Giovanni 1

Capítulo 1. Desde el Café

 

El papa de mi amigo tenía un pequeño café dentro del recinto de un supermercado. La puerta y vitrina del local daban directamente a las cajas del supermercado y ahí es donde él se sentaba cada día y atendía a cientos de personas que pasaban por la caja numero 7. Siempre era atento, pero nunca sonreía mucho. Había algo de melancolía en su rostro hermoso, en serio, era hermoso. Un tipo masculino, alto,  delgado pero musculoso, con ojos oscuros grandes, tez morena perfecta enmarcada por un pelo castaño oscuro liso que cuando estaba un poco largo le caía sobre los ojos,  se lo apartaba constantemente de un manotazo. Supuse que tendría unos 22 años.

Yo acostumbrar visitar a mi amigo en las tardes, cuando su papá lo dejaba a cargo de la tienda. A veces, pasaba horas mirándolo desde el anonimato que me brindaba la vitrina hasta que aprendí a conocer sus estados de ánimo, su gentileza y sus escasas sonrisas que me alegraban y a ver la tristeza que a veces lo embargaba.

– No se que tanto te gusta mirar a la gente 

Mi amigo me molestaba. Jamás le había dicho que estaba fascinado y algo obsesionado con el cajero de la caja 7.

– mmhh es entretenido, cada uno debe tener una historia diferente.. es divertido imaginar cual es.

– si claro. 

A veces inventaba cuentos respecto de  esas personas desconocidas que siempre tenían giros inesperados y divertidos. Pablo se reía siempre de mis historias y le gustaba que se las contaras.

– a ver, esa niña que va ahí…

Generalmente me señalaba a las chicas bonitas y yo le inventaba rápidamente una historia cursi y los dos terminábamos riendo.

Pablo es un buen amigo aunque nos conocemos solo hace dos años. Él y yo asistíamos regularmente a la escuela nocturna. Éramos un par de chicos problema, ambos habíamos repetido cursos, no nos gustaba estudiar y nuestras habilidades estaban orientadas hacia otras actividades no relacionadas con lo que nuestros padres esperaban. En mi caso, me gustaba todo lo relacionado con la música, tocar instrumentos, bailar, pero lo que más me gustaba en el mundo era escribir cuentos, historias, poemas, etc. Llevaba a un cuaderno todo lo que amaba y atormentaba mi mente, y a los 17 años era mucho.  Mi madre y  hermana esperaban que yo fuera “el hombre de la casa” y me hiciera responsable de sus necesidades, pero yo no tenía el menor interés en ello, por lo que la escuela nocturna era, por ahora, mi única posibilidad. Ambos estudiábamos segundo año. También  era importante para mi todo lo relacionado con la estética, el vestuario y la presentación personal. Siempre me preocupaba de mi vestuario en forma especial y en general todo me queda muy bien dado mi aspecto. No soy muy alto, 1,74, muy delgado, ojos de un verde intenso al igual que mi  hermana y mi mamá. Pero mi mejor atributo, creo, es mi pelo, lo mantengo largo hasta bajo los hombros y cambio constantemente de color. En estos momentos estoy pasando por una etapa gótico medieval; visto entero de negro con un cinturón con muchas tachas, brazaletes de cuero y tachas metálicas, botines negros a media pierna y el pelo intensamente oscuro, mis ojos están  levemente delineados con  líneas negras y cuando me miro al espejo… me gusto a mi mismo.

El cajero tiene una etiqueta con su nombre y una foto al costado izquierdo de su pecho, dice “Francisco”.   Hoy no me he aguantado las ganas de escuchar su voz nuevamente. Llevo más de tres meses observándolo y él nunca se ha percatado de mi existencia. He pasado por su caja muchas veces pero soy sólo un cliente más. Entro al supermercado, elijo un par de cosas cualquiera y me pongo a esperar en la línea de su caja. Debido a mi aspecto la mayoría de las personas me miran pero ya estoy acostumbrado y francamente no me importa. Hay una señora mayor delante mío con un carrito en el que lleva pocas cosas. Francisco la saluda atento. Escucho su voz, es grave, profunda. Me siento estúpido pero mis ganas pueden más y permanezco esperando a que la Sra. termine de pasar sus cosas. Mientras tanto observo sus manos, son grandes, hermosas, dedos largos y mi imaginación empieza a volar.

-.  hola – me saluda

-. Hola

-. ¿sólo esto? – pregunta indicando las dos estupideces que he cogido de las gavetas

-. Si. ¿Cuánto es? 

-.  Son… $12.25 

Le paso el dinero y mi mano roza la suya. Lo miro directo sin poder evitarlo. Francisco me devuelve la mirada. Por un segundo creo ver algo en sus ojos… ¿interés? pero desaparece de inmediato. Pone mis cosas en un bolsa y me las entrega

Gracias por comprar con nosotros – me repite la letanía que todos los cajeros deben decir

– Chao Francisco – no puedo evitarlo

– Chao Giovanni – me dice.

La sorpresa me deja sin movimiento. Me vuelvo a mirarlo, pero ya se ha dado vuelta intencionalmente y esta atendiendo a otra persona. No me vuelve a mirar.  Me alejo despacio boquiabierto y entro al café de Pablo en total desconcierto. Me echo a reír de felicidad en cuanto cruzo la puerta del café.

– Que pasa? – Pablo deja de lado las cuentas y me mira

– Es que…nada, nada especial 

Pero si!!! Todo especial. Sabe mi nombre.. cómo, por qué? Sonrío como estúpido y me pongo de inmediato a pensar cómo voy a conocer a Francisco. Mi imaginación deriva rápidamente más allá de un simple apretón de manos.

