Capítulo 49
SALA DE ESCLAVOS
Eran dos chicos de rasgos asiáticos que se habían juntado naturalmente el primer día que entraron a la sala de esclavos y parecían inseparables, pero aquel día solo uno de ellos llegó a la sala.
Era en extremo ligero y de apariencia fina; no se podía determinar su edad pero al mirarlo uno supondría que debía tener unos 14 años, muy esbelto, cintura y trasero marcado en un cuerpo delgado y grácil; su piel era perfectamente pálida y etérea… como si tuviera luminosidad propia. El delicado arco de sus cejas enmarcaba sus ojos oscuros alargados pero curiosamente grandes y hermosos. Tenía el pelo oscuro, brillante y liso que le llegaba hasta los hombros. Se movía con sutileza y era fascinantemente atractivo… el tipo de personas que uno no puede evitar mirar atentamente aunque sea mala educación porque su belleza nos recuerda un ángel o alguna deidad mágica… nos hacen pensar cosas bonitas… un descanso para los ojos y el alma.
El no parecía consciente del efecto que causaba su aspecto ni de los sentimientos de protección que despertaba al verlo desilusionado, mirando atentamente la puerta, en espera de que se abriera y entrara el otro chico asiático.
Era el único con quien podía entenderse bien en su propia lengua.
A la fuerza, había aprendido los conocimientos más básicos del idioma local pero se notaba que le era difícil expresarse en un idioma que no fuera el suyo. No era apático aunque aún no había hablado con ningún otro chico. Simplemente estaba más nervioso que el resto.
Matías y Max lo observaban con lástima entendiendo su desilusión, igual que los otros chicos, pero todos se mantenían a una prudente distancia porque el chico asiático no parecía dispuesto a conversar con ellos y nadie quería aumentar su miedo o angustia.
Todos en la sala entendían bien como se sentía estar asustado.
Las horas de la mañana avanzaron rápido. Algunos chicos miraban televisión, usaban los videojuegos o conversaban. Max y Matías hablaban y veían películas en la televisión.
El hermoso chico asiático se había sentado aislado del resto, mantenía la cabeza baja y la espalda recta, quizás dispuesto a pasar todas las horas restantes en completa soledad.
La imagen tenía una extraña aura de belleza irreal… pero era, a la vez, muy triste.
De pronto, la tranquilidad fue rota al abrirse la puerta. Dos amos entraron haciendo que todos se pusieran inmediatamente sobre sus rodillas y mantuvieran una actitud de sumisión. Eran amos que ni Max ni Matías habían visto antes.
-. ¿Cuál es? – preguntó en voz alta uno de ellos. El otro paseó su vista sobre todos ellos…
-. Ese – señaló directamente al chico asiático – nada más míralo con detención
Ambos hombres caminaron hasta quedar en frente del chico asiático… de rodillas, postura perfecta… su delicado cuerpo se veía frágil… lo examinaban como a una pieza de colección.
-. Diablos!! ¿Cómo no lo había visto antes?
-. Exequiel se encargó de mantenerlo escondido– rio el primer hombre. Tomó al chico del pelo y tirándolo, lo obligó a levantar su rostro… -no lo culpo… yo habría hecho lo mismo
-. Madición!!… tienes razón. Es una belleza
Quizás el chico no entendía todas las palabras pero claramente podía escuchar la lujuria destilando en la voz de aquellos hombres.
-. Ven conmigo
Tirando del pelo que mantenía en su puño, obligó al chico a levantarse. Lo hizo de manera silenciosa y sumisa, sin resistirse. Resignado a su suerte.
Un extraño aire de hermandad soplaba entre el resto de los jóvenes esclavos… a todos les habían advertido que cualquier amo podía entrar y tomar a uno de ellos cuando quisiera… pero era primera vez que pasaba y se sentía el miedo, la incomodidad y el deseo de evitarlo.
-. Voy contigo – dijo el otro amo.
-. ¿No quieres traer a otro? – preguntó el primero dirigiéndose a la escalera del fondo que precedía la entrada hacia los calabozos del subterráneo.
Max recordó el lugar donde Adamir lo había dejado encerrado en una jaula y sintió temor por el chico.
Matías tenía en mente la noche que él y Santiago habían estado abajo y también sentía miedo por el niño de los grandes ojos rasgados.
El segundo hombre se detuvo a estudiar al resto de los esclavos… los fue pasando uno a uno, hasta que se detuvo frente a Matías
-. El esclavo de Santiago – dijo en voz alta con un leve tinte de grata sorpresa
Matías sintió que su sangre se helaba en las venas. El hombre lo forzó a levantar el rostro tirando de su pelo como lo habían hecho con el chico Asiático…
-. El niño de los ojos verdes
Sonreía complacido… lujurioso… daba la impresión de no ser primera vez que sabía de Matías.
-. Vienes? – gritó el primero que ya comenzaba a descender la escalera con el chico asiático junto a él.
Max estaba muy pegado a Matías. En un gesto disimulado, nacido de la desesperación, Max tomó la mano de Mati envolviéndola en la suya y apretándolo, como si lo instara a permanecer a su lado… como si no fuera a soltarlo y estuviera dispuesto a defenderlo.
El hombre lo seguía mirando con deseo… alguien había comentado que era un chico dócil y complaciente… Adamir lo había elegido en el intercambio… ¿no sería buena idea comprobarlo?…
-. Voy a empezar sin ti – se escuchó la voz distante del primer hombre…
-. No te atrevas. Ya voy!
Soltó el pelo de Matías
-. Volveré por ti otro día para una fiesta privada. ¿te gustaría eso?- preguntó levantando su rostro y mirando directo en sus ojos verdes asustados y esperando una respuesta
-. Lo que usted desee, amo– respondió Matías obediente… luchando por sostener el alimento en su estómago que amenazaba con salir disparado por su boca y reprimiendo el temblor de asco y miedo que lo recorría de pies a cabeza
-. Volveré, ojos verdes– sonrió amenazante y corrió hacia la escalera.
Matías se tambaleo sintiéndose mareado. Los brazos de Max lo sujetaron evitando que cayera,
-. Mati… ya pasó… Mati!!… no me hagas esto… Mati!!- gritaba y maldecía en murmullos silenciosos.
-. Estoy bien- balbuceó.
Se pusieron de pie cuando el segundo amo desapareció de la sala. Ninguno se atrevía a moverse mucho. Nadie recordó subir el volumen de la televisión o del video juego. Se miraron entre todos… faltaba el chico asiático y su ausencia pesaba en el ambiente… todos estaban asustados.
Permanecieron en silencio. Solo sentados mirándose e intercambiaban algunas frases murmuradas.
Desde el subterráneo subían algunos ruidos que no auspiciaban nada bueno… eran ecos de las voces y risas gruesas de los amos… ni una nota de la suave voz del chico.
-. ¿Crees que esté bien?- Mati no aguantó más.
Max iba a responder que no sabía, cuando la puerta volvió a abrirse de golpe. Todos vieron otro amo entrar y volvieron al suelo… respirando muy rápido.
-. Matías!!
El alma y el calor volvieron a instalarse en el cuerpo de Mati.
Santiago había ido por él!!
