CAPÍTULO 18
Remanso y Tempestad
Mi padre me dijo en una ocasión, ahora mismo no puedo recodar exactamente en qué momento; que engañar a una persona que confía en ti es una decisión, no un accidente. Y que si respetaba a esa persona, si realmente la quería… no debía mentirle ni dañarle. Él dijo que las decisiones tienen consecuencias permanentes en quienes amamos, como para dejarnos llevar por emociones pasajeras. Pero esto que yo le ocultaba a Yotam era tan solo porque no quería verlo sufrir… al menos, es eso lo que creo.
— ¿Qué es exactamente lo que quieres saber sobre él?
La pregunta vino cargada de recelo y temor. Yotam se soltó de mis manos mientras hablaba. Había un aire desafiante que era nuevo en él, al igual que su rechazo. — ¿Acaso no confías en mí…?
—Cálmate—dije—, no tienes que ponerte a la defensiva porque nadie está atacándote.
—Confías en mí, ¿sí o no?
La dureza de su expresión y el tono demandante en su voz me irritaron. Yotam es todo, menos una persona exigente. Yo bien podía seguirle el juego y hacer de esto una gran pelea, pero no me dejé arrastrar por su actitud; respiré y mentalmente me dije, no es mi circo, no son mis monos.
—Confió en ti—respondí tan sereno como pude—siempre lo hago.
Y pese a que lo que dije era verdad, mi respuesta fue malinterpretada por él. Confiaba en Yotam más que en ninguna otra persona en mi vida, y estaba convencido de que Pieter no era más que una sombra sin relevancia entre nosotros. Un aprovechado que vio la oportunidad y no quiso dejarla pasar. Lo sé tan claramente como sé que Yotam no estaba interesado en él, ni en nadie más… él solo me ama a mí.
Ahora, el que se mostrara tan inseguro por un asunto en el que yo estaba plenamente confiado de saberlo todo, era otra cosa muy distinta.
—No te burles de mí —dijo y pude sentir la amenaza en sus palabras—. Odio cuando me menosprecias.
— ¿Menospreciarte?
—Sí, menospreciarme… no actúes como si lo supieras todo porque no es así. Me tratas como si fuese un tonto, me subestimas y realmente odio que lo hagas. Sé más de lo que te digo, pienso más de lo que hablo y me doy cuenta de mucho más de lo que crees. —Se detuvo tan solo un momento para llevarse ambos manos a la sien, era un mal que le aquejaba de siempre, si se alteraba sufría de dolores de cabeza. Sin embargo, tomó aire y continúo. —Desde que me llamaste al mediodía supe que algo estaba pasando, lo confirmaste cuando cruzaste esa puerta, ¿por qué no fuiste a buscarme? No me llamaste, estaba esperándote… ¿No tenías batería? ¿Acaso no hay teléfonos públicos cada tres pasos en el aeropuerto?
Y cuando fuimos a la habitación… me volviste solo una distracción para ti, el motivo perfecto para evitar que hablaras. Lo hicimos pero no te quedaste a mi lado. Tu cuerpo quizá estuvo conmigo, pero tu mente no. Durante la cena apenas y si aceptabas que te tomara de la mano, pero si te miraba fijamente entonces me abrazabas… cuando todos se fueron comenzaste a evitarme, no querías estar en la misma habitación conmigo y si te buscaba te ibas a otra parte.
Isobel y tú no se llevan bien, pero ahora se apartan a solas para hablar de Pieter, por favor Alain… no soy estúpido.
No supe que decir.
Supongo que estaba demasiado sorprendido como para ordenar una idea y poder expresarla. Sentí una alarma interna comenzar a sonar… ¿qué más había notado de mí en todo este tiempo? Y por mucho que quise apartar el pensamiento me entró la duda sobre si realmente estaba subestimándolo. Él ya no era un niño, me lo repetía diariamente y yo creía estar consciente de ese hecho, pero quizá soy el único que no acepta la realidad. Era yo quien no soportaba la idea de que Yotam ya no me necesitase a su lado.
— ¿No dices nada? —Me presionó y fue solo por quitármelo de encima que dije lo primero que se me vino a la mente.
—Mi conciencia está tranquila.
Obviamente esa no era la respuesta que Yotam esperaba y más que enfadado, lo sentí ofendido. Sus ojos se vidriaron pero no porque sintiese la necesidad de llorar, él me miraba herido. Y con una expresión tan fría en su rostro que me entristeció.
No, mi conciencia estaba muy lejos de estar tranquila, pero estaba seguro de que muy en el fondo, Yotam también estaba ocultándome algo. Era mi último haz sobre la manga y lo saqué para jugarlo.
