RAIMUNDO
-. ¿Dónde vas a pasar el fin de semana? – preguntó Don Hernán a Raimundo. Habían tomado la costumbre de conversar con él luego de la cena.
A pesar de la gran diferencia de edad, Don Hernán era una persona afable y gran conversador. Se notaba en su forma de actuar que no tenía embebida en su ser la esencia de un militar; era, por sobre todas las cosas, un civil amable, educado y levemente solitario. Podían hablar largamente de temas muy variados que Raimundo desconocía; en particular, a Rai le estaba gustando aprender lo que el hombre mayor sabía sobre la construcción del camino, las máquinas que manejaba y los detalles a los que había que poner atención. Se notaba que había sido un hombre con una empresa y recursos importantes cuando le contaba de los trabajos que había hecho. Sin embargo, no parecía un hombre triste o amargado. Hablaba con mucho entusiasmo de su familia y estaba en paz con su vida. Le había tomado cariño al joven soldado que correspondía al afecto con galletitas especiales robadas de la lata de López en la cocina y café con leche muy caliente que a veces, cuando hacía mucho frío, le llevaba hasta el dormitorio a escondidas.
-. No sé. Tal vez sea mejor que yo me quede y López vaya a la ciudad
-. ¡Tonterías! Llevas bastante tiempo aquí arriba y te hará bien salir.
-. Es que… no conozco la ciudad ni sabría qué hacer. No quiero pasar un fin de semana encerrado en el regimiento.
Rai lo había estado pensando. Su mejor opción hasta el momento era quedarse casi a solas en el campamento y perderse en el bosque para practicar su deporte tranquilo y llegar hasta el punto que lo tenía obsesionado.
-. Ni hablar, Lariarte – dijo Don Hernán gravemente – Vamos. Te quedarás conmigo y mi familia
-. ¡Pero ellos deben estar esperándolo a usted!!! ¡A sus hijos no les va a gustar que llegue con un extraño y a su señora, menos aún!!
Don Hernán sonrió poniendo una mano sobre el hombro de Raimundo
-. Vamos. Arregla tus cosas que bajaremos en la siguiente camioneta. Mi familia estará feliz de conocerte, aunque debo advertirte que son… especiales.
Raimundo aceptó entusiasmado. Cualquier cosa que significara volver a la civilización y a un lugar caliente era una buena idea y, más que seguro, no había familia más rara que la suya.
El capitán reunió a todos los que tenían descanso para darles las últimas instrucciones. Habló corto y preciso. Miró a todos mientras hablaba… excepto a los ojos de Raimundo. Informó la hora en que deberían volver y otras recomendaciones y luego, subió a la primera camioneta que salió del campamento con algunos de los oficiales.
Raimundo siguió el vehículo con mirada triste. No podía decir con exactitud que pasaba, pero algo extraño le sucedía al capitán. Parecía como si estuviera enojado con él o más bien como si le molestara que estuviera cerca. No entendía por qué. La última vez que hablaron en su oficina parecía que todo había estado bien. Incluso había creído que el capitán le había gustado escuchar lo que él le había contado de su vida y familia. Se había equivocado y eso le ocasionaba tristeza. Seguramente le molestó saber que no estaba a gusto en el puesto que le había asignado. ¡Qué mal juzgador de carácter era!
El camino era una seguidilla de curvas en descenso con breves espacios rectos. La dificultad de conducir en un camino así estaba más que compensada con el paisaje que iba quedando atrás. De pronto, el camino se volvió sellado y pocos minutos más adelante, se abrió frente a ellos la ciudad.
-. De vuelta a la civilización – Señaló Don Hernán contento, codeando a Raimundo
Volver a ver una ciudad con sus calles y gentes parecía una novedad que le provocaba alegría. Raimundo estaba contento por anticipado. Las calles y casas de colores vivos, con jardines.. la gente caminando por las veredas.. las pequeñas tiendas, supermercado… aahh.. todo parecía nuevo e interesante. Ja! Quien diría que ver un pueblo de este tamaño lograría entusiasmarlo.
La camioneta los dejo frente a una casa grande de material sólido, ventanas en arcos y una gran puerta de entrada. Tenía un amplio jardín exterior. Claro que comparado con el de su mamá en la capital, este parecería de juguete.
-. Ven. Entra. Por fin vas a ver en persona a mi familia.
Don Hernán abrió la puerta y muy pronto se escucharon gritos de sorpresa y cariñosos saludos. Dos de sus tres hijos, un muchacho de unos 30 años y una chica de edad parecida, abrazaron a Don Hernán junto a una mujer mayor que seguramente era su mujer. Raimundo permaneció de pie en la entrada, sintiéndose un intruso, observando con una sonrisa como se alegraban de ver a su padre y esposo.
