Capítulo veintiuno

Don Hernán y él fueron llevados a toda prisa al hospital de la ciudad, en las camionetas del campamento. Llegaron cuando comenzaba a oscurecer y fueron atendidos de inmediato. El capitán notificó a la familia del accidentado que se presentaron muy pronto en la sala de urgencias.

Raimundo insistía en que estaba bien y no le dolía nada, pero la mirada del capitán y la determinación en su voz lo habían hecho callar y obedecer. El enfermero Medina había viajado con Don Hernán; el capitán nunca se separó del lado de Rai, ni siquiera cuando el médico procedió a examinarlo en una sala de urgencia.

-. Estas bien – decretó el doctor dirigiéndose a Raimundo luego de practicarle algunos exámenes generales y revisar sus signos vitales.

-. Si. Me siento bien – respondió Raimundo sin atreverse a comentar que ya lo sabía y se lo había dicho al capitán hasta el cansancio, pero él había insistido en traerlo a que fuera revisado.

Fernando estaba firme sobre sus piernas, con ambos brazos tras la espalda. Su mirar serio, el silencio que guardaba y las manos en tensión eran el reflejo del estrés que mantenía bajo control.

-. Fue muy valiente lo que hiciste, Raimundo – dijo el doctor palmeando el hombro de Rai – Puedes irte a descansar ahora

-. Gracias, doctor – respondió Fernando con autoridad, quitándole las palabras de la boca a Raimundo.

El doctor abandonó el cuarto. Finalmente, Raimundo y el capitán estaban solos después de lo que había sucedido.  Rai terminó de ponerse la chaqueta, cabizbajo y silencioso. Permaneció sentado en el borde de la misma camilla donde lo habían examinado. Se sentía intimidado como cuando recién había llegado al campamento. Fernando mantenía su vista fija sobre él en estricto silencio… se veía imponente.  Raimundo sabía que estaba molesto así es que aguardó a que llegara la tormenta sintiendo, de antemano, que no tenía argumentos para defenderse

Escuchó el sonido que se produjo cuando el capitán tomó aire justo antes de hablar.

-. Soldado, explíqueme que fue lo que pasó allá arriba – exigió el oficial con tono de corte marcial

La frialdad de la pregunta y la actitud del capitán hicieron mella en Raimundo. Volvía a tratarlo de soldado y de marcar distancia con el uso del “usted”. Bajó la cabeza y aguantó la tristeza.

-. ¿Por dónde comienzo, capitán?

-. Desde el principio – respondió sin haberse movido ni un milímetro de su posición.

-. Yo… vi los mapas en su oficina. Soy bueno para entenderlos así es que pude darme cuenta que el lugar de la construcción no estaba tan lejos si avanzaba en línea recta 

Rai levantó los ojos para mirar al capitán. Él no emitió ni un solo gesto.  Esperaba a que continuara

-. Practico todos los días. Tengo que hacerlo porque de otro modo pierdo destreza. Tengo nivel de experto en el Parkour. Así se llama lo que hago… eso de desplazarme con rapidez utilizando mi cuerpo…

Otra mirada furtiva para volver a encontrar nula respuesta

-. Quería ver el sitio de la construcción así es que de a poco comencé a internarme en el bosque y seguir la dirección de los mapas hasta que llegué al lugar

Raimundo sintió que había informado suficiente pero la actitud de espera del capitán le indicó lo contrario

-. Me sentaba en el coihue a observarlos trabajar. No hice nada malo. Solo me sentaba a mirarlos… pero hoy, cuando vi que la máquina de Don Hernán caía con él adentro supe que tenía que hacer algo muy rápido. Esos árboles no iban a sujetarlo por mucho tiempo y ustedes… se demorarían más que yo en sacarlo. – dijo encogiéndose de hombros

Los labios del capitán se volvieron una línea blanca. Raimundo podía ver que estaba a punto de explotar.