— ¿Qué es lo que sucede contigo? Confió en ti… no te menosprecio pero, ¿crees que te oculto algo por nada?
¡Listo! Había sido relativamente fácil y en un abrir y cerrar de ojos la situación se había invertido. Ante mis palabras Yotam intentó disimular, pero su obstinación lo puso en evidencia. Él no sabía mentirme. Años y años juntos… pero esto, era una de las tantas cosas que él aun no aprendía. Aunque no es un asunto exclusivo de mí. Mentir es algo ajeno a su alma y a esa inocencia que pese a sus años, la inexperiencia le había permitido conservar.
—Acabo de hacerte una pregunta Yotam, ¿es por nada?
Se intimidó y retrocedió un paso, solo uno y con eso bastó. Yotam reaccionó cual animalito finalmente ha sido acorralado; primero miró a Blaster y seguidamente a Isobel, entonces volvió su mirada nerviosa a mí. En cualquier otro momento, mi Yotam se hubiese rendido. Él mejor que nadie comprendía que estaba sitiado, no había otro lugar al cual ir; sin embargo, esta persona frente a mí: tan terca y fingidamente arrogante, optó por dar una batalla más.
—Dije… llévame contigo —inició—, pero te negaste. Aun cuando ya lo habías prometido.
—Lo hice por tu bien…
—Como sea—respondió con indiferencia—. Te dije que si nos separábamos las cosas salían mal.
—La soberbia Yotam, es una incapacidad que suele afectar a pobres infelices que se encuentran de golpe con una gota de poder. Y la traición viene de gente corriente acostumbrada a vivir vidas ajenas para evitar lo insignificante que le resulta su propia vida.
Así que más te vale que hables claro y de una vez por todas… y que conste que me siento capaz de soportarte muchas cosas, pero si quieres volver al fango en el que estabas, no pienses que me arrastraras contigo.
Muchas cosas pasaron justo después de que terminé de hablar. Isobel y Blaster intervinieron pero yo tan solo pude escuchar a Yotam gritarme que de ese fango del que hablaba, era también en el que yo había crecido. Que dejara de actuar como si solamente él hubiese estado en el monasterio de Wicklow.
Me lastimo.
Era cierto y sin embargo, me sentí tan herido por él que mi respuesta fue la más estúpida de todas. Lo miré fijante mientras lloraba. Todo lo que no había querido mostrarle, lo dejé salir en un momento de desesperación.
El dolor era tan agudo tan profundo que me quemaba la piel. Yotam intentó acercarse y abrazarme pero lo rechacé tajantemente. Lo empujé con fuerza para apartarlo de mí, no podría explicar exactamente el motivo o la razón, pero sentí coraje por él y terminé culpándolo por todo lo que habíamos pasado. No era su culpa, de ninguno de los dos, pero mi maldita boca no pudo quedarse cerrada y dije cosas que nos lastimaron a los dos.
—Hubiese escapado desde mucho antes, pero sentía lastima por ti y tuve que cargar contigo. —No, no fue así, yo lo amaba desde entonces, solo que no lo sabía… no podía comprender lo que era el amor estando en una situación como esa, pero por él, sentía amor. — Tuve que soportar golpes por tu culpa, humillaciones, hambre… frío, sed. Todo porque eras demasiado débil para sobrevivir por tus propias fuerzas. —Solo era un niño pequeño que estaba demasiado asustado, así, justamente como lo estábamos todos los demás. — Ojalá te hubiese dejado en ese lugar… —mentira, mentira… sin importar qué, hubiese vuelto por él las veces necesarias—. Ojalá jamás hubiese vuelto por ti, para no tener que haber padecido todos esos años más. Ojalá no te hubiese traído conmigo… trabajé por ti, te di un techo, un hogar, puse comida frente a tu mesa, te vestí, te di educación, te he cuidado todo este tiempo —lo hice tan solo porque lo amo con locura, eres mi todo, no escuches lo que digo— y cuando eso no te bastó te volví mi pareja—fui el hombre más feliz entonces—. Quise hacer de ti todo lo que jamás serás. —No es verdad, eres maravilloso, me siento tan orgulloso de ti. —Tanto esfuerzo y todo para qué… aun continuas siendo la misma persona asustadiza y débil que conocí en el monasterio.
¿Crees que te escondo algo? Coge un vuelo y ve a averiguarlo por ti mismo. —No lo hagas, tengo miedo de que sufras si descubres la verdad—. Pero si lo haces, asegúrate de no volverte a parar frente a mí, porque no me harás regresar a eso que he dejado atrás, ¿te ha quedado claro? No volveré al pasado. Ni por ti, ni por nadie.
Esta noche te quedaras aquí, no soporto mirarte…