“Quizá dije algunas cosas que jamás debí haber dicho…”
ARIEL
Lo sentí salir de lo más profundo de mi ser…
El cansancio y la frustración tras diecisiete años y ocho meses de silencio ante las injusticias y los malos tratos fueron finalmente liberados y lo juro por mis padres que se sintió tan bien. Por mucho, mucho tiempo he sido “un buen chico”, no siempre por voluntad —cabe aclarar—, pero me quedaba callado tan solo porque odiaba pelear. Mis padres lo hacían todo el tiempo y yo solamente deseaba evitar ese mal habito. Sin embargo, quizá fue el frío o lo que pasó antes, pero cuando este impresionante saco de esteroides me gritó, perdí la cabeza.
— Que sepas que prefiero ser un demente, estar loco pero feliz y no un ser normal, pero amargado como tú… — Podía permitir muchas cosas, incluso reconocía que por mi culpa estaba herido, pero no iba a tolerarle ese tonito. Sobre todo, porque me disculpe sinceramente. — ¡Cretino!
— ¿Qué fue lo que dijiste chiquillo estúpido?
Mismo insulto diferente sinónimo, me ofendió. Lo sentí en mi pecho, pero también pude percibir algo más importante y es que no podía ir por la vida desafiando al mundo, por mucho que fuese liberador. Entendí que no se trataba de que no me hubiese escuchado, más bien, en su infinita misericordia me estaba dando la posibilidad de retractarme. Pude comprobarlo de primera mano cuando lo miré acercarse a una velocidad que rayaba en lo sobrenatural. En segundos recorrió la segura distancia que nos separaba y se detuvo justo enfrente de mí. Fue humillante tener que levantar tanto el rostro para poder mirar sus ojos. Lo demás era peor, sus manos estaban empuñadas listas para golpearme.
Mi valor decidió ponerse tímido en ese preciso momento y no lo culpo. La presencia de esta persona era impositiva y todo su ser destilaba rudeza y hostilidad. Mi conciencia decía — ¡Cálmate, Ariel! No le respondas… ¡Respira, inspira, ignora y vive! — Incluso, intenté convencerme de que no me había llamado “chiquillo estúpido” para ofenderme. Y le creí, después de todo, ponerme al tú por tú con alguien de su tamaño sería lo más insensato que podría hacer en mi vida.
Me rendí. Dejaríamos el enfrentamiento para otro día. Uno en el que hubiese alguien capaz de defenderme de este hombre. Mi orgullo me rasguño por dentro, pero era lo correcto… eso sí, en ningún momento aparté mi mirada de la suya.
—¿Se te acabo el valor imbécil? —Sus palabras desdeñosas vinieron acompañadas de un empujón que casi me hace caer de espaldas, no solo por la fuerza, sino porque también me resultó inesperado.
Sabía que me estaba provocando, actuaba con alevosía y clara ventaja, pues estaba seguro de que, si nos enfrentábamos, no podría contra él. Ambos sabíamos que sería de este modo, pero no pude quedarme callado.
— Dije que espero no convertirme en un adulto majadero y prepotente como tú… —mis labios se movieron como si tuvieran vida propia y pronunciaron aquellas palabras cargadas de un desprecio que era nuevo para mí. —Y en todo caso—rematé, porque yo era así, si iba a meter la pata, lo haría hasta el fondo—, el único imbécil aquí eres tú, no vuelvas a tocarme. No te lo permito.
El saco subdesarrollado de esteroides levantó la mano en un puño listo para golpearme. No me moví, tampoco era como si pudiera enfrentarlo o salir corriendo, pues él no solo me sobrepasaba en corpulencia, si no que su altura resultaba ofensiva ante mi tamaño.
Sea lo que sea, quería que terminara pronto. Únicamente ladeé la cabeza un poco a la izquierda y cerré con fuerza los ojos. Que me golpeara si quería, pero que lo hiciera rápido.
Me iba a doler y sabrá Dios cuanto, pero lo superaría… algún día.
El tiempo se detuvo para mí, no soportaba el dolor, la sola idea de saber que me haría daño… de haber sido en otra situación, ya me tendría temblando de pies a cabeza. Pero no hoy, no con él. Aun si por dentro podía sentir miedo, no lo exteriorizaría, definitivamente no le daría ese poder.
