Capítulo veintisiete

Dormían abrazados. Parecía que sus cuerpos se conocían de siempre por la facilidad con que se habían adaptado a quedarse juntos… Quizás el frío los empujaba a tocarse… o tal vez se estaban esperando desde antes… 

Cerca de las 3 de la madrugada sintieron el primer estallido que remeció toda la cabaña e hizo a Raimundo saltar de la cama

-. Tranquilo. Es un trueno. Creo que tenemos tormenta eléctrica

-. ¿Relámpagos y truenos? – balbuceó Rai de pie, desnudo y con los ojos muy abiertos. La luminosidad de los leños prendidos permitía ver sus gestos

-. ¿No me digas que les tienes miedo? – preguntó Fernando con seriedad

Raimundo respondió con una mirada de irritación.

-. ¿Miedo?… me dan pavor – respondió con un toque de ironía y arrogancia. Agarró sus pantalones y chaqueta. Se calzaba los botines cuando la luminosidad del siguiente relámpago alumbró el cuarto por breves segundos. Suficientes para que Rai terminara de vestirse y mirara por la ventana con creciente expectación

-. ¿Qué estás haciendo? – preguntó el capitán confundido.

Rai no respondió. Demasiado apurado en terminar de enfundarse un gorro y los guantes

-. Raimundo!

Nuevamente su nombre… solo su nombre… pronunciado de aquella manera para que recordara. Se detuvo de inmediato.

-. Lo siento. Es que quiero ir afuera – respondió como un niño pequeño, pillado en falta.

Un nuevo sonido ensordecedor retumbó en el cielo. Esta vez se remecieron los vidrios y Rai cerró los ojos con fuerza y sonrió

-. Está lloviendo y hace frío afuera.

Al capitán le resultaba estúpido recalcar lo obvio, pero parecía que Raimundo no lo había notado

-. Ven conmigo, capitán. – subió sobre la cama y acercó su rostro hasta besarlo. Sonreía con picardía y lo apuraba– acompáñame. Vístete de prisa

Afuera era de locos!!! La lluvia caía con intensidad, pero el frío no era tanto.  Rai no sabía porque amaba las tormentas… a veces, en el invierno, en la capital, lo ponían triste y melancólico… como si el llanto del cielo fuera un reflejo de lo que sentía por dentro. Sin embargo, otras veces, como ahora, se llenaba de alegría ante el formidable despliegue de la fuerza de la naturaleza. Sentía que él mismo podía gritar tan fuerte como esos truenos y que la energía de los rayos al caer, se equiparaba a lo que llevaba dentro desde que Fernando lo besó por primera vez.

-. ¿Dónde vamos? – preguntó Fernando que lo seguía a través del patio del antiguo campamento, en medio de la lluvia y el barro

Rai tenía un deseo loco de ver los rayos de cerca… de escuchar los truenos lo más próximo posible. Lo fascinaba la demostración de poder incontrolable de la naturaleza… el cielo desatado en explosiones y estallidos.   No era su coihue, pero en uno de los costados del viejo campamento, había otro árbol añoso que se elevaba lo suficiente… quizás un poco más de 35 metros.  Cuando se detuvieron frente a él, a Fernando no le tomó mucho tiempo imaginar lo que pasaba

-. Raimundo… ¿no pretenderás subir a ese…

Antes de que Fernando terminara de hablar, Rai se había soltado de su mano y desaparecido entre las ramas y en la oscuridad

-. ¡Quiero verlos de cerca!!! – escuchó que le gritaba desde alguna parte en la altura del árbol.

