Volver a un dormitorio compartido con más soldados fue un impacto desagradable para Raimundo. La noticia de su “Acto heroico” había corrido como reguero por el regimiento y todos querían verlo, hablarle o saludarlo, más aún, cuando lo veían en persona y notaban su atractivo.
-. Capitán. No me siento bien
Fue el primer saludo de Raimundo a su capitán cuando se retiraban del desayuno en el amplio comedor del regimiento y buscaron coincidir.
-. ¿Qué te pasa? – preguntó Fernando poniendo su mano en el hombro y guiándolo hacia un espacio desocupado dentro del comedor – ¿Te duele algo?
-. No, Capitán. No es de ese tipo. Es que… todos me miran… y se me acercan y me hablan y… preguntan…. quieren saber…
Fernando vio como el chico se descomponía al ir hablando y su mirada se volvía desesperada en busca de ayuda. Tuvo entonces la primera visión de la “otra vida” de Raimundo: esa que desconocía y que era anterior al momento en que se habían encontrado. Lo miró con algo de asombro. ¿Toda su vida había sufrido ese tipo de acoso por ser hermoso? ¿Tanto le molestaba? ¿No sabía lidiar con ello?
-. Escucha. Es natural. Todos quieren conocerte porque hiciste algo valiente, aunque insensato… pero le salvaste la vida a una persona
-. Si. Entiendo, Capitán… pero ¿No podemos volver al campamento, por favor?
La actitud retraída y arisca del soldado hacia la gente que pasaba cerca de ellos mirándolos le dio al capitán mayor conocimiento sobre la personalidad de Raimundo. Así es que no siempre era tímido y dócil… podía ser rebelde y huraño cuando se sentía acosado.
-. Soldado – dijo adoptando el tono de voz que sabía tendría efecto en Raimundo – Iré a hablar con el comandante. Esperaremos su decisión y volveremos al campamento lo antes posible
Recibió por respuesta una sonrisa de alivio de parte de Raimundo.
Pero no resultó ser tan fácil.
-. La noticia ha escalado hasta los altos mandos, capitán. El general ordenó que un equipo de investigadores del comando de ingenieros se presente en el sitio del accidente para emitir un informe. Además, he recibido llamadas toda la mañana de personas que quieren hablar con el soldado Lariarte – dijo el comandante acompañando sus palabras con un gesto de fastidio
-. ¿Qué personas?
-. Los malditos periodistas. Están escasos de noticias y las fotos del soldado llegaron a las redes sociales. Ya ve como es el muchacho… Averiguaron sobre su familia y hoy, esas fotos están circulando por los medios
Fernando se quedó atónito. ¿Había en los medios más información sobre Raimundo de la que él mismo sabía? No le correspondía, pero sabía que el comandante lo tenía en gran consideración y además él era, técnicamente, responsable de Lariarte, así es que se atrevió a preguntar
-. ¿Qué información circula sobre el soldado?
Recibió una charla completa sobre la familia de Raimundo, su estatus social y el cargo de su padre. Escuchó la increíble historia de cómo el padre había movido hilos y usado influencias para forzar a su hijo a entrar al servicio militar con el propósito de “enderezarlo”
-. Yo pensé que usted tal vez, tendría problemas con él. El joven parece ser un rebelde irresponsable
Fernando Ahumada enderezó la espalda de un brinco y su mirada se volvió gélida
-. No ha dado ningún problema. Cumple bien con su trabajo y es muy estimado en el campamento – respondió enérgicamente
-. Entonces quiere decir que su padre tenía razón. Era lo que el joven necesitaba. Una mano firme que lo guiara.
La respuesta del comandante dejó mudo al capitán
-. Los ingenieros llegaran dentro de unas horas. Quiero que los lleve al sitio del accidente y que los acompañe el soldado.
-. Bien. Tendré todo preparado
-. Una cosa más capitán – dijo el comandante bajando la voz- mientras esperamos el informe final sobre lo sucedido, el puesto de avanzada queda suspendido
Se notaba la incomodidad en la voz del comandante
Fernando, que había iniciado el movimiento para retirarse, sintió que un balde de agua fría caía por su espalda y lo congelaba
-. ¿Cómo dice, comandante?
-. Es una orden superior, capitán.
