Capítulo Treinta y tres

Solo cuando sus cuerpos quedaron satisfechos a plenitud y el alma se les había tranquilizado, Fernando y Raimundo pudieron volver a conversar con cierta normalidad, aunque parecían no poder separarse y mantenían el estrecho contacto en un apretado abrazo que incluía piernas, caderas y todo lo que pudiera mantenerlos unidos

-. ¿Dónde voy a dormir, capitán?

Estaban desnudos en la cama del capitán, bajo las frazadas de lana, sin ninguna luz en la habitación, más que el reflejo de la leña ardiendo en la chimenea. La cabeza de Rai descansaba sobre el pecho de Fernando y la mano del capitán lo acariciaba con ternura, vagando desde la punta de la cabeza hasta las caderas. Parecía como si hubieran vuelto a la intimidad de la cabaña… como si las otras veintitrés personas que vivían en el campamento, a unos cuantos metros, no existieran…

La pregunta de Raimundo ocasionó un suspiro preocupado del capitán

-. Por ahora te quedas donde estás, con Sánchez y López

Rai escuchó sorprendido. La verdad es que no le molestaba para nada continuar compartiendo la habitación temperada detrás de la cocina, el lugar era cómodo y tenía más privacidad que la cabaña con los trazadores y demás personas… pero… era extraño… ¿qué iba a decirle al subteniente y a los del grupo que daban por hecho que se trasladaría con ellos?

-. ¿Por ahora? – repitió, aferrándose a la única posibilidad que le daba Fernando de preguntar, sin dudar de él

-. Si. Solo por unos días. Estoy planificando algo que nos permitirán más libertad

-. ¿Qué planes? – preguntó ansioso y curioso, como solo Raimundo podía serlo

Su actitud logró sacarle una sonrisa a Fernando. Pasó un dedo a lo largo de la nariz de su soldado y termino con aquel dedo pegado sobre los labios de Raimundo

-. Ya vas a ver. Es una sorpresa

.

.

Habían pasado ya casi dos semanas desde que formaba parte del grupo de trazado. La decisión del capitán de que Rai continuara durmiendo en la cocina sorprendió a la mayoría de las personas en la unidad, pero nadie tenía nada que decir al respecto; era una orden del oficial a cargo del campamento y, además, ninguno de ellos había salvado la vida de alguien ni se había ganado un pequeño trato especial. 

Fernando y Raimundo se encontraban cada noche a escondidas, luego de que el campamento quedara en silencio. Rai se escabullía temprano con el pretexto de practicar y volvía demasiado tarde y en silencio como para que Sánchez o López se despertaran.  No dormía demasiadas horas y a veces la falta de sueño le pasaba la cuenta, en medio del trabajo. Pero era joven, estaba lleno de energía y sentía que, como siempre, él podía con cualquier cosa que se le presentara.   La mayoría de las veces, ambos se prometían que dejarían de arriesgarse tanto y se limitarían a dejar pasar algunas noches sin juntarse… pero entonces comenzaba la comunicación silenciosa de miradas y gestos que solo dos amantes con gran intimidad podían compartir; Raimundo tenía los preciosos ojos llenos de tristeza y añoranza mientras cenaban… el capitán lo miraba disimuladamente, aun manteniendo el firme propósito de dejar pasar aquella noche, aunque se moría de ganas de estar con él… pero la visión de Raimundo que, sin mirarlo conversaba con los trazadores pero secretamente le sonreía libidinoso y expresaba con su cuerpo y gestos mensajes que solo Fernando podía entender… Rai arrastraba la mano por su rostro y cuello mientras hablaba con alguien más… bajaba sus dedos hasta la clavícula y parecía que se la estaba ofreciendo… mordía y jugaba con sus labios… a veces Fernando se preguntaba cómo nadie más se daba cuenta de lo erótico y sensual que era Raimundo… mejor así. Se enfurecía de solo pensar en que alguien pusiera sus ojos sobre SU soldado… sentía una mezcla de deseo, posesividad y rabia injustificada…  la temperatura del capitán comenzaba a subir y sus propósitos de mantenerse alejados por una noche empezaban a perder sentido… ¿Qué importaba una noche más? ¿Si nadie los iba a descubrir? ¿Por qué privarse de la compañía de su soldado que lo hacía tan inmensamente feliz?… entonces, en un nuevo gesto, dedicado solo a Raimundo, el capitán pretendía asentir a algo que Moreira comentaba y Raimundo, desde la mesa cercana, sonreía satisfecho y alegre, entendiendo que esa noche, nuevamente, Fernando y él estarían juntos y sería maravilloso.

