—Sí.

 

Hice todo cuanto dijo. Saludé a sus amigos  y permanecí a su lado mientras tomaban café, me esforcé por mantener el hilo de conversación, pero la verdad es que, poco entendía de las cosas que decían. La mayoría era gente como Blaster, platican de sus negocios, de los viajes que harían durante el año. Los restaurantes que habían visitado en la ciudad o sobre el club al que pertenecían. Con todo lo que teníamos por hacer en la casa, no entendía como era que Isobel estaba de lo más tranquila, escuchándolos.

Me sentía impaciente, pero al perecer no era el único. Había otro chico, tal vez de mi edad o quizá mayor, era el nieto de una de las amigas de Isobel. Cuidando de no parecer grosero, interrumpió la conversación para retirarse de la mesa que compartíamos. Se despidió de todos con un gesto de mano y besó a su abuela, al igual que a Isobel, entonces se dirigió a mí.

— ¿Me acompañas? —Preguntó en voz alta, como si quisiera que todos los presentes lo escucharan— Dejemos que los adultos hablen de sus cosas.

Instintivamente me acerqué más Isobel, tanto que si no fuera porque ella me lo impidió, me hubiese escondido tras su espalda. Dije no, pero mi voz se perdió entre las palabras de ella. Isobel dijo que la idea era maravillosa, ofreció darme dinero pero él dijo que no era necesario, que si yo deseaba algo, entonces se haría cargo. Claramente pude ver la mirada de complicidad entre ellas, y aunque me enojo, no supe que decir. Isobel volvió a mirarme y me ordenó ir con él, me recordó que lo había prometido. Y sí, se lo prometí, pero nadie habló de hacer estas cosas, por lo que antes de abandonar mi sitio a su lado le dije que en vez de una simplemente llamar, al volver a casa haría una videollamada con Alain y que tardaría el tiempo que me diera la gana.

Lo sé, parecía un chamaquito haciendo berrinches.

 

PIETER

 

—Si te dijera que desde que llegamos, cada una de las cosas que dije fue con la clara intención conseguir que me miraras, ¿te sorprendería?

Más que caminar, Yotam arrastraba los pies un par de pasos detrás de mí. Era la primera vez que alguien se veía tan incómodo en mi compañía y no estaba seguro de cómo debía comportarme con él.  Y lo peor de todo, es que, estaba seguro que si Isobel no se lo hubiese pedido, él se habría negado a acompañarme. Me miró fijamente, su expresión no era la de alguien sorprendido y mucho menos, complacido por mi comentario.

— ¿Acostumbras decirle ese tipo de cosas a las personas que recién conoces? —Dijo y pese al tono de pregunta en su voz, no estaba realmente interesado en conocer la respuesta.

—No es así, nos conocemos desde hace tiempo —le aclaré. — Te veo en cada evento que organiza Isobel o Blaster, y vamos a la misma universidad.

Yotam asintió con apatía, como si no estuviera escuchando lo que le decía o peor aún, como si no le importara. Esta era la misma actitud que le había visto tomar con todas las personas que en algún momento le han demostrado interés. Pertenecíamos a la misma facultad, por ende, le veía todos los días en la universidad. Siempre estaba con las mismas personas y ellos no permitían que nadie más se sumara a su selecto grupo. Yotam acostumbra mantener esa actitud seria, como si estuviese perdido en su propio mundo, pero no es realmente de esa manera. Lo sé, porque he visto cómo se comporta con sus amigos y con él… esa persona que lo mantiene atrapado en todo “eso” que significa en la vida de Yotam. Y si no me le acercaba cuando estábamos en la facultad, era porque Rubens no lo deja ni a sol ni sombra. Al parecer, el hecho de tomen las mismas clases, le daba derecho a acapararlo tan solo para sí. Entonces buscaba mi oportunidad de acercarme en cada evento de los que organizaba Isobel, pero fue hasta ahora que encontrarlo solo.

— ¿Qué es lo que te falta? Me gustaría dártelo.

Hablé con ímpetu, con la aparente confianza de la que en realidad carecía. Yotam me gustaba desde hacía mucho tiempo. Desde que éramos jóvenes y se nos juntaba en una sala aparte en los eventos que organizaban nuestros padres. Pero Yotam nunca miraba a  nadie más que no fuese a esa persona. Sin importar lo que yo hiciera, él no se fijaba en mí… por eso tuve que hacer esto. Armar todo este plan.

— ¿Por qué lo harías? —preguntó, mientras se adelantaba a mí. Lo observé caminar hasta una de las tiendas de ropa, creí que entraría pero tan solo se recargó contra la pared.

