El cuento del niño que tomó el camino equivocado
LEANDRO
El capitán lo llamó para preguntar por resultados; lo que pensaban sería una misión fácil, ya demoraba más de dos meses. Leandro respondió contando parte de la verdad: la banda de traficantes era más importante de lo que ellos creían. No quería dar un paso en falso y perder la oportunidad de atraparlos
-. ¿Qué tienes hasta ahora? – exigió el capitán
-. Bastante
Leandro abrió una carpeta y le mostró cientos de fotos y evidencia que había recolectado. Entre las imágenes de hombres, intercambios de dinero y drogas, vehículos y casas temporales, había una foto lejana y borrosa de un chico con una chaqueta roja. Pasó desapercibida para el jefe
-. Necesitas alguien más en este caso. Ya sabemos quiénes son… este y este son peligrosos
El capitán, un poco impresionado, señaló a dos hombres de traje, en un vehículo. Parecían personas decentes y elegantes. No lo eran.
-. Mire estas, capitán – dijo señalando algunas fotos de los compradores. Personas importantes, amigos del alcalde, profesionales, gente “decente”.
Leandro lo estaba distrayendo utilizando su capacidad innata de persuasión. Se sentía mal por ello… mostraba la realidad, pero solo en parte.
-. Pondré más hombres a trabajar contigo. Quiero que esto termine pronto
-. Deme un par de semanas más a solas, capitán. Trabajo mejor si me muevo en solitario. No queremos alertarlos, ¿verdad?
-. Estos son importantes, pero son lugartenientes del que dirige. Sabemos su nombre, estoy seguro de poder encontrarlo.
El capitán suspiró. Miró el rostro de Leandro y tomó una decisión
-. Una semana, detective. Solo una semana más y luego pondré más gente a trabajar contigo.
-. Está bien, Capitán
No había mentido del todo. En verdad sabía quién era la cabeza, pero no tenía la ubicación exacta. Se movían todo el tiempo.
Tenía solo una semana para resolver el problema.
.
Cerró la puerta de su departamento y dejó los documentos en la mesa. Automáticamente, tomó el parlante y lo encendió al tiempo que se echaba en el sillón. Le dolía la cabeza y estaba cansado. Aun así, quería escuchar dónde estaba Facundo y qué hacía. Ruido de pasos… otros inexplicables, como si hubiera arrojado la chaqueta sobre algo… el televisor sonaba de fondo. Ya. Estaba en su casa con la madre.
“Voy a ducharme” escuchó la voz de Facundo.
Leandro abrió los ojos… las cortinas abiertas mostraban el anochecer en la ciudad… no miró nada en particular, pero soñaba mejor con los ojos abiertos… Facundo en la ducha… sus pensamientos tomaron un rumbo fascinante.
Estaba en medio de su ensoñación… el agua caía por el delicado cuerpo del chico… encerrado en el baño… solo… desnudo… su piel pálida y suave llena de gotitas de agua que resbalaban y caían hasta sus…
Voces que susurraban alertaron a Leandro
“Entonces, ¿Cuento contigo?” – voz de hombre
“¿Cuánto hay para mí?”
Esa era la madre de Facundo
“Varios millones si lo haces bien” …
¿No era esa la voz del vecino? … ¡Tomas!
“¿Qué debo hacer?”
“Esa caja que trajo tu hijo, sacas los paquetes y los reemplazas con esto. No debe notarse que cambiaste algo”
“¿Solo eso?”
“Esa será tu ganancia. Yo te los cambiaré por dinero. Te daré un buen anticipo”
“¿Y tú que ganas, pecoso?
“Quiero que mañana te vayas de la casa y me dejes a solas con él”
“No. En mi casa no. No quiero líos en mi casa”
“Entonces no hay trato”
“Espera… sé de un lugar donde puedo enviar a Facundo. Tú podrías esperarlo allá”
“¿Qué …gar?”
Sonidos de interferencia…. no… ¡no!! Alguien había movido la chaqueta o puesto algo sobre ella… ya no podía oír bien. Necesitaba saber que iban a hacer. Leandro sacudió el parlante como si con ello pudiera mejorar la recepción.