Fernando se quedó en tensión esperando… ¿Iba a subir el árbol en medio de la noche… en plena oscuridad? ¿y si resbalaba? No había luz… estaba demasiado oscuro… además, la lluvia seguramente había vuelto resbalosa la corteza del árbol… Rai podría fácilmente perder el equilibrio y caer… era tan impetuoso. ¡Chiquillo arrogante y malcriado!!… el más adorable del mundo pero que, a veces, le ponía los pelos de punta con lo temerario de sus actos

Fernando ahumada se asustó… 

-. ¡No te muevas!!! ¡Quédate donde estas!!! – gritó hacia arriba pero nunca supo si su voz había sido escuchada. Corrió de vuelta hacia la cabaña cuidando de no caer en el barro y, de su mochila, tomó una linterna. Por pura casualidad, la caja blanca marcada como botiquín cayó de la mochila al suelo… el capitán la miró fijamente por unos segundos… ¿un presagio?  un escalofrío bajó por su espalda. Él, que nunca se asustaba por nada y siempre mantenía el control, sintió nuevamente un miedo helado recorrerlo. Afuera seguían cayendo relámpagos y los truenos parecían reventar cada vez más cerca. La tormenta estaba pasando justo sobre ellos

-. Raimundo…

Volvió al pie del árbol alumbrándose con la linterna. Los árboles que había en ese sector tenían hojas perennes por lo que era difícil alumbrar y ver hacia arriba… el ramaje tupido se lo impedía. Intentó infructuosamente ubicar a Raimundo. Gritó su nombre varias veces, pero su voz se la llevaba el viento y era reducida a la nada, a causa de los truenos y relámpagos… ninguna respuesta. Se cobijó bajo las ramas del mismo árbol… esperó… no dejó de alumbrar, buscándolo. Los truenos seguían retumbando y los rayos cayendo… los minutos pasaban. Se le hacían eternos. Sin querer, dirigió el halo de luz de la linterna hacia el suelo alrededor del árbol… si caía… ¡Dios!!  no. No podía ni siquiera soportar pensarlo… El horrible sentimiento de la angustia se instaló en su cabeza acompañando al temor.  Dos sentimientos que el capitán Fernando Ahumada muy rara vez experimentaba.  Volvió a levantar la linterna… algo se movió entre las ramas de más arriba

-. Raimundoooo – el grito le salió del alma… deseaba tanto que fuera él y que estuviera bien

Un minuto más de penosa angustia… hasta verlo aparecer deslizándose como un ave ligera de rama en rama, en dirección hacia él.  Fernando suspiró aliviado. El alivio le duró un nanosegundo. Fue reemplazado por una mezcla de sentimientos intensos y confusos que iban desde la furia manifestada en ganas de azotarlo y castigarlo como a un mocoso mimado y rebelde hasta la profunda alegría acompañada del deseo de abrazarlo y besarlo al saberlo vivo y bien.  ¿Cómo era que Raimundo podía hacerlo sentir angustia y alegría al mismo tiempo?

-. ¡Fue increíble!!! – gritó Rai jubiloso aterrizando a su lado

.- Siempre había querido hacerlo – El agua chorreaba a raudales por su cuerpo. Tenía los ojos de cielo brillantes y su rostro rebosaba felicidad – ¡Los vi tan de cerca!!! Se ven enormes y brillantes… ¡zigzaguean al caer!! ¡Y el árbol se movía entero con los truenos!!!

Sin darse cuenta del estado de ánimo de Fernando, Rai se abrazó a él con entusiasmo, mojándolo y transmitiéndole su incontenible alegría. No dejaba de hablar y describir lo que había visto. Estaba con las revoluciones a fondo.

Fernando lo dejó hablar. No podía explicarse si fue porque Raimundo estaba demasiado feliz o si fue porque él estaba confundido y tenía miedo de reaccionar de mala manera y causar más daño que corrección

-. Vamos adentro. Calentaremos agua para bañarnos

-. ¿Un baño juntos?  Capitán, ¡te juro que esta es la mejor noche de mi vida!!! Conté  dieciseis relámpagos… ¿sabes que algunos se parten en dos al caer?? Y el sonido… creo que me duelen los oídos

De vuelta en la cabaña, se quitaron la ropa mojada y entre los dos pusieron agua a calentar directamente sobre el fuego en todo lo que encontraron que pudiera servir para el propósito. Rai cubrió su cuerpo desnudo con una manta. Fernando se había calmado… quizás demasiado tranquilo frente a la efervescencia de Rai

-. ¿No te gustan las tormentas?