—Creo que si no te lo digo con todas las palabras, tú simplemente no podrás notarlo —respondí, acercándome hasta donde él reposaba con la espalda contra la pared. —Me gustas Yotam —lo solté sin más.  Y me sentí bien de decirlo porque había sido mucho tiempo de cargar con este sentimiento, pero me hirió el que Yotam, ni siquiera me mirara. — ¿No dices nada?

—Gracias —respondió indiferente.

—No quiero que me lo agradezcas, no es necesario. No estoy mintiendo, en verdad, desde hace algún tiempo… me gustas mucho.

—Pues muchas gracias…

Me dolió su respuesta y el mismo tiempo me asustó el efecto que tuvo en mí. Tan devastador hasta el punto lograr mi arrepentimiento. Después de todo, quizá debí reservarme mi confesión para después, sin embargo; durante meses busqué la oportunidad de acercarme y contarle lo que su persona ha causado en mí, pero él había reaccionado con tanta dureza. Ese carácter feo no combinaba con la dulzura de sus gestos, la suavidad que parece haber en sus sentimientos. Mentía, estaba convencido de que Yotam solo estaba mostrándome una mascarada y no la persona que realmente es.

— ¡Que frialdad!

— ¿Isobel te pidió que hicieras esto? —Por primera vez lo vi molesto, una expresión que no le conocía y que sin importarme el peligro que pudiera significar para mí, me pareció muy atractiva. Una mirada azul severa, gélida… un rostro perfecto con el ceño fruncido y los labios cerrados, como descansado el uno sobre el otro, pero sin llegar a aplastarse. Las manos ligeramente empuñadas y esa determinación por desenmascarar lo que él, creía que era una vil traición.

—No, por supuesto que no… ella solo me ha dicho cosas buenas de ti.

—Y entre esas cosas buenas, te dijo además, que estoy con alguien… ¿te dijo que crecí con él? ¿Qué llevamos más de veinte años juntos y que lo he querido desde entonces? ¿Te dijo que yo he amado a esa persona de todas las formas y maneras en las que un hombre puede amar? —No pude responder, sabía que la cercanía entre ellos era mucha, pero no a este grado. — ¿No? Seguramente no te lo dijo porque a veces decide callar ciertas cosas, para manejar las circunstancias a su favor. Pero esa toda la verdad, así que disculpa si no me ocupo de tus sentimientos, pero estoy demasiado entretenido con los míos, tanto que no tengo tiempo para nadie más.

 

ISOBEL

 

— ¿Ves a lo que me refiero? Ese comportamiento tan… ¿eso es lo único que te ha dejado Alain? Te ha enseñado a comportarte como un…

— ¿Por qué dejas las palabras a medias? ¡Dilo! Todas esas cosas que estás pensando —la enfrenté. Ella se había enfurecido desde que se enteró de las cosas que le había dicho a Pieter.

Me fue regañando en todo el trayecto hasta el estacionamiento y las cosas solo se pusieron peor después. El chofer nos oía discutir, pero intentaba disimular y aunque me moría de vergüenza, esta vez no pensaba quedarme callado esta vez.

—Eres irracional, cerrado de la mente… —gritó ella— comprende que ya no era más ese niño que llegó a mi casa sin nada, ahora eres un hombre que tiene nuestro respaldo, eres mi hijo y quiero sentirme orgullosa de ti y de las decisiones que tomas.

Te lo he dicho una y otra vez, debes de conocer más gente, relacionarte con ellos y aprender a sacar tus propias conclusiones, en vez de permitirle a Alain que incluso piense por ti. Como a él no le agradan nuestras amistades, entonces a ti tampoco… como él no sale a fiestas tampoco lo haces tú. Y como él es un idiota tú te comportas exactamente igual.

— ¿Terminaste?

—No, no he terminado —se quejó—. Pieter es un buen muchacho y si ya elegiste este camino, también es un excelente prospecto. Él es mucho más de lo que Alain podrá serlo alguna vez.

—No te atrevas, si quiera, a compararlos Isobel.

—Tienes razón, no hay punto de comparación —corrigió ella con desdén—, Pieter viene de una buena familia. Tiene todas las posibilidades que Alain jamás va a tener y no porque no pueda alcanzarlas, sino simplemente porque no quiere hacerlo. Le basta hundirse en su mundo de indiferencia y está arrastrándote con él.  Pero ya no voy a permitirlo… por eso te disculparas con Pieter, quiero que lo conozcas, que salgas con él.

—No lo haré.

—Ya veremos.

Ya era hora de que alguien le hiciera ver la realidad. Tenía muchas oportunidades por delante, ¿para qué conformarse?