-. Pero… nos atrasaremos aún más…
-. Es lamentable, Capitán Ahumada. Usted y todo el personal del campamento tienen una semana de permiso a partir de mañana. Calculo que ese tiempo será suficiente para que el informe esté listo.
Fernando Ahumada caminó un lento paso en dirección al comandante
-. ¿Hay algún tipo de problema que desconozco, comandante?
El silencio del oficial de mayor rango le dio la respuesta antes de que la dijera
-. El general está molesto por la pérdida de la maquinaria y porque la noticia se filtró a los medios. No le gusta que un accidente de este tipo atraiga la atención sobre el ejército.
El capitán se tomó un momento para analizar con fría lógica la información recibida
-. ¿Está mi puesto en peligro? – preguntó frunciendo el ceño
-. No es mi decisión, capitán. Está en manos del general ahora. Además, el soldado en los medios… me ha ordenado él mismo que baje el perfil de la noticia y elimine la atención sobre esta noticia. Los periodistas vendrán a mediodía y debo prepararme. No quiero que usted ni el soldado estén presentes.
Abandonó la oficina del comandante con pasos menos firmes. No esperaba nada de lo que había recibido. Como oficial debía estar preparado para todo, pero esto era tan sorpresivo… se mezclaban los nuevos conocimientos sobre Raimundo y la delicada situación en que estaba su cargo, el campamento, su trabajo…
-. ¿Todo bien, Ahumada? – preguntó un oficial de mayor rango que pasó junto a él.
-. Si. Muy bien. ¿Cómo está, mayor?
-. Fue un buen susto el de ayer. Si no hubiera sido por el soldado Lariarte estaríamos todos en problemas – respondió el mayor, antes de seguir su camino
¿Cómo era que hasta el Mayor podía identificar a Raimundo?
De manera automática se dirigió a la oficina vacía dónde Raimundo esperaba. El rostro esperanzado con que el chico lo recibió fue como una bofetada. Se obligó a sí mismo a reponerse de inmediato.
-. Hay un cambio de planes, soldado – anunció poniendo distancia entre él y Raimundo al ubicarse detrás del escritorio
– Debo llevar a un grupo de personas al lugar del accidente esta tarde. Usted vendrá con nosotros. Tendrá que explicar lo que hizo ayer
Raimundo notó al instante que el capitán estaba diferente y que esa diferencia no era buena. El cambio que percibía en el nivel de intimidad lo desconcertaba. Sin tener idea de lo que podía ser, sintió un leve temblor de inseguridad. No se atrevió a preguntar… no sabía hasta dónde podía llegar ni que línea de cercanía podía cruzar.
-. Si, capitán – respondió de manera instintiva
Fernando tomó asiento en el sillón de la oficina desnuda, apenas tenía un par de muebles. Había pertenecido a alguien hacía tiempo atrás… no tenía importancia. Ninguna.
-. Debería comunicarse con su familia– dijo pensativo
Raimundo abrió mucho sus ojos y por varios segundos lo miró intentando entender qué había pasado
-. ¿Por qué? – preguntó a secas
El capitán se tomó un instante antes de responder. Cuando lo hizo, su voz había vuelto a ser cercana pero no cálida, sino preocupada.
-. ¿Recuerda las fotos que le tomaron anoche afuera del hospital?
Raimundo asintió sin palabras… aún sin saber no le gustaba nada lo que alcanzaba a percibir. No era bueno. Lo sabía.
Seguramente fue algún gesto irreflexivo que hizo lo que delató su inseguridad. Fernando dejó el respaldo del sillón y su cuerpo se inclinó hacía Raimundo
-. Esas fotos están en las noticias locales y en algunos medios de comunicación. La noticia del accidente está circulando por las redes
Vio como Raimundo empalidecía hasta perder todo color… sus hombros bajaban en actitud de derrota y su rostro era una oda al desaliento
-. Tranquilo. Se habrán olvidado de todo en unos días.
Raimundo no podía creer que él se hubiera olvidado de su teléfono celular. ¡Ja! Increíble. Antes, vivía pegado a él y ahora ni siquiera había recordado cargarlo.
Llamar a su familia…
¿Qué tan cierto era aquello de su imagen circulando por todas partes?
La sola idea de pensarlo hacía que su estómago se anudara.
