CAPÍTULO 16
Aún Tenemos El Ahora
El espacio se empequeñece. La distancia entre sus cuerpos se vuelve nada mientras se miran fijamente. No hay vergüenza en sus rostros, tan solo seguridad. La protección que brinda reconocerse en su hogar, en el refugió de un cuerpo en el que son forasteros, pero que sin embargo, conocen a la perfección. Un cuerpo que pese a ser ajeno les pertenece.
Sus brazos se ciñen en un apretón que parece inevitable, pero completamente necesario. La confirmación reprimida de lo mucho que se habían extrañado en las últimas horas y de lo difícil que resulta estar sin el otro. Yotam sonríe, << quizás es el vino>> piensa Alain. Y se hace un espacio, tan solo para apreciar mejor esa sonrisa. Sigue siendo el mismo chiquillo de su niñez, tan dulce y transparente. Yotam imita su expresión seria y de inmediato vuelve a sonreí.
No… ahora ríe. Y esa actitud traviesa conmueve a Alain. ¿Es posible amar tanto? Le duele el alma, pero es un dolor rico. Un dolor que lo hace feliz. Entonces se deja contagiar de esa musiquita que le encanta, también ríe. Que fuera de estas paredes el mundo se caiga a pedazos y a ellos les daría exactamente lo mismo. Si están juntos, si se mantienen entre los brazos protectores del otro, entonces, bien saben que nada malo podría pasarles.
Yotam se sujeta el estómago, no puede reír más pero controlarse ahora mismo le es imposible. Alain por su parte, queda atrapado en un ataque de tos, <<es por la edad>> se dice, y se enoja consigo mismo por preocuparse por estas cosas, a sabiendas que a Yotam le da exactamente lo mismo la diferencia de edades entre ellos. Pero a él sí que le importa, le aflige y es que cada año de más le pesa y envejece más de lo normal.
— ¿Estás bien?
La pregunta llega en el momento justo para avergonzarlo. Ahora que la preocupación se ha instaurado en su rostro, Yotam ya no ríe. En cambio intenta incorporarse para auxiliarlo pero Alain lo detiene.
—Lo estoy —asegura, aunque aún está tosiendo.
Logra calmarse mientras su mirada se pierde por el rostro ajeno, ¿qué es lo que tiene Yotam hoy, que no puede dejar de mirarlo? Le tiemblan los sentidos y las ansias por llenarse de él, pero no se lo deja saber. Siente un miedo tan profundo que es incapaz de expresarlo con palabras, ¿cómo decírselo? Lo que menos desea es inquietarlo. El menor pestañea coqueteándole y Alain está seguro de sentir la brisa del batir de sus pestañas sobre la piel de su rostro… ¿Qué les depara el futuro? ¿Qué sería de la vida de Yotam si alguien intentara separarlo de su lado? ¿Lo soportaría? ¿Se negaría…? ¿Y él? Simplemente no podría continuar, no sabría cómo hacerlo. Esa mujer que dice ser la madre de Yotam… ¿acaso su amenaza al detective habrá sido suficiente como para que desistan de buscarlos? ¿Y si no…?
— ¿Qué pasa? —Pregunta Yotam envolviendo el rostro de Alain con sus manos—. Y no digas que nada, puedo sentirlo… algo está inquietándote y quiero saber que es.
—Nada—responde a pesar de la amenaza y hasta cierto punto es verdad.
Yotam no se lo cree del todo, lo siente. Alain está muy afectado y le preocupa el que no quiera decirle cual es la razón… << ¿paso algo en Dublín? ¿Tendremos que ir al juicio?>> quiere preguntárselo pero no se atreve. Es entonces cuando Alain susurra un urgido “te necesito”… tímido sí, pero sobrenaturalmente inmenso. Lo necesita, su voz no deja lugar a dudas.
—Estoy aquí, siempre voy a estar contigo.
