Capítulo 46
MAXIMILIAN
Max se removió en la cama. Era de madrugada y él solía dormir toda la noche de corrido sin despertar… pero algo lo incomodaba ahora. Le había pasado igual la noche anterior en que apenas si pudo dormir, dando vueltas en la cama buscando una posición confortable… que nunca pudo encontrar.
Todavía aturdido de sueño y sin tener claro que le pasaba, abrió los ojos… el mismo cuarto de siempre, iluminado apenas por los primeros tímidos rayos del sol… Adamir dormía a su lado… el pelo largo era claramente visible así como parte de su hombro y brazo desnudo…
Al ver parte de su cuerpo supo que era lo que le molestaba y lo había despertado…
Maldito aparato… solo lo había usado por dos días y lo odiaba con toda su alma…
La presión que ejercía su incipiente erección matutina contra la funda que lo apresaba…
Desde que Adamir había encerrado su pene en esa horrible caja transparente no había podido dejar de pensar en eso… día y noche, cada hora, cada minuto… El aparato que lo comprimía lo volvía dolorosamente consciente de esa parte de su anatomía… le agregaba más peso a sus genitales… tenía que reacomodar esa sensación en su mente… no podía pensar en otra cosa que no fuera el peso extra colgando entre sus piernas, la leve tirantes de la zona genital, la lastimosa necesidad de tocarse…
Esta estaba resultando ser la más lenta y la peor de las torturas.
Poco más de cuarenta y ocho horas y Max estaba dispuesto a vender su alma al diablo en persona a cambio de deshacerse del encierro.
Cualquier movimiento, caminar, sentarse, arrodillarse… lo que fuera, lo volvía consciente del peso agregado, del movimiento de su pene y el leve roce con la prisión de silicona… era como si lo estimulara pero jamás lo suficiente como para proporcionar verdadero placer… solo lo adecuado para no dejar que su mente descansara de laesclavizante tortura de pensar y desear un roce todo el maldito día y la noche…
Necesitaba más… el pseudo estímulo de la silicona nunca era suficiente… no podía dejar de darle vueltas… era como sentir caricias tan leves que le recordaban su existencia pero no alcanzaban a ser verdadero deleite…
Estaba permanentemente excitado… su cuerpo se había vuelto dolorosamente sensible en todas partes. Y su mente no encontraba descanso… solo una creciente insatisfacción.
Estaba enloqueciendo de necesidad…
Quería tocarse con ganas… frotar todo el largo de su miembro… cualquier cosa que le permitiera sentir un roce real sobre su pene y aliviara la tensión que ya no aguantaba.
“Prefiero el látigo” se encontró pensando “es dolor físico… pero esto va a matarme”
Cuarenta y ocho horas con el aparato de castidad habían obrado en Max lo que ningún otro de los castigos había conseguido… Max se sentía dispuesto a rendirse a lo que fuera a cambio de ser liberado de esa prisión.
Sabía dónde estaba la llave. Ese era el único otro pensamiento que ocupaba su mente. La llave que permitía remover el aparato.
Iba al baño, comía, caminaba con el puesto. Ni siquiera se lo había quitado para permitirle ducharse.
Jamás se acostumbraría a tenerlo en su cuerpo.
Ni que hablar del momento en que Adamir había decidido tener sexo con él cuando le puso el aparato, dos noches atrás.
Doblado sobre el caballete, con la novedad del aparato de castidad recién puesto en él, Max no tenía bien claro aún de que se trataba este castigo indoloro. Separó sus piernas pues sabía que Adamir iba a penetrarlo. Al pensarlo y prepararse para esperarlo, el golpe de calor en sus genitales resulto desolador… su miembro quería llenarse, hincharse y expandirse pero se encontró con la barrera de silicona que le impedía hacerlo… su piel se estiró empujando la celda pero la tirantez resultaba incómoda y comenzó a doler… todo se volvió impotencia y frustración. Tan solo unos cuantos minutos y el aparato demostraba su efectividad en controlar su erección.
Adamir usó su cuerpo, como siempre hacía, pero Max no obtuvo ni el más mínimo placer esta vez…
Había aprendido a conocer la frustración sexual. Detestó la sensación… y la seguía aborreciendo hasta ahora.
Se revolvió en la cama pensando en lo que le había prohibido Adamir y si iba a ser capaz de cumplirlo
-. No te vuelvas a tocar. Considera esta parte como mía- señaló apresando sus genitales
Era imposible de cumplir. Era él quien estaba sintiendo, quien se iba a volver loco si no hacía algo… seguía moviéndose inquieto… Tenía que actuar pronto o comenzaría a rogarle que lo liberara o peor aún, cometería la insensatez de robar la llave…
Cuidando de no despertar a Adamir, Max se levantó y cifró sus esperanzas en llegar al baño. Ahí podría al menos tener algún tipo de roce con sus genitales usando su mano…
Estaba buscándose un castigo mayor… si Adamir lo descubría desobedeciendo… no quería ni pensar en lo que podría hacerle….pero no podía contenerse…
Esperaba que siguiera durmiendo y no se diera cuenta de su ausencia en la cama. No solo porque lo castigaría sino, más que nada, porque Adamir sabría que ese castigo recién impuesto, era capaz de doblegarlo hasta sus raíces…
Simplemente no soportaba el aparato de castidad y lo que provocaba en su mente y en su cuerpo…
Cerró la puerta lentamente, procurando hacer el menor ruido posible. En la soledad del cuarto de baño se permitió hacer con su rostro todos los gestos de dolor e incomodidad que ocultaba frente a Adamir. De pie frente al espejo observó su cuerpo desnudo, más específicamente, su pene encarcelado en esa funda transparente… una argolla de metal envolviendo el paquete completo y un candado pequeño. La llave estaba en manos deAdamir. Max pensó que sería capaz de matar por obtener esa llave si no lo liberaba pronto.
Moviéndose rápidamente intentó tocarse con sus manos pero no había forma de llegar a la piel de su miembro… masajeó sus testículos pero no era suficiente… tiró de la piel cercana intentando que el estímulo alcanzara su polla… la frustración y la molestia iban escalando de prisa al darse cuenta que no existía manera de conseguir lo que deseaba.
Al borde de llorar por el fracaso, conteniendo un grito de rabia e impotencia con su mano sobre la boca, Max se puso de pie frente a la taza y expulsó un pequeño chorro de orina que salió disparado en cualquier dirección… soltó el aire de sus pulmones al sentir un pequeñísimo alivio al circular la orina a través de la uretra… tampoco podía lograr expulsarla con fuerza… solo pequeños golpes de alivio…
Movió su cuerpo inquieto… como un niño justo al borde de iniciar una feroz pataleta… Demonios!! mil demonios!! Necesitaba tocarse ahora o iba a comenzar a enloquecer
-. ¿Qué haces?
Un estremecimiento helado por su cuerpo que no alcanzaba a ser mayor que su frustración… Adamir estaba en la puerta y tenía que disimular esto tan grande que sentía…
Agachó la cabeza, soltó la tensión de sus hombros y dejó caer sus manos a los costados de su cuerpo..
-. Estaba orin…
-. No me mientas
Recordó haber peleado como un loco cuando estaba en el fondo de la piscina y quería seguir viviendo; rememoró el sentimiento de rabia que lo mantuvo vivo y despierto cuando Adamir había bloqueado todos sus otros sentidos y tomó el control total de su cuerpo… en todas las luchas se había mantenido erguido y firme… pero esta prisión de silicona afectaba algo más que su cuerpo… ¿estaba sintiendo una fobia?… apretó los ojos controlando las lágrimas. Respiro profundamente y soltó el aire despacio…
-. Me incomoda, amo
Su suerte estaba echada… su voz lúgubre, triste… entregado… estaba confesando anteAdamir y le estaba entregando el poder de saber cómo podía causarle aún más daño manteniendo su incomodidad
¿Qué fue lo que pasó en la mente de Adamir al escucharlo?…
Camino la distancia que los separaba… rodeó a Max con uno de sus brazos acercándolo a su cuerpo también desnudo.
-. Es un castigo. Se supone que debe incomodarte
¿Desde cuándo le hablaba con esa voz y le explicaba las cosas?…
No valía que hiciera eso… ¿acaso había descubierto que gritando solo lograba enardecerlo y que quisiera pelear?… pero… cuando le hablaba así… casi al borde de la suavidad… lograba colarse por alguna de las rendijas en las barreras protectoras de Max y hacía tambalear su estabilidad.