Capítulo 2. La espera

Tenemos clases de 6 de la tarde a las 10 de la noche, de lunes a viernes. El supermercado cierra a las 10 de la noche así es que hoy finjo un dolor de cabeza muy fuerte y salgo de la escuela una hora antes. Estoy de pie en la calle frente al supermercado y no se que hacer. Como siempre, he actuado siguiendo solo mi instinto sin pensar mucho ¿esperarlo cuando salga?… ¿entrar e invitarlo a salir?.. ¿Quedarme de pie esperando que me vea y se acerque?. Dios!, creo que no me había sentido tan nervioso nunca. Es cierto, soy gay desde siempre pero nunca he tenido un novio o pareja, solo algunos escasos besos y caricias casuales. Nunca nadie me interesó como Francisco. Opto por esperar a verlo salir y en ese momento decidiré que hacer. Miro el reloj constantemente. Ya son las 10 y las puertas principales se cierran. Pasan 5…..10 minutos y ningún empleado sale del lugar. Entonces caigo en la cuenta de que los empleados han de salir por una puerta posterior. Que estúpido. Corro hacía la puerta posterior y mientras avanzo veo grupos de empleados que ya circulan por la calle… de seguro Francisco ya se fue. Me detengo sin aliento y miro hacia todos lados. Detrás de mi, al otro lado de la calle en un área poco iluminada esta Francisco solo. No va a ninguna parte y me esta mirando fijamente. Cruzo la calle y me acerco. Estoy muy asustado y temo equivocarme, tal vez espera a otra persona, talvez me equivoco.

– hola – lo saludo. Francisco no sonríe

– hola – me contesta.

Ninguno de los dos hace ademán de extender la mano para estrecharla.

– ¿Vives cerca? – me pregunta

Ambos comenzamos a caminar hacia el lado contrario por donde se han ido la mayoría de sus colegas, hacia el lado menos iluminado de la calle.

– Mas o menos. Unas 15 cuadras 

Lo sigo cuando dobla en la esquina. No sé donde vamos ni sé que pasa pero me siento feliz.

– ¿Quieres un trago? – me pregunta sin mirarme

Me gustaría mucho tomarme unos cuanto, pero soy menor de edad y como tengo cara de 12 años siempre tengo problemas. Me mira y parece entenderlo

– ¿Ni siquiera 18? – sube las cejas en gesto de asombro

– 17 – contesto

– Bueno, un jugo entonces 

Caminamos un poco más y nos detenemos frente a un pequeño café, el abre la puerta y entra. Yo lo sigo. Hay unas mesas desocupadas en el fondo y hacia allá se dirige. Me siento frente a él. Estoy nervioso, asombrado. Quiero pedir una explicación pero no se como hacerlo. El mozo se acerca y Francisco pide una cerveza y una bebida. Yo me río burlón. Francisco no dice nada. Me armo de valentía y pregunto.

– ¿Estabas esperándome? 

Me hubiera gustado que la voz me saliera más firme

– Te vi desde la caja parado afuera más de media hora… ¿estabas tú esperándome?

Siento que me hundo en el asiento

– Yo  no sé, algo así

El mozo me salva al aparecer con el pedido.

– ¿Qué haces Giovanni?. ¿estudias? 

– Si… ¿Cómo sabes mi nombre? 

No aguanto la curiosidad

– Lo escuche en el café de tu amigo – me lanza así sin más – Pasas muchas horas en ese café – continúa hablándome

– Si… es mi mejor amigo, lo acompaño

 ¿por qué escuchaste  mi nombre?¿como sabes que paso tantas horas ahí? ¿te has fijado en mi también? 

– ¿A quién le escuchaste mi nombre?

Francisco no me responde, levanta su cerveza y bebe un par de tragos sin dejar de mirarme.

-¿Qué curso estudias? 

– Segundo año – me mira con curiosidad –escuela vespertina– digo por toda respuesta

– Ya veo… y ¿que te gusta hacer, Giovanni? Además de vestirte y arreglarte así – señala mi ropa

– ¿Así como? – me río, nervioso.

Sé perfectamente como  luzco pero quiero escuchar su opinión más claramente… me aprueba o le desagrado?

– Así como te viste… provocativo, diferente, ¿eres un rebelde sin causa? –

Me río, le gusta mi forma de vestir.  – no lo sé – siento que esta coqueteando conmigo pero no sé bien que terreno estamos pisando. – me gusta el arte, la música… toco guitarra, piano y …

– Un artista –  no es una pregunta sino una afirmación. Quiero saber más de él.

– ¿Y tú?, ¿Qué más haces aparte de trabajar en el super? –

– Bueno, tengo dos trabajos,  así es que no me queda mucho tiempo para hacer nada más. Básicamente trabajo, como y duermo– eso explica la ausencia de sonrisa en su rostro. Lo dice de forma tan triste que siento ganas de levantarme y abrazarlo, consolarlo, pero no lo hago.

– ¿Para qué tanto trabajo?

– Estoy juntando dinero – suena decidido y enojado a la vez

– ¿para qué? – siento mucha curiosidad

Nuevamente no me contesta y me siento torpe. Pero me mira intensamente. Termina su cerveza, yo termino lo mío y nos ponemos de pie. Deja dinero sobre la mesa.

La noche de Septiembre se ha vuelto helada.

– Algún día te voy a contar – me dice misterioso afuera, en la calle.

 ¿es una promesa de otra cita?

– ¿Dónde vives? – pregunto esperanzado.

No quiero dar esto por terminado. Cada minuto que paso con él me interesa más y más.

– Vivo aquí cerca

Me indica con la mano un edificio de apartamentos en la calle siguiente.

– ¿Te acompaño? – pregunto descaradamente.

Francisco duda. Mira a todos lados como si buscara algo, finalmente…

– No. Hoy no niño. Otro día tal vez.

Y sin más palabras se aleja. Me quedo allí parado esperando despertar y con más dudas sobre él de las que tenía antes.

Capítulo 3. Clases de Biología

Al día siguiente me cuestiono mucho si ir o no a acompañar a Pablo en la tarde.  Pienso que Francisco se ha dado cuenta de todo el tiempo que lo he espiado pero no entiendo cómo. Tuve por minutos la sensación de que le atraía pero luego tuve también la sensación de que le molestaba contarme sus cosas y estar conmigo.  Nuevamente me gana la curiosidad y voy donde Pablo. Esta vez no busco a Francisco con la mirada sino que paso derecho al café y ya una vez adentro, seguro detrás de la vitrina intento localizarlo.  Ahí esta, como siempre, en la caja 7. Me gustaría saber a quien le preguntó en el café y que otra información sobre mi obtuvo pero no digo ni una sola palabra.

-¡Hey!, te digo que tenemos prueba en la noche ¿estudiaste?

Pablo está con el libro abierto apoyado en la caja registradora y estudia biología entre cliente y cliente.  Sus padres lo tienen amenazado de muerte para que apruebe todas sus clases. No, ni siquiera había recordado que tenía prueba. Mi atención queda dividida entre la biología y las cajas del supermercado. De alguna manera sé que él sabe que estoy aquí observándolo. Pero no mira hacia acá ni una sola vez.

