M&M 11

Capítulo 31

Durante las siguientes semanas, el ánimo de Santiago variaba de extremadamente preocupado a completamente feliz, sin intermedios en los momentos de tranquilidad normal del resto de los mortales… los ratos de intimidad que compartía con Matías lo transportaban a una dicha que le resultaba desconocida… estaba enamorado…  le gustaba mirarlo, tocarlo, acariciarlo, hacerlo reír… por primera vez en su vida adulta, le bastaba con las cosas simples para excitarse… en su mente,  una maravillosa sensación de bienestar y alegría… su corazón se sentía lleno de amor y placer cada vez que volvían a experimentar el sexo o le enseñaba las habilidades sexuales que Mati tenía que aprender… o se tocaban… o se miraban… solo estar juntos le provocaba a Santiago algo extraordinario… el amor lo envolvía con toda su intensidad… no imaginó nunca el inmenso poder que podría cambiar su vida y su forma de pensar… de sentir… de querer ser… Matías se había vuelto lo más importante de su vida…

Durante las horas del día Santiago era un amo estricto y exigente, no le permitía faltas y lo educaba siguiendo las instrucciones que durante años había usado en todos sus esclavos anteriores…  Controlaba todos los movimientos de Mati y se complacía en tenerlo dominado… su satisfacción era genuina… la obediencia absoluta de su niño esclavo lo deleitaba y lo mantenía en un paraíso de felicidad.

Se guardaba bien de disimular cualquier emoción cuando estaban en el comedor o frente a otras personas en la piscina, el gimnasio o los lugares compartidos… pero luego de cenar… cuando la luz del sol desaparecía, las cosas entre ellos cambiaban drásticamente… habían desarrollado en esas últimas semanas, un nuevo tipo de relación… todo partía con la puesta de sol… entonces comenzaba el tiempo para entregarse el uno al otro… Santiago no podía decirle que estas últimas semanas, durante esas horas había dejado de ser el amo dominante y era un hombre enamorado actuando de acuerdo a su instinto; se olvidaba de ejercer el control que siempre le había sido tan necesario, le permitía a Matías moverse en libertad… se desconocía a si mismo… pero se justificaba diciéndose que le encantaba todo lo que el niño hacía y que tenía seguridad en que nunca cometería una imprudencia… amaba su risa, sus caras alegres…  su curiosidad natural, la forma en que se le acercaba y lo acariciaba… como disimulaba sus ganas de ser tocado y las disfrazaba de juegos… Matías lo tenía loco… loco de amor…

Era durante esos momentos de íntima cercanía en que Santiago tenía que usar todo su auto-control; primero, para reprimir su lengua y no delatarse… ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había estado a punto de decirle “te amo”… “te quiero”… “eres mío”… las palabras acudían solas a su boca… como si fuera algo tan natural decirlas…  demostrarle sus sentimientos… quería, desde hacía días, gritarle lo que sentía…  abrazarlo, cobijándolo en su cuerpo grande, y susurrarle muy bajito que era su amor… pero tenía que frenarse y contenerse… no podía hacerle saber a Mati… por la seguridad de ambos era mejor que él nunca supiera.

Luego… estaba lo más difícil; La naturaleza de Santiago era sádica, controladora y posesiva… él siempre había podido dar rienda suelta a todos sus gustos con cualquiera de sus esclavos anteriores… pero nunca había deseado ser el dueño de alguien como le pasaba con Mati ahora… con él, todo se volvía extremo y complicado…  su ansia de posesividad rayaba en lo extremo… y Matías no era suyo…

La nube de felicidad en la que se encontraba, mantenía su sadismo reprimido… el descubrimiento de su amor por Mati había hecho que durante estos días sus sentimientos fueran una droga poderosa que le bastara para satisfacer su deseos y mantener su sadismo dormido…  tomarlo y ver cómo, de a poco, el dolor de las primeras veces comenzaba a mezclarse con instantes de placer…  el rostro de Mati cuando sentía algo diferente al dolor también era maravilloso… la delicada sonrisa que a veces aparecía en sus labios mientras lo penetraba, lo excitaba de igual manera que sus gemidos de dolor… los movimientos de su cadera cuando buscaba más y se acercaba a él lo encendían tanto como cuando intentaba soltarse o lloraba porque le dolía… el abandono con que se entregaba y lo dejaba hacer… aguantando la fiera posesión en su cuerpo tan pequeño y delicado… Santiago estaba en la cúspide de su felicidad… pero tenía claro que en cualquier momento su naturaleza iba aparecer… pronto no le bastaría solo con eso… el dolor puro e intenso de Matías era su mejor afrodisiaco y lo sabía muy bien…

Matías, instintivamente, había aprendido a distinguir el sutil cambio que sucedía entre la luz del día y la oscuridad de la noche… de manera innata sabía que en el día no podía desobedecer al amo, ni saltarse las reglas, ni cometer errores… obedecía en todo y se mantenía distante y sumiso… pero durante la noche ocurría una transformación que le permitía volverse juguetón, cariñoso y sonriente… cada vez más relajado y dócil en los brazos de Santiago… se sentía especial a pesar del dolor y el estrés que el acto sexual le provocó durante las primeras veces…

Matías no peleaba ni se resistía… sabía que no podía evitarlo ni había nada que pudiera hacer más que dejar que lo tomara… aprender y acostumbrarse… le ofrecía su cuerpo dispuesto a aguantar lo que fuera porque veía el placer que provocaba en Santiago… le gustaba ser la causa del placer de su amo aunque fuera a costa de su dolor… amaba el instante cuando Santiago parecía perder el control y entregarse a sus sensaciones más puras y primitivas… lo penetraba con rapidez y profundidad, moviendo su cuerpo enérgico y duro… sujetándolo con firmeza como si él fuera a quebrarse… se sentía pequeño, dominado, sometido… pero poderoso… aunque era solo un chico insignificante de 13 años estaba descubriendo que tenía la capacidad de volver loco a ese hombre… de hacer que cerrara los ojos y solo se concentrara en sentir placer con él… había algo mágico en ese momento… algo que llenaba a Matías de paz y satisfacción… se sentía querido y necesario… aunque Santiago no le dijera palabras cariñosas, le demostraba con sus gestos lo especial que era…

Después del sexo, venía la mejor parte… cuando Santiago lo acunaba entre sus brazos, le secaba las lágrimas causadas por el dolor… le repartía mil besos por todo su cuerpo… lo tocaba de todas las maneras posibles hasta que Mati se derretía completamente y se corría en sus manos o en su boca… quedaban ambos cansados y felices…   se dormían abrazados… llenos de complicidad…

Fue durante la cuarta vez que Matías comenzó a experimentar algo diferente… quizás contribuyó el hecho de que ya sabía mejor que enfrentaba cuando se trataba del miedo al dolor de la penetración…

Santiago se internaba dentro suyo… dolía, pero aprendía a relajar sus músculos y a dejarlo entrar… sus manos fuertes lo mantenían quieto sobre la cama, mezcla de cariño e inmovilización… Cuando casi llegaba al fondo, Mati cerró los ojos solo por un instante

– Mírame… –

A Santiago le gustaba ver el dolor en sus ojos…

Los abrió para encontrar su mirada y fue entonces, cuando Santiago se movió, que sintió algo intenso en la parte baja de su vientre…  abrió la boca, inseguro, para proferir una exclamación pero una nueva estocada de su amo le provocó otra deliciosa sacudida de placer… inesperada… maravillosa… sus ojos preguntaron, sorprendido… de su boca no salió ninguna palabra sino tan solo un jadeo diferente…

–  ¿Que sientes?- Santiago se había dado cuenta del cambio

– No sé…- respondió Mati sin saber…

Santiago entendió al instante… su niño descubría otra forma de placer… lo volvió a penetrar profundamente, sujetándolo y vigilando sus gestos… moviéndose… buscando… quería saber dónde…

Mati lo sintió nuevamente y esta vez sonrió abiertamente… gimiendo… era intenso y tan placentero… se extendía por su vientre y su sexo…  acomodó su cuerpo, abriendo más sus piernas y acercando sus caderas hacía Santiago… quería más… le gustaba… su amo estaba tocando algo dentro de él que se sentía muy bien

– ¿Es ahí, Mati?

– Si… aahh… si… si…

Matías no se reprimió… no tenía por qué hacerlo…  su relación con Santiago no admitía secretos… Un mundo de nuevas sensaciones se estaba abriendo para él…

Llevaban dos semanas viviendo en esta burbuja especial, inventada por ellos mismos para su propia dicha personal.  

Pero no todo era felicidad para Santiago… la otra cara de la moneda lo acosaba…

Estaban los momentos en que quedaba solo o Matías se dormía… y entonces pensaba en todo lo que le esperaba a Matías por vivir… una gran pesadumbre se instalaba en su corazón y se ahogaba de desesperanza y pena…

No soportaba la idea de perderlo, de pasar el resto de sus días sin él…

El solo hecho de pensarlo desataba un dolor grande en su pecho…  quería cuidarlo, protegerlo, amarlo, reír con él, enseñarle y compartir todo… verlo cambiar y madurar… pero al lado suyo…  bajo su tutela y dominio.

