La silueta del regimiento se mostraba orgullosa al final de la calle. Contra la iluminación de las farolas, algunas banderas y estandartes flameaban, alzándose más arriba de las columnas de piedra que adornaban la entrada de fierro forjado. Se identificó con el personal de guardia y le permitieron entrar. Después del agónico grito, Rai había logrado recomponer un poco su mente, además de obtener un gran malestar en la garganta. Avanzó con pasos inseguros por los senderos que conocía, en dirección al lugar donde debía presentarse. Su estómago no había dejado de doler. Iba en busca de Fernando… del Capitán Fernando Ahumada
-. ¡Lariarte! Que bien que llegas temprano
Jarim López le estrechó la mano e igualó sus pasos para caminar junto a él
-. ¡Hola López! – respondió Rai. Se alegraba de verlo. Jarim y él eran cercanos, pero estaba demasiado sumido en lo que le pasaba.
-. ¿Sabes a quien vi recién? – preguntó López con una mirada cómplice.
A Rai no le importaba… no quería conversación… no quería saber nada… solo deseaba hablar con Fernando con urgencia
-. El suboficial Sánchez está de vuelta – susurró López con complicidad – ¡el gordo perdió unos diez kilos al menos!! – rio López
Raimundo sonrió sin sentir nada. No quería ser descortés, pero en su cabeza, ahora mismo, había espacio para una sola cosa. Estaban llegando al lugar donde tenían que presentarse. A solo unos metros estaba la puerta y detrás de ella, estaba Fernando. Se quedó inmóvil antes de llegar
-. ¿Qué pasa? Ven… vamos a presentarnos con el capitán
López golpeo la puerta antes de dar tiempo a que Raimundo respondiera
-. Permiso para entrar, capitán
Escuchó la voz de Fernando detrás de la puerta… su estómago volvió a retorcerse…
-. Voy en un minuto – dijo Rai a López, dando la vuelta y alejándose
Cerca de las oficinas, en el patio del regimiento, había un pequeño jardín rodeado por un borde de cemento. Hacía frío… pero Raimundo se sentó igual a esperar allí. No podía entrar a hablar con Fernando junto con López o con nadie más. Necesitaba hablarle a solas. Su mundo estaba patas arribas… Tenía tantas preguntas que hacer y tanto miedo a las respuestas. No sabía si estaba más enojado o triste, pero no se podía quedar con la duda… tenía que saber. Él no estaba hecho para fingir… menos con el dolor que estaba sintiendo.
¿Nada había sido real? ¿Fernando jugaba con él mientras su novia preparaba su matrimonio? ¿había caído en el juego más bajo y común de todo los tiempos?
Minutos después López salió de la oficina. Raimundo empuñó las manos y soltó un último suspiro tembloroso. Se puso de pie y caminó rápido antes que alguien más llegara. Golpeó una vez, muy decidido y sin esperar respuesta, abrió la puerta y la cerró de inmediato.
Fernando estaba tras el escritorio en la oficina que ocupara la vez anterior. Habían agregado un par de sillas y había documentos que Fernando revisaba sobre la mesa. Se levantó de inmediato al verlo entrar y sonrió como si lo estuviera esperando
-. Hola… – murmuró con voz dulce. El capitán pasó rápido por su lado y se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada. Luego, como era su costumbre, se acercó por detrás y se pegó a su cuerpo, enterrando su rostro en el cuello y su pelvis entre sus nalgas. Rai permaneció tieso… incapaz de moverse… buscando la tranquilidad necesaria para no ponerse a gritar como loco. ¡Dios!… ¿y si se quedaba callado y pretendía que no sabía nada?…
-. Ya te estaba extrañando – dijo Fernando apretándolo un poco más, arrastrando su mejilla contra la de Rai. Solo entonces, cuando Rai permaneció tieso y no respondió a ninguna de sus caricias o palabras, Fernando se retiró un poco para buscarle el rostro
-. ¿Qué sucede, mi soldado? – preguntó estirando la mano y acariciándole el mentón
Rai pensó que deseaba alargar la dicha de estar con él para siempre… que estaba a punto de arruinarlo todo… pero… había una novia que se llamaba Cecilia y él… él no podía con eso
-. ¿Tienes una novia llamada Cecilia? – preguntó claro y directo mirando los ojos oscuros del hombre que se le había metido tan hondo en el corazón. Lo vio retroceder un par de pasos y cambiar la expresión de su rostro… vio con terror como Fernando se declaraba culpable antes de decir una palabra… comenzó a doler antes que él hablara
-. ¿Quién te habló de Cecilia? – preguntó serio
Rai no pudo con la declaración que esa pregunta implicaba. No lo había negado a gritos. No había dicho que no sabía quién era… su pregunta significaba que si había una Cecilia… una novia…
-. ¿Acaso importa?