Fernando se tomó unos segundos antes de responder. Intentaba elegir las palabras precisas. Los sentimientos que había experimentado lo habían impactado. Segunda vez en corto tiempo que sentía miedo por la vida de Rai. Se sorprendía de la calma que era capaz de mantener…  ¡Dios! Solo Raimundo podía transformarlo de esta manera

-. ¿Entiendes que fue peligroso lo que hiciste?

La pregunta descolocó a Raimundo. No la esperaba… menos con ese tono de gravedad. Como siempre, pensó automáticamente en responder que no, para nada… pero se contuvo y también dedicó un momento a pensar antes de responder

-. Creo que tal vez un poco. Pero no me pasó nada. Tuve cuidado – aseguró de manera categórica

-. Pudiste advertírmelo antes de hacerlo. Te perdiste en la oscuridad y no podía encontrarte

Rai retrocedió en su asiento y miró a Fernando bajo una nueva luz

-. ¿Te asusté, capitán?

Por un largo minuto, Fernando Ahumada fijó su vista en el rostro que le quitaba la cordura y lo enloquecía…

-. Si. Me asustaste. – confesó desde el centro de su alma

Rai enmudeció. No. No era lo que él quería… nunca pensó que lo asustaría y se preocuparía por él… siempre había querido hacer parkour bajo una tormenta… era como un sueño loco… una más de sus fantasías de adolescente

-. Discúlpame, por favor – se acercó a Fernando arrastrando su manta hasta quedar arrodillado frente a él – no pensé que te preocuparía

La reacción de Raimundo lo enternecía… quizás esperaba que le respondiera una tontera sobre preocuparse demasiado y que él sabía lo que hacía… pero acercarse con sumisión, arrodillarse a su lado y pedirle disculpas lograba que él olvidara el miedo. Se fundió en un abrazo con él. Deseaba sentirlo cobijado y seguro a su lado

-. No me asusto fácilmente, Raimundo. Pero temí por ti esta noche. Fuiste muy irresponsable

-. Lo lamento… no lo pensé… es que siempre había querido hacerlo

Se miraban de frente… perdón, disculpas, ternura, tranquilidad…

-. Pensé que nada te asustaba capitán – dijo Rai dejando caer su cabeza sobre las piernas de Fernando y abrazándose a sus muslos

-. Pocas cosas, pero soy humano. Temí por ti esta noche. No quiero que algo malo te pase

Rai sonrió y sus ojos se aguaron de emoción… era tan hermoso escuchar lo que decía

-. ¿Qué más te asusta? Aparte de mi paseo nocturno

Fernando se había relajado y le acariciaba el cabello y las mejillas

-. No cumplir bien una orden, tener problemas en el cumplimiento del deber… fallar en mi trabajo – Fernando enumeró lentamente algunos de los temores que podía recordar

-.  Todo tiene que ver con tu trabajo… ¿No hay algo de otro tipo que te preocupe?

Fernando pensó en su familia, sus escasas amistades, su cuenta bancaria. No. El mundo de fuera no lo asustaba.

-. ¿Cómo qué? – preguntó dejando que su mano bajara por la espalda de Raimundo

-. No sé…perder tu trabajo… ¿Qué pasaría si te echan del ejército?

Lo sintió contraerse de inmediato. La pregunta tenía un efecto sobre el capitán

-. Tú pregunta carece de sentido. Tengo un historial intachable. Soy un buen oficial y mi carrera va en ascenso

-. Ya, pero si pasara algo terrible y tuvieras que salir del ejército…

Escuchó el profundo suspiro de Fernando seguido de un largo silencio

-. El ejército es mi vida. Todos en mi familia pertenecen a una rama de las fuerzas armadas. Es una tradición que no se rompe. Mis padres esperan grandes logros de mí y yo mismo los espero también.