Saber que eso era imposible lo desesperaba…

A veces cruzaba por su mente la imagen de Matías con alguno de los hombres que llegaban a la isla a comprar los esclavos… alguno de ellos iba a querer llevárselo lejos… tocarlo, besarlo… quizás golpearlo…  ser cruel y duro con él… marcar su piel… alguien podría robarle el brillo de los ojos verdes, la dulzura de su sonrisa… estropearlo para siempre a fuerza de castigos y dolor…

No podía dejar que eso pasara…  Mati era suyo…

El nivel de angustia lo consumía… tenía que hacer algo…

Necesitaba de Matías, tal como era, para poder vivir tranquilo…  era una idea tan irreal… algo que nunca antes se le había cruzado por la mente… hasta ahora jamás había necesitado a alguien como necesitaba a ese niño…  estaba loco de amor por él…

Santiago tenía un estricto sentido de obediencia por las reglas y el orden… Adamir había sido su amo y eso marcaba su relación… le debía obediencia… hasta ahora había seguido sus instrucciones sin jamás cuestionarlas…

Sin embargo… había una idea que, lentamente, iba tomando forma y cuerpo en su mente… cada vez con más frecuencia, se encontraba imaginando una vida junto a su niño esclavo… juntos, en algún lugar… quizás…  si hablaba con Adamir pudiera quedarse con él y… … … entonces recordaba todo lo que sabía de Adamir… era quien mejor lo conocía… y la realidad lo golpeaba duro, burlándose de sus estúpidos pensamientos… riéndose de él.

Nunca le permitiría conservar a Matías…  No importa lo que dijera o hiciera… no lo permitiría.

Adamir era muy riguroso en su forma de pensar. Para él, todos los chicos de la isla eran parte de un negocio, productos para la venta… jamás permitiría que un amo lo traicionara y se quedara con un esclavo… lo sabía y a pesar de eso… seguía soñando… ilusionándose y buscando alternativas que no encontraba…

La desesperanza hacía presa de Santiago… su moral se iba a los suelos… había adquirido un sentido de posesividad muy grande sobre Matías… era suyo, solo suyo… él era el responsable de la suerte del niño y el único en este mundo que podía cuidarlo y amarlo… tocarlo y disfrutarlo…  era un amo, un dominante…  un sádico… un hombre fuerte y seguro… pero a veces se sentía tan perdido como Matías…

La idea de estar juntos para siempre se tornaba más y más real… la sentía real en su alma y en su mente… solo necesitaba encontrar la forma de hacerlo posible…

El paso de los días aumentaba la complejidad de su problema… se acercaba la fecha del intercambio… Santiago trabajaba con Matías enseñándole y preparándolo… control de la eyaculación, felación… penetración con diferentes tipos de objetos y dildos, posturas, inmovilización por medio de correas, esposas u otros, obediencia total, etc.

Matías aprendía rápidamente todo lo que Santiago le enseñaba… había cosas que le resultaban especialmente difíciles como controlar su eyaculación o permanecer inmóvil… otras que disfrutaba mucho como la cercanía de los cuerpos, las pieles de ambos tocándose… los besos en que Adamir se internaba tan profundamente en su boca que sentía que se ahogaba y moría… lleno de felicidad… el sexo… se volvía cada vez mejor… los buenos momentos compensaban largamente por las cosas más difíciles.  Estaba dispuesto a aprender lo que Santiago quisiera enseñarle…  al lado de su amo se sentía capaz de cualquier cosa… agachaba la cabeza en forma sumisa y hacía exactamente lo que le pedía… estaba complaciendo a su amo y eso le causaba un placer mayor que cualquier dolor o sufrimiento…

Santiago había intensificado la preparación de Matías… estaba orgulloso de lo rápido que aprendía y lo bien que lo hacía.

Sufría por anticipado pensando en que Adamir quería a estar con su niño…

En su mente tenía la remota esperanza de que tal vez lo olvidara… de que algo sucedería y evitaría que Matias fuera tomado por otro… Adamir… o cualquier otro… no importaba quien… se le revolvía el estómago cuando lo pensaba… alguien más tocando a su Mati… alguien más mirando el sufrimiento en sus ojos verdes… otro hombre escuchando sus quejidos de gato… otra mano sujetando sus nalgas mientras lo penetraba… NO!!!  Era más de lo que podía tolerar… se desesperaba… salía del dormitorio dando un portazo y se iba al gimnasio o corría por la playa hasta que gastaba todas sus energías y enfriaba su mente…  estaba lejos de aguantar que alguien más lo tocara…

Era suyo… suyo… mierda!! si lo era… si lo era…

Pensaba…

Cuando estaba solo pensaba todo el tiempo en buscar una solución… más definitiva… él no quería meses con el niño… quería toda una vida juntos…  quería ser parte permanente en su vida… ambos sentían y querían lo mismo… Mati simplemente lo daba por hecho… lo creía… no sabía… Santiago entendía que era su culpa… él mismo le había dicho que era suyo y Mati lo había creído… se aferraba a su amo con la misma devoción que Santiago le profesaba… 

A ratos sentía que la felicidad lo consumía… estaba dentro del cuerpo de Mati y el niño lo envolvía en un abrazo y le ofrecía su cuerpo, su vida, su amor… reía en su oído y le regalaba sus lágrimas

A ratos desesperaba porque todo tenía fecha límite y los días pasaban demasiado de prisa…

Volvían de una de las playas más apartada del recinto… Un lugar al que se llegaba tras media hora de caminata; una preciosa playa protegida por un alto acantilado, sin vientos fuertes, con arena perfectamente dorada y una especie de cueva natural formada por grandes rocas donde ambos se protegían del sol…  desde lo alto del acantilado se podía disfrutar de una maravillosa panorámica tanto de la isla como del mar…  A veces se quedaban muy juntos mirando la puesta del sol en la parte superior del acantilado antes de volver al recinto…

Habían pasado la tarde tendidos en la arena, besándose y acariciándose, nadando, conversando y riendo… Santiago aprovechaba el tiempo para enseñarle… Mati absorbía todo…

A pesar de la sombra proyectada por las rocas que formaban la cueva, Santiago había protegido la piel de Mati… amaba la piel tersa y delicada de su niño… pasaba sus manos abiertas muy despacio… siempre deseaba tocar esa piel… de todas las maneras posibles…  quería más… necesitaba mucho más de esa piel… de sus ojos… de su boca… sus sonidos…

Movió bruscamente la cabeza apartando sus pensamientos…  

– Volvamos. Es hora de cenar

Cada vez le pasaba con mayor frecuencia… no quería compartir a Matías con nadie, prefería cenar en el dormitorio o llevar las bandejas hasta una de las terrazas más cercanas, y cenar los dos solos… sin correr el riesgo de ser interrumpidos por cualquiera que se fijara en su niño… como ya había ocurrido con Adamir… su posesividad sobre Mati alcanzaba niveles absurdos.

Como todos los días, Santiago seleccionó los alimentos de Matías.  Algunos días le permitía saltarse el asqueroso jugo verde… Mati ya sabía bien como mantenerse limpio y lo practicaba a diario como parte de su rutina de limpieza. Otros días, como hoy, le permitía una pequeña recompensa y ponía sobre su bandeja un delicioso postre que arrancaba una sonrisa disimulada en el rostro del menor… Mati adoraba los dulces y Santiago lo consentía… solo en un par de oportunidades especiales le había permitido a Mati elegir sus alimentos o su postre… Invariablemente el niño elegía todo lo que tuviera que ver con frutillas… era su sabor favorito en el mundo entero,  pero desde hacía días no encontraban frutillas en la variedad ofrecida en el comedor.

Santiago se dirigió a Olga, la mujer que estaba a cargo de la alimentación en la isla, y le solicitó traerlas desde el continente.  Olga llevaba muchos años trabajando con Adamir y estaba acostumbrada a recibir pedidos que iban desde unas comunes frutillas hasta exóticos manjares afrodisiacos de oriente. Era una mujer de unos 40 años, muy eficiente, como todo el personal de Adamir. Ella y su marido trabajaban en la isla. Olga prometió tener las frutillas lo antes posible.

A Santiago le gustaba consentir a Matías… y, aunque pueda sonar extraño, consentirlo era también una forma de control… él decidía cuando agradar a su niño… y cuando hacerlo sufrir poniendo delante suyo alimentos que no le gustaban… controlando las cantidades y la forma en que comía…

Terminaron de cenar en la terraza semi oculta hacia las edificaciones pero completamente abierta hacia el mar… la vista del sol ocultándose en el mar resultaba especialmente bella hoy…   cuando el sol se puso completamente, Santiago decidió que era hora de volver al dormitorio

– Espérame en el cuarto

Le besó el pelo y lo envió con una suave palmada cariñosa. Desde hacía unos cuantos días le permitía circular solo por distancia cortas…  sabía que el niño no iba a desobedecerlo.

Matías se puso de pie y emprendió rumbo al dormitorio. Nada más entrar, se quitó la ropa y la dejó cuidadosamente doblada. En el cuarto de baño se quitó los restos de arena y sal con una ducha fresca que incluyó un rápido lavado rectal. Se había vuelto un experto en ese tema.  Secó su cuerpo a medias y revisó que todo estuviera ordenado como le gustaba a Santiago.