La promesa logra estremecer a Alain, en este momento un “para siempre” se escucha bastante bien. Necesitado de su cariño se acomoda sobre él dejándole sentir su peso, se refugia en la tibieza de su cuerpo y Yotam le besa la frente. Entonces y como por arte de magia, todas las preocupaciones desaparecen. <<Aun tenemos el ahora>> se repite Alain.
¡Que calma!
¡Cuánta paz!
YOTAM
Se dice que no existen las palabras capaces de describir con fidelidad el sentimiento de mirar fijamente a los ojos de la persona que amamos. Muchos libros se han escrito intentándolo y canciones también, pero siempre falta algo… esto que siento, todo esto que él me provoca. Amor, necesidad, codependencia… ¿Cómo debería llamarlo?
Alain me busca y nuestros labios se encuentran a medio camino: entre la cordura y el deseo intenso. El beso se vuelvo ardoroso, rudo y angustiosamente delicioso. Sé que me está ocultando algo y aunque me entristece, en el fondo sé que la única razón de no decírmelo, es porque intenta protegerme. Quisiera decirle que no debe subestimarme, que quizás le sorprendería lo fuerte que me he vuelto gracias a él, pero no puedo, no cuando mi boca y labios son absorbidos por los suyos. Me toca y besa con la confianza de saber que le pertenezco, le siento reclamarme, empoderarse en mi cuerpo y su reacción me incita.
Sedo ante él porque lo extrañé o porque simplemente no sé decirle que no, nunca he querido aprender a decirle que no. Lo quiero, en cada instante de cada hora lo quiero y lo necesito a mi lado o sobre mí… el “como” ahora mismo me resulta irrelevante. Le correspondo con la misma urgencia, feliz de que mi pasado no me perturbe y apague. Mis manos se aferran al cuello de su ropa y es entonces cuando el momento se me escapa de entre las manos, en el preciso instante en que Alain repara en la mía. Como si por primera vez desde que volvió de viaje me estuviese viendo, su mirada me recorre aun por encima de mí. Y no, ya no está contento.
—La última vez que te vi usar un traje completo, fue en la graduación del colegio y recuerdo que dijiste que te incomodaba — me dice y su voz resulta grabe, casi áspera. — ¿La ocasión lo amerita?
—Isobel insistió—le confieso preocupado de lo siguiente que dirá, pero Alain tan solo asiente. — ¿No te gusta?
—Le gusta a Isobel, ¿qué importa si me gusta a mí?
—Me importa a mí —le interrumpo de inmediato, y mi participación es tan abrupta que lo obligo a incorporarse para que pueda sentarme. — Eres quien elige siempre la ropa que uso, te estaba esperando, pero llegaste tarde… así que ella lo trajo, pero puedo quitármelo si te disgusta.
NARRADOR
Alain repara en sus palabras. Sus ojos se encuentran con los grises de Yotam, y le atormenta ver esa mirada preocupada. Él, mejor que nadie sabe lo que Isobel significa en la vida de Yotam y aunque este molesto con ella, no quiere hacerlo sufrir, ponerlo contra la espada y la pared.
— ¿A ti te gusta?
—Ya te dije que Isobel insistió —reclama Yotam, enojado. Definitivamente debía ser el vino, porque de otra manera, no le hubiese gritado. — No le pedí nada, pero ya lo había comprado.
—No fue lo que te pregunté—le aclara Alain, acariciándole el rostro para calmarlo —. Honestamente, ¿te gusta? Porque a mí me gustas sin importar lo que decidas ponerte.
Yotam no parece pensarlo demasiado, baja la mirada y niega despacio. Es entonces que las suposiciones de Alain se vuelvan ciertas, Yotam usaba el traje tan solo para complacer a Isobel. Se había sentido presionado porque ella lo había comprado y a su parecer, pagó demasiado por él.