Raimundo dejó que la respuesta entrara en su cerebro y encontrara un espacio adecuado donde ubicarse

-. ¿Es lo único que te gusta?

-. Es todo lo que me importa. Es lo que se hacer… nunca me preparé para otra cosa. Desde niño supe lo que quería ser y ya ves… aquí estoy – Fernando terminó su frase con una sonrisa y una caricia alegre sobre Raimundo

Los pensamientos de Raimundo no le permitían devolverle la sonrisa… Si, aquí estas, teniendo una relación a escondidas con un soldado bajo tu mando, ocupando el campamento de manera ilegal y arriesgando tu carrera por estar conmigo… 

Gracias a Dios nadie sabía de ellos

-. ¿Y tú, mi soldado? ¿A que le temes?

Rai pensó en su profunda soledad, en las personas que le volverían la espalda si supieran como era realmente, en el daño que le causaría a su familia…

-. Al futuro – respondió mirando un punto inexistente por la ventana

-. ¿Por qué al futuro? ¿No tienes una carrera esperándote para estudiarla?

-. Ni siquiera estoy seguro que me guste mucho. Además, no tengo como pagarla.

-. Pero… tenía entendido que tus padres tienen suficientes recursos

-. Ellos sí. Pero yo no tengo nada. No sé hacer nada. Nunca me he preparado para hacer nada. Tengo miedo de lo que pasará conmigo después de que termine el servicio militar. 

-. Pero tienes a tu familia esperándote

-. No entiendes, capitán. No deseo volver a la casa de mi familia

-. Pero también es tu casa

-. ¡Es que tú no sabes cómo es mi padre!! ¡Me odia! Y ni siquiera sabe toda la verdad sobre mí.

Fernando mantuvo silencio mientras pensaba. Él había podido deducirlo luego de ver un par de veces a Rai…

-. ¿Crees que no lo entendería? Es tu padre y te amará como seas

Rai suspiró despectivamente

-. No lo entiendes. No lo conoces… Él me juzga todo el tiempo y no le agrado, aunque sea su hijo. Todo lo que hago está mal y… vivir con ellos solo sirve para hacer sufrir a mi mamá y hermana. Apenas me soportan sin saber la verdad… no quiero imaginar cómo sería si lo supieran

Fernando recordó la información que le había dado el comandante

-. No creo que tu papá te odie. Tal vez no te conoce bien y está intentando ayudarte

-. Por favor, no lo defiendas. Es un viejo insoportable. Por su culpa estoy haciendo el servicio militar – Raimundo se había cerrado. No le gustaba el tema. Su familia era otro mundo lejano, del que no quería hablar ni saber.

-. Pero quizás su intención era buena. Él pensó que la vida disciplinada te serviría para mejorar y por eso pidió que te incluyeran

Fernando quedó en espera de la respuesta de Raimundo que nunca llegó. Lo que vio fue al chico girar el rostro hacia él y abrir los ojos de manera desmesurada… lo miraba como si no lo reconociera… los gestos en su cara iban desde la lenta comprensión hasta la falta de aire…  la manta que lo cubría rebajó por la espalda de Raimundo, pero parecía que él no se daba cuenta

-. ¿Qué dijiste? – preguntó Rai poniéndose de pie y dejando caer la manta al suelo. Desnudo… lo miraba con los grandes ojos desorbitados… Entendía…. No podía creerlo…

Fernando no tuvo que pensar mucho. Enmudeció de la impresión al darse cuenta de lo que había hecho. Entendió que había cometido una indiscreción enorme. Raimundo no sabía lo que su padre había hecho y solo ahora lo estaba escuchando… ¡maldición!… el comandante nunca le dijo esa parte y él dio por hecho que el soldado sabía. Levantó los ojos y encontró el rostro desencajado de Rai… su soldado estaba sufriendo…

-. Pensé que lo sabías. Me disculpo por contártelo así

-. ¿Que sabía qué exactamente? – casi estaba gritando

Fernando no pudo mantenerse sentado. Sujetó la manta que lo cubría y se acercó a Rai, pero él chico retrocedió un paso

-. ¿Qué cosa? Dime, por favor.

