Capítulo especial 2

MARLENE.

Hans Schuster y su mujer Marlene habían tenido un buen matrimonio; tenían dos hijos, Erica y Roberto y los cuatro habían vivido una perfecta vida familiar en el campo y luego separados por motivos de estudios hasta que a Roberto se le había ocurrido enamorarse de Skylar.  Hans no podía perdonar lo que consideraba una traición a su apellido y una burla del destino… jamás aceptaría la nueva vida de Roberto.

La familia, irremediablemente, se fue dividiendo y separando. Erica apoyaba incondicionalmente a su hermano pero la incomodidad de estar en el medio de una batalla silenciosa con su familia la había hecho abandonar el país en cuanto pudo y refugiarse en la tierra de sus antepasados. Había encontrado el amor en Alemania y no tenía intención de volver más que de visita. Tenía un buen marido, hermosa casa, buen trabajo y por sobre todo, tenía tranquilidad.

Marlene quedó a la deriva…

Para Hans, Roberto ya no existía y ella, como madre, no podía soportar que él actuara como si en verdad jamás hubieran tenido un hijo.

Se fueron distanciando. Cada visita de Marlene a Chiloé significaba una grieta más grande entre los esposos y cada vez que regresaba a su hogar, se sentía más sola y abandonada, ignorada por su marido que se refugiaba en el trabajo del campo y nunca preguntaba por Roberto.

Fue entonces cuando la hermana de Marlene hizo su aparición. No tenían una relación muy cercana pero  se querían lo suficiente como para prestarse ayuda cuando era necesario.

Su hermana era viuda, con solo una hija y su situación económica dejaba mucho que desear. Vivía en un pequeño pueblo del interior donde las posibilidades de surgir eran prácticamente nulas.  Todas sus esperanzas estaban puestas en su hija de ahora 19 años, Luisa. Quería que estudiara y fuera profesional, que saliera adelante y surgiera. No tenía otra forma de asegurar el futuro para ella y Luisa.  Pero apenas tenía dinero. Todo esto lo explicaba en la cocina de la casa de Marlene, con lágrimas en los ojos y apelando a la bondad de su hermana.

Marlene de inmediato le ofreció su ayuda y su casa. Su sobrina estudiaría en la ciudad cercana y viviría con ellos. Se encargarían de su educación y sustento.  Luisa sería una agradable compañía y aunque apenas la conocía, aprendería a quererla y a llenar su soledad con su joven sobrina.

Luisa había llegado silenciosa y asustadiza, sin modales ni cultura, vistiendo ropas muy simples y gestos tan vagos que todo el conjunto lograba ocultar lo bonita que era; pelo largo muy claro, aunque sin forma ni brillo, ojos del color del cielo, pero tímidos y huidizos, estatura y cuerpo normal.  Se notaba inquieta y algo incómoda en una casa tan grande que ella consideraba lujosa. Se movía en las sombras y no se atrevía a hacer nada. Todo la asustaba.

Marlene pensó que Luisa era una segunda oportunidad. Sería como su madre y le enseñaría a florecer.

Poco a poco, Luisa fue adaptándose y aprendiendo. Comenzó a estudiar y a soltarse. Aprendió a viajar sola en el bus, a conversar con sus compañeros y a compartir con sus tíos.

Se fascinó con su tía Marlene que la consentía y le dedicaba su tiempo, le preparaba comidas deliciosas y la llevaba de compras. No se quejaba todo el día  ni le gritaba como hacía su madre.

Hans por su parte, le enseñaba a montar a caballo, sobre siembras y cosechas, a manejar el tractor y la camioneta, la ponía al día de las noticias en la tele y le explicaba todo con paciencia. La chica parecía divertirlo.  Cuando podía, la llevaba a clases y traía de vuelta para que no tuviera que tomar el bus, especialmente en días de lluvia.

Luisa los acercaba y volvían a parecerse a una familia normal.