No dejaría que nadie se lo llevara. Su esfuerzo por no echarse a llorar no tuvo buen resultado. Las lágrimas rodaron por su cara. Quería correr y abrazarse a él.
-. Desobedeciste una orden. Levántate!!! – sonaba enojado, su voz casi temblaba.
No entendía de qué hablaba Santiago, solo sabía que estaba ahí con el… pero si su amo decía “levántate”, él obedecía. No esperaba el fuerte agarre de Santiago en su brazo
-. Quiero todo ordenado ahora mismo. Andando
Matías comenzó a caminar siguiendo su orden aun sin comprender de qué hablaba.
Santiago iba a seguirlo cuando escuchó un suspiro de alivio, sin explicación. Giró lentamente buscando el origen…
Max, contraviniendo toda orden, lo estaba mirando sorprendido, sonriente… increíblemente lindo cuando sus labios se curvaban en una sonrisa de admiración.
Intercambiaron miradas durante solo unos segundos pero la comunicación fue extremadamente fluida
Santiago entendió que Max sabía que él había corrido a rescatar a Matías… que se alegraba de ello y que no pensaba contárselo a nadie.
La mirada preocupada de Santiago se relajó y correspondió al gesto de Max con una leve sonrisa cómplice que solo ellos dos pudieron observar… muy rápida… muy sutil… pero verdadera para los dos. Una confirmación.
Santiago salió de prisa tras Matías.
Max sintió que su boca se abría de asombro…
Era tan sorprendente…
Max entendió, con ese gesto de Santiago, todo lo que Matías infructuosamente había estado tratando de explicarle durante esos días y anteriormente…
Mati si tenía un amo que lo quería y se preocupaba por él…
No era un niño ingenuo y tonto que se inventaba mentiras. Todo lo que le había dicho Matías era verdad.
Santiago había venido por él a la primera señal de peligro
Continuaba arrodillado y con la boca abierta moviendo la cabeza en señal de sorpresa…
Se levantó y se acercó a la ventana para verlos alejarse… distantes uno del otro caminaban de prisa… No había nada que ordenar ni ninguna orden que Matías no hubiera cumplido. La prisa que tenía Santiago era por abrazar y proteger al crío lejos de la vista de todos…
Se alegró mucho por Matías… tanto que no aguanto una sonrisa mezclada con lágrimas que resbalaron suavemente de sus ojos… poder corroborar que la felicidad que decía sentir no era inventada fue un descubrimiento fuerte
Inevitable comparar su existencia a la de su hermano adoptado.
El solo se tenía a si mismo… No tenía un amo protector…
¿Vendría Adamir a rescatarlo si alguien se acercaba a él?
Ja!… posiblemente el mismo Adamir lo ofrecería a otros…
La posibilidad de lo que estaba pensando transformó su alegría en una horrible sensación. Ser tomado por otros hombres debía ser terrible y asqueroso…
Sin embargo, con Adamir… no era lo mismo. Ya se había acostumbrado a él.
El pensamiento le resulto extraño… pero era verdad. Ya no le resultaba ajeno ni chocante sentir las manos de Adamir en su cuerpo.
Mati estaba acostumbrado a su amo también. Imaginó como reales las pocas cosas que le había contado de su vida con Santiago…
Las lágrimas cesaron pero siguió sonriendo largo rato sin poder terminar de cerrar la boca. Santiago y él se habían comunicado… con esa sonrisa le había asegurado su cariño por Matías… los dos lo querían, de diferente manera.
Su vista se perdía en la ventana. Allá en su dormitorio, esos dos estaban juntos…
Todos los otros chicos tenían su vista fija en la escalera hacia el sótano.
Poco a poco, como queriendo olvidar lo que sucedía en los cuartos tras las escaleras, los chicos retornaron a una semi normalidad.
Los ojos pendientes del momento en que algo sucediera… el oído atento a los sonidos del piso inferior… el ambiente tenso…
Pasó poco más de una hora antes de que el chico apareciera escoltado por los dos hombres. Lo vieron aparecer caminando con dificultad. Se veía más frágil, pequeño y quebradizo que antes de bajar. Su pelo desordenado con restos de sudor y claras señas de haber sido revuelto y tironeado; sus labios hinchados y marcados, no podían ver sus ojos ya que los mantenía mirando al suelo. Su cuerpo estaba cubierto por la misma ropa blanca de antes pero todos ellos pudieron adivinar que había marcas frescas y dolorosas en el cuerpo del chico.
Los amos pasaron hablando entre sí e ignorándolos completamente. Habían conseguido lo que deseaban, estaban satisfechos.
Cuando la puerta se cerró tras ellos, volvió el silencio a la sala… un silencio espeso que nadie se atrevía a romper…
El chico se sentó con cuidado en el mismo lugar que ocupaba antes. Aislado y solitario. Un fuerte temblor sacudió su cuerpo al tomar contacto con el asiento y sus ojos se anegaron de lágrimas. No derramó ninguna. Estaba aguantando estoicamente lo que fuera que hubiera pasado allá abajo.
Algunos chicos se miraron entre sí… nadie se atrevió a moverse.
Max estaba profundamente impactado… le dolía el dolor ajeno… sobre todo el de esa criatura tan hermosa y frágil.
Sin pensarlo y sin que nada pudiera detenerlo, se acercó al chico asiático
-. Hola. Soy Max – se sentó a su lado evitando caer brusco para no mover el asiento. El chico volvió a temblar. No le devolvió una mirada pero sintió su presencia.
-. Mi ki
Murmuró tan despacio separando las silabas. Max apenas escuchó. Tenía una voz tranquila aunque debería estar gritando…
-. ¿Te llamas Miki? – preguntó Max incrédulo mirándolo con los ojos chispeantes de ternura.
Como en cámara lenta el chico levantó sus ojos. Estaban enrojecidos e hinchados de tanto llanto, apagados, extenuados.
-. Amo llamar Miki-
Esbozó una educada sonrisa triste, tan sutil, que solo logró acrecentar su aspecto de fragilidad.
Max sintió ganas de abrazarlo y protegerlo pero no se movió consciente de que un gesto de esa naturaleza le provocaría terror al chico.
-. ¿Es tu nombre real?
-. Nombre real Min-kim
Su forma de hablar mal el idioma lo hacía parecer más necesitado de protección
-. ¿Estás bien? – pregunto Max luego de un breve silencio. Miki enderezó su espalda.
-. Si. Estoy bien- respondió con un fuerte sentimiento de orgullo.
Max abrió los ojos y retrocedió brevemente en su asiento. Le gustó el gesto. Reconoció en Miki a un guerrero… alguien parecido a él. Alguien difícil de quebrar aun estando pisoteado en el suelo.
Se miraron y Max le regaló una de sus raras sonrisas
-. Si, claro- se burló con ternura
Lentamente Miki dibujó un gesto que pretendía ser agradable. Sin necesidad de decir nada más se entendieron.
