Raimundo siguió las instrucciones recibidas del capitán casi al pie de la letra. Su corazón no dejaba de bailar como loco en el pecho y su cabeza era como una explosión de sol y alegría. Subió al transporte con su mochila, junto a sus compañeros. Llegaron al regimiento y recibieron las últimas indicaciones. Cambiaron su uniforme por “ropa de civil” y estuvieron listos para partir al descanso obligatorio. Rai le agradeció nuevamente a Jarim la invitación que no podía aceptar ya que había planeado un “recorrido turístico” por la zona. Tenía dos horas de libertad antes de llegar al punto en donde había quedado de reunirse con el capitán. Era un pueblo, aunque todos lo llamaran ciudad… pero estaba seguro que en alguna parte habría un lugar con pizzas, hamburguesas y papas fritas. Si… todo eso que le encantaba y que ahora comería con un poco más de respeto al entender el trabajo que implicaba hacerlas.
Mientras comía en el restaurant, llamó a Nano y se alegró saber que Don Hernán iba mejorando. Su nuevo amigo insistió en que debía ir a quedarse con ellos, toda su familia estaba en deuda con él. Raimundo le agradeció y se excusó diciendo que se quedaría en casa de uno de los soldados. Hablaron largamente. Como si fueran viejos amigos. Nano tenía la gran capacidad de hacerlo reír y alivianar la vida.
-. Dale un gran abrazo a tu papá de mi parte. Lo iré a ver en unos días
-. Más te vale, niño bonito. Mi novio ya quiere conocerte. Le hablé de ti y mi mamá te menciona cada diez minutos. Dice que eres su héroe. Te estaremos esperando
Camino de la estación de gasolina donde el capitán pasaría a recogerlo, Raimundo volvió a tomar el teléfono y llamó a su mamá. Abi respondió y Raimundo terminó hablando con las dos. Fue muy bueno hablar con ella. Marisa sonaba tranquila y hasta alegre al igual que Abi que no paraba de felicitarlo y retarlo. ¡Ja! En eso se parecía al capitán. No recordaba otra vez en que hubiera sostenido una conversación tan larga sin que hubiera de por medio sentimientos de culpabilidad. Cortó la comunicación sintiendo que el mundo era pequeño para el tamaño que él tenía. ¡Dios!! ¡La vida era maravillosa!… ¿Cómo podía cambiar tanto en solo unas semanas??? Quería escalar las casas, subir por las paredes, asaltar los árboles de los jardines y deslizarse por los tejados… pero se limitó a correr balanceándose sobre los obstáculos más ligeros que encontraba y sintiendo que podía volar. La gente que pasaba por su lado en la calle se sorprendió al ver a un joven muy atractivo que reía y cantaba, corriendo con mucha gracia y agilidad. Se quedaban pegados mirándolo y a Raimundo no podía importarle menos. Solo había una mirada capaz de alterarlo ahora.
Tuvo que esperar muy pocos minutos. A su lado se detuvo un suburban de color azul oscuro. Por la ventana abierta, vio el rostro refrescante de Fernando Ahumada, con el codo apoyado en la ventanilla, lentes de aviador y ropa de color. Le sonrió como si solo ellos compartieran el sol interior
-. ¿Te llevo a alguna parte? – pregunto Fernando
-. Creo que alguien mencionó secuestro…- respondió Rai acercándose con su mochila a cuestas y el corazón completamente desbocado
Escuchó el suspiro del capitán y sintió que escalaba aún más hacia el cielo
-. Sube – ordenó él con voz ronca
Siguieron el mismo camino que llevaba al campamento. Rai era un serio admirador del paisaje que los bosques, lagos y montañas pintaban en ese camino, se sentía enamorado del paisaje, pero por el momento, la imagen del capitán en jeans, camisa a cuadros y grueso sweater de lana de oveja resultaba mucho más atractiva. No le quitaba los ojos de encima. Por primera vez, podía darse el lujo de comérselo con la vista sin preocuparse de que alguien los viera
-. ¿Y bien? – preguntó Fernando
-. ¿Bien, que?
-. ¿Cuál es el veredicto? No has dejado de estudiarme desde que salimos de la ciudad
Raimundo sonrió con inmensa alegría… miró por la ventana. El capitán se veía endiabladamente hermoso, había logrado impresionarlo… pero no pensaba decírselo.