El test de biología fue un desastre. Realmente no sabía nada y además mi mente seguía pegada en Francisco, en su forma de caminar, de mover sus piernas largas, en su pelo liso, en las manos de dedos largos y ágiles que contaban el dinero, envolvían la mercadería, sujetaban el vaso y quitaban el mechón rebelde de pelo que le caía sobre los ojos. Entregué la prueba 8 minutos antes de las 10 y rápidamente, casi corriendo, me fui hasta la puerta posterior del supermercado. Eran las 10:12 cuando llegué. Ahí estaba. Reclinado contra la pared en la misma parte sombría del día anterior. Me acerqué jadeando cansado de tanto correr y asombrado de verlo

– Sabía  – dijo – no tenías que correr tanto – empezamos a caminar lentamente por el mismo camino del día anterior

– Salgo de clases a las 10 – dije por toda explicación

– Te habría esperado 

 ¿a mi?, me esperarías tu a mi?

 No tenía claro si podía preguntar ni si me iba a gustar la respuesta… aunque tal como se desarrollaban las cosas probablemente no me respondería.

– ¿Por qué? –

– Mmmhhh no se… no tengo amigos ni nadie con quien hablar en esta ciudad, tu al menos eres simpático 

Supongo que sus palabras eran sinceras pero me causaron desilusión. Quería ser más que solo simpático.

– ¿Cómo te fue hoy?-  Me preguntó

Le conté respecto de la prueba fallida, le conté respecto de mi relación con el colegio y lo mal que me iba,  de los cursos repetidos, los colegios por los que había transitado, la desilusión que causaba a mi mamá, de las cosas que me gustaban y las que no, le conté toda mi vida resumida en las 3 cuadras  y 10 minutos que nos tomó llegar a la puerta de su edificio. Nos detuvimos. No sabía que decir. Quería que me invitara a subir a su departamento pero a la vez sentía terror de que efectivamente lo hiciera.

– Puedo ayudarte, si quieres – lo miré extrañado – con lo de las clases… yo era buen estudiante, puedo explicarte las materias 

Literalmente sentí mariposas volar en el estómago y en la garganta. Tenía ganas de gritar y saltar y …besarlo, ¡Dios! Tuve que hacer un gran esfuerzo para no saltar sobre su cuello, abrazarlo con fuerzas y besarlo. De pronto..

– Pero ¿a qué hora? – desilusión  en mi voz – siempre estas trabajando

– No, no siempre. Tengo libres los sábados en la noche y las tardes de los domingos, a veces el domingo completo –

– ¿En serio me enseñarías en tus pocas horas libres?– mi voz sonó muy ansiosa pero así era como me sentía

– ¿Por qué no?- se encogió de hombros–  Mejor pasar el tiempo haciendo algo útil que mirando las paredes del departamento 

Quedamos en juntarnos el sábado siguiente después de las 8. A esa hora terminaba su turno el sábado. Ya no me importaba si no me invitaba a subir ahora… faltaban dos días para el sábado y entonces si iba a estar con él, en su departamento. Nos despedimos nuevamente sin darnos las manos ni ningún tipo de contacto. De camino a mi casa sentía que flotaba, que caminaba en el aire. Me subí a una micro sólo para llegar más rápido. Quería estar a solas en mi cuarto para pensar en él. Tenía muchas preguntas que hacerle, quería saber para qué juntaba dinero, por qué siempre estaba triste y porqué no tenía amigos, de donde era, por que vivía solo, quería saber todo sobre él . Pero más que nada quería cerrar los ojos y dibujar en el aire sus hermosas facciones de varón, repetir en cámara lenta sus movimientos… ¿Qué olor tienes Francisco?, sentí que me excitaba de sólo pensar en estar cerca de él y poder sentir su olor.

-¡Mierda! – dije entre sonrisas – voy a tener problemas serios el sábado.

Los dos días que faltaban para el sábado pasaron muy lentos. Fui con Pablo al café pero no volví a esperar a Francisco en la salida del supermercado. Sentí que ya teníamos una especie de cita y no debía acosarlo. Sin embargo el sábado en la mañana me desperté lleno de dudas, como no lo había vuelto a ver mas que desde la vitrina del café necesitaba una confirmación de que la “cita” para estudiar aún estaba en pie. Me duche rápido y me demoré mucho rato en elegir que vestir. Mi mamá quedo sorprendida, tomé desayuno con ella y le dedique tiempo para conversar. Le pregunté si necesitaba algo del supermercado. Me reí mucho de su cara de sorpresa y me entregó una pequeña lista de cosas que necesitábamos.  Salí de la casa cerca de las 12. Normalmente abro los ojos alrededor de las 2 de la tarde, pero ahora eran las 12:20 y yo estaba entrando al supermercado. Tome un carrito, recorrí los pasillos y luego de unos 15 minutos ya tenía todo lo que necesitaba. Me dirigí directo a la caja de Francisco. Había dos personas antes que yo. En cuanto llegue a la fila me vio. Me miró unos segundos más de lo normal pero no sonrió ni me saludo. A pesar del horrible uniforme del supermercado se veía terriblemente atractivo.  Cuando tocó mi turno no dije nada, pasé las cosas que el tomó y paso por el lector de códigos sin mirarme; entonces me di cuenta que estábamos librando una pequeña batalla, yo tomaba las cosas y se las entregaba en silencio pero ni mis manos rozaban las suyas ni las de él las mías. Esperaba con paciencia a que yo soltara lo que sostenía y solo entonces lo tomaba. Cuando quedaba el último tarro en mi carro, lo deje frente a él sin sacar mi mano que cubría casi por completo la parte superior.  Esperó tranquilo, pero yo no moví mi mano. Los segundos pasaron y la tensión creció entre los dos. Francisco se movió en su asiento, tomo el lector de códigos y lo acercó al tarro.

– Son $125 – me dijo sonriendo con autosuficiencia…

¡Dios! Había conseguido que se riera. Me reí yo también soltando el bendito tarro. Me había ganado la batalla pero yo estaba demasiado feliz por haberlo hecho sonreír. Su sonrisa era hermosa. Le iluminaba todo el rostro. Le pasé el dinero y sentí entonces la urgencia de decirle algo respecto a la “cita” de las ocho, pero no fue necesario.