No supo que responder… era tan extraño que Adamir le hablara con tranquilidad y le diera razones… pero su propia urgencia no lo dejaba analizar la actitud del amo… mantuvo un silencio doloroso.
-. Max, en una escala de uno a diez, ¿Cuánto te incomoda?
Doce!! Veinte!! Cien mil!!… quítamelo por favor!!… te lo suplico…
-. Bastante
La mano de Adamir en su barbilla levantando su cabeza… se miraron frente a frente y demasiado cerca
-. Cometiste una falta. Te masturbaste y sabes que no debes hacerlo. Me desobedeciste
Max apresó su labio inferior para morderlo con fuerzas y evitar quebrarse frente a él y suplicar… Vio la expresión en el rostro de Adamir cambiar y suavizarse. Una de sus manos buscó su labio y con un gesto lento liberó lentamente el labio inferior de entre sus dientes… no terminó ahí… el dedo acarició el labio adolorido de Max…
Parecía una conversación irreal entre ellos…
ADAMIR
Sus ojos dorados lo acariciaban… no había el usual fuego chisporroteando dentro de ellos…
Para variar, no sabía qué demonios estaba haciendo con Max… solo sabía que se había despertado, no estaba a su lado y tenía que buscarlo de inmediato. No esperaba encontrarlo tan desvalido como lo veía
Max vulnerable era una deliciosa novedad que le provocaba un sentimiento raro… volvía a ser un niño… se veía menor… triste… impaciente…algo en la imagen de Max le llenaba el corazón de cosas incomprensibles
Sintió miedo de no poder despegarse de los ojos de su esclavo… Vio a Max necesitar más aire y comenzar a respirar agitado… el sufrimiento al que estaba sometido se le estaba escapando por los poros… Max abrió la boca para respirar… fue entonces cuandoAdamir dejó de lado el férreo autocontrol de siempre…
La boca de Max era siempre una invitación… más aún cuando el labio inferior estaba hermosamente rojo y algo inflamado a causa de la mordida… y separaba sus labios en un gesto tan sensual…
Lo besó olvidando todas las reglas de control… hundiendo su lengua en la deliciosa cavidad de Max y degustando ese sabor que lo andaba trayendo de cabeza desde que lo había probado… nunca un esclavo había sabido a néctar de dioses como lo hacía Max ni había encontrado tanta satisfacción en besar su boca una y otra vez… al contrario, parecía que mientras más lo besaba, mas crecía su necesidad de seguir haciéndolo…
Ya sabía que Max acababa con toda su cordura… lo que no sabía era que quería perderse en esta sin razón, que el placer que obtenía de este beso sobrepasaba por mucho las ganas de seguir cuerdo.
Sin hablarle y con una decisión en su mente, tomó la mano de Max y lo guió hasta el lugar donde había guardado la llave del aparato de castidad.
Sintió el jadeo agradecido y sorprendido de Max al verlo tomar la llave.
-. Voy a quitártelo durante unas horas
Lo escuchó gemir al liberar el aire de sus pulmones… no supo que le causaba a él felicidad… como si lo que Max sintiera se transfiriera a su propio ser
-. Tiene un precio Max
No se lo haría tan fácil. Después de todo Max no había obedecido sus órdenes y lo que deseaba enseñarle era muy agradable para él.
-. Control de eyaculación
Pronunció a su lado, sosteniendo la llave en alto, sin usarla aún – Voy a enseñártelo y vas a aprender. Si no es así volveré a ponerte esto de forma permanente– señaló el aparato de castidad
-. Aprenderé, amo– la voz temblorosa de ansiedad y esperanza.
Adamir tomó nota de la rapidez con que Max prometió aprender. Estaba seguro de que en ese momento prometería cualquier cosa… demoró unos segundos en hacer uso de la llave pensando en la extrema vulnerabilidad de Max en ese momento… ¿algo más que deseara exigirle ya que estaba tan dispuesto?… sin dudarlo, a su mente vino el recuerdo del beso apasionado que Max le había dado esa noche en que estaba Matías… de su gesto un par de noches atrás cuando se abrió para él y parecía desearlo… ¿Qué mierda quería de Max?… ¿cómo conseguía esa entrega tan voluntaria?…
-. Manos en la nuca
Un poco confundido por lo que estaba deseando y no sabía cómo conseguir, Adamir introdujo la llave y abrió el candado. Lentamente removió el aparato deslizándolo. Luego la argolla.
-. No te muevas
Podía sentir la ansiedad de Max por tocarse. Lo revisó con cuidado usando sus manos para sostener su miembro y mover sus testículos. Solo un leve enrojecimiento donde estuviera la argolla pero ninguna herida ni problema. Ciertamente, la forma en que Max comenzaba a tener una erección declarada no era un problema.
“Lo estoy excitando” pensó estúpidamente orgulloso… pero no quitó su mano sino que envolvió el pene con toda su mano y comenzó a frotar suavemente…
Max parecía hipnotizado… su boca abierta y su cabeza un poco inclinada hacia atrás… las manos entrecruzadas tras su cabeza… el sonido de suaves jadeos saliendo de sus labios… quieto, sin habérselo ordenado… su rostro reflejaba a la vez sufrimiento y placer… los músculos de su hermoso cuerpo en tensión, esperando y pidiendo más… ¿Cómo lo hacía para ser tan sublimemente bello?… lo miró atentamente… deseó poder guardar esa imagen para siempre en su mente… poder rememorar la belleza de su esclavo en ese instante, cuando ya no estuviera con él… cuando lo hubiera vendido y Max fuera solo un recuerdo…
Una irritación desconocida lo recorrió por completo. Algo espeso y desagradable se le repartió por las venas…
¿Vender a Max?…
Detuvo sus manos… detuvo todo movimiento para buscar los ojos cafés de su esclavo que lo miró desconcertado por la súbita interrupción.
Su propio pensamiento lo había enfurecido…
Imaginar a otro hombre disfrutando del cuerpo de Max, tocándolo y besándole la boca lo había vuelto iracundo y violento…
No sabía qué locura se había apoderado de él pero no tenía tiempo para pensarlo ahora
Lo besó movido por la energía desbordante que sentía…
Max respondió de igual manera…
Sentir que Max respondía a sus labios demandantes y lo besaba de vuelta, exacerbó aún más a Adamir…
Alguno de los dos gimió fuerte…
Lo fue guiando, sin soltarle la boca, hasta caer con él sobre la cama… ni sus manos ni su boca podían quedarse quietas… tenía hambre de Max, de sus tetillas, del lóbulo de sus orejas, de su culo, del olor de su cuerpo, de ubicarse en medio de sus piernas que se abrieron sin pedirlo…
Max arqueó su cuerpo contra el de Adamir buscando todo el contacto posible… ahora si los gemidos eran suyos pero la locura era de los dos…
Adamir besaba y mordía, lo lamía como si fuese lo mas delicioso del mundo… la urgencia que sentía por poseerlo dominaba sus cinco sentidos; exigía olerlo hasta llenar sus pulmones del aroma de Max, escucharlo gemir y respirar… saber a qué sentimiento de Max correspondía cada sonido que emitía… pasar su lengua despacio sobre las tetillas para luego tironear fuertemente y morder identificando el sonido de sus quejidos… volver a buscar su boca para beber de él… todo… ver su precioso cuerpo retorcerse impaciente de su contacto y por sobre todo tocarlo, apretarse contra él, hundirse en su cuerpo…
Cuando Adamir sintió una mano de Max acariciar bruscamente su espalda no pudo controlar el gruñido placentero que produjo su garganta… no se detuvo a analizarlo… solo pensó que era extraño que nunca antes nadie lo tocara mientras tenía sexo… él siempre dominaba e inmovilizaba a sus compañeros sexuales. La falta de una reprimenda alimentó la osadía de Max y se atrevió a tocarlo con ambas manos… lo presionó contra su rostro esperándolo con la boca abierta… levantó sus largas piernas y las cruzó por la espalda de Adamir impulsando la unión de sus sexos… se restregó contra él gimiendo de gusto…
Adamir estaba como poseído por una demencia nueva e incontrolable.
