Capítulo diez

¡Nunca creyó que hacer unas simples y malditas papas fritas significara tanto trabajo!… Para él siempre había significado meter la mano al bolsillo y pagar por una deliciosa porción bañada en ketchup y mostaza. Pensaría en este trabajo infame cada vez que volviera a comer papas fritas en su vida. Miró la hora. Gracias a Dios no estaba atrasado y confiaba en que podría servir hamburguesas y papas fritas a tiempo.  Sonrió.  Posiblemente Sánchez moriría dos veces si supiera lo que él estaba haciendo en su cocina… Casi corriendo, llevó los manteles limpios y los puso sobre las mesas del comedor. Volvió a vigilar que los panes no se quemaran en el horno. Cielos! Olían tan bien… por suerte había hecho muchos más de los necesarios.  La carne ya se había descongelado y podía comenzar a molerla y mezclarla con cebolla y aliños. Miró una vez más el libro de recetas y sonrió. ¡Era increíble ser capaz de preparar comida!!! Aunque odiaba las malditas cebollas que lo habían hecho llorar

López llegó de vuelta pocos minutos antes de la hora de cenar. Entró asustado a la cocina pensando que Raimundo lo estaría esperando para preparar la cena… La imagen que vio lo hizo detenerse en seco y mirar asombrado

-. ¿Es eso lo que creo que es?

Sobre cada plato dispuesto en el mesón grande, había un pan horneado, abierto por la mitad, con lechugas, queso y cebollas fritas en espera de las hamburguesas que Raimundo freía a fuego lento sobre la parrilla. El aroma era delicioso y despertó su apetito.

-. ¿Puedes ayudarme con las papas, por favor?

Estupefacto, Jarim se giró hacia la cocina donde las papas fritas se freían en dos ollas grandes

Jarim miraba todo sin dar crédito a sus ojos

-. ¿Tú hiciste todo esto solo? – miró buscando a alguien más en la cocina

-. Ah Jarim… no sabes de lo que yo soy capaz por una hamburguesa con papas – el orgullo se le escapaba por todos los poros

Raimundo estaba muy atareado y se notaba agitado, pero por sobre toda la preocupación de entregar una buena cena, había en él un aire de satisfacción que Jarim nunca había visto antes y que lo hacía brillar como si le hubieran encendido una luz interior

-. ¡Jarim!…¡ las papas, por favor!!

-. Si… las papas… claro… Sánchez nunca ha servido hamburguesas con papas fritas

-. ¿Hay alguien a quien no le gusten? – preguntó Rai recordando que había reglas no escritas que respetar

-. No lo sé. Nunca hemos servido esto

El rostro de los comensales era francamente para la risa cuando Jarim y él iban poniendo delante de ellos la cena de la noche. Primero miraron el plato…. Luego se miraron entre ellos y entonces, procedieron a sonreír y probar las hamburguesas. Rai y Jarim espiaban reacciones desde la puerta entreabierta. El único problema fue no calcular que todos pidieron repetición y hubo que hacer magia en la cocina para poder servirle más a casi todos. Se había olvidado completamente de preparar un postre, como lo hacía Sánchez, pero corrieron a la despensa y lavaron un surtido de frutas que acomodaron en fuentes y pusieron en cada mesa.

Cuando la cena terminó, Raimundo estaba exhausto, pero con un sentimiento de dicha que rara vez había sentido. Algunos uniformados lo felicitaron y él no cabía en sí de alegría… pero apenas se mantenía en pie de cansancio

-. Yo voy a lavar y ordenar – dijo jarim.  Era lo menos que podía ofrecer después de todo lo que Raimundo había hecho.

Rai se sentó en una de las mesas ahora solitarias y por fin pudo comerse una hamburguesa…mmmhhh ¡Dios!! ¡Sí que le habían quedado buenas!!! Las papas estaban apenas tibias, pero se las comió igual, tomándose todo el tiempo para repetirse hasta que ya no le cabía nada más.

-. AAhhh deberíamos comer esto todas las noches… aunque es una jodida mierda hacerlas. ¡Ya sé!! Podríamos hacer pizzas mañana ¿qué crees?