Desnudo, adoptó la posición de espera a unos cuantos pasos de la puerta… ansioso… deseoso de que llegara pronto para comenzar a jugar… amaba los momentos que vivían cuando el sol se ocultaba… le gustaba en especial cuando su amo lo hacía sentir querido y especial… se daba cuenta que Santiago estaba diferente con él pero no podía decir con exactitud cuál era el cambio que se había producido… seguía controlándolo pero era cariñoso, a su manera, y lo hacía sentir bien, mejor que nadie nunca antes. Para alguien como él, que nunca había recibido muestras de afecto ni había tenido un hogar, la compañía permanente de Santiago durante todos estos meses era lo más parecido a la estabilidad y seguridad… Matías jamás se había cuestionado mucho su suerte en este mundo… solo había dado por hecho que él era indigno de cariño y de una familia… por eso,  Santiago,  sin duda, se había convertido en la persona más importante de toda su vida…  al principio, vivía con el miedo permanente de que lo dejara, que se diera cuenta que era solo un niño sin valor o que algo terrible sucediera y se separaran… pero el día que Santiago le dijo que era suyo, algo cambió en él y comenzó a sentirse más seguro y confiado… había encontrado por fin a alguien que quería estar con él para siempre y se aferraba a esa esperanza con todo su ser… alguien que le demostraba amor y lo hacía sentir valioso… eso resultaba ser lo más valioso  que hubiera tenido alguna vez… Matías ponía cada gota necesaria de esfuerzo en complacer al hombre que estaba a su lado y mantenerlo feliz, obedeciendo y respondiendo lo mejor posible aunque se tratara de cosas que le resultaban desagradables o dolorosas… No quería arriesgar la felicidad que sentía y la confianza que estaba comenzando a desarrollar… Matías no se engañaba a si mismo… sabía que Santiago no era perfecto. El mismo le había dicho con mucha sinceridad quien era y lo mucho que le gustaba su dolor… lo sabía capaz de dañarlo y disfrutarlo…  pero también era capaz de causarle risa, cariño, ternura, protección, placer… incluso seguridad… todo lo maravilloso que habían estado viviendo durante el último tiempo…   no le había vuelto a causar dolor y eso lo alegraba a la vez que lo preocupaba…

La puerta se abrió y Santiago entró cerrando tras él. Se detuvo un momento a contemplarlo… no se cansaba de mirarlo… su preciosa piel lucía especialmente adorable esta noche… suave… levemente húmeda…

– De pie, Matías

Su nombre fue lo primero diferente de esa noche…  Mati se puso de pie levantando los brazos y separando las piernas pensando, preocupado, en por qué lo había llamado por su nombre completo…

Santiago lo rodeó caminando lentamente alrededor… sentía la excitación apropiarse de su cuerpo… aunque no había un gesto visible supo que a Mati le había molestado ser llamado por su nombre completo… lo había hecho a propósito…  su instinto lo dominaba… todo el día… todo el maldito día había estado deseando su piel perfecta… sus lágrimas y sus gemidos de dolor…

Capítulo 32

MATIAS.

Caminaba a mi alrededor sin tocarme… Santiago… algo había cambiado… el impacto me dejó inmóvil… había vuelto…

Quería mirarlo… confirmar el cambio en sus ojos, pero no me atreví… mi amo es la mejor persona del mundo… excepto cuando esta así… como está ahora… solo mirándome como si me examinara… como si yo tuviera algo diferente del resto de las personas… me hace sentir pequeño… indefenso y nervioso…

Tragué saliva… sentí que la respiración salía de mi cuerpo tiritando… tenía que controlarme… si me veía temblar iba a ser peor…

– Sube a la camilla, Matías-  duro… frío

Que había hecho yo?… ¿Que había pasado desde que terminamos de comer, en que estaba dulce y cariñoso, hasta ahora??… solo habían pasado 15?… 20 minutos?… que había hecho??… por qué cambió?… Quería saber, preguntar por todo… ¿Que me iba a hacer?… ¿dónde había quedado mi amo cariñoso?

Caminé rápido hasta la camilla temiendo que se me doblaran las piernas… me subí y me recosté a lo largo… tieso… sin moverme y apenas atreviéndome a respirar…  solo miraba hacia mis pies… ¿Qué estaba haciendo?… escuché ruido… Santiago estaba de pie frente al mueble… otro temblor me sacudió… ¿Qué estaba buscando?… ¿Qué?!!!…

El miedo se atragantó en mi garganta… No sé para qué me preguntaba… supe lo que buscaba… abrí la boca para poder respirar… un nudo bloqueaba mi garganta…

En un movimiento puramente instintivo quise abrazarme a mí mismo… encogerme y cubrir mi propio cuerpo como una forma de protegerme… pero mis manos siguieron pegadas a la camilla… esperando…

¿Dónde?…

¿Cuántas?…

¿Cuáles?…

Volvió hasta mi… quise mirar sus manos y ver que había traído… tal vez estaba equivocado…

Toda mi esperanza murió al escuchar el sonido hecho por la caja de metal sobre la mesa… la caja de las agujas.

Incontrolables… las lágrimas me llenaron los ojos…

Pena… miedo… anticipación del dolor…  

¿Se había acabado la dulzura?… ¿volvía el otro Santiago?…

– Prometí avisarte, Matías. He traído las agujas y voy a usarlas en ti

¿Por qué me hablaba así?… ¿Qué había hecho para que cambiara?… Sentí miedo, pero más que nada, me sentí muy triste… muy solo… su frialdad me estaba dañando mucho más que el futuro dolor… Santiago me había abandonado… no esperaba que fuera así… quería gritarle que volviera… que hiciera conmigo lo que quisiera pero que no se portara tan frío…  eso dolía de una manera peor… desobedecí… ni siquiera lo pensé… cerré los ojos unos segundos para juntar toda mi pena aunque tenía prohibido hacerlo

– Dobla las piernas- ordenó de pronto volviéndome a la realidad.

Miró mi cara muy rápido… vio mis lágrimas y el miedo reflejado en ella… no dijo nada pero supe que le había gustado… fue solo un gesto de satisfacción en su cuerpo… sentí más miedo y más pena…  yo… tal vez era capaz de darle todo lo que me pedía… de aguantar lo que fuera… pero no así… tan distante y  lejano… ¿Por qué no podía seguir siendo cariñoso?… 

Apreté fuerte los labios… si los abría iban a escapar mis sollozos…todo mi miedo en forma de gritos y llanto…  lo necesitaba… si, a él mismo… pero al otro “él”.

SANTIAGO

Mati estaba temblando… asustado… su cuerpo se agitaba levemente y estaba peleando por no mirarme ni hablar… el miedo reflejado en todas partes… seguramente no entendía el cambio que yo había experimentado… tan brusco a sus ojos… tampoco podía explicarle… ¿cómo le dices a un niño que lo amas tanto que necesitas verlo sufrir para amarlo aún más?… ¿Qué soy completamente feliz controlándolo, sometiéndolo  y haciéndolo sufrir?… te adoro mi niño esclavo… necesito de tu dolor, mi amor… lo necesito…

Una parte de mi estaba pidiendo abrazarlo y consolarlo… apoyarlo contra mi pecho y explicarle con suavidad todo lo que me pasaba y qué le iba a hacer…  pero la otra parte… la más fuerte… estaba excitado y deleitándose al someterlo y hacerlo sufrir… escuchando su respiración agitada y casi poder sentir como el miedo se le escapaba por los poros… mi cuerpo y mente estaban en guerra y la profunda excitación que sentía  estaba ganando… te he deseado tanto Mati… quiero tu piel para mi placer… es la única piel que me puede complacer ahora… mi niño esclavo ni siquiera imaginaba todo lo que me estaba haciendo sentir…

– No te muevas

Mi voz lo sobresaltaba cada vez que decía algo… su pequeño cuerpo saltaba en la camilla… no… no podía abrazarlo… control Santiago…  ya lo había pensado… iba a ayudarlo de otra manera… con instrucciones precisas y claras… pero Mati tenía que aprender a contenerse por sí solo… quería enseñarle a ser fuerte… si lo acogía iba a desmoronarse en mis brazos y traspasarme su miedo para que lo consolara…

Mati dobló las rodillas como le ordené pero aún mantenía las piernas muy juntas… sus piernas… delgadas… bonitas… suaves… como todo el resto de su piel… No me detuve a acariciarlas sino que las separé abriéndolas mucho para poder atarlas como quería. Sus músculos temblaban bajo mi mano…

– Matías, respira profundo tres veces…

Nuevamente le hablé cortante y sin mirarlo… no quería hacerlo… sus ojos siempre son demasiado expresivos… demasiado sinceros… no estaba seguro de mí mismo al mirarlo…

Continué con lo que estaba haciendo mientras Mati me obedecía y respiraba lento y profundo como le había enseñado. Dejó de temblar.

Sostuve la cuerda tirante uniendo sus piernas y muslo…  

– ¿Está muy apretado?… ¿Te duele?- pregunté  sin ver sus ojos.  

No era este tipo de dolor el que esperaba de él… las cuerdas podrían romper o quemar su piel y marcarla con una fea cicatriz… no quería eso.

