Capítulo Cuarenta y Cuatro

FERNANDO

Muchas veces había salido con Cecilia desde que lo destinaran a la zona. La familia era muy cercana a los oficiales del regimiento y ella le fue presentada durante la primera semana de su arribo a la Patagonia. Tenía 28 años en aquel entonces y se sentía orgulloso de haber sido nombrado a cargo de un proyecto importante para el ejército. Los oficiales, incluso algunos de mayor rango, lo miraban con admiración. Venía precedido de una excelente reputación. Su carrera iba en ascenso hacia las nubes, a la velocidad de la luz. Cecilia brillaba aquella noche. Con un vestido color crema, siempre usaba colores muy sobrios, y su pelo color trigo claro, era un punto de luz entre todos los aburridos uniformes.  Y le había sonreído a él. Por supuesto se sintió encantado. Era una distinción más que agregar a todas las que había recibido. Así había sido desde entonces. Durante casi dos años, Fernando tuvo la sensación de que había sido seleccionado, luego de cuidadoso examen, y tenía en sus manos el premio gordo de la lotería: la sobrina del general era la novia perfecta no solo por su parentesco sino también porque encajaba perfectamente como esposa de un oficial. Nunca había logrado entender por qué no le había solicitado a Cecilia ser su novia o, más específicamente aún, su esposa. Ella era todo lo que un hombre como él necesitaba. Su lógica se lo repetía todo el tiempo… pero jamás había acertado a dar el paso requerido para formalizar su relación…

Demasiado fácil

Demasiado simple e insípido

No había chispas, ni pasión ni dolor …. No había nada que le removiera el corazón de manera escandalosa y confusa

Ahora…

¡Dios!

Ahora, mientras avanzaba con ella y su familia en el vehículo de su padre, con destino a su casa, sabía con absoluta seguridad la respuesta a todas las preguntas. Podría darse el trabajo de contestarlas una a una… pero era más fácil resumir todo bajo un solo nombre: Raimundo.

-. ¿Por qué sonríes? – preguntó Cecilia haciéndole notar al capitán que su rostro estaba delatando más de lo que debía

-. ¡Ay! Pero que pregunta, hermana. Sonríe porque está feliz de estar contigo ¿No es así, Fernando?

El capitán miró a Mónica. Esa sí era una mujer difícil de digerir, a diferencia de su hermana. Al menos Cecilia era suave y delicada en su forma de hacer tonteras; Mónica era como un tren avasallador que no sabía controlar ni su lengua ni su temperamento. Sería difícil que encontrara un oficial dispuesto a convertirla en su esposa como ella deseaba.

-. Siempre es un agrado estar con ustedes – respondió, educado como siempre, ampliando la sonrisa. Al menos el general se había quedado a pasar la noche en otro lugar.

-. No debes quedarte allá en la montaña tanto tiempo, Fernando – aconsejó la madre de Cecilia – no es bueno que ustedes pasen tanto tiempo separados. Te habíamos extrañado

“No se preocupe, señora. En la montaña esta la mejor compañía posible… ¡demonios!… estaba… ya no estaría más a partir del lunes”

Bajaron del auto frente a la casa. Luego de unos minutos de conversación trivial, Fernando tomó a Cecilia del brazo

-. ¿Podemos hablar en privado? – le dijo al oído

¡Vaya!… el capitán notó la expresión de ilusión de Cecilia. Confundía las cosas. Ella creía que la conversación en privado sería tal vez una petición formal

-. Fernando y yo vamos a estar en la salita – anunció ella a su familia, sonriendo con coquetería

-. ¡Claro!… por supuesto hija.  No los molestaremos

¡Ups! A juzgar por las sonrisas, no solo lo creía ella. Toda la familia los miró con la convicción de que una buena noticia saldría de aquella “conversación en la salita”.  Fernando empuñó las manos. No iba a cambiar de opinión, pero esto hacía que fuera más difícil terminar con ella.

Cecilia cerró la puerta con elegante suavidad y se volvió hacia Fernando, estirando su mano para alcanzar la de él y apretarla suavemente

El capitán no pudo evitar pensarlo… “Raimundo habría dado un portazo y se habría lanzado a su cuerpo como un koala, buscándole la boca apasionadamente y restregando su sexo contra él… posiblemente le habría dejado caer un par de frases impúdicas y obscenas en su oído”

-. Bueno… ahí está tu sonrisa misteriosa nuevamente – dijo Cecilia mientras tomaban asiento en el sofá – ¿Hay algo que te haga sonreír esta noche?

Antes le importaban los sentimientos de Cecilia. Siempre había sido cortes y educado… ya no más.

-. Al contrario. Estoy preocupado por lo que dijo el soldado Lariarte. ¿Me explicas que es eso de revisar papeles para tarjetas de matrimonio?

La amabilidad se le borró de la cara a Cecilia

-. ¡Ay, Fernando por Dios! No es nada… solo un malentendido ¿Cómo crees?

Mmhh… Cecilia no sabía mentir. Su rostro se había vuelto rojo de vergüenza

-. ¿Cuál es el malentendido? – pregunto serio

-. Te explico… – Cecilia reía nerviosa – Tú conoces a Helena, la hija de Don Hernán… el que trabaja contigo y que tiene un hijo que es g…

-. Si. La conozco – interrumpió Fernando

-. Bueno… pues me encontré con ella hace un tiempo y me contó que tiene un negocio de tarjetas y afiches y cosas de ese tipo. Me ofreció sus servicios. Ya sabes que no están muy bien de dinero. Lo perdieron todo hace tiempo… así es que necesitan lo que sea… es una lástima lo de esa familia…

¿Por qué había llegado a pensar que Cecilia sería una buena esposa?…

-. Yo le dije que no había nada que pudiera pedirle ahora pero que más adelante, algún día… ya sabes – dijo riendo tontamente y haciendo un gesto vago con su mano – cuando me casara, tal vez le pediría que hiciera mis tarjetas, pero en un papel muy especial.

Cecilia lo miraba esperando que Fernando asintiera y riera con ella del “malentendido”. Pero el capitán permanecía serio y en silencio, aun insatisfecho con la respuesta

-. Y… esta mujer malentendió todo el asunto. Imagínate que semanas después se presenta en mi casa a mostrarme unos papeles para dichas tarjetas. ¡Por supuesto que le dije que estaba loca! ¡Yo no le había pedido nada!…

“Te falta mucho para aprender a mentir bien… Raimundo me habría contado un cuento mucho más elaborado y convincente. A veces ha tratado de mentirme… pero no puede…”

-. Siendo honesta, yo creo que, como son pobres y están mal de dinero, Helena está tratando de vender a toda costa. Ahora que el papá está en la casa y no tiene ingresos… debe ser ella la que paga las cuentas y

-. Don Hernán recibe su sueldo como corresponde. – dijo Fernando bruscamente, poniéndose de pie, molesto. – Su familia está bien y Helena tiene un negocio rentable al igual que sus dos hijos. Nunca han sido pobres. Simplemente dejaron de ser opulentos.