Jarim, en las pocas horas recién transcurridas había cambiado radicalmente su visión de Raimundo. En verdad, había creído que era un inútil hijito de papá a quien tendría que ayudar todo el tiempo que estuviera en el campamento… y Lariarte lo había sorprendido cocinando él solo y además, introduciendo una variación del menú que había resultado un éxito. El chico tenía agallas pero nunca las había demostrado… y era hábil en la cocina… en serio… manejar todo eso al mismo tiempo…

-. Pizza… me gustan las pizzas – dijo Jarim asintiendo. Si Lariarte se atrevía, él lo secundaba.

-. ¿Tenemos los ingredientes? – preguntó Raimundo buscando la receta en el libro de anotaciones de Sánchez… comenzó a leer… hasta que súbitamente se le escapó un grito de la garganta. Miró la hora en su teléfono.

-.Oh mierda.. oh mierdaaaaa…. – se llevó la mano a la boca y corrió hacia el baño.

-. ¿Qué te sucede? – preguntó Jarim.

Rai se lavaba la cara al mismo tiempo que se cambiaba la camiseta del uniforme por una limpia. Agarró la chaqueta y sin detenerse corrió hacia la salida

-. ¡Tenía que hablar con el capitán en cuanto terminara la cena!!!- anunció con la voz temblorosa

Jarim levantó las cejas y puso cara de espanto.

Rai sentía el estómago hecho nudos como cada vez que se ponía nervioso. ¡Dios!!! Faltaban 10 minutos para las diez de la noche y estaba tan atrasado que no sabía si debía o no acercarse a la oficina del capitán a esta hora.  Corrió todo el corto trayecto, pero al estar cerca sus pasos se ralentizaron y sintió miedo de lo que podía pasar. Venía a pedir al capitán que reconsiderara su ubicación y más encima llegaba atrasado. Como siempre, la había cagado. No tenía excusa ni perdón.

FERNANDO

Al terminar la cena, el capitán se levantó de la mesa y se fue caminando tranquilo a su oficina. Luego de cerrar la puerta y saberse a solas, soltó la sonrisa de satisfacción y orgullo que había contenido desde que vio la cena que Lariarte había preparado. ¡Demonios!! Solo a un chiquillo caprichoso con maravillosa imaginación se le habría podido ocurrir cocinar algo tan genial y diferente. Reconocía que era un plato gusto de jóvenes, pero había sido una interesante variación del menú y no tenía nada de que quejarse. Al personal le había gustado mucho. Admitía que el soldado Lariarte lo había sorprendido… aún más de lo que ya estaba. Bien. A la sorpresa había que agregar ahora la agitación que sentía al pensar que en pocos minutos se encontraría a solas con él en la oficina. No podía negar que le agradaba la perspectiva… era curioso cómo hablar con algunas personas podía ser interesante solo por el hecho de que fuera especial. Y lo especial de Lariarte era su belleza. Lo hacía sentir bien saber que no era el único que se daba cuenta de lo especial que era el chico… más bien era el único que no hablaba de él cuando todos los demás en el campamento lo hacían. Sin duda, venía a pedir que lo cambiara de puesto. Lo sabía. ¿Cuál sería la mejor forma de decirle que por ahora al menos, era imposible? Se le ocurrió entonces que no sabía cómo podía reaccionar Lariarte a su negativa. ¿reaccionaría como mocoso malcriado y caprichoso? ¿O aceptaría en silencio la decisión de un superior? Bueno.. eso sería interesante de ver y manejar. El desafío despertó en el capitán aún más interés.  Mientras esperaba, puso un par de leños más en la chimenea y revisó algunos de los papeles que había sobre su escritorio para matar el tiempo. Nada importante. No le gustaba acumular trabajo y siempre prefería resolver todo de inmediato. Miró el reloj. ¿Qué estaba demorando a Lariarte? Comenzó a sentir el leve hormigueo de la molestia junto a la preocupación. Era imposible que no viniera si él lo había citado. ¿Estaba haciéndolo intencionalmente?  Esperaba que no. Era inconcebible pensar en un soldado raso jugando con el tiempo de un superior.

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Veinte minutos más tarde, cuando suaves golpes sonaron en la puerta de su oficina, el capitán Fernando Ahumada estaba algo alterado.

-. Adelante – ordenó

Vio a Raimundo entrar, aun jadeando por la carrera. No sabría explicar porque, a pesar de que se sentía molesto, estaba dichoso de verlo. ¡Cielos! Había pensado que el chico no iba a venir y eso lo había alterado más que el atraso.