-. Familia, este es el soldado Lariarte, Raimundo. Un joven amigo que se quedará con nosotros el fin de semana
Por una breve fracción de segundo Raimundo sintió que todos lo miraban, lo que era esperable… pero había en ellos un leve aire de incredulidad… intranquilidad… como si hubiera algo que les preocupara.
-. Bienvenido, Raimundo – dijo la mujer y luego los hijos. El segundo de rara incomodidad ya había pasado. Quizás solo lo había imaginado.
La casa era grande y daba cuenta del buen pasado que había tenido Don Hernán. Amplios espacios, muebles de buena calidad y muchos cuartos y baños. A Raimundo le asignaron un dormitorio de invitados con una cama cómoda y una estufa para él solo. Deslumbrado, vio el televisor y se pudo imaginar un fin de semana de pereza echado en la cama viendo películas y durmiendo. ¡Cielos!! ¡Hasta había un baño con una tina grande!!! Se puso cómodo, tomó una larga ducha caliente y se cambió el uniforme por su ropa de civil. No había tenido espacio para traer mucha así es que solo contaba con las prendas que más le gustaban. Se sintió extraño de verse al espejo con su ropa anterior… era él, pero le faltaba el pelo largo y el aire de huraño que antes tenía todo el tiempo
-. ¿Tú eres Raimundo? – preguntó una voz difícil de identificar
Rai se volvió de prisa hacia la puerta y la sonrisa que tenía en el rostro para saludar al recién llegado se fue tornando en una mueca seria y sorprendida. De pie, bajo el umbral de la puerta había un… ¿chico? Era un poco más alto y un par de años mayor que él. Tenía el pelo oscuro, más largo de lo que él lo había tenido, un rostro amable de ojos grandes y expresivos. Era, indudablemente parecido a Don Hernán pero en una versión atractiva. Su pelo era brillante y sus ojos oscuros estaban… ¿maquillados??? Vestía jeans y un sweater claro… nada del otro mundo, excepto que los jeans eran tan ajustados que parecían una segunda piel y el sweater claro, de material suave y esponjoso, tenía flecos y adornos que no parecían masculinos.
-. Hola – dijo el desconocido entrando en el cuarto y extendiéndole una mano delgada, de uñas cuidadas y con un par de tatuajes a la vista cerca, de los brazaletes que adornaban su muñeca. -. Soy Nano, el hijo menor. ¡Guau! ¡Qué ojazos tienes, hombre!!!
Rai retrocedió automáticamente, pero luego, su instinto y educación pudieron más que el impacto y extendió la mano para estrechar la que Nano le ofrecía.
-. Mi papá dice que no conoces la ciudad así es que voy a mostrártela… aunque te advierto que aquí no hay nada tan interesante como en la capital
Nano había entrado al cuarto y se sentó en la cama con una pierna cruzada. Se veía muy cómodo y expectante mientras lo miraba de arriba abajo y sonreía.
Raimundo aún no podía reaccionar. Estaba completamente consciente de la mala educación que estaba demostrando… pero es que… no podía salir del asombro, mucho menos articular una palabra coherente. ¿Ese era el hijo de Don Hernán? ¿Este era el “problemas” con sus hijos?… Don Hernán tenía un hijo… que era… el chico era…
-. ¿Qué te gustaría conocer? – preguntó Nano moviendo la mano y haciendo tintinear sus brazaletes. Lo miraba atentamente.
Rai abrió varias veces la boca para hablar… y volvía a cerrarla. Se tomó mucho más tiempo del necesario en responder
-. Yo… no sé… lo que sea… cualquier parte
Rai tomó asiento en el lugar más distante del chico, al otro extremo del dormitorio
-. Te llevaré a dar una vuelta por algunos lugares típicos primero y, después de cenar, iremos a un pub. ¿Te parece bien?
Raimundo abrió la boca de asombro… ¿Salir con él a la calle?!!!
-. Si estás listo, podemos irnos ahora mismo
Nano se puso de pie para partir… pero justo antes de cruzar el umbral se detuvo. Giró lentamente para enfrentar a Rai
-. ¿Mi papá no te habló de mí? – preguntó
-. No… él dijo que… no, no me dijo… nada
Nano alzó las cejas en señal de sorpresa y con un movimiento de resignación, volvió a sentarse en la cama
-. Entonces será mejor que yo te lo diga. Si vas a pasar el fin de semana con nosotros y eres amigo de papá, mejor que lo sepas.
NO!
No alcanzó a gritarlo, pero quería hacerlo. No quería saber. Estaba seguro de lo que iba a decirle y no quería escucharlo…
-. Soy gay. Me gustan los chicos – declaró Nano con la mayor naturalidad del mundo
Aunque estaba sentado, Rai sintió que se hundía en la silla y que sus ojos se abrían como platos. La risa de Nano ante su reacción solo logró hundirlo un poco más.