-. Yo he estado peor
Comentó Max alzando los hombros y notando los golpes que comenzaban a hincharse. Se movió con prudencia, pidiendo permiso con los ojos… revisó de prisa el rostro de Miki…
Sin mediar palabras, caminó hasta el refrigerador y saco hielo. Lo envolvió en una servilleta y lo acercó al labio del chico con movimientos pausados y lentos para no asustarlo. Miki aceptó el hielo sin retroceder
-. No te quedaran marcas- musitó Max estudiando la herida-
-. Marcas no importan
-. Tienes un rostro hermoso
Miki movió la mano de Max quitando el hielo. Su mirada se había vuelto fría.
-. Belleza es un gran problema. Mejor yo no ser hermoso
Muy claramente, Max pudo ver como el chico se quebraba frente a sus ojos. Lentamente, una gota de agua se formó en su ojo derecho hasta desbordarse y resbalar por la preciosa mejilla aterciopelada de Miki… su dueño no parecía contento con esa muestra de debilidad.
Max no se impresionaba fácilmente pero la fuerza interna que se adivinaba en Miki lo removió.
-. Si. Se lo que quieres decir
Miró a su alrededor entendiendo la incomodidad de Miki porque Max presenciaba su momento de fragilidad. A él le pasaría lo mismo.
-.Te traeré un jugo– No esperó a escuchar la respuesta. Se alejó pensando en que Mikinecesitaba un minuto a solas para reponerse, algo que beber para calmarse.
Le entregó el jugo y bebieron en silencio.
-. Tú también hermoso– dijo el chico
Max sonrió con tristeza. Miki tenía razón. Si fueran feos y poco agraciados ninguno de ellos estaría aquí. Miró a los chicos que los rodeaban. Eran ocho en total, incluyendo a Mati y al otro chico asiático que estaba ausente. Todos ellos de hermosa contextura… Nadie secuestraba a un chico feo si quería un esclavo sexual que lo complaciera.
-. Si. Es un problema
¿Qué habría sido de su vida si fuese un chico de aspecto corriente? ¿Seguiría vagando por las calles de su ciudad?… ¿todavía pasando hambre y durmiendo donde la noche lo pillara?… ¿peleando con los matones que intentaban quitarle su ubicación en la calle o su mercadería robada?…
Le gustaba la cama que compartía con Adamir. Desde el primer momento le había gustado.
La comida no estaba tan mala… odiaba el jugo verde que lo obligaba a tomar cada día pero el resto… estaba bien.
A veces no se entendía a sí mismo… sentía que se traicionaba…
Hacía un par de días que Adamir había vuelto a ponerle el aparato de castidad pero solamente por unas horas al día mientras estaba en la sala con los chicos. Lloró de rabia y frustración al darse cuenta que pasaba, el primer día.
-. Solo unas horas Max- le hizo un gesto cariñoso en la cabeza que a Max le molestó sentir. ¿Por qué le hacía cariño si a la vez lo castigaba con lo que más odiaba?
Max no respondió. Los labios apretados y el cuerpo en tensión. Todo entero rechazaba esa cosa que enfundaba su miembro y lo hacía sentir incómodo… completamente impotente. Si no fuera por su maldito orgullo, habría suplicado.
De pronto, los dedos de Adamir se paseaba por sus labios..
-. Suéltalos… no los aprietes- lo tenía hablándole encima
¿De qué otra manera manifestaba su descontento entonces?… mantuvo los ojos bajos y los fue soltando despacio, respirando como una animal furioso.. sin una salida por la cual dejar escapar lo que sentía…
Adamir pareció percibirlo…
-. Mierda!
Tras la exclamación de rabia, Adamir se encargó de relajar sus labios con los suyos sobre los de él… lo sujetó fuerte de la nuca y le comió la boca con un beso largo en el que lo exploró a su gusto… lo forzaba a abrirse para él y lo lamía con suavidad… Max no quería… tenía rabia… rabia… rabia… terminó cediendo bruscamente ante el impulso de energía… correspondió al beso aunque no quería hacerlo… la cárcel que colgaba entre sus piernas le recordó que no era buena idea comenzar a excitarse ahora.
Vaya idiota en el que estaba convirtiendo.
Adamir lo soltó con brusquedad, como si de pronto hubiera recordado que no debía besarlo ni entusiasmarse.
-. Voy a quitártelo en cuanto volvamos al cuarto
Y así lo hacía cada tarde al volver.
Pero Max seguía detestándolo y ahora con mayor razón. Después de varios días con esta rutina le costaba pensar en algo que no fuera el sexo… satisfacer su creciente deseo insatisfecho.
No era solo el aparato que envolvía su pene y no le permitía tocarse sino que era la nueva tortura que Adamir le hacía padecer cada tarde, cuando terminaban sus horas en la sala de esclavos. Lo desnudaba él mismo… lo ubicaba cómodamente sobre un sillón con las piernas separadas y ataba sus muñecas. Con una delicadeza que parecía increíble de parte del amo, soltaba su cárcel y lo dejaba en libertad… era quizás el momento más difícil… habría dado cualquier cosa por tener sus manos libres y poder frotarlo completamente, volver a sentir su pene como parte de su cuerpo… un toque… solo uno habría bastado… Pero no. Adamir retiraba rápido sus manos sin ofrecerle aún ningún consuelo. A veces parecía que el amo quería quedarse a mirarlo o a hacerle algo más… lo miraba como si fuera a hacer algo… pero daba media vuelta y parecía enojado consigo mismo y continuaba con algo diferente.
Después de algunos días, bastaba entrar de vuelta al cuarto para que Max comenzara a temblar con anticipación en espera de lo que vendría… En la sala con los chicos lograba desconectarse medianamente de su carga erótica… pero al volver a pisar el cuarto, una ola de gran excitación lo recorría… una tortura que no tenía nombre… lo aborrecía… se aborrecía a sí mismo por esperarlo… eso mismo hacía que comenzara a acalorarse aún antes de que el maldito se dignara tocarlo. Su miembro cabeceaba y comenzaba a llenarse incluso antes de que Adamir hubiera movido un dedo para tocarlo. Cada día respondía más rápido y más fácilmente… era una basura… una mierda… quería controlarse pero no podía… tenía la mente nublada por el deseo insatisfecho. Se avergonzaba pero no había donde ocultar su cara ni la evidencia. Diablos!! Parecía como si estuviera esperando por los dedos del amo sobre su miembro y sus bolas… como si quisiera ofrecerse…
Adamir no decía nada. Su cara no reflejaba ni un gesto más que pura concentración. Jugaba con él… lo masturbaba y estimulaba hábilmente… lo llevaba hasta el límite y se detenía… maldito!!! invariablemente se detenía justo antes de que Max alcanzara el orgasmo… era una sensación desesperante… se retorcía en la silla… no controlaba sus gemidos ni la sensación de frustración… todo su cuerpo pedía más… Mientras más excitación frustrada recibía del amo, más deseaba ser tocado y acariciado…
Llevaba apenas unos cuantos días en este juego pero lo estaba enloqueciendo… tenía miedo de quebrarse en serio y largarse a llorar o suplicar delante de Adamir. No sabía cuánto más podía aguantar.