-. Disculpe, capitán. Me atrasé con los deberes de la cocina

Fernando Ahumada puso una de sus manos sobre la fría madera del escritorio y se sujetó con firmeza. Inexplicablemente, estaba temblando. La reacción que experimentaba lo tomaba por sorpresa y le recorría por todo el cuerpo. Este chico… entraba a su oficina, cabizbajo y asustado… se disculpaba con él y en silencio esperaba que él hablara… y todo eso le provocaba una serie de emociones que iban desde las ganas de llamarle la atención, enseñarlo y corregirlo, hasta la urgente sensación de tenerlo muy cerca, mirar a fondo en esos ojos de ensueño y sostenerlo contra su pecho.

El pensamiento que recién había pasado por su mente dejó helado al capitán Fernando Ahumada… tan helado como la nieve eterna en la cumbre de las montañas… ¿Había pensado en tocarlo?… su respiración se alteró…  Esto era una locura… no podía ser real.

Raimundo esperaba cabizbajo y silencioso alguna palabra del capitán… no se atrevía a mirarlo, pero se daba cuenta que él lo observaba fijamente… El capitán estaba disgustado y eso lo asustaba aún más

-. Tome asiento, Lariarte – dijo el capitán con una voz que le sonó totalmente desconocida. Desapareció por un momento hacia el dormitorio para volver con dos vasos de agua, uno de los cuales comenzó a beber de inmediato. Se sentó tras su escritorio aun sin reponerse del todo de las locuras que había pensado

-. Entiendo. La falta de Sánchez significa más trabajo para usted

¿Qué le pasaba? ¿lo estaba justificando? Si cualquier soldado llegara tarde a una cita con el seguro se lo comería vivo y lo castigaría sin piedad. Pero… no podía con él… ¿Cómo iba a castigarlo si lucía como un cachorrillo apaleado y temeroso?… tenía el aspecto de esperar una reprimenda de parte suya… ¿acaso tenía miedo a él? Fernando levantó la barbilla, agradado ante la visión del soldado temeroso de su capitán. Una suerte de cosquilleo agradable bailoteó por su cuerpo

-. Si. Tuvimos más trabajo, pero fue agradable, capitán

Raimundo le regaló una de sus escasas sonrisas… de esas que no eran del todo tranquilas, sino una sonrisa nerviosa que intentaba desviar la conversación sin reponerse totalmente del susto… Bastó una mirada directa del chico a sus ojos para que Fernando volviera a ser víctima de sensaciones que le impedían razonar. Era irreal… sus ojos le hacían pensar cosas demenciales… Podía perderse en esos pozos profundos gris azuloso… eran como los lagos que reflejaban el cielo del sur y que encontraban a cada paso en la construcción del camino…con pequeñas nubes blanquecinas y manchas de cielo azul… tenía la piel clara y se notaba suave al tacto. Tan delicado y especial… aaahh pero él sabía que no lo era. Lo había visto ejercitándose y reconocía la fuerza y destreza de sus músculos. Bajo ese engañoso uniforme y el aspecto de cachorrillo asustado, había mucha fuerza vital en un cuerpo bien cuidado

-. ¿Capitán?  – preguntó Raimundo luego de haber hablado

¡Demonios! ¿Qué había dicho el chico?…  Fernando se llevó la mano a la frente y la pasó por su pelo. No entendía que le pasaba… lo único que tenía claro era que podía quedarse horas mirándolo y escuchándolo hablar y gesticular.

-. ¿Qué quería hablar conmigo? – preguntó sin recordar qué había dicho Lariarte antes.

-. Capitán, no quiero faltarle el respeto, pero me gustaría pedirle que reconsiderara mi puesto en la cocina.

-. ¿No está conforme? Yo diría que sus hamburguesas estaban bastante buenas

Fernando Ahumada logró sonreír mientras comentaba esa frase y ese fue el momento de su perdición. Raimundo agachó la cabeza, sonrió satisfecho y algo avergonzado… sus mejillas se volvieron rosadas y sus ojos brillaban como faroles… su rostro se tornó en la expresión más dulce y hermosa que Ahumada había visto jamás en su vida

-. Gracias, capitán – dijo suavemente

Los gestos de Raimundo, junto con sus palabras, penetraron por los oídos del capitán y de algún modo misterioso no se detuvieron en su cerebro, sino que comenzaron a bajar hormigueando hacia el lugar más insospechado de su cuerpo. Fernando sintió que su miembro se sacudía como si hubiera recibido un golpe de electricidad. Algo muy placentero lo recorría. La sensación lo dejó aturdido, al borde del desconcierto.  Miró fijamente a Raimundo como si esperara una explicación por lo que estaba sintiendo, pero el chico no se daba cuenta de nada ni hacía nada diferente.