-. Max, voy a follarte duro – amenazó entre besos y mordiscos,
-. Si… si… si…
El atrevimiento de Max alcanzó niveles de total imprudencia cuando la mano del adolescente tomó la del amo y la guió hasta su duro miembro… Adamir experimentó un momento de asombro al sentirse guiado… tuvo la intención de mirarlo para exigir una explicación pero su segundo de lucidez se perdió cuando sus ojos encontraron a un Max arrebatadoramente hermoso y suplicante que subía y bajaba las manos por su cuerpo tocándolo con una lujuria y confianza que nunca nadie le había expresado… el último nanosegundo de lucidez le alcanzo para estirar su brazo y manotear el lubricante de la mesa de noche… el resto solo fue pasión descontrolada al penetrarlo, besarlo, remecerlo, abrazarlo, girarlo y volver a sucumbir ante sus glúteos perfectos, sus caricias y sus gemidos angelicales, hasta culminar en un orgasmo diferente a todos los miles de orgasmos anteriores… con las manos de Max rodeándolo en un apretado abrazo…
Max dormía profundamente reponiéndose do 48 horas de angustia y una violenta sesión de pasión…
Adamir no tenía ninguna expresión en su rostro… los ojos fijos en el cuerpo dormido… En la mente, un huracán girando en total desorden que intentaba calmar. El momento de pasión había concluido.
Nunca había tenido sexo sobre una cama, con un esclavo tocándolo y correspondiendo a sus caricias…
Lo que había hecho con Max se parecía mucho a hacer el amor…
(Un leve temblor en su entrecejo indicó su nivel de preocupación)
El no hacía el amor… con nadie… nunca.
No creía en el amor.
Sin embargo, (y le costaba mucho pensarlo) tenía que admitir que su relación con Max era totalmente diferente a cualquiera que hubiera tenido antes.
Nadie le había hecho sentir tan malditamente bien… inmediatamente después del sexo con Max se había sentido completo, no solamente satisfecho sexualmente, sino… irrisoriamente completo de pies a cabeza… nada faltaba… solo Max a su lado.
Había luchado consigo mismo por no abrazarlo y cobijarlo en su cuerpo para dormirse juntos, embriagado de su intoxicador aroma y su cálido cuerpo… algo de lo que había escuchado mucho pero nunca había sentido ganas de hacer, hasta ahora…
Tenía que vender a Max y alejarlo de él.
La forma en que enturbiaba sus pensamientos y lo hacía caer en el delicioso juego de desearlo y sentirse bien era muy peligrosa.
Terminaría pronto la preparación de Maximilian y dejaría de pensar en idioteces sentimentales como sentir celos de alguien que pudiera comprarlo.
Era un esclavo y era negociable
Su respiración cambió de ritmo, acelerándose.
De pronto quería venderlo con urgencia
Adamir sentía que estaba en peligro…
Capítulo 47
SALA DE ESCLAVOS
Adamir había reunido a todos los amos de la isla. Era hora de comenzar a finiquitar la preparación de los siguientes productos para la venta. Algunos amos tenían esclavos completamente listos, “como el caso del esclavo de Santiago”, explicó Adamir mirando fijamente a Santiago, y algunos otros productos aun necesitaban más tiempo.
En ese momento el grupo de chicos que habían llegado en la misma época que Matías yMaximilian, constituían los esclavos más antiguos y ya era necesario comenzar a venderlos. La primera etapa del proceso consistía en otorgarles un pequeño respiro de libertad. Y estudiar su comportamiento.
Los chicos podían pasar unas cuantas horas al día en una sala especialmente acondicionada para su entretención pero que además constaba con un sofisticado sistema de vigilancia. Si los esclavos estaban bien preparados, seguirían las instrucciones de sus amos; por el contrario, aquellos que aún necesitaban más preparación serían los primeros en intentar fugarse, o armar revolución o causar problemas del más variado tipo. Los chicos podían disfrutar de unas cuantas horas de libertad vigilada. Usualmente disponían de televisión, juegos de video y la maravillosa libertad de poder hablar entre ellos, aunque siempre estaban a la disposición del amo que quisiera hacer uso de alguno de ellos.
El día había llegado.
Santiago tenía que dejar a Matías por unas horas.
Resultaba desgarrador separarse de su pequeño aunque fuera solo por unas horas pero si deseaba llevar a cabo su plan tenía que hacerlo. No podía levantar sospechas de ningún tipo.
Sentía como si le arrancaran un pedazo de su piel… un órgano… una extremidad… cada segundo lejos de su niño era irrecuperable.
Y le quedaba tan poco tiempo juntos…
Quizás era mejor…
Así se iría acostumbrando de a poco a su ausencia permanente…
No ver a Matías nunca más…
Sintió como le faltaba el aire y un dolor intenso en medio del pecho lo obligó a doblar su cuerpo. Tuvo que detenerse por la intensidad del dolor
-.Amo?- se soltó de su mano y se puso frente a él mirándolo asustado – ¿amo?… ¿estás bien?
No.. nunca más voy a estar bien. Mi tiempo de estar bien llega a su fin…
-. Si… no te asustes. Estoy bien- ensayó una sonrisa para tranquilizarlo.
Últimamente se había vuelto un experto en fingir sonrisas y en mentir… Era necesario para la preparación intensiva a la que estaba sometiendo a Mati a diario. Necesitaba que aprendiera a sobrevivir por su cuenta.
-. Para qué tengo que aprender todo esto?.. nunca voy a ir a un banco…
Reclamaba Matías cuando Santiago lo obligaba a entender cómo funcionaban las cuentas bancarias, como acceder a la cuenta personal que supuestamente le había creado mientras jugaban, como administrar su dinero. Lo hacía parecer un juego que aburría a Matías pero que luego sería necesario
-. Imagina que si tienes una cuanta real. Quiero que sepas como usarla
Le hablaba con su voz autoritaria que no admitía negativas
-. Está bien, amo- consentía en seguir jugando solo por complacerlo.
Algo parecido había sucedido con la ubicación en los mapas, con la asistencia al colegio, las reglas y costumbres familiares, comprar en una tienda, comunicarse por email, etc.
Llevaba varias semanas preparando a Matías para lo que sería su nueva vida.
El chico era la inocencia personificada y su ignorancia respecto del mundo real rayaba en lo increíble… creía con fe ciega en la bondad y honestidad de las personas. Dios!! Tenía que asegurarse de dejarlo en buenas manos sino, estaría perdido y lo pasaría muy mal. Fácilmente podría perderse para siempre. Al menos Matías tenía mucha inteligencia para lidiar y entender cómo funcionaba el dinero… eso lo tranquilizaba un poco. Pero el tema de las relaciones familiares, las reglas de una casa o del colegio, lo estresaban y no podía entenderlas así es que las repetía una y otra vez.
-. Es necesario que aprendas todo esto- le repetía Santiago cuando lo veía desinteresado…
-. Si señor
Contestaba pensando que sería mucho mejor pasar el tiempo acurrucados en la cama, o tendidos sobre el pasto cerca del acantilado, o corriendo en la playa o quizás mejorando su natación en la piscina… se le ocurrían mil ideas más entretenidas que aprender sobre cosas que seguramente jamás iba a usar.
-. ¿Qué haces si alguien te pide dinero en la calle?
preguntó serio repasando lo último que le había enseñado
-. Mmhh… no tengo dinero
-. De acuerdo pero imagina que sí lo tienes
-. Entonces le diría que es mío y no puedo dárselo
Lo premió con una sonrisa y un gesto cariñoso en su pelo
-. Amo… ¿y si esa persona lo necesita más que yo?
-. No Matías. El dinero es tuyo y no se lo darás a nadie aunque lo necesite más que tú. Solo es para ti- respondió Santiago muy serio sujetando sus hombros y mirando el centro de sus ojos verdes.
-. Pero…
– No Mati. Ningún “pero”. Es tú dinero y es lo único que tendrás
Seguía hablándole con gravedad.
Matías abrió mucho los ojos y pestañeó rápido algo alterado por la situación… luego se relajó y comenzó a sonreír
-. No tengo dinero… no tengo nada. Lo único que tengo es a ti, amo
Se encogió de hombros como dando a entender que con eso le bastaba.
Santiago sintió un nudo atravesar su garganta hasta estrangularla. Lo abrazó ocultando el rostro de Mati en su pecho. Su cara se deformó en una mueca triste y sus ojos luchaban reteniendo las lágrimas
-. No necesito nada más – dijo Matías desde su pecho sintiendo su pena e intentando confortarlo
-. Lo sé amor… lo sé
Santiago había vivido esas semanas sufriendo en silencio… esperando el momento en que Matías se dormía para poder desahogar sus lágrimas y estrés… llorar la pena enorme que le rompía el corazón cada vez que un nuevo día terminaba… un día más que anunciaba el fin de su contacto con el chico que se había vuelto el dueño de su corazón.