-. Fernando… yo no quise ofender a nadie… es que ella apareció con los papeles y…

-. No importa, Cecilia. No vamos a casarnos así es que no tiene ninguna importancia ¿no es así?

Vio como el rostro de ella se volvía lívido y su mirada aturdida se fijaba en él… Abrió la boca para decir algo… pero solo balbuceo unos sonidos ininteligibles

-. Quiero decir… tú me agradas mucho y disfruto de tu compañía. Pero no somos novios. Solo amigos

-. Si…???

-. Y quiero dejarte en libertad a partir de ahora…- dijo un sonriente Fernando

-. ¿Li…bertad? – tartamudeó Cecilia

-. Si. He sido muy injusto contigo. La gente de la ciudad nos ha visto juntos y creen que somos pareja. Te he perjudicado porque eso ha ahuyentado a tus posibles pretendientes.

-. ¿Qué… pretendientes? – preguntó ella recuperando la voz varios tonos más agudos

-. Cecilia…- dijo el capitán sonriéndole con benevolencia – eres una mujer estupenda y cualquier oficial estará orgulloso de casarse contigo… o algún hacendado o empresario.

-. ¿Eehh???

-. Pero mi presencia a tu lado los intimida y aleja. Así es que voy a dejar de ser egoísta y permitir que ellos tengan acceso a ti. No puedo privarte del placer de encontrar el amor verdadero

Cecilia había abierto grande los ojos y a boca… lo miraba con total desconcierto… angustia y perplejidad

-. Yo… quiero agradecerte por tu amistad todo este tiempo. Tuvimos buenos momentos, pero no quiero privarte de las opciones que tienes.

-. Fernando… yo… ¿Qué… opciones?

-. Muchas… eres joven y bonita. ¡Muchas opciones! Podrás usar el exquisito papel que te consiguió helena cuando te cases con cualquiera de ellos

-. ¿Pa…pel?

Se acercó a ella y le beso la mejilla como un correcto caballero. Aún no le daba tiempo de terminar de reaccionar

-. Siempre seremos amigos. – le dijo con la sonrisa más amplia – te deseo la mejor de las suertes.

Y así, sin haberle dado tiempo ni espacio para lloriqueos ni preguntas, Fernando salió de la casa y de la vida de Cecilia.

Suspiró profundamente cuando se había alejado varios pasos de la casa que no volvería a visitar.  El aire afuera estaba extremadamente frío. Se sentía como agujas que arañaban la piel. Miró la hora. Demasiado tarde para volver al campamento. Marco el número de un taxi. Estaba feliz de haber resuelto el problema con Cecilia, pero se congelaría si caminaba hasta el regimiento… y no quería enfermarse ni nada. Tenía que estar bien y sano para pasar los últimos días con Raimundo y contarle las novedades…. ¡eran varias y algunas eran buenas!!!

RAIMUNDO

Ya ni siquiera le importaba si caían lágrimas de sus ojos o si de su garganta escapaban quejidos…jadeos de dolor… estaba solo en el pequeño cuarto que Fernando había mandado a construir para él… el cuarto que había hecho que su capitán se rebajara a robar… como si fuera un ladrón en vez del magnífico hombre que era. No sabía cómo calmar lo que sentía… es que… por más que lo pensaba, no había forma de hacerlo… Quería cerrar los ojos, apagar el dolor y dormir… descansar su mente y su cuerpo luego del que, claramente, podría clasificar como el día más triste de sus diecinueve años de existencia… pero los pensamientos no tenían ningún interés en callarse o desaparecer. Se habían obsesionado con manifestarse en su mente y recordarle, con cruda insensibilidad, los errores que había cometido a lo largo de su vida… uno tras otro; mostrarle el rostro de las personas a quienes había dañado… las miradas llorosas y preocupadas de su mamá y de Abi, las expresiones duras y avergonzadas de su padre y hermano… el rostro decepcionado de Fernando… los que más quería, sufrían por su causa… la sensación de culpabilidad lo mantenía atrofiado sobre la cama… encogido… hecho un ovillo con su cuerpo… quiso levantarse a buscar algo más con que cubrirse; tenía frío… pero no parecía el tipo de frío que se arregla acercándose a una estufa o agregando una manta… el espacio interior donde antes anidaba la alegría, el entusiasmo e incluso la rebeldía, estaba ahora vacío, oscuro y solitario… era un agujero gélido.  Fernando le había enseñado a tener confianza en sí mismo… se sentía tan unido con él, como si fueran uno… le pertenecía… sentía en lo más profundo de su ser que él pertenecía a Fernando y, al irse, iba a quedar guacho y abandonado… a la deriva, sin guía para saber por dónde avanzar… se alejaría cada vez más de la posibilidad de ser feliz

Feliz…

Sabía con certeza cuál había sido el día más feliz… aun podía recordar cómo se sentía la textura de la corteza del alerce sobre el frente de su cuerpo mientras, por atrás, lo envolvía la apasionada piel del capitán… se habían unido en un acto de amor y pasión, arrullados por el aroma y sonidos del bosque… el murmullo del agua en el lago… la brisa acariciándolos… Fernando murmurando en su oído…

¡Dios!… ¿a qué hora iba a dejar de llorar?!!!

Había aprendido a ser diferente en este lugar. Se sentía él mismo con Fernando, con los hombres del campamento, incluso con el gordo Sánchez y Jarim… el capitán le había ayudado a revelar esa parte de su personalidad que ni siquiera sabía que existía y que lo había hecho sentir bien… pero todo desaparecía y quedaba un gran espacio solitario. Helado.  No sabía cómo iba a llenarlo… o si iba a poder volver a sentirse alguna vez como se había sentido aquella tarde de lluvia en que jugaron cartas alrededor de la chimenea, el preparó galletas, Fernando le dijo cosas lindas en la cocina y los hombres le habían agradecido y sonreído amistosamente…  había sido poco… pero era uno de los recuerdos más valiosos que tenía. Dolía saber que ya no iban a repetirse…

Quizás no debería darle tantas vueltas a lo que ya había pasado…

Fernando le había dicho, desde el primer minuto, lo que iba a pasar y él se había empecinado en creer que podía cambiar su suerte…

Se le olvidó que siempre tenía mala suerte…

Problemas nuevos lo esperaban en la capital… problemas que lo agobiaban antes de siquiera haber puesto un pie en la gran ciudad

Su familia dividida…

No estaría Fernando para darle fuerzas… él no tenía…

Fernando ya no iba a estar más en su vida… No podía imaginar cómo seguir solo…

Se derrumbaba…

Estaba sobre la cama, pero sentía que caía…

Tomó el teléfono y trató de enfocar su visión a través de los ojos nublados de llanto… 2:45 am… ni una barra de señal que le permitiera comunicarse con su madre… o saber de Fernando.