Fue el ruido de un motor al encender lo que me hizo abrir los ojos. El tipo ya estaba sobre su motocicleta y me miraba con más desprecio del que una persona debiera albergar en su interior. Sus ojos fríos me recorrieron airosos y salvajes. Nunca había visto unos ojos como los suyos, de ese color ambarino, como oro líquido; como el centro del sol el cual es imposible de mirar fijamente. Claro que existía la posibilidad de que esto fuera solamente producto de mi nerviosismo, pero me resultaron intimidantes, demasiado fieros, malignos y siniestros. No pude sostenerle la mirada, solo volví a él hasta que el rugido de la motocicleta se escuchó lo suficientemente lejos.
Extrañamente él había dejado una sensación anómala en mi interior. Algo opresivo.
En la medida de lo posible, no debía volver a ponerme frente a ese sujeto. Algo en él no terminaba de encajar, y pese a que no soy alguien que guste de estar especulando sobre los demás, y más si son desconocidos, él no me había dejado demasiadas opciones: la primera impresión había sido negativa, y si mi instinto me había mantenido vivo hasta ahora, no iba a empezar a ponerlo en duda.
DAMIÁN
De nada me había servido levantarme temprano, de todos modos, llegué tarde y escurriendo sangre. La herida comenzaba a cerrar, pero me ardía y picaba, no tuve tiempo de limpiarme así que lo más probable es que hubiesen quedado residuos de tierra y por eso aun sangraba. Samko evitó mi mirada cuando nos encontramos en la entrada del casino.
—¿Tan serio es…? —Pregunté mientras le cerraba el paso, Sam era el menor, el jamás me evitaba.
—Tal vez no tanto como tu herida, ¿qué te pasó? — Noté que intentaba evadir el tema, su olor delataba que estaba triste y la irritación de sus ojos que había llorado. Se mantenía a una distancia prudente de mí, pero su preocupación era genuina.
—Un idiota—comencé, mientras me acercaba a él y le pasaba el brazo por los hombros —se a travesó de la nada y tuve que frenar de golpe. Ya te imaginaras… —concluí el relato. Samko era similar a mí, nos entendíamos incluso sin necesidad de que hubiese palabras de por medio.
—¿Y por qué frenaste?
—No lo sé —respondí.
Pensé en su pregunta mientras cruzábamos el vestíbulo, eran palabras crueles en la boca de un chico como Sam, sin embargo, tenían sentido para mí, otro día cualquiera lo hubiese arrollado. Ya había pasado anteriormente, sin embargo, frené porque lo reconocí… aun no sé cómo explicarlo, él olía a algo que me es familiar, pero dadas las circunstancias no pude reparar en ello.
—Deberías limpiarte antes de que nos dicten sentencia… —sugirió mi hermano y me señaló el baño.
—¿Por qué esta él aquí? —Había sentido un aroma desagradable, y no tenia que buscar su procedencia, sabía bien de donde provenía, lo que no terminaba de encajar es porque estaba aquí precisamente hoy.
Samko negó lentamente, pero me empujó al interior del baño. Algo no andaba bien con él, y casi podía imaginar de que se trataba. Después de ese día no nos habíamos visto, así que existía la posibilidad de que todo el peso del enojo de nuestro hermano, allá caído sobre él.
Tuve poco tiempo para limpiarme, afuera Deviant parecía dispuesto a tirar la puerta, mientras discutía con Sam.
Hoy iba a ser un día muy lago…
Samko y yo fuimos conducidos hasta la oficina de Deviant. Lucio me siguió con la mirada impaciente desde que puse un pie en el salón. No estaba de humor para sermones, y esperaba que la forma en la que azoté la puerta al entrar, fuese suficiente para dejárselo claro. Tampoco me tomé la molestia de saludar y mucho menos me disculparía, contrario a eso, me dejé caer sobre el primer sillón que tuve a la mano y Sam se acomodó junto a mí.
El asunto era el siguiente, Deviant había determinado que existían ciertas áreas de la ciudad a las que no podíamos ir, porque no era seguro… y todo ese discurso chillón que tanto me desagradaba. Debido a mis recientes problemas tenia prohibido asistir a las carreras clandestinas y, sobre todo, no podía llevar a Samko y James conmigo. Demasiadas prohibiciones para mi gusto.