Para Raimundo, subir y bajar de las alturas se había transformado en una rutina fácil de seguir y que lo tenía en las mejores condiciones físicas de su vida.  Dos veces habían tenido que cambiar parte del trazado de la ruta debido a lo que él había visto en la distancia. A medida que avanzaban, Rai distinguía cada vez mejor el poblado. No habían allí más de quince a veinte casas, como mucho. Eran pequeñas manchitas en la distancia, pero ya sabía su ubicación exacta. Moría de ganas de ir al poblado y ver el rostro de las personas que allí vivían. La sensación de orgullo lo llevaba a desear conocer el rostro de esos compatriotas.

-. Son gente básica – dijo Martínez con desprecio cuando Raimundo comentó su interés en la mesa – No tienen educación y sobreviven de la crianza de ovejas y de sus huertas

-. ¿Qué quieres decir con gente básica? – preguntó Rai molesto. Ahora que se había terminado su castigo y podía hablar, no se quedaba callado cuando algo le parecía mal. No era parte de su carácter dejar pasar lo que le molestaba. Se había dado cuenta hace rato que, a veces, Martínez podía ser ofensivo y grosero solo por gusto.

-. Ya sabes. Gente sin educación. Las ovejas son todo para ellos

-. Pues a mí igual me gustaría conocerlos. Apuesto a que son mejores personas que muchos del Barrio Quintina– respondió arrogante, mencionando el lugar en la capital donde estaba ubicada la casa de sus padres

-. ¿Quintina? ¿Viviste en Quintina? – preguntó Cardones estirando la espalda, sorprendido

-. Si. Mi familia vive allí

-. ¡La mía también!!

Sonrieron al darse cuenta de la casualidad

-. ¿Fuiste al colegio de los curas? – preguntó Cardones casi en vilo, entusiasmado por la coincidencia y la posibilidad de compartir.

Rai abrió la boca antes de responder. ¡Claro que había ido al colegio de los curas y había odiado cada momento que había pasado allí!

-. El cura rector todavía me persigue en mis sueños – dijo por respuesta.

El resto del grupo sintió que se quedaban fuera. Raimundo y el subteniente habían encontrado un punto en común que los unía y no paraban de hablar… Poco a poco descubrían que sus casas en la capital no estaban tan distantes y que ambos conocían a muchas personas y lugares en común

-. ¿Eres amigo de los Salvatore? – preguntó Cardones cuando la cena ya terminaba y no habían parado de hablar – el mayor de ellos es mi mejor amigo

Mmmhhh… si le hubieran preguntado un par de meses atrás, Raimundo no habría dudado en decir que sí. Dos de los cinco hermanos Salvatore formaban parte del grupo con el que solía reunirse los fines de semana a comprar trago y a hacer barbaridades… pero ahora se daba cuenta que ni siquiera recordaba sus nombres… que lejano le parecía todo aquello ahora.

-. Fuimos amigos – respondió cayendo en la cuenta que no extrañaba a nadie de esa antigua vida. Ninguna persona había sido cercana a él… excepto… quizás, Abi. Su hermana fue siempre la que más presente estaba, aunque nunca formó parte de su grupo de amistades. Pero siempre estuvo ahí para él. ¿cómo es que solo ahora se venía a dar cuenta de lo valiosa que Abelia era para él?