Al cabo de unos meses, Luisa no quería volver al pueblo ni para ver a su madre, vestía de manera diferente y su personalidad tímida desaparecía para dejar paso a una chica ambiciosa y algo resentida. Con pena, Marlene se dio cuenta de la nociva enseñanza que su hermana había dejado en ella; el dinero era lo único importante en la vida y cualquier medio para conseguirlo era válido. Confió en que con educación la haría cambiar de idea.

La primera noción que tuvo Marlene de lo que pasaba bajo su propio techo ocurrió cuando Luisa llevaba ya varios meses con ellos. Fue el día que Hans trajo a la chica de la ciudad, como muchas otras veces, solo que esta vez llegaban tarde, riendo alegremente y ella portaba varias bolsas de compras. Cuando Marlene preguntó, la chica reaccionó muy mal

-. Fuimos de compras y el tío Hans me regalo todo esto –  se defendió Luisa apretando las bolsas en sus manos sin intención de soltarlas y acercándose a Hans en busca de protección… demasiado cerca… reclinada sobre su cuerpo… demasiada confianza en el contacto y en la voz de Luisa… algo de desafío contra ella…

Hans le pasó la mano por el hombro a su sobrina y sonrió para ella mirándola embobado…

-. Solo consiento a mi sobrina favorita

Marlene tuvo que tomar asiento para no caer…

Este no era Hans… en todo el tiempo que lo conocía jamás Hans había gastado dinero en consentir a alguien… mucho menos en ser atento y cariñoso… ni siquiera con su propia hija había sido así… mucho menos con ella.

Marlene tuvo que ser testigo de muchas otras situaciones parecidas para terminar de entender que tres personas bajo un mismo techo eran demasiadas personas… y que lamentablemente… quien sobraba en esos momentos, era ella.

Luisa apareció un día con un teléfono celular de última generación… el mismo que usaba para llamar a Hans y pedirle que fuera a recogerla a la ciudad cuando terminaba sus clases… había cambiado su corte de pelo y su aspecto y ropas no recordaban para nada a la chica que había traído su hermana a la casa.  Ahora si era notorio su cuerpo esbelto y su cara bonita.

Hans también cambió… el alejamiento de Marlene fue mayor. Tenía casi 60 años pero sus genes alemanes le permitían verse menor. Compró ropas nuevas, un perfume por primera vez en su vida… desaparecía largas horas de la casa… Cuando se levantaba en las mañanas, Marlene lo escuchaba cantar en el baño… había recuperado energía y andaba feliz por la vida…

Alguien estaba sobrando…  lo entendió claramente.

-. Esa fue la primera vez que vine a verlos, un par de meses atrás – dijo Marlene ahora sentada sobre la cama, al lado de Skylar.

-. ¿Por qué no me lo dijiste entonces?

Marlene lo miró con cara triste… se encogió de hombros

-. Vergüenza… dolor… he estado con Hans toda mi vida

Skylar tomó su mano entendiéndola… ahora comprendía el porqué de las visitas repetidas de Marlene… Buscaba el único cariño que le quedaba cerca.  Marlene venía a su casa a llenarse del cariño de Roberto y de él para darse fuerzas.

-. Sigue… ¿qué pasó con Luisa?

Marlene continuó el relato…

Fue a buscar a su hermana esperando encontrar apoyo y que se llevara a la chica de vuelta pero su sorpresa fue enorme al darse cuenta del brillo de ambición en los ojos de su hermana

-. De qué te quejasHans no sería capaz de dejarte!

-. No se trata de eso… tu hija se le ha metido por los ojos… es mi matrimonio!!

-. Pero tú tienes de todo… ella solo tiene sus estudios… no puedes echarla ahora

-. No la quiero más en mi casa

Era un diálogo de sordos… ninguna se escuchaba.

Las hermanas volvieron juntas a casa de Marlene pero la relación entre ellas estaba quebrada para siempre.

Estaban en bandos contrarios.