Se dormía extenuado y adolorido… las manos apresadas para que no pudiera tocarse…
En un par de ocasiones había pensado una estupidez cuando su erección nocturna se volvía insoportable… si se acercaba lo suficiente a Adamir podría rozar su pene contra el cuerpo del amo… aahhhh… demonios!!!… deseaba hacerlo… ansiaba ser tocado por él y tener un maldito orgasmo…
CAPITULO 50
MATIAS
Había pasado doce días asistiendo a la sala de esclavos y era muy agradable encontrarme casi todos los días con otros chicos, especialmente a Max. Me estaba acostumbrando a su presencia cerca de mi… un amigo… un hermano. Nunca había tenido uno antes. Era bonito. Podíamos conversar de muchas cosas aunque el tema de los amos estaba prohibido. Pero hablábamos igual aunque lo hacíamos en secreto, por poco rato y cuando estábamos los dos solos.
Nos estábamos acostumbrando a incluir a Miki. Max y él habían desarrollado una singular relación de amistad el día en que los amos lo dañaron. Hablaban poco usando palabras pero se entendían a la perfección. Yo le ayudaba a Miki a mejorar el idioma y Max se reía de nosotros. Nunca había conocido a nadie que tuviera un aspecto tan bonito como él. Max era atractivo y todos los otros chicos también… pero nadie era ni remotamente parecido a nuestro nuevo amigo. Pero a Miki no le gustaba que se lo dijéramos ni que habláramos de la belleza.
Nos pedía que le describiéramos la ciudad o que le dijéramos cualquier cosa de nuestras vidas antes de este lugar. Max y yo le contábamos de nuestra ciudad anterior y de las tonteras que hacíamos. El se reía de nuestras tontas historias. Otras veces recordábamos la tristeza y miseria de nuestras vidas anteriores y los tres terminábamos muy callados…
Miki hablaba poco de su vida. No contaba mucho y cuando lo hacía un velo de tristeza nublaba sus ojos oscuros. Me producía pena escucharlo… siempre se quedaba como perdido en su historia… como si tuviera algo más que decir pero no quisiera hacerlo y estuviera a punto de quebrarse. Max y yo nunca lo forzábamos. A veces solo nos quedábamos en silencio comiendo entre los tres una misma fruta o compartiendo lo que fuera que tuviéramos… muchas veces era solo una sonrisa y un sentimiento de hermandad.
El amo me preguntaba todos los días qué había hecho y me escuchaba con interés. Últimamente parecía que el único interés en su vida era yo y me gustaba mucho que me dedicara todo su tiempo. Le había contado un poco de mi amistad con los chicos pero no le había dicho que tan cercanos nos estábamos volviendo, especialmente con Max. Eldecía que nos estaban vigilando y que si nos veían demasiado juntos nos separarían. No creía que Santiago fuera a hacer eso pero… tampoco quería que mi amo pensara otra cosa si me veía pasar mucho tiempo con Max… además, Santiago no sabía de lo que había pasado entre nosotros…
Ese día, antes de partir a la sala de esclavos, decidí preguntarle.
-. Amo, ¿Puedo seguir hablando con Max?
-. ¿El esclavo de Adamir?- preguntó sin mucho interés
-. Si, amo. Lo conocí cuando estuve con ellos
Muy tarde recordé que aquel tema siempre lo ponía de mal humor
-. No lo recuerdes– siseo molesto
Esperé callado sabiendo que no debería haberlo mencionado pero ya se me había escapado. ¿Podría alguna vez contarle a mi amo lo que en verdad había sucedido esa noche? Quizás si supiera que Max me había… tocado, no le gustaría que yo hablara con él. No tengo claro porque pero sentía la necesidad de ser sincero con mi amo.
Arriesgándome a un castigo, me acerque a él y me quede a su lado, con la cabeza gacha, esperando su atención.
-. ¿Qué pasa?
-. Quiero hablar contigo, amo
-. Estamos hablando, ¿no? – aún estaba molesto.
-. Si. Pero…
-. Pero, ¿qué?- comenzaba a impacientarse y yo estaba a punto de arrepentirme.
-. Es que… es del tema que… me prohibiste
Era solo uno el tema que no podía hablar con él así es que no le tomó mucho entender. Lo vi tensar su mandíbula… y entonces, contrario a todo lo que esperaba, pareció pensarlo mejor. Se agachó a mi altura
-. Mati. Mírame- lo hice. Estaba triste. No enojado- no quiero que me recuerdes aquello que pasó. No entiendes que la idea de saber que Adamir estuvo contigo y te.. tocó… y.. tú no sabes lo que me pasa cuando lo pienso
-. No, amo. No fue así- respondí rápido antes de que me prohibiera hablar
Santiago no entendió de inmediato… pasados unos segundos me sujetó fuete de los brazos abriendo mucho los ojos
-. ¿Qué dijiste?
Sus dedos se enterraban en mis brazos y me estaba doliendo
-. No me tocó, amo
Pude soltar por fin la frase que tanto quería que escuchara
Se fue transformando justo frente de mis ojos
-. ¿Adamir no te tocó?
-. No, señor
-. ¿Nunca?… ¿Nada?… ¿no te…?
-. No amo. “El” no me tocó
Recalqué un poco culpable. Santiago entendió lo que estaba insinuando
-. ¿Quién?
Me mordí el labio y miré hacia el piso… ¿me iba a prohibir juntarme con Max?… no quería eso
-. Max…- murmuré muy bajito.
Se demoró en responder.
-. Espera… – le costaba procesar lo que escuchaba- ¿Max?… ¿su esclavo?!!.. ¿Max te tocó en frente de Adamir?
-. El… bueno… Max y yo… El Amo mayor le dijo que…
– Dilo de una vez Matías!!
-. Max y yo tuvimos sexo, amo
Me miró como si yo fuera una estrella brillante… detuvo su mano cubriendo su boca para evitar una sonrisa…
-. ¿Max?… ¿solo Max?
Asentí moviendo enérgicamente mi cabeza… no parecía disgustado sino, más bien, sorprendido.
Confirmé que así era cuando sus brazos me rodearon y se abrazó a mi suspirando con alivio
– Oh Dios… Mati
-. Solo fue Max
-. ¿Y Adamir?
-. El nos observaba al principio y después… fue con Max
Podía sentir cómo la mente de mi amo procesaba todo de prisa…
-. ¿Los tres al mismo tiempo?
-. Si, amo. Pero el Amo mayor no me hizo nada a mi
-. Debiste decírmelo antes. Significa mucho para mi… imaginé muchas veces lo que había pasado y…
-. No me dejabas hablarte, amo.
-. Lo siento, Mati. A veces no sé lo que hago contigo
-. Amo… ¿puedo seguir hablando con Max?
Buscó mis ojos antes de preguntar
-. ¿Te gusta?
Asentí rápidamente con la cabeza
-. Si… es mi amigo, mi hermano. Max y yo somos una familia- respondí orgulloso
Santiago sonrió entendiendo.
-. ¿Es como tu hermano? ¿no quieres besarlo o tener sexo con él?
Negué con la cabeza. El sexo solo era bueno con mi amo… yo le pertenecía solo a él.
-. No. Amo. Me gusta solo contigo
Me miró largamente volviéndose triste de nuevo… como si se estuviera preguntando muchas cosas en su cabeza
-. ¿Te… gusta conmigo?