– Departamento 908. No te olvides de llevar tus libros y cuadernos –

– No, no lo olvidaré – conteste aun con la sonrisa pegada.

Cuando llegué de vuelta a mi casa me fui derecho a mi dormitorio a estudiar. No quería parecerle un completo idiota en la noche así es que traté de aprender lo que más pude. Mi mamá entro una hora después y nuevamente se sorprendió al encontrarme estudiando. Me dio un abrazo fuerte que yo le devolví con ganas. Hacía mucho tiempo que mi mamá estaba enojada conmigo y echaba de menos su cariño.

Luego del almuerzo, dormí un rato, mire televisión, estudié otro poco y cerca de las 7 estaba en un completo estado de nerviosismo y mal genio. Me duche largo rato pero nada de lo que había en mi closet (y era mucho) me gustaba o era adecuado para la ocasión… todo me quedaba mal hoy día.

Finalmente elegí unos jeans negro, muy ajustado, zapatillas idem, una camiseta blanca sin mangas llena de tachas y una chaqueta de cuero negra con un enorme estampado en la espalda.  Me colgué un par de cruces en el cuello, dos aros pequeños en una oreja y mis infaltables brazaletes en los brazos. Con la poca paciencia que me quedaba pase el lápiz alrededor de mis ojos y deje mi pelo largo caer desordenado sobre los hombros. Puse los libros en mi mochila y partí. No sabía si realmente los iba a ocupar esta noche.

Capítulo 4. EL color de tu pelo

Toque el timbre del 908 a las 8:25. Supuse que 25 minutos le habrían dado tiempo de llegar a su casa. Abrió la puerta de inmediato y se hizo a un lado para que entrara. Se había duchado recién. Tenía puestos unos jeans deslavados. Aun no había terminado de abotonarse la camisa celeste. Pude ver los músculos de su pecho y su estómago. Su pelo castaño estaba mojado, tenía los pies descalzos y era el espectáculo más delicioso que había visto en mi vida… me quede pegado en el piso… cero posibilidad de movimiento. Me acordé de respirar cuando ya no me quedaba más aire. Francisco me miro aún frente a  la puerta abierta y me regaló otra de sus sonrisas

– ¡Ya entra de una vez! – dijo mientras terminaba de abotonarse privándome del maravilloso espectáculo. Estoy seguro que sonreía porque sabía exactamente lo que pasaba por mi cabeza.

El departamento era pequeño, un dormitorio y una sala que hacía las veces de living y comedor, un baño y una cocina, Tenía muy pocos muebles pero lo poco que había era de muy buen gusto. Me indicó una mesa redonda con cuatro sillas. Me senté en una.  Apagó el televisor, fue hasta la cocina y sirvió dos vasos de jugo. Luego se sentó a mi lado.

– ¿Trajiste tus libros? – ni una palabra de lo que había pasado en la mañana

– Sip! – abrí la mochila y deje los libros sobre la mesa. Entonces si los íbamos a ocupar. Me alegré de haber repasado algo durante el día.

– ¿Qué es lo que más te cuesta?

– Mmmmhhh, en este momento, biología 

– Bueno. Déjame ver que estas pasando

Su atención se centró en mi libro de biología y por primera vez vi al maldito libro de otra manera… entre los dedos de Francisco hasta parecía sexy. La forma en que lo sujetaba… sus manos y brazos. Me reí de mis propios pensamientos idiotas.  Una vez que Francisco vio que materia estaba estudiando comenzó, libro en mano,  a explicarme de forma tan fácil y simple que me sentí estúpido por no haberla entendido a la primera. Francisco se concentró totalmente en lo que estaba haciendo y no se daba cuenta de lo sexy que se veía tan serio y enfocado… me sentí feliz de tener la ocasión de mirarlo a mi antojo, sin miedo a que me descubriera. Tenía que mirarlo para entender sus explicaciones. Me estaba costando trabajo poder concentrarme en lo que decía, en no perderme en su mirada, en no seguir sus manos con mi vista, pero hice un esfuerzo porque no quería parecerle estúpido.

Al cabo de una hora, habíamos avanzado por casi toda la materia y yo había entendido todo. Francisco cerró el libro, se estiro cansado poniéndose de pie. Pensé que debía estar muy cansado y que debía irme para dejarlo tranquilo, aunque no tenia ganas. Recogí mis libros de vuelta en la mochila. Francisco volvió de la cocina con dos vasos y una botella de licor. Sirvió ambos vasos y me extendió uno. Su mano cubría totalmente el vaso. Para poder tomarlo necesariamente debía tocarlo. Lo miré. Sonreía con autosuficiencia. ¡Lo estaba haciendo a propósito!!.  Me puse de pie y me acerqué frente a él. Levante mi mano y cubrí casi completamente su mano alrededor del vaso. Nos quedamos así, mirándonos. Sentí el calor del contacto recorrer mi mano, subir por el brazo y extender un reguero de calor por todo mi cuerpo. Estaba excitado nuevamente. El calor llegó hasta mi cara y supe que estaba rojo por completo

– Te ves lindo cuando te sonrojas – dijo al tiempo que retiraba su mano y se iba a sentar. 

 Tú te ves lindo siempre  quise gritarle.  Me quedé de pie sin saber qué hacer. Volví a sentarme en la silla de antes y tome un largo sorbo del licor. Francisco estaba de espaldas a mi sentado a un lado del sofá

– ¿Quieres ver una película?

Se giró hacia mi. Sujeté firmemente el vaso entre mis manos. En verdad quería arrojarme en sus brazos

 ¿significaba que no quería que me fuera o solo estaba siendo cortés? Me debatí entre lo que debía hacer y lo que quería hacer.

–  ¿No estás cansado? Si prefieres me voy para que descanses – hice además de ponerme de pie

– ¿Qué películas te gustan?– Una vez más evitaba contestarme

– De acción – respondí automáticamente. Tome otro sorbo. Me estaba relajando un poco y la excitación comenzaba a descender.

– Bueno, veamos que hay en la tele – se paseó entre un par de canales y encontró una película de acción antigua, pero buena. Se volvió nuevamente hacia mi y con la cabeza y los ojos me hizo un gesto para que me sentara a su lado.  ¡Mierda! Esto se estaba poniendo difícil. Me bebí el último sorbo que paso caliente por mi garganta y me volví a llenar el vaso. Me senté a su lado, sin tocarlo, con el vaso en la mano. No era una película del cable sino de la transmisión normal por lo que tenía mucha propaganda. Durante la primera propaganda, le quitó el volumen a la tele.