La noticia que Marlene le contaba alegraba a la madre de Luisa. Un hombre como Hans, con mucho dinero, era mil veces mejor que una profesión!!! Se aseguraban el futuro con un hombre como él. Estaba cansada de ser pobre y luchar por sobrevivir cada día.

Más que nunca, Marlene se sintió una extraña en su propia casa.  Había una guerra silenciosa y no tenía aliados.

Luego de unos días su hermana se fue. Luisa se quedo, amparada por Hans quien le aseguró que todo era producto de su imaginación.  Seguían compartiendo la misma cama matrimonial aunque en realidad estaban tan lejos como si vivieran en diferentes continentes.

Marlene empezó a dudar… Quizás, en su interior sabía cuál era la verdad pero no quería aceptarla. Dolía demasiado pensar en la soledad que la esperaba.

Las semanas seguían pasando y se convertían en meses. Marlene estaba más sola que antes.  Apenas se veían con Luisa aunque seguía viviendo bajo su techo, pero la chica la evitaba y a veces pasaban días en que no la veía. Cuando la soledad y el dolor se volvían insoportables, tomaba un bus hacia la isla y se quedaba unos días con su hijo… hasta volver a recomponerse… juntar energía suficiente para el calvario que le tocaba aguantar,

Una noche de invierno comenzó un temporal muy fuerte de viento y lluvia. La casa del campo crujía por todos lados.   Marlene despertó con el ruido para descubrir que se encontraba sola en el dormitorio.   No se sorprendió. Se quedó sentada en la oscuridad pensando…  Sabía dónde iba a encontrar a Hans… lo que no sabía era si deseaba enfrentarlos y poner fin a todo… llevaba tantos años con él que no se acordaba de cómo vivir sin Hans.

No pudo aguantarse y con un gesto de amargura se puso de pie y comenzó a caminar por el pasillo oscuro de su casa.

Abrió despacio la puerta del dormitorio de Luisa. El ruido del temporal amortiguaba el sonido de la puerta…  se quedó de pie en la puerta mirándolos juntos. Esperaba encontrar una escena peor… pero estaban hablando… ella estaba de pie dándole la espalda a la puerta y Hans, sentado sobre la cama.

-. Por favor no lo hagas- pedía Hans

-. Aunque quisiera… ya es muy tarde

-. Será especial. Será nuestro

– Pero yo no quiero!!! grito Luisa alterándose

-. Estaré contigo… lo prometo

-. ¿Cómo??!!! ¿Cómo lo vas a hacer?… la tía Marlene no te dejará nunca y tú no te atreves a dejarla!!!

Luisa se giró enojada hacia Hans…  exigiendo respuestas… Entonces un relámpago iluminó el cuarto… la silueta de Luisa ya no era delgada…  mostraba claros signos de un embarazo avanzado a través de su delgada ropa de dormir. Marlene gritó aunque sus manos fueron a cubrir su boca…

-. Marlene!!

Entró al cuarto y los tres se quedaron mirando… Marlene era la única que derramaba lágrimas

-. ¿Cómo pudiste, Hans???

Primero fue un susurro pero de a poco fue subiendo el tono de su voz

– ¿Cómo pudiste??!!! Es casi una niña!!!… Un hombre viejo como tú!!!

-. No. No soy una niña– se defendió Luisa desafiante

-. A ver si ella me da un hijo normal!!!

Le respondió Hans poniéndose de pie y pasando su brazo protector sobre Luisa.

Marlene estaba demás…

-. Y aquí estoy… no supe qué hacer ni donde más ir

Rara vez Skylar se compadecía de las personas. Creía que la mayoría se buscaba lo que le llegaba pero en este caso, compadeció a su suegra con todo su ser… Marlene era una buena persona casada por demasiados años con un hombre demasiado frío.  La mantuvo abrazada sin decirle nada aún…  por sobre la delgada camisa de dormir, sentía temblar de sollozos el cuerpo de Marlene…

-. Mamá??