¡Dios!!! ¿Por qué mierda no podía aprender a ser más hombre y controlar las malditas lágrimas que siempre se le escapaban cuando no debían? Miró hacia la pared y se limpió los ojos rápidamente. Al volver su vista nuevamente hacia Fernando, tuvo un momento de confusión. Se había apoyado sobre el escritorio y lo miraba conteniendo una sonrisa. La expresión del capitán resultaba desconcertante, por decir lo menos
-. Ven aquí – dijo Fernando invitándolo, señalando el espacio entre sus piernas y sus brazos abiertos para acogerlo en un abrazo
Rai se puso rígido y su rostro se volvió arisco. No pensaba ir. Tenía una maldita novia y quería que él siguiera siendo su… su… ¿amante? ¿Juguete? Le devolvió una mirada gélida de sus ojos de cielo… pero chocó contra otra mirada aún más dura de los ojos oscuros
-. Te estoy pidiendo que vengas aquí, Raimundo
Esta vez no había nada de gentileza en la petición. Era la voz de mando que tan bien sabía utilizar. Raimundo permaneció donde estaba… debatiéndose entre cumplir con lo que le pedía o permanecer donde estaba… Ganó su terco orgullo. No se movió.
-. Así es que si existe Cecilia – admitió Rai en voz baja… Parecía hablar para sí mismo… para convencerse de que tenía que asimilar la derrota
-. Cecilia Carvajal es una amiga cercana. Su familia tiene lazos de amistad con la mía y muy estrecha relación con todo el regimiento. He estado saliendo con ella desde hace bastante tiempo y ella se ha hecho la ilusión de que algún día se convertirá en mi esposa
Fernando hablaba mirándolo a los ojos, extrañamente tranquilo y sin ninguna vacilación
A Raimundo le tomó algunos segundos entender todo lo que escuchaba
-. ¿No es tu novia?! – preguntó con los grandes ojos abiertos y el corazón deseando explotar dentro de su pecho…
-. No. No es mi novia
Ahora sí pudo notar que Fernando estaba molesto. No podía preocuparse de eso ahora. Si no era su novia… entonces…
-. Pero ella quería hacer tarjetas de matrimonio… contigo… un matrimonio de verano… tarjetas de papel de seda – dijo repitiendo las palabras exactas que había escuchado de Helena
Fernando levantó una ceja extrañado, su rostro se volvió una mueca de asombro y disgusto
-. ¿Qué dices? – preguntó con verdadera confusión
-. Helena, la hija de Don Hernán tiene un negocio de tarjetería. Tu nov… esa mujer, fue a pedirle que le hiciera tarjetas para tu boda con ella – estaba balbuceando incoherencias… – Ellos dijeron que era tu novia y que…
-. ¡Raimundo!
Se calló de inmediato. Cerró los ojos… no era verdad. No había una novia. Cecilia no era su novia. Fernando no le había mentido… No se atrevía a abrir los ojos porque sabía que estaban inundados por dentro. Se quedó de pie, respirando entrecortado, con los ojos apretados y el cuerpo en estado de tensión… se iba a quedar así hasta que encontrara la manera de volver a mirarlo sin sentirse el imbécil más grande de este mundo. ¿Cómo se había atrevido a dudar de él? ¿Por qué no había pensado en todo lo que habían pasado juntos antes de acusarlo?
-. Capitán… – murmuró deseando saber cómo pedir disculpas… Es que la familia de Don Hernán le habían hablado con tanta seguridad… y él se lo había creído todo
Escuchó un suspiro y los pasos de Fernando moviéndose en la oficina
-. No tengo idea porque Cecilia está averiguando sobre tarjetas. No somos novios ni hemos hablado nunca de un posible matrimonio. Aunque sé bien que ella quiere casarse
Pero tú no… ¿verdad que tú no?
-. Bien. Aclarado ese punto, le comunico oficialmente soldado Lariarte que reiniciamos faenas mañana en el campamento.
El desconcierto lo hizo abrir los ojos. Fernando estaba de vuelta en su silla tras el escritorio y miraba los papeles frente a él. Rai se volvió a secar las lágrimas que cayeron de igual manera
-. Fernando…
El capitán levantó la cabeza y le dirigió una mirada fría, exenta de la dulzura que había tenido para recibirlo. Raimundo sintió que se paralizaba y se hundía
-. Lo lamento. Me dijeron que ella era tu novia y yo lo creí… me sentí muy… discúlpame, por favor.