-. ¡Si no hubiera hecho algo se habría muerto!!! – exclamó Raimundo subiendo levemente el tono de la voz.  ¿Tenía que defenderse por haberlo salvado? Si es cierto que había ido al sitio sin autorización y que abandonaba el campamento y los espiaba…pero por dios! Si no fuera por lo que había hecho, Don Hernán estaría muerto y él capitán tendría que estar dando otro tipo de explicaciones… ¡Ya!! ¡Suficiente!!! Por favor… que ya dejara de mirarlo en silencio y le dijera algo… se estaba sintiendo muy mal

FERNANDO

Había estado a punto de perder la vida de un hombre al que estimaba mucho, tuvo que informar a su familia y tranquilizarlos cuando llegaron al hospital, el camino había quedado destrozado tras el deslizamiento de tierra, valiosa maquinaria y herramientas se habían estropeado, la obra estaría detenida hasta que se aclararan los hechos y se buscara una nueva ruta, tenía que responder ante el comandante del regimiento y tal vez a los altos mandos del ejército por el desastre que había sucedido y que estaba bajo su responsabilidad. Todo era de mucha importancia… y lo único en que podía pensar era en que Raimundo, su precioso soldado, podía haber muerto arrastrado por la tierra deslizándose barranco abajo. No sabía de dónde había salido… todos vieron a alguien que caía del cielo y cruzaba veloz como un rayo… un animal ligero… un ángel celestial como había pensado la primera vez que lo vio… y solo supieron quién era cuando Lariarte había sacado a Don Hernán del Buldozer y miraba hacia ellos en busca de las cuerdas. Fernando tuvo que mirar varias veces y restregarse los ojos para creer lo que su vista le mostraba. No… No era posible… ¿Cómo demonios había llegado? ¿Qué hacía arriesgándose allá abajo?¡ Lariarte!!! No…  La sensación de la sangre helándosele en las venas y dejándolo paralizado y sin respiración había sido horrible… por su cabeza pasó la imagen de Raimundo siendo arrastrado por la corriente de lodo y escombros, cayendo sepultado y desapareciendo para siempre de su vida… ¡Le gritó!!! Le gritó que se sostuviera de la cuerda para asegurarse de poder salvarlo… subirlo con sus propias manos y resguardarlo a salvo… pero el chico había buscado su propio camino de vuelta dejándolo sufrir los minutos de mayor angustia de su vida. Posiblemente fue menos de un minuto en que se sintió entumecido… aterrado. Su cuerpo recuperó la normalidad solo cuando vio que Raimundo estaba a salvo, pero algo en su interior creció como un volcán a punto de hacer explosión; quería golpearlo, sacudirlo, azotarlo y abrazarlo con la misma furia. Cuando se aseguró de que Don Hernán estaba a salvo, caminó hacia el chico y mientras se acercaba se dio cuenta que cada paso lejos de él era un suplicio en ese momento… ¡Dios!!  Quería correr hacia él.  ¡Iba a matarlo con sus propias manos!!! Finalmente, había llegado y cuando estuvo cerca lo vio a los ojos… tan asustado y vulnerable… tan frágil y precioso…  No pudo ni siquiera hablarle.  Lo había abrazado, poniendo un pedazo de su vida en aquel abrazo. ¿Es que no se daba cuenta de lo valioso que era? ¿Cómo se atrevía a arriesgar su vida? ¿Con qué derecho se exponía? Lo sostuvo contra su cuerpo sintiendo como Raimundo temblaba y se quebraba. Fernando estaba entrenado para usar armas, combatir una guerra y dirigir batallones… pero no sabía qué hacer con el dolor hondo que lo traspasó cuando vio a Raimundo en peligro. ¿Dónde mierda había quedado el supuesto control que tenía sobre él? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué estaba en el sitio de trabajo? ¿Cómo.. Dónde.. Cuándo…? Eran tantas preguntas que se atropellaban en su cabeza. Se sentía impotente… perdía el control… no podía manejar lo que sentía por el chico… era demasiado grande y comenzaba a ahogarlo. 