– No. Está bien, amo…- su voz era solo un suspiro helado… Entendí lo asustado que estaba… presentí que quería seguir hablando… preguntar… pero no le di oportunidad…  me excitaba limitarlo… ¿Cómo puedo explicarte todo lo que me estas produciendo mi amor?… eres un sueño… eres  poesía sobre una mesa…

– Dime si alguna cuerda te molesta

– Si, amo

Solo estaba comenzando a inmovilizarlo… iba a tomarme tiempo pero necesitaba que Mati estuviera bien atado… por su propia seguridad… un solo movimiento involuntario de su cuerpo podía enviar una aguja al sitio equivocado y dañarlo… me concentré solo en mirar su piel… tan luminosa y clara… suave pero firme a la vez… los pequeños vellos que se erizaban al contacto con las toscas cuerdas…  ¿Qué hacía de su piel algo tan maravilloso?… me traía loco desde hacía horas… días… meses… maldición!!!… la verdad es que estaba loco por su piel desde que lo había visto por primera vez… soñaba con este momento desde entonces…

En silencio y sin emitir ni una queja, Mati me dejó atar sus piernas, manos y brazos y cintura.  Doblarlo y acomodarlo a mi soberano gusto. Sus brazos estirados, atados y llevados hacia atrás de su cabeza, su torso inmovilizado contra la camilla, sus piernas dobladas, separadas y atadas bajo las rodillas y cerca de los tobillos, posicionado en el borde de la camilla para permitirme libre acceso a él…

Cuando estuvo listo, me detuve a contemplarlo…  de la misma manera en que se contempla un exquisito trabajo artístico…

Sobre la camilla, completamente indefenso y abierto… su cuerpo expuesto… su piel, toda mía…

Por Dios!!! un lienzo para dibujarlo…

Mati, en esta primera vez, era lo más hermoso que había visto en toda mi maldita vida…

Mi boca se abrió involuntariamente, mi respiración se agitó y mi cuerpo se anticipó disfrutando desde ya lo que le esperaba… tan hermoso… tan único, solo verlo así era un regalo…

Entonces cometí el error de buscar sus ojos… lleno de excitación… quería compartirlo con él…

El verde más penetrante y profundo… la expresión más mansa y dolorosa… el grito de ayuda más potente sin emitir un sonido… sus ojos destilaban aceptación y sufrimiento… sumisión y ternura… lloraba pidiendo respuestas pero resignado

– Mati…

En solo una fracción de segundo me atravesó el corazón como una bala mortal…

Ni siquiera supe cómo estaba a su lado y besaba su rostro sosteniéndolo entre mis manos…

– Mati… Mati…

No podía moverse pero su boca se abrió para pedirme que lo besara…

Solo uno… solo uno para calmarlo…

Intenso… profundo… como si quisiera absorber su esencia en este contacto con su boca y su lengua… Mati jadeaba… nervioso… suspiraba aliviado…

No se atrevía a hablar pero sus ojos lo hacían por él… me agradecía… sonreía porque había vuelto…

– Mati… se valiente para mi… por favor… sé valiente

¿Qué estaba haciendo?… le rogaba… suplicaba… lo necesitaba tanto… más que al aire… no controlaba mis palabras ni lo que hacía… lo necesitaba… no podría detenerme ahora…

Lo sonidos de Matías me volvieron a sus ojos… reía y lloraba a la vez… su miedo era superado por la alegría de volver a verme a su lado

– Si amo… lo soy

Su voz de niño entregado a mi… mío… lo supe con total seguridad… era mío…

El beso… mi muestra de cariño… era todo lo que él necesitaba para poder seguir adelante…  Matías me sorprendía una vez más… en vez de derrumbarse se volvía más fuerte… lo miré diferente

– ¿Quieres que te cubra la cara?-  pregunté tranquilizándome y ofreciéndole una salida que no me agradaba porque cubriría sus ojos… pero tal vez era más fácil para él no verme ni saber.

– No, amo…- sabía lo mucho que me gustaba verlo

Mati no seguía temblando… su rostro estaba tranquilo… tenía una expresión de serenidad que no supe entender hasta más tarde

Besé su boca una vez más…un beso rápido y corto para no quedarme pegado en él para siempre…

Abrí la caja… tome un puñado y comencé a abrirlas…

Mi mano se deslizó por la parte interior de sus muslos… concentrado en sentir la tibieza y suavidad… subí acariciándolo… disfrutando del contacto.  Al llegar a la ingle su piel se volvió más delicada y caliente… como una seda cálida… parecía llamarme… pedirme que la acariciara.

– Tu piel me habla…

Tomé entre mis dedos su piel… apretando suavemente… con un solo movimiento rápido y preciso de mi mano derecha, la primera aguja le atravesó la piel y volvió a salir clavándose en forma perfecta… … el dolor le llegó una fracción de segundo más tarde… Matías gimió con su vocecita de niño… me detuve sintiendo escalofríos de placer conectados directamente con mi miembro… me endurecía… Mati no lloraba… solo gemía, reprimiéndose… giré mi cara para ver sus rostro… miraba hacia arriba… aguantándose las ganas de expresar su miedo… lo amé con tanta fuerza… la perfección de su dolor… mis genitales en llama…  la segunda aguja quedó perfectamente paralela a la primera. Esta vez, Mati la esperaba y sus músculos se habían vuelto tensos…  eso aumentaba su dolor pero supongo era una torpeza pedirle que se relajara…

Una a una fui agregando más agujas. Se contraía en forma instintiva… se quejaba y gemía cada vez que una nueva aguja rompía su piel y quedaba ensartada.  Cuando terminé con una de sus piernas, mi mano pasó a acariciar la otra…

– Amo?…

Su voz me pareció lejana… estaba sumido en mi propio mundo de placer egoísta… una especie de hipnotismo.

– Dime…- respondí haciendo un esfuerzo por conectarme con la realidad

– Quiero… llorar…

Me detuve… analizando la posibilidad de prohibírselo…

– Si. Puedes llorar

No comenzó a llorar de inmediato. Esperó a que la primera aguja se clavará en el otro lado para hacerlo… muy suave… mezclado con quejidos y jadeos, un llanto erótico que aumentaba mi excitación… trabajaba en su piel con absoluta concentración… mi miembro completamente duro e hinchado…  Las agujas se sucedieron una tras otra, rápidas, exactas…  hasta sumar la misma cantidad. Retrocedí para contemplar el resultado…

Matias estaba abierto para mi…  en su ingle y cerca de sus genitales un puñado de agujas lo decoraban… su piel apenas enrojecida… solo eran superficiales… no había sangre…

No sé que me impulso a hacerlo… solo sentí que lo necesitaba…  quería hacerlo… besé con cuidado la piel atravesada por las agujas… cada trocito pinchado… era un nuevo ritual inventado solo para él… parecía agradarle y para mí era maravilloso tocarlo en el punto exacto de su dolor… activarlo…

– Aaahhhh…

Gimió largamente… su voz sorprendida fue como una caricia… le gustaban mis besos… lamí su piel sintiendo el contraste entre su cálida suavidad y la fría dureza metálica de las agujas…

Estaba tan concentrado que no me di cuenta del momento en que Matías dejó de llorar asustado y pasó al profundo silencio…

Mi lengua húmeda lo siguió lamiendo y mi labios besando su ingle…  

El miedo y la situación no le habían permitido a Mati excitarse pero me encargué de remediarlo… mi mano en su pene… luego en mi boca… mis dedos pasaban por su ano, sus testículos y culminaban en la cabeza de su pene… la erección no tardó en aparecer… mis ojos fijos… descubriendo, fascinados, la tersa piel de su pene… me invitaba… mi mano seguía masturbándolo… lo visualicé con varias agujas ordenadas una al lado de la otra… hipnótico… atravesar la suave piel sobre su pene…

– Amo!!!

Reconocí su voz apurada… estaba a punto de correrse… ¿Cuándo rato había estado hipnotizado, masturbándolo e imaginando?… quité mi mano… Mati no tenía permiso para eyacular aún…

– Tranquilo… 

Me alejé… disfrutando observar su lucha…  aplicando las formas de control que le había enseñado y tanto le costaban… luego de unos minutos Mati había logrado contenerse… me sacó una sonrisa verlo… le costaba contener su excitación y no eyacular… respiraba pesadamente, cansado, y estaba sudado… mi Mati… mi candidato perfecto para volver a llevarlo al punto límite… alargar su batalla…

Se asustó cuando mi mano volvió a su polla… solo jugar un poco… las agujas, su miedo, sus nervios… su sexo… lo fui besando en todas partes… mis ojos nuevamente volvían a su miembro…  tuve que reconocer que hasta la piel de su polla era sedosa y perfecta… muy perfecta… brillante de humedad… caliente.  Tomé una nueva aguja en mi mano derecha, sostuve su pene y la acerqué… la filosa punta rasguñando apenas la delicada piel a todo lo largo… deseando clavarla… buscando el lugar dónde hacerlo…

Mati sintió el filo de la aguja arañando su miembro… su respiración se detuvo…

– No!!!…

Sé que su grito fue involuntario… era más del miedo que podía controlar…

Debería estar molesto… debería estar furioso porque se atrevió a decirme un “no”… sin embargo, solo estoy más excitado… Mati está aterrado… respirando miedo… su pene seguía en mi mano y no había alejado la aguja

– ¿No?- pregunto mirándolo fríamente… pretendiendo estar enojado… por dentro me siento envuelto en puro fuego… ganas de castigarlo… poseerlo, consolarlo y amarlo

– Lo siento amo… lo siento

Temor y arrepentimiento… sabe que con ese grito se ha ganado un castigo y el odia los castigos.

– Eres mío…- le digo con firmeza solo para recordarle a quien pertenece y que puedo hacer con él lo que quiera

– Si señor… soy tuyo. Perdón

El arrepentimiento y la necesidad de ser disculpado acaban de sobrepasar al miedo por la aguja que aún está tocando su miembro erecto… aún erecto?? Mati??.. mierda!! Más erecto y duro que antes!!!

