Llevo más de media hora revisando el diario en la mesa del comedor. Ya tomé desayuno y constantemente chequeo la puerta abierta de mi dormitorio donde duerme su majestad, el señor presidente del centro de alumnos.
Es excitante verlo dormir en mi cama.
He tenido mucho tiempo, casi toda la noche, para mirarlo a gusto. Aún no logro descubrir que es lo que tanto me atrae de Roberto, es un tipo que respira masculinidad por cada uno de sus poros… no sé que más es, pero a cada instante me parece más atractivo y fascinante.
Roberto habló mucho anoche…estoy seguro que no acostumbra beber así. Tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no aprovecharme de las circunstancias. Ni siquiera me atreví a desvestirlo para meterlo en la cama. Hay algo en él que me mantiene un poco a raya.
Voy a la cocina por mi tercera taza de café y al volver lo veo por fin abrir los ojos. Son cerca de las 9 de la mañana. Me imagino que la situación no va a ser nada fácil y estoy bastante alerta a su reacción. Prefiero quedarme aquí en el comedor y esperar a que salga de la habitación. Supongo que de alguna manera es más fácil hablar acá, en esta sala, que cerca de mi cama.
Lo veo mirar hacia todos lados absolutamente desconcertado. De pronto me ve y la sorpresa le cubre todo el rostro. No me muevo de mi silla. Roberto se levanta despacio de la cama y se lleva las manos a la cabeza. Me imagino que debe dolerle. Camina lento hasta la puerta del dormitorio que conecta con la sala y el comedor y desde allí me observa como si estuviera viendo un fantasma
– Buenos días – le digo
– ¿Dónde estoy? – La voz áspera, la garganta seca. Le sirvo un vaso de jugo y me acerco despacio a entregárselo. Lo toma con desconfianza pero se lo bebe todo de una vez.
– ¿Dónde estoy? – vuelve a preguntar
– Mi departamento – sólo puedo imaginarme lo que está pasando por su mente. Estoy seguro que debe estar totalmente choqueado. Me gustaría tranquilizarlo y decirle que no tenga miedo, pero creo que eso sólo ocasionaría la reacción exactamente opuesta. Me quedo donde estoy.
– ¿Por qué… cómo… qué hago aquí? – Roberto avanzó hasta el asiento más cercano y se dejó caer
– ¿En serio? ¿No recuerdas nada? –
-¿Por qué estoy aquí?– se vuelve a sujetar la cabeza con ambas manos
– Te encontré en el piso de la oficina anoche, estabas totalmente ebrio y te traje aquí
– ¿Tú me trajiste? – su voz denota miedo más que sorpresa
– ¿Algún problema?
– No me acuerdo… ¡pero tú no estabas allí! – las palabras se escapan de su boca antes de que pueda pensarlas.
Sonrío satisfecho
“así es que el muy bastardo sí se había dado cuenta que no estaba, ¿me habías buscado?”
– ¿Desayuno? – pregunto indicándole el otro extremo de la mesa. No quiero moverme, estoy seguro de que cualquier cosa que yo haga va a asustarlo.
Roberto se acerca y toma asiento en el otro lado de la mesa. Le sirvo una taza de café. Puedo ver la confusión en su rostro
– ¿Qué… que pasó?
– ¿Qué me estas preguntando exactamente? – dejo el diario de lado. Se acabó el momento de los juegos. Hora de enfrentar la cruda realidad.
– ¿Qué pasó anoche después que me encontraste?
Roberto bebe el café despacio, presiento que espera muy ansioso mi respuesta
– Bueno, me pasaste las llaves de tu auto, conduje hasta aquí, te subí en el ascensor, te deje en mi cama y te dormiste hasta ahora –
– ¿Eso es todo? – una nota de alivio en la voz
– Mmmhhh… déjame pensar… no, en realidad no – siento como su cuerpo se pone tenso nuevamente – en el camino me dijiste que huelo maravillosamente bien, me pediste que por favor saliera de tu mente, me dijiste que soy hermoso… – No puedo evitar sonreír satisfecho ante su cara perpleja.
– En el ascensor me confesaste que no dejabas de pensar en mi y cuando te deje en mi cama no querías soltarme y … –
– Basta! Nada de eso paso!!! Estas inventando!!!
Negación… siempre es lo primero a lo que la mente recurre para evitar la vergüenza.
Pero también tengo la solución.
Tomo mi celular desde la mesa y busco las fotos que tomé anoche.. son tres, en una esta él abrazándome en el ascensor mientras yo sonrió, y las dos siguientes las tome en la cama cuando no quería soltarme.
Sé que fui demasiado lejos pero…
Le paso el teléfono con la foto en la pantalla sin decir palabra alguna. Finjo volver a concentrarme en el diario aunque ya lo leí completamente.