Aprovechaba cada instante para tocarlo y besarlo; algunas veces le hacía el amor con ternura y devoción, besándolo con lentitud, saboreando su piel, su saliva, su semen y todo lo que tuviera el delicioso gusto de su persona… se volcaba por entero a complacerlo hasta dejarlo agotado y satisfecho… otras veces el monstruo en su interior exigía sacrificios que Matías aceptaba gustoso ofrecerle; lo inmovilizaba, las agujas bailaban por su cuerpo, le dejaba marcas de sus dientes, de sus besos, del látigo, de losdildos que insertaba en su pequeño cuerpo… nada en este mundo podía compararse con la belleza del precioso sufrimiento de Matías y la forma generosa en que se lo ofrecía… lloraba su dolor y suplicaba por más… sus hermosos ojos verdes anegados de lágrimas, su rostro era pura expresión de dolor… sin embargo permanecía quieto, sin usar la palabra de seguridad que tanto le había costado enseñarle… Matías se ofrecía por entero para su deleite… Santiago lo amaba como jamás creyó posible llegar a sentir. Atesoraba cada trocito de su piel, cada movimiento de sus ojos, cada lágrima que caía… su respiración, su pequeño corazón latiendo de prisa y asustado… sus piernas delgadas completamente abiertas exponiendo su cuerpo para que él lo tomara…
Matías era simplemente perfecto.
Sabía que nunca más volvería a encontrar a alguien como él, que se ajustara tan a la medida de sus sueños y deseos, que lo estimulara tan intensamente y lo hiciera reír y jugar con su maravillosa sonrisa… que fuera la encarnación precisa de todo lo que necesitaba para ser feliz.
Pero no era para él.
Matías era demasiado bueno.
Se encargaría de que tuviera una buena vida…
Aunque fuera lo último que hiciera en este maldito mundo
Ahora tenía que dejarlo por unas horas. Era su primer día junto a otros esclavos y Matías estaba nervioso. Le había explicado de qué se trataba y le había impuesto algunas reglas.
-. Recuerda lo que te dije – se agachó para ponerse a la altura de sus ojos justo antes de entrar al edificio donde estaba la sala de esclavos – no hablaras de nuestros juegos ni del computador. Puedes hablar con los otros chicos pero sin discutir nada de nuestras cosas, ¿está claro?
-. Si, amo. Lo entendí la primera vez. No voy a desobedecer
Que expresión más adorable tenía Matías en ese momento…
Santiago pensó que no iba a aguantar y se echaría a llorar estrujándolo entre sus brazos. Quería correr con él a su lugar especial sobre el acantilado y no soltarlo nunca más… pegarlo a su piel… fundirse juntos…
-. De acuerdo – respondió mirando la puerta de la sala a unos cuantos metros – ¿estás nervioso?
-. Un poco
-. No debes estarlo. Todo va a salir bien
-. Amo… y si… bueno… si es que….
– Dilo de una vez
-. ¿Y si alguien quiere estar conmigo?
También lo había pensado…
Desesperaba saber que no tenía forma alguna de proteger a Mati si algún otro amo deseaba probarlo. Estaban en su derecho de hacerlo…
No sabía a ciencia cierta qué es lo que iba a hacer en ese caso pero estaba dispuesto a todo. Nadie más tocaría a Matías mientras él pudiera evitarlo.
-. ¿Qué fue lo que te dije sobre eso?
-. Que… tenía que obedecer
Se lo había dicho con el dolor de su corazón pero estaba muy lejos de ser verdad. Matías tenía que pensar y actuar como si nada fuera diferente hasta que llegara el momento.
-. Buen chico- besó su frente y lo retuvo pegado a su cuerpo unos segundos más. Le habría gustado poder decirle que no permitiría que nadie más lo tocara, que lo amaba con todo su ser y lo protegería aun a costa de su vida… que era más importante que el sol, el cielo y el agua… que no sabía cómo iba a poder vivir sin él…
-. Volveré por ti más tarde- sonrió triste
-. ¿A qué hora, amo? – la mirada ansiosa
-. Más tarde
Se puso de pie y con esfuerzo avanzó los últimos pasos hasta la sala de esclavos. Cuatro chicos esperaban dentro. Se notaba que todos estaban nerviosos. Empujó suavemente a Matías y cerró la puerta.
Todo pareció quedar inmóvil… como si el tiempo se hubiera detenido al cerrar la puerta y dejar a Matías…
Tenía que moverse… dar la vuelta y avanzar… tenía que hacerlo…
No quitaba su mano de la manilla de la puerta…
Estaba luchando para no girar la perilla, entrar como loco, rescatarlo y…
-. Santiago!
Quitó su mano de prisa y se giró luciendo una vez más la sonrisa tan ensayada.
-. Adamir
– ¿Ya dejaste a tu esclavo?
-. Si…ya lo dejé
-. Bien. Estoy seguro que se portará bien. Lo has enseñado de forma adecuada. Buen trabajo, Como siempre
-. Yo.. Gracias
-. Ven. Vamos a conversar
Adamir se volvió hacia atrás. Maximilian esperaba. Su mirada inusualmente baja. Su sencilla ropa blanca, igual que toda la que usaban los esclavos, le sentaba de manera diferente. Quizás era su altura, su postura y su figura pero parecía lucirla mejor que todos los demás. Maximilian se veía tranquilo.
-. Entra y recuerda mis instrucciones
-. Si, amo- su voz sonaba monótona y sin vida.
Maximilian estaba ocultando el entusiasmo que sentía por entrar a esa sala y quedarse a solas con otros chicos. Ver a Santiago le confirmó que Matías esperaba dentro. Deseaba entrar luego pero estaba muy consciente de ser objeto de estudio de Adamir. Estaría atento a cualquier reacción de parte suya. Se lo había advertido. Esto era una prueba. Por eso pretendía que nada diferente sucedía.
Adamir no estaba seguro de que Max estuviera realmente preparado para estar con otros chicos… sabía bien que aún no había logrado domar y someter del todo a su esclavo rebelde… pero también entendía que seguía siendo peligroso pasar tanto tiempo con él. Era necesario distanciarse de Maximilian y olvidarse de esa necesidad que le estrujaba el cuerpo cuando se quedaban a solas… Estaría atento y vigilaría sus movimientos…
Max abrió la puerta y una corriente de entusiasmo lo asaltó.
Atrás quedaba Adamir y al menos por unas horas tendría unas migajas de libertad.
La sala era grande, luminosa y cómodamente amoblada. Mesas y sillones en varios sectores. Un aparato de música, un televisor grande y varios juegos de salón. En una esquina un refrigerador con alimentos y bebidas… Se miraron con los otros chicos. Le llamó la atención un par de chicos asiáticos; uno de ellos en especial. Tenía una belleza subyugadora y un aire angelical que hacía imposible no mirarlo. Todos estaban nerviosos y conscientes de ser vigilados… llevaban soportando meses de abuso y educación forzada y la pequeña libertad que se les concedía los asustaba un poco. Se saludaron con pequeños movimientos de cabeza… sin estar muy seguros de que podían o no hacer.
Max levantó los ojos y de inmediato vio lo que buscaba. En las paredes y techo, varias cámaras de vigilancia en movimiento “tengo que recordarlas”… No podía dejarse llevar y olvidar que Adamir vigilaba sus acciones.
-. Max?- la dulce voz de Matías detrás de él
Giró muy lento… más emocionado de lo que había esperado estar… su voz era como una caricia.
-. Hola Mati
Se miraron con cariño y sentimiento. Ninguno se atrevió a dar un paso más allá para abrazarse o tocarse. Max tenía prohibido el contacto físico con cualquier otra persona. Instrucción directa de su maldito amo. Si tocaba a alguien estaría condenado al castigo. Le habría gustado estrecharlo. Mati se veía tan lindo y dulce como siempre. Era el reflejo de la suavidad hecha persona y él tenía tanta necesidad de cariño.
A Mati también le habría gustado colgarse del cuello de Max y darle un abrazo gigante… gritar de alegría de volver a verlo… pero notó el leve movimiento de rechazo en él y no se atrevió a hacerlo. Santiago no le había dicho nada pero algo lo hacía suponer que tampoco deseaba que tocara a alguien más, aunque fuera Max.