Mis ojos se abren sorprendidos… Mati?… se ha excitado más?… creció en mi mano y con una aguja rozándolo??…

Este descubrimiento fue agregar un balde de felicidad a mi ya excitado cuerpo… quiero comerme vivo a este niño… absorberlo entero… lo amo…  es demasiado perfecto… más de lo que puedo resistir… excitado con el miedo y el dolor??.. Mati, Mati… ¿Qué me haces, amor?… ¿Qué te hago mi niño dulce?… lo necesito con urgencia… no aguanto más las ganas de poseerlo.

La aguja cambia destino junto con un movimiento de mi cuerpo para estar cerca de su cara… quiero su boca. Mis labios lo buscan y en el momento en que lo beso voy hundiendo la aguja en su glúteo… muy lento… quiero sentir su músculo endurecerse adolorido, resistiendo la presión del metal tratando de penetrar en su cálida carne… su sufrimiento sale de su boca y se interna en la mía a través del beso… llora… gime… corresponde a mi beso con desesperación… me busca… me lo regala todo… éxtasis… placer inmenso.

La aguja termina de clavarse… mi boca satisfecha pero el resto de mi necesitando desesperadamente penetrar a mi niño… satisfacer toda la lujuria y pasión… Si alguna vez pensé que se pudiera morir de pasión es justamente ahora… cuando veo todo el amor que me expresa… junto al dolor y al miedo… su fragilidad y fortaleza… sigue habiendo amor en sus maravillosos ojos

– Mati… Mati..

 “te amo… te amo con locura mi pequeño esclavo… te amo”… me muerdo para no gritárselo, repito su nombre como si fuera un mantra sagrado… beso su mejilla lamiendo sus lágrimas y sudor… él ríe y gime por igual… jadea tragando aire y  liberándolo luego en sonrisas por sentirme a su lado… por sentir mi cariño… te amo Matías… te amo…

Con una calma que no refleja la urgencia que siento me ubico entre sus piernas, un protector, algo de lubricante y la deliciosa tensión de tenerlo sujeto e inmóvil… penetrarlo despacio… se abre para recibirme…  el tono de sus gemidos cambian… me desea… lo sé… lo siento… las agujas siguen en su piel que ha comenzado a enrojecerse… no sé cómo explicarlo pero sé que Mati está bien… está por sobre el dolor… ha encontrado la forma de estar bien en su mente… lo sé.

– Puedes correrte, Mati

Sobre estimulado, no se demora más de unos segundos en llegar al orgasmo con pequeños gemidos  agudos y ligeros… su cuerpo, húmedo de sudor, se contrae y en el momento de eyacular un sonido largo y ronco sale de su pequeña boca…  Lo sigo muy de prisa… buscando el orgasmo con vehemencia…nada más existe en ese momento que el fuerte deseo de empujar dentro suyo… solo Matías y la perfección de estar dentro de él… la explosión de descarga  llega muy rápido y me eleva al centro mismo del placer… un latigazo me recorre entero… mi corazón late tan rápido que llega a doler en mi pecho… la intensidad del orgasmo resulta abrumadora… deliciosamente extenuante… llevado a mi límite por un niño-esclavo de 13 años…  En el cuerpo de Mati queda mi semen… debería levantarme pero sin embargo no tengo fuerzas… caigo despacio sobre él, cuidando de no aplastarle la piel donde están las agujas… ambos completamente sudados y agotados… sobre su pequeño cuerpo quedo en completa paz… es mi mundo… Matías se ha vuelto todo para mí.

Pasados unos minutos, me recupero, quito las agujas con rapidez y le aplico un desinfectante… Suelto las cuerdas y lo levanto en mis brazos. Se abraza a mí, completamente agotado.  

– Mati… ¿estás bien?- ¿Qué hago preguntándole?..

– Si amo… estoy bien-

Lo sabía… Estaba preparado para contenerlo y calmarlo pero parece no necesitarlo… Matías ha descubierto en su mente la manera de superarme… de no resultar dañado… tengo que preguntarle luego.

Una ducha rápida y nuestros cuerpos muy juntos en la cama… no lo suelto… lo acuno y lo acaricio… busco su ingle para volver a besarlo… las marcas son apenas visibles… el recuerdo es imborrable… lleno de besos y caricias su cuerpo maltratado y él lo agradece dedicándome dulces sonrisas antes de dormirse sobre mi… extenuado.

——— ———

El clima en la pequeña isla es benigno casi todo el año, excepto en la época de lluvias, pero esa tarde en particular, el cielo estaba escasamente nublado y el atardecer, con sus colores anaranjados sobre el mar, nos ofrece un espectáculo maravilloso que ambos observamos desde lo alto del acantilado. El lugar se había vuelto nuestro favorito… disfrutábamos del paisaje, la playa y una deliciosa intimidad

– Las nubes están rosadas, amo

Tendido sobre la hierba, escuchando las olas reventar al pie del acantilado y la briza jugar con su pelo… Matías se maravillaba con la naturaleza… volvía a ser un niño… ni rastros del sumiso erótico y apasionado de la noche anterior.

Santiago no le quitaba los ojos de encima… vigilante y preguntándose…  anoche, Mati le había enseñado un par de cosas… sobre su resistencia y capacidad… la forma en que parecía haber entrado en un trance gatillado por las intensas emociones de dolor y placer… Mati había desarrollado una habilidad especial… Santiago sabía sobre esto, lo había visto anteriormente e incluso él mismo era capaz de hacerlo… El sub-espacio mental en el que Mati había entrado con tanta facilidad, era un arma de defensa de la mente contra el miedo y el dolor… era beneficioso  pero a la vez un arma de doble filo… la excesiva descarga de endorfinas  transportaba al esclavo a un espacio personal que le permitía sobrepasar la barrera del dolor y comenzar a sentir placer… un mecanismo mental de protección. Podía aguantar mucho más pero no estaría capacitado para detectar cuando el sistema de alarma de su cuerpo le enviara señales… estaría perdido en sensaciones de placer y bienestar aunque el daño fuera muy grande… tendría que estar atento y vigilarlo… enseñarle a controlarlo… algo más que solo él sabía de su esclavo.

– Mati… desnúdate

El niño no dudó ni un segundo…

Santiago  se preguntó qué haría Mati si le pedía lo mismo en medio de una calle llena de gente, en cualquier ciudad… no le cupo duda sobre la respuesta…  Matías haría exactamente lo que le pidiera en donde fuera… lo miró con un respeto especial… la docilidad y sumisión de Matías eran total… era todo suyo… se sentía sumergido en un mundo de placer… Matías era su sueño hecho realidad… solo mejoraba cada momento que pasaba.

Matías dejó la ropa doblada a un lado y se arrodillo, sentándose sobre sus tobillos… perfecta posición de espera…

Santiago no había resistido la tentación de querer verlo desnudo, bañado por la luz anaranjada de la puesta de sol… era tan hermoso… su piel aterciopelada reflejaba la calidez de los últimos rayos de sol…  Santiago lo pensó y la idea lo hizo sonreír… se sentía esclavo de su piel…

– De pie

Camino alrededor del chico con mucha calma… grabándose en la memoria todas las tonalidades que los rayos reflejaban en su cuerpo… en su ingle apenas había unas manchitas rosadas… sabía bien cómo hacerlo para no dejarle marcas permanentes

– Eres perfecto…

Lo era… y era suyo…

– Amo… los otros chicos son más bonitos

Los había visto en la cafetería, la piscina, la playa y las terrazas… todos los chicos que se preparaban en la isla habían sido escogidos por su atractivo

– Nadie es tan bonito como tú…

Le besó el cuello haciéndole cosquillas… la risa de Matías lo ponía alegre

– Hay algunos mucho más bonitos, amo ¿los has visto?

La autoestima de Mati era muy baja… le costaba creer lo que Santiago afirmaba.

– ¿Quieres más halagos pequeño pretencioso?

Matia seguía riendo… Santiago jugaba con él, acariciaba sus glúteos… firmes entre sus dedos

– NOOOO, amo… es verdad… el chico ese que esta con el Amo mayor… es muy bonito

A Matías siempre le llamaba la atención el esclavo de Adamir… un chico hermoso pero salvaje… le habría gustado hablarle pero no se atrevía…

Santiago dejó de jugar… Matías estaba hablando de Adamir y su esclavo…  si, era un chico más grande y alto, muy atractivo… Adamir… tenía un chico bonito… ¿Por qué no se quedaba con él???… para qué diablos quería a Mati??!!… el intercambio… maldición… solo faltaban pocos días y aún no encontraba una solución para no compartirlo… para poder quedarse con él para siempre…

La angustia comenzaba a enredarlo… Dios!!… no podría… moriría si tenía que dejar que alguien más lo tocara… nadie sabía lo del sub-espacio y podrían dañarlo gravemente… Tenía que hacer algo…  borró la imagen de Adamir acercándose a Matías… No… era insoportable

Se detuvo detrás de él… cruzó sus brazos, abrazándolo… le dejó besos en el cuello y los hombros, con un hambre y ferocidad que resultaban casi dañinos… gruñía… suyo… todo suyo… Frente a ellos la magnificencia del mar y entre sus brazos, el mejor regalo del mundo… uno que no podía perder ni soltar…  así se le fuera la vida en ello…

Santiago empujó con su cuerpo a  Matías y el chico comenzó a avanzar,  con él tocando su espalda…   delante suyo unos cuantos metros antes de la caída libre hacía las rocas y el furioso golpetear de las olas unos metros más abajo…

Santiago solo quería acercarse más al sol… caminaba empujándolo y apretándolo… sus pensamientos estaban en otra parte… Adamir… el intercambio… Mati sería vendido… no podía… no quería… no…

El espacio se acababa… Mati lo veía… quería detenerse pero daba otro paso empujado por el cuerpo de su amo… confiaba en él…

Nadie lo conoce como yo ni sabe cómo tratarlo y hacerlo reír… miraba directo al sol… no estaba poniendo atención a sus pasos… Solo yo puedo protegerlo y hacerlo feliz…

Mati estaba asustado y su cuerpo tembló al llegar demasiado cerca…  eso bastó para que Santiago reaccionara… se detuvieron peligrosamente cerca… Santiago frenó su cuerpo sujetándolo…  

Lo movió rápido hacia atrás… fuera de peligro…  enterró el rostro entre su pelo, abrazándolo hasta que le dolió, respirando su olor, presa de fuertes emociones… ¿Qué le pasaba?… ¿Dónde tenía la cabeza?…

Se quedó mirando los últimos rayos del sol… con una gran sensación de angustia y dolor… Matías encerrado en su cuerpo…

Tenía la cabeza puesta en ellos… solos… ellos dos y nadie más.