Tuvo que aguantarse todo el trayecto y las correspondientes revisiones de Don Hernán y Raimundo hasta que por fin se encontraron a solas y pudo exigir respuestas. Realmente, había sido una prueba dura para su capacidad de control, sobre todo frente a los demás hombres del campamento que lo miraban a él esperando respuestas sobre la aparición y actuar de Lariarte. ¿Qué esperaban que dijera si no tenía la más puta idea de lo que hacía allí ni de dónde había aparecido? ¡Mierda!!! 

-. Fue como un ángel salvador cayendo del cielo – había dicho uno de los hombres, comentando lo sucedido

Pues él quería encargarse de aclarar las cosas con este ángel.

-. ¿Desde cuándo? – preguntó cuándo Raimundo creyó que terminaba su explicación

-. Hace tiempo, capitán – respondió aún con la vista en el suelo

-. ¿Cuándo?! – exigió alzando la voz que retumbó en la sala de urgencias

-. ¡Cuando el suboficial Sánchez se accidentó, capitán!

Su primera reacción fue un gesto de asombro en la cara. ¡Sánchez se había accidentado semanas atrás!!! ¿Todo ese tiempo había estado observándolo? ¿Nunca le había dicho nada?

-. ¿Cruza el bosque cada día? – preguntó con verdadero asombro

-. Si, capitán

Increíble…

-. ¿Y López? ¿Está al tanto de lo que hace?

-. No, capitán. Él no sabe nada

Fernando ladeo la cabeza… ¿No se daba cuenta que él conocía sus gestos y sabía cuándo mentía?

-. Me pone en una situación muy difícil Lariarte. ¿Entiende que, a pesar de salvar a Don Hernán, usted cometió una falta grave?

Raimundo agachó la cabeza y pareció empequeñecerse. ¿ahora si se iba a deshacer de él? No… por favor no.

El silencio se extendió por varios incómodos segundos

-. Capitán… ¿Cómo está Don Hernán?

Raimundo se atrevió a mirarlo… era como un animalillo asustado y herido. Sus malditamente hermosos ojos de cielo lo miraban suplicando disculpas y emitiendo tristeza. Fernando tuvo un momento de desconcierto… se dio cuenta, claro como el agua, que se alegraba de poder seguir viéndolos porque nada le había pasado… Dios!! Si hubiera caído…

Fernando rompió bruscamente su posición firme. Necesitaba moverse y tomar aire. Se llevó una mano a la frente para calmarse y espantar el pensamiento detestable que había tenido.

-. Está vivo. Tiene heridas y… se quedará aquí unos días. Va a estar bien.

¿Por qué lo descolocaba tanto la mirada de Raimundo? La tristeza de sus ojos estaba acabando con su capacidad de control…

-. Está bien… – repitió Raimundo emocionado hasta que sus ojos brillaron acuosos… lo miraba pidiendo perdón.

-. Raimundo… tú le salvaste la vida

Lo siguiente que supo era que las lágrimas de Raimundo le mojaban la ropa y él lo volvía a abrazar como si se le fuera la vida en ello. Lo apretó con fuerza contra su cuerpo suspirando largamente y dejándose llevar por la necesidad de sentirlo vivo y a salvo.

-. Fue valiente lo que hiciste. Muy valiente

-. No lo pensé… no tuve tiempo para pensar

-. Y estúpido… imprudente… temerario

-. Yo… lo sé, pero

-. Sin peros. No hemos terminado… tu y yo tenemos mucho que aclarar – le dijo mientras acariciaba su pelo y lo apretaba con firmeza contra su torso

-. Si. Le diré todo lo que quiera saber

-. Me mentiste – le recriminó

-. Yo… solo quería verlos… – respondió Raimundo apretándose más a su cintura y escondiendo la cabeza en su pecho.