El capitán Ahumada enderezó el torso y levantó la barbilla
-. ¿No se te ocurrió que podías preguntarme a mi primero antes de creer un rumor?
La frialdad y el enojo de Fernando le llegaron como el peor de los latigazos… directo al corazón. Bajó la mirada… se sentía tan triste, avergonzado y feliz a la vez… no había novia, pero Fernando estaba enojado
-. Lo siento, de verdad. Ellos me aseguraron que tú y ella eran novios y además lo de las tarjetas… y yo les creí
-. La mitad del pueblo cree que es mi novia, pero no lo es. De aquí en adelante cuando tengas una duda sobre mí, me lo preguntas directamente antes de suponer – su voz sonaba extremadamente dura.
-. Si, capitán
-. Creí que nos conocíamos lo suficiente como para poder preguntarnos las dudas. Veo que me equivoqué.
Las duras y crudas palabras de Fernando dejaron a Raimundo mudo y con un nuevo dolor en el corazón
Fernando volvió a sus papeles y Raimundo se sintió torpemente estúpido parado en la oficina sin saber qué hacer. No quería irse estando peleados… no cuando estaba tan contento de que no hubiera una novia… pero estaban en el regimiento y… Fernando no lo miraba. Se sentía demasiado avergonzado como para acercarse e intentar que se le pasara el enojo
-. Permiso para retirarme, capitán – pidió con la voz temblorosa… a punto de que las odiosas lágrimas volvieran a traicionarlo
-. Denegado – respondió Fernando sin levantar la vista de los papeles
Rai levantó la cabeza, sorprendido. ¿Denegado? ¿Le negaba el permiso para irse?
-. Capitán, yo…
-. Permiso para hablar denegado también, soldado Lariarte
Tampoco levantó la vista de los papeles
Raimundo calló en estado de perplejidad. Las lágrimas cesaron por complejo. ¿No lo dejaba hablar ni retirarse? Pero… enderezó su cuerpo, separó un poco las piernas y adquirió una pose firme fijando la vista en la pared detrás de Fernando, donde podía mantenerlo claramente en su rango visual. Esperó… Los minutos pasaban y Fernando no se daba por enterado de su existencia en la oficina. Leía algunos papeles, pasaba a otros, firmaba al pie de los documentos…
De pronto alguien golpeó la puerta
-. Adelante – respondió Fernando
Raimundo no supo qué demonios tenía que hacer él. El subteniente cardones junto a dos supervisores entraron a la oficina, saludaron al capitán y se sorprendieron de ver a Raimundo en posición firme.
-. Los trabajos se reanudan mañana – informó Fernando, antes que alguien dijera algo sobre la extraña situación – el informe de los auditores dictamina que el accidente fue producto de una falla en el terreno y nos libera de culpas. Nos enviaran maquinaria nueva dentro de la semana. Mañana a las 700 horas saldremos en dirección al campamento
-. Excelente noticia, capitán
-. El teniente Moreira está en el comedor. Él les asignará un lugar para pasar la noche.
-. Bien capitán. Gracias.
-. Espero que vengan descansados y llenos de energía. Con esta semana de descanso forzado nos hemos atrasado en los trabajos
-. Si, señor. Fue un buen descanso – respondió Cardones entusiasmado – y usted, capitán ¿Tuvo una buena semana de descanso?
La pregunta sorprendió a Fernando desprevenido. Por un instante no supo que responder. Pasó su mirada sobre Raimundo y luego la volvió directamente a los ojos de cardones
-. La mejor de mi vida, Cardones.
Tuvo que esperar en aquella incómoda y estúpida posición más de una hora. Vio desfilar a casi todo el personal de la unidad entrando y saliendo de la oficina de Fernando. Todos le daban una mirada sorprendida, pero nadie se atrevió a preguntar que hacía Lariarte en la oficina, en posición firme y con la vista al frente.
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Finalmente, cuando el último de los hombres de la unidad pasó a reportarse y Rai comenzaba a sentirse entumecido y adolorido, Fernando volvió a asegurar la puerta y se plantó delante de él. El capitán mantuvo su mirada fija sobre él por varios incómodos segundos antes de hablar
-. ¿Cómo pudiste dudar de mí?
Raimundo quería desesperadamente hablarle… había pensado tantas cosas que decirle y se sentía muy mal, pero dudó en si podía o no responder… después de todo, le había negado el permiso para hablar. Optó por el silencio. No quería enojarlo ni un poquito más.