Tuvo la respuesta a sus dudas en cuanto el teléfono tuvo carga suficiente y los mensajes comenzaron a llegar. Una tras otra sonaban las notificaciones y él miraba horrorizado como seguían llegando. El ruido rebotaba en las paredes de la oficina vacía donde había pedido quedarse hasta que tuvieran que partir. Finalmente cesaron después de un largo rato. Rai tomó el teléfono y revisó… ja! Gente que apenas conocía le enviaba mensajes como si fueran grandes amigos. Oh Dios! Tenía muchos mensajes de su mamá y su hermana… ¡wow! Mensajes de Felix
Curiosamente, el primer mensaje que leyó fue justamente el de su ex compañero de servicio
“Felicitaciones. Siempre supe que eras muy valiente. Le cuento a todos que iniciamos el servicio juntos”
Sonrió con una mezcla de ternura y tristeza. Veía en su mente la imagen del chico que lo había acompañado durante las primeras semanas del servicio. Una buena persona.
“Gracias. Espero estés bien” respondió
Fue el único mensaje que respondió. Ya no se sentía cercano a ninguna de las otras personas que le habían escrito mensajes. Los que consideraba sus amigos hasta hace unos meses atrás, ahora no significaban nada.
Después de pensarlo, marcó el número que mejor conocía
-. Hola ¿mamá? Soy yo. Rai…
En la oficina del abogado Lariarte siempre había mucho movimiento. Los documentos del ministerio requerían exhaustivas revisiones. Ese día, Ernesto Lariarte había tenido una reunión muy temprano y se encontraba preparándose para otra que tendría más tarde. Fresia, su secretaria asistente, trabajaba con él desde hacía dieciocho años. Durante ese tiempo le había tocado aprender mucho sobre la familia del abogado y estaba, por supuesto, enterada de los conflictos que ocasionaba Raimundo y, aunque no tenía ninguna manera ni intención de confirmarlo, sospechaba que había sido su propio padre quien había intentado resolver el problema enviándolo al servicio militar. Ella misma había recibido las llamadas angustiadas de su esposa Marisa y había tenido que cumplir con la triste misión de informarle que no podía prestarle ayuda. El abogado se lo había prohibido y ella amaba su trabajo. Habían sido unas semanas penosas. Ahora, mientras miraba las noticias del mediodía no daba crédito lo que veía. Terminó de almorzar de prisa y volvió con pasos apresurados a su escritorio. Frente al computador buscó confirmar la noticia que había visto.
-. Don Ernesto – anunció su presencia entrando a la oficina del abogado
-. ¿Que desea, Fresia? – respondió sin apartar la vista de los documentos que leía
-. Hay algo que debe saber – dijo ella
Cuando dos personas trabajan juntas por 18 años, aprenden a conocer entonaciones y gestos. Ernesto Lariarte dejó los papeles y miró a su secretaria
-. Se trata de su hijo Raimundo – anunció ella
El semblante de Ernesto Lariarte enmudeció. ¿Qué había hecho ahora? ¿Tampoco podían manejarlo en el ejército?… se preparó para lo peor, imaginando desde ya cómo iba a dar explicaciones por lo que hubiera hecho su hijo
-. ¿Qué hay con Raimundo? – preguntó expectante, molesto.
Fresia apoyó su laptop sobre el escritorio del abogado y le mostró la noticia que traían los periódicos.
Ernesto Lariarte se quedó frío como una piedra. No apartó la vista de la pantalla, ni siquiera cuando Fresia comentó su admiración por lo que su hijo había hecho
¿Raimundo? …. ¿No sería una estúpida broma? ¿Se habrían equivocado de persona?… con uniforme todos los soldados se ven iguales…
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Pasado el mediodía llegó el avión con los investigadores. Poco después el capitán y Raimundo abandonaban los recintos del regimiento en la ciudad y tomaban rumbo al sitio de la construcción. Ya en el lugar, los hombres hacían preguntas, tomaban medidas, fotografías y volvían a preguntar al capitán. En ese momento Raimundo pudo ver con claridad el tamaño del deslizamiento que se había llevado el camino y la máquina. Unos 30 metros hacia abajo, en el fondo del barranco, se amontonaban árboles, rodados de piedras, lodo y solo se veía una pequeña mancha amarilla que indicaba donde había quedado sepultada la poderosa máquina de Don Hernán. Recién ahora se daba cuenta que el árbol, su coihue, que sintió tan seguro ese día, había estado a punto de caer arrastrado por el lodo y solo se había salvado de milagro. Solo ahora, al ver la evidencia del peligro que había corrido, Raimundo se dio cuenta que lo que había hecho era una completa locura. Pero no se arrepentía. Seguramente, si Don Hernán o cualquier persona que él quisiera estuviera en peligro, volvería a hacer lo mismo.