De reojo observo su reacción…. vergüenza, dolor, humillación. Se ha quedado pegado mirando las fotos del teléfono
-¿Quieres conversarlo conmigo ahora que estás sobrio?
Tengo una sensación extraña en el estómago, por una lado estoy disfrutando enormemente quebrar así, brutalmente, las barreras de defensa de Roberto pero por otro lado quiero abrazarlo y consolarlo.. ¿Qué me está pasando? Extiendo el brazo y le arrebato el celular.
– Roberto… no sé que estas sintiendo ahora pero me gustaría que me lo dijeras
– ¿Sentir?.. no sé a que te refieres.. yo.. son cosas de curado, nada más
– No, no lo son… Creo que te gusto de la misma manera en que tú me gustas a mi
Ya… estaba dicho de una vez. Estoy jugando la última carta que tengo, espero que la sinceridad me sirva de algo.
El rostro de Roberto esta embargado de pena y dolor. Se cubre la cara con ambas manos y se pone de pie. No me mira… supongo que la vergüenza lo está consumiendo
– Tengo que irme – anuncia huyendo hacia el dormitorio. Una vez ahí comienza a recolectar sus zapatos y calcetines. Se sienta en la cama y se pone un zapato. Estoy en la puerta del dormitorio
– Hey… no tengas miedo. Mírame, soy gay… no soy un pervertido ni un monstruo… anoche me suplicaste y yo no quise
Roberto manotea desesperado en busca de su otro zapato. Lo encuentra y con el en la mano, agitándolo, avanza hacia mi.
–Eres un monstruo, eres un maldito freak, eres…- pero Roberto no calcula bien. Se acerca demasiado a mi y comete el error de mirarme directamente a los ojos… Se queda inmóvil y yo no me atrevo a ni a respirar ni a moverme. Roberto está a solo unos centímetros de distancia y la tentación es abrumadora… irresistible
Muy lentamente, como si estuviera de cacería y temiera ahuyentar a mi presa, levanto mi mano, toco su cintura provocando un estremecimiento y lo acerco hacia mí un poco más.
Siento la corriente del deseo recorrerme entero
– ¿Roberto? – pregunto en un suspiro casi sobre su boca.
Es más alto que yo pero lo alcanzo de todos modos.
No hay respuesta… ¿es un consentimiento?
Me dejo llevar y toco su boca con mis labios. Lo beso despacio primero, una leve presión sobre sus labios… luego paso mi lengua por sobre sus labios… se sienten deliciosos.
Roberto no reacciona, no responde pero hasta ahora tampoco me ha golpeado ni ha huido.
Levanto muy lentamente mi otra mano y toco su rostro, mientras aún lo beso muevo mi mano hasta su nuca y lo retengo cerca de mí…
Entonces, sólo entonces, lo siento reaccionar,
Roberto abre su boca y me besa de vuelta. Su cuerpo entero está sobre mí… Me absorbe completamente, no está huyendo ni esta golpeándome …¡mierda!, me está besando de vuelta, con ganas, con fuerzas.
Con un rugido de su garganta me empuja hasta chocar con la pared más cercana y me sujeta los brazos por las muñecas contra la pared… ahora el desconcertado soy yo… por unos instantes. Lo que nos embarga es un salvajismo animal… Invado su boca con mi lengua, y él intenta hacer lo mismo.. esto no es un beso suave ni delicado, es brusco, violento, con rabia y deseo contenido.
Me excita terriblemente.
Un gemido se escapa de mi garganta pero no me atrevo a hablar, no quiero romper este hechizo. Sus labios me buscan una y otra vez, su boca intenta mil poses sobre la mía… forcejeamos.. empujo mis brazos pues quiero moverlos hasta que finalmente los libera. Estoy desesperado por tocarlo.. necesito hacerlo… quiero sentir la piel de Roberto bajo mis dedos. Tiro de su camisa y meto mis manos debajo, hasta llegar a su piel… cálida, firme… sabía, sabía que era así, deliciosa.
Roberto sujeta mi cara con ambas manos y me besa una y otra vez con algo de desesperación.
Quiero seguir avanzando por su piel pero no quiero asustarlo. La tensión entre los dos es insoportable. Intento buscar sus ojos pero no me mira ni una sola vez
– ¿Roberto?
– No! – solo eso…no? ¿qué es? ¿una amenaza? ¿Qué diablos?
No dice nada, solo gime y continúa presionándome contra la pared pero esta vez me hace saber también que no solo su boca me desea. En un movimiento brusco, Roberto presiona sus caderas contra mí y puedo sentir su erección y su urgencia de contacto.
Lo sujeto y lo beso con fuerzas, brutalmente. Me devuelve el beso de igual manera.