La cena había terminado. El capitán se retiró en silencio a su habitación. Raimundo y él no se miraron. No era necesario. Tenían un acuerdo que los dejaba tranquilos y les quitaba la ansiedad. Solo tenían que esperar un par de horas a que el campamento se aquietara y los hombres se durmieran. Las excusas comenzaban a volverse rebuscadas, pero Sánchez se dormía temprano y tenía el sueño pesado y López… él nunca preguntaba nada

-. Vamos. Acompáñanos a fumar – invitó Cardones

Raimundo se sintió complicado. Había rechazado todas las invitaciones a reunirse con los trazadores desde que había ingresado al grupo. No estaba seguro de que disfrutaba de la compañía de ellos fuera del trabajo. A veces eran un poco brutos y no se sentía a gusto con los comentarios que hacían. Por otro lado… estaba seguro, sin necesidad de preguntarlo, de que a Fernando no le gustaría verlo afianzar amistad con ellos. A veces podía sentir la mirada del capitán sobre él cuando alguno de los hombres se acercaba mucho o lo tocaba o existía cualquier tipo de acercamiento.  Sin embargo, el problema con el subteniente era que pasaba gran parte del día con ellos y no quería ofenderlos volviendo a negarse. Además, se había comprometido para practicar con López. Jarím estaba avanzando y se sentía orgulloso de sus pequeños logros. La semana anterior había logrado trepar a la rama de un árbol en cuatro saltos y estaba dichoso.  Por cierto que prefería pasar su tiempo con López que con ellos… ¿pero cómo decirlo de manera educada?

Raimundo se quedó inmóvil pensando… pero su cara de duda fue una respuesta para Cardones

-. ¿Qué tienes que hacer que no puedes venir? – preguntó el oficial

Rai suspiró. A veces la verdad era la mejor solución

-. A esta hora practico parkour. Es el único momento disponible que tengo.

Cuatro pares de ojos se quedaron fijos en él. Los trazadores lo miraron sorprendido

-. ¿Practicas ahora? – pregunto Martínez

-. ¿Dónde practicas? – preguntó otro

Jarím y él se habían aprendido de memoria el área detrás de los corrales por lo que se habían cambiado a un espacio más amplio, cerca del camino

-. Al lado del estacionamiento de las máquinas – respondió Rai no de muy buen agrado. Omitió decir que a veces, incluso, habían jugado a saltar sobre las máquinas y competir por quien llegaba arriba del techo del estacionamiento más rápido

-. Yo quiero ver eso – dijo Martínez decidido

-. Yo también – decidió otro de los hombres

-. ¿Podemos acompañarte, entonces?

Rai estaba mudo. No era de su especial interés ser observado por un grupo de curiosos mientras hacía sus ejercicios. No era cómodo y seguramente tampoco lo sería para López… pero… ya era sospechoso que no estuviera compartiendo la cabaña con ellos y que se resistiera tanto a su compañía… así es que… ¿cómo podía rechazarlo sin ofender?

-. Claro – dijo subiendo los hombros y haciendo un gesto de resignada invitación con los brazos.

Resultó ser más desagradable de lo que había pensado. Cardones, Martínez y los otros dos se ubicaron por fuera del cerco para poder fumar, pero estaban muy cerca de ellos. Apoyados sobre las maderas, fijaron su atención en Raimundo y en López, quien estaba completamente cohibido.

-. Pretende que no hay nadie – dijo Raimundo mirando fijamente y con determinación los ojos oscuros y achinados de Jarím – Tú solo concéntrate en lo que tienes que hacer. No somos un espectáculo. Ellos están fumando allí nada más ¿de acuerdo?

Pero en la práctica, el problema aumentó rápidamente: otras personas de la unidad, que aprovechaban de fumar por allí cerca, se unieron al grupo de trazadores al ver que algo les llamaba la atención. Raimundo y Jarím se convertían en una novedad que mirar. Era de esperar… No había televisión ni existían muchas distracciones en aquel paraje. Muy pronto, casi toda la unidad estaba pendiente de los saltos y ejercicios de los dos jóvenes soldados.