Le dolió que Rai retrocediera alejándose de él

-. La información que tengo es que tu padre pidió que fueras incluido en la lista de llamado al Servicio Militar

-. ¿Él lo pidió? ¿A quién se lo pidió? ¿Quién te lo dijo?!!!

En realidad, la pregunta estaba demás… Ahora, en un abrir y cerrar de ojos, todo le calzaba a Raimundo. La tranquilidad y seguridad de su padre mientras él y su mamá intentaban impedirlo… la falta de respuesta a los ruegos suyos y de su madre. Su alegría al verlo partir…las bromas que había hecho a su costa…

-. Raimundo. No puedo entregarte esa información. Lo siento.

-. No importa. Fue el comandante ¿verdad? Quien más podría habértelo dicho… ¿Quién más??!!!  Todos sabían… los exámenes y el proceso de selección fueron una mentira… por eso nadie me rechazó y me miraban raro.

-. Raimundo… – estaba pidiéndole que se calmara al ver que se agitaba más cada minuto

-. ¡Tal vez hasta estaba de acuerdo con mi mamá!!! ¡Qué mejor manera de deshacerse del hijo indeseado y problemático!… me echaron… se pusieron de acuerdo y se deshicieron de mi… ¡que alguien más se preocupara de la basura!!!

Rai había comenzado a llorar y gritar, pero parecía no darse cuenta. El dolor estaba marcado a fondo en cada uno de los rasgos de su cara y gestos de su cuerpo. Fernando veía impotente como Raimundo se hundía en el dolor y no podía ayudarlo

-. El viejo desgraciado se deshizo de mi a propósito…

-. Raimundo. Estas bien donde estas. Estás conmigo ahora y aunque hayas ingresado de manera forzada creo que estas bien.

-. ¿Estoy bien? – preguntó con cara de loco

-. Si. Tienes amigos nuevos, estamos juntos, has aprendido muchas cosas y eres un soldado ejemplar. Le salvaste la vida a alguien

-. ¿O sea mi papá tenía razón al enviarme obligado al Servicio Militar? ¿Es eso lo que me estas diciendo??!!

-. No. Eso no estuvo correcto. Pero el resultado de esa mala acción ha sido beneficioso. Piensa en donde estas y lo que haces. Aprendes, tienes amigos que te valoran. La gente del campamento te estima y yo… ya sabes que estoy loco por ti. Si nunca hubieras venido no nos habríamos conocido

Le hablaba pausado, con la tonalidad exacta que Raimundo necesitaba. Remarcaba las palabras precisas y comenzaba a infundir calma en su joven soldado

-. No me gustaría no haberte conocido

-. A mí tampoco

Fernando levantó la manta y cubrió el cuerpo desnudo de Raimundo. Lo llevo de vuelta al asiento y sin dejar de vigilarlo comenzó a llenar la vieja tina con agua caliente

-. Ven… vamos a bañarnos. No quiero que te enfermes

Lo siguió como un cordero manso. Estaba choqueado pensando… Fernando lo dejó dentro de la tina con agua caliente y se tomó un momento para traer otra botella de vino y dos vasos de papel, antes de acomodarse dentro del agua, detrás de Rai. Lo envolvió con sus piernas.

-. No me quieren… soy un hijo problema… y ni siquiera saben la peor parte todavía.

-. ¿No crees que tal vez lo hizo justamente porque te quiere y deseaba ayudarte?

-. No… no me quiere… para él soy basura

-. Raimundo, eres un hombre extraordinario. Tienes muchas cualidades y no quiero que sigas martirizándote, por favor. Tu padre hizo una estupidez, pero ya pasó.