– ¿De que color es tu pelo real? –

– Castaño 

Levanto su brazo y tomó un mechón de mi pelo y lo acarició despacio. El mundo se detuvo por un instante. No escuche ningún ruido ni nada se movía, ni siquiera mi corazón.

– ¿Qué haces? 

Reconozco que estaba asustado y nervioso pero encantado. Francisco no retiró su mano sino que tomo un poco mas de mi pelo entre sus dedos

– mmmhhh, quería saber cómo se siente 

Ante el desconcierto de Francisco tome un mechón de su cabello, el mechón rebelde que le caía sobre los ojos. Sonrió… nuevamente sonrió. Entonces ya no me contuve más. Lo mire directo a los ojos para que supiera lo que iba a hacer, para que con la vista me diera su permiso y muy despacio quede frente a él, tan cerca que él tenía que saberlo. Cerró los ojos y con la mano que aún tenía en mi cabeza me empujo suavemente hacia él. Nuestros labios se juntaron, primero despacio, sin urgencias, tanteando terreno desconocido. Sentí que no podía controlarme mucho rato. Era simplemente deliciosa la sensación de calor, la suavidad de su labio inferior, el incendio que sentía dentro de mi… lamió mis labios con su lengua y luego buscó que separára mis labios y le permitiera entrar a mi boca. Mis brazos estaban ambos apoyados en el sillón a cada costado de Francisco. Sus brazos me envolvieron completamente en un abrazo.

 Entonces nos llegó la urgencia. Abrí mi boca, nuestras lenguas chocaron y forcejeamos con todo para permitir la entrada. Me deje vencer, le permití que su lengua recorriera por completo mi boca, choque mis dientes contra los suyos, me moví buscándolo con desesperación, sin aliento. Lo abracé sin ninguna restricción y finalmente enterré mi cara en su cuello y absorbí por completo su olor de hombre mientras trataba de tranquilizarme. Me sentí totalmente mareado por aquel aroma. Francisco buscó mi cara con sus manos, me sujeto y volvió a besarme. Un gemido involuntario escapó de mi garganta. Me sentí avergonzado.

– Por fin… – dijo Francisco en mi oído, su aliento caliente me causaba escalofríos de placer

– ¿Por fin qué? – pregunte aún pegado a su cara

– Por fin te escucho gemir. Desde que te vi por primera vez quise escucharte gemir por mi– sus palabras desataron un nuevo beso aún más apasionado. Francisco se apodero de mi boca totalmente, su lengua recorrió cada hueco posible en mi boca y su sabor era simplemente delicioso, succionó mis labios hasta que le supliqué detenerse y ambos nos quedamos sin aliento.

– ¿Desde que me viste por primera vez? – repetí perplejo

–  3 meses atrás 

– Pero.. nunca dijiste nada – protesté débilmente

– Pero te veía todos los días.. como no verte Giovanni – sus manos sostenían mi cara – eres precioso, eres un niño precioso. Me cuesta creer que estas aquí conmigo – sus ojos irradiaban felicidad y creí completamente cada una de sus palabras.

– No soy un niño – protesté.

– Si, eres un niño, eres menor de edad y esto que estamos haciendo es completamente ilegal – su mano lentamente recorría mi espalda por encima de la ropa

– Pero eres tan lindo.-

Yo aun permanecía con la chaqueta puesta y sin dudarlo baje mis brazos y me la quité. Al hacerlo note que tanto el como yo estábamos muy excitado. Podía ver claramente ambos bultos hinchados bajo la tela del pantalón. Volví a besarlo con furia y la reacción de Francisco no se hizo esperar, recorrió mi cuello y mis hombros con su boca, dejando una estela húmeda en cada mordisco, en cada beso, sus manos me sujetaban firmemente a la altura de mis costillas. Le devolví cada uno de sus besos en su cuello y soltándome de su abrazo comencé a abrir los botones de su camisa. Pero entonces lo sentirse tensar cada uno de sus músculos y detenerse su avance.

– ¿Que pasa? – quería más, mucho más, lo quería todo, no quería que se detuviera ahora.

–  Eres un niño aún. Tomémoslo con calma, ¿quieres?

– ¿Un niño? ¿Es broma?

– No. es en serio –

– Eso lo puedo decidir yo solo – no podía creer lo que escuchaba.. se iba a detener ahora???!!! – tu no eres tan mayor tampoco, ¿Qué edad tienes?

– Veintitrés

– Déjame decidirlo yo, después de todo es mi cuerpo y es mi vida, no? –

No me contesto, pero pude sentir que el momento había pasado. Me acaricio el pelo

– No lo decides tu solo… – y él ya había decidido

Me levanté bruscamente, molesto. No sabía que hacer. Quería escapar. No quería que viera mi frustración. Tomé mi chaqueta, mi mochila y me dirigí a la puerta. De un salto se paró delante mío.

– Hey… tranquilo 

– Déjame salir – lo empuje pero no se movió

– Escúchame primero y luego, si aún quieres te puedes ir 

Me quede ahí de pie, sin mirarlo pero dispuesto a escucharlo. Suspiró profundamente y apretó los puños. Supe que le estaba costando mucho hablar

– Tengo un hermano menor, tiene tu misma edad.. yo.. no puedo 

– ¿No puedes o no quieres?.. yo no soy tu hermano 

– Lo sé… no te vayas, por favor…quiero conocerte. Dame un poco de tiempo 

Tiempo… a los 17 años todos los minutos son eternos y quieres todo  de inmediato… tiempo.   Deje caer la mochila y como un niño malcriado me senté en el sofá sin siquiera mirarlo, puse el volumen de la TV, recupere el vaso que había dejado olvidado, bebí y fingí concentrarme en la película. Creo que se estaba riendo, escuchaba el sonido suave de su risa pero no me volví a mirarlo. Francisco se sentó en el otro extremo del sofá y estuvimos en silencio por varios minutos. Sabía que me observaba de reojo pero me abstuve de devolverle las miradas. Me termine el contenido del vaso. La cabeza me daba vueltas con todo lo que había pasado en una sola noche, quería abrazarlo, besarlo, golpearlo y llorar… todo al mismo tiempo. Su mano buscó la mía y dejé que la tomara. Me tranquilicé. Su pulgar masajeaba suavemente mi piel.