Tan cansado… cerró los ojos… amaba el sonido que se filtraba por su ventana… el viento sutil agitando las ramas de los árboles… las aves nocturnas… grillos… la naturaleza lo arrullaba nuevamente…

.

Antes de las 6 de la mañana se despertó cuando la camioneta del campamento partió en busca del capitán. Por un instante, antes de que su mente se despertara del todo, Raimundo se alegró de que Fernando volviera… pero entonces recordó.

La tristeza lo golpeó dejándolo abatido sobre la cama.

¿Seguiría enojado con él? ¿Podrían hablar? ¿Alcanzaría a pedirle perdón por lo que había hecho antes de que se tuviera que ir?

Tenía que hacerlo. No iba a irse estando enojados… eso sí que no lo soportaría

Tampoco sabía cómo iba a soportar irse…

Conchesumadreee… demasiado temprano para empezar a llorar…

¿En verdad solo iban a hablar por teléfono a partir del martes?… ¿Cuándo volverían a verse?… ¿se encontrarían alguna otra vez?

Salió de la cama arrastrándose, se enfundó en la ropa más gruesa que encontró y se cubrió con una manta para intentar mantenerse caliente. La cocina estaba vacía. Demasiado temprano para López y Sánchez. Echó leña a la estufa grande y se quedó pegado mirando las llamas… mierda… hasta esto iba a extrañar…la gran cocina con sus deliciosos aromas donde siempre se sentía bienvenido

-. ¿Qué haces tan temprano?

López estaba en pijama, restregándose los ojos, mirándolo desde la puerta

-. Disculpa por el ruido. Es que no podía dormir

-. ¿Te pasa algo?

“Si… estoy muriendo porque tengo que dejar al hombre que amo… me voy de este lugar que se me metió en el alma… mis padres están separados… mi hermano me odia… Fernando está enojado conmigo porque fui impertinente con la tonta que se cree su novia…”

-. No. Solo tengo frío

-. Aahh… tengo algo para eso

López abrió uno de los gabinetes donde Sánchez guardaba las cosas especiales. Minutos después había dos tazones de chocolate caliente con leche y vainilla, humeando frente a ellos

-. ¿Estuvo bien la cena? ¿Comieron rico? ¿Había mucha gente?

López no había participado nunca en una cena elegante más que detrás de la puerta de la cocina. Lo miraba con tanto interés en sus ojos achinados que Rai deseo poder tener ánimo para contarle…

-. Había como cuarenta personas…

¡Dios! ¿Qué le pasaba? Se le estaba quebrando la voz y no podía controlarlo. Jarim se dio cuenta de inmediato

-. ¿Qué te pasa, Raimundo?

Si algo bueno tenía López era que no gritaba ni se alarmaba, sino que mantenía la calma

-. Estaba la novia del capitán – respondió con los ojos preciosos anegados de lágrimas

-. Pensé que ya no tenía novia. – dijo López luego de un momento

-. No la tiene… quiero decir, ella cree que es su novia, pero no lo es.

Bebieron el chocolate en silencio

-. ¿Sabías que es la sobrina del general Carvajal? – pregunto Rai

López no dijo nada con palabras, pero el gesto de su rostro fue muy expresivo. Estaba impresionado

Rai miró el vapor saliendo del tazón…

-. ¿Crees que Fernando debería casarse con ella?

¡Qué pregunta tonta!… sabía la respuesta. Todos pensaba que ella era lo mejor que podía pasarle al capitán… un buen partido, un futuro seguro, amparado por el general.

-. ¿Por qué se iba a casar con alguien que no ama? – Jarim lo miró como si encontrara que la pregunta era muy tonta

La respuesta de Jarim era tan simple pero sabia. ¿Por qué se le olvidaba algo tan importante? Hoy parecía incapaz de coordinar bien sus pensamientos… demasiadas cosas… incluido el cansancio y la ansiedad de esperar que la camioneta volviera trayendo a Fernando

-. ¿Tuviste que verlos juntos?

Rai asintió… no era una imagen mental que quisiera recordar

-. Que mal, Lariarte ¿Por eso no pudiste dormir bien?

Asintió nuevamente…

Por eso… porque no quería dejar a Fernando… por tener que preparar sus cosas para partir… porque no podía encontrar todos los pedazos de su corazón roto… muchos de ellos estaban diseminados en la cabaña del capitán… y en el primer campamento y en los paisajes cercanos… ¿Cómo iba a encontrarlos todos para volver a remendar su vida?     De pronto Raimundo cayó en la cuenta de que Jarim no sabía que él se iba. Debería contárselo… pero no podía… sabía que iba a ponerse a llorar como un bebé si empezaba a hablar

El chocolate caliente le ayudo a despejar las penas de su garganta…

-. Gracias, Jarim – dijo Rai señalando el tazón. No le agradecía el chocolate caliente. Le estaba agradeciendo la amistad, la complicidad y el tiempo compartido… el haberlo recibido bien y darse tiempo para enseñarle… La paciencia que tuvo para ayudarlo a aprender. Le dolió comprender que también iba a perder un amigo.

-. No es nada. Ya me voy a vestir. Te veo después

Rai lavó los tazones y salió al comedor… miró la sala con cariño. Había vivido buenos momentos en ese lugar. Allí había iniciado su amistad con Don Hernán… En esa mesa de allí estaba Fernando el día que tuvo que comerse los alimentos con perejil… ¡que tonto había sido creyendo que no lo iban a pillar!… las tranquilas tardes de lluvia… los juegos con los compañeros… los coqueteos y travesuras cómplices con Fernando… las miradas de deseo a través de toda la unidad sin que nadie se percatara… la comunicación silenciosa que habían aprendido a desarrollar. Se acercó a la chimenea y comenzó a prender el fuego. Ahora le resultaba tan fácil que le daba risa recordar las primeras veces que Sánchez lo había mandado a hacerlo y él había ahumado el comedor… Ahora era casi un experto…pero no iba a servirle de nada en la capital… un conocimiento inútil que ya no iba a poder practicar. Tantas cosas que había aprendido… cuanto había cambiado. Posó la mano sobre la madera de la pared… Comenzaba a despedirse… Iba a extrañarlo mucho…

Escuchó ruidos en la cocina. Ya comenzaban a preparar el desayuno. Tuvo ganas de ayudarlos por última vez… pero no fue capaz de ponerse en movimiento e ir con ellos… estaba aturdido… distraído… atontado… emocionalmente debilitado al máximo

Se subió el cuello de la chaqueta y salió al frio exterior. El sol comenzaba a iluminar lentamente el lugar… iba a ser un buen día… sin lluvia. Comenzó a deambular por el campamento solitario mirando cada pared, cada piedra y arbusto, intentando retener sus formas y colores en la mente. No quería olvidar nada. Sus pasos, irremediablemente, lo llevaron por el camino que mejor conocía. Se quedó inmóvil mirando la puerta de la cabaña del capitán… fijamente… atontado… y entonces explotó en callados sollozos… su cuerpo se sacudía al compás de su llanto… su interior se agrietaba… roto… partido… quebrado

Lo amaba tan profundamente… ¿cómo viviría sin él?