Raimundo intentaba transmitir calma a López. Hoy no le resultaba ninguno de los ejercicios que los días anteriores había llevado a cabo con mucha tranquilidad. Incluso los ejercicios de calentamiento habían sido imperfectos esta vez.

-. Están todos mirando…- repetía López rehuyendo la vista y deseando desaparecer. No podía levantar la pierna por más que intentara sujetarla y elongarla.

-. ¡Jarim! Cuando vivía en la capital practicaba en cualquier parque o jardín. Cientos de personas me miraban. ¡No hagas caso! ¡Concéntrate en el lugar a donde quieres llegar y cómo debes hacerlo!

¡Rayoooooos!! ¿Había usado la entonación que usaba Fernando para hablar con él? ¡Oh Dios!! Si lo había hecho… Raimundo río a carcajadas por dentro…

-. Está bien – Jarím asintió, un poco más aliviado.

-. De acuerdo… fíjate dónde tocan mis manos y pies y luego intentas hacer lo mismo

Raimundo tomo vuelo, sus extremidades tocaron tres o cuatro áreas determinadas y en pocos segundos estaba a media altura del árbol más cercano

-. Tu turno – dijo a López sin mirar a ninguno de los hombres que los observaban – tú puedes – afirmó gravemente

Había algo en Raimundo que López había aprendido a admirar; no era el simple hecho de que fuera el único que se interesara en él y le brindara su amistad, sino ese impulso y energía que tenía Lariarte que era contagioso y genial. Estaba tan lleno de vida y entusiasmo… tan diferente al resto de las personas. Le gustaba pasar tiempo con él. No quería defraudarlo. Respiro profundamente. Se olvidó de los ojos curiosos que observaban y repitió con exactitud lo que Raimundo había hecho. Solo al llegar a la misma rama de arriba, al lado de Lariarte, su cuerpo se tambaleó levemente a punto de perder el equilibrio. Se sujetó de inmediato y miró a Raimundo esperando aprobación. La encontró… no solo en Raimundo sino en el sonido de los aplausos y silbidos de felicitación proveniente de los hombres apoyados en la cerca.

-. Lo hiciste bien – dijo Rai

-. Casi me caigo al llegar – respondió López

-. Pero no te caíste – observó Raimundo que aún sujetaba el brazo de López – continuemos

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La práctica de parkour de Lariarte y López se convirtió en el comentario general de aquella noche en los dormitorios y, por supuesto, del desayuno al día siguiente.

El capitán escuchó los primeros comentarios en la mesa mientras bebía su café sin hacer ningún gesto ni revelar alguna emoción.

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No fue sino hasta media mañana y en medio del trabajo de construcción, cuando Raimundo se dio cuenta de que algo sucedía

-. Lariarte. venga conmigo – ordenó Fernando delante de muchas personas, dirigiéndose al vehículo. Raimundo lo siguió y subió al vehículo en silencio. Se alejaron lo suficiente

-. ¿Qué pasó anoche?

Fernando detuvo el vehículo al costado del camino

-. ¿Anoche?… nada… practicamos un rato con López y después…

-. ¿Tuviste una buena cantidad de público mientras practicabas?

Raimundo tragó saliva… Comenzaba a entender la frialdad de Fernando

-. Yo no los invité. No pude evitar que fueran – respondió a la defensiva, lo que le valió una inmediata mirada de gélido reproche

-. ¿Por qué no cancelaste tu práctica o te fuiste a otro lugar?

“Porque no se me ocurrió… porque no pensé que fuera nada malo…”

-. ¿Sabes que todos están hablando de ti hoy día?

-. Yo no busqué que lo hicieran. El subteniente dijo que quería ver y no me pareció que fuera algo prohibido – Raimundo se sintió un poco estúpido al tener que dar explicaciones por algo que le parecía tan simple – es parkour… estaba con López… no entiendo cuál es el problema

El profundo suspiro de Fernando le dio un indicio de que había dado la respuesta equivocada

-. El problema es que ahora estás en boca de toda la unidad. Lo único que he escuchado desde el desayuno son comentarios acerca de la habilidad con que te mueves, la destreza para controlar movimientos, tu asombrosa agilidad, la rapidez de tus músculos y la armonía de tu contextura física.