Nuestras bocas se han besado sin tregua…
Se cual es el paso siguiente pero no estoy seguro de que Roberto quiera darlo, … no puedo creer que eso me preocupe. Me doy cuenta en ese momento que Roberto me ha afectado más de lo que quiero admitir… en realidad me importa mucho, lo quiero todo con él pero… ¿y él? .. ¡mierda!
Con cuidado, muy despacio, bajo mis manos y lo tomo por ambas caderas midiendo cuidadosamente su reacción. Sigue concentrado en mi boca, sujetando mi rostro y mi pelo. Lo empujo despacio hasta llevarlo al borde de la cama. No me atrevo a presionar más… quiero tenerlo tendido en mi cama pero… Le busco los ojos y eso parece calmarlo un momento… me devuelve la mirada. Me quedo perplejo… Yo que me considero un experto en la materia no sé interpretar que mierda estoy viendo… deseo?? Excitación??… en cámara lenta y arriesgándome a morir, con mi mano sobre su pecho, lo empujo apenas y Roberto se deja caer sobre la cama. Me tiro a su lado y vuelvo a besarlo aunque esta vez es con más calma y atención. Sé que no debo perder el contacto visual con él ahora. Bajo mis manos por su cuerpo, despacio… tocándolo con delicadeza y sintiendo cómo reacciona y se agita… mi propio cuerpo esta comenzando a perder el control… Sé exactamente hacia donde voy, Roberto gime, ronco, puro deseo, me está haciendo muy difícil contenerme. Llego al borde de sus jeans y suelto el broche y sigo con el cierre… expectante… ansioso… No recuerdo la última vez que me sentí así pero es fantástico, la adrenalina, los nervios… el deseo se apodera de mi completamente. Deseo a Roberto como pocas veces he deseado a alguien. Mi mano se hunde entre la tela y su piel en espera de descubrir un tesoro escondido. Roberto finalmente reconoce mis movimientos. Me doy cuenta de cómo sus músculos se vuelven tensos. Abre sus ojos y me mira algo asustado. NO. NO quiero que se asuste…. Lo vuelvo a besar muy lentamente esta vez pero no detengo el avance silencioso de mi mano por su piel… nuestros ojos siguen anclados… Finalmente encuentro lo que estaba buscando… caliente, pulsante, duro. Lo envuelvo completamente con mi mano. No he perdido de vista sus ojos ni un momento mientras muevo mis manos, puedo ver las emociones desfilar en los suyos… sé que está excitado y me desea… también se que está asustado. Me acerco a besar sus labios abiertos, húmedos y él responde de inmediato a mi beso. El corazón me late furioso… Aprieto despacio mi mano alrededor de su pene y comienzo a acariciarlo, subiendo y bajando mi mano alrededor con mucha calma… lo siento… su peso… su forma… es… es grande, como todo el resto de su cuerpo. Roberto deja escapar un gemido, su respiración se vuelve completamente irregular y en un gesto involuntario arquea su cuerpo hacia mi mano. Me recorre un temblor de emoción… tengo a Roberto donde deseaba y estoy a punto de sufrir un ataque de excitación intenso… de solo imaginar todo lo que voy a hacerle, todo lo que quiero enseñarle.. pero con calma Skylar, con calma, me repito. Respiro profundo reacomodando mis emociones. Me muevo y, sin soltarlo, me quedo a horcajadas sobre él. Con mi otra mano bajo el cierre del pantalón. Soy arriesgado y temerario… Quiero enseñarle cosas nuevas… quiero tenerlo en mi boca, quiero esto sea lo mejor que le ha pasado en su vida, quiero que se quede conmigo por largo rato y hacerle sentir todo tipo de placer, lo quiero completa y totalmente mío.
-No… no, ¡NOOOO!
Primero su voz es apenas un murmullo… lo dice muy despacio… pero segundos después escucho como un grito de terror sube desde el fondo de su garganta. El brusco movimiento me hace caer de lado. Roberto me empuja y salta de la cama. Se demora un par de segundos en recoger sus ropas en un atado y en menos de un minuto esta fuera de la habitación y fuera del departamento sin haberme vuelto a mirar siquiera.
Es como si un tornado hubiera pasado por mi cuarto… no tuve tiempo de reaccionar…
La frustración violenta me invade entero. Me quedo tirado sobre la cama, con los puños apretados y sin moverme mirando el techo por varios minutos… siento mi cuerpo entero excitado, frustrado, enojado. Acerco a mi rostro la mano con la cual toque a Roberto. Siento el olor que emana de ella… el olor de Roberto….
Alcancé a cantar victoria demasiado temprano…
No sé qué hacer…
Por primera vez en mi vida no tengo claro que hacer… ¡mierda! Me importa demasiado!