Llegó el turno de Raimundo de contar lo que había hecho y fue bastante incómodo cuando los hombres lo miraron incrédulos, uno de ellos, incluso, sonrió irónico. Ninguno de ellos era capaz de entender o imaginar lo que podía hacer y se sentía impotente ante la pesadez y burla con que preguntaban. Raimundo estaba solo con los investigadores. Veía al capitán en su radio visual pero no podía acercarse.
-. ¿Qué equipo usaste para acercarte?
-. Ninguno – respondió bastante agresivo
-. Pero entonces ¿Cómo llegaste hasta la máquina antes que cayera?
-. Ya lo conté dos veces – respondió volviendo a tomar la actitud rebelde y huraña que creía haber olvidado
Los auditores se miraron. Nadie le creía una palabra
-. ¿Dónde dices que estabas? – preguntó el de la risita –¿Tenías una cuerda?
-. ¿Te amarraste de un árbol?
La paciencia no era una de las virtudes de Raimundo. Sabía de antemano que estaba mal lo que iba a hacer, pero ya lo tenían cansado hasta más arriba de la coronilla. Evito mirar al capitán porque, aunque estaba lejos, sabía que intentaría detenerlo. Se puso de pie y tal como si lo impulsara un cohete, saltó pasando sobre uno de los hombres sentados, corrió, dio dos volteretas, se agarró de las ramas y escaló el coihue que tan bien conocía, balanceándose en sus ramas como sobre un viejo amigo. En segundos había llegado a su lugar habitual en la altura. Miró hacia abajo, al grupo de hombres. Se habían puesto de pie y sus rostros ya no sonreían
-. Estaba aquí – gritó desafiante, levantando el mentón.
Entonces, tomó impuso y volvió a repetir el camino que había hecho aquel día para rescatar a Don Hernán: rápido, ligero y deslumbrante se deslizó de un árbol a otro, sobre las rocas, volviendo a subir y bajar para finalmente aterrizar limpia y suavemente. Se detuvo justo en el borde de la zanja que se había abierto, donde ya no podía continuar. Desde allí se volvió hacia los investigadores
-. ¿Tomaron el tiempo? – gritó para ser escuchado – Creo que esta vez me demoré un poco más que cuando rescaté a Don Hernán.
No obtuvo respuesta. Solo miradas fijas en las que se podía leer asombro y desconcierto.
Raimundo volvió caminando hasta ellos.
-. Parkour, nivel experto – repitió con arrogancia – ¿Alguna otra pregunta?
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Cuando anochecía, Raimundo y el capitán llegaron por fin al campamento. Iban acompañados de los auditores que deseaban hablar con el resto del personal antes de partir. Estaba siendo un día largo y cansador y aún faltaba para que terminara
Cuando Raimundo entró al comedor se encontró con que la mayoría de las personas del campamento estaban reunidas, esperándolo. Primero fue un sonoro aplauso que lo hizo detenerse y preguntarse si realmente era para él. Entonces, se fueron acercando a saludarlo, felicitarlo y agradecerle lo que había hecho. Don Hernán era una persona muy apreciada por todos en el campamento.
El capitán, junto con los investigadores, observaba desde la puerta. No quiso interrumpir. Raimundo se merecía las felicitaciones que recibía. Por muy arriesgado que fuera lo que hizo, había logrado mantener a una persona con vida. Además, él tenía que cumplir con el triste deber de comunicarle a sus hombres que los trabajos se encontraban en pausa y que, a partir del día siguiente, todos deberían abandonar el campamento y tomar un “descanso obligatorio”. Más de alguno se alegraría de poder ir a visitar a su familia, sobre todo los que vivían en lugares distantes. El problema era la incertidumbre de saber si podrían o no continuar construyendo el camino y si eso sería o no bajo su conducción. En un raro momento de sentimentalismo, Fernando Ahumada paseó su mirada, lentamente, por sobre los hombres de su unidad que él mismo había ido seleccionando por sus capacidades y con quienes había trabajado codo a codo durante mucho tiempo. Respiró profundamente. Tal vez, esta era la última vez que estarían juntos.