Sin ponerse de acuerdo ni hablarlo, comenzaron a caminar muy juntos, alejándose un poco de los otros chicos, hasta ubicarse en un par de sillones apartados.
-. ¿Cómo estás?
Aa Mati le bailaba el brillo de los ojos. Su felicidad por estar con Max era claramente notoria y emocionaba al chico rebelde
La ternura de Matías lo derretía. Max, tan fuerte y luchador se sentía derrotado de antemano por la calidez de Matías… bastaba mirar sus ojos alegres para que todas sus barreras quedaran regadas por el piso… por un momento sintió una ráfaga de aflicción… Matías, con su sola presencia y dulzura, hacía tambalear su cobertura de dureza y rebeldía… el menor era la clase de persona sobre quien él se abandonaría por completo… le contaría todas sus penas y aflicciones, le diría todo lo que acongojaba su alma… le hablaría sin secretos… confiaba en él como el hermano que había dicho que sería, aun sin conocerlo demasiado
-. Bien- respondió encogiendo sus hombros para restarle importancia a la posible tristeza que incluía su respuesta- ¿y tú? Te ves bien- le gustaba mucho volver a verlo. No podía olvidar lo que Matías le había dicho tiempo atrás sobre ser su única familia.
-. Si. Estoy bien. Mejor ahora que puedo verte. Tenía muchas ganas de hablar contigo
MAXIMILIAN
Max estaba cansado y era presa fácil del vaivén de sus sentimientos en este momento aunque lo disimulaba bien… Adamir lo estaba vigilando y sería una derrota para él que lo viera llorar o sufrir. Tenía que calmarse y aprender a lidiar con toda la amabilidad de Matías sin que rompiera su débil caparazón externa de protección.
“esto es una prueba… Adamir está estudiando cada movimiento que hago”
Desde hacía unas semanas, Adamir se estaba comportando aún más extraño con él. Todo había comenzado aquel día en que lo azotó de manera diferente y puso por primera vez el aparato de castidad en su pene. Las cosas entre ellos habían estado muy raras y eso tenía sus nervios alterados. Antes de eso, Max sabía siempre qué podía esperar deAdamir… normalmente era enojo, rabia, control, poder, abuso, órdenes… pero ahora… nunca podía anticipar que sucedería…
Habían tenido momentos… especiales… diferentes… en realidad no sabía cómo calificarlos.
Pero eso había endurecido a Adamir que luego reaccionaba tratándolo con una extraña distancia e indiferencia.
Ya no sabía que podía esperar de él. Estaba muy confundido.
Que ganas tenía de vaciar su corazón con Matías y contarle hasta la última gota de sus verdades… pero sabía que no podría hacerlo sin llorar o quebrarse… y no le daría ese placer a Adamir.
Desde que había llegado a la Isla, Max había demostrado su temple de rebelde guerrero… pero tanto resistir y pelear estaba comenzando a pasarle la cuenta. A él no lo quebraba el odio ni el abuso… no… eso no hacía mella en su dura caparazón… pero la afectuosidad en los ojitos verdes de Mati podía dejarlo convertido en una mancha derretida en el piso.
-. Yo también quería verte – respondió sin poder evitar emocionarse un poco. Dirigió su mirada hacia la parte superior de las paredes… buscaba las cámaras- nos están vigilando – dijo despacio
-. No importa. Igual podemos hablar
Max meneó la cabeza mostrando una de sus raras sonrisas. ¿Que se necesitaba para quitarle el eterno optimismo a Matías?…
SANTIAGO.
-. Si todo sale bien creo que podremos organizar una nueva venta para dentro de unas 5 semanas-
-. Si. claro-
-. Deberíamos incluir algunos de los compradores de Oriente… hay dos chicos asiáticos en este lote –
Estaban en la terraza del comedor frente a un par de espumosos cafés y el hermoso paisaje de la isla de fondo.
Adamir hablaba y programaba.
Santiago fingía interés… sabía que el Amo estaba observando sus reacciones a cada palabra que decía. Hablaba de venta… vender a Matías…
-. Es una buena idea- dijo el piloto automático en la mente de Santiago
“No vas a tener ese privilegio… no señor. No venderás a Mati”
-. ¿Y tu esclavo? ¿También planeas venderlo junto al resto? – preguntó sin mucho interés… más que nada porque deseaba cambiar de tema… ya no quería escuchar cómo, dónde y cuándo planeaba vender a Mati.
Santiago notó con curiosidad cómo la pregunta incomodaba a Adamir… se enderezó en el asiento… sus manos se movieron inquietas y sus ojos dorados buscaron en el horizonte como si pudieran encontrar una salida. El conjunto de acciones, mas las palabras deAdamir, llamaron la atención de Santiago
-. Ehh… Es un chico difícil y tomará más tiempo prepararlo bien. Lo venderé pronto pero quizás no ahora mismo –
Vaya… ¿Qué había tras las palabras de Adamir?…
Lo conocía lo suficiente como para saber que él jamás admitiría un fracaso al entrenar a un sumiso… y ahí estaba hablando de necesitar más tiempo debido a lo difícil que era su esclavo… Santiago estaba sorprendido. Es cierto que Adamir había tomado a Maximilian de esclavo después de varios años de no participar directamente en la preparación de uno… pero también era cierto que su habilidad y expertise era mayor a la de cualquier otro amo de la isla…
-. ¿Es un chico muy complicado? – repentinamente tenía genuino interés en saber.
Santiago intentó recordar el rostro de Maximilian. Lo había visto varias veces pero no había reparado en él con detalle. Siempre estaba enceguecido por el brillante reflejo de su hermoso Matías. En su mente apareció el adolescente alto, delgado y atractivo… sí. Era un chico llamativo… siempre serio y callado…
-. Complicado no alcanza a abarcar todo lo que el chico es- respondió pensativo fijando su vista en el horizonte… sin muchos deseos de seguir hablando
-. ¿Qué hace?
Se produjo un incómodo silencio… Santiago miraba esperando más explicaciones yAdamir claramente no deseaba darlas…
-. Es muy rebelde. Tiene una personalidad fuerte y algo agresiva. Es inteligente… muy listo. Le gusta desafiar la autoridad y es muy malo para acatar y seguir instrucciones… hay un guerrero dentro de él y es un trabajo interesante someterlo. No hay duda de que cuando llegó ya era muy bello pero con el tiempo se ha ido volviendo cada vez mejor… ¿lo has visto, no?
Santiago respondió con un movimiento de cabeza antes de poder hablar…
“¿era orgullo lo que escuchaba en la voz y palabras de Adamir?’!!… ¿se sentía orgulloso de su esclavo?
Toda una novedad.
Lo miró intentando leer algo más en los gestos de Adamir… pero su mirada seguía vagando más allá del mar y su cuerpo estaba quieto… solo su pelo largo era agitado suavemente por el viento
-. ¿Cómo estás? – preguntó Adamir de pronto volviendo a la realidad. Santiago supo que no estaba preguntando por su salud.
-. Bien – mintió
-. No olvido lo que te ofrecí. Contactaremos a alguien para entregarle a tu esclavo. No se irá con cualquiera
Apretó los puños que estaban fuera del alcance de la vista de Adamir. Mantuvo su rostro impasible…
-. Si. Gracias-
-. Bien. Termina tu café. Necesito tu ayuda para organizar esta venta
Santiago esperaba este momento. Era crucial en su plan. Ayudar a Adamir en su casa significaba acceso al único computador con conexión satelital en la isla. Terminó el café de prisa y juntos emprendieron rumbo a la oficina de Adamir.