Pero el jueves por la tarde, Samko me dejó un mensaje con uno de los tipos del casino, en el que decía que quería verme. El viernes, cuando nos encontramos a la salida de su universidad me dio unos boletos para una carrera —nadie en su sano juicio se atrevería a llevarle la contraria a Deviant Katzel, por lo que fui vetado de las carreras y no me permitan comprar los boletos. No a mí, pero Samko tenía sus maneras—, él quería ir y sabía que, aunque lo tenía prohibido, yo también asistiría. Así que… fuimos juntos.
Todo bien hasta ahí, fue una buena noche. Lo fue hasta que nos descubrieron, así que tal como dijo Sam, veníamos a recibir sentencia.
—No solo fueron, pese a que lo tenían prohibido… los dos corrieron—gritó Deviant—. De él ya no me sorprende, toda su vida ha sido imprudente, pero tú Demian, arriesgaste su vida al subirlo en esa cosa, ¿sabes cuánta gente se ha matado bajando esa colina?
No respondí y eso lo enfureció más. Es verdad, corrimos, pero fue porque nos provocaron, Sam quería hacerlo y yo no iba a negarle mi apoyo, además, he conducido todo tipo de motocicletas y conozco la mía. Jamás permitiría que algo malo le pasara a alguno de mis hermanos, no si puedo evitarlo, así que puedo asegurar que Sam estuvo seguro y atado a mi cintura a cada segundo de todo lo que duro esa noche.
— ¡Por todos los cielos, Demian! ¿Qué carajo pensabas? —Gritó Deviant y ese gesto de frustración en su semblante fue de mi principal atención, últimamente parecía hartarlo con demasiada rapidez, y me preguntaba a que se debía el cambio. No me preocupó, intuía que su molestia, se debía a algo más que nuestra inocente travesura. — Y tú —fue el turno de señalar a Samko. — Fue tu idea ¿no? Estabas empecinado en ir, ¿crees que no lo sé? ¿Qué no me enteré de quien compró las entradas? —Samko a mi lado buscó sostener mi mano sin que su hermano lo notara. Sea lo que sea y aun si la mayor parte del tiempo se comportaba indiferente o desafiante, Sam le temía a Deviant.
—Corrieron en las motos, se fueron hasta Alba Lulia con un grupo de malvivientes, se emborracharon hasta el amanecer y destrozaron uno de los bares de Lucio. —Iba a abrir la boca para explicar que no fui yo quien comenzó la pelea, pero Deviant me obligó a callar. —No, no te atrevas a negarlo, aquí están todas estas fotos y adivina que, el rostro de ambos sale en cada una de ellas.
—No iba a negarlo —me defendí. —Sí, fui a las carreras pese a tu estúpida prohibición, deberías saber que no porque digas algo voy a obedecerte como si fuese un cachorro, te recuerdo que tú no eres mi padre… —grité desde mi asiento— Y si quieres desquitarte con alguien, esta bien… lo hice, desobedecí… ¡Lo reconozco! ¿Qué me vas a ha hacer? ¿Me encerraras? ¿Vas a castigarme? Maldición Deviant, jódeme un poco más y te juro por tu madre que en la puta vida me vuelves a ver.
Samko aumentó la fuerza de su agarre sobre mi mano, sabía que el tema de mi desaparición le afectaría más a él que a los otros dos. Sin embargo, Deviant dudó… fue una fracción de segundos, pero pude notarlo; el miedo en sus ojos y la tristeza en su olor. Me sentí obligado a remediarlo, yo bien podía reconocer que disfrutaba de llevarlo al límite, de verlo expuesto y necesitado, pero sus gestos y su derrota era algo que prefería servirme en privado.
—Desobedecí y volveré a hacerlo mil veces más —agregué, pero solo para calmarlo. Estaba seguro de que Deviant prefería seguir peleando conmigo, a que me fuera definitivamente. —Así que no la agarres contra Samko. Él no tiene nada que ver. Ni siquiera quería ir, pero se preocupó por mí, porque sabía que te enojarías si te enterabas. Así que solo deja que se vaya.
—No lo defiendas… él no es un niño, ya sabe lo que hace.