-. ¿Qué lugar?!!! – gritó a la oscuridad de su departamento, pero el parlante solo le devolvía fragmentos de la conversación
¿……. varios millones…… paquetes?
“Si. ………… valiosa”
Ay no… no… ¿Qué más decían esos dos?
-. Mañana…. Esa dirección… llaves…
Leandro sintió una corriente de adrenalina subir y bajar por su cuerpo. Todos sus sentidos alertas. El cansancio que tenía se esfumó por completo.
Corrió al computador que tenía en la salita y comenzó a anotar todo lo que recordaba haber escuchado. Muy pronto tuvo clara gran parte de la película. El amigo quería quedarse a solas con el chico además de planear que la mujer robara la mercancía de Facundo… ¿Se daba cuenta Tomás que robar esa mercancía significaría la muerte de Facundo?
El pensamiento lo dejó congelado…
¿Un mundo donde ya no estuviera el chico de los ojos negros y la chaqueta roja?
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FACUNDO
Salió de la ducha y se vistió con ropa cómoda. Le encantaba el lujo de sentir la ropa nueva y fresca contra su piel.
-. Tu comida está sobre la mesa
Facundo sonrío. Le gustaba mucho que la vida con su madre se pareciera a una vida normal.
Se sentaron frente a frente. Ella parecía preocupada… tenía el ceño algo fruncido
-. ¿Te pasa algo, mamá?
-. No – respondió intencionalmente falsa
-. ¿Segura? – insistió Facundo
Briguite imitó un movimiento teatral… como si tomara una decisión de mucha importancia
-. Está bien. No quería contarte, pero creo que debes saberlo. Se trata de tu abuela
Facundo perdió interés en la comida. Por fin el tema prohibido llegaba a la mesa
-. ¿Qué pasa con ella?
Su pregunta pareció un grito de alegría
-. Es que… está enferma… grave. Creo que no va a durar mucho
-. Mamá… yo quiero conocerla. Por favor dime dónde está.
Ella pretendió titubear por unos instantes. La realidad era que sí estaba dudando… pero su duda tenía que ver con lo que le pasaría a su hijo versus lo que ella recibiría del pecoso.
-. Muy bien. Te diré. Pensaba llevarle unas medicinas mañana temprano, pero si quieres puedes hacerlo tú
-. ¡Llevarle medicinas a mi abuela?!!
Eso sí era una sorpresa inesperada.
-. Si. Las tengo listas… pero si no quieres…
-. ¡Claro que quiero! Dime dónde es y voy de inmediato
-. No. Ahora ya es muy tarde. Mejor mañana
-. Pero… sí puedo ir ahora
-. No. Ya debe estar dormida. Mejor mañana
Y entonces, en un incomprensible gesto, Briguite se levantó, rodeó a su hijo por el cuello y le dejo un beso en el pelo.
¿Se despedía de él?
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Facundo durmió exaltado. Le costó trabajo descansar cuando estaba ansioso por conocer a su abuela. Recordaba que su madre le había dicho que era mala… pero quizás eran exageraciones de su madre… y ahora que estaba enferma… a lo mejor había cambiado… ¿se parecía a su madre? ¡Oh! Quizás él se pareciera a ella… ¿Tendría ojos oscuros como él o aguados como su madre? podría preguntarle cosas de la familia… saber más de sus orígenes y del abuelo… porque seguramente hubo un abuelo… ¡oh!! Tal vez su abuela sabría sobre su padre…
Cientos de preguntas revoloteaban en su cabeza. Iría muy temprano para no retrasarse con su trabajo.
En la mañana, Cuando Facundo se levantó, Briguite lo esperaba levantada. Era tanta la impaciencia del chico que no tomó en cuenta que su madre normalmente se levantaba al mediodía.
-. Toma. Lleva esto a tu abuela. Aquí tienes la dirección. La abuela está sola y enferma así es que solo debes empujar la puerta y entrar.
-. Mamá ¿Cómo se llama mi abuela? ¿Qué voy a decirle? Ella no me conoce.