Capítulo 33

MAXIMILIAN

Apenas sonó el despertador abrí los ojos y comencé a estirar mis piernas y brazos… la sensación de dormir y despertar en esta cama era tan rica… me detuve, nervioso…  si Adamir aún estaba en la cama podría chocar con alguna parte de su cuerpo… y no quería eso… no nuevamente.  Lo busqué moviéndome apenas, pero no estaba. Suspiré aliviado Me estiré a mi gusto completamente relajado, bostezando, gruñendo y haciendo todos los ruidos prohibidos… agradecido de ya no sentir los dolores en la parte baja de mi cuerpo de los primeros días. Adamir me obligaba a tragar una pastilla para el dolor pero, a veces, seguía doliendo igual. Jamás abrí mi boca para quejarme del dolor que me provocaba al tomarme todas las noches seguidas. Ahora… después de varias semanas, mi cuerpo se había acostumbrado a su intrusión… fue solo un pensamiento rápido… lo deseché de inmediato. No quería pensar en él… en lo que me hacía… no iba a dejar que me  arruinara las mejores horas del día.

La mayoría de las mañanas despertaba solo aunque cada noche se dormía conmigo.  El despertador me recordaba el momento de empezar la rutina de otro maldito día en esta isla.

Me estiré una vez más y algo parecido a una sonrisa asomó en mi cara… era un gusto tan pequeño pero era capaz de apreciarlo entre tanto dolor y guerra…  nunca antes había llegado a imaginar lo agradable que podía resultar dormir en una cama como esta. Los colchones en las casas de acogida eran duros y muy pequeños y en la calle… se peleaban a muerte los asientos de los parques… en fin… cualquier pedazo de cemento, algo protegido, servía para pasar la noche.

Si Adamir hubiera estado en el cuarto jamás me habría atrevido a expresar mi gusto por dormir y despertar en su cama. Normalmente se levanta muy temprano y no vuelve a aparecer hasta poco antes del mediodía.

Las mañanas son agradables, aunque eso no significa que tengo todo el tiempo del mundo para hacer lo que se me dé la gana.

Salté de la cama y comencé mi día… aunque de buena gana me habría quedado echado otro rato, durmiendo o solo disfrutando de la sensación de tenerla para mí solo… me había ganado el derecho de disfrutarla… se lo había pagado con cada dolor y humillación… con cada una de las veces… Creo que me merecía una cama igual de grande para mí solo.

No me demoré mucho. Tenía un programa que cumplir. Mi… mi… (mierda.. aún cuesta) mi… amo… esperaba que cumpliera con todo lo que me dejaba indicado por hacer aunque él no estuviera vigilándome.

Luego de la ducha y con precisión casi inglesa, una de las camareras golpea la puerta e ingresa con mi desayuno. La chica siempre llega a la misma hora, jamás habla ni me mira. Deja la bandeja sobre la mesa, con el desayuno que Adamir ha elegido para mí, apenas hace un gesto con su cabeza y desaparece… quiero hablarle… cualquier día de estos lo hago… sé que la voy a asustar pero solo quiero escuchar su voz… es una chica joven, solo un par de años mayor que yo. Extraño tanto hablar con alguien… reírme de  cualquier tontera… solo hablar con otra persona, escuchar una voz distinta que no sea la voz seria y dominante de Adamir.

A veces, cuando estamos cenando en el comedor junto a otras personas, veo al chico de los ojos verdes. Ya en varias ocasiones nuestras miradas se han buscado… no sé quien es ni como se llama… ni siquiera sé si habla mi mismo idioma o de qué parte del mundo viene, pero nos hemos mirado y sonreído… a escondidas, disimulados, sin que su amo niAdamir se den cuenta que lo hacemos ya que nos costaría caro… compartimos una sonrisa escondida… es un chico lindo, tiene una mirada dulce y tranquila… no sé como lo hace ese niño pero parece estar en paz… He pensado que tal vez no es un esclavo… no lo parece.  El hombre que anda con él, su amo,  no lo amarra ni lo vigila de la forma en que lo hacen los otros.  El chico simplemente sigue al hombre a todas partes, le sonríe y se muestra alegre… como si estuviera feliz. Me llama la atención siempre que lo veo.  Recuerdo el primer día que llegamos a la isla. Él era uno de los chicos que lloraban mientras nos daban algo de comer… le hablé, le grité, pero no me contestó. Me parece un enigma… ¿es feliz en este lugar?… no entiendo por qué…  Quiero preguntarle y saber… pero llegar a hablar con él parece un imposible.

Termino de desayunar y mis ojos se vuelven hacia la mesa sobre la cual reposa el libro… 6 capítulos ya… no me gusta… es un libro estúpido que habla de la entrega y del placer… pero Adamir me ha hecho cumplir el castigo celosamente… ha llevado a cabo su amenaza de preguntarme sobre cada odioso capítulo.   Leer… maldición… es desagradable, sin embargo, cuando pienso en alguna de los otros castigos que pudieron ser… la lectura no me parece tan mal.

Me dejo caer sobre el sillón y lo abro frente a mi… capa capítulo tiene alrededor de 30 páginas… fotos y explicaciones… me cuesta concentrarme y entender, me distraigo con cualquier cosa y tengo que volver a leer varias veces lo mismo para entenderlo.

Si he aprendido algo durante estas semanas que he vivido con Adamir, es que puede ser muy frío y muy cruel… todas esas veces que me habló de disponer de mi vida y hacer conmigo lo que se le diera la gana… me costaba creerle… cuando habla de sus “productos”… somos nosotros… Para él todo es verdad… es real… y no hay nadie que pueda detenerlo.

Siempre espero… siempre estoy atento… observo y aprendo cada día más y sé que en algún momento todo me va a ser de utilidad. No sé bien qué espero… pero siempre estoy atento.  

Al pasar los días mi mente se ha enfriado y estoy aprendiendo a esconder la rabia y la humillación… quizás la causa principal de hacerlo es que sé que le gusta verme sometido…Adamir disfruta cuando me doblega… Cada vez que demuestro que algo me humilla o desagrada, lo hace con mayor fuerza e intención…  así es que ya no lo voy a hacer más.

No voy a darle en el gusto de verme como desea…

Soy su esclavo, según su forma de pensar… hago lo que me indica… lo hago rápido y bien…  ya no pongo caras ni hago gestos… no le doy excusa para que pueda castigarme… pero ahora quiero intentar un juego que se llama indiferencia.

He dejado de apretar los muños y puedo controlar los gestos de mi boca y mandíbula… el truco es fácil… solo pretendo que no lo escucho cuando me corrige, o me habla enojado y me grita casi encima de mi rostro.  Las primeras veces me asustaba… mi cuerpo se quejaba en gestos instintivos que él captaba de inmediato… dolor, humillación, rabia y vergüenza…

Ahora miro al suelo… lo escucho en la distancia pero estoy más bien pendiente de mis reacciones que de sus palabras o gestos…  no quiero demostrarle que me afecta…  estoy aprendiendo que verme indiferente le molesta…. Verme doblegado, lo excita.