– Ven aquí –  Me estire en el sofá y apoyé mi cabeza sobre sus muslos. Me acaricio la cara, el pelo.

– Eres tan lindo Giovanni, no es nada fácil –

– ¿Por qué me invitaste entonces? si te hago sentir mal – Se quedó pensando un instante.

– Me ganaste… cada vez que te veía y te quedabas mirándome, cuando pasabas por la caja, cuando entrabas y salías del café con tu aire de niño malo me decía a mi mismo que eres un mocoso chico y debía dejarte tranquilo, pero me fuiste a buscar y … – dejó la frase sin terminar

– Me gustas mucho Francisco –  por fin me digné mirarlo. Deslizó sus dedos lentos por mi rostro.

– Lo sé … tu… tu me gustas mucho también – ¿titubeos? ¿dudas? – especialmente cuando actúas como diva

– ¿Qué? 

– Vamos… – se reía de mi – todo el montaje de “me voy indignado” y “ no te voy a mirar”… eres una diva, una preciosa diva 

Se doblo hacia mi y me estampó un beso. Quise retenerlo pero rápidamente volvió hacia atrás.

Vimos el resto de la película así, él me acariciaba y estaba pendiente de cada uno de mis movimientos. Yo me deje querer pero lo que en verdad quería era otra cosa. De vez en cuando acariciaba su pierna y seguía el rastro hasta el interior de sus muslos pero entonces su mano tomaba la mía y le estampaba un beso. Poco antes de la medianoche Francisco bostezó un par de veces y entonces recordé lo cansado que debía estar. Me puse de pie

– Ya me voy – tomé mis cosas aunque me hubiera quedado con él toda la noche. Al llegar a la puerta me volví hacia él – ¿puedo volver? – pregunte con un hilillo de voz y la ansiedad al máximo. Sonrió cansado, se acerco y me abrazó muy apretado

– Cuando quieras – me dio otro beso rápido en la boca. – tenemos que seguir estudiando 

Me alegré de tener una razón para volver a su departamento. Sin pensar lo que hacía lo besé yo esta vez. Me entretuve en sus labios, los mordisquee y lo obligué a dejarme entrar en su boca. Era el paraíso. No quería un maldito beso rápido de despedida. Él respondió de igual manera y me empujo contra la puerta aún cerrada, sin separar nuestras bocas. Otro gemido, más grande esta vez, se escapó de mi. Lo sentí gemir a él y entonces entendí lo que causaba. Sus brazos me apretaban en un fuerte abrazo. Mis manos buscaban desesperadas la piel bajo su camisa hasta que la sentí. Estaba caliente y suave, podía tocar sus músculos y sentir como se erizaba al pasar mis dedos. Y entonces todo terminó. Francisco dio un paso atrás y tomo aire en un gran suspiro.

– Te veo mañana

Tomé mis cosas y salí lentamente.

Capítulo 5 – La historia de Francisco.

 

No pude dormir bien y desperté tarde al día siguiente. Luego de ducharme y comer algo quise partir al café de Pablo pero primero tomé un libro y estudié un rato, no quería parecer un completo idiota delante de Francisco. Nuevamente  sorprendí a mi mama. Más tarde me fui al café. Pase despacio frente a la caja 7, el corazón medio un vuelco al verlo tan serio y concentrado en su trabajo. Había algo misterioso en su encantador rostro pero el no dio señal alguna de haber notado mi presencia. Las 6 de la tarde, mi hora de clases, se acercaba rápidamente  y aun no lo había contactado. Me habría bastado una simple mirada, no se, algo. Pero llego el momento de irnos sin haberlo logrado. Pensé en comprar algo solo para poder verlo a los ojos, pero no fui.

Estuve muy distraído y ansioso durante las horas de clases. Solo quería que terminara pronto. Salí disparado a las 10 hacia su departamento. Me abrió la puerta de inmediato y me arroje en sus brazos sin importarme que alguien nos viera..
– Pensé en ti todo el día niño, todo el maldito día – me apretó contra su cuerpo. Nos besamos hambrientos uno del otro hasta quedar sin respiración
– Te vi en el super –
– También te vi –
-no me miraste-
-no –
No podía dejar de abrazarlo y besarlo. Lo sentí suspirar al abrazarme y al buscar sus ojos estaba sonriendo.

– Ven a comer algo– me tiró de la mano. La mesa estaba perfectamente puesta para dos. No había nada cursi como candelabros ni flores pero obviamente había estado cocinando para mi. Me costaba trabajo creer que él se hubiera esforzado por hacer esto para mi. Me emocioné mucho.

Nos sentamos frente a frente en la mesita redonda y comenzamos a comer. A mis 17 años los modales en la mesa no eran un tema que me importara mucho pero me dí cuenta que Francisco tenía una forma de comer perfecta. Entonces me puse a pensar que todo en él parecía perfecto, de buena clase, incluyendo su aspecto.

-¿De dónde eres?

– Santiago

– ¿Por qué estas en esta ciudad?

Noté que mi pregunta lo puso incómodo

– No sé… creo que porque no conozco a nadie aquí

– Eso no tiene sentido, ¿hiciste algo malo?, ¿te estás escondiendo o qué? 

Mi pregunta era para reírme de él, pero su reacción me hizo darme cuenta que había dado en el blanco. Bajó la vista y se quedo observando el plato. Me sentí mal por haber preguntado pero tenía mucha curiosidad por saber más de él.

– Cuéntame – tomé su mano por sobre la mesa

– Eres un mocoso muy curioso 

– Cuéntame – ya no me reía

– Bueno, quiero estar en una ciudad donde pueda empezar limpio, sin que nadie me conozca y me apunte con el dedo, donde mi familia no tenga conocidos y donde tampoco me puedan encontrar tan fácilmente

– ¿Por qué? ¿Qué paso con tu familia?

– Tuvimos problemas

– ¿Por qué eres… ? 

El resto de la pregunta quedo en el aire. No me atreví a pronunciar la palabra.

-¿Gay?, supongo que eso también influyó pero no fue la razón principal. O tal vez si. Giovanni, no quiero hablar del tema

– Pero quiero saber

– No vas a dejar de molestarme hasta que te cuente, ¿verdad?

