Capítulo trece

RAIMUNDO

Raimundo abrió los ojos y pudo apreciar la sensación de dormir en una cama cómoda y en una habitación calentita. Ja!. Lo había tenido siempre, toda su vida, la mejor cama en su propio y amplio cuarto donde la temperatura se regulaba ajustando un botón. No volvería a olvidarlo.   Despertó tarde cuando Nano entró a buscarlo para desayunar.  Su cara no debía de ser mejor que la que mostraba Nano en ese momento. Sonrieron el uno al otro nada más mirarse. ¡Sí que habían pasado una noche divertida!!!

-. ¡Buen día, rayito de sol!  Levántate.

El Rai anterior, el de la otra vida, se habría demorado y quedado remoloneando entre las sabanas inventando excusas para seguir durmiendo, sin importarle que estuviera de invitado en una casa ajena, pero el de ahora, saltó de la cama, corrió a la ducha y en pocos segundos estuvo vestido y listo para seguir a su nuevo amigo. Nano era genial. Cualquier aprehensión que tuvo sobre él había desaparecido después de la noche de diversión. Don Hernán los esperaba para desayunar. Los chicos comentaron la noche que habían pasado. Hernán se alegró profundamente de ver que Raimundo socializaba bien con Nano. Siempre tenía un secreto temor de que su hijo menor fuera rechazado. Él sabía bien por lo que su hijo y familia habían tenido que pasar, los amigos que se habían ido para nunca volver y los cientos de rostro de rechazo y burla. Habían sido tiempos duros, pero estaba en paz con ello. Su hijo había demostrado poseer más fortaleza de la que se necesitaba para tumbarlo o deprimirlo. Él mismo había sido el apoyo para sus padres y hermanos. Nano era extraordinario, aunque le tomo tiempo y trabajo entenderlo. Suspiro profundamente feliz de ver como Rai reía con su hijo. Había acertado al invitarlo. Ese chico tenía unos ojos que no solo eran bellos, sino que de alguna manera le habían dejado ver un alma gentil y generosa… abierta… tolerante. Tal como el capitán, pero con una visión totalmente diferente, Don Hernán se interesaba por Raimundo, sentía que estaba muy solo y necesitaba cariño y atención. Él sabía de eso.

Tenía planes para el día que incluían a los chicos. Terminado el desayuno, salieron de la casa en dirección al itinerario planeado por Hernán que incluía tanto compras necesarias durante la bajada del campamento como lugares que resultaban interesantes para Raimundo.  Don Hernán sabía mucho de la ciudad y compartía su experiencia con Rai. Saludaba a todo el mundo y preguntaba por las familias. Presentaba a su joven amigo que invariablemente, recibía las miradas de admiración. Nano disfrutaba codeándolo y riéndose de él

-. Por suerte mi novio no está aquí. No me gustaría nada que te conociera. Aunque seas hetero creo que puedes enloquecer a quien sea- comentó Nano al pasar.

Las palabras quedaron retumbando todo el día en la cabeza de Raimundo… ni siquiera se le ocurría pensar en confesar la verdad… para él resultaba denigrante… humillante, pecaminoso… aunque estuviera viendo que Nano parecía feliz… pero ¿él?.. ¡Dios santo!! Su padre y su madre morirían… él se quedaría solo… nadie lo aceptaría. Sería un renegado en los círculos sociales. No tenía una familia ni amigos que lo respaldaran como sucedía con Nano.  Él no estaba preparado… no era fuerte.

-. Tenemos una sorpresa para ti. Sé que te va a gustar. – dijo Hernán misterioso

-. Oh si… una sorpresa espectacular.

El vehículo se internó por un largo camino con escasa circulación. Durante el trayecto conversaron de variados temas que incluyeron el trabajo en el campamento y algunas pinceladas de su vida en Santiago. Nano se burló de el por estar metido en el servicio militar. Era para la risa cuando sabía bailar y tenía ese atractivo que volvía locas a las mujeres. Hernán escuchaba y reía con los jóvenes,

-. Ya llegamos. – anunció Don Hernán

-. ¿Qué lugar es este? – Pregunto Rai sorprendido al ver el mar tan cerca. Había algo sobrecogedor en la belleza del paisaje y el ruido tranquilo de las olas

-. Espero que sepas nadar bien – dijo Nano sacando un bote de la parte posterior del vehículo – aunque si te ahogas tendré que darte respiración boca a boca.