A veces me mira como si esperara algo más… que quiere??… que me queje? Que proteste? Que peleé con él?…  Ya lo hice… desde que llegue a este horrible lugar estuve peleando contra él y terminé casi muerto… Diablos!!! no quiero recordar esos días que me mantuvo atado y controlado… aún le temo al agua… el jacuzzi representa un desafío que aun no me ha tocado enfrentar y la piscina… hemos ido un par de veces pero por suerte no me ha obligado a entrar aunque quiso saber si sabía nadar… reconozco que perdí toda mi fuerza de solo pensar en volver a verme rodeado de agua…

De vuelta al libro… Estoy aprendiendo a leer entrelineas lo que dice… ahora sé que hay enfrentamientos mudos que pueden ser tan fuertes como los golpes y los gritos…

La indiferencia es uno de ellos…

Voy a comenzar a aplicarla, especialmente, después de las 8 de la noche…

En las horas solitarias he pensado mucho… Me he convencido de que en fuerza física siempre me va a ganar… su cuerpo es mucho más grande que el mío y sabe bien cómo luchar…  resulta entonces una pérdida de tiempo pelear a golpes contra él… también sé que es capaz de usar todo lo que tiene para “corregir” lo que él considera una “mala actitud” de mi parte… Siento que gano una pequeña batalla cuando se queda mirándome como si esperara algo más de mi… alguna reacción diferente…  incluso estando en una de esas malditas posiciones que tanto le gustan, me las ingenio para mantener mi cabeza en alto y mi cuerpo  en perfecta posición… es un desafío diferente…  mis ojos miran al suelo y estoy desnudo… debería sentirme humillado como al principio… pero veo la mirada de interés en sus ojos y sé que no estoy vencido… no hay nada que pueda corregirme… mi posición es perfecta y cumplo con todo lo que me ha enseñado…  es solo que hay algo en mi actitud que le indica que no estoy vencido… es invisible… es un sentimiento más que algo físico… y sé que le molesta…

Es un triunfo… pequeño e idiota tal vez… pero es todo lo que tengo por ahora y me aferro a eso para poder seguir… para soportar lo que sucede durante la noche…

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Los días de Max estaban divididos en actividades que tenía que cumplir estrictamente; todo su tiempo vigilado y controlado por Adamir, cada uno de sus movimientos era monitoreado de cerca aunque él no lo supiera… la isla entera tenía un sistema de vigilancia. Adamir jamás dejaba a Max completamente solo… siempre estaba en una pantalla frente a él…  

Estaba trabajando en la oficina de su casa… las cámaras de seguridad constantemente le mostraban lo que Max estaba haciendo y eso… lo distraía. Cada vez le costaba más concentrarse en su trabajo y despegarse de la pantalla.  Pegó sus ojos en el cuerpo de Max… estaba en el gimnasio, la única actividad que le gustaba… Max tenía una sonrisa muy bonita que le alegraba toda  la cara… se reía con los ojos… miró la pantalla con mayor detención y movió la cámara para acercarse un poco más… estaba por terminar su tiempo en el gimnasio… el sudor resbalaba por su piel y sus músculos lentamente se estaban comenzando a marcar… el pelo tomado con un elástico dejaba ver las gotas de sudor cayendo por su cuello… enfocó sus piernas firmes… su delicioso trasero marcándose aún más con cada ejercicio… Max siempre había tenido un culo bonito… ahora estaba aún mejor… ¿Cuánto tiempo llevaba mirándolo?… mierda… a quien le importaba… era su tiempo y era su esclavo…

Adamir miraba la pantalla y sonreía como no lo había hecho en mucho tiempo. Lo que tenía que hacer tendría que quedar para después… Apagó el monitor y salió rumbo al gimnasio. Quería verlo ahora mismo… sudado, caliente, sonriente. A ratos se preguntaba por qué diablos invertía tanto tiempo en este esclavo en especial… le encantaba… lo distraía y lo seguía manteniendo intrigado. A pesar de que Max hubiera aceptado la esclavitud había algo en el que no terminaba de quebrarse y rendirse. Le gustaba el desafío.

La rutina que Adamir había establecido era simple pero estricta. Durante el día Max estudiaba, leía, hacía ejercicios, aprendía al mirar ciertos programas de televisión y tenía otras tareas que cumplir. Todo terminaba alrededor de las 7 de la tarde.  A partir de esa hora, Max tenía suficiente tiempo para lavarse cuidadosamente y descansar unos cuantos minutos…

A las 8 de la noche, sin falta, Max tenía que estar completamente limpio y esperando a su amo cerca de la puerta de entrada del dormitorio en la posición de espera.

Puntualmente, a las 8, Max tenía que estar listo para Adamir.

Solo una vez falló en la hora. Había sido injusto… pero todo lo que pasaba en este lugar era injusto…

Al cuarto día de haber aceptado ser su esclavo, Max estaba cansado y muy adolorido. Los tres días anteriores, Adamir lo había tomado sin compasión alguna, pasaba mucho tiempo excitándolo, enseñándole y penetrándolo hasta hacerlo llegar al orgasmo y continuando luego. hasta conseguir su propia satisfacción. Incansable e inclemente. Su mente se estaba volviendo un caos en guerra continua… no era nada fácil aceptar todo lo que le hacía y le enseñaba. La constante lucha por no dejarse llevar por su rebeldía, lo agotaba.  Su cuerpo estaba adolorido, hinchado, inflamado y exhausto.

Esa mañana del cuarto día, Max se estiró con muchas ganas en un movimiento completamente inconsciente, enredando uno de sus brazos en el cuerpo de Adamir. Primero se quedo inmóvil al sentir que tocaba piel tibia y firme…  luego, la retiró muy despacio, algo asustado, deseando que estuviera dormido y no se hubiera dado cuenta. Sentía la piel de Adamir sobre su mano. Aún no tenía claro cuáles eran todos los límites, pero definitivamente pensó que tocarlo no era algo permitido.

Adamir estaba de buen humor, desde hacía tres días su genio había mejorado notoriamente.

Normalmente se levantaba muy temprano, sin embargo hoy se había retrasado puesto que la noche anterior había sido larga y cansadora, enseñando a Max, aunque muy satisfactoria.  Estaba a punto de levantarse de la cama cuando sintió el roce de la mano de Max en su espalda… fue un gesto que lo sorprendió… nadie lo tocaba sin su permiso… excepto que este roce inesperado le pareció delicioso… se quedó quieto intentando entender si era casual o intencional…

Max retiró su mano con cuidado pero ya era demasiado tarde…

Un simple roce, tan casual y espontaneo…

Suficiente para excitarlo…

Adamir se giró hasta quedar frente a Max y encontrar sus ojos… tenía una expresión entre divertida, sorprendida y confusa… ¿qué había sido eso?

Max le devolvió la mirada… todavía olvidaba que lo tenía prohibido… pero al sentir los ojos intensos de Adamir en su rostro desvió los suyos hacia abajo en una actitud de sumisión que desentonaba con lo que sentía…  Recordaba las tres últimas noches al mirarlo y volvía a sentir vergüenza y humillación… Se quedó quieto… esperando.

La mano de Adamir tocó la piel de su cadera… sin permiso, sin solicitar… estaba tan acostumbrado a hacer su soberana voluntad… lo tocaba cuando quería… Le gustaba mucho tocarlo… su mirada se dulcificó cuando comenzó a acariciarlo… su otra mano sobre el pelo de Max, en su mejilla y cuello… en una serie de repetidas caricias, casi tiernas… Lo miraba fijamente pero sonreía con una especie de calidez… desconcertante…

Max siempre esperaba brutalidad y cuando Adamir actuaba con simpleza y espontaneidad… Max se confundía terriblemente…  Cuando tenía sexo con él, siempre era un conjunto de órdenes e instrucciones que Max obedecía… pero ahora, en la cama y de manera improvisada, Adamir estaba reaccionando con suavidad… solo seguía lo que su instinto le indicaba… una pequeña caricia inesperada en su espalda le había hecho desearlo de forma espontánea. No quería enseñarlo en ese momento… Quería acariciar a Max hasta encenderlo, sentir la piel en la yema de sus dedos, tocar su cuerpo… su delicioso cuerpo…

-. Buen Día Max…

Lo seguía sorprendiendo… ¿Buen día?… ¿No estaba enojado?? ¿no se suponía que tenía que decirle que  hacer?… ¿darle instrucciones??? Solo escuchar su voz tranquila le producía agitación… mezcla de sentimientos molestos…

-. Buen día… (tragó saliva) Amo

Adamir sonrió. Sabía que a Max le costaba llamarlo “Amo” y a él le encantaba el sonido ronco de la voz de Max haciendo el esfuerzo de pronunciarlo. 

La mano en su pelo pasó hasta la nuca y lo empujo contra su rostro…  la otra bajo hasta sus glúteos y lo acercó a su pelvis hasta que quedaron en contacto.

Adamir lo miraba fijamente… le gustaba tener a Max en su misma cama… la cama donde él era amo y señor y se hacía su voluntad… y su voluntad en ese momento era ese chico rebelde que lo tocaba sin permiso…

En silencio se acercó hasta que sus rostros quedaron muy juntos… el olor de Max entró por su nariz…  le gustó… lo vio permanecer inmóvil, sumiso…  le gustó mucho más… era una mezcla perfecta de sensualidad y erotismo.

Lo besó en un gesto suave… uniendo su boca a la de él casi con delicadeza… abriendo con calma los labios de Max para invadirlo y hacerse dueño de ella… queriendo alargar el momento con él.

Max se resistía apenas… confundido ante este inesperado ataque de lujuria… Adamir actuando con tanta gentileza le provocaba más temor.

Un esclavo bien entrenado no se resistiría… pensó Adamir… pero era Max y estaba aprendiendo.

Su lengua dentro de la boca del menor… investigando, y aprendiéndose su sabor… con improvisada fogosidad… sexo en la mañana??…  delicioso…

Max intentaba mantenerse en calma y esa era la apariencia que tenía, sin embargo, tenía miedo… un miedo nuevo que había comenzado a sentir desde la primera noche que lo tomó sin violencia…  todo lo que Adamir le hacía estaba comenzando a provocar resultados… siempre sabía qué hacer y dónde tocarlo… la mano en su nalga masajeaba como si fuera dueño de todo, el roce de su pelvis en su sexo…  

Tenía 13 años y su mundo se había reducido al sexo…

Comenzaba a sentir calor y no quería… no quería sentirse excitado…  podía soportar casi todo lo que Adamir quisiera hacerle pero en estos últimos  días de sexo había aprendido que había algo peor que ser penetrado o violado. La traición de su propio cuerpo y el intenso nivel de excitación que comenzaba a sentir cada vez que Adamir lo tocaba… su respiración comenzó a agitarse… odiaba sentirlo en su boca…pero a la vez quería devolver ese beso, saborearlo con su lengua y mover sus labios para sentirlo mejor… la mano en su culo… quería sentirla moverse en todas partes… no le gustaba cuando sus dedos entraban en él… pero quería moverse hacia atrás y dejarse tocar…  no podía controlar la excitación y el deseo… el calor incendiario que le hacía sentir… aún contra su voluntad, su miembro reaccionaba y demostraba abiertamente lo que la experiencia de Adamir  lograba en él.