-. Si, amo- otra cosa más que me alegraba de poder decirle. – me gusta mucho el sexo contigo
Me miro fijamente, casi sin expresión… analizando mi respuesta. Creo que nunca le había dicho lo mucho que me gustaba lo que hacíamos juntos.
-. Pero te hago daño… te causo dolor
-. Si, pero yo te hago feliz
Era así de simple. Yo lo complacía como él me había enseñado y, de paso, era feliz
– Y tú a mi
-. ¿Aunque te duela?
Ahora si estaba asombrado. Lo rodee con mis brazos
-. El dolor dura poco pero después me siento feliz por varios días
-. Mati.. Mati… ¿qué voy a hacer sin ti?
Me envolvió contra su cuerpo. Mi amo temblaba.
-. Amo… solo son unas horas– reí.
Me gustaba tanto su cariño y que me extrañara mientras estaba en la sala con los chicos. Sonrió con sus ojos llenos de pena… y asintió
-. Si. Es cierto. Solo unas horas…
En el camino me dijo que podía hablar todo el tiempo que deseara con Max pero que nuestras cosas íntimas seguían siendo solo nuestras y no debía contárselas.
Max y yo éramos muy diferentes en algunas cosas y parecidos en otras; nuestra historia tenía aspectos en común pero él tenía un alma guerrera de la que yo carecía. Max buscaba más cosas en la vida… parecía necesitar mucho más de lo que tenía… o quizás era que sentía diferente porque la relación con el amo mayor no funcionaba bien. No me lo decía porque no le gustaba hablar de eso, pero podía leerlo en sus gestos tristes, enojados o asustados. Solo se entusiasmaba cuando hablábamos de su “época de libertad” antes de llegar a la isla y nos contaba, a Miki y a mi, de las cosas que solía hacer, la gente con la que hablaba y las peleas que tenía.
Creo que había algo violento dentro de Max; una especia de rabia que no tenía cauce de salida y se acumulaba creciendo desordenada. Yo lo veía tratando de controlarse todo el tiempo y me daba pena lo que le estaba pasando. Puede ser que tal vez yo fuera demasiado sumiso o conformista, pero honestamente, no entendía que más podría querer yo que una vida permanente junto a Santiago en esta isla tan hermosa.
Max me hablaba de libertad, de poder hacer lo que quisiera sin tener que responderle a nadie, de no ser abusado ni agredido… yo recordaba las noches de frío y hambre, la alegría de dormir calientito junto a mi amo, la bendición de un plato de comida verdadera y lo único que podía desear era estar junto a él y que me tocara y besara la mayor cantidad de veces que fuera posible… quería volar cada vez más alto, de su mano.
El me miraba incrédulo y yo lo miraba con pena.
El me explicaba su rabia y yo trataba de hacerle entender mi bienestar y alegría.
Daba la impresión que a Max no le cabía en su mente la realidad de mi vida.
-. Pero te castiga, te manda, eres su prisionero.. ¿cómo puedes decir que te quiere y te cuida?
Yo me quedaba tranquilo esperando a que se calmara. Recordaba las cámaras y que estábamos hablando de algo prohibido.
-. Todo lo que hace es porque me quiere
-. Quizás te quiera… pero fuimos secuestrados. Nadie nos preguntó si queríamos estar aquí– comenzaba a desesperarse por mi falta de reacción
-. Nada me ataba a esa ciudad – todo mi mundo se reducía con Santiago.
-. Estas ciego Mati… pero no te voy a quitar tu venda. Prefiero que creas que eres feliz
Adoptaba una actitud altanera y semi protectora. Como si yo fuese tan niño que no entendía nada.
Me miraba lleno de dudas e incredulidad cuando yo le decía que mi amo me cuidaba y protegía y yo era feliz con él.
Miki apenas participaba de estas conversaciones, Era muy difícil saber qué tipo de relación tenía con su amo Exequiel. Nunca decía nada y cuando llegaba o se iba, solo podía leer obediencia en sus gestos y un cierto aire altanero parecido al de Max… como si en realidad nada los pudiera doblegar pero no era suficiente para parecer desobediente.
Para no incomodarlo, cambiábamos de tema o nos íbamos a jugar o ver televisión porque las diferencias, entre Max y yo, eran enormes y él se daba cuenta de mi absoluta lealtad a Santiago. No me iba a cambiar. Yo quería cambiarlo a él. Max estaba encerrado en una costra dura de rencor.
Quería con tantas ganas que Max fuera un poco feliz.
Pero veía que él y su amo no lograban conectarse y no me explicaba porque el amo mayor no le decía de una vez lo que sentía por él. Max necesitaba amor en su vida y yo estaba seguro de que él sentía eso por Max.
-. Te lo dije la vez anterior. El amo mayor sí te quiere-
Max sonreía y me miraba condescendiente…
-. No entiendes Mati… Adamir no siente nada por nadie
Pero yo sabía que si.
Venía a buscarlo siempre más temprano que a todos los otros. Yo veía su preocupación cuando lo dejaba en la mañana. Ponía cara de estar molesto… pero creo que estaba preocupado por dejarlo solo, por alejarse de él. Cuando llegaba a buscarlo en la tarde, su cuerpo estaba todo apretado hasta que Max se ubicaba a su lado. Parecía que entonces soltaba todo el aire retenido y sus hombros se relajaban. Se alegraba de verlo porque sus ojos se tranquilizaban, yo creo que en su interior sonreía suavemente… algo en su rostro se volvía más dulce y aunque no le decía nada, caminaba diferente a como había entrado.
Mi amo llegaba a buscarme poco después. Caminábamos en silencio hasta el dormitorio o hasta alejarnos del recinto camino del acantilado o la playa. Cuando teníamos la seguridad de estar lejos de todas las miradas ajenas nos lanzábamos en brazos del otro para besarnos y sentirnos, decirnos cuantos nos habíamos echado de menos y reírnos de la alegría de estar juntos de muevo.
Desde hacía unos días el amo y yo habíamos comenzado a salir de noche hacia el acantilado o la playa. Todo estaba oscuro pero el llevaba una linterna y una manta para taparnos.
-. Es una aventura, Mati- apretaba mi mano.
En dos ocasiones me había sorprendido. Tirados sobre el pasto en el acantilado o en la arena de la playa, sintiendo el ruido de las olas, el cielo despejado tachonado de estrellas… la luna brillaba reflejándose en el mar.
-. Cierra los ojos – ordenó de pronto
Obedecí de inmediato. Acercó algo a mi boca. Quise saber que era y moví mis manos… no me había prohibido moverlas… solo los ojos
-. Mano atrás de la espalda. Abre la boca
Me preparé para sentir su pene entrar en mi boca…
-. Fruti…llas!!!- el delicioso sabor de los frutos rompiéndose en mi boca… Santiago me besaba y en el beso me robaba un pedazo de mi fruto… reíamos de puro gusto.