Las voces de los hombres que comenzaban a salir de las cabañas a desayunar hicieron que Raimundo tuviera que controlarse y caminar hasta ubicarse detrás de la cabaña… escondido… callado al lado del cerco… mirando y esperando a que apareciera la camioneta. Vio a los hombres salir de las cabañas y caminar hacia el comedor. Los imaginó como todos los días, ruidosos, animados y hambrientos.  Después observó a uno de los soldados sacar los caballos del corral y ponerles las monturas…

Que gallardo se veía Fernando montando a su caballo… la primera vez que lo vio había quedado impresionado. 

El ruido de un vehículo acercándose puso a Raimundo de pie de un salto.  Segundos después la camioneta estacionaba y descendía el capitán. Fernando caminó directo hacia su cabaña. A Raimundo se le aceleró el corazón nada más verlo. Tenía que hablarle, aunque fuera para escuchar sus reproches… aunque estuviera enojado… tenía que hablarle.

Fernando entró a la cabaña y Raimundo aprovechó que todos estaban en el comedor y nadie lo veía para acercarse sigiloso a la puerta. Golpeó despacio… nervioso… igual como lo había hecho las primeras veces que había ido a verlo.  Fernando abrió al instante. Lo miró fijamente…

Bueno… ahí estaba el rostro de alguien que tampoco había dormido bien

-. Hola – murmuró Raimundo con el estómago encogido, sin atreverse a dar un paso adelante

Entonces, Fernando soltó una exhalación…

-. Raimundo…

Se movió hacia un lado sin quitarle los ojos de encima. Raimundo entró y escuchó el fuerte sonido al cerrarse la puerta

-. Mi soldado

No era un reproche. Era su abrazo cariñoso envolviéndolo por atrás como siempre le había gustado hacerlo… su boca caliente en su cuello, besándolo y lamiéndolo…

-. Fernando…- murmuró Rai doblegado por la emoción, aliviado… el abrazo del capitán y su cercanían eran una fuente de calor que le devolvía la vida… la energía fluía nuevamente… Fernando era su motor

-. Te extrañé… te eché tanto de menos. Quería estar contigo

Fernando hablaba entre vehemente besos y caricias que Raimundo devolvía con igual intensidad. Había desesperación en la forma que se tocaban.

-. No pude dormir… – dijo Raimundo sobre su boca abierta, tironeando los botones de la camisa

-. Yo tampoco… – respondió el capitán pensando en lo bien que se sentía besarlo y lo mucho que le costaría volver a conciliar el sueño a partir del lunes

Habían comenzado una hoguera de pasión y no podían detenerse. Les quedaba poco tiempo… se necesitaban y ninguno de los dos tenía problemas para demostrárselo al otro… la ropa desaparecía de sus cuerpos… tironeaban entre ambos hasta que las pieles se encontraron y se fundieron en un abrazo…

-. Aaahh…- gimió Raimundo… como si el contacto con el cuerpo de Fernando fuera capaz de anular todo el dolor… como si las manos que lo acariciaban de arriba abajo fueran limpiándolo de tristeza… como si la boca que lo besaba absorbiera su llanto

-. Estoy tan enojado contigo…- gimió el capitán alzándolo en sus brazos

-. Y yo contigo – respondió Raimundo chupando goloso la lengua que se introducía en su boca

Lo dejó caer suavemente sobre la cama… Fernando se ubicó encima, con los brazos estirados sosteniendo su torso, las piernas enredadas y perdiéndose en los ojos de cielo que se veían hinchados y tristes…

-. Estuviste llorando…- comentó sin preguntar

-. Es que… – asomaban las lágrimas de nuevo – perdóname por lo que hice… perdóname, por favor

-. Sshh… Raimundo… escucha

-. No. Es que me porté como un mocoso malcriado… tú tenías razón cuando dijiste que lo era

-. No… escúchame, Raimundo… Ya todo está bien.

La frase del capitán detuvo el llanto y lo dejó en vilo… ¿qué estaba bien?

-. Ya no hay nada entre Cecilia y yo.

Rai dejó escapar el aire… ¿era una buena noticia? ¿se había metido Fernando en problemas por terminar con ella? ¿le había causado más daño a la carrera de su capitán?

No le dio tiempo de seguir pensando.

Fernando comenzó a reclamarlo posesivamente y él deseaba responder… no tenía oportunidad de pensar cuando el capitán exigía su atención. Fernando lo rodeo entre sus brazos y le calló la boca con los besos más dulces y excitantes… Raimundo sintió que era transportado a otra realidad… sentía que sus manos se apoderaban de él… aaahhh era tan maravilloso volver a sentirlo… pensó que discutirían… que le gritaría y le llamaría la atención… pero no. Aquí estaba sobre él cubriéndolo de caricias ardientes, volviéndose nuevamente dueño de él… de su cuerpo y pensamientos. Los labios incitadores de Fernando iniciaron un camino desde su cuello, bajando hasta su clavícula y dejándole un ligero mordisco, apenas doloroso…

-. Aaahhh…- jadeó Raimundo, arqueándose cuando la caricia se volvió más intensa

-. Esta clavícula es mía… – dijo el capitán con la voz ronca. Para asegurarse de ello, la había marcado – y estas también

Chupó y mordisqueó sus tetillas hasta que se endurecieron y se pusieron extremadamente sensibles… entonces pasó la lengua húmeda sobre cada una de ellas hasta que el contacto comenzó a enloquecer a Rai…

-.mmmhhh…

-. Mías, Raimundo Lariarte. Que no se te olvide

Raimundo quiso responderle que era entero de él… que no había un pedacito ni una célula de su ser que no le perteneciera ahora y por siempre… pero la lengua siguió su curso hacia abajo y Raimundo solo pudo gemir cuando su pene, ya erecto, fue absorbido dentro de la boca caliente y húmeda del capitán… todo tan intenso…  tan erótico e inesperado…  ¡Dios! La lengua del capitán lo lamía de arriba abajo y luego lo sumergía en la caverna caliente de su boca