Rai elevó las cejas al escucharlo y casi soltó la risa…  “¿Eso era lo que estaban hablando de él…???… ¡desgraciados!!” Con razón Fernando estaba molesto. Optó por guardar silencio y trató de entender… si alguien hablara así de Fernando delante de él también se sentiría … ¿celoso?

¡Oh Dios! ¡Fernando estaba celoso!!!

Tenía ganas de reír y alegrarse, pero definitivamente era una mala idea en ese momento

-. Ese es el “problema” – continuó Fernando cada vez un poco más ofuscado – Tengo que escuchar a los hombres de mi unidad haciendo comentarios sobre tu cuerpo y tus músculos – sus manos apretaban el volante de la camioneta – no es agradable

-. Lo siento. No pensé que fuera a crear un problema. He practicado parkour delante de gente cientos de veces en la ciudad y estoy acostumbrado a no mirarlos. Casi no los noto

-. Pero ellos sí te notan a ti. Claramente.

Rai bajo la cabeza… ¿No se le iría a ocurrir prohibirle practicarlo? No podía hacerle eso… el parkour era una parte importante de su vida.

-. ¿Qué quieres que haga? – preguntó temeroso de la respuesta

Fernando respondió de inmediato. Había pensado lo que diría de antemano.

-. De ahora en adelante, practícalo en privado o no lo practicas.

Rai levantó la cabeza para encontrar los ojos de Fernando y confirmar si lo que le ordenaba era cierto. Su rostro perdió expresión. Fernando lo decía en serio. Como si él fuera un niño chico… un mocoso malcriado… No había una gota de broma o liviandad en el rostro del capitán, sino una férrea muestra de decisión. Por un nanosegundo, la imagen de su padre burlándose y prohibiéndole su deporte, le cruzó la mente

-. ¿Y qué hago con los trazadores, entonces? ¿Les digo que no me miren cuando tengo que subir a comprobar la dirección del camino?

¿Se daba cuenta Fernando de lo absurdo de su petición?

Estaba bien que sintiera celos… esa parte podía ser agradable, pero la forma en que los estaba manejando era horrible. Dejarían de hablar de él al día siguiente y punto… No era para tanto.

-. Eso es totalmente diferente. Estás trabajando – Fernando comenzaba a subir el tono de voz y hablar más golpeado

-. ¡Son las mismas personas que estuvieron anoche!!! – Rai no se aguantó. Gritó y gesticuló tratando de hacerle ver a Fernando lo equivocado que estaba

-. Dos cosas soldado: anoche había bastantes más personas que solo tu grupo de trabajo y segundo, no te estoy preguntando

“No… me lo estas ordenando”

Raimundo cerró los labios en un apretado silencio, aunque todo el resto de su cuerpo gritaba su molestia

“Y yo tengo que obedecerte”

-. ¿Dónde puedo practicar, entonces? – preguntó mezclando la obediencia con un toque de rebeldía

-. Donde nadie te vea. Hay un bosque de varios miles de hectáreas rodeándonos. Eso te da espacio más que suficiente.

Si. No podía negar que esa parte también era verdad… había espacio más que suficiente. Raimundo se calmó al responder.

-. Está bien, Capitán. No volveré a practicarlo delante de nadie

La atmosfera dentro del vehículo comenzó a cambiar. La tensión desaparecía lentamente y las miradas se suavizaban. Muy pegado al asiento, Fernando estiró su mano para alcanzar la de Raimundo

-. Raimundo… no puedo escucharlos hablar de ti y de tu cuerpo sin sentir ganas de golpearlos

Rai se mantuvo en silencio… entendía lo que Fernando sentía, pero… ¡a él lo habían mirado siempre!!! Toda su vida había tenido que soportar que lo miraran y había sido Fernando mismo quien le enseñó a que no le importara tanto…. ¿entonces??? ¿Cómo se explicaba esta actitud?