-. Mmhhh. Si. Está bien – dijo encogiendo los hombros y ocultando su sonrisa
– ¿Solo bien?… ¡Rayos! Tengo que trabajar para mejorar mi aspecto
Raimundo soltó la risa… retumbó cristalina y pura dentro del vehículo. Fernando nunca lo había escuchado reír así de alegre. Era un sonido precioso… tanto, que disminuyó la velocidad para dedicarle su atención
-. Nunca podré competir contigo… nadie puede
Rai dejó la sonrisa… Fernando tenía la capacidad de poder decirle cosas hermosas y hacer que él las creyera. Todo lo que antes odiaba escuchar sobre su persona, ahora le sonaba extraordinario en boca de Fernando
-. Tengo buenos genes – respondió bromeando para aliviar la tensión emocional que subía de intensidad.
Al cabo de varios kilómetros, Fernando se desvió del camino principal y se internó por un pequeño sendero lateral
-. ¿Dónde vamos? – preguntó Rai sintiendo curiosidad. En verdad, lo podría estar llevando directo al mismísimo infierno y él habría caminado mansamente a su lado
-. ¡Es un secuestro! – respondió Fernando intentando mantener la seriedad – ¿Cómo voy a decirte dónde voy a ocultarte?
Pocos minutos más adelante el vehículo se detuvo ante un portón rústico, cerrado con cadena y candado. El capitán se bajó del vehículo y, usando una llave, abrió el portón.
Rai comenzaba a sentirse más curioso
El vehículo atravesó la entrada y frente a ellos se abrió un espacio con varios edificios. Construcciones simples de madera que de inmediato le recordaron algo que conocía. Raimundo no necesitaba que le dijera dónde estaban. Ya lo había adivinado
-. ¿El antiguo campamento? – preguntó sorprendido
-. Chico listo – respondió el capitán estacionando el vehículo detrás de uno de los edificios
-. López me contó que se habían movido porque estaba muy lejos de la construcción.
-. Aquí comenzamos. Estuvimos aquí más de un año.
Raimundo se bajó de prisa y recorrió con la vista el lugar. Las construcciones se parecían a las del nuevo campamento, de hecho, podía adivinar a ciegas que edificación correspondía a que. Estaba cercado completamente por naturaleza frondosa que había vuelto a crecer sin control. Por esa misma razón no tenía una vista tan majestuosa hacia las montañas ni el bosque
-. Me gusta más donde estamos ahora – sentenció volviendo hacia la suburban a buscar su mochila
Fernando se había bajado del vehículo también. Sus pensamientos revoloteaban en otra dirección. No llevaba uniforme. No representaba al ejército en ese momento. Se había desprendido de todo lo que significara contención. Era un hombre libre de hacer lo que se le diera la gana por los siguientes siete días… y se le daba la gana de hacer una sola cosa
-. A mí me gustas tú, dónde quiera que estés – dijo pegando ambas manos al vehículo y atrapando a Raimundo entre sus brazos. Se había contenido largamente. Las noches en que no se juntaba con Raimundo habían sido un suplicio al que no estaba acostumbrado y había superado solo a costa de extrema disciplina. Pero ahora no necesitaba nada de eso
Raimundo quedó con la mano estirada y el impulso de tomar su mochila… por puro instinto retrocedió hasta que su espalda chocó contra el vehículo. No quería escapar… estaba justamente dónde quería estar. Levantó sus ojos para mirar a Fernando… ¡Dios! Que intensidad… Ambos podían perderse el uno al otro contemplándose, llenos de deseo…
Una mano de Fernando se dio tiempo de acariciar la mejilla de Raimundo y sentirlo estremecerse. Su rostro cada vez más cerca. Su mirada se enfocaba en sus labios
-. He deseado besarte desde hace mucho – dijo con voz susurrante
Si hubiera podido habría respondido que él también… que soñaba con besos y abrazos… pero estaba tan lleno de emociones deliciosas que no pudo encontrar su voz. Primero, sintió un leve roce en sus labios…
-. Raimundo…
Entonces fue como una explosión húmeda e impetuosa apoderándose de su boca. Fernando le sostenía el rostro con ambas manos y sus labios presionaban con inusitada fuerza. Se había terminado la suavidad. Raimundo pensó que nada era comparable con lo que sentía en ese momento. Las manos que lo sujetaban intensificaron el agarre de su cabeza y la lengua húmeda y caliente del capitán ordenaba que separara sus labios para permitirle acceso al interior de su boca. Raimundo abrió la boca jadeando. El cuerpo de Fernando presionó hacia el suyo para inmovilizarlo contra el vehículo… Fernando necesitaba más de él… lo quería todo. En su boca, la lengua del capitán se volvía dueña de su persona, de su mente y de su cuerpo… un músculo intruso y pasional que lo hacía perder la razón… rozando su lengua, su paladar, sus dientes… sus labios quemaban de placer. Así era un beso… Rai temblaba, se estremecía, su boca respondía al intimo contacto con la misma fuerza que recibía y un reguero caliente se expandía como pólvora humeante por su cuerpo, haciendo cabriolas en sus genitales. Solo la falta de aire impidió que continuaran y los forzó a separar sus bocas
-. Capitán…
Fue un ruego… un gemido… un llanto… todo lo que Rai dijo fue una palabra, pero la entonación que puso en ella fue suficiente para entregarle toda su vida
Se fundieron en un abrazo violento y desesperado. Volvieron a buscarse la boca y a llenarse del sabor del otro.