Fernando guardó silencio. Ya sabía lo suficiente. Luego tendrían tiempo de hablar más. Ahora necesitaba que todos sus sentidos estuvieran con él. Quería calmarlo pues se daba cuenta que Raimundo necesitaba de él

-. ¿Cómo haces eso? parece como si volaras – preguntó con los dedos metidos en su cuello. Lo escuchó sonreír…

-. Soy experto en eso. Es lo que mejor sé hacer en la vida.

Fernando miro la figura abrazada a su cintura… ¿En realidad pensaba que eso era lo mejor de él?

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El comandante del regimiento, junto a varios oficiales, se presentaron en el hospital.

-. Usted y el soldado pasaran la noche en el regimiento – ordenó el comandante dirigiéndose al capitán – Necesito que me informe en detalle de lo que sucedió allá arriba. Ha causado gran revuelo

-. Lo lamento, señor. Fue un desafortunado accidente

-. Entiendo que hay una persona herida

-. Si, señor. Pero se va a recuperar.

De pronto el comandante se dirigió a Raimundo

-. Dicen que le salvaste la vida al hombre en un acto heroico

Raimundo enderezó la espalda y se sintió tenso

-. Yo solo hice lo que había que hacer, comandante

El oficial movió la cabeza asintiendo

-. Eso hace un buen soldado – respondió el oficial con evidente orgullo

-. Mañana me contará los detalles soldado. En marcha, ahora

Cuando abandonaban el hospital, se encontraron con el resto del personal del campamento que había bajado con ellos. El enfermero Medina, el subteniente Cardones y otros dos soldados los estaban esperando en el pasillo. Querían saber antes de emprender el regreso.  Cada uno se acercó a Raimundo a estrecharle la mano o a saludarlo de manera especial y respetuosa

-. Bien hecho, Lariarte

-. Fuiste muy valiente

-. Dios te puso en su camino

Raimundo estrechó las manos de los mismos hombres con quienes había aprendido a jugar cartas, comido galletas y se había reído días atrás. Era una sensación nueva la de sentirse felicitado y admirado… era hermoso y confuso.

Estaban en ello cuando de pronto aparecieron vehículos y personas que, micrófono, cámaras y máquinas fotográficas en mano, corrieron hacia el grupo de uniformados

-. Periodistas – dijo el comandante con voz apesadumbrada ¿Quién filtró la noticia?

Pero antes que pudieran responder, los reporteros habían llegado hasta ellos

-. Comandante. buenas noches. ¿Es verdad que hubo un accidente con heridos graves? – preguntó una mujer muy maquillada que miraba al comandante y a la cámara de televisión al mismo tiempo –  ¿Puede informar a nuestros espectadores?

-. ¿Fue una mala maniobra? ¿Cuántos heridos hay? – preguntó otro que transmitía en directo hacia una estación de radio

-. ¿Puede confirmar que hubo un deslizamiento de tierra que destruyó el camino en construcción?

-. ¿Se retrasarán los trabajos en la zona?

Varias personas se arremolinaban alrededor del comandante. El oficial, a pesar de estar a disgusto, mantenía la calma y se veía tranquilo

-. Buenas noches– saludó, sabiendo que cada palabra que dijera, sería repetida por los medios locales y escuchada por muchas personas – Por el momento estamos en proceso de investigación de lo sucedido el hoy día. Mañana tendremos un informe más elaborado para informarles

-. Señor ¿Puede darnos la identidad de los heridos? – insistían – ¿Están graves? ¿en riesgo vital?

El comandante miró al capitán

-. El capitán Ahumada está a cargo de la construcción del camino. Él les dará los detalles de lo que podemos informar por ahora.