 

PIETER

 

Pese a lo que mi abuela dijo, insistí en asistir a la cena. Llegué temprano y mi intención fue clara, me mantendría lo más cerca posible de Yotam.

Isobel fue la primera en recibirme, era además; mi cómplice en todo. Me puso al tanto de la situación y también me indicó en donde podría encontrar a Yotam. Fue una sorpresa para mí, cuando al buscarlo, me topé con una persona completamente diferente a la que había visto en la plazoleta. Su expresión arisca y el enojo de antes ya no estaban más en él.

— ¿Puedo sentarme a tu lado?

—Nadie te lo impide —respondió—. Sobre esto, Isobel dijo que debía disculparme contigo por lo que dije antes…

—Eso fue lo que dijo, pero ¿cuál es tu opinión? —Quise saber.

—Quizá te he visto antes, si no mal recuerdo, en la cena de la empresa que organizó Blaster en enero y posiblemente también nos hemos cruzado en los pasillos de la facultad… pero, ¿qué con eso? No es bueno que yo te guste, porque no puedo tener ese tipo de interés en ti.

— ¿No puedes? —Indagué, aunque definitivamente un “no puedo” era mucho mejor que un “no quiero”.

— Isobel creé que eres un buen partido. Yo solo, que eres una buena persona, no lo sé, no te conozco lo suficiente como para decir lo contrario. El punto es, que amo desesperadamente a alguien más y aun si él no es el más adecuado, la verdad, tampoco lo soy yo. —Confesó y por primera vez desde que me senté a su lado, su mirada buscó la mía para sostenerla. —Pieter, puedes tener mucho dinero… pero, quererlo es lo más difícil y bonito que me ha ocurrido en la vida. Así que no me preguntes que puedes darme, porque no me falta nada. Alain me da todo aquello que quiero… su pecho para que recueste mi cabeza y pueda escuchar lo rápido que late su corazón tan solo por mí, me da la paz que necesito al final del día y un beso en la frente justo antes de que duerma. Me da su tiempo y sus energías, me piensa y me cuida por sobre todas las circunstancias. Me siento protegido y amado y para mí, esas son las cosas que realmente valen. Lo material no me importa tanto cuando tengo su cariño y su amor.

Ojala tú sí puedas entenderlo, ya que Isobel no quiere hacerlo.

—Alain es muy afortunado—lo dije sin pensar.

—No—me corrigió—, soy yo. No tienes idea de lo afortunado que soy —finalizó.

 

No pude contradecirlo, su seguridad al decirme estas cosas me dejó sin aliento. De un momento me sentí derrotado, lo peor de todo era que estaba dándome por vencido mucho antes de luchar. Pero no se puede conquistar a alguien que no se pertenece a sí mismo, Yotam voluntariamente se había entregado a él y contra eso, yo no podía, si quiera, competir. Aun con todo, permanecí a su lado el resto de la noche. Sufrí con él su desesperación al ver pasar las horas sin que llegara la persona a quien esperaba. Lo vi marcarle una y otra vez sin obtener respuesta. Huir de la curiosidad de la gente y de la propia Isobel.

La primera copa que le ofrecí, la rechazó. Minutos después y aprovechándome de su creciente desesperación, volví a ofrecérsela y la cogió y bebió de ella sin dejar una sola gota de vino. Era un Chardonnay que había sido abierto especialmente para nosotros. Su sabor era grueso y espeso, de esos que te marean tan solo con el olor, sin embargo; Yotam se lo pasó sin hacerle gestos. Hubo una segunda y tercera copa de vino, a la cuarta copa sus habilidades de buen conversador se hicieron presentes. Aproveché que el vino comenzaba a hacer efecto en él y con toda la intención lo alejé del gentío.

Con la botella y nuestros abrigos lo conduje hasta los patios traseros de la casa. Me sentía dispuesto a aprovecharme de su situación, ahora, que finalmente había bajado la guardia ante mí. Hubo una quinta y sexta copa de vino, antes de que me pidiera volver.

—Aun no—le pedí.

— ¡Tengo frío!

—Puedo ayudarte con eso.

Intenté abrazarlo, pero tan pronto como me vio avanzar hacia él, retrocedió. Avancé nuevamente y Yotam volvió a retroceder. Su mirada decía, no te acerques más, pero yo deseaba sentirlo, aunque sea un poco.

—Si no quieres volver, entonces quédate —dijo esto y me dio la espalda para marcharse, pero me colgué de su brazo y lo obligué a detenerse. Yotam luchó por deshacerse de mi agarre, pero fui más rápido y lo sometí sin problemas.