-. ¡Nano!!  – corrigió su padre

-. Ay papi, no te aceleres que te sube la presión y te duele la espalda. Son solo bromas. Raimundo sabe que yo tengo novio, pero es imposible ignorar lo bonito que es este soldadito

Subieron al bote los tres protegidos con sendas parkas además de chalecos salvavidas. Un motor los impulsó aguas adentro, aunque nunca demasiado lejos de la costa. Nano manejaba todo a la perfección. Era parte de su trabajo.

-. Allí están – señaló Hernán con inusitado respeto en la voz

Rai vio extrañas rocas gigantes de variadas formas; algunas parecían colgar desde la altura y otras surgían enormes del agua… eran formaciones extrañas en colores inesperados. Rai desconocía totalmente de que se trataba.

-. ¿Qué es eso? – preguntó poniéndose de pie y tambaleando con el movimiento del agua.

-.¡Oye citadino, Siéntate!!  – se burló Nano – ¿No has escuchado hablar de las catedrales de mármol?

Rai ya no lo escuchaba… habían ingresado dentro de los arcos que se formaban entre las rocas y el agua y el espectáculo era sobrecogedoramente maravilloso…las gigantescas piedras habían sido labradas durante años por el choque y movimiento del agua creando cavernas y espacios que tenían vetas de cientos de colores, especialmente turquesas y grises azulados y en algunas partes las hendiduras se alzaban formando picos parecidos a las cúpulas de una iglesia. El sol en el agua creaba reflejos luminosos que le daban al lugar un aspecto irreal y fantástico. Estaban los tres solos en un lugar extraordinariamente hermoso. Nano detuvo el motor y dejo que el silencio permitiera admirar de mejor manera la increíble belleza

-. ¿Por eso se llaman catedrales? – pregunto Rai mirando las pronunciadas cúpulas interiores

-. Así es – asintió Don Hernán que estaba feliz de impresionar a su amigo

Nano sacó a relucir sus conocimientos del lugar y le fue explicando los detalles de formación y anécdotas del lugar con su simpatía habitual.

-. Estas de suerte. En verano esto suele estar lleno de turistas

-. Gracias– dijo Rai estirando su mano para tocar a Nano del brazo – es muy hermoso. A mi mamá le encantaría conocer este lugar

-. Pues la traeremos cuando venga a visitarte– respondió Hernán muy atento

¿Su mamá visitarlo a él allí?… no lo creía posible… no en esta vida al menos

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Cuando llegaron de vuelta a la casa, comenzaba a oscurecer. Había sido un día largo y muy bonito. Rai estaba feliz y cansado.

-. Al fin llegan. La cena está lista. Vayan a lavarse y bajen de inmediato – anunció la señora de Don Hernán.

Rai obedeció de prisa. No quería hacerla esperar, además, cosa rara en él, tenía hambre.  La familia se sentó alrededor de la mesa. La iluminación del fuego de la chimenea le daba un encantador toque cálido al comedor. Era maravilloso volver a ser parte de los que estaban sentados esperando la cena en vez de tener que prepararla y servirla. Los hermanos mayores hacían preguntas sobre la experiencia del día y Rai comenzaba a sentirse confiado de poder hablar y responder. Nano hacía comentarios y se reía de la inexperiencia de Rai. Amistosamente y con cariño se burlaba de su amigo capitalino.  Raimundo iba a probar el primer bocado de su plato cuando el timbre de la puerta interrumpió. Todos se miraron extrañados. Hernán se levantó de la mesa con aire cansado

-. Comiencen sin mi antes que se enfríe

-. ¿Creerán que Raimundo no sabía de las catedrales? – se río Nano

-. Ah! Pero escuché que si sabía bailar muy bien – comento la hermana de Nano – Hoy me llamaron mis amigas. Eres la noticia de moda. Todas quieren conocerte –dijo apuntándolo graciosamente.