—Tu no te metas imbécil —bramé poniéndome de pie, Samko me detuvo a último momento porque ya estaba yendo a molerlo a golpes. Lucio era una piedra en mi camino y me moría de ganas por deshacerme de él. —No te refieras a mi hermano como si hubiese confianza entre ustedes.
—Todo esta en las fotografías Demian —rebatió él.
—Coje tus putas fotos y métetelas por el culo, bastardo.
—Tu vulgaridad es… repugnante —me retó poniéndose frente a mí. Éramos enemigos jurados, y lo odiaría cada uno de los días de su desagradable existencia. —El chico esta más imposible que nunca, es un caos. Lo peor de todo, es que es tu culpa… tu mal ejemplo y falta de educación lo han convertido en esto. Un dolor de cabeza para Deviant y una vergüenza Gerard.
Samko gimió por lo bajo, fue un sonido casi inaudible, pero estaba ahí y a diferencia de ellos yo si podía escucharlo fuerte y claro. Lucio había tocado fibras sensibles en el alma de mi hermano al mencionar a nuestro padre. Lo sentí hacerse pequeño junto a mí y bajó la mirada… eso me enfureció. Incluso Deviant se mostró ofendido por sus palabras, hubiese querido escuchar lo que le diría, pero no hubo tiempo. Mi impulsividad le ganó a la curiosidad cuando me abrí paso entre mis hermanos y de un puñetazo en la cara lo derribé. Me fui sobre él y lo golpeé de nuevo, una, dos veces… Deviant fue el primero en intentar apartarme, pero no pudo.
—Sí, es como yo y de nadie antes he estado más orgulloso —grité. Otro golpe y la sangre comenzó a brotar, Deviant luchaba por apartarme, comencé a ver azul y después gris… no era una buena señal, pero mi razón decía que había agredido a mi familia y tenía que pagar por ello. —Mío, mío… —bramé— es mío y tú jamás debiste meterte con él.
Uno de los matones de Lucio me apuntó con una pistola, estaba tan furioso que solo me percate de él cuando escuche el sonido de la bala al subir a la cámara, lista para ser disparada. No pocas veces me pasaba, a decir verdad, cuando perdía el control mis sentidos se volvían torpes.
—Suéltalo… —dijo.
Deviant, frente a mí, me miró aprensivo.
—No voy a repetirlo, suéltalo de una puta vez.
— ¿Quieres ver que tan idéntico a mí, es…? —Le hablé al imbécil que debajo de mí, comenzaba a ponerse morado. ¿Acaso mis manos estaban apretando con demasiada fuerza su frágil cuello? —Sam— dije, y mi hermano simplemente se movió.
Tres contactos: golpe al brazo, desarmarlo y puñetazo en la nariz. El hombre cayó justo alado de Lucio, mientras Samko le apuntaba con el arma que le quitó. A Deviant pareció que le daría al algo, al ver a Sam sostener un arma, y sabía perfectamente que esto me ocasionaría serios problemas con él, después de todo, Samko apenas tenía diecinueve años. Más gente entró a la oficina, de entre todos, el más estúpido sacó su arma y le apuntó a Deviant. De los tres que nos encontrábamos en el salón, precisamente tuvo que elegirlo a él.
En mis años de vida había comprado que las armas son inútiles en las manos de los cobardes, los hombres de verdad, resolvemos los problemas a golpes.
Y es que, Samko era el menor de mis hermanos, el más consentido y también mi mejor amigo, mi confidente. Pero Deviant… Deviant era la forma en la que el destino me decía que no se puede tener todo en esta puta vida. Podíamos no entendernos, a decir verdad, discutíamos ocho de los siete días de la semana. Y la mayor parte del tiempo no lo soportaba, y comenzaba a sospechar que él tampoco a mí, pero era también mi vida entera. Lo más cercano al amor que he tenido, lo he sentido por él. Que León se atreviese a apuntarle con un arma, iba mucho más allá de lo que yo estaba dispuesto a permitirle a cualquier ser humano sobre la faz de la tierra. Me moví rápido, no me importó que tanto… el arma tembló bajo mi mano mientras la introducía en la boca de León o por lo menos, así me lo pareció. Samko fue el primero en abrazarme, se metió entre nosotros y comenzó a frotar su mejilla contra la mía mientras pronunciaba mi nombre. Era un susurro constante y forzadamente calmado. Deviant fue el siguiente, aunque él solo me abrazó. Su mirada buscaba la mía…
—Por favor, no lo hagas —dijo y pude sentir su miedo, instintivamente busqué sus ojos. — Demian… ¡Te lo suplico! Dame el arma.