-. Se llama Ester y no te preocupes por lo que le dirás. Ella te está esperando
Facundo tomó la bolsa que su madre le extendió y suspiró lleno de emoción.
-. ¿No vas a ir conmigo?
-. No. Será mejor que la veas tu solo. Ella quiere conocerte a ti.
-. Te contaré todo cuando vuelva
Si Briguite sintió remordimiento, no lo demostró. No planeaba estar en la casa cuando Facundo volviera. Durante la noche, había empacado las pocas cosas que le gustaban. Se iría para siempre de aquel lugar. El pecoso le había dado un jugoso adelanto del dinero, suficiente para vivir en un lugar mejor. Sola. Le había dicho que Facundo podría fácilmente hacer más dinero con ese trabajo que tenía. Su hijo no la necesitaba ni ella a él. Era mejor así. Corrió a buscar el paquete que Facundo celosamente había escondido en el dormitorio y a hacer lo que el vecino le había indicado. Por fin iba a tener una buena vida, pero tenía que desaparecer rápido.
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Difícil de creer que su abuela siempre había estado tan cerca… ¡solo eran quince minutos desde su casa! ¿por qué no había querido conocerlo antes? ¿Quién y cómo era su abuela?
El lugar no era lo que Facundo había visualizado en su mente. Esperaba una casa normal, blanca tal vez… y con un jardín… Aquello no se parecía en nada a sus pensamientos. Comprobó que no estuviera en la dirección equivocada y luego de plantó delante de la puerta, indeciso, nervioso. Miró a todos lados… un par de personas caminaban lejos, pero aquel no era un barrio de familias sino un lugar pobre y escasamente poblado. Nadie salía a pasear o a hacer compras por allí. Golpeó y espero unos segundos antes de empujar la puerta.
-. ¿Abuela?… Señora Ester… soy su nieto… ¿hola?
Sostenía la bolsa fuertemente apretada en sus manos… por la pequeña ventana del cuarto apenas entraba luz. Los vidrios cubiertos de tierra. Parecía una casa abandonada. ¿Dónde estaba la cama de su abuela? ¿estaría durmiendo? Avanzó un poco más, buscando en la media luz… sintiéndose un intruso. Pasó el umbral de otra puerta y vio una cama con un bulto dentro. El corazón le latió más de prisa
-. ¿Abuela? – se acercó sigiloso a la cama, preocupado porque ella no respondía – abuela, soy yo. Su nieto. Soy Facundo
Ella no se movía. Facundo comenzó a preocuparse… estiró la mano para tocarla…
El fuerte sonido de la puerta cerrándose tras él lo hizo saltar. El cuarto se oscureció. Facundo se giró para encontrar una silueta familiar delante de la puerta cerrada. Por breves segundos su mente fue toda confusión. No podía ver el rostro con claridad, pero sabía quién estaba allí de pie, solo que no entendía nada
-. Hola Facundo – dijo Tomás con una voz potente que era la suya, pero sonaba diferente
-. ¿Qué haces aquí?… No debes… Mi abuela está enferma – murmuró enojado, señalando la cama y la bolsa de medicinas
Tras un breve silencio, escuchó como Tomás movía el pasador de la puerta
-. ¡Oye!!! ¿Estás loco?
Facundo estaba enfurecido. No entendía por qué ni como Tomas estaba allí, seguramente lo había seguido. Sentía urgencia por hacerlo salir del cuarto donde su abuela enferma reposaba. Tenía que sacarlo como fuera. No solo lo asustaba, sino que además no quería que el idiota arruinara el encuentro familiar.
-. ¡Vete de aquí!!!
Lo empujó con toda su fuerza. Fue como chocar contra una pared de cemento. A Tomás no se le movió ni un pelo. Escuchó su risa pesada y burlona.
-. No sabes las ganas que tengo – rugió Tomas estirando los brazos.
Al instante, se sintió levantado en el aire y arrojado sobre la cama. Facundo tuvo un instante de pánico. Caería sobre su abuela e iba a dañarla.