En la puerta estaba Roberto. Le extrañó que Skylar demorara tanto y luego escuchó el llanto… Había alcanzado a escuchar parte de la conversación.

A un gesto de Skylar se sentó junto a ellos.

-. Ya te voy a contar– le dijo Skylar… primero tenía que calmar a Marlene – un vaso de agua para tu mamá, por favor-

Roberto llevaba más de 15 minutos paseando ida y vuelta por el comedor.  Había abrazado a Marlene hasta el cansancio… había llorado con ella y se había sentido ciego de rabia… no era justo… Amaba a su madre… no soportaba verla tan herida. No podía imaginar a su padre con una chica de 20 años… y menos con su prima… recordaba una mocosa delgaducha, rubia, deslavada que se escondía de él detrás de las sillas… ¿Qué le pasaba a su padre???!! ¿Cómo le hacía esto a su mamá??!!!

Le salía del alma querer cuidarla y defenderla… quería  ofrecerle su casa y su protección… que se quedara con ellos pero tenía que preguntarle a Skylar primero… no se atrevía a decirlo aunque le quemaba la lengua…

-. Te quedarás con nosotros

Dijo Skylar como si le hubiera leído el pensamiento

-. Si… me quedaré por unos días

Ante las protestas de ellos, Marlene continuó

– Es mi casa, hijo, mis cosas… mi vida entera está entre esas paredes… cada mueble tiene un recuerdo para mí. Yo no he hecho nada mal… esa casa es mi hogar

-. De acuerdo mamá. Nos tranquilizaremos unos días y luego te acompañaré al campo

-. Iremos contigo – corrigió Skylar dispuesto a enfrentarse al hombre con todo… Era el padre de Roberto pero le estaba haciendo daño a quienes él quería y todo tenía un límite.

Hans sabía donde había ido su mujer y por ello no se preocupó… siempre iba de visita donde Roberto, parecía que lo hacía a propósito para molestarlo. Sabía que él no deseaba ningún tipo de relación con ese engendro fallido, pero ella insistía en verlo…

Marlene se había ido de la casa hacía ya 4 días. Luisa deseaba cambiarse a la habitación principal pero Hans no se lo había permitido aún. Estaba loco por Luisa… una muchacha joven y tan bonita, que se había encantado con él cuando estaba casi comenzando la última etapa de su vida… se sentía rejuvenecido y feliz… sabía que no estaba bien lo que hacía pero no podía evitarlo… Luisa era tan fresca y apetecible… tan ingenua y dulce… lo enloquecía.

Ninguno de los dos había pensado que esto iría en serio… solo estaban jugando y pasándolo bien… Hans la consentía y ella le correspondía con besos y cariño… cada vez más audaces las caricias, cada vez más caros los regalos…

Pero entonces Luisa quedó embarazada y Hans comenzó a contemplar la posibilidad de cambiar totalmente su vida.  Se sentía estafado… no habría nietos que continuaran su apellido…  siempre había sido un hombre correcto y trabajador pero la vida se había reído de él… Marlene y sus hijos lo habían decepcionado completamente.  Marlene tenía a sus hijos… que se quedara con ellos y que hiciera lo que quisiera. No le importaba darle la mitad de su dinero con tal de deshacerse de ella.

Luisa sería la reina de su casa y de su vida ahora y ese niño le devolvería la confianza resquebrajada por su hijo mayor… tenía una nueva oportunidad y deseaba aprovecharla… El doctor había dicho que todo estaba bien. Era un varón y ya tenía casi siete meses. Sería feliz con Luisa ahora que ella había dejado de estudiar… Ella le repetía hasta el cansancio que lo amaba a pesar de la enorme diferencia de edad… lo admiraba y se sentía protegida al lado de él. Quería vivir con un hombre mayor porque no le gustaban los jóvenes alocados…

Hans le sonreía y creía cada una de las estupideces que Luisa le decía… tan ciego e incapaz de ver la realidad.

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