-. Te extraño todo el día… me vuelvo loco cuando te tengo tan cerca y no puedo tocarte

Rai apretó sus dedos mezclándolos con los de él… celos… solo eran celos… su preocupación se derretía con la caricia del capitán… amaba escuchar esa voz cálida diciéndole cosas hermosas… también lo extrañaba cada segundo

-. Baja del vehículo, soldado – ordenó de pronto Fernando al tiempo que abría la puerta y sus botas tocaban el manto del camino.  Pisó firme varias veces sobre la carpeta…

-. Sólido… firme… – comprobó el capitán

-. ¿El camino? – preguntó Raimundo desde un par de metros de distancia, insinuando una sonrisa descarada. El capitán sonrió entendiendo la indirecta

-. No. No solo el camino está sólido y firme – Fernando se acercó en su dirección. Pasó por su lado, rozándolo y continuó hasta el comienzo del bosque

-. ¿sabes? Tengo una imagen en la mente que no me deja dormir tranquilo en las noches – dijo Fernando sin mirar hacia él – en mi recuerdo hay un árbol con un tronco muy grande… como ese que se ve un poco más adelante

¡Dios! ¿Solo necesitaba que Fernando hablara para comenzar a sentir que la sangre se le calentaba y su verga se volvía loca bailoteando dentro del pantalón?… ¡pero que malditamente fácil de excitar era!!

-. ¿Qué más hay en tu recuerdo, capitán? – preguntó Raimundo siguiendo a Fernando hacia la privacidad del interior del bosque, dirección: línea recta hacia el tronco del árbol.

-. Tú – respondió el capitán deteniéndose a esperarlo, extendió su mano para, por fin, tocarlo con la libertad que deseaba hacerlo.   

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4 comentarios sobre “Capítulo Treinta y tres

  1. Mil gracias por los capítulos, la historia está on fire !

    Puff al final me parece a mí que los van a pillar😓 pero debe ser super difícil trabajar juntos y no poder demostrar las muestras de afecto…
    El subteniente ese que vive donde la familia dd Rai me da mala espina…

    Gracias y un abrazo enorme

    1. Hola Rous! Es muy difícil trabajar juntos cuando los sentimientos son tan nuevos e intensos; ya puedes imaginar las ganas que debe sentir Raimundo de correr a contarle todo lo que le pasa y a buscar su cariño y, por otro lado, lo que siente Fernando cuando lo ve partir lejos con otro grupo de hombres y la falta que le hace a él, como super dominante y controlador, establecer su propiedad. Suena feo, pero esa es la manera en que los dominantes TIENEN que hacerlo. Fernando, a su manera tan particular, necesita de Rai casi más de lo que el chico lo necesita a él. Lo único que tengo claro es que los dos están locos, el uno por el otro. El subteniente… un poco de paciencia y veremos si tiene o no alguna importancia.
      Gracias a ti!!!
      Un abrazo!!

  2. Que injusto el capi! Solo es practicar lo que le gusta, ya empezamos mal. Que sea un inseguro celoso no es bueno para Rai y su poquísima experiencia en las cuestiones de pareja. Porque una cosa es la obediencia y otra muy diferente lo que comienza a hacer Fernando; control.

    1. Hola Itzel!!! Supongo que tienes mucha razón pero recuerda que para los dos, todo lo que está pasando es nuevo y tal vez, Fernando esta exagerando porque no tiene experiencia y si tiene unos celos tremendos. En todo caso, que quede claro que desde que aparece Fernando en esta historia, queda claro que es un super controlador dominante… se lo advirtió a Rai cuando le pidió obediencia total. Finalmente, un comentario muy personal: creo que cada pareja debe buscar la felicidad como sea que les acomode, mientras ambos estén de acuerdo y no dañen a nadie más. Si a Rai no le molesta que Fernando lo controle… y si a Fernando le encanta controlar…. Veremos que pasa.

      Muchas gracias!! Un abrazo!!

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