-. No sabes cuánto deseaba besarte – murmuró el capitán aún sobre su boca. Estaba excitado e inquieto. Sus manos lo acariciaban y no podía mantenerlas apartadas de él.
Raimundo quería decirle que él solo se había atrevido a soñar con un beso o un abrazo… pero estaba tan eufórico y emocionado que cruzó sus brazos abrazándose al cuerpo de Fernando y no pudo articular una palabra hasta que su corazón logró calmarse y volver a latir con normalidad
-. Yo solo lo había soñado…
Su voz sonó como un pajarito tímido
-. Nunca creí que alguien me besaría
La confesión de Raimundo hizo que Fernando dejará manos y cuerpo tranquilo
-. ¿Qué quieres decir? – pregunto retrocediendo lo suficiente como para verlo a los ojos
Rai respondió con una mirada que reflejaba tristeza y emoción al mismo tiempo… una mirada sobre el dolor del pasado y la alegría del presente
-. Es primera vez que otro hombre me besa – reveló
Pudo sentir como el pecho de Fernando se inflaba y sus fuertes brazos lo aprisionaban
-. Te voy a besar hasta que te duelan los labios y no puedas hablar… te voy a enloquecer con tantos besos
Para demostrar la veracidad de su declaración, el capitán volvió a besarlo una y otra vez por largos minutos. Raimundo respondía cada vez con más confianza y voluptuosidad. Besarse era placentero, erótico, delicioso y sensual.
-. No vas a desear besar a nadie más que a mí, nunca más en tu vida
Por pura costumbre, el capitán se dirigió a la misma cabaña que antiguamente había sido la suya en ese campamento. Era una réplica casi exacta de la actual, exceptuando la chimenea que había sido un lujo para el segundo campamento. Aun así, contaban con un fogón de piedra y cemento que muy pronto encendieron con ramas y troncos de los alrededores. Bajaron sus pertenencias, incluyendo una caja de comida que el capitán había pasado a comprar al salir del regimiento esa mañana. Había sido un momento incómodo tomar una caja de preservativos y echarla en el carro de compras junto a otros elementos que, según la información adquirida rápidamente en internet, serían necesarios para llevar a cabo sus deseos. Nunca había sido tan incómodo pasar sus comprar por la caja y ver la mirada sonriente de la cajera que le cobraba la cuenta.
Fernando se encargó de dejar la caja en un lugar seguro. Limpiaron el dormitorio con los pocos elementos que contaban y se dieron el tiempo de sacudir el colchón que existía sobre la antigua cama de madera.
-. ¿Crees que resista? – preguntó Fernando mirando la madera de la cama
-. ¿Qué cosa? -Respondió Raimundo inocentemente
-. Tu peso y el mío…- lo abrazó por la espalda inmovilizándolo, como le gustaba hacer y se metió en su cuello – tu y yo en movimiento… sobre ese colchón
Rai sintió un escalofrío recorrerle la espalda junto a un golpe de calor en su rostro y más abajo… no era ingenuo. Estaban solos en el medio del bosque y el deseo los quemaba… ansiaba estar con el capitán… seguramente tanto como él, pero no por ello dejaba de ponerse nervioso y temblar ante la idea de compartir su cuerpo con Fernando… de entregarse a otro hombre por primera vez
-. Si. Yo creo que si resistirá – respondió mirándolo fijamente
Listo. Había aceptado. Había dado su consentimiento y confirmación, en caso de que hubiera alguna duda. Sellaron el compromiso con otro beso pasional hasta que el oxigenó se agotó en sus pulmones
-. Ven. Salgamos de aquí o no voy a esperar – dijo Fernando tirando de su mano y arrastrándolo fuera del cuarto – quiero mostrarte algo
Al igual que en el campamento actual, el lugar estaba cerrado con un cerco de madera. Guiado por el capitán, traspasaron el cerco y se internaron por el bosque. Fernando llevaba la mano de Raimundo bien sujeta en la suya y no lo soltaba por nada. Cada unos cuantos pasos se detenían a mirar algo y aprovechaban de volver a sentir el sabor de sus bocas. Los besos, en pocos minutos, se habían vuelto una adicción por parte de ambos.