-. Nooooo…
Rebotó contra algo blando… se hundió en la cama sin que ningún cuerpo estorbara su paso. El desconcierto era mayor. Instintivamente manoteó entre la ropa de cama….
-. ¿Abuela? – preguntó comenzando a entender que allí no había nadie…
-. Tu abuela dejó el mundo de los vivos hace tiempo.
El tono de voz, la forma de hablar y hasta de moverse, gatillaron todas las alarmas de facundo… Su abuela no estaba allí… ¿estaba muerta? su madre le había mentido… pensaría en ello después ¿Qué quería Tomas ahora? ¿Qué hacía allí donde su madre lo había enviado? ¡Dios! ¿Era una trampa y su mamá era parte de ello?
-. ¿Tú qué sabes? – Preguntó desafiante, intentando reacomodar sus pensamientos y tratando de ponerse de pie
-. Sé que estas aquí solo conmigo… sé que no hay ventana y que la puerta está cerrada
Sus ojos se acostumbraban a la escasa luz. Tomas se veía amenazante y decidido. Parecía drogado… tenía cara de loco, los ojos grandes como platos, la nariz enorme y la boca abierta y babeante… ¿Cuánto había consumido para estar así de deforme? Esto no estaba bien… nada de bien… su mamá lo había engañado. Su abuela no vivía aquí.
-. Eres un idiota. Me voy. ¡Muévete!
Aunque quiso sonar decidido, su voz resultó temblorosa.
-. Tú te quedas hasta que yo quiera.
Facundo se sintió alzado nuevamente… parecía un muñequito de juguete en manos de un Tomas intoxicado. Su chaqueta roja le fue arrancada de un tirón y luego continuaba con el resto de su ropa
-. ¡NO!!! ¡Suéltame, idiota!
Intentó golpearlo con manos y pies.
-. Ya me cansé de esperarte, desagradecido – decretó su atacante impulsándose para agredirlo.
Facundo recibió un fuerte golpe en el medio de su cuerpo. Se dobló por el dolor en su estómago. Otro más y luego un tercero, hicieron que permaneciera encogido de dolor
-. No serías nada si no fuera por mí – Le gritó Tomas justo enfrente de su rostro, los ojos desorbitados – Me debes todo lo que tienes. Yo te llevé con esa gente
-. Estás loco. No te debo nada – intentó razonar…
-. Ahora van a matarte… – Tomás rio – Tu mamá te robó la mercancía… y van a matarte – casi reía al decirlo – pero antes de que mueras, voy a sacarme las ganas
La mente de facundo era un hervidero de pensamientos y urgencias… Tomás le revelaba información que lo asustaba aún más… casi no podía respirar y el dolor amenazaba con hacerlo perder el conocimiento, pero no podía… tenía que salir de allí…
-. Quédate quieto- gritó Tomás con un nuevo golpe, torciéndole el brazo para inmovilizarlo
¿Quieto??? El pelirrojo le metía las manos bajo su ropa para intentar abrir el cierre del pantalón. Facundo pataleaba a pesar del dolor. Ya había comprendido las intenciones de Tomás y no podía creerlo… ¡no!… ¡así no iba a ser su primera vez!… él era un hombre y no iba a permitir que lo vejaran. Era absurdo. Se movió como un loco para tratar de soltarse… de pronto todo su cuerpo se volvió un método de defensa incluyendo su voz que emitió un grito desesperado
Las fuertes bofetadas en su rostro lo callaron de golpe…. el sabor de la sangre en sus labios… el cuarto daba vueltas
-. No…- balbuceó
Tomás no lo escuchaba… su mente estaba perdida
-. Quise buscarte por las buenas – dijo su agresor con tranquilidad sujetándolo contra el colchón y montándose sobre él– te ofrecí que nos fuéramos juntos… yo quería cuidarte… ¿y qué hiciste? ¡dejaste de hablarme y te alejaste!
La boca de Tomas sobre la suya… le machacaba los labios, lamía su sangre y parecía deleitarse en ella… babeaba en su cuello… descendía para morder sus tetillas dejándole un rastro de su propia sangre.