– Nop

– Eres, eres un niño adorable

– Que no soy un niño

Retiramos todas las cosas de la mesa y nos fuimos al sofá. Él se sentó en el mismo lado que la noche anterior y yo nuevamente me acomodé a lo largo del sofá con mi cabeza sobre él. Hundió sus manos en mi pelo y comenzó a hablar mientras me acariciaba

– Mi familia vive en Santiago, mi papá es un empresario al que le va muy bien. Esta acostumbrado a ordenar y que se le obedezca sin cuestionar. Tengo sólo un hermano menor al que adoro ….él es especial

– ¿Qué tiene de especial?

– El es… sufre de… mi hermano es diferente, es un niño eterno… nació con problemas de retraso . Yo… lo quiero mucho. Él es feliz, no se da cuenta de mucho y vive encerrado en su propio mundo infantil

Los ojos de Francisco estaban llenándose  de lágrimas

– Bueno,  mi papá no tolera la idea de que ambos hijos le hallan salido “fallados”. Creo que podría aguantar mis preferencias sexuales pero no puede tolerar que yo no quiera hacerme cargo de sus negocios. Él quiere, no, él me exige que estudia economía y trabaje con él pero no es la vida que yo quiero, yo quiero ser y hacer algo diferente.

– ¿Qué es lo que quieres?

– Quiero ser actor 

Su voz se llenó de orgullo al pronunciar esa frase, le salió del alma

–. Es lo que tengo dentro

– ¿No hay forma de que puedas hacerle entender.. de que te arregles con tu viejo? 

– No. Se lo he repetido muchas veces pero no me  toma en serio. La última vez que estuve con él tuvimos una pelea y no hablo de una discusión, fue una pelea de puños y golpes

– ¿Con tu papá?, ¿por qué?

Mientras más me contaba más quería saber. Él seguía haciendo un esfuerzo por hablar.

– Yo …, yo tenía un – silencio –  una pareja en Santiago. Habíamos estado juntos varios años 

Ya no quería saber más. Los celos me subieron por todo el cuerpo. Nunca los había sentido antes y no quise saber que había pasado con esa “pareja de varios años”. Me aguanté lo mejor que pude pero no debo haberlo hecho muy bien porqué el me miro y comenzó a reírse bajito sin soltarme

– ¿En serio? ¿celoso? – creo que le gusto hacerme sentir celos

– No, para nada – pero me moría de celos.

– Mi pareja, bueno, mis papás no lo querían pero lo admitían en nuestra casa… por mi. Un día… 

Más silencios. Quise decirle que estaba bien, que no me contara más si tanto le costaba  decirlo pero de alguna manera supe que él necesitaba hablar de este problema. Me mantuve en silencio sin moverme, esperando el resto de la historia.

– Se llamaba Javier. Un día en la tarde estábamos en mi dormitorio y me quedé dormido. Cuando desperté Javier no estaba conmigo. Lo busque y lo encontré cerca de la piscina, él estaba,… Giovanni.. él estaba – su voz se quebró –estaba con mi hermanito… el concha de su madre estaba

– ¿Violó a tu hermano? – pregunté de golpe sintiendo parte de la rabia que él debió haber sentido. Francisco asintió con la cabeza

– Habíamos estado juntos más de dos años y nunca vi la clase de desgraciado que era. Mi papá enfureció, me echaron de la casa… mi hermano… Giovanni.. no lo he vuelto a ver más 

No supe que decir. El dolor que llevaba adentro era inmenso. Quise quitárselo. Lo abracé y compartí sus lágrimas. Esa noche lloramos juntos por primera vez, por ese hermano desconocido para mi que era la causa del dolor de Francisco y también la razón por la cual no me tocaba.

Capítulo 6 – Aprendizaje extra-curricular

A partir de aquella noche nuestra relación se volvió más cercana. Ya no pregunté mas por la tristeza que lo embargaba pues ya conocía la razón. Se volvió una rutina correr de clases a su departamento y comer juntos. Francisco cocinaba cosas simples pero deliciosas. A mi me tocaba lavar y dejar ordenado. Es curioso como nunca había movido un dedo en mi casa para ordenar algo, pero en su departamento me gustaba compartir las tareas con él. Luego de comer nos sentábamos a mirar tele, conversar y casi todos los días dedicábamos un rato a estudiar. Con él todo era fácil y entretenido.  Nos habíamos acostumbrado a besarnos y a abrazarnos pero ahora no me atrevía a intentar tocarlo aunque me moría por sentir su piel en mis manos nuevamente y Francisco no me tocaba más allá de acariciarme el rostro, el pelo y ocasionalmente la espalda. El recuerdo del drama de su hermano me detenía cada vez que lo deseaba y eso sucedía muy a menudo. La frustración me estaba haciendo difícil la vida y andaba de mal humor con todo el resto de la gente.

Pasaron tres semanas y Francisco tuvo que trabajar los fines de semana así es que solo nos veíamos un par de horas en las noches. No sé bien en que momento empecé a cambiar pero me di cuenta que me preocupaba más de mis estudios ahora que entendía mejor y mis notas estaban mejorando además ya no me sentía perdido sin un horizonte… mi mundo se había vuelto él, todo mi ser se sentía completamente doblegado y sometido a lo que Francisco quisiera hacer conmigo, ¿es esto lo que llaman amor?

Como todas las noches, salí corriendo de clases y 10 minutos después tocaba la puerta del departamento 908. Él me abrió de inmediato. Sonreímos al vernos y nos besamos como si no nos hubiéramos visto en mil años. Aun peleábamos en silencio por obtener posesión de la boca del otro pero generalmente lo dejaba ganar. Me encantaba la sensación de su lengua dentro de mi boca hasta que me quedaba sin respiración y con todo el cuerpo excitado, especialmente el bulto que se formaba y presionaba en mis pantalones.

Comimos y nos contamos lo que había sucedido en el día. Francisco se alegró cuando le conté la nota en mi último examen. Luego nos sentamos frente a la tele. Como siempre, mi cabeza reposaba sobre sus muslos y él me acariciaba despacio.

– Niño, este domingo no trabajo. ¿Quieres ir a alguna parte conmigo? – pregunto como si no tuviera importancia alguna.