No podía pensar… no quería tampoco…

Abandonarse a sentir… solo pensar en ahora… en lo que estaban viviendo

Los dos lo necesitaban… con angustiante urgencia

-. Separa las piernas, mi soldado – ordenó el capitán. Raimundo obedeció y lo miró…

¡Por todos los cielos! Jamás lo había visto tan hermoso, erótico y sensual como en ese instante, enmarcado por sus piernas levantadas, con el cabello oscuro revuelto y la lujuria brillando en sus ojos… la boca semiabierta … la lengua rosada lamiendo sus piernas y el aire de absoluto dominio que tenía sobre él… tan bello que dolía… nunca… ¡¡jamás!! iba a poder olvidar la imagen de Fernando en ese momento…

Se abrió para él. Dejó que lo untara con la crema que manoteó de la mesa de noche… permitió que sus dedos se adentraran en su interior y disfrutó de sentir la mezcla de placer y dolor… se volvió maleable a todo lo que Fernando quería hacerle. Se entregaba por entero… quizás… quizás ya nunca más volverían a estar así…

-. Quiero poseerte, mi soldado

 No le estaba preguntando. Le estaba avisando que iba a penetrarlo… que a partir de ese momento serían una sola carne

-. Si, capitán… si, por favor

Cálmame el dolor…

Quítame la tristeza…

Alivia mi alma rota…

Llena mi vacío

Llevaba tantas horas sintiéndose perdido y asustado…

Pero ahí en los brazos de Fernando, siendo la pieza perfecta que encajaba con él, volvía a sentirse integro, completo… único y seguro

Fernando se enterró en él con la seguridad de saber lo que hacía y cómo tenía que hacerlo… su miembro, duro como una roca, se abría paso en él… era el mejor y más placentero dolor del mundo… el que deseaba sentir para siempre… Raimundo separó aún más sus piernas y levanto sus caderas para permitirle llegar más adentro….

-. Raimundo…

Los sonidos de ambos llenaban la habitación… el aire frío refrescaba sus pieles ardientes… se besaban, se tocaban… movían las caderas acomodándose al vaivén del placer. Fernando lo hacía cruzar a otra dimensión… una donde todo era perfecto y no había tristeza… donde no existía nadie más. Solo ellos.  Fernando lo tomó de los hombros y lo ayudó a levantarse para quedar sentado sobre él, abrazados, unidos… con sus torsos tocándose… sentía los latidos del corazón del capitán en su pecho

-. ¿No me vas a olvidar? – preguntó Fernando con los ojos brillando y arremetiendo en el con fuerza

-. No – prometió Raimundo sintiéndolo llegar hasta la máxima profundidad en su cuerpo – nunca

Sellaron la promesa con un beso… con un galope brusco que los hizo gemir y los llevó al orgasmo unidos como nunca antes… Fernando le sostuvo la cabeza con una mano mientras tenían las miradas conectadas… permitió que lo viera jadear, gemir… lloriquear el intenso orgasmo que le provocaba… Raimundo a su vez, vio como el rostro del capitán expresaba las más íntimas emociones que un rostro puede reflejar… amó cada una de las emociones que expresaba mientras culminaba en un delicioso clímax.

Permanecieron abrazados… sin soltarse, cayeron suavemente sobre la cama con la respiración agitada y el corazón revuelto

Silencio…

Parecía que ninguno de los dos quería hablar para volver a la amarga realidad…

Pero el sonido de los hombres, saliendo del comedor, encendiendo los vehículos e iniciando la marcha del día, hizo que el capitán tuviera que reaccionar. Lo miró larga e intensamente, acariciándole la mejilla… como si quisiera decirle algo más

-. ¿Qué?- Preguntó Raimundo deshaciendo la magia del instante

Fernando esbozó una sonrisa triste y le acarició la mejilla suavemente…

-. Eres tan hermoso, Raimundo Lariarte

Volvió a besarlo y luego Fernando comenzó a vestirse

-. ¿Vamos a trabajar? – preguntó Raimundo, confundido

-. Yo sí. Tú no. Tú vas a dormir

-. Pero no quiero. Tú estás tan cansado como yo ¿No puedes quedarte hoy conmigo?

-. Me encantaría, mi soldado, pero no puedo. Ayer ya estuve ausente y tengo que ver lo que hicieron. Trataré de volver temprano porque… porque… tenemos que hablar

¿Tenemos que Hablar? ¿Por qué había dudado, Fernando?

-. ¿De qué tenemos que hablar?

-. Te lo diré en la noche. Son varias cosas.

Fernando se había metido al baño y no alcanzaba a verlo. Solo escuchaba su voz, pero podía reconocer el tono de preocupación.

Se levantó. Desnudo como estaba, se detuvo en la puerta del baño impidiéndole salir

-. Dime que pasa… es algo malo. Lo sé

Fernando no lo negó. Lo tomó de los hombros y le besó la frente

-. Traigo la orden de que te presentes mañana en el Regimiento. El general dejó instrucciones especiales para ti – dijo Fernando cruzando los brazos por su espalda para sostener su cuerpo delgado desnudo

-. ¿Mañana?… pero el avión es hasta el martes – gimió alarmado

-. Tranquilo… yo te llevaré mañana. Hablaremos en la tarde. Tengo más que decirte.

Raimundo lo miró angustiado…

-. ¿Más cosas malas?

Su aspecto, desnudo y desolado, era tan hermoso y deprimente a la vez…

-. No son malas. Son solo cambio de planes

¿Fernando no pensaba que fuera malo que él se fuera antes?

-. Vístete y vete a descansar. Lamento no poder decirte que duermas aquí pero ya sabes… López vendrá a limpiar en cualquier momento

La mención de Jarim le hizo recordar… ¡López ya sabe!! Y él no le había dicho al capitán.

-. Por favor hazme caso. Hablaremos más tarde. Aun me debes lo que hiciste anoche y tengo que prepararte para lo que vas a encontrar en la capital

-. ¿Qué voy a encontrar?

-. Raimundo. En la noche. Ahora tengo que irme.

Rai asintió moviendo la cabeza…

Todo volvía… el peso sobre sus hombros, el dolor esparcido por todo su cuerpo… Solo le quedaban horas en el campamento… y Fernando se iba a trabajar…

Sintió los labios del capitán besarle la boca, sus pasos avanzando hacia la puerta y luego… nada

Permaneció pegado al suelo por varios minutos…

Cuando sus ojos comenzaban a cerrarse, se puso en movimiento y se vistió… mientras lo hacía, recorrió con los ojos la cabaña del capitán… memorizándolo todo. Se detuvo en el mueble que guardaba las fustas. Caminó hasta pasar su mano por el suave cuero…

-. Nadie sabe manejar una fusta como tu… – murmuró para sí mismo.