Facundo, asustado y asqueado, gritaba
-. Suel…ta… me…
Su voz lastimera sonó apenas….
Le aplastaba el cuerpo, le rompía la ropa y lo sofocaba en el cuello. La mano áspera de Tomas manoseaba su pecho y bajaba hacia su ingle. Facundo no podía contra el peso y la brutalidad.
-. Te cuidé… te protegí… me debes mucho. ¡Ya deja de moverte!!
Nuevos golpes en el rostro y en el cuerpo volvían a atontarlo. Tomás descargaba años de espera y rabia contra él. Solo el miedo evitaba que Facundo se desmayara.
-. Eres tan hermoso… yo te cuidé desde niño… y mira como agradeces…
Tomas lo giró con facilidad… su rostro aplastado contra el colchón… sintió el aire frío en sus nalgas… otra clase de frío recorría su cuerpo por dentro…
-. No… dé…jame – gimió
Tomas se movía detrás de él… escuchó el cierre de su pantalón
-. No… noo
Un miedo irracional le dio fuerzas para volver a manotear, pero el agarré sobre su cuerpo se intensificó y allí, contra sus nalgas, sintió el peso de un pedazo de carne caliente y dura restregándose, buscando e intentando encontrar el camino
-. Podríamos haber sido felices…
Facundo cerró los ojos… la situación era tan irreal que quería despertar luego… no podía ser que esto estuviera pasando…
-. Seré lo último que recuerdes antes que te maten…
Estaba impotente y a punto de ser violado… Esperaba que llegara el dolor y la vergüenza… sin embargo, lo que escuchó fue el sonido distante y nebuloso de una sirena… silencio y luego fuertes golpes que derribaban la puerta… una voz conocida que no pudo identificar, pero que lograba un milagro… el peso de Tomas dejó de aplastarlo… la luz volvía a entrar en el cuarto… había gritos… cosas que se rompían, pero no era él quien gritaba.
-. Policía… levante las manos… está detenido…
Escuchaba la voz alejarse… la luz desaparecía y sus ojos se cerraban… su abuela no estaba allí… su mamá le había tendido una trampa y le robó la mercancía… igual iban a matarlo… ya nada le dolía… la oscuridad era un bálsamo.
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LEANDRO
No podía creer lo que había hecho… ni a quien tenía descansando en su propia cama…
Llevaba casi una hora caminando intranquilo. Iba y volvía del cuarto… daba vueltas por la sala, recorría la cocina y volvía a enderezar la bandeja del café, terminaba de esconder las fotos y evidencia del estudio y asomaba en el cuarto nuevamente…
Facundo estaba en su cama…
Golpeado, el rostro amoratado y con cortes, los labios partidos y ensangrentados y su cuerpo lleno de verdugones. Tenía un cuerpo hermoso…
Y estaba allí… en su hogar.
Vestido con una de sus camisas que le quedaba grande.
Se veía precioso…
¡Dios! Estaba loco…
Iba a perder el trabajo y la vida por este chiquillo.
Volvió al comedor y se sentó intranquilo
Esperaba que despertara pronto. Le había quitado la ropa destrozada con cuidado de no lastimarlo sin atreverse a sacar su prenda más íntima y lo cubrió con la primera camisa que tomó de si closet. En medio de la prisa por curarlo, Leandro tuvo tiempo para notar el cuerpo de Facundo. Se sintió mal por ello, pero ¿Cómo no hacerlo si llevaba meses soñándolo?… escapaba de su control… Total, demente y sicópata ya estaba así es que no importaba una falta más… No se había atrevido a seguir revisándolo ni a curar sus heridas. Cada vez que lo tocaba, Facundo se agitaba. Parecía no tener nada roto y esperaba que así fuera porque no tenía excusa para justificar no haberlo llevado a un servicio de urgencia ni haber solicitado apoyo.
Había hecho todo solo.