Raimundo caminaba confiado de la mano del capitán. Era enloquecedor sentir su mano sujeta con fuerza en la del capitán… Su rostro no podía evitar reflejar la enorme felicidad que lo embargaba, lo abrazaba y lo envolvía como un suave y delicioso capullo. Pensaba en lo increíble que era tener un nivel de intimidad y confianza tan grande con el capitán
-. Fernando – se corrigió a sí mismo en voz alta
El capitán se detuvo al escuchar su nombre. Cerró los ojos y dejó que el sonido se repitiera en su cabeza
-. Di mi nombre de nuevo
-. Fernando…
-. Raimundo
-. Fernando
El capitán lo besó aprisionándolo contra un gran tronco. Su cuerpo batallaba por contener el deseo que sentía. Sus manos se metían bajo la chaqueta y la ropa hasta tocar su piel… tan suave… tan tibia y cálida… Hacía muchas semanas atrás que había dejado de cuestionarse que Raimundo fuera un hombre y tuviera un pene como él mismo. No valía la pena debatirse con un tema que había perdido de antemano. Raimundo Lariarte le fascinaba más allá de la lógica y la razón. Nada importaba más que eso.
Cuando aún estaban en el primer campamento, muchos de los hombres, incluyéndolo a él, habían tomado la costumbre de esperar la puesta de sol frente al desfiladero de la cascada. Era un lugar hermoso y oculto. En los días de cielo despejado, cada uno tomaba un tazón de café caliente y caminaban los pocos metros que los separaban del increíble paisaje para esperar la magia de ver caer el agua de colores
Ahora, él y Raimundo se habían sentado sobre un tronco caído, abrazados, apoyándose el uno contra el otro y sintiéndose completamente a gusto.
-. Cuando el sol se pone, refleja sus rayos en esa pared de roca y sobre la cascada – explicaba el capitán mostrando la caída de agua que flotaba como un velo de seda a corta distancia
-. Dura solo unos minutos, pero alcanzas a ver el agua caer de colores
Raimundo le dedicó una mirada incrédula
Fernando respondió besándolo y forzando su barbilla a mirar hacia adelante
-. No te lo pierdas…
Justo entonces, los últimos rayos de sol de ese día se presentaron ante ellos iluminando la roca de colores anaranjados y el agua adquirió todas las tonalidades del arcoíris… era como una gasa suave y frágil que flotaba en miles de pedacitos coloridos.
Raimundo emitió un sonido de sorpresa.
El capitán pensó que cada sonido de Raimundo era mil veces más conmovedor que la belleza de la cascada.
Minutos después la magia había acabado y la naturaleza volvía a mostrar sus verdes vestiduras
-. Si me lo hubieran contado no lo habría creído – dijo Raimundo saliendo del asombro
“Si me hubieran dicho que iba a estar loco por tener sexo con otro hombre, tampoco lo habría creído” pensó Fernando Ahumada
-. Quiero ir a la cascada – dijo Raimundo con súbito entusiasmo
-. ¡Eh! Un momento
Fernando lo sostuvo de los hombros, anclándolo a tierra. Ya sabía que Raimundo podía desaparecer de su vista en dos segundos y encontrarse saltando y trepando hasta llegar donde quisiera. No lo iba a dejar perderse ahora. No hoy día.
Rai calmó su entusiasmo. Era cierto. El viaje a la cascada podía esperar. Había otras cosas que no
-. Mañana iremos juntos. Tenemos una semana para ir donde queramos
-. O hacer lo que queramos – respondió volviéndose hacia el capitán con inesperada sensualidad
Allí, recostado contra el paisaje de fondo, Raimundo volvía a sorprenderlo con su magia y belleza.
-. Ven, soldado – dijo Fernando tomándolo de la mano con inusitada dulzura e iniciando el camino de vuelta a la cabaña con pasos decididos– es hora que te enseñe lo que pasa cuando me provocas.
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Ohhhhhhhhhh! ❤️ Me ha encantado. Me gusta mucho la complicidad que tiene esta pareja y lo felices que están juntos. Me encanta que El Capitan haya preparado una semana romántica! Sin palabras! Deseando que sea martes!
Gracias!!!Los dos estaban super entusiasmado esperando este momento de estar solo y poder conocerse más en todo sentido. Ya es martes!!!
Todo muy lindo y así, pero… ¿Es esto la calma antes de la tormenta?
Se les está olvidando el mundo fuera de su burbuja y casi estoy segura que más temprano que tarde se va a romper esa burbuja y no va a ser nada lindo.
¿Estoy siendo paranóica? (¿así se escribe? Se me acaba de olvidar jejeje) Hasta donde sé no eres una escritora rosa, ¿verdad? ^_^ Temo lo que pueda pasar más adelante :'(
Itzel! Yo escritora Rosa?? jajajajaja.. con que te diste en la cabeza??? Disfruta de lo que estas pasando con ellos. Ya sabes como soy…