Mis manos temblaban, todo mi cuerpo temblaba. Samko susurraba mi nombre y con sus manos acariciaba mi espalda, ambos buscaban la manera de calmarme. — ¡Por favor! Suéltalo.
Me sentía comprometido a darle la mayoría de las cosas que me pedía, fue de este modo desde que lo conocí. Al principio fue por obligación, ahora mismo, creo que lo complazco porque me gusta hacerlo feliz. Su mano tocó la mía y en ese momento le entregué la pistola. Deviant la miró inseguro, pero tomo el arma con determinación para alejarla de mí. —Vete, ambos… váyanse de aquí. Lo arreglaré —dijo de manera demandante.
Samko me jaló hacia la puerta sin separarse de mí, buscaba mantener el contacto porqué hacerlo significaba mantenerme en la realidad. Deviant lo sabía y yo, pero se supone que Sam no, sin embargo, él me conocía mejor que nadie, mejor que Deviant, por eso siempre sabía como calmarme cuando perdía el control.
Fui prácticamente arrastrado hasta el estacionamiento, solo entonces, cuando se aseguró de que no intentaría regresar, que me soltó. Aunque se las arregló para mantener el contacto; su mano buscó la mía y entrelazó nuestros dedos. Parecía absortó, pero sus latidos comenzaban a calmarse. Era la primera vez que sentía dedos entre los míos. Era una sensación extraña, pero de alguna manera me hacia sentir en calma.
Había crecido tanto y tan rápido, cuando lo conocí, era apenas un niño de brazos, y ahora mismo un hombre en toda la extensión de la palabra. Un hombre que se aferraba a mi mano sin importarle si alguien nos miraba, aunque, mala reputación ya teníamos y de sobra. Sabíamos cómo darle de que hablar a la gente. Y pese a que siempre terminábamos metidos em problemas, Samko me elegia, me prefería sobre todos.
— ¿Me tienes miedo? —La pregunta saltó de la nada, a decir verdad, ni siquiera quería saber la respuesta, es solo que, llevaba mucho tiempo preguntándomelo.
Samko me miró como si no comprendiera el motivo de mi pregunta y después de un momento, negó con la cabeza. Esa no era una respuesta suficiente para mí, pero no iba a presionarlo y él lo sabía.
—Se cosas Demian —dijo de momento— entre esas cosas, sé que él conoce de ti, lo que tú has decidido no contarle a nadie más. Ni siquiera a mí… —su mirada gris aguardó por mi reacción y al no haber ninguna, Sam simplemente sonrió. — Esta bien, todos tenemos secretos. También hay cosas que no te he contado… —presumió y como respuesta me mostré fingidamente ofendido.
— ¿Se las dices a James?
—No, no es igual —su sonrisa se borró al escucharme mencionarlo y tiró de mi mano para que lo siguiera. —Se que siempre me cuidaras, que vas a protegerme y maleducarme, porque soy el menor de tus hermanos. Se que con Deviant es diferente, eres posesivo con él de maneras que James jamás será conmigo. Y eso esta bien, es cosas de ustedes.
Así que no, no te temo, porqué, aunque tienes tus secretos, eres mi hermano y te amo. Te he visto lastimar a mucha gente, pero todos ellos se lo merecían… jamás me has lastimado a mí. Y sé que nunca lo harás, porqué me quieres, aunque no me lo digas.
—¿Necesitas que lo diga?
—No, me basta con que me lo demuestres.
Asentí. De los tres, Sam era siempre el más comprensivo, creo que de alguna manera nos consentíamos mutuamente, pues constantemente buscábamos agradarnos. Con él, no necesitaba hablar de más, simplemente lo sabíamos.
—Hace un momento, pensaba que quizá esta vez nos excedimos —agregó distraído—. Gracias por no delatarme, Deviant no me perdonaría que fuese una mala influencia para ti. La verdad es que no quiero crear problemas entre ustedes, al menos, no más de los que generalmente creas por tu cuenta.