-. ¿Sabes cómo se cultivan?- preguntó señalando las frutillas. Negué con la cabeza
-. Crecen a ras del suelo. Unas plantitas pequeñas y bonitas con flores blancas… primero son un fruto pequeño y blanco. Cambian de color a medida que van madurando.. del blanco al rosado y luego al rojo…
-. ¿Cómo sabes todo eso, amo?- mi boca llena… Dios!! amo este sabor
-. Conocí una mujer muy buena que le gustaban las plantas. Tenía un huerto con frutillas y otras cosas
-. ¿Qué mujer?- me sorprendió que mencionara a alguien…
-. Se llamaba Clara. Era buena conmigo
-. ¿Fue tu novia? – pregunté algo molesto imaginándolo con ella.
-. No. no fue mi novia – aclaró riendo y entendiendo que yo estaba celoso de que mencionara una mujer
-. Ah… ¿y dónde está ella ahora?
-. Vive en un pueblo pequeño… en un país no muy lejano. Sigue cultivando frutillas…- la mirada de Santiago se perdió en el horizonte…
-. ¿Podemos crecer frutillas aquí?
Pensé que sería bonito tener nuestro propio jardín de frutas… las cuidaría mucho y sería entretenido.
Santiago me abrazó muy fuerte
-. Tú vas a conocer las plantas de frutillas, Mati. Las verás crecer y las cuidarás tú mismo
Correspondí al abrazo. Mi amo era el mejor de todos. Tendríamos plantas de frutillas en la isla.
El día que todo mi mundo se vino abajo amaneció nublado… como si el cielo presintiera que nada bueno podía esperar de ese día.
La noche anterior había sido una de las más intensas que habíamos vivido juntos… Santiago se esmeró como nunca antes… dolor y placer tan extremos que incluso estuve a punto de escapar de mi propia mente al recibir demasiados estímulos… mi amo supo darse cuenta y detenerme a tiempo. Depositaba toda mi confianza en él cada vez que jugábamos y me hacía volar… Santiago siempre estaba atento de cuidarme.
Aún tenía vestigios de esa magia en mi cuerpo en mi mente… estaba lleno de una felicidad que aturdía.
Estábamos desayunando cuando me pidió algo inusual.
-.Mati, quiero que finjas estar enfermo hoy frente a los chicos y a todos
No me atreví a preguntar sus razones con palabras pero mi cara de sorpresa debió hacerlo por mí.
-. Es que… quiero ir a buscarte más temprano y que mañana te quedes conmigo. Quiero que todos crean que estás enfermo… muy enfermo
La idea resultaba divertida pero para él parecía una verdadera preocupación.
-. Si, amo. ¿De qué estoy enfermo?- pregunté entusiasmado
-. Pues… veamos… ¿puedes toser?
Hice la prueba y tosí, pero no sonaba nada convincente.
-. Bien… estarás enfermo del estómago. Quiero que vayas muchas veces al baño, que te quejes de dolor de estómago y te mantengas echado en un sillón… desanimado y adolorido… ¿podrás hacerlo?
-. Claro, amo
-. Muéstrame cómo
Santiago se sentó seriamente a mirar lo que yo haría… para mi era como un juego, pero él estaba sumamente inquieto y deseaba que todo pareciera lo más real posible.
Riendo, me dejé caer sobre el sillón y aparente poner cara de dolor… su mirada muy grave me fue quitando la sonrisa…
Lo practicamos muchas veces hasta que quedó tranquilo.
-. Come bastante ahora Mati. No vas a comer nada con los chicos hoy. Dirás que te duele el estómago y tienes ganas de vomitar, o nauseas
-. Si, amo– la seriedad de mi amo le había quitado toda gracia al juego de simular mi enfermedad. Ahora sentía que tenía que hacerlo bien o se iba a disgustar conmigo.
Frente a la puerta de la sala de esclavos me detuvo.
-. Ni una palabra a nadie, ni siquiera a Max
-. Si, señor- respondí un poco triste. Me sostuvo de los brazos agachándose para estar a mi altura
-. Es por nosotros Mati. Pronto entenderás – La voz de Santiago se había vuelto temblorosa… sus ojos se humedecieron…
-. ¿Amo?
Se puso de pie antes de dejarme seguir observándolo
-. Te veré más tarde. Recuérdalo todo por favor
-. Si, amo. Lo haré bien- pero Santiago se alejaba de prisa dejándome triste y preocupado
Comencé mi actuación en cuanto entré a la sala. Normalmente sonreía al ver a Max o a Miki pero hoy me dejé caer en el piso y apoyé mi cabeza en el sillón. Max y Miki preguntaron que me pasaba. Tuve ganas de reír o de confesarles que en realidad no tenía nada… sobre todo al ver la cara de preocupación de Max
-. Me duele el estómago- respondí sintiéndome un gran actor
Pasé el resto de la mañana inventando viajes al baño, obligándome a permanecer quieto y a no tomar el control para los juegos, a hablar apenas y a soportar la mirada de inquietud de Max. Quise contarle para tranquilizarlo pero le debía lealtad a mi amo y él me había pedido que no lo hiciera.
Un par de horas después llegó a buscarme. Me sacó de la sala fingiendo preocupación por mi estado. Salimos silenciosos. En vez de dirigirnos directamente al dormitorio, Santiago apretó mi mano y caminamos de largo hacia nuestro lugar favorito.
-. Se supone que estoy enfermo, amo– dije riéndome
Santiago se sentó con gravedad sobre el pasto… me indicó el espacio entre sus piernas cruzadas. Me abrazó sosteniéndome y afirmó su cabeza sobre la mía. Luego de un prolongado silencio admirando el paisaje, tomó aire y me habló-
-. Tenemos que hablar, Mati. De algo muy serio
Me dio susto su voz…
-. ¿De qué, amo? ¿hice algo malo?
-. No, amor. Tú nunca hiciste nada malo
Siguió otro largo silencio en que sus brazos me envolvían. Me apoyé sobre su espalda. Tuve la idea de que a Santiago le costaba hablar…
-. Voy a sacarte de aquí, Matías
Su voz sonó como una sentencia de muerte
No supe que pensar… no entendí de que hablaba… ¿íbamos a viajar?..
Me di vuelta a buscar su rostro. Santiago estaba gravemente serio
-. Voy a enviarte a vivir con alguien que va a cuidarte. En una ciudad muy bonita y…
-. ¿Por qué?
Sentí miedo… algo no estaba bien. Santiago me quería alejar… ¿ya no me quería?
-. Porque… porque no podemos estar juntos para siempre en esta isla, Mati. Te he estado enseñando todo lo que has aprendido porque es un negocio… si sigues aquí vas a ser vendido a alguien desconocido que será tu nuevo dueño
-. No quiero un nuevo dueño. Quiero estar contigo aquí-
-. No se puede, Matías
-. POR QUE NO???!!
-. Todo esto que ves pertenece a Adamir. Yo trabajo para él. Nuestro negocio es este, Mati. No puedo retenerte conmigo. Si lo hago, si te quedas aquí, te arrancarán a la fuerza de mi lado y te venderán
NO… no era real lo que estábamos hablando… lo seguí mirando esperando el momento en que comenzaba a reír y me decía que todo era una broma… pero continuaba grave y triste
-. No quiero que me vendan!! No quiero irme de tu lado
Me apreté fuerte a él. La sola idea de estar lejos de él era intolerable… quería que se callara y no dijera ni una palabra más.