—No me temas, no quiero hacerte daño —le aseguré, pero el efecto que esperaba lograr en él, fue contrario a lo que sucedió. Lo vi mirarme como con miedo y tembló entre mis brazos. Intenté acariciar su rostro para calmarlo, pero mi auto-control falló y para cuando fui consciente de lo que hacía, ya estaba besándolo. Él se resistía pero yo bebía con desesperación el sabor seco del vino en su boca. Habían sido muchos meses deseando tan solo un poco de esto, que sentí que me duró tan poco. Yotam logró hacerse un espacio y lo siguiente que sentí, cuando sus labios se apartaron de los míos, fue un golpe a puño cerrado en el rostro.

 

ALAIN

 

El vuelo se había retrasado, así que llegué al aeropuerto pasado de las siete, y a la casa de Blaster casi a las ocho y media. Desde la entrada pude ver al gentío y entendí a lo que Yotam se refería. Entré rápido y comencé a buscarlo. Me había quedado sin batería en el celular y pensaba que a estas horas, quizá estaría molesto por mi retraso.

Al primero que vi fue a Blaster. Le pregunté por Yotam, pero  detrás de él venía uno de nuestros nuevos clientes; esperábamos cerrar un negocio importante con él en los próximos días, así que me entretuve hablando con él. Cabe decir que me esforcé en sobremanera por prestarle atención, sin embargo, cada cierto tiempo pasaba la mirada por entre la gente buscando a Yotam. Otras personas de la empresa que se fijaron de nosotros, comenzaron a rodearnos y atenderlos era un aspecto importante de mi trabajo, por lo que les di todo lo que pude de mi atención.

Había muchos planes para el fin de año, metas que Blaster anhelaba cumplir y en las que me veía directamente involucrado. Entre pregunta y pregunta me fui olvidando de lo demás, hasta que Blaster me empujó disimuladamente.

No vi por donde apareció Yotam, tan solo cruzar la sala casi corriendo. Lo conocía lo suficiente como para saber que algo malo había sucedido. Blaster interrumpió la conversación en ese momento y me disculpó con ellos mientras me sacaba del círculo de gente que nos rodeaba. Lo intercepté en uno de los pasillos, cerca de las escaleras. Al principio, se detuvo en seco al verme, pero segundos ya lo tenía entre mis brazos y yo le recibí protegiéndolo. Estaba helado de las manos y el rostro y olía a vino. Yotam no bebía, lo tenía prohibido cuando yo no estaba cerca para cuidarlo. En él, el licor podía tener un efecto demoledor.

— ¿Qué sucede? —Quise saber, Yotam no pudo hablar, pero la persona que llegó detrás de él, con la nariz cubierta con la mano y goteando sangre, me dio la respuesta más obvia. A la que no esperaba ver ahí, era a Isobel. —Has ido demasiado lejos esta vez—le dije mirándola acusadoramente—, ambos lo han hecho.

Yotam seguía aferrado a mí y tan solo para incomodarlos, lo besé. No estaba haciendo nada malo y el que me correspondiera con el mismo ímpetu, era la prueba. Me pertenecía. Yotam es tan mío como yo soy de él y eso, ni siquiera Isobel podría cambiarlo. Por otra parte, las intenciones de Pieter no me eran novedad. Estaba al tanto de su interés por mi hombre y creí haber sido lo suficiente claro cuando le dije que no se le acercara.

 

YOTAM

 

El vino y sus besos tuvieron un efecto febril en mi cuerpo. De pronto, el frío que sentía fue sustituido por un calor excitante. Gemí en su boca y Alain me sujetó con más fuerza aun. Me sentía mareado, pero al mismo tiempo, estaba completamente feliz. Me hubiese restregado contra su cuerpo si la fuerza con la que me aferraba a su cuerpo, no me lo impidiera.

Le pedí que subiéramos a la habitación o tal vez, solo lo pensé. Todo lo que veía era como en una sucesión lenta de fotos: nos besamos en las escaleras, lo siguiente que vi es que me arrastraba por el pasillo, después los dos estábamos en la habitación, con la puerta cerrada y Alain me miraba con seriedad. Tenía la sensación de que me había preguntado algo, pero no estaba seguro. Alain parecía esperar algo y entonces, de la nada me tomó por el cuello de la camisa y me arrojó a la cama.

Fue más la sorpresa que el tiempo para reponerme de ella. Alain me jalaba la ropa con algo más que la mera intensión de desnudarme. Dijo algo sobre Pieter y yo le acusé de no responder a mis llamadas. Entonces él dijo que se había quedado sin baterías y yo le confesé que lo amaba.

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