Siempre trabajaban en silencio. Habían hecho esto mismo tantas veces que no necesitaban repetirse las instrucciones. Santiago estaba frente al computador. Creaba una página que sería visible solo para quienes tuvieran clave de acceso. Necesitaba enviar las invitaciones a la subasta. Una pequeña gota de sudor corría por su frente. La limpió con movimientos suaves para no atraer la atención de Adamir. Pensó que tal vez se esforzaba demasiado. Adamir no despegaba sus ojos de las pantallas que mostraban lo que sucedía en la sala de esclavos. Lo veía manipular las cámaras para enfocar a su esclavo… Santiago estaba en verdad sorprendido. Si hubiera tenido tiempo y ganas habría indagado más que era lo que sucedía allí. No era normal que Adamir demostrara tanto interés… pero no le interesaba ni tenía tiempo. Vigilaba disimuladamente. Esperaba el momento propicio. El teléfono sonó y Adamir se puso de pie y se distrajo hablando. Esto era exactamente lo que esperaba. Santiago tecleo rápido. La pantalla se llenó de información diferente. Buscó lo más rápido que sus ojos le permitían leer… sonrió esperanzado sin creer que era lo mismo de antes. Adamir seguía en el teléfono y parecía disgustado. Había encontrado el nombre y un número de teléfono. Lo escribió en un papel y lo guardó celosamente en el bolsillo de su pantalón. Cerró la página. Borró el historial de búsqueda. Nadie debía saber sobre esto. Volvió a la página normal aunque no podía enfocarse en lo que tenía que hacer. Su siguiente problema era tener la oportunidad de hacer una llamada telefónica al continente. Tenía que ser pronto. Por primera vez, Santiago iba a pedir un favor tan grande que tenía vergüenza y temor. Pero lo haría de todas maneras. No tenía mucho tiempo. Solo dos semanas antes del penúltimo viaje del capitán.
-. Tengo que salir – anunció Adamir molesto
-. ¿Qué sucede? – necesitaba saber cuánto tiempo estaría fuera de la oficina para poder hacer lo que necesitaba– ¿puedo ayudarte?
Adamir lo pensó un momento pero desechó la idea de con un movimiento de cabeza
-. Me llamó la Sra. Celis. Uno de los chicos recién llegados tiene problemas. Volveré en cuanto pueda
La puerta se cerró tras él. Santiago se movió levemente para tener una mejor visión del exterior. Lo siguió con la vista hasta que cruzó el complejo de edificios camino a la enfermería…
Levantó el teléfono y marcó el número que había anotado en el papel. Escuchó el ruido de la conexión… de pronto el teléfono llamaba al otro lado… miles de kilómetros de distancia unidos a través del teléfono… se sintió nervioso y emocionado a la vez… su respiración se agitó cuando alguien levantó la bocina del otro lado
-. Hola?- respondió claramente una voz de mujer
No pudo responder de inmediato… cerró los ojos rememorándose al pasado… la única voz del mundo que le producía recuerdos agradables de su niñez… se preguntó por qué nunca la había llamado hasta ahora.
-. Hola? – volvió a preguntar la voz en el teléfono
-. Hola Clarita
Le siguió un silencio
-. ¿Quién habla?- Ya lo había reconocido. Santiago sonrió apretando el teléfono con fuerza… hablo con vos trémula de emoción
-. Soy yo. Santiago. Tu hermano
CAPITULO 48
ADAMIR
Estar solo se le había vuelto… extraño. Ya no se sentía bien la soledad. Recordaba que no hacía tanto tiempo atrás le gustaba dedicar sus horas tranquila a admirar la belleza del lugar, pasear por la playa al atardecer, degustar una rica cena preparada con productos frescos del mar y un buen vino, en una de las cuantas terrazas mientras conversaba con Santiago y escuchaban buena música de fondo…
Dejaba a su esclavo esperando sin preocuparse de él, sabiendo que más tarde tendría una buena sesión de sexo.
Eran esclavos!!! No era necesario estar pendiente de ellos!!!… maldición.
Extrañaba la presencia de Max cerca de él. Le gustaba solo mover los ojos y encontrarlo de inmediato.
No podía quitar a Max de su pensamiento ni un solo minuto del día.
De una u otra forma, lograba asociar lo que hacía con Max… Solo dejaba de pensarlo cuando lo tenía frente a él.
No aguanto más vigilarlo en la pantalla sin poder tocarlo o escucharlo. Era el segundo día separado de Max. Se puso de pie y se fue a buscarlo a la sala de esclavos. Lo había tenido bajo observación constantemente desde que había comenzado a asistir a la sala con otros chicos. No había hecho ninguna tontera más que conversar con el mocoso de Santiago. Suponía que era lógico. Después de todo habían estado juntos… el mismo los había obligado a tener sexo. Sonrió mientras recordaba… aquel beso… el cuerpo de Max en éxtasis recibiendo placer en todos sus frentes…
Tenía tan claro en su mente el hermoso rostro de Max cuando estaba totalmente perdido en la pasión… era irresistible
Deseaba más…
No debería desearlo…
¿Cómo controlaba lo que deseaba en forma instintiva?
Endureció el gesto de su cara. Odiaba no tener el control sobre lo que sentía, quería o deseaba. ¿En qué momento había dejado de ser racional para dejarse llevar por sus instintos y deseos?
Estaba molesto. Consigo mismo… y a la vez con Max por ser la causa de toda su confusión.
Abrió la puerta de la sala de esclavos y todos los chicos cayeron al piso de inmediato en señal de respeto y temor. Adamir camino pasando cerca de todos ellos. Se detuvo frente a quien buscaba. Al lado de Max estaba Matías. No le gustó verlo tan malditamente dócil y sumiso…
“Mereces una lección antes de ser entregado”…
Le había quitado su rol de importancia en la vida de Santiago. Su único amigo. No le gustaba Matías. Algo tenía que haber hecho para confundir tanto a Santiago y hacerle creer que estaba enamorado de él. Maldito mocoso. Se encargaría de darle una lección antes de venderlo.
-. Maximilian, vamos
Adamir era muy bueno en el arte de aparentar. Se veía fríamente calmado aunque sentía inquietud, ansiedad… No le gustaban las horas que estaban separados… era como si todo lo que hacía solo hubiera perdido importancia. Lo prefería cerca… aunque debería desearlo lejos, donde no pudiera perturbarlo más… Max… maldito Max, ¿cómo lo hacía para no salir de su pensamiento?
Cruzó la puerta sin mirar atrás, caminando altivo y seguro. Parecía el mismo de siempre.
Parecía…
¿Qué deseaba en realidad?
Fácil!! Darse vuelta, sujetar con furia su cara y tomar por asalto su boca hasta saciar su sed de él… luego, pasar su brazo alrededor de él y caminar juntos, pegados, sintiendo el movimiento de los músculos de su cuerpo… se acaloró al pensarlo… tal parecía que su deseo por Max no tenía fin. Permanentemente hambriento del cuerpo y alma del mocoso… ya no le
Siguió caminando serio sabiendo que Max venía detrás.
No era extraño que la turbación entre lo que deseaba tan fuertemente y lo que tenía que hacer para deshacerse de esos sentimientos, lo anduviera trayendo mal genio, impaciente y actuando en forma contradictoria.
Entró al dormitorio y se acomodó en uno de los sillones de la sala. Necesitaba tranquilizarse. Respiró calmándose… Lo que estaba a punto de hacer sería muy agradable… para él.
Max se detuvo a cerrar la puerta. Al entrar recordó su obligación de quitarse la ropa cuando estuvieran solos. Despacio, movió sus manos para hacerlo.
-. Ven aquí- lo detuvo.
Tras el momento de desconcierto por la orden y por el tipo de voz, tan suave, Max se acercó hasta donde estaba Adamir. Estaba de pie y su amo sentado… eso no estaba bien… lo sabía pero no quería arrodillarse.
Se sorprendió cuando Adamir suspiró como rindiéndose y tiró de él para ubicarlo entre sus piernas.
-. ¿Cómo estuvo tu día?- no tenía necesidad de preguntar porque lo sabía todo… excepto que deseaba escuchar a Max hablar.
-. Estuvo bien… amo
Adamir se movió guiado por su instinto. Sus manos envolvieron las caderas de Max y su rostro se pegó a él… era un cuadro extraño… el esclavo de pie y el amo sentado, sosteniéndolo, pegado a sus caderas.
-. ¿Qué hiciste?
Adamir quería saber más… quería escucharlo contar algo simple… lo que fuera… que su voz sonara en la habitación para llenar el silencio, para aplacar la necesidad… sus manos en las nalgas de Max… sobando… deseando abrirlas y hundirse en el paraíso que Max guardaba entre sus piernas.
-. Vi televisión, hablé con Matías
Respondió sorprendido mirando la cabellera clara y larga pegada a sus caderas en un gesto que parecía de abandono… se afirmaba en él… ¿sabía Adamir lo fácil que le resultaría a Max tomarlo de cuello y estrangularlo?… ¿o sujetar firme su cabeza y torcer fuerte el cuello?… ¿qué estaba haciendo?… ya no sabía que esperar. Todos los minutos con Adamir eran extraños.
-. ¿De qué hablaron?