Ambos nos reímos por esa declaración, si todo cuanto Samko sabía de hacer cosas malas, las había aprendido de mí, ¿cómo entonces podía ser una mala influencia? Pero en algo tenía que darle la razón. Deviant significaba mucho para mí, era tres años mayor y también mi conexión más fuerte con la ciudad, de no ser por él, no pondría un solo pie entre toda esta gente mierda. Teníamos historia y cualquier cosa que le afectara a él, me afectaba a mí. Fue siempre así, desde que su padre me recogió de las calles para luego adoptarme.
Su familia me cuido desde entonces, me alimentó, me vistió y Gerard también me mando a la escuela. Me obligó a tener una profesión y por darle gusto, aunque me causaba pesar, me titulé y trabajé para él durante cuatro años. Fue precisamente en el casino, el único en Sibiu y uno de los de mejor reputación en transilvana.
Mi trabajo en un principio consistía en llevar la contabilidad del lugar, después me dejó administrarlo bajo su supervisión y los últimos dos años estuve a cargo de todo. Posteriormente Gerard enfermo, y siete meses después murió.
Deviant tomó el frente del negocio después de su fallecimiento, y formamos una especie de sociedad. Yo me meto en problemas y él me saca de ellos.
Éramos más que eso, pero meses atrás tuvimos que distanciarnos un poco, estaba haciéndole daño, así que me aparté. A él le preocupaba que yo estuviese pasando algún tipo de necesidad, pero aun percibía entradas del casino, las apuestas, las peleas clandestinas y esporádicamente las carreras de motocicleta siempre han formado parte de mis inagotables fuentes de ingreso. En ese momento, intenté dejarle claro que no debía preocuparse por mí, pero el uso estas cosas para acortar mi cadena. Deviant odiaba que hiciera cosas ilegales, y hacerlas se volvió mi principal vínculo con él, porqué continuaba haciéndolas para llamar su atención.
—Siempre he querido saber por qué aun no lo has intentado… creo que él no te rechazaría.
— ¿Por qué no le has dicho James? — Le rebatí.
—Él no siente lo mismo, pero ustedes…
—Deviant y tú son demasiado románticos… a ustedes los une la sangre y la cursilería —me burlé. —No se soportan porque son similares. Su vida entera gira entorno al amor. Tu hermano me importa, significa muchas cosas para mí, pero no lo veo de esa manera.
No me mires así, él tampoco lo entiende.
— ¿Entender qué?
—Sangraría por él, pondría en riesgo mi vida sin pensarlo tan solo por protegerlo. Incluso soy capaz de dejar todo cuanto a él le molesta, con tal de complacerlo… al menos, por un tiempo. —Aclaré, porque uno es lo que es y tampoco trataba de negarlo. — Sé que nos has visto, a veces se nos sale un poco de control, pero ninguna de estas cosas significa que este enamorado.
—Tú no, pero ¿y Deviant?
—A veces, por egoísmo y vanidad quisiera pensar que él sí… —confesé— al menos lo estuvo un tiempo, pero fue solo al principio. Ahora, ya no estoy seguro.
Creo que solamente no quiere renunciar, porqué ya sabes cuan competitivo es.
—¿Estas bien con eso?
—Sí.
—¿De verdad?
—Tu hermano busca estabilidad y eso es algo que yo nunca podré darle, porque, aunque me importa, él no es esa persona para mí.
—Lloraría si te escuchara decirlo.
—Me gusta hacerlo llorar, pero por otras razones… —me reí y Samko se erizo.
—Que asco, prefiero no saber.
ARIEL
Mi abuelo no lo notó, mi abuela en cambio se limitó a preguntarme si me encontraba bien, respondí que sí y ella no cuestionó donde estaba mi mochila, el abrigo, o por qué volvía a casa todo sucio. Sugirió un baño con agua caliente y yo acepté de inmediato, después de la adrenalina del momento, volver a casa fue un sufrimiento; me dolía el cuerpo y sentí que si no me apuraba me congelaría como las puntas de los cipreses.
Estaba en la ducha cuando mi abuela se anunció en la entrada de habitación, la puerta estaba abierta, así que le pedí que entrara. Era una vieja costumbre, no se permitían puertas cerradas en mi antigua casa, aunque de todos modos mis padres nunca estaban para verificarlo, así que daba lo mismo como dejara la puerta. Sali completamente vestido y ella aun aguardaba de pie, con una tasa de té en las manos.