– Y yo no quiero dejarte ir… pero tienes que ser valiente y hacerme caso. Por favor, Mati
-. Pero no quiero!!!- estallé en llanto.
-. Mi vida… mi amor…
Me aprisionó fuerte entre sus brazos… quise quedarme ahí para siempre… meterme dentro de su cuerpo y ser los dos como uno solo…
-. Lo que tú y yo queramos no importa
Santiago también se había quebrado… El llanto y los sentimientos no me permitían hablar… albergado en su cuerpo, me negaba a creer que todo iba a cambiar. No quería separarme de él… no quería seguir escuchándolo… estaba temblando de miedo y de pena
-. Tenemos solo una oportunidad, Mati. Tienes que ayudarme para que todo resulte bien
-. Pero…- no..no, no…
-. Escúchame… no voy a dejar que te vendan a otro amo
Secó sus ojos y volvió a ser mi amo de siempre. Puso sus dedos sobre mi boca para callar mis protestas… despacio las fue moviendo para limpiar mis lágrimas y siguió hablando
-. Es una orden Matías. Soy tu amo y te lo estoy ordenando. No me vas a desobedecer ahora. Verdad?
Lo miré con ganas de decirle que no quería obedecerlo en esto… mi amo me miraba triste y esperanzado a la vez
-. Te irás en el barco. Será un viaje largo y tendrás que estar escondido. Al llegar a tierra alguien te llevará con una mujer. Se llama Clara. Vivirás con ella
Lloraba a mares al darme cuenta de que lo tenía todo planeado… me negaba a aceptar y a creer… todo estaba tan bien como estaba… movía mi cabeza negando… quise correr lejos y olvidar lo que estaba escuchando
-. Clara es muy buena. Se iran a otra ciudad. No tienes nada que temer de ella. Puedes confiar como si fuera yo mismo
-. ¿Pero tú vas a ir conmigo?
-. Yo… viajaré después. Tengo que quedarme a arreglar unos asuntos…
-. No quiero irme sin ti. Amo, por favor.. por favor no me quiero ir solo. teobedeceré en lo que me pidas… seré bueno… aprenderé a ser mejor… pero no me eches de tu lado
-. Mati no… no por Dios… Nada me gustaría más que poder retenerte conmigo…
-. Déjame quedarme contigo… Santiago.. por favor… amo… seré bueno…
Me envolvió callándome y me fue besando despacio por toda la cara… nuestras lágrimas se mezclaban…
Santiago se calmó y volvió a hablarme más pausado esta vez.
-. Escucha Mati. Quiero que estés bien. Si te quedas conmigo, te van a arrancar de mi lado y te venderán. Yo no podré hacer nada para ayudarte. Serás un esclavo para siempre, ¿entiendes?
-. Pero eres mi amo. Te pertenezco
-. Trabajo para Adamir. El es el verdadero amo de todos
Dejé de llorar para poner atención a sus palabras. Le creí. Entendí cada palabra que me dijo. Moví mi cabeza muy lentamente para indicarle que comprendía…
-. No puedo evitar que eso pase. Pero si puedo sacarte de aquí
-. ¿No puedo esconderme?
-. No Mati…
-. ¿Por qué no podemos viajar juntos?- pregunté volviendo a sollozar
-. Porque se darían cuenta antes que el barco llegue a tierra. Es por eso que yo iré después
-. Después ¿cuándo amo?… ¿cuándo?
-. Cuanto pueda, mi amor
-. Pero quiero estar contigo– fue mi última protesta… ya había entendido
-. Lo sé. Pero serás obediente y me esperaras con Clara
Cerré los ojos aceptando… me pegue a su cuerpo como si fuera una extensión de él… casi montado sobre mi amo… lloré en su hombro y en su rostro… el me acariciaba y calmaba
-. ¿Qué haremos en la ciudad?
-. Tu irás a la escuela, aprenderás, podrás salir y hacer lo que quieras. Clara será algo así como tu mamá mientras seas un niño. Luego, cuando seas más grande, tu vida será solo tuya. Serás libre, Mati… libre
-. Pero… yo solo quiero estar contigo…
Santiago suspiró y se tomó un momento antes de continuar…
-. Vas a aprender muchas cosas nuevas. Te gustará
-. ¿Qué vas a hacer tú mientras yo aprendo?
-. Cuidarte… siempre voy a estar cuidándote
-. ¿Lo prometes?
-. Un amo no promete nada a un esclavo
-. Santiago… promételo, por favor, amo
Hipaba de llanto y confusión y estaba exigiéndole algo… pasándome de mis límites… pero él no se enojo. Santiago entendió que tenía miedo y necesitaba de su palabra para tranquilizarme
-. Está bien Mati. Te prometo que cuidaré de ti siempre
Nos quedamos muy juntos… Santiago me besaba y acariciaba sin cesar… me fui calmando de a poco aunque me sentía como si ahora estuviera enfermo de verdad. Todo el paisaje alrededor que siempre me había parecido perfecto se me antojó triste.
-. Haré lo que me ordenas, amo. No me importa el lugar si estamos juntos
Tomó mi rostro entre sus manos… Se veía lindo mi amo… emocionado y triste…
-. Eres perfecto Matías en todos los sentidos posibles. Quiero que sepas que tú has sido lo mejor de mi vida
Me besó… ya conocía yo esa clase de besos en que se apoderaba de mi boca, mi cuerpo y mi mente… el era mi dueño y yo su propiedad.
-. Y tú eres lo mejor de la mía, amo
Me aventuré a decirle respondiendo a su pasión. Me miró con tristeza…
Nos quedamos en silencio, apretándonos y calmándonos… estaba aturdido y asustado… no tenía capacidad para pensar…
-. Vamos. Aún tenemos un par de cosas que hacer antes de despedirnos
La palabra “despedirnos” me causo un temblor… no me imaginaba la vida separados aunque fuera por unos días nada más…
-. Amo ¿Cuándo…?-
-. Mañana
Mañana??? Pero… solo nos quedaban un día juntos… ¿cómo me despediría de Max?… no pude evitar volver a llorar aunque seguí caminando a su lado y tomado de su mano. Santiago no trató de callarme… creo que entendió mi necesidad de expresar mi miedo… mañana era muy pronto.
Capítulo 51
La enfermera Celis abandonó el dormitorio de Santiago un poco confundida.
La mujer estaba consciente de que los chicos en la isla eran solo productos para la venta y que, muchas veces, sufrían golpes o maltratos. Ella estaba a cargo de reparar problemas… y el estado de Matías… no sabía bien como repararlo. Todo indicaba que tenía un problema estomacal, pero el decaimiento que había observado hablaba de un problema tal vez mayor… depresión? virus?. Si hubiera tenido un laboratorio en la isla quizás habría podido analizar muestras y saber más de la enfermedad… Matías se veía mal y aunque no tenía fiebre, parecía tener algo grave. Le había recetado una medicina fuerte, junto con algunos relajantes que Santiago había pedido para que el chico pudiera dormir y descansar. Sus síntomas eran confusos… esperaba que no fuera contagioso ya que, indudablemente, su condición era preocupante. Debería informar a Adamir… después de todo, si el chico iniciaba una epidemia sería problema de todos. Mientras caminaba de vuelta a la enfermería pensó en la posibilidad de aislarlo y mantenerlo en observación.