-. ¿Qué clase de persona crees que soy?
Lo sientoooo… eres la mejor persona que he conocido.
-. ¿Pensaste que todo lo que vivimos esta semana fue un juego? ¿Una diversión sin sentido? – Fernando volvía a expresarse en tono molesto, dolido, sentido – ¿No sentiste nada aquí? – la mano del capitán golpeó con fuerza el lugar donde estaba el corazón de Raimundo, al centro de su pecho, y se quedó ahí mismo, presionando con fuerza… mirándolo tan fijamente que parecía penetrar detrás de sus ojos y directo en su cerebro
-. Me desilusiona que hayas dudado de mi tan fácilmente cuando hace apenas unas horas atrás hablamos de que seríamos fuertes y encontraríamos la forma de permanecer unidos.
-. Permiso para hablar, capitán – suplicó. Necesitaba decirle que se había equivocado.
-. Denegado – respondió Fernando lentamente, justo frente a su rostro, muy cerca de su boca y con los ojos clavados en él
-. Aceptaste obedecerme. Me diste el control sobre ti y hace una hora atrás no fuiste capaz de cumplir nada de lo que me ofreciste.
-. Pero…
El dedo de Fernando le calló la boca ubicándose directamente sobre sus labios. Rai sintió la incontenible necesidad de acariciar ese dedo con sus labios… de arrojarse a sus pies y suplicar perdón…
-. No tienes permiso para hablarme hasta que estemos en el campamento y haya decidido de qué forma vas a reparar esta mancha. Mereces un castigo por dudar de mí y desobedecerme.
Rai asintió moviendo la cabeza. Fernando estaba tan encima suyo… podía sentir su aliento, su calor… su rostro casi lo tocaba. Rai deseo con toda su alma mover su cabeza y apoyarse en él… ¡Dios! Como deseaba que todo volviera a estar bien entre ellos. Había sido un estúpido impulsivo y casi había echado a perder todo… es que le aseguraron con tanta claridad que esa mujer era la novia… y las tarjetas y todo. ¡Rayos!!! ¿Por qué nunca pensó en preguntarle primero?… Confianza… Eso era… tenía que aprender a confiar plenamente en Fernando… le había prometido obediencia y ahora tenía que comprometer su lealtad y confianza… Lo haría. Si podía. Con Fernando era capaz de cualquier cosa. Se calmó un poco. Entendía y reconocía su enojo y que todo lo que le decía era verdad. Había metido la pata a fondo. Se había equivocado al dudar de él. ¿Cómo iba a saber que todos creían que ella era la novia, pero en realidad no lo era? ¡Mierda!! Necesitaba tanto un abrazo… un cariño, un consuelo. Pero iba a tener que sufrir para ganárselo nuevamente. Cerró los ojos y se concentró en contener las lágrimas. Ya era suficiente de ser débil y lloriquear. Deseo que ya estuvieran en el campamento y lo castigara lo antes posible para poder dejar el problema atrás y volver a abrazarlo y besarlo… y todo lo demás.
-. Ahora ve con Moreira y los demás
Si. Iba a tener que irse sin tocarlo ni escuchar nada bonito… con el corazón encogido y cargado de culpa… le pasaba por estúpido
-. Raimundo
Se volvió esperanzado… ¿un beso, al menos?
-. Procura hablar lo menos posible. Tu castigo se inicia con el máximo de silencio.
Volvió a mover su cabeza para indicar que comprendía y aceptaba. Una parte incomprensible de su mente se alegraba de estar ya siendo castigado. De que no lo hubiera cortado y mandado a la mierda. Mientras estuviera castigado seguía habiendo algo entre ellos. Tomó su mochila y se encaminó al comedor. El coctel de emociones que sentía era una bomba de tiempo. Lo único que tenía claro era que, no sabía cómo, pero no pensaba hablar con nadie, más que lo estrictamente necesario.
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Ohhhhhh ☹️
Yo estaba enfadada también con el capitán y mira… lo que hace la falta de comunicación 🙈 que nos enfadamos y no razonamos…
Ainsss pobres uno desilusionado y el otro hundido 😓 pero bueno se arreglará. El problema gordo seguro que aparece en breves…
Gracias mil por el capítulo
Hola Rous! La falta de comunicación y atrevernos a ser asertivos y decir lo que pensamos sin herir es SIEMPRE un fucking problema grave entre los seres humanos. La mayoría de las personas prefieren callar y «suponer» en vez de preguntar y aclarar las situaciones. ¡problema gordo?.. no sé de que hablas…jajajajaaaa
Un abrazo.
Nani