Adamir mismo casi se larga a reír de su propia pregunta. ¿Qué podía importarle a él lo que dos esclavos habían conversado?… pero le importaba.. un poco… ¿de qué hablaba Max cuando estaba en confianza?… ¿Qué cosas le gustaban?… ¿La música? ¿los videojuegos? ¿Cuál era su color favorito?.. ¿sus recuerdos? Quería saber más de su vida anterior, de sus gustos, ¿qué lo complacía?
-. De la vida antes de venir acá- respondió ocultando parte de la información. Habían conversado de muchas cosas más pero no se las iba a decir a Adamir.
Con un suspiro largo, Adamir dejó la calidez del cuerpo de Max y lo recorrió con los ojos de arriba abajo
-. Desnúdate – pidió
Se reclinó acomodándose en el sillón. Le gustaba mirar como Max se quitaba la ropa y aparecía su cuerpo desnudo, elástico… era tan bello.
Max lo había hecho tantas veces… quitarse la ropa. Pero hoy se sentía diferente. Adamirse lo comía con los ojos… ¿qué estaba planeando ahora?
Se quedó de pie, desnudo, esperando la siguiente orden.
-. Siéntate a mi lado
¿Qué?…
Hubiera preferido otra cosa… servir de mueble… adoptar alguna de las posiciones acostumbradas… pero sentarse a su lado sin ninguna protección más que su piel… era… raro
Adamir paseo despacio sus dedos por los brazos, el tórax… el vientre… las piernas. Estaba dejando los genitales intencionalmente para el final.
MAXIMILIAN
¿Por qué, después de tanto tiempo, había cambiado sus gritos y órdenes por una suave petición de sentarme a su lado?… ¿por qué me tocaba así? no me gustaba… su tacto suave me provocaba un agradable cosquilleo y aunque trataba de dominar mis sensaciones no podía hacerlo… Adamir se veía satisfecho… sabía lo que estaba produciendo en mi cuerpo.
-. Echa tu cabeza hacia atrás y apóyate en el respaldo- dijo sin quitar su vista de mi cuerpo… – cierra los ojos – Adamir tenía una inusual sonrisa en su cara
No quería obedecerle… cerrar los ojos era no saber cuál sería su siguiente movimiento y la improvisación generalmente me llevaba a la ansiedad y terminaba excitándome más…
-. Obedece, Max- se impacientaba
Dejé caer mi cabeza sobre el respaldo del sillón y cerré los ojos. Estaba atento a los sonidos. Eran mi única guía… su mano entre mis piernas, empujando para separarlas… apreté fuerte los ojos deseando que no hiciera eso… las mantuve juntas…
-. Max…- me reprochó apenas, ejerciendo más fuerza
¿Solo eso??!!… ¿mi nombre??… ¿y dónde quedaban sus gritos y órdenes cuando yo me negaba a obedecer?… ¿Qué demonio pasaba con él?… cuando me ordenaba con suavidad parecía como si yo pudiera elegir obedecer o no… hacerle caso era como someterme voluntariamente… mi respiración se aceleraba… separé las piernas ante su insistencia…
-. ¿Tienes miedo? – su mano avanzaba por el interior de mi muslo hacia mis genitales…
Abrí los ojos de golpe frente a su pregunta… levanté el rostro sin recordar lo que me había ordenado…
¿Miedo??.. ¿si tenía miedo??…
No sé. Creo que ya no tenía tanto miedo como antes. Quizás me había acostumbrado a esperar maltrato de su parte, golpes, gritos, castigos… era difícil de entender pero su cambio de actitud ahora, cuando ya había aprendido a lidiar con todo eso, era algo que me inquietaba…
Tenía que responderle y dudaba…
-. No, amo- mentí. No estaba seguro que tanto miedo me producía ahora.
Adamir sonrió como si mi respuesta lo complaciera… me extrañó que no me retara por haber desobedecido su orden y haberme movido y abierto los ojos. Fue como si no se hubiera dado cuenta o no le importara.
-. Espera… no te muevas – con agilidad se acercó al closet de los accesorios…
Comencé a ponerme tenso… ¿Qué sería esta vez?
-. Apóyate en el respaldo y cierra los ojos
Se había parado detrás de mí. Obedecí con algo de temor. Me costaba asumir las órdenes que no eran gritos…
Un trozo de tela suave y fría sobre mis ojos… me estaba poniendo una venda… instintivamente traté de abrir los ojos pero solo había oscuridad
-. Tranquilo. Es solo una venda
Adamir volvió a sentarse a mi lado en el sillón y sus dedos volvieron a pasearse sobre mi cuerpo… sus dedos expertos de… la oscuridad parecía acrecentar las sensaciones… no pude evitar la erección… ni tampoco que mi cuerpo se moviera bajo sus dedos aunque trataba de mantenerme quieto… Cuando sus labios tocaron mi cuello dejé escapar el primer sonido de sorpresa y de gusto… no pude ver lo que hacía pero juraría que estaba sonreído satisfecho…
El segundo gemido fue cuando su mano tocó mi pene con delicadeza… demonios!! Que sensación… comenzó a frotarlo como solo él sabía hacerlo… abarcándolo por completo para luego deslizarse hasta incluir mis bolas… desee poder pensar en otra cosa… intenté recordar las calles de mi ciudad, el olor de las cocinerías… los chicos que siempre me molestaban… las imágenes pasaban rápidas una tras otra pero no podía dejar de sentir, de agitarme y de querer que su mano me envolviera más fuerte… estaba luchando para retener mi cuerpo pegado al sillón y no arquearme buscando más contacto con él…
-. AAhhh Max… ¿sabes lo hermoso que te ves en este momento? – me habló al oído casi susurrando…
No. no sabía cómo me veía… ¿tal vez cómo un pequeño idiota vendido por placer??? Como un ser despreciable que se retuerce en manos de quien odia?
-. No, amo – respondí tartamudeando…
Él continuó masturbándome con destreza… se sentía tan bien que deseaba gemir y dejarme llevar. No lo hice. No haría nada que le diera a Adamir la satisfacción de saberme arcilla en sus manos. Pero era muy bueno sentir nuevamente su destreza sobre mi… provocándome placer.
El esfuerzo de contenerme me estaba exigiendo más de lo que podía manejar… me iba a ganar… me iba a mover… me iba a correr en sus manos una vez más… ¿podía hacerlo?… ¿tenía que avisarle?… en ese momento toda mi existencia se concentraba en un punto fijo de mi cuerpo… anhelaba la satisfacción rápida que él sabe brindarme tan malditamente bien
-. Aaahhh!!!- creo que grité entre jadeos sin poder controlarme más… no quería detenerme… no ahora cuando se sentía tan bien y el orgasmo crecía con fuerza dentro de mi…
Entonces quitó su mano…
-. Respira tranquilo…- ordenó con voz fría
Pero ???….
Como demonios puedo respirar tranquilo cuando todo mi cuerpo está a punto de producir una erupción volcánica???!!!!
Como cree…???!!!
Gemí mi frustración y mi cuerpo finalmente se arqueó hacia donde creí estaba su contacto… mis manos se removieron inquietas… no podía aguantar el deseo de que me volviera a tocar ahora mismo para lograr el clímax al cual me estaba llevando… la urgencia no me dejaba pensar… necesitaba más… estaba duro y ansioso… moví mis brazos, si no eran sus manos serían las mías. Lo necesitaba.
Me sujetó ambos brazos
-. Manos en la espalda- ordenó y el mismo se encargó de dejarlas aprisionados entre mi espalda y el asiento.
Dejó pasar unos segundos que me parecieron eternos… quizás un minuto completo
Volvió a masturbarme de la más deliciosa manera… respiré aliviado, jadeando… me giré entero hacia él en busca de más contacto adivinando donde estaba.
-. No te muevas
Retiró su mano cuando creyó que estaba a punto de nuevo…
¿Qué…??!!!
Entonces me di cuenta de lo que estaba haciéndome…
-. Quiero que aprendas a controlar tus orgasmos, Max
“¿Por qué??!! ¿Por qué demonios tengo que aprender algo tan idiota??!!
La frustración se sentía horrible… mi pene duro, caliente, lleno, exigía satisfacción… mi cuerpo se movía inquieto…
Gruñí manifestando mi descontento, mi urgencia…
-. No quieres que vuelva a aprisionarte… ¿o si?