Y ahora, su carrera y su libertad dependían de Facundo. Si se negaba a ayudarlo le quitarían su placa y sería detenido y juzgado por faltar a su deber. Ja! Terminarían los dos en la cárcel… podría cuidarlo entonces… Se levantó bruscamente y caminó sin sentido. Estaba perdiendo la cordura…. Ya ni sabía lo que pensaba
Su día había comenzado más temprano aun que el de Facundo. Aún no amanecía cuando Leandro estacionó su vehículo en un punto donde podía vigilar el acceso a la casa del chico. Lo vio salir y alejarse por las calles y no se preocupó. Llevaba puesta su chaqueta roja y el localizador le diría exactamente dónde encontrarlo. Esperó a que Facundo estuviera lejos y entonces bajó del vehículo y golpeó la puerta de la casa. Tuvo que golpear varias veces para que la mujer abriera
-. ¿Qué quieres? No tengo tiempo ahora
Briguite le habló a gritos. Claramente estaba apurada. Detrás de ella, Leandro vio una maleta vieja y un par de bolsos. Suficientes para contener la mercancía. Levantó la mano y mostró su placa
-. ¿Briguite Ramos?
Ella se asustó. Tontamente, intentó cerrarle la puerta en la cara, pero Leandro fue más rápido.
-. Podemos hablar aquí o en la estación
-. ¡Yo no he hecho nada malo!!!
-. ¿Va de viaje? – preguntó el detective guardando su placa- ¿Qué contienen esos bolsos?
-. ¿Por qué?!! ¿Ahora es un delito viajar?
-. Viajar no. Transportar drogas sí.
La cara de la mujer se deformó…
Lograr que Briguite se marchara lo había demorado más de lo planeado. La mujer era difícil de convencer; quería ganancias a toda costa.
-. Te mataran sin pensarlo si saben que robaste la mercancía. Y tu hijo correrá la misma suerte
-. Pero el pecoso dijo que…
A Leandro lo enojó que a la mujer no le preocupara la suerte de Facundo
-. Al pecoso también van a matarlo. Mejor lárgate de prisa
-. ¡No tengo dinero!!! – gritó ella histérica viendo como todo se le escapaba de las manos
-. Suficiente con lo que te dio el vecino
El miedo ganó a la codicia. Briguite apreciaba más su vida que el dinero. Lo único que se había llevado había sido la amenaza del detective y el anticipo que había recibido de Tomás. Se marchó con la misma maleta, aunque sin la mercancía.
Leandro esperó hasta que partiera el bus en que la dejó instalada con la cara larga y un destino lejano. Estaba seguro de que era más seguro meter a la mujer en prisión… pero… no podía evitar pensar que era la madre de Facundo y él lo había escuchado mendigar su amor con desesperación. No estaba seguro de que respuesta obtendría de Facundo si le decía que su madre estaba presa. Tampoco sabía en qué momento el chico le había comenzado a importar a tal punto. Estaba arriesgándolo todo por él.
Cuando por fin regresó al vehículo, siguió la señal que transmitía el localizador. Cuando escuchó lo que estaba sucediendo y el peligro que amenazaba a Facundo, Leandro utilizó la sirena por primera vez y pasó semáforos en rojo, acelerando con impaciencia.
No se molestó en golpear la puerta ni en esperar. Derribó todo lo que encontró a su paso hasta llegar a la escena caótica que había montado Tomás. Suspiró aliviado al ver que no había alcanzado a consumar los hechos, aunque ver el cuerpo golpeado de Facundo lo enfureció.
-. Policía – gritó apuntando con su arma…. Deseando disparar
El ruido había alertado a Tomás, pero el pelirrojo seguía estando bajo los efectos de alguna droga poderosa… era como una maquina demoledora incapaz de detenerse. Se abalanzó contra Leandro tal cual estaba… cierre abierto, pantalones abajo, presas al aire y descontrol total. Bastaron un par de golpes certeros para derribarlo. Los demás fueron en venganza por haber golpeado a Facundo, por intentar abusar de él, por traicionar su confianza, por planear su muerte, por no ser el amigo que el chico merecía, por asustarlo, por malo, por idiota y el último golpe fue porque el pecoso le parecía feo.