-. Pero no te preocupes. En verdad eres muy bonito, pero yo ya tengo novio
Nano reía de su propia broma… Estaba tratando de hacer las cosas fáciles para Rai, pero no se daba cuenta de que provocaba el resultado contrario
-. ¿Tú… tú tienes novio? – preguntó Raimundo con una voz que sonó angustiada
-. Si. Nos conocimos en la escuela desde niños. Él es fantástico. Estamos juntos desde hace años
-. ¿Años…??? –repitió atontado
-. Ay sí. Ya es casi como de la familia. Si vieras. Mi mamá lo adora
Nano siguió hablando y describiendo a su pareja, su relación con él y con su familia. Rai no podía escuchar con claridad. Su cabeza era un hervidero de confusión y temores… de millones de preguntas y miedos… ¿Don Hernán tenía un hijo gay?… ¿Cómo era posible? ¿A eso se refería cuando le hablaba de lo difícil que había sido criarlos y todo eso? ¿Cómo podía este chico vivir y mostrarse tan tranquilo?… ¿Cómo??!!
-. Es una pena que este fin de semana no esté aquí, pero igual podemos pasarlo bien ¿no crees?
-. Si… yo.. si. Creo que… no sé… es que…
En realidad, le costaba formar una frase coherente.
-. ¿Raimundo?
Nano se puso de pie y caminó hacia él. ¡NO! Rai quiso correr y alejarse, pero solo se hundió más en el asiento.
-. Papá dice que vienes de la capital. ¿No me digas que soy la primera persona homosexual que conoces?
Nano miraba con expresión sonriente y amistosa… aunque parecía lentamente estar comprendiendo lo que pasaba con Rai
Rai estaba choqueado… Por supuesto que había visto a cientos de personas homosexuales… sus amigos se reían de ellos, la gente los trataba como basura.. los miraban con desprecio… ¡Claro que sabía de ellos! Lo que no sabía ni entendía era la soltura con que Nano se refería a su condición y usaba las palabras que él ni siquiera se atrevía a formar en su mente… Gay.. homosexual… ¿Cómo osaba decirlas?… ¿y presentarse a un desconocido?…
-. Escucha… estas pálido. Veo que te he impresionado mucho. Me disculpo. Pensé que papá te había contado
-. No… no.. es solo que… yo no sabía…
La alegría y tranquilidad de Nano habían desaparecido dando paso a un semblante de tristeza
-. Mira, si no quieres salir conmigo, está bien. Lo entiendo. Eres un soldado y todo eso. Le diré a mis hermanos mayores para que ellos puedan llevarte y mostrarte la ciudad.
No había enojo en las palabras de Nano, sino simple y honesta tristeza. El hijo de Hernán dio media vuelta para abandonar el cuarto
-. No! – por fin Rai logró articular usando su voz normal – no te vayas, por favor. Disculpa mi mala educación.
Nano se volvió a mirarlo alzando una ceja
-. Si – dijo Raimundo – si me gustaría que tú me enseñaras la ciudad
Lentamente, Nano volvió a sonreír
-. Bien precioso, prepárate entonces. Vas a causar impacto en todas partes donde vayamos
El rostro de Raimundo empalideció
-. Pero si no puedes evitarlo – dijo Nano encogiéndose de hombros – eres demasiado hermoso
-. No.. digas eso
Nano alzó los ojos al cielo riendo
-. Termina de arreglarte. Cinco minutos y nos vemos aquí afuera.
Luego de terminar de asearse y reponerse del impacto, Raimundo parecía y se sentía como otra persona. Subió al vehículo de Nano. Al principio iba receloso, pero a medida que fue pasando el rato e iban conversando, Rai comenzó a relajarse y a disfrutar del paseo. Nano era un excelente anfitrión y con justa razón; tenía una pequeña oficina de turismo junto con su novio así es que sabía mucho y le mostró varios lugares interesantes. Le fue contando la historia de los primeros pioneros que se instalaron en estas tierras y mostrando las reliquias que quedaban de aquella época. Oficialmente, Rai no había tenido nunca interés en cosas de ese tipo, el pasado y la historia lo aburrían sobremanera, pero Nano era divertido y sabía contar las cosas de manera anecdótica; lo suficiente como para despertar el interés de Rai y que le siguiera la corriente. Solo de vez en cuando, en los momentos en que Nano hacía un gesto afeminado o lo tocaba del brazo, Raimundo volvía a experimentar una reacción involuntaria de miedo y rechazo.
-. ¡Mira la hora que es!!! – exclamó Nano cuando comenzaba a oscurecer – Mamá nos degollará como corderos si no llegamos a cenar a tiempo.