-. Me obligó a estar aquí dos años de mi vida

-. Pero tú mismo me dijiste que no hacías nada útil antes de venir

Rai recibió en silencio el vaso. Bebió un trago largo… sabía desde ya que de ahora en adelante cada vez que probara vino tinto tendría sabor a Fernando y a sexo

-. Es verdad

-. Entonces… estas bien. No pienses más en él. Tienes casi dos años de tiempo antes de tener que enfrentarlo. Es mucho tiempo. Tú vas a haber cambiado mucho y quizás para entonces ya ni siquiera te importe

Fernando escuchó un resoplido  

-. ¿En verdad crees que pueda pasar eso?

Fernando posó su barbilla sobre el hombro de Raimundo. Estaban muy apretados y unidos dentro de la bañera. Frente a ellos, entre la pared y el suelo había quedado abandonado un antiguo pedazo de espejo que justamente los reflejaba a ellos dos en ese momento

-. Mira al frente – ordenó el capitán.

Rai vio la imagen de ambos en el espejo

-. Dime que ves

-. A ti y a mi

-. ¿Qué ves en ti?

Le incomodaba la pregunta. Rai sabía lo que todos veían de él… intentó mover la cabeza, pero el capitán se la sostuvo y lo forzó a volver al espejo

-. Dime que ves de ti

-. Mi rostro –respondió secamente

-. ¿Cómo es?

Su respiración se aceleró… ¿qué sentido tenía todo esto? No le gustaba mirarse y mucho menos hablar de su rostro

-. Es mi cara… la de siempre

-. Tu cara es especial… ¿sabes por qué? – se lo había preguntado con mucha dulzura y sin dejar de sujetarle el rostro frente al espejo.

Rai continuó mirándose… de pronto quiso verse a través de los ojos de Fernando… dirigió realmente la vista al rostro en el espejo… por primera vez en su vida se vio intentando descubrir lo que veían los demás. Su rostro estaba triste… sus ojos hinchados porque había llorado… pero a pesar de todo eso, veía un rostro de proporciones casi perfectas, de piel cremosa y luminosa… los ojos eran impresionantemente llamativos y el marco de pelo había crecido lo suficiente para agregar más atractivo

-. Tengo orejas pequeñas – dijo calmado

Fernando rio y se fue directo a chupar las pequeñas deliciosas orejas

-. ¿Puedes ver que eres hermoso?

¿Podía?… ¿Qué quería hacer con él su capitán?… ¿deseaba lograr que admitiera lo que había estado negando y odiando durante sus diecinueve años de vida?

-. Creo que… si

Fernando suspiró y sonrió

-. Lo eres. Eres precioso y por eso la gente te mira

-. No me gusta

-. Pero lo que estás viendo en el espejo es lo que ellos ven. Tu rostro es tan hermoso que a veces me duele mirarte. Tienes que aprender a vivir con ello y a dejar que no te importe

¡Ja!… toda la vida mirándose al espejo y solo ahora… cuatro y tanto de la madrugada, metido en una tina pequeña con el hombre más importante de su vida en un lugar remoto del fin del mundo, venía a realmente “verse” por primera vez

-. Raimundo. La gente que te mira en la calle solo ve tu exterior. Les llamas la atención porque eres precioso

Los ojos de Rai se habían quedado pegados en el reflejo del espejo… intentaba descubrir lo que nunca había querido ver.

-. Tú eres mucho, mucho más que esa cara bonita. Si quieren mirar tu belleza exterior, déjalos que te miren. Es inevitable que vean la capa exterior de ti. Pero solo tú tienes el poder de permitir que te conozcan en verdad o no y eso es lo que verdaderamente vale de una persona

-. ¿Cómo López? – pregunto Rai

-. ¿López?