-. Vas a tener mucho tiempo para arrepentirte de lo que hiciste
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Tomás había quedado detenido. Había pruebas suficientes para que pasara largo tiempo en la cárcel. El problema mayor era que esas mismas pruebas podrían acabar con la libertad de Facundo… Leandro tenía trabajo urgente que hacer… compartir la información con el capitán, detener a los verdaderos cabecillas y, lo más importante, salvar a Facundo.
Volvió a asomarse por la puerta de su habitación. Necesitaba que el chico despertara… tenían que hablar seriamente … ¡Dios! ¡Había recibido tantos golpes!… tenía la cara llena de manchones morados, los labios con cortes… esos preciosos labios…
En ese momento, Facundo movió apenas la cabeza y balbuceó algo sin sentido, comenzando a despertar. Leandro se acercó de inmediato. Por primera vez se miraron directamente
-. Hola – saludó Leandro con voz suave, exhibiendo la más cálida expresión en su rostro
Facundo lo miró y luego movió los ojos de prisa por la habitación… Estaba desorientado y confundido. Sin embargo, luego de mirar quietamente a Leandro por unos segundos, le dijo
-. Te conozco…
El detective sonrió satisfecho. Se acordaba de él
-. ¿Cómo te sientes?
Entonces, Facundo pareció recordar lo que había pasado y los golpes recibidos. Su instinto fue rápido. Con un movimiento brusco trató de levantarse de la cama. Estaba vestido con su ropa interior y una camisa desconocida que le quedaba grande.
-. ¿Quién eres? ¿dónde estoy? – preguntó desconfiado, afirmándose contra la pared. Estaba adolorido y apenas se sostenía de pie
Leandro quiso ayudarlo, pero la mirada del chico lo detuvo.
-. Estas en mi casa.
-. ¿Por qué?
Facundo quiso avanzar hacia la puerta, pero el dolor fue devastador y cayó resbalando por la pared.
-. No te muevas, por favor. Recibiste muchos golpes y no he podido revisarte. No sé si tienes alguna fractura.
Lo levantó con cuidado y lo devolvió a la cama sin que él se resistiera. Ahora venía la parte difícil. Leandro hizo uso de todo lo que había estudiado, aprendido y su carisma para confesar la verdad.
-. Voy a responder tus preguntas, pero antes ¿me dejas revisarte?
Facundo no respondió sin embargo cuando las manos de Leandro comenzaron por revisar sus tobillos, no protestó ni se alejó.
-. Mi nombre es Leandro – dijo asegurándose que los huesos de las piernas no estuvieran dañados – Soy policía
Sintió los músculos tensarse bajo su mano
-. Tomás está detenido en un lugar seguro. No volverá a acercarse a ti jamás.
Facundo lo miraba en silencio. Seguía en estado de alerta, pero lo dejaba hablar
-. Te prepararon una trampa. Pensaban vender tu mercancía, quedarse con el dinero y… ya sabes, Tomás quería abusar de ti
Había involucrado a la madre en la conversación
-. ¿Cómo sabes todo eso?
-. Es mi trabajo. Soy detective de la policía
-. ¿Me estabas vigilando?
-. Es una operación para detener el tráfico de drogas
Luego de un tenso silencio, los músculos de Facundo se relajaron… como si se hubiera dado por vencido y entendiera que estaba todo perdido
-. ¿Estoy detenido? ¿Voy a ir a la cárcel?
Leandro revisaba con delicadeza las costillas de Facundo. Le parecía irreal la conversación y más que nada, estar tocando el cuerpo del chico… en su cama… en la pieza donde tanto lo había pensado…
-. Eso depende de ti
Mi carrera también depende de ti… ¡Cielos! Casi toda mi vida depende de ti en este momento…
-. No entiendo
-. Mueve el cuello por favor…
Facundo obedeció y Leandro lo sostuvo para confirmar que no había nada roto. Solo golpes violentos, dolor y el rostro de Facundo mirándolo con curiosidad
-. Creo que no tienes nada roto, pero más tarde iremos para que te revise un médico
-. Dije que no entiendo – repitió Facundo
Leandro ocultó una sonrisa. Le agradaba que, a pesar de las circunstancias desfavorables, el chico no perdiera la garra
-. Si decides cooperar conmigo y ayudarme a llegar a la cabeza de la banda de traficantes, no irás a la cárcel.