-. Entiendo que mientras el suboficial Sánchez esté ausente tendré que seguir en la cocina, pero cuando él vuelva ¿Podría usted reconsiderar mi ubicación? – Dijo Lariarte ajeno a lo que le pasaba al capitán.

Fernando agradecía que Raimundo hubiera seguido hablando para llenar el silencio. Él simplemente no estaba en condiciones de articular una palabra ahora mismo. Su cuerpo había adquirido reacciones que no controlaba pero que le resultaban muy agradables de sentir. No quería detenerse…

El soldado tomó su silencio como un consentimiento para seguir hablando

-. Usted sabe que tengo estudios y que tal vez podría ser útil en la construcción. Puedo trabajar duro… no crea que soy débil

¿Débil?.. ¿tú, débil?… ¿tienes idea de lo que me estas provocando?

Su cuerpo seguía reaccionando a las palabras y visión de Raimundo.  Tras unos minutos de forzado silencio, Fernando tosió para aclarar su voz y fue capaz de volver a hablar

-. ¿Qué estudios tiene?  Cuénteme todo lo que sepa hacer

De pronto, Fernando deseaba que Raimundo hablara y le contara cualquier cosa que quisiera sobre él. Que el tiempo no transcurriera.  Protegido detrás de su escritorio, el capitán Ahumada se acomodó mejor, absorbió y se empapó de cada una de las expresiones y movimientos de Raimundo Lariarte. Cada segundo que pasaba escuchándolo se iba llenando de una sensación maravillosa y urgente a la vez. Se sentía bien… acalorado… su respiración se aceleraba de a poco. Separó las piernas para dar más espacio a lo que sucedía allí abajo.

Hizo las preguntas que se le vinieron a la mente: indagó sobre su familia, amigos, intereses, lo que hacía en la capital, porque estaba en el servicio, que le gustaba hacer, que extrañaba. En realidad, no puso mucha atención a las respuestas. Lo que deseaba era que Lariarte siguiera allí haciéndolo sentir bien. El calor comenzó a aumentar…¿demasiada leña en la chimenea?… Se bebió el vaso de agua que había traído para él y también el de Raimundo. Tuvo que hacerlo para no sobrepasar la línea de la corrección y preguntarle cosas extrañas como si tenía novia… o novio… o si su cuerpo era como lo adivinaba después de haberlo visto con la camiseta húmeda pegada al torso…o qué estaba haciendo para provocarle lo que estaba sintiendo. Detrás de la mesa del escritorio, sentía el pantalón estrecho y comenzaba a apremiarlo la necesidad de tocarse. Tenía la sensación de estar en uno de esos caminos de la montaña que bajaban, subían giraban bruscamente y lo dejaban a uno agitado y perdido al borde de un precipicio.

-. Creo que eso es todo, Capitán. No tengo mucho que contar sobre mí. No soy muy interesante

Si Fernando hubiera podido ponerse de pie, le habría gustado abofetearlo por esa última frase. Sin duda alguna, el capitán consideraba que el chico al otro lado del escritorio contaba entre las personas más increíbles que había conocido en su vida… era inesperado, impensado…  demonios! ¡Era cautivador y parecía no estar consciente de ello!!! No podía explicar que le pasaba, pero tenía una erección fenomenal y no quería que el soldado se fuera. Deseaba seguir escuchando y mirándolo toda la noche… pensó en cosas que podía enseñarle y corregir en el joven… pensó en cosas que nunca antes había pensado. Se alteró al comprender hacia dónde estaban yendo sus pensamientos. ¡Por Dios! ¡Él era un oficial!  Esto era el ejército… ¿Se había equivocado? Quizás había en Lariarte mucho más de lo que había alcanzado a distinguir… nadie antes le había provocado la excitación que sentía. Ya casi era medianoche. Decidió poner fin a la conversación y a las dulces sensaciones que lo tenían aturdido y necesitado.

-. Voy a pensar en lo que desea, soldado. Le haré saber mi decisión, aunque como usted mismo lo dijo, mientras Sánchez esté ausente tendrá que permanecer en la cocina.