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La cena transcurrió de manera agradable. La mujer de Don Hernán se había esmerado en preparar una cena especial para su marido e invitado. Todos conversaban y reían. Estaban felices de tener al papá en casa y expresaban su cariño contando sus cosas y expresando la alegría de tenerlo con ellos. Nadie tenía una mirada o un gesto especial hacia Nano cuando el joven se expresaba de manera abiertamente diferente. Estaban acostumbrados y lo aceptaban como una realidad. Rai no dejaba de prestar atención a cada detalle de estas personas. Era extraño ver a Don Hernán en un plano diferente, afectuoso con su familia y totalmente relajado. No pudo evitar hacer una odiosa comparación con su padre…
-. Ya es hora de que los viejos nos retiremos – dijo Don Hernán terminada la cena – pero ustedes salgan a divertirse, aunque les prohíbo a los dos que beban demasiado o hagan tonteras. Nano, Raimundo es un soldado y no puede meterse en líos
-. Descuida, papá. Será algo tranquilo. En esta ciudad no hay donde pasarlo en grande.
Rai cambió ligeramente su vestimenta; se quedó con los jeans negros, cambio la camisa por una de sus camisetas de marca con estampado y volvió a usar su chaqueta larga y oscura con toques góticos que tanto le gustaba. Su asombro al ver a Nano delineándose los ojos fue muy notorio
-. ¿Quieres probar? – preguntó Nano mostrándole el delineador – te quedaría maravilloso en esos ojazos que tienes
Rai retrocedió como si le hubieran ofrecido un cuchillo para cortarse las venas
-. ¡Estos heteros!!! Siempre asustadizos
Nano río y tiró el delineador sobre su cama, se acomodó el pelo y se ajustó la chaqueta
-. Vamos, chico lindo
-. No me llames así – protestó Rai
-. Como quieras, preciosura
Rai alzó los ojos al cielo. Ya no estaba tan seguro de que salir con Nano fuera una buena idea si lo iba a estar llamando con esos nombres toda la noche. Lo conocía n poco más después de haber pasado un par de hosras juntos y entendía que a Nano no le importaba ninguno de los prejuicios que él tenía enraizados y engarfiados en su mente como una telaraña que envolvía todo.
La noche comenzaba temprano en el territorio Austral a causa del frío. En la ciudad… (“pueblo” en la mente de Rai) había tres lugares decentes en donde cenar o tomar un trago, pero solo en uno de ellos había música y se podía bailar, aunque siempre era el más concurrido y la música, a ratos, era anticuada. Nano conocía al DJ así es que siempre conseguía la música a su gusto. Llegaron temprano y obtuvieron una buena mesa, pidieron un trago y comenzaron a hablar, aunque en realidad era Nano quien llevaba la mayor parte de la conversación. El chico había heredado de Don Hernán el arte de saber hablar y hacer sentir bien a las personas. Raimundo respondía… deseaba hacer preguntas… pero eran de carácter tan personal que no se atrevía. Nano lo interrogó sobre la vida en el campamento y se río mucho al saber que lo habían destinado a la cocina. Pidieron un segundo trago. Llegaron dos chicos amigos de Nano y se unieron a la mesa. No se notaba que ninguno de ellos fuera homosexual, pero aceptaban a Nano como uno más del grupo. Rai no se perdía un segundo de lo que pasaba. Poco a poco el lugar se iba llenando de clientes. Tal vez fue el tercer trago o la simpatía de Nano y sus amigos… Raimundo muy pronto se encontró riendo con ellos, escuchando sus anécdotas y contando las suyas. Se sentía como en los buenos tiempos en la capital. Era tan maravilloso importarle a alguien… era estupendo que todos quisieran hablarle y actuaran como si él les importara. Ya que el capitán no quería hablarle y lo ignoraba, los amigos de Nano podían ser sus amigos ¿verdad?
Al cabo de un rato, había muchas personas en su mesa, algunas chicas jóvenes y atractivas, amigas de Nano, que pidieron ser presentadas con el chico de los ojos hermosos. La belleza singular de Raimundo atraía a las personas como la luz a las polillas. Nano preguntó a Rai por su música favorita. El DJ accedió a tocar lo que el chico pedía… La noche comenzaba a volverse interesante.
Ninguno de ellos se percató del momento en que el capitán Fernando Ahumada entró al local con su casi novia, Cecilia Carvajal.
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Y a lo lejos se ve asomar al domador reprimido jajajajajaja Esto se va a poner bueno jijijiji
Hola Itzel.. en realidad, no esta tan reprimido. Yo creo que está bastante activo en su trabajo y en la vida que lleva… solo que aún no ha llevado ese aspecto de su vida a la vida íntima. y sip.. se va a poner bueno. jajaja.
Saludos.
Me ha encantado
Hola Rous. Gracias. Genial que te guste mi nueva historia.