Ya no lloraba.

Quizás se había secado por dentro porque se sentía arrugado, marchito… parecía que no quedaba nada vivo dentro de él. Sin las manos de Fernando se había apagado

Tras varios minutos de doloroso recorrido tocando y oliendo las cosas del capitán, Raimundo decidió que era hora de marcharse.  Alguna neurona despierta le aconsejó salir por la ventana posterior.  Caminó cabizbajo y descoordinado hacia la bodega donde estaba su cama. Fernando lo había mandado a dormir…

-. ¿Raimundo?

López estaba botando la basura cuando lo vio

-. ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí?

Se sintió pillado en falta… confundido nuevamente

-. Es que… tengo algo que contarte

-. Te vez fatal. Ven… ven conmigo – López lo tomó del brazo y lo guió hacia la cocina

-. No quiero hablar en frente de Sánchez

-. No está aquí. Fue al corral de las aves y se va a demorar

Aún quedaban restos del desayuno en la mesa de la cocina. López le preparó un plato y puso frente a él una taza de café con leche

-. Come. Luego hablas

-. No tengo hambre

-. Come igual. Estas pálido y ojeroso

Raimundo mordisqueó las tostadas y un poco de queso… López lo miró fijamente mientras bebió parte del tazón de leche. Quizás Jarim tenía algo de razón. Se sintió un poco más repuesto luego de comer

-. Me voy del campamento…

Comenzó a hablar y no pudo parar. Era como si tuviera toda la tristeza atorada en la garganta y necesitara sacarla fuera. López escuchaba asombrado… admirado… sorprendido.  Solo hubo silencio cuando terminó de hablar… López tenía expresión de pena y confusión

-. Con razón andas así… ¿Cuándo te vas?

-. Mañana – respondió Raimundo asumiendo la fatídica realidad de una vez por todas. Ya no había vuelta atrás… tenía que aceptar que se iba

-. ¿Y qué dice el capitán? – preguntó Jarim bajando la voz

Dolía la pregunta… y más dolía la respuesta

-. Dice que tengo que irme…

Apretó los ojos… bajó la cabeza…

Jarím también se quedó en silencio…

-. Solo te queda hoy día para recorrer lo que querías conocer – dijo López intentando animarlo

Raimundo lo miró sin entender

-. Siempre decías que querías ir a la villa más arriba, conocer la laguna, el bosque de alerces… todas esas cosas que mirabas en el mapa

Raimundo lo escuchó atentamente y de a poco se fue enderezando en la silla y acomodándose hacia atrás. 

-. Es verdad – dijo tomando el tazón de leche para bebérselo hasta el fondo. Si se levantaba de allí y en vez de irse a dormir se iba a aprovechar su ultimo día conociendo los lugares que deseaba, no sería un día perdido llorando la tristeza y sufriendo por lo irremediable. Sabía cómo concentrarse en el camino y los ejercicios para desplazarse. Hacerlo mantendría su mente ocupada

-. Toma – dijo López pasándole una bolsa de papel con galletas que había hecho el día anterior -. Vuelve temprano

Rai le sonrió con mucha tristeza… sintió un extraño impulso de abrazar a Jarim pero no llegó a concretarlo… tenía miedo de ponerse a llorar como el bebé idiota en que se estaba convirtiendo.

-. Sí, señor –dijo haciendo un saludo con su mano en la frente – volveré antes que llegue el capitán. Gracias Jarim.

En su cuarto se cambió de ropa. Se ducharía al volver, antes de hablar con Fernando.

Salió caminando con pasos más seguros. El parkour siempre había tenido la capacidad de ayudarlo y ahora no era diferente. Revisó en su teléfono las fotos de los mapas que había tomado tiempo atrás. Decidió donde quería ir. Saltó el cerco por donde sabía que era más resistente y partió elevándose hacia las primeras ramas.

Desde la ventana de la cocina, López lo miró alejarse. No se había movido del mismo lugar desde que Raimundo le había comunicado la noticia. Se sentía afectado… angustiado. No solo era el que Raimundo se fuera… ¿qué pasaba con su historia de amor? ¿es que acaso no se querían de verdad?  ¿No había algo que el capitán pudiera hacer para evitar que se llevaran a Raimundo?… se notaba que él no quería irse… pero ¿qué iba a querer??!! Si era feliz aquí deslizándose a escondidas en la cama del capitán y entre los arboles del bosque.  Sacudió la cabeza cuando Raimundo desapareció. Ya no le parecía que el capitán Ahumada fuera tan buena persona. Comenzaba a sentirse decepcionado de él. No quería perder al único amigo que tenía en el mundo.

Con un largo suspiro, López tomó los artículos de aseo y procedió a hacer algo que no había hecho nunca antes. Entró al cuarto de Raimundo en la bodega y lo limpió de arriba abajo. Si su amigo iba a pasar allí la última noche en el campamento quería que durmiera en un lugar limpio y ordenado. Cuando estaba terminando, López miró la cama y sonrió para sí mismo

-. Quizás ni duerma en esta cama…

Ojalá y así fuera. Prefería saber que el capitán y Raimundo habían pasado la noche juntos en la cabaña del capitán.

FERNANDO

Decidió montar su caballo como todos los días. Quizás habría sido más cómodo viajar en una de las camionetas luego de dormir tan mal y el ejercicio matutino, pero era un oficial y tenía que saber adaptarse a las circunstancias. Las “circunstancias” eran que no podía dar un mal ejemplo a sus hombres. Raimundo se iba. Su mundo se desmoronaba, pero nadie podía saberlo.

La mañana avanzó lentamente. Algunos problemas menores con una máquina, pero nada particular hasta que, a media tarde, uno de los hombres dio la señal

-. Señor, hay un arroyo importante unos metros más adelante

Fernando frunció las cejas. No había ningún arroyo en esa parte del trayecto. Aunque nunca se sabía con certeza en las tierras vivas y cambiantes de la Patagonia. Acompañó al hombre hasta el punto donde estaba la máquina. ¡Demonios! Efectivamente había allí un arroyo que no estaba contemplado. Fernando se giró en redondo observando atentamente el paisaje que lo rodeaba… ¿Por qué el camino seguía esta dirección habiendo mejores lugares a unos pocos metros de distancia?

-. Esto no está bien – dijo para sí mismo

-. Detengan las máquinas. Alto los trabajos – ordenó de un grito potente que todos obedecieron

-. Esto no está bien – repitió Fernando al grupo de hombres que lo miraban atentamente

-. Es la instrucción que tenemos, señor – replicó el sargento a cargo, mostrándole un plano todo sucio y cubierto de manchas. Fernando lo estudió por un momento. Lo que se veía allí parecía ser correcto… pero… no tenía sentido.