-. Si, capitán. Lo entiendo. Esperaré su decisión. Usted tiene el mando y el control. Yo haré lo que usted me diga – respondió Raimundo con la cabeza baja y el rostro exquisitamente sumiso.

El Capitán Ahumada absorbió en detalle cada delicado movimiento y palabra… Raimundo demostrando sumisión era simplemente extraordinario… bruscamente, impulsado por la necesidad, inclinó su cuerpo hacia adelante en un movimiento descontrolado. ¡No era posible!!! Por todos los cielos… no era un mocoso de 15 años… su cuerpo volvió a sacudirse y Ahumada se tragó estoicamente un grito de satisfacción y dolor a la vez.

-. Retírese, soldado – ordenó jadeando, incapaz de ponerse pie

-. Si, capitán. Buenas noches

En cuanto Raimundo cerró la puerta, el capitán Ahumada soltó un gemido agónico que estaba alojado en su garganta desde hacía rato… sus manos volaron hacia la cremallera del pantalón y por fin logró masajear su adolorido miembro para dejar que terminara de fluir el líquido cremoso que pugnaba por salir desde hacía rato. Eyaculó fuera de control, manchando sus pantalones. Respiró entrecortado y confundido 

¡Por todos los cielos!!! ¿Qué … qué había sido eso??!!

Permaneció sentado con el pantalón abierto, su mano sosteniendo el miembro y el rostro inerte…

Irreal…

Imposible…

No atinaba a moverse y su vista seguía clavada en el sitio vacío donde Raimundo había estado sentado. Sentía como si un tren le hubiera pasado por encima, arrollando todo a su paso…

Descontrol… pérdida total de todo autocontrol…

Los minutos pasaban y el capitán solo respiraba e intentaba calmarse para poner sus pensamientos en orden… ¿orden?? ¿Qué demonios iba a ordenar? Abrió grande los ojos … ¿Había eyaculado estimulado por la visión un soldado??? Arrugó el ceño y se llevó la mano a la frente como si quisiera exprimirse el cerebro.  Gritó de rabia y frustración… ¿se había vuelto loco? Había escuchado historias de jóvenes soldados que eyaculaban mientras soñaban… o de hombres que llegaban al orgasmo ante la visión de una mujer hermosa que los excitaba sin tocarlos… pero ¿esto???… esto que le había pasado no tenía explicación alguna. No cabía en su personalidad si encajaba en ninguna parte de su vida.

Nervioso, molesto y exaltado se quitó la ropa dejándola en un montón apilado en el suelo como si estuviera contaminada, sucia…

¡Dios!! Si alguien supiera lo que acaba de pasar…

Su mente, siempre racional y disciplinada, no podía enfrentar el pensamiento. Era degradante y humillante.  Por muy hermoso que el chico fuera seguía siendo un soldado y un hombre… Tomó una ducha y no fue capaz de mirarse al espejo en el baño. Se metió a la cama… pero no pudo cerrar los ojos… ¿Cómo iba a dormirse después de lo que le había pasado?

Cecilia…

¿Cuánto tiempo había pasado desde que la visitó?  Mucho… demasiado… Ese era el gran problema que tenían todos los que servían en el campamento. La falta de compañía femenina provocaba este tipo de situaciones. ¡A él no le había pasado antes… nunca!! Pero era la explicación lógica de lo sucedido. Lariarte era tan hermoso que parecía una chica. Su respiración se fue calmando al encontrar una explicación que tranquilizara el embrollo en su mente. Tenía que bajar a la ciudad. Necesitaba ver a su chica y tal vez ya era el momento adecuado de pedirle que fuera su novia. Una mujer en su vida le daría estabilidad. Necesitaba ver a Cecilia.

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Durante los dos días siguientes, el capitán procuró mantener distancia del soldado Lariarte, aunque estaba seguro de que el joven no sabía nada de lo ocurrido, pero a él le resultaba imposible mirarlo sin sentirse avergonzado y molesto. En la lógica del capitán, el haber perdido el control a causa del soldado era algo imperdonable.  Lo ignoró por completo durante las horas en el comedor. No volvió a hablarle. Apenas un movimiento de cabeza para responder al saludo del soldado en las mañanas y el resto de tiempo se concentró en su trabajo y en organizar el fin de semana libre que daría a gran parte del personal del campamento, incluyéndose él mismo. Los trabajos iban adelantados por lo que era posible descansar unos días.  En el puesto solo quedaría el personal de guardia. Estaba ansioso por bajar a la ciudad.

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