-. ¡Pero si yo no hice nada!  – se defendió Raimundo riendo

-. ¡Nada más que moverte como una explosión sensual! – acotó Nano provocando más risas en la mesa

Don Hernán volvió al comedor. Raimundo tenía la boca llena del delicioso asado de cordero que la señora había preparado. Masticaba de prisa pues quería servirse más. No había carne mejor que la del sur.

-. Familia, les presento a mi jefe, el capitán Ahumada – anunció Don Hernán moviéndose a un lado y dando paso a la imponente figura del capitán Fernando Ahumada en persona.

Raimundo paralizó todo movimiento y de un salto estuvo de pie saludando a su capitán lo que provocó un estallido de risas de parte de los hermanos.

-. Tranquilo soldado. Descanse. – dijo Fernando algo incómodo.

-. Estábamos recién pasando a comer – dijo don Hernán – por favor acompáñenos capitán

Acercaron una silla para el recién llegado y como por arte de magia, muy rápido, había un nuevo lugar dispuesto en la mesa

-. No. Yo no deseo molestar, don Hernán. Solo vine a ver cómo… como se sentía usted. Ya sabe… después de los dolores del otro día

Raimundo pensó que era algo nuevo escuchar la voz del capitán titubear.

-. No es ninguna molestia, capitán – insistió la señora de Hernán quien ya servía el plato de Fernando

-. Bueno. Muchas gracias. Yo no quería interrumpir

Raimundo se había vuelto a sentar, pero la tranquilidad que sentía minutos antes había desaparecido.  La presencia del capitán en la mesa lo ponía nervioso. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¡en verdad le preocupaba la salud de Don Hernán?… pero si estaba bien. No se había quejado de dolores hacía días…

-. ¿Ya conoció la ciudad, Lariarte? – preguntó Fernando dirigiéndose a Raimundo

-. Si, capitán…

Raimundo estaba aún pensando en lo que iba a responder cuando Nano ya había comenzado a explicarle en detalle todos los sitios a los que lo habían llevado

-. ¡Pero lo mejor fue lo de anoche!!! – dijo Nano riendo y estirando su mano para dejarla caer suavemente sobre el antebrazo desnudo de Raimundo – ¿Verdad que sí, precioso?

Lo que siguió fue un silencio espectral. 

Don Hernán y su familia estaban acostumbrados a la personalidad diferente de su hijo y a sus explosiones de afecto, pero entendían que frente al jefe de Don Hernán, un oficial de ejército, podía resultar incómodo.

Fernando Ahumada fue el primero en volver a mover sus manos para cortar un trozo del magnífico asado

-. Está delicioso, señora. Muchas gracias – comentó dirigiéndose a ella, con esa voz extrañamente calmada que usaba a veces – ¿Qué pasó anoche? – preguntó de inmediato, fijando sus ojos oscuros en los de Nano, con una mirada glacial

Raimundo sintió que caía en picada por una espiral sin fondo. No sabía qué hacer ni cómo responder. El gesto y palabras de Nano le incomodaban mucho frente al capitán, pero no quería ofender a su nuevo amigo ni mucho menos a Don Hernán. Optó por lo único que podía hacer y movió sus brazos para quitarse la mano de Nano, agarrando el tenedor y pretendiendo comer. Ya había perdido el apetito

-. Fuimos a un Pub, capitán – respondió Raimundo casi balbuceando

-. ¿Fuimos a un pub??!!! – replicó Nano fingiendo escandalizarse – ¡La verdad, capitán, es que anoche Raimundo revolucionó la tranquila vida de esta ciudad!!!

-. Si. Los chicos salieron anoche y llegaron tarde. Ya sabe usted como son los jóvenes. ¿Otro poco de vino, capitán?

Sin esperar respuesta, Don Hernán vertió el líquido en la copa del capitán. Podía percibir la intranquilidad en el ambiente. No por nada llevaba bastante tiempo trabajando con el capitán.

-. Claro. Son sus días libres, Lariarte. Puede hacer lo que sea mientras no infrinja la ley

-. ¡Casi, casi, capitán… – volvió a replicar Nano – si hubiera visto como bailaba Raimundo… al borde de la ilegalidad!!

-. No. Yo no… solo nos divertimos un poco…

-. Tiene que probar esta ensalada de nalcas, capitán – Dijo Don Hernán poniendo frente a él una fuente, sintiendo la extraña tensión en el aire y preguntándose por el notorio cambio en la actitud de Raimundo. ¿Lo asustaba la presencia del capitán? Raro… Raimundo no era un chico de dejarse intimidar fácilmente

-. Oh si, gracias. Es una de las delicias de la zona

– Me alegra conocerlo. Mi marido siempre habla muy bien de usted – intervino la señora de Don Hernán

La conversación giró hacia otro rumbo y Raimundo respiró aliviado. Sin embargo, a medida que avanzaba la cena, su tranquilidad se fue transformando en tristeza; Rai volvió a sentir que era completamente ignorado por el capitán. El oficial se quedó hasta que hubieron tomado postre, café y conversaron la sobremesa. Le dedicó tiempo a cada uno de los hijos de Don Hernán mostrando interés en sus trabajos y acotando comentarios interesantes. Derrochaba cortesía y buena educación.  Felicitó a la madre por la excelente cena y se dio el tiempo para conversar con ella sobre la gastronomía local. Con Don Hernán habló sobre los avances del trabajo y otros temas generales. Para él, no tuvo ni una sola palabra más que una seca despedida cuando llegó el momento de irse

-. Buenas noches, soldado – dijo dedicándole una larga y extraña mirada que Raimundo no pudo interpretar

-. Buenas noches, Capitán

Y así, de la misma manera extraña en que había aparecido en casa de Don Hernán, el capitán Ahumada desapareció caminando, sin aceptar el ofrecimiento de un vehículo para llevarlo.

-. ¿Ese es tu jefe, papá? – preguntó Nano cuando estuvieron solos

-. Si. Es el capitán Ahumada– respondió Don Hernán pensativo.

-. Deberías invitarlo más seguido. Que hombre más interesante

-. Nano. ¡Basta!!

-. Ya… ya… yo solo decía…

-. No digas nada, por favor

Raimundo permanecía estático aún en el comedor

-. Pero si no comiste nada, Raimundo – se quejó la señora de Don Hernán – ¿No te gustó la comida?

-. Si. Si comí. Estaba delicioso, señora. Gracias.

Apenas había logrado pasar un par de bocados por su garganta a costa de mucho masticar. Se sentía apenado y preocupado. No sabía qué ni cómo ni por qué… pero estaba seguro de que el capitán estaba enojado y algo malo pasaría con él.

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El vehículo pasó por ellos a las 4 de la tarde. Raimundo se despidió cariñosamente de la familia de Don Hernán y respondió afirmativamente a la invitación de volver a visitarlos. Nano le hizo jurar que volverían a verse y que le presentaría a su novio. Raimundo accedió. Había sido una experiencia nueva, muy interesante y esperaba conocerlo mejor para atreverse a plantearle preguntas que rondaban en su cabeza. Nano parecía genuinamente interesado en ser su amigo y eso era increíble. Tal vez ahora tendría la oportunidad de tener uno por primera vez…

Durante el trayecto de vuelta al campamento, Rai dormitó la mayor parte del tiempo. A ratos, despertaba agitado… No podía olvidar la mirada del capitán cuando se despidió de él la noche anterior ni su actitud desdeñosa hacia él. Estaba preocupado.

Llegaron al campamento antes de la puesta de sol. Raimundo bajo sus cosas de la camioneta, agradeció nuevamente a Don Hernán y partió rumbo a la cocina. No iba contento. Se había terminado la entretención y volvía a la vida que le esperaba por los próximos dos años. No pudo evitar un gesto de pesar cuando entró a la cocina.

-. ¡Hola! – saludo López informalmente asomando la cabeza entre las ollas que ya hervían con la cena de la noche – ¿lo pasaste bien? ¿Conociste alguna mujer bonita?

Raimundo solo sonrió por respuesta e hizo un gesto vago pasando al dormitorio. ¿Lo había pasado bien? Si… hasta que el capitán lo miró de esa extraña manera. Dejó el bolso sobre la cama y se sentó

¿Por qué le preocupaba tanto una simple mirada?… ¿Por qué era el capitán?…

Un suspiro hondo hizo eco en todo el cuarto y Rai fijó su vista en el suelo…

Si. Era por eso. No le gustaba que el capitán estuviera enojado con él. Mucho menos si no sabía la razón de su enojo. Estaba raro con él desde antes del fin de semana libre… Le importaba el capitán… Fernando ahumada… era un nombre bonito que le quedaba bien. Pensándolo bien, casi todo lo que rodeaba al capitán le quedaba bien… su oficina privada, su baño particular, el orden de su cuarto, la manera en que lucía el uniforme… la forma en que montaba el caballo… o cuando adoptaba la posición firme para dar instrucciones.

Sin notarlo, Rai había comenzado a dibujar una sonrisa en su rostro

No cabía duda de que Fernando Ahumada se merecía la admiración y el respeto de sus hombres. Hasta ese momento, Raimundo recién se daba cuenta de lo mucho que el capitán comenzaba a significar en los cambios que se producían en su vida. Debía ser muy agradable trabajar con él en la construcción y estar viéndolo todo el tiempo… recibir sus órdenes directas y compartir tiempo… verlo trabajar… hablarle…

Otro profundo suspiro le llenó los pulmones y revoloteó en el aire…

¿Qué había molestado al Capitán esta vez?… ¿Qué había hecho mal él?

-. ¡Oye!  ¿Piensas quedarte aquí mucho rato?  La comida no se va a hacer sola – pregunto López con un amenazante cucharón en la mano

-. Lo siento, Jarim. Ya voy.

Durante el tiempo en que preparaban la cena, Raimundo no tuvo mucho tiempo de pensar. Solo volvía a preocuparse cuando escuchaba que una nueva camioneta con personal había llegado. ¿Sería la del capitán?…

-. ¿Sirves tu hoy día? – preguntó Jarim cuando llegó el momento de comenzar la cena y por el ruido en el comedor dedujeron que ya todos estaban allí

Rai abrió la boca, nervioso

-. ¿Puedes hacerlo tú, por favor? Es que estuve bebiendo y mi pulso no está muy bueno

Jarim alzó las cejas y rio con ganas

-. Bueno, pero tú lava las ollas

-. Si. Acepto.

Aceptaría cualquier cosa para retrasar el momento de ver al capitán. Era muy tonto sentirse culpable y asustado sin tener idea de cuál había sido su equivocación. Normalmente lo sabía… cometía muchos errores y quebraba las reglas. Pero esta vez… cero, nada, ni una pista… ¿Qué diablos había molestado al Capitán?

Sirvió de prisa los platos, sin manchar y sonrió al darse cuenta que era capaz de tener las bandejas listas cada vez que Jarim volvía a la cocina. ¡Vaya! Estaba sorprendido de su propia destreza.

-. Si sigo aquí me voy a volver bueno en esto – comentó alzando la vista al cielo.

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2 comentarios sobre “Capítulo trece

  1. Cada capítulo está más interesante que el anterior, muchas gracias por la historia.

    El Capitán pone nervioso a Raimundo… normal, me encantan todos los personajes y la historia pero a parte de los protas me gusta mucho el personaje de nano.

    1. Rous!!!! esa es la idea, que cada capítulo suba en intensidad y emociones. Gracias a ti por leerla y comentarla. A mi tambien me gusta Nano; es alguien completamente libre y asumido, sin complejos aunque se puede deducir, por lo que cuenta Don Hernán, que en algún momento de su vida si fue complicadao. En todo caso ahora está bien y creo que es una gran leccion y ayuda para Rai.
      Mil Gracias!!

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