Capítulo diecinueve

FERNANDO

Se retiró del comedor en cuanto terminó de cenar. Había estado prestando especial atención al soldado y solo había confirmado lo que ya sabía sin tener que preguntarlo. Algo lo estaba perturbando… algo que era diferente a todo lo que sabía de Lariarte. Ya en su dormitorio, se sentó frente al fuego y estiró sus largas piernas enfundadas en los botines militares. Sus dedos sostuvieron su cabeza en ángulo. Tenía la mirada fija en las llamas que bailoteaban en la chimenea. ¿habría tenido problemas con alguien?… López era extremadamente pacífico y estaba en su campamento desde el principio. No creía posible que fuera la causa de algún problema. Era imposible que Lariarte hubiera recibido noticias de su familia o cualquier otra persona del exterior… No había medio de comunicación más que a través de él ¿Tenía algo que ver con él… con ellos dos?  ¡Demonios! ¿Qué le había sucedido? ¿Por qué él no lo sabía? Su necesidad de controlar todo lo que a Lariarte se refería estaba siendo llevada al límite. Algo en él se rebeló al darse cuenta del extremo al que había llegado su necesidad de saber todo del soldado… estaba comenzando a adquirir un nivel de importancia insospechado en su vida… increíble pero cierto. Siguió esperando con la mirada fija en la danza de las llamas y muchas preguntas sin respuestas en la cabeza.

Abrió la puerta justo en el momento en que Raimundo tocó. Estaba pendiente escuchando sus pasos. Se movió a un costado para permitirle entrar

-. Capitán – saludó Rai con la misma emoción de siempre en la voz

-. Lariarte – respondió Fernando con diferente tonalidad. Cerró la puerta con seguro como hacia cada vez y, por primera vez, el capitán siguió caminando hasta su dormitorio.

-. Venga conmigo – ordenó

Raimundo se sorprendió ante la novedad. No es que no conociera el cuarto del capitán, lo limpiaba casi todos los días y ordenaba sus cosas con especial cariño y atención. Pero estar los dos juntos ahí… eso era nuevo.  Al entrar al dormitorio encontró con que el capitán había ubicado dos sillas frente al fuego.

-. Quítese la chaqueta y tome asiento – dijo Fernando sentándose

Raimundo continuaba extrañado. Dejó su chaqueta en el respaldo de la silla y luego tomó asiento, muy cerca del capitán

Siguió un instante de silencio en que ambos contemplaban las llamas del fuego

-. ¿Cumplió la orden que le di?

-. Si, capitán. La cumplí

Resultaba cómico que tan solo porque le había preguntado, el soldado se agitara inquieto en el asiento. Fernando apenas lo demostró en su rostro, pero ver la respuesta de su cuerpo le producía enorme satisfacción

-. ¿Fue muy difícil?

Lo escuchó tragar saliva antes de responder con voz ahogada

-. Si, capitán

-. Pero lo hizo

-. Si. Cumplí. Mantuve mis manos lejos. No me toqué – reafirmó Raimundo enérgicamente, con un gesto de niño malcriado a quien le han prometido un premio y dudan de entregárselo.

Fernando se deleitó mirando su reacción. Juntó ambas manos frente a su boca para ocultar su sonrisa de triunfo. Lo miraba tan hermoso… tan increíblemente adorable… y estaba ahí para él. Le obedecía y aceptaba sus órdenes. Suspiró expandiendo todo su pecho. Que sentimiento más extraordinario…

-. Bien. Buen soldado.