– Sip, Seguro 

– Bueno, es una cita entonces 

No me importaba donde fuéramos mientras estuviéramos juntos. De pura alegría, me levante de un salto y me  senté a horcajadas sobre sus  piernas, lo bese sonriendo y él respondió de inmediato. Me quedé mirando sus ojos oscuros y tristes, las pestañas oscuras que los rodean, la piel morena lisa de sus mejillas, sus orejas perfectas y comencé a darle pequeños besos por todo el rostro y el cuello. Al llegar a las orejas pasé mi lengua muy despacio por el borde de ellas y se movió inquieto. No hice caso de su movimiento y seguí haciendo lo mismo aún más lentamente. Se quedo tranquilo. Baje por su cuello y él no protestó, lo besaba y mordía con la misma intensidad. Supe que le gustaba por que su respiración se volvió irregular y ya no estaba prestando atención a la tele. Hasta que la camisa me impidió continuar. Decidido, comencé a abrir los botones. Entonces sus manos tomaron las mías.

– Déjame seguir – suplique despacio en su oído – por favor

Soltó mis manos y con impaciencia abrí los botones uno a uno, lo miré largos segundos mientras él tenía los ojos cerrados, los labios apretados y la cabeza hacia atrás. Seguí dejando un rastro de besos, chupones y mordiscos por su pecho. Me entretuve en sus pezones, los chupé hasta que se endurecieron y lo escuché gemir. Seguí bajando muy lentamente. Finalmente llegue al borde de su pantalón. No sé si en ese momento él estaba mas excitado o yo, pero me sentía estallar dentro de los boxers. Automáticamente moví mis caderas en busca de fricción y la encontré directamente en su pene tanto o más duro que el mío. Mis manos se movieron ansiosas en el cinturón que me impedía continuar.

– Giovanni 

Era una voz de advertencia pero por dios que yo no estaba para hacerle caso. Lo necesitaba y lo quería ahora.

Volví a ponerme a la altura de sus ojos y comencé a abrir el cinturón sosteniendo su mirada, absolutamente decidido a que nada me lo impidiera. Solté el cinturón, abrí el cierre de su jeans e inmediatamente sentí el movimiento inquieto de su miembro bajo los boxers.

– Niño, ¿sabes lo que estás haciendo? 

Nuestras miradas seguían ancladas

No, no sabía que estaba haciendo. No lo había hecho nunca antes pero estaba absolutamente seguro de que quería hacerlo. Negué con la cabeza antes de hablar.

– No lo he hecho nunca pero voy a hacértelo ahora – respondí sin titubear

– ¿Nunca? 

Volví a negar con la cabeza. Él dudó un instante y luego pareció tomar una decisión.

– Niño, después de esto no hay vuelta atrás 

– Lo sé y no soy un niño

– Eres MI niño 

Con esas palabras terminó por decidirse y algo cambió en él. Se acercó a besarme y sus manos se movieron hacia el borde inferior de mi camiseta. Con un solo movimiento la subió, levante mis brazos, feliz, para ayudarlo a quitarla. Me miró detenidamente mientras sus manos corrían por mi cuerpo.

– Giovanni

Mi nombre sonaba hermoso pronunciado en su suspiro lleno de excitación. Empezó a trazar un reguero de fuego con su boca y su lengua. Luego con un movimiento brusco me abrazo fuerte, me sostuvo en el aire mientras ambos nos poníamos de pie. Sus manos buscaron el cierre de mis pantalones y lo abrió rápidamente. Yo estaba muy nervioso, excitado y algo asustado. Mientras me quitaba mis pantalones, él hizo lo mismo y nos quedamos completamente desnudo frente a frente. Su cuerpo era precioso. Mis ojos se fueron directos a su pene, perfecto, grueso, glorioso, solo quería tocarlo. Me tomó la mano y ambos desnudos caminamos hasta su pieza,  la cortina abierta y sólo la luz proveniente de la sala contigua. Su mano empujo mi pecho y caí despacio sobre la cama.

– Voy a enseñarte niño

En un solo instante Francisco estaba completamente sobre mi cuerpo, lo sentía morder mi cuello, besarme la boca, succionar mis pezones, lamer mis costillas, todo al mismo tiempo, sus manos estaban en todas parte mientras lentamente avanzaba hacia mis caderas. La sensación era embriagadora. Solo podía gemir y excitarme mas y más a cada instante. De pronto sus dedos estaban en el borde de mi pene. Me tomó con una mano y con el pulgar comenzó suavemente a masajear la punta mientras su otra mano se abría paso entre mis testículos, los apretaba suavemente y continuaba hacia atrás. Levante mis caderas instintivamente, lo quería todo. Sus manos me soltaron y se abrió paso hasta mis rodillas. Las empujo separándolas y se ubico entre mis piernas abiertas.

– Giovanni, mírame – obedecí ciego de pasión. Me quedé apoyado en los codos, con el cubrecama fuertemente apretado en ambas manos. Su lengua fue lo primero que sentí, suave, áspera, caliente, deslizarse a lo largo de mi miembro. Luego tomó mi pene completamente en su boca y comenzó a succionar mientras yo me desmoronaba completamente. Ya no podía aguantar mas, quise advertirle pero él ya se había dado cuenta.  Acabé en menos de un segundo con un largo gemido y en la boca de Francisco. Fue el momento más glorioso de toda mi existencia, temblaba entero y no pude contener las lágrimas que estúpidamente comenzaron a caer de mis ojos.  Me cubrí los ojos con ambas manos. Francisco estaba a mi lado, me abrazo y me levantó las manos

– Esas lágrimas son mías 

 y su lengua capturó cada una de las gotas que escapaban de mis ojos

– ¿Más tranquilo? – me preguntó después de un rato. Asentí con la cabeza. Todavía no podía hablar.

– ¿Te tragaste mi semen? 

– Niño, te podría tragar entero, eres muy rico 

Nos abrazamos desnudos sobre la cama. Entonces sentí su pene duro y excitado contra mi. Estiré mi mano para tomarlo y quise girarme pero el se movió

– Déjame – pedí

– Hoy no. Otro día

– Pero 

– No 

Nuestras respiraciones se tranquilizaron hasta un ritmo normal.

– Francisco 

– mmhhhh?

– Nunca había sentido algo así antes. Fue maravilloso, lo mejor que me ha pasado en mi vida 

Por toda respuesta me abrazó aun más fuerte y suspiró, creo que de satisfacción. El sueño me venció totalmente. Me dormí con una sonrisa de triunfo y placer.

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