—No te preocupes por el dinero, se lo devolveremos. —Le dice Alain, como adivinándole los pensamientos. Le busca la mirada, mientras sus manos inician la tarea de desvestirlo. Por supuesto y ¿cómo no…? Le gusta cómo se ve con esa ropa, los objetos costosos siempre le han sentado bien a Yotam, cosas que él no puede darle… ¿No? Alain repara en el pensamiento y lo elimina de inmediato, no puede dárselas ahora, pero está esforzándose por ofrecerle una mejor vida y en poco tiempo podrá comprarle todo cuanto Yotam se merece.
—Pero no tenemos dinero y el traje costo… —Alain lo caya poniéndole un dedo sobre los labios.
—Lo que cueste, no importa—le asegura—acostumbro responder por mi hombre.
BLASTER
La ausencia del festejado comenzó a hacerse evidente e Isobel luchaba en sobremanera por no perder la paciencia, sin embargo, cada vez le costaba disimular su descontento. Fue hasta que ya no pudo soportarlo más, que vino a mí para pedirme que interviniera. Como de costumbre, la complací. Subí por el par de trúhanes que son capaces de dejarnos mal, en medio de todas nuestras amistades, sin la menor de las consideraciones. Di algunos golpes sobre la puerta antes de entrar para anunciar mi llegada, al primero que vi fue a Alain, sentado a la orilla de la cama con el rostro escondido entre las manos. Tenía ese aire trágico que suele perseguirlo.
—No es lo que parece—se apresuró a decir en cuanto se percató de mi presencia.
— ¿No? —Rebatí —Entonces, supongo que no está el mayor de mis hijos medio vestido y con cara de arrepentimiento, mientras que el otro —reparé en Yotam, a quien apenas miré de reojo— de seguro, él no parece dormir plácidamente apenas cubierto con una sábana, sin importarle que abajo todos se preguntan en dónde está.
Alain se giró a mirar a Yotam, a quien protegía con su cuerpo de mi campo de visión y después de pensarlo un par de segundos, se corrigió. —En ese caso, tal vez si es lo que parece. Asiento para acentuar que estoy de acuerdo con su respuesta, pero no digo más. Algo pasa, Alain nunca ha sido bueno ocultando sus sentimientos, aunque él jure y perjure que sí.
—Estas a punto de reventar… —le digo y él tan solo evade mi mirada. —Despierta a Yotam y ven a hablar conmigo en el pasillo.
Lo hace. Apenas un par de minutos después sale y se recarga contra la ventana, frente a mí. No tengo que preguntarle qué es lo que pasa, pues de inmediato empieza a hablar. Sin muchos detalles me cuenta lo que había pasado con Yotam, también me habla sobre lo que Isobel le había obligado a hacer en la plazoleta. Lo de Pieter e incluso lo del traje. Entre sus palabras comprendo que hay muchos, pero por el momento esto que me dice es lo que más parece perturbarlo.
—Puedo entender que no le agrado—argumenta —pero, solo le pido que si no acepta mi relación con Yotam, por lo menos, respete el hecho de que estamos juntos. Tú mejor que nadie sabes que estoy dando todo de mí en el trabajo, si ahora no tengo todo lo que Pieter sí, es solo cuestión de tiempo. Ahora que, otra cosa seria si Yotam me dijera que esta sinceramente interesado en él, entonces, sin importar qué, lo dejaría libre.
—Si te escucha decir esas cosas vas a herirlo —le advertí. Yotam ya se sentía demasiado inseguro por el cómo habían iniciado su relación, como para que encima escuchara algo como esto. Hubiera querido contarle a Alain sobre nuestra plática de medianoche, pero Yotam me hizo prometer que no se lo diría.
Sobre Isobel, le aseguré que hablaría con ella. No iba negar me que sorprendió mucho enterarme de estas cosas, ella a veces es demasiado impulsiva, sin embargo, esta vez había ido demasiado lejos.