Santiago despidió a la enfermera y cerró la puerta de prisa. Había estado nervioso mientras duró la visita de la mujer… Se relajó al darse cuenta que la extrema tristeza de Matías lo hacía parecer enfermo de verdad… la mujer lo auscultó y, confundida, se dejó llevar por los síntomas que Santiago le describió con exagerado detalle. Se retiró dejando instrucciones y convencida de la enfermedad. Eso era todo lo que necesitaba de ella
Juntó las cortinas impidiendo el paso de los anaranjados tonos del sol. El día comenzaba a morir…
El cuarto estaba en silencio.
El pesar de la eminente separación en el aire…
La última noche que pasarían juntos antes de que Matías partiera.
Santiago aseguró la puerta en un acto reflejo… nadie entraría sin esperar autorización, ni siquiera Adamir, pero no deseaba ser interrumpido ni compartir las pocas horas que tenían.
Se volvió despacio a mirar el pequeño cuerpo que reposaba sobre la cama convertido en un ovillo… tuvo un repentino deseo de llorar… buscó un vaso de agua…
-. Mati? – preguntó subiendo a la cama.
No importaba si Matías no quería ser tocado esta noche… si la tristeza era demasiado grande para pensar en otra cosa… no lo forzaría a nada… todo lo que Santiago quería era estar a su lado, olerlo hasta el cansancio, acariciar su pelo mil veces hasta grabarse la textura en sus dedos, cruzar su brazo sobre el cuerpo delgado y pequeño… fundirse toda la noche en un su calor… en un abrazo que pudiera recordar después… morir de pena junto a él…
-. Si, amo – respondió con la voz apagada. Se había cansado de tanto llorar.
Santiago lo acogió en su cuerpo acomodándose. Su mano se instaló sobre el estómago de Matías… le gustaba la suavidad y el calor… su mano extendida cubría casi toda la extensión de su estómago.. Dios!! era tan pequeño.. ¿Cómo iba a sobrevivir sin él para protegerlo??… lo apretó con inusual fuerza… Clara le había jurado que lo cuidaría bien… tendría que confiar en ella. Respiró sujetando las lágrimas… tenía que poder… dejarlo ir era el regalo más grande que podía hacerle a su niño adorado… regalarle vida y libertad.
-. Nada. Solo quería saber si estabas despierto- su voz sonaba igual de triste
-. No quiero dormir
Matías se movió hasta que ambos quedaron frente a frente. Los ojos verdes habían cesado de llorar hacía rato pero aún se notaban hinchados y apagados
-. Tienes que descansar
-. No. No quiero dormir. Quiero estar contigo
Se le anegaban los ojos nuevamente… Matías miraba suplicando…
No. No… No podía ceder… tenía solo una oportunidad… tenía que ser firme y fuerte… por él.
– Ssshhhhh
Santiago le puso sus dedos sobre la boca… el menor se fue calmando.
-. ¿Qué quieres entonces?- le acariciaba el rostro… su pulgar sobre los delicados labios de Matías… el chico abría su boca y los chupaba… su lengua se deslizaba húmeda sobre la yema de sus dedos en una caricia íntima…
-. ¿Puedo pedir lo que yo quiera, amo?
Mati se estaba calmando
-. Santiago. Llámame Santiago y si, será lo que tú quieras esta noche, Mati
-. Santiago…- repetía el nombre como si estuviera saboreando la palabra…
-. ¿Puedo hacer lo que quiera, también?
Una lucecita muy pequeña de travesura en el fondo de sus ojitos verdes…
-. Si, mi amor. Puedes hacer lo que quieras
“mi amor”… debería haberlo llamado por ese nombre desde hace tiempo atrás… ¿por qué no lo había hecho?…
La carita triste se animó levemente… se movió con un poco más de energía y cruzó sus brazos alrededor de Santiago acercándolo para besarlo…
-. Hazme volar- pidió en su oído– muy, muy alto
“Volar” significaba dolor… significaba transportarlo más allá del umbral de su propio dolor y hacerlo flotar en el sub-espacio de su mente… Santiago no esperaba eso… había pensado en hacerle el amor con dulzura y ternura… pensó que eso pediría Matías
-. ¿Quieres “volar”? – preguntó mirando directo en sus ojos y recalcando la palabra que sabía implicaba sufrimiento…
-. Si, Santiago. Hazme volar más alto que nunca
Se soltó del abrazo y se subió sobre su cuerpo… ensayando una pequeña sonrisa con algo de picardía sabiendo, que hacía algo que normalmente estaba prohibido. No podía tomar la iniciativa ni pedir, a menos que su amo se lo indicara…
-. Desnúdame- pidió estirando sus brazos para facilitarle la tarea.
Santiago le quitó la ropa con deliberada calma… mirando y admirando… besando y acariciando…
-. Dime exactamente qué quieres Mati
Lo tocaba con adoración… amaba ese cuerpo suave y de apariencia frágil… pero él sabía bien lo resistente que era… Mati sabia aguantar la fiera sádica que habitaba en su cuerpo… lo tomó de la cintura para volver a subirlo sobre él y se sorprendió de lo liviano y esbelto que era… sus manos casi se unían alrededor de la cintura del menor… Matías era adorable y excitante, completamente desnudo montado sobre él…
–. Tú siempre sabes que hacerme, Amo… Santiago
-. ¿Quieres agujas, Mati?
Matías sintió un escalofrío… si… quería agujas, látigos, fuego… dolor… dolor tan intenso que se elevaría a ese mundo privado de gozo donde todo era paz y perfección… placer intenso… y luego… al despertar, tendría en su cuerpo las marcas de Santiago y en su alma el placer del recuerdo y la tranquilidad de saberse suyo…
-. Si… todo lo que quieras hacerme
A pesar de la profunda tristeza, Santiago podía reconocer el miedo en Matías incitando su excitación… Matías estaba despertando a su monstruo interior… lo estaba llamando pero a la vez, le temía… ¿había algo más excitante que eso?… saber que podía hacerlo llorar y sufrir, doblegarse a sus deseos voluntariamente pero no por eso dejaba de causarle miedo y dolor… Le besó la boca sintiendo como crecía su pasión…
-. Voy a complacerte – susurró gravemente inmovilizándolo con un abrazo… pensando que tal vez con eso se asustaría y cambiaría de idea… deseaba que no lo hiciera… pero se detendría si Matías lo pedía.
-. Si…- respiró Mati agitándose al sentirse sometido…
Un golpe intenso de calor en la ingle le indicó a Santiago lo mucho que lo excitaba su niño. Se enderezó y sus torsos quedaron en contacto. Sostuvo el cuerpo de Matías, haciéndole sentir quien estaba a cargo… volvía a ser su dueño… amo y esclavo…
-. Va a dolerte, Mati- nuevamente en control del cuerpo de su esclavo y muy pronto de su mente
-. Lo sé… así sé que soy tuyo de verdad
– Eres mío
Rugió el demonio ya desatado. Lo levantó en sus brazos. Suyo… suyo…
Matías ni siquiera miró que iba a hacer Santiago. Cerró los ojos y se