— ¿Pasa algo malo? —Me preocupé, entró a la habitación, pero no se sentó. Ella negó de inmediato y sonrió. Era hermosa, pese a los años y las arrugas seguía siendo tan hermosa como en las fotos de su juventud.
Me ofreció el té y yo me apuré a sujetarla, la taza, pero también a ella. La tomé de la mano y la llevé hasta mi cama.
—¿Quieres que seque tu cabello? —Preguntó.
Fue un momento agradable, mi madre no solía hacer estas cosas, y no se trataba de que yo ya fuera mayor, a decir verdad, ni siquiera cuando era niño tuvo esos detalles conmigo. Tomé el té mientras ella me consentía. Me dijo entonces, que habían recibido la invitación de unos amigos para que comiéramos en un restaurante del centro. Lo intenté, por qué no me sentía seguro de la situación, pero ellos parecían emocionados, así que no tuve el valor para negarme.
En menos de media hora, estuvimos todos listos para ir a comer, mi abuela me entregó las llaves del auto, me dijo que era importante que me fuera familiarizando con las calles y con el coche, pues lo utilizaría para ir a la universidad. Will me había enseñado a conducir el año pasado, dijo que era necesario porque yo sería el designado para devolvernos con bien casa, cada que él saliera a beber. Así que no tuve muchos problemas al conducir.
Sibiu era distinto a mi antigua ciudad en todo, el paisaje era hermoso y frío. Las casas, la gente, incluso los restaurantes. Después de tanto ir por aquí y por allá, llegamos a la Plaza Grande, estaba situada en la parte alta de Sibiu y la mayor concentración de negocios se concentraba en esta zona. También estaba rodeado de sitios emblemáticos, tantos que mis ojos brillaron de la emoción.
Afortunadamente, no fui el único nieto incomodo que fue obligado por la dulzura de sus abuelos a asistir a esa reunión. Y aunque todos eran muy amables y por más tiempo del que hubiese querido fui el centro de atención, me sentía fuera de lugar. Quizá era porque en mi antigua casa, mis padres jamás me involucraban en sus reuniones o asuntos, ellos mantenían limites muy marcados, en donde los chicos rara vez se mezclaban con los adultos. Tanto así, que ni siquiera comíamos juntos.
Así que, me sentí feliz de poder ceder el micrófono y sobre todo la atención. Los mayores se ocuparon de sus asuntos y nos dejaron a nosotros. Recordé entonces lo que dijo Will, que debía intentar ser sociable y buscar amigos. Estábamos los tres en la misma mesa, pero me daba tanta vergüenza ser el primero en hablar, que solo podía pasar la mirada de uno al otro. Mi comprensión del idioma era decente, pero aun me costaba trabajo hablarlo y me daba vergüenza pronunciarlo mal. El chico fue el primero en percatarse y me sonrió. Su hermana en cambio estaba perdida en lo que miraba en su celular.
—La mayor parte del tiempo la verás así… —comentó él de forma casual y acercó más su silla para que estuviera a mi lado. — Me llamo Ferka y ella es mi hermana Lonela. Soy catorce minutos, mayor que ella, pero ni con eso logro que me obedezca.
Ambos reímos y eso pareció llamar la atención de Lonela, quien nos miró a cada uno con extrema seriedad. Ambos era rumanos exquisitos, la forma en la que hablaban, en la que se movían y sobre todo en la que se comportaban. Sabía que la gente de aquí no necesariamente es la más cálida, su personalidad en general era fría y cerrada, pero sin llegar a ser groseros. Aunque Ferka era un poco más sociable y eso parecía disgustarle a su hermana.
—¿Planeas quedarte mucho tiempo? —Preguntó ella mientras devolvía su vista al móvil.
—Al menos, hasta terminar la universidad…
—Entonces, tendrás tiempo de darte cuenta de que Ferka es partidario de tirar piedras en su propio tejado.
Los miré a ambos sin comprender. Él se reía, pero ella no parecía de buen humor.
—¿Qué vas a estudiar, Ariel? —Preguntó Ferka, haciendo de menos los comentarios de su hermana.
—Aun no lo decido, estoy entre arquitectura y diseño, en todo caso mi taller tendrá que estar enfocado en las artes.