Temía y odiaba estos momento… la  traición de su propio cuerpo… no tenía como ocultar la evidencia de su miembro erecto… se odiaba… lo odiaba a él y quería llorar y golpear de la frustración…  Tenía la loca idea de que Adamir lo hacía a propósito… no sabía cómo pero sentía que Adamir estaba en control de su cuerpo y de su mente cuando lo excitaba… era imposible.. no podía entrar en sus pensamientos ni en sus sensaciones… no podía…  no había forma de hacer eso… no?… sin embargo se sentía manejado por él, un juguete en sus manos.

Max comenzaba a temerle a la pérdida de control de sus propias reacciones. Se quedaba quieto tratando de pensar en otra cosa y solo dejarlo hacer con su cuerpo… deseando con toda su alma no mostrarle  cuanto lo excitaba…

Adamir siguió tocándolo… sabía perfectamente bien lo que estaba haciendo… era tan placentero ver la lucha interna de Max y disfrutarlo. Acomodó su cuerpo. Quería probar algo nuevo… solo por gusto.

– Sube sobre mí

Max se detuvo a entender o que le pedía… ¿solo?… ¿él solo tenía que acomodarse sobreAdamir?. Se movió con lentitud… nunca antes había hecho un movimiento solo… siempre seguía instrucciones guiado de la mano de Adamir… 

Se situó sobre él, aún manteniendo su culo levantado de manera de no tocarlo.  Adamirsonrió abiertamente al darse cuenta de lo que Max estaba haciendo. Se giró estirando la mano y tomó un preservativo de la mesa junto a un bote de lubricante.

¿Estaba listo Max para lo que pensaba pedirle?… lo miró… quieto sobre su cuerpo, su mirada baja, su espalda recta… su actitud era la de un esclavo sumiso… pero… algo tenía Max… no sabía con exactitud que era, pero algo podía leer en el cuerpo de Max que aún rebelaba esa rebeldía tan intensa…  lo pensó por un minuto pero decidió arriesgarse… era su esclavo y tenía que conseguir de él esa obediencia tan difícil. 

– Pónmelo- puso el preservativo en la mano de Max.

Era solo un pequeño sobre en su mano pero sintió que temblaba al recibirlo y al escuchar lo que le pedía… su primer pensamiento fue ver en su mente su propia mano apretando con tanta fuerza el miembro erecto de Adamir hasta romperlo, enterrar su uñas y desangrarlo…

Su respiración se aceleró al punto que tuvo que abrir la boca para poder seguir respirando…

-. Vamos Max

Adamir lo estaba probando…

¿Qué tanto daño podría causarle?… tendría en sus manos el pene de Adamir… retorcerlo… su mente se anticipaba y veía el destrozo… lo dejaría dañado para siempre… nunca más se olvidaría de él…

Abrió el sobre con cuidado y tomó el preservativo entre sus dedos… despacio lo acercó hasta  su miembro… sentía que sus dedos eran torpes y no podría hacerlo bien…  temblaba levemente… comenzó a desenrollar lentamente… se sentía duro, muy duro y caliente… las imágenes no abandonaban su mente…  era una prueba… sabía que lo era… Terminó de ponerlo y alejó sus manos en silencio, escondiéndolas para disimular el temblor.

Adamir no había quitado los ojos de Max… pudo leer el drama que se estaba desarrollando en su mente… sabía que estaba arriesgándose pero serían muchas las pruebas de fuego a las que lo sometería hasta dejar su voluntad anulada y convertirlo en un obediente esclavo…  Estaba atento a cualquier movimiento extraño…

Respiró tranquilo cuando Max terminó de poner el preservativo y volvió a asumir una actitud de espera…  Adamir, sin explicación y sin pensarlo  se levantó y le buscó la boca… ¿lo estaba premiando por hacerlo bien?…. como siempre, no se lo preguntó ni le importó… solo quería besarlo y sentirlo. Lo abrazó y luego,  con ambas manos le abrió sus glúteos…

– Desciende sobre mí, Max. Empálate – le murmuró cerca de su oído produciéndole escalofríos… parecía la voz de un amante… eso no había sonado como una orden.

Max tenía claro que esto no era tomar la iniciativa, pero era la primera vez que los movimientos para el acto sexual eran suyos… se auto-penetraba… no quería. No le gustaba… el cuerpo de Adamir tocaba el suyo… sentía calor en todas partes y las manos deAdamir abriendo su culo resultaban… eróticas…

– Eso es Max

Dolía… mierda, dolía mucho más que antes… posiblemente todavía estaba inflamado a pesar de las pastillas que tomaba…

No debía hacer gestos… no tenía que demostrar nada de lo que sentía… no quería hacerlo porque Adamir  se alegraría al saber de su dolor… con sus dientes atrapó su labio inferior y comenzó a morderlo para no gritar… pero no pudo evitarlo y un gemido largo y adolorido quemó su garganta mientras el mismo se clavaba la polla de Adamir en su ano. Detuvo sus movimientos al haber apenas comenzado a descender… dolía demasiado y sus ojos se llenaron de lágrimas. Mierda… ahora si se había ganado un castigo… o quizás que cosa peor… cerró los ojos con fuerzas temiendo lo que vendría…

– Estas adolorido… es normal… ya te vas a acostumbrar

Sus palabras tranquilas lo confundieron otra vez… ¿no estaba enojado??

Adamir sabía exactamente lo que estaba pasando. Su miembro estaba apenas dentro de Max y seguía deseándolo con más fuerzas. Cambió de ubicación sus manos y lo aferró con ambas por la cintura, sujetándolo. De un solo movimiento brusco ingresó todo su miembro dentro de Max…

No gritó porque su orgullo se lo impidió pero su boca se abrió del asombro y sus ojos se llenaron de más lágrimas que comenzaron a resbalar por sus mejillas…

– Más rápido duele menos, Max

El dolor era agudo… su boca abierta fue tapada por los labios expertos de Adamir… lo buscó con besos y caricias… su boca se movía sobre sus sensibles tetillas… en todas partes… Comenzó a moverse despacio y Max no supo como lo fue envolviendo en una nube de sensaciones hasta hacerlo olvidar el dolor…

A eso era a lo que más le temía ahora… Adamir controlaba su cuerpo… controlaba lo que le hacía sentir y por momentos se perdía completamente en las sensaciones generadas en su cuerpo…

Cabalgaron juntos durante largo rato… Adamir se tomó el tiempo para cambiar varias veces de posición y tocarlo a su gusto… suave, brusco, delicado y posesivo… Max intentaba no sentir… no moverse y solo dejarse hacer…  su cuerpo se lo pedía… pero su orgullo no lo dejaba… lo más que podía hacer era morderse aunque sabía que se arriesgaba a un castigo por hacerlo

– Suelta tu boca, Maximilian

Dentro de él… embistiéndolo con fuerzas… aun así seguía corrigiéndolo.

Max no quería hacerlo… sabía que los gemidos y jadeos comenzarían a escapar si lo hacía…Adamir lo miraba esperando obediencia.  Soltó su labio inferior temeroso… su cuerpo se movía al ritmo que Adamir marcaba con sus embestidas… comenzaba a sudar… sus piernas querían apretarlo… estaba perdiendo el control…  entonces Adamir lo atrapó en un beso fuerte y doloroso… lo penetraba más rápido y  con más fuerzas… estaba cerca del orgasmo y lo apretó contra su cuerpo… el roce contra su polla fue su perdición…

– Amo!!!- era un grito de advertencia… no podía llegar al clímax sin autorización de Adamiraunque le sonara a locura…

Adamir apretó el cuerpo de Max contra el suyo…  sentía como la sensación mágica se acumulaba dentro suyo pronta a estallar… este esclavo lograba de él lo que ningún otro… le gustaba tanto su cuerpo y se sentía tan bien el sexo con él… le fascinaba ver su rostro y sus movimientos… los gestos de Max eran exquisitos… la forma en que trataba de mantener el control… imposible… él tenía el control… además se estaba portando obediente y pasando las pruebas a las que lo sometía… lo complacía… se sintió benevolente… lo había hecho pasar por intenso entrenamiento durante los últimos días y además… quizás era una tontera pero era especial… Max se había atrevido a tocarlo, a sorprenderlo… y le había gustado mucho…

– Puedes correrte Max

Su propio clímax estaba a solo unos segundos…

Cuando todo hubo terminado, la rutina del día continuó como estaba planificada.

Max no tuvo un momento de descanso en el día hasta que llegaron las 7 de la tarde, hora en que debía prepararse para recibir a su amo. Si lo hacía de prisa, tal vez alcanzaría a tener unos minutos para descansar. Le dolía toda la parte baja de su espalda, especialmente su entrada… de verdad necesitaba descansar. Su cuerpo estaba exhausto y su mente quería un poco de paz. 

Cumplió rápidamente con las instrucciones de aseo y de orden.

Se tendió sobre la cama… 5 minutos… solo cinco minutos de precioso sueño…

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