-. Llámeme al teniente Moreira – ordenó el capitán sintiendo que tenía problemas, que le dolía la cabeza y que deseaba terminar pronto para ver a Raimundo. Tenía muchas cosas que decirle, buenas y malas… efectivamente, el general le había confirmado que entrenaría a sus comandos. No podía imaginar a Raimundo lidiando con aquellos hombres. Su soldado era dulce, gracioso y taimado. Tenía horas para enseñarle cómo dar instrucciones y que le hicieran caso. Quería evitarle problemas, seguir cuidándolo como se lo había prometido… mañana tenía que llevarlo al regimiento… suspiró exhausto. No sabía cómo podría separarse de él… ni la mejor formación del mundo lo preparaba para alejarse de la persona que amaba… Por otro lado, durante la tarde del día anterior, había hecho algunas movidas por su cuenta y estaba contento con el resultado; el general había escrito una recomendación en su hoja de vida que neutralizaba lo malo. Además, las vacaciones pendientes le permitirían ver a Raimundo al menos cuatro veces al año por una semana. ¡Vacaciones!  Jamás se había preocupado de tomarlas y ahora agradecía no haberlo hecho… sin embargo, lo mejor de todo se lo estaba guardando como regalo de despedida: había hablado con el comandante sobre el problema de no tener trazadores y había conseguido que lo enviaran a la capital a tomar un curso por dos meses para aprender a trazar. Moreira se encargaría de todo. Mientras tanto, él asistiría a clases en el día y se encontraría con Raimundo cada noche. Le pediría que le enseñara la vida nocturna… o mejor aún, jamás saldrían del departamento que pensaba arrendar. No se iba a quedar en ningún regimiento. Si. Iban a separarse, pero en ningún caso terminaba lo que había entre ellos. No lo iba a permitir. Moría de ganas de contarle las noticias a su soldado. Tenían solo pocas horas juntos

Moreira llegó en pocos segundos. Fernando le explicó el problema y añadió

-. Acompáñeme – dijo, subiendo al vehículo.-. El camino va por mal curso

-. No es posible, capitán – replicó un sorprendido teniente

-. El mapa que tiene el sargento no es la última versión que dejaron los trazadores antes de irse – dijo Fernando

Moreira no estaba seguro. El área del trazado no era su especialidad. Él siempre se había encargado de las máquinas y despeje del terreno. Fernando le explicaba lo del arroyo mientras Moreira pensaba.

Llegaron al campamento a los pocos minutos. El capitán caminó airoso hacia su oficina, adelantándose al teniente.  Si Moreira no era capaz de hacer bien el trabajo ¿Cómo iba a poder irse el a la capital a tomar el curso? ¡Demonios! Estaba molesto

-. ¿Por qué no se aseguró usted de que tuvieran la última versión? – preguntó Fernando en voz más alta de lo adecuado

-. Era parte del trabajo de Lariarte, señor. Él es el único trazador que tenemos – respondió Moreira disculpándose y también alzando la voz para que el capitán pudiera escucharlo

La respuesta enfureció a Fernando

-. ¡Lariarte ya no pertenece a esta unidad! ¡No podemos contar con el!

-. Capitán, es que…

-. ¡Nada! Pronto llegarán sus reemplazos y harán el trabajo como les corresponde. Mientras tanto, usted es responsable del buen funcionamiento

Moreira guardó silencio. No recordaba que el capitán le hubiera gritado tan fuerte nunca antes. Entraron a la cabaña y luego todo fue silencio.

RAIMUNDO

Había volado por el bosque… como si fuera un duende, un ave… un conquistador del más hermoso paisaje que sus ojos habían visto. Quizás era el miedo de saber que ya no volvería a ver más los helechos gigantes con los insectos brillantes… ni las copas majestuosas de los elegantes coihues… las ramas húmedas con sus formas inesperadas… saltó arroyos, bordeó riscos, atravesó ríos enormes saltando sobre ramas y rocas resbalosas y peligrosas, llenas de musgo. Nada le importaba más que empaparse los ojos del paisaje, concentrarse totalmente en cada movimiento que hacía y dejar que la energía de la naturaleza fluyera a través de él. No pensar ni sentir dolor. Solo deslizarse entre el bosque amigo.

A medio día tomó un descanso y mordisqueó algunas de las galletas de López.  Sudaba a mares por el enorme esfuerzo físico. Se dio cuenta que estaba demasiado cansado. El estrés de los últimos días estaba haciendo mella en él además de la mala noche… y ¡oh dios! Le había desobedecido a Fernando… lo había mandado a dormir y él ni se había acordado.  La pena amenazó con dejarse caer sobre él y aplastarlo. ¡No!. Ahora no. Se puso de pie de un salto y emprendió el camino de regreso. Avanzaba y en cada salto y voltereta se iba despidiendo del bosque… tal vez era muy tonto, pero sentía que aquella naturaleza salvaje se despedía de él también. En su futuro inmediato, tendría que enfrentar una selva de cemento mucho más complicada…

Era media tarde cuando Raimundo dio los últimos saltos cerca del campamento. Agotado como estaba se dejó caer suavemente en el suelo y comenzó a avanzar caminando los últimos metros… fue entonces cuando escuchó los gritos y se volvió en dirección a la cabaña del capitán. Era la voz de Fernando…

“¡Lariarte ya no pertenece a esta unidad! No podemos contar con él.”

La crudeza de la frase gritoneada por el capitán lo llevó a perder el paso y quedarse inmóvil

“Pronto llegaran los reemplazos…”

Sus ojos se nublaron… aún quedaban lágrimas, quien sabe dónde en su organismo…

Intentó seguir a Fernando con los ojos, pero el sonido de la puerta de la cabaña cerrándose dictaminó el momento en que sintió que los restos de su corazón se partían en cientos de trocitos dispersos… se fracturaba y caía a un pozo oscuro y profundo… igual que la máquina de Don Hernán que se la había tragado la tierra. Intentó dar un paso… otro… uno más… ¿Cómo podía seguir caminando cuando se estaba quebrando?  no sentía nada y sentía todo a la vez… otro paso… movía los pies por inercia mientras su mente gritaba todo el dolor que estaba estallándole en la cabeza… se llevó las manos al pecho…  en verdad podía sentir dolor en el centro de su torso… Dios… dolía y le faltaba el aire…

Tuvo que sentarse sobre uno de los tantos troncos para poder volver a respirar

-. Aaahhhh….. – el sonido sonó entrecortado.

La realidad lo golpeó con fuerza

Fernando iba a estar mejor sin él.

Quizás nunca debió dejarlo que terminara con Cecilia… ella le convenía para su carrera

Era él quien estaba de sobra… siempre había sido él quien estorbaba y podía, fácilmente, ser reemplazado

Fernando nunca le prometió nada… excepto cuidarlo y eso era lo que creía estar haciendo al enviarlo de vuelta a la capital.