Curiosamente a ambos les emocionó la idea, incluso Lonela comenzó a hacerme muchas preguntas sobre mis opciones, entonces le conté de la beca y de mis pinturas. Ella dijo que como era un recién llegado me llevarían a conocer algunos sitios cercanos al restaurante que servían como casas de cultura. A los abuelos les pareció una buena idea, y la mía en especial me entregó nuevamente las llaves del auto, me dijo que podía volver más tarde a casa si así lo deseaba, pero Ferka le aseguró que el me llevaría de regreso.
Recorrimos desde pequeños establecimientos hasta algunas de las iglesias ortodoxas, Lonela tenía un gusto impresionante por el arte, aunque su pasión era la escultura, mientras Ferka prefería la música, su instrumento era el chelo, aunque en ocasiones intentaba con el violín.
—Deberías venir a casa y escucharlo tocar —sugirió su hermana —a llegado a conmoverme hasta el punto de las lágrimas.
—Me encantaría… —dije y como resultado tuvimos a un muy avergonzado Ferka.
He de decir, que fuera del radar de los adultos, ellos eran mucho más relajados. El hecho de que los tres tuviésemos esa inclinación por el arte había sido un punto clave y me sentía dichoso, porque Will hacia su mayor esfuerzo, pero la verdad es que a él no le llamaban la atención estas cosas.
—Deberíamos ir al Museo Brukenthal… —sugirió Lonela y yo estaba a punto de decirle que sí…, girábamos en una esquina y por azares del destino terminamos de frente con dos personas, una de ellas era el saco de esteroides. Alguien más venía con él, pero en un primer momento no pude mirarlo. Mi vista se centró en aquellos ojos peligrosos y me sorprendió cuando noté que él también me miraba.
Se inicio una especie de enfrentamiento entre las personas frente a nosotros, Lonela aferró su mano alrededor de mi brazo. En un inicio creí que buscaba protección, pero al darle mi atención comprendí que estaba desafiando al impresionante hombre al que casi asesino esta mañana. Ferka le hizo segunda, pero fue más allá, él me pasó el brazo por los hombros y me jaló para bajar de la acera. Teníamos que cederles el espacio, porque ellos no parecían tener intensiones de moverse.
—¡Que fastidio! —dijo Lonela, mientras se dejaba guiar.
—Cuida tu boca niña, estas muy lejos de casa… —tuve que escucharlo hablar para finalmente mirarlo. Era casi tan joven como nosotros, alto y caucásico. De piel blanca, como las nubes. Su cabello era rubio, pero más bien parecía una mezcla entre el blanco y el plateado.
¿A caso toda la gente guapa estaba en Rumanía? Nunca había visto a un chico como él, tenia una apariencia fina y un rostro encantador. De cejas perfiladas, el único tono oscuro en él estaba en sus cejas que parecían haber sido trazadas con un pincel con pelo de marta, sus ojos eran luminosos y las pestañas le daban a su mirada un aspecto elegante y profundo. Su voz era varonil e impositiva. Tenia un perfil galante y vestía como si estuviera yendo a un desfile de modas.
He de decir, que no se tomó la molestia de mirarme y casi fue decepcionante. El problema estaba en su actitud, era arrogante y miró a mis nuevos por encima del hombro, y eso, aquí y en china es hacer de menos a las personas.
Hubo un intercambio de palabras entre ellos, pero no fue en rumano. Yo fui replegado detrás de Ferka y Lonela, mientras ellos discutían con el chico con aspecto de ángel. Al mismo tiempo que el moreno a su lado no dejaba de mirarme. Cabe aclarar que no era una mirada halagadora, más bien, era intimidante… me miraba como si yo fuese un bicho raro al que quisiera aplastar. Y yo, siendo quien soy, me puse nervioso. Abrí la boca y le pregunté como estaba.
Inmediatamente la discusión ceso y la atención de tres pares de ojos, se le sumó a la que ya casi me consumía. El primero en hablar fue el chico de cara angelical, no se refirió a mí, sino a su acompañante.
—Kennen Sie ihn? —Le preguntó si me conocía, lo sé porque mi mamá es alemana, y cuando quería decirme algo y que mi padre no lo entendiera, lo decía en ese idioma.
—Ich hatte es noch nie gesehen —pero él respondió que nunca me había visto.