Silencio… se miraban fijamente en silencio. Facundo fue el primero en bajar los ojos
-. ¿Quieres que sea tu soplón?
-. Informante. Tú me entregas información y yo te ofrezco protección
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Facundo echó la cabeza hacia atrás hasta quedar reposando sobre la cama. Estaba claro que los golpes recibidos y el dolor que sentía no le dejaban posibilidad de escapar de allí… tampoco estaba seguro de querer escapar… ¿Adónde iba a ir a esconderse? ¿Y cómo? Su mamá le había robado la mercancía… lo estarían buscando de todos lados… aaahhhh… Necesitaba pensar un momento… con tranquilidad. Cerró los ojos para no ver la mirada de Leandro. Había algo en ese hombre que no le permitía pensar con claridad… lo envolvía con los ojos, con las palabras, con la forma de hablarle… como si lo hipnotizara… Volvió en su mente al día en que lo vio por primera vez… recordó haber pensado que podía ser un policía, su instinto se lo había advertido y él no había hecho caso. Ahora estaba en un lío enorme… ¿Volverse un soplón? ¡No! Él no quería vivir con miedo en las calles… necesitaba el dinero del trabajo… ¡rayos! ya no tendría trabajo ¿cómo iba a vivir?… ¿Dónde iba a vivir?… ¿Con quién? Su madre… entonces, su mente se fue esclareciendo… los pensamientos tomaron un orden más real. Líquido caliente se acumuló en sus ojos cerrados
-. ¿Qué pasó con mi mamá? – preguntó sin atreverse a abrir los ojos para que no lo viera llorar
-. Se fue de viaje
La respuesta lo hizo abrir los ojos de golpe y mirar a Leandro asustado
-. ¡No! No pienses mal. Se fue de viaje de verdad. En un bus. Va camino a otra ciudad y no va a volver.
Así es que ella se había ido después de engañarlo y robarle. Su mamá no lo quería ni le importaba. Tampoco había abuela… ni amigo
-. ¿Y Tomás?
-. Va a ir a la cárcel
Estaba solo en el mundo…
-. ¿Por qué no me llevaste detenido?
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Aaahh… Leandro pensó que esa era una pregunta tan fácil de responder, pero tan difícil de explicar. Las lágrimas de Facundo lo habían desarmado… nunca antes había sentido la necesidad imperiosa de abrazar a alguien y fundirse con esa persona hasta quitarle el dolor. Casi popía sentir la tristeza de Facundo. Se sujetó firmemente de la cama donde estaba sentado.
-. Te estoy ofreciendo una buena opción, Facundo.
-. Sabes mi nombre – dijo él
Sé casi todo sobre ti… y lo que no sé, quiero aprenderlo… quiero conocer tu olor, la forma en que inclinas la cabeza cuando ríes, ver tus labios de cerca cuando hablas… saber para qué lado de la cama duermes y como respiras cuando estas quieto… o agitado… quiero saber cómo sería… ¡Rayos!! No ahora.
-. Sé muchas cosas sobre ti y la banda para la que trabajas. Estas rodeado de gente peligrosa.
Leandro intentaba entregarle honestidad y seguridad. Conocía el rostro de Facundo y podía leer sus miedos y preocupaciones. ¡Dios!! Quería ser cuidadoso y convencerlo. Medía cada palabra al hablar. Por nada del mundo deseaba una confrontación con él
-. ¿Qué me va a pasar?
-. Ya te dije. Si cooperas conmigo yo me encargaré de protegerte
-. ¿No iré a la cárcel?
-. No
La mirada de Facundo cambió lentamente.
-. ¿No me van a encontrar si los delato?
Leandro sintió que el peso de sus hombros desaparecía. La pregunta en sí era una aceptación
-. ¿Quién te va a buscar si están en la cárcel?
Y esa era la respuesta.
.