ALAIN
Volvimos justo cuando estaban por servir la cena. Yotam iba de mi mano, vestido con la ropa con la que realmente se sentía cómodo, quizá su estilo no era precisamente el más formal de todos, pero a mí no me importaba. Bajamos las escaleras intentando mezclarnos entre el gentío pero al dar vuelta en uno de los pasillos, nos topamos de frente con Isobel y Pieter.
La expresión en el rostro de Isobel dejo claro su descontento. Yotam disminuyó la velocidad de sus pasos, pero me aferré con fuerza a su mano y lo animé a continuar. Isobel no era una bruja mala, simplemente no quería que Yotam estuviera conmigo.
—Lo haces a propósito, porque sabes que me molesta —me acusó. — ¿Es así como debe vestir? Con el cabello goteando agua y la ropa sin ajustar…
—Es así como le gusta vestir —la corregí— y yo lo apruebo. Si quiere usar camisas amplias y sin ajustar… es cosa suya, ¿no? Le gusta usar abrigos y pantalones no tan formales y ¿qué…? Lo del agua en su cabello es otra cosa… —a pesar de que tengo ganas de restregarle en la cara a Pieter lo que Yotam y yo hemos hecho, me detengo por respeto a Isobel— algo sobre la cual no creo que quieras mayores detalles, tan solo diré que no nos diste suficiente tiempo como para secarlo. ¿No estamos correctamente vestidos como para estar con tus amigos y sentarnos en tu mesa? Porque si se trata de eso, puedo llevármelo ahora mismo.
Yotam se aferró con ambas manos a mi brazo y se escondió tras de mi espalda. Él odiaba vernos discutir, no lo soportaba y por esa razón yo había decido callar, pero ya no más.
— ¿Cómo te atreves?
—Me atrevo de la misma manera en la que tú, tuviste la desfachatez de traer a “este” para echárselo encima a mi pareja. Porque sí, Isobel… no importa cuánto te haga rabiar, Yotam es mío… lo que no has entendido es que no soy quien lo obliga a estar conmigo. No te detuviste a pensar en cómo se sentía por las cosas que le obligaste a hacer, su incomodidad y su tristeza. Te valiste de lo mucho que te quiere para manipularlo aun cuando yo te lo confié.
Así que no sé quién es peor aquí, yo por no tener el dinero que la familia de Pieter tiene o tú por valerte de su cariño para herirlo. ¿No es suficiente para ti, tal cual es y por eso quieres cambiarlo? ¿Crees que por vestirlo con ropa cara él va a impresionarse? Pues ya ves que no. Mi Yotam es valioso por la maravillosa persona que es en su interior y no por lo que trae puesto, así que como ahora está llorando por tu culpa, es tu deber consolarlo.
Dicho esto saqué a Yotam de detrás de mi espalda y lo dejé en los brazos de Isobel. No planeaba separarlos, pero no iba a permitirle que intentara pasar sobre mí de nuevo.
—Y en cuanto a ti —dije mirando a Pieter—, necesitas más que una botella de vino para lograr lo que te propones. Aléjate de él, porque no pienses que habrá una próxima vez.
NARRADOR
El resto de los invitados se retiró pasado de la medianoche. Isobel y Blaster se habían retirado al patio trasero de la casa, mientras Alain y Yotam ayudaban al servicio a limpiar la casa.
Yotam desde la sala juntaba las copas en una charola y Alain ayudaba a lavar los platos. Blaster insistió en que no tenían que hacerlo pero ellos habían hecho de oídos sordos. Después de un rato, cuando Alain estaba terminando de secar los platos, Isobel entró a la cocina y dejó una taza de té junto a Alain. Blaster ya había hablado con ella y esta era su manera de disculparse.
— ¡Lo lamento! —Dijo— ¿Cómo pude haberlo sabido?
—Saber ¿qué…? —reparó en seco Alain.
Ella comenzó a llorar y se abrazó a él. Habían sido tan pocas las veces que Isobel lo había abrazado que al sentirse entre sus brazos, casi entendió porque a Yotam le gustaba tanto que lo abrazara.