Él era quien había planeado una vida completa alrededor del capitán… pero Fernando…  le había enseñado lo que era pasión y locura… juntos habían compartido algo nuevo…

Y él creyó que era importante…

¡ja! jamás podrían existir…

Llevar su relación a la vida real significaría el término de la carrera del capitán… el fin de sus anhelos como oficial

No era un mal sueño

No era una pesadilla

Era la cruda realidad que Fernando había entendido antes que él. Nano se lo había dicho.

Sufrir lo que estaba pasando era el castigo que le correspondía por ser quien era

Un monstruo

Un freak

Un bicho raro que causaba dolor a quienes amaba

¡Dios!  que estúpido era. No podía dejar de llorar y doler… no le quedaba nada más que un vacío tan grande. Sin Fernando se destruían sus esperanzas y sus deseos de continuar… lo que tanto había temido en la vida era exactamente lo que le estaba pasando… se quedaba solo porque era malo… estaba mal hecho de nacimiento… sus sentimientos eran anormales…

Enamorado de otro hombre hasta la última célula de su ser… pero Fernando nunca le dijo que lo amaba…

Le dijo que se fuera a la capital… que volviera al punto de partida donde no quería regresar

Una buena oportunidad… un futuro para ti….

Eso le había dicho…

Resbaló hasta quedar en el suelo. Apoyó la cabeza contra el tronco y cerró los ojos… no tenía energía ni siquiera para limpiarse las lágrimas que rodaban por sus mejillas…

.

No supo cuánto tiempo había pasado pero el frío y el ruido de los hombres riendo y gritando lo despertó de golpe.  ¡Mierda! Se había quedado dormido y estaba desorientado y congelado. Se puso de pie tambaleando y miró alrededor. Por instinto, pasó sus manos para restregarse los brazos intentando calentarse.  Comenzaba a oscurecer y la temperatura había bajado. Caminó como autómata hasta cruzar el cerco y entrar en la que era su habitación privada solo hasta hoy… tomó la chaqueta más gruesa y se abrigó.

“La habitación que había hecho de Fernando un ladrón”

“Lariarte ya no pertenece a esta unidad”

“llegarán sus reemplazos”

“Cecilia es un buen partido para cualquier oficial”

“Su hoja de vida esta manchada, capitán”

“Mamá dejó la casa por tu culpa”

“Fue tu padre quien te envió obligado al servicio militar”

“Esos hombres no eran violadores hasta que Lariarte apareció”

No pudo soportar el encierro en el pequeño cuarto. Había demasiadas personas gritando en su mente y no tenía espacio para pensar. Se ahogaba.  Corrió de vuelta al bosque sin que nadie lo viera. Allí en el espacio abierto se sentía mejor… sus pensamientos se centraban en el próximo salto… la siguiente rama que alcanzar, el espacio justo donde caer… la roca que pisar y el terreno donde rebotar…

“Su familia viviría más tranquila sin que él estorbara”

Se colgó de una rama y luego de una voltereta estaba de pie sobre ella

Fernando estaría mejor sin él en su vida

Se alejaba a saltos agigantados…

 “Tendrás un buen futuro”

No. Capitán… no tengo futuro si tú no me acompañas… no puedo solo…

“¿A quién le hacía falta?”

¡Ja!… nadie lo necesitaba… todos los que conocía se olvidarían de él en poco tiempo y estarían más tranquilos. Él era una fuente de problemas donde quiera que fuera….

Detuvo su huida cuando comprendió que estaba tomando una decisión irrevocable….

¿Cómo no lo había pensado antes?… era la mejor y la única respuesta…

Se detuvo sobre la rama de uno de los altos coihues y miró hacia el campamento.  

El dolor lo partió en dos…  allí había sido verdaderamente feliz. No pudo seguir mirando… Fernando estaba entre aquellas construcciones y no se había despedido… no quería escucharlo decirle más noticias sobre la vida que no quería vivir… ni que lo retara por haberle desobedecido o que le dijera que mañana lo llevaría al regimiento y lo dejaría solo…. Se llevaba consigo el recuerdo de los besos y el amor que habían compartido unas horas atrás

Todo había terminado…  El magnífico sueño de su vida junto a él había durado un suspiro en la eternidad

Simbólicamente, Raimundo se enderezó y adoptó la posición firme. Llevándose la mano a la frente saludó hacia la cabaña de Fernando.

-. Adiós, mi capitán

Dolor… y una nueva clase de entereza que le daba el haber encontrado una drástica solución

Era lo mejor para todos…

Con su acostumbrada agilidad y de manera absolutamente temeraria, comenzó a deslizarse de rama en rama, flotando sobre los helechos, rebotando en las piedras y deteniéndose cada cierto trecho a estudiar lo que lo rodeaba.  Comenzaba a anochecer y se tornaba peligroso deslizarse seguro… debería esperar a que saliera la luna antes de continuar internándose a ciegas… pero nada importaba. El bosque era su amigo y lo protegería. Allí descansaría tranquilo sin volver a herir a nadie nunca más.

Lloraba… y el viento enfriaba las lágrimas sobre sus mejillas. Se afirmó de un tronco grueso y muy lentamente volvió a mirar hacia atrás…  se había alejado bastante del campamento… aún distinguía las luces por entre la tupida vegetación… todavía estaba a tiempo de volver…

¿Volver? … ¿A qué iba a volver?

-. Nunca te lo dije capitán… pero yo si te amo… te amo con todo mi estúpido e inútil ser

¿Cómo podía seguir respirando cuando sentía que cada movimiento era una tortura?…

Se giró rápidamente y dejó que el aire frío y los murmullos del bosque lo calmaran. Miró hacia adelante, buscando su siguiente punto de apoyo… Sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. Podía distinguir mejor las sombras que lo rodeaban

Contra el firmamento, la luna comenzaba a asomar haciendo resaltar los altos picos de las montañas nevadas… parecían llamarlo en la distancia

Raimundo sonrió con enorme amargura

-. Ya ves… Te dije que no me iba a ir…

.

8 comentarios sobre “Capítulo Cuarenta y Cuatro

  1. El capitan muy bien! ❤️ Qué capacidad de mandarla a paseo 😂😂😂 solo espero que no le afecte mucho a nivel profesional.
    Pero y ahora qué va a pasar! 😱😱😱😱😱😱😱😱

    Gracias por el capítulo!

  2. Raimundo es tan impulsivo, su capitán haciendo planes para ellos y el los trunca una y otra vez, que cansino pendejo, solo le hara daño a su capitán. Que estupidos los dos, debieron decirse al menos un Te amo….que pena.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.