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-. ¿Qué tiene Don Hernán? – preguntó López
-. Muchísima suerte – respondió Raimundo desde su cama, absolutamente exhausto y deseando que Jarim se durmiera de una buena vez
-. ¿Tiene fracturas?
-. No. Solo golpes, pero su presión esta por las nubes y esa cosa de la espalda le dolía mucho
Silencio… bendito silencio del bosque con solo el sonido del viento y la naturaleza que había aprendido a amar. ¿Cómo había podido dormir bien en la jauría de la ciudad?
-. ¿Qué te dijo el capitán? ¿Se enojó?
Se angustió… se preocupó por mí y me llamó por mi nombre justo antes de abrazarme. Si.. me abrazó…
-. Todavía no termina de retarme – su voz sonaba dormida
-. ¿Le dijiste que yo sabía de tus aventuras?
-. ¡No! Ya duérmete de una vez… no te voy a hablar más
-. Iré a ver a mi familia… mi mamá cocina muy rico. Si quieres puedes venir conmigo. Mi casa es chica, pero nos acomodamos… Oye… ¿me escuchas?… Lariarte… oye…
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Muy temprano en la mañana los despertó el sonido de vehículos pesados ingresando al recinto. El comandante había enviado transporte del regimiento en los cuales bajarían los hombres con sus pertenencias. Tal como había previsto el capitán, algunos de ellos se alegraron de la semana de descanso. Pero hubo otros, como el teniente Moreira y el enfermero Medina, que fueron capaces de deducir más allá de las palabras del capitán. En sus rostros se notaba la preocupación. Sin embargo, todos obedecerían las indicaciones de dejar el campamento.
Durante el desayuno, el capitán anunció a su gente que desde la ciudad saldría esa misma tarde un avión militar que podría transportar a los que quisieran viajar hasta la capital.
-. ¿Tendremos avión de vuelta, capitán? – Preguntó alguien
-. Les avisaré oportunamente al final de la semana – respondió Fernando sin que se notara en su voz ninguna vacilación.
-. El transporte bajará a las 10. Todos deben estar listos – fue su anuncio final que hizo que los hombres se levantaran y por primera vez, partieran del comedor antes que su capitán
-. Lariarte – llamó el capitán aun sentado a la mesa, cuando solo quedaban López y él
Raimundo acudió de prisa
-. Debería aprovechar e ir a visitar a su familia
Raimundo sintió sus palabras como una bofetada. No respondió.
-. Deben querer felicitarlo. Seguro están preocupados por usted
Pero… ¿Qué…? No entendía nada… ¿Acaso lo estaba corriendo? Él ni siquiera había pensado qué iba a hacer durante esa semana. Había dado por hecho que estaría con el capitán. Bien. Si no lo quería cerca, entonces se quedaría con Nano en casa de Don Hernán. Sintió que comenzaba a calentarse de rabia. Que se fuera al demonio…
-. Mi familia está bien. No voy a viajar
Fernando tuvo que llevarse la mano a la boca para ocultar la alegría que le causaba la respuesta de Raimundo. Pasó por alto la arrogancia de su respuesta. Ya sabía que cuando su soldado estaba asustado reaccionaba como niño caprichoso y altanero
-. ¿Qué va a hacer usted, capitán? – preguntó Raimundo con la misma actitud provocadora, cuando López desapareció en la cocina
-. ¿Qué voy a hacer yo? – repitió Fernando, moviendo sus piernas y girándose hasta quedar sentado frente a Raimundo.
-. Voy a secuestrarte y a enseñarte lo que les pasa a los niños mimados cuando se portan desobedientes
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Muchas gracias por la actualización y la historia! Me encanta la personalidad de Rai, y me da penita el capitán, pobre ya no lo puede tener para el solo, debe tener unos celos.
Estos últimos capítulos te ponen en tensión de que va a pasar, puff no me esperaba toda esta atención mediática, a ver que pasa 🤔
El siguiente capítulo estará on fire! Qué bien que es sábado 🥰