NO… Cualquier cosa menos aquella cárcel transparente insufrible
-. No, amo- gemí calmándome al recordar lo que era andar trayendo aquel aparato
-. Bien… entonces coopera conmigo… controlándote y no exponiéndote… si no me detienes a tiempo y te corres, volveré a ponerte en castidad permanente-
¿Por qué de repente todo había cambiado?… por qué no podía ser como antes, cuando todo consistía en tener orgasmo cada noche y luego dormir tranquilos… ¿qué odiosa necesidad de atormentarme?
Entonces comprendí…
Adamir estaba disfrutando lo que me estaba haciendo…
Esa era la maldita necesidad!!! El placer que le producía mantenerme así…
Traté de resignarme… hacerme a la idea de ser un juguete en sus manos nuevamente… era imposible dejar de sentir.
Lo volvió a hacer… una, dos, diez, cien veces más… no sé cuánto tiempo pasó pero me pareció más de una larga hora… No se detuvo hasta que el toque de sus manos sobre mi pene resultaba doloroso y yo estaba al borde de las lágrimas… entero sudado y dispuesto a suplicar…
-. Ve a ducharte. Agua fría – ordenó quitando la venda.
Me ayudó a levantar. Mis piernas temblaban y creo que mi cerebro también. Se desnudó y se metió conmigo bajo el chorro de agua fría… mi erección comenzó a disminuir llevándose el dolor… alivio… por fin volví a ser yo mismo. Adamir se quedó vigilando mis movimientos en la ducha, pendiente de que no me tocara y fuera a correrme debido al alto nivel de energía sexual reprimida.
Yo estaba agotado… quería descansar. Supongo que debido a lo que me había hecho estaba muy excitado. Es la única explicación para pensar lo que siguió a continuación.
De pronto me fijé en el cuerpo desnudo de Adamir a mi lado en la ducha… el agua corría por su pecho… Lo vi con otros ojos… por primera vez pude apreciar no solo fuerza y poder, sino belleza en el movimiento de su cuerpo, en sus músculos marcados, en el perfecto balance de todas sus partes y formas… mis ojos buscaron su sexo… estaba en estado de semi erección, maldición!!… era hermoso… ay! no de nuevo, un rash de calor en mi extenuado miembro. Desvié mis ojos justo antes de percibir lo que creo fue un gesto de satisfacción en la cara de Adamir. No volví a mirarlo.
No me dejó de observar mientras me secaba. Cuando ya estuve listo, llevó mis manos a mi espalda.
-. Voy a evitarte la tentación
Argollas de material suave en mis muñecas en una esposa que inmovilizó mis brazos.
¿Cuántas torturas más tenía escondidas bajo la manga?… ¿Por qué me había tocado a mi el destino de caer en manos de Adamir?… pensé en Matías. ¿Habría sido diferente mi vida si hubiese tenido a Santiago de amo?… ¿o si hubiese sido obediente con Adamir desde el principio?
Me llevó hasta la cama. Cerré los ojos…
Me dormí casi de inmediato aun con un gesto de amargo pesar en mi cara…
ADAMIR
Era una técnica que solo había usado una vez, hacía muchos años atrás. Tomaba algo de tiempo obtener resultados y por eso la había relegado al fondo de mi mente. Los castigos brutales siempre ejercían mejor efecto inmediato. Pero, por supuesto, con Max eso no resultaba.
Lo había pensado mucho mientras lo observaba en la pantalla o en la vida real. Cada momento de completa entrega de Max había estado relacionado con extrema pasión… Caía rendido cuando sus sentimientos sobrepasaban su capacidad para razonar o pensar…
Había notado como la extrema excitación volvía a Maximilian más dócil, accesible y manejable. Justo las cualidades que necesitaba afianzar en él antes de poder entregarlo a su futuro dueño. Tenía claro que comparado con los otros esclavos, Max aún no había alcanzado el nivel de sumisión requerido. Los productos que salían de mi isla eran perfectos. Tendría que forzarlo… y de paso cuidar de mantenerme firme.
Sus momentos de entrega total eran lo que ansiaba… cuando me buscaba olvidando todo y podía ver su verdadera naturaleza… no puedo explicar que me pasaba cuando Max tenía actos de voluntad propia hacía mí… cuando me besaba o tocaba…
No era algo que se le permitiera a un esclavo…
Sin embrago, no podía castigarlo por eso…
Me cautivaban esos gestos de Max… me enloquecían y eso era malo y peligroso.
No había nada en el mundo, en este momento, que me gustara más que los momentos de pasión extrema de Maximilian… pero tendría que controlarme para no dejarme arrastrar con él. Estaba fríamente preparado. Necesitaba terminar pronto su preparación.
El control del orgasmo, luego de unos cuantos días, vuelve al sujeto sumiso, deseoso de complacer a la única persona que puede liberarlo y brindarle un orgasmo, su cuerpo se sensibiliza y cada toque es una caricia intensa, está más dispuesto a obedecer órdenes a cambio de cualquier juego de naturaleza sexual… está permanentemente excitado. Su voluntad se doblega ante la expectativa de una liberación de la gran carga sexual que ha acumulado al ser excitado permanentemente.
Dentro de un par de días Max estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de que le conceda un orgasmo y pueda liberar la tensión.
Solo tenía que asegurarme de que no consiguiera un orgasmo mientras no lo tuviera cerca. Cuando estuviera en la sala con los chicos.
Pero también sabía cómo controlar eso.
Sonreí mirándolo descansar. Max iba a odiarlo.
Una sombra tenue de preocupación pasó flotando sobre mi…
No. No me voy a preocupar por lo que mi esclavo sienta…
“Es un esclavo!!”
Me grite a mí mismo en la mente… ¿Qué demonios hacía dándome explicaciones para convencerme de hacer lo que quisiera? Ni sus gestos ni sus rabieta iban a impedirme usarlo a mi gusto. Nunca me había importado el parecer de un esclavo…
SANTIAGO.
El barco atracó en el pequeño muelle de la isla cerca de la madrugada. Cuando terminaron de descargar la mercadería, el capitán emprendió un rumbo diferente a su pequeño grupo de marineros. Todos sabían que buscaba a su mujer así es que nadie se extrañó. Llevaba un pequeño paquete en sus manos
Santiago salió de entre las sombras. Se miraron reconociéndose.
-. Aquí está su encargo, Don Santiago-
El capitán extrajo una serie de papeles del interior de su chaqueta. Santiago los sujetó con manos temblorosas. Eran tan valiosos esos documentos. Significaban la vida y libertad de Mati. Había pagado carísimo por conseguirlos pero había valido la pena.
-. Gracias– respondió algo cortante, hundido en la emoción.
-. Entonces… ¿dentro de 14 días?
Se veía relajado el capitán hablando del día en que se lo llevaría de la isla.
-. Si. 14 días- confirmó con la voz apagada
-. Ah! Le traje otro encargo también- le extendió la bolsa que tenía en su mano. Santiago sonrió apenas recibiéndola.
-. Agradecido- recibió la bosa de frutillas frescas. El alimento favorito de Matías.
-. Un placer hacer negocios con usted- saludó el capitán marchándose.
Santiago permaneció mirándolo hasta que desapareció en la oscuridad. Seguramente el capitán estaba complacido de hacer negocios con él. Había cobrado caro por cada cosa que Santiago pidió. Apenas le quedaba dinero… Lo que no había gastado en sobornar al capitán, lo había transferido a un banco en el continente… todo estaba a nombre de Matías, excepto una pequeña cantidad que transfirió a Clara a pesar de su negativa a aceptarlo.
Después de todo, Mati si tendría que jugar al banco… sin él.
Dios!! esperaba haberle enseñado todo lo que necesitaba saber…
Tenía los documentos de Mati, pasajes, libreta del banco… Lo que necesitaría para parecer el sobrino lejano de Clara y desenvolverse en la pequeña comunidad de Villa Canela donde Mati y ella vivirían.
Caminó sigiloso de vuelta. Siempre había algunos guardias en el recinto pero se habían acostumbrado a verlo pasar con Mati camino del acantilado a horas extrañas de la noche. Lo hacía a propósito para que dentro de catorce días nadie sospechara cuando salieran camino del barco…
Aceleró el paso con una repentina urgencia aún mayor de ver a su niño…
Contaba cada minuto lejos de él… se agotaba el tiempo… se agotaba la única felicidad que había conocido en su vida…
Sonrió recordando las frutillas que llevaba en la mano. Matías se alegraría. Le gustaban tanto…