Todos los micrófonos y cámaras apuntaron hacia Fernando

-. Por causas que se investigan, hubo un deslizamiento de tierra que dejó herido a Don Hernán Rubilar. Él es oficial de mi unidad y vecino de esta ciudad. Los doctores dicen que se va a recuperar

-. ¡Pero dicen que llegaron dos personas heridas! – aguijoneó uno de los periodistas

Fernando lo miró con ira controlada. No iba a hablar de Lariarte

-. ¿Quién es el otro herido? ¿Hubo algún fallecido?

-. Don Hernán está en observacion y es la única persona lesionada – respondió con evidente gravedad

La mirada del comandante lo apremiaba a que aclarara los hechos ante los periodistas. No quería ni oír ni leer especulaciones en los medios locales sobre lo sucedido

-. La otra persona es un soldado conscripto que realizó un acto heroico al salvar la vida de Don Hernán

Revoloteo entre los periodistas. Eso era un hecho interesante de informar

-. ¿Quién es?

-. ¿Cómo sucedió?

-. ¿Está en el hospital?

-. ¿Resultó herido?

Fernando Ahumada respiró profundamente antes de responder. Totalmente contra su voluntad, pero apremiado por el comandante

-. Se trata del Soldado Conscripto Lariarte – respondió de manera automática

-. ¿Quién es? ¿Dónde está?

-. ¿Podemos entrevistarlo?

-. Me gustaría una foto de él

NO, NO y NO

Pero entonces el comandante, saliendo del enjambre de periodistas, se acercó a Raimundo y pasó un brazo por su espalda para dejar la mano sobre su hombro. El capitán recurrió a todo su entrenamiento para mantener las manos quietas y permanecer donde estaba. Algo en su interior rugía y sentía que podía matar en ese momento

-. El soldado Lariarte cometió un acto heroico y salvó la vida de un hombre. Mañana podrán hablar con él. Hoy está muy cansado.

Las cámaras y flashes fotográficos cayeron sobre Raimundo quien estaba incómodo y con el rostro hacia abajo.

-. Por favor, quítese la gorra – pidió la periodista

-. Si, por favor, quítesela y levante el rostro – dijo uno de los fotógrafos

Raimundo buscó la mirada del capitán… solo que antes de llegar a él se encontró con el rostro del comandante.

-. Puede hacerlo soldado – dijo el oficial de mayor graduación en voz alta, autorizándolo a algo que no deseaba

Con calma, Raimundo se quitó la gorra del uniforme y levantó la barbilla.  Los sonidos que escuchó a continuación le eran familiares y le resultaban repugnantes

-. OOhhh… que atractivo

-. Wow…

-. Vaya! – click! Click!  – mire hacia acá por favor – Click click

-. Lariarte ¿correcto?

-. Nos retiramos ahora. Mañana al mediodía haré una declaración en el salón del regimiento. Buenas noches.

El comandante echó a andar y todos los uniformados caminaron junto a él y subieron a los vehículos que los llevarían al regimiento.

-. Esto se va a transformar en un problema, capitán. Los periodistas van a hacer un circo con esta noticia y es posible que llegue a oídos del general.  – expresó el comandante disgustado – tendré que informarlo antes que se entere por los diarios. Ahumada mantuvo silencio. No era momento de decir nada ni tenía ganas de hacerlo. El deslizamiento de tierra acababa de escalar a problema mayor y de pronto comprendió que podría afectar su trabajo en la zona. Además, la foto de Raimundo estaría en las noticias locales de mañana y eso lo preocupaba y molestaba enormemente.

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2 comentarios sobre “Capítulo veintiuno

    1. Estoy viendo un programa en Discovery. Hablan sobre la tierra de fuego, la patagonia, el salar de Uyuni y otros muchos lugares hermosos e impresionantes, y justo hablaban sobre un animalito, pariente de la chinchilla: la viscacha o biscasha (no di en cómo se escribe) y la llamaron «experta en parkour»… ¿Ahora entiendes por qué no pude evitar recordar a Rai? Jijijiji

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