-. Si… él no es bonito por fuera, pero es excelente por dentro y eso es lo que me gusta de él. Es un amigo de primera

Fernando sonrió abrazándolo… era tan fácil enseñarle a su soldado y le gustaba tanto hacerlo

-. Si. Como López

– A él nadie lo mira, pero todos en el campamento lo estiman. Yo le tengo cariño

-. Y a ti también.

-. Si. A mí también

Recordó los juegos del día de lluvia, las conversaciones con Don Hernán, los ejercicios con López, las miradas agradecidas por las galletas y dulces, los aplausos y felicitaciones, los agradecimientos por sus hamburguesas… sí lo estimaban.

-. Pues eso es lo que importa. – Fernando llevo su dedo para señalar la cabeza de Rai –. Aquí dentro tienes todo lo que necesitas, detrás de tu apariencia exterior hay otra fuerza que es mucho más grande e importante – lo rodeo con ambos brazos y descansó sus manos sobre el corazón de Rai.  El chico cerró los ojos y se reclinó contra Fernando… abandonándose a él.

-. ¿Qué otra fuerza? – preguntó calmado

-. La que te hizo cocinar galletas para la gente de la unidad, la que te permite soportar mis golpes y órdenes, la que has usado para mantenerte cocinando y limpiando, a pesar de que no te gusta… la que usaste para arriesgar tu vida sin pensarlo y salvar a Don Hernán… La misma que usaste para lograr que la gente del campamento te estime y te incluya… la que te fuerza a luchar y ser rebelde, esa fuerza que empleas para ser un deportista excepcional

Rai cerró los ojos y escuchó.  Era verdad. Hacer esas cosas no requería fuerza física, pero si era importante… y él lo tenía. ¡Dios!! No estaba vacío ni era tan simple como había creído siempre…  Volvió a mirarse al espejo, directo a los ojos.

Pudo verse de otra manera… tras la capa exterior estaba quien realmente era…  la gente que lo miraba solo veía lo externo… él tenía guardado lo mejor de sí mismo para mostrarlo y compartirlo solo con quien él eligiera

-. Gracias – susurró al borde de las lágrimas

Fernando respondió con una caricia. Había logrado su propósito de calmar a Raimundo. De paso había aprovechado para enseñarle a aceptarse y quererse un poco más. Y entre medio de todo el asunto, Fernando había comenzado a sentir una molestia incómoda hacia el padre de Raimundo por hacerlo sufrir, por no enseñarle a quererse, por obligarlo a hacer cosas contra su voluntad. ¿Qué clase de hombre actuaba así con su hijo? La obligación de un padre es cuidar y educar a su hijo… no encargarle el problema a alguien más. Menos mal que aún faltaban dos años para que Raimundo tuviera que volver a ver a su padre. Algo se les ocurriría durante ese tiempo.

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3 comentarios sobre “Capítulo veintisiete

  1. Qué relación más bonita Dios míooooooooo! ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️

    De verdad que me está encantando, espero que les dure mucho su burbuja de amor, que pobres casi no pueden estar juntos, al trabajar en el ejército. También tengo ganas de que vuelva a aparecer Nano y a ver qué más pasa! Me estoy quedando sin uñas 🙈🙈🙈

    El padre de Rai yo creo que si lo quiere aunque es un poco capullo xd

    1. Qué hermosa historia de amor, de complicidad. Querida lamento mucho la situación que te ha pasado y que no te haya dejado concluir tu excelente novela de MyM. Te estaremos esperando, lo importante es que no te olvides de nosotros. En lo personal tus obras son como una terapia. Valió la pena lágrimas, emociones, sueños, ojeras por leer esa magistral novela. Ojalá y puedas retomarla pronto. Fuerza!!!

  2. El papá de Rai no es malo ni es que no sepa educar; es que Rai está tan encerrado en su secreto que no ha permitido que el cariño de su padre le llegue.
    Educar es otra forma de amar. No dejar que hagan lo que se les venga en gana y consentir a diestra y siniestra.

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