La voz le sonó enronquecida. La mirada de Raimundo denotaba que se alegraba de complacerlo. Fernando se puso de pie y se ubicó tras el soldado. Comenzó tocando suavemente su cabello y fue bajando para delinear sus orejas. Lariarte ladeaba su rostro buscando el toque de aquellas manos. Continuó trazando el contorno de su mandíbula, subió hacía su boca y sus dedos recibieron la caricia húmeda de los labios abiertos y la lengua mojada. Fernando estaba atento a cada movimiento del soldado… notó como su respiración se agitaba. Sus manos bajaron acariciando el torso hasta llegar al borde de la camiseta. La levantó para quitársela. Lariarte subió los brazos y se deshicieron de la prenda. Fernando se acuclilló tras el soldado y no pudo resistir jugar en su cuello mientras sus manos descubrían por casualidad, una nueva sección de interés a la que nunca había prestado atención. Había aprisionado entre sus dedos los botones rosados en el pecho de Lariarte… ahá… ¿Qué le estaba provocando que causaba suspiros y movimientos inquietos? Intensificó el roce de las tetillas hasta que el soldado echó la cabeza hacia atrás en un jadeo y Fernando sintió que lo invitaba a explorar su delicado cuello

-. Capitán…

 Mmhh… eso sonaba a súplica… música celestial saliendo de la boca de su soldado. Mordió y lamió sin delicadeza el borde de la clavícula y fue recompensado con un gemido ahogado. ¿Demasiado estímulo para quien ha esperado 48 horas? A desgana abandonó las tetillas y bajó por el pecho húmedo de sudor para abrir y bajar el pantalón. Sin quitar la última prenda, metió las manos y fue bajando con exasperante lentitud hasta llegar a envolver el miembro erecto del soldado… Aahhh… que suave y duro estaba su soldado. Podía sentir cómo él mismo se iba excitando con cada movimiento y sonido de Lariarte.

-. Esto me está molestando – le susurró en el oído refiriéndose al calzoncillo y tirando de el para quitarlo.

Raimundo se movió de inmediato y la prenda desapareció de su cuerpo.

-. Así está mejor

¿Se daba cuenta Lariarte de lo hermoso que era cuando estaba completamente desnudo? No había en él ni una sola parte que fuera desagradable de mirar sino todo lo contrario. El ejercicio constante le daba cuerpo de hombre, pero tenía curvas y formas suaves, una estructura que él veía perfecta, la piel aterciopelada y sus gestos lo volvían loco. Sus nalgas aun conservaban algunas marcas de la fusta. Fernando se excitaba pensando en lo que ello significaba; su soldado siempre llevaba sus marcas en el culo. Hundió las manos en el suave vello púbico y jugueteó con sus testículos. Sonrió al notar los movimientos del soldado buscando el roce de su miembro con las manos. Se estaba desesperando y no aguantaría mucho más. Se había portado bien. No lo haría esperar más.

Cesó todo contacto, se puso de pie y se dirigió a su cama donde tomo asiento en el borde

-. Venga acá, soldado

Lo vio ponerse de pie confundido y tembloroso… lleno de deseo. ¡Qué imagen más preciosa! Raimundo avanzó hacia él con los ojos brillantes, el cabello desordenado, la boca entreabierta y el miembro erecto… lo sintió tan suyo y entregado. Sabía que haría lo que él le pidiera.

Entonces, Fernando le indicó lo que deseaba palmeando sus muslos.

-. Aquí

La expresión de sorpresa y excitación mezclada con la vergüenza era una delicia. Mmhhh… se estaba mordiendo los labios. Siempre hacía eso cuando estaba nervioso. Cuando el soldado estuvo suficientemente cerca, Fernando se mantuvo sentado, pero extendió los brazos y lo ayudó a ubicarse en la posición que lo deseaba: cuerpo boca abajo, extendido sobre la orilla de cama. Sobre sus piernas se elevaba el delicioso culo. Se tomó un momento para admirarlo y calmar la excitación de tenerlo como había anticipado. ¡Dios!! Era tan grande lo que el chico le provocaba.

-. Separe las piernas

Lariarte obedeció.

-. ¿Desea mi mano golpeando su culo, soldado?

Raimundo jadeó varias veces antes de encontrar su voz para responder

-. Si, capitán – murmurócon voz trémula… sobrecargada de deseo

Fernando comenzó acariciando cada músculo de su espalda y las piernas… luego dedicó atención a las nalgas y sostuvo masajeando con su mano izquierda, los testículos de Raimundo. Podía sentir punzante y dura contra sus piernas, la erección del soldado. La suya no lo hacía nada de mal apretada contra el pantalón. Su mano derecha sobaba las nalgas

-. Deme una razón para la primera palmada – pidió el capitán. No la necesitaba, pero era excitante pedírsela y obligarlo a pensar

-. Cumplí su orden, capitán – respondió de inmediato Raimundo, sin desear retrasarlo ni un segundo más

La mano cayó firme sobre el culo del soldado calentándole de inmediato la piel. El pene del soldado rebotó bailoteando como si hubiera recibido electricidad y su respiración se volvió jadeante

-. Segunda razón

-. Yoooo… pensé en usted todo el día, capitán

Una segunda palmada enrojeció la otra nalga de Rai

-. ¿Tiene alguna otra razón? – preguntó Fernando

¡Mil!!!.. tengo miles de razones, pensó Raimundo… pero más que nada, tengo una sola que las resume todas.

-. Capitán, porque deseo que lo haga

No había mejor respuesta que esa para oídos de Fernando Ahumada.

Los golpes caían en el trasero del Lariarte volviéndolo rojo y caliente. La mano del capitán acariciaba los testículos y subía hasta rozar el pene. Raimundo gemía y se estremecía. Un par de golpes más y el capitán notó como el cuerpo del soldado se tensaba, su respiración era ahogada y muy pronto, sintió el líquido caliente en sus pantalones y un profundo gemido de Lariarte que sonó a trompetas de ángeles para sus oídos. Complacido, dejó caer su mano con fuerza una última e inesperada vez

-. Esta es por atreverse a rozarme durante el desayuno de ayer

RAIMUNDO

Raimundo no la esperaba, pero el placer que le produjo sentir más calor en sus adoloridas nalgas fue delicioso.  Gimió lloriqueando… estaba rebosante de placer satisfecho… mareado, encantado… se moría de placer porque el capitán, en su cama, lo había acariciado y estimulado al máximo. Sin poder aguantar, Raimundo sintió que el llanto se atoraba en su garganta… estaba tan dichoso que no sabía por dónde dejar escapar tanta felicidad que lo desbordaba. Dios! No podía ponerse a llorar como niña… pero tampoco había forma de controlarlo. Su sensibilidad era extrema. Desnudo y vulnerable, en una posición que jamás había imaginado que podría adoptar frente a otro hombre, dejó que las lágrimas cayeran. La mano del capitán acariciándolo nuevamente solo logró aumentar su felicidad y sus lágrimas.

-. ¿Está bien, Lariarte? – pregunto Fernando con la voz más suave que jamás le había escuchado

-. Sí, estoy bien, capitán. Yo… no sé qué me pasa… es… no es nada.

Fernando le puso sus manos en los hombros y lo ayudo a levantarse. Rai miró fijamente los pantalones manchados del oficial y su rostro se llenó de vergüenza… pero entonces, el capitán, ya de pie, pasó el dedo por el líquido lechoso en su ropa y tomando un poco del semen, lo levantó para acercarlo al rostro de Raimundo y con un gesto juguetón, le manchó la nariz. ¿Estaba Fernando jugando con él?

-. Yo tampoco sé lo que le pasa – dijo arrastrando el dedo largamente por su nariz, dejándosela pegajosa y húmeda.

-. No entiendo – respondió Raimundo limpiándose la nariz con la mano.

-. Es fácil. Algo le pasa y quiero saber qué es

La voz de Fernando volvía a ser la del oficial a cargo.

-. Usted no ha sido el mismo ni ayer ni hoy. ¿Qué le sucede?

Raimundo lo miró bajo un nuevo ángulo… ¿Tan trasparente era él para el oficial? ¿Cómo es que había llegado a conocerlo tan bien? Bueno… Tenía razón… Sí le pasaba algo y sí quería hablarlo con él… pero como le explicaba lo que quería estando desnudo y aun bajo los efectos del mejor orgasmo que había tenido en toda su vida. Sin pensar en lo que hacía, Raimundo buscó su ropa para comenzar a vestirse. Primero el calzoncillo y pantalón

-. No le he dado permiso para vestirse

-. Capitán… no puedo hablar así…

-. Yo creo que sí

Fernando se había acercado a él hasta tocarlo. Siempre se acercaba por atrás. Su boca le buscó el cuello y sus brazos lo sujetaron de las caderas. El capitán presionó su miembro excitado contra las nalgas de Raimundo

-. Todavía no hemos terminado

Acto seguido, volvió a alejarse. Tomó una toalla del baño y comenzó a secarse el líquido del pantalón con mucha naturalidad, como si eso no tuviera importancia alguna.  Tomó asiento en la silla de antes y esperó a que Raimundo respondiera.  Lo miraba divertido… subía y bajaba sus ojos recorriéndolo. Rai podía ver que al capitán le gustaba su cuerpo, pero… Dios!! ¿Cómo podía hablarle en serio si estaba desnudo? Miró la chaqueta en el respaldo de la silla… ¿se atrevería?

Se atrevió

-. Es un asunto serio, capitán – dijo mientras se tapaba con la chaqueta y no lo miró hasta que se sintió presentable y suficientemente cubierto

El capitán movió la cabeza en silencio mientras lo veía desobedecerle.

-. Continúe

Su deseo de saber qué le pasaba a su soldado era más importante en ese momento. Esa desobediencia era menor y además, era bueno tener un nuevo motivo para castigarlo. Guardó en su mente aquella falta.

-. Lo que sucede es que…. Me gustaría que…. Es decir… yo quisiera que …

-. ¡Lariarte! – fue un severo llamado de atención  -. Tome asiento y dígame sin titubear que es lo que sucede.

Raimundo se sentó sintiéndose como un niño reprendido. Sabía que el capitán jamás le haría daño, pero tenía tantas, tantísimas ganas de trabajar en la construcción que le asustaba pedirlo y que se lo negara

-. Capitán, me gustaría trabajar en la construcción del camino. Ya no quiero estar en la cocina – su voz sonó extrañamente calmada y segura

Fernando esperaba cualquier otro tipo de problema. Había pensado mucho en lo que podía estar preocupando al soldado y había imaginado todo tipo de razones, principalmente había temido que fuera algo relacionado con lo que ellos hacían cada noche por medio. Honestamente, no esperaba esta petición. Se quedó serio, con la barbilla en alto, mirando a Raimundo mientras su mente procesaba la información

-. ¿Tuvo algún problema en la cocina?

-. No, capitán. López es un buen amigo y me ha enseñado mucho. Es solo que no me gusta y quisiera trabajar en el camino

No era muy común que el capitán Ahumada se quedara sin saber que responder.  Le gustaba mucho ver a Raimundo protegido en la cocina, saber que se preocupaba de su comida y su dormitorio. Trató de imaginarlo en la construcción, junto al resto de sus hombres y la imagen le resultó desagradable. Lo estarían mirando… imposible quitarle los ojos de encima cuando era como era.

-. No sé qué trabajo podría hacer en el camino…

Raimundo sonrió orgulloso y algo del mocoso arrogante capitalino salió a relucir en su actitud. El sí sabía con exactitud todo lo que podía hacer

-. Yo pienso que puedo hacer….

La lista que enumeró fue larga y detallada. Tanto, que Fernando volvió a quedarse callado, asombrado de escuchar lo que Raimundo le decía. Y lo peor… tenía razón en cada una de las cosas que le mencionó. ¿Cómo sabía todo eso? ¿Sería que sus estudios si le habían enseñado más de lo que él creía? ¿O tal vez estaba aprendiendo mucho a través de las conversaciones con Don Hernán?

Cuando Raimundo terminó de hablar, se notaba contento. Sus ojos… sus preciosos ojos de cielo, brillaban esperanzados y su rostro estaba expectante. ¿Qué diablos le pasaba a él mientras miraba su rostro? Fernando tuvo un sentimiento que no experimentaba desde hacía mucho tiempo: sintió que no podía romper esa mirada y negarse…  ¡No le gustaba que lo pusieran en una situación forzada… pero no quería dañar al chico… no deseaba apagar el brillo de sus ojos ni la esperanza en su mirada…  Diablos!! ¿Desde cuándo se estaba volviendo un estúpido sentimental?

-. Voy a pensarlo, Lariarte

-. ¿Voy a pensarlo, si? ¿O voy a pensarlo no?

Raimundo estaba más que contento con esa respuesta. No era una negativa y confiaba en que el capitán le concedería lo que pedía. Llevado por su entusiasmo y una insípida nueva confianza, Rai se puso de pie y se acercó a la silla del capitán que seguía atentamente cada movimiento.  Raimundo se acuchilló frente a él, con un gesto que parecía increíble en él, tomó las rodillas del capitán y presionó para separarle las piernas mientras lo miraba como un cachorro asustado y nervioso

Fernando tuvo que contener las ganas de comérselo… tan adorable y precioso… atreviéndose a tocarlo… aunque fuera por conveniencia.

-. ¿Me viene a chantajear, soldado? – preguntó el capitán cuando Raimundo comenzó a bajarle el cierre del pantalón

-. Lo que sea por salir de la cocina, capitán – respondió con la sonrisa más picara y cautivadora que Fernando recordara haberle visto. ¿Cuántos gestos y expresiones podía Lariarte hacer con su rostro? Quería conocerlos todos

-. ¿Lo que sea? – repitió comenzando a dejarse seducir por los dedos de Raimundo que dibujaban su miembro por sobre la tela de la ropa interior

-. Cualquier cosa, capitán…

Raimundo respondió absolutamente decidido. Fernando echo la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y calló. No podía pensar cuando su soldado se atrevía a seducirlo…

.

.

La solicitud de Raimundo había creado un conflicto interno en Fernando Ahumada. Cuando lo escuchó enumerar la lista de tareas que podía cumplir se dio cuenta que si, efectivamente, Lariarte podía trabajar con ellos en el camino y se le acababan las excusas para impedírselo. Excepto por un importante detalle: Era su campamento y él tomaba las decisiones. ¿Qué era lo que le impedía aceptar que Lariarte se uniera a los constructores? ¡Demonios! Lo sabía y no le agradaba la respuesta. No quería que su soldado estuviera en contacto con tanta gente todos los días. Lariarte era una distracción. Nadie con ese nivel de atractivo pasaría desapercibido en ninguna parte. Podía imaginar los comentarios, las miradas… los demás soldados y personal acercándose a él para hablarle…

El fuerte golpe en la mesa y el dolor en su mano le recordaron que estaba solo en su oficina. No tenía sentido estar dándole de puños a la mesa excepto que aliviaba la preocupación que sentía… ¡por dios! Era estúpido actuar así. Él era un oficial capacitado y entrenado para tomar decisiones rápidas y ser eficiente. Era una de sus fortalezas. Sin embargo, ahora, llevaba más de una semana pensando en una simple decisión, casi irrisoria para su cargo.  Lariarte no le había vuelto a preguntar… no con palabras, pero él podía leer la esperanza en los ojos del soldado cada vez que se habían vuelto a encontrar.

El capitán Ahumada se levantó del sillón de golpe. Contuvo sus ganas de volver a golpear la mesa. Ni él mismo podía entender sus reacciones cuando se trataba del soldado Lariarte.

.

.

.

2 comentarios sobre “Capítulo diecinueve

  1. A ver qué pasa! Si cede El Capitan o no 😝 aunque es difícil con Rai , gracias por el capítulo! Excelente como siempre ❤️

    1. Muchas Gracias Rous! No sé cual de los dos va a ceder primero… pero Raimundo esta decidido… ya ves que hace cualquier cosa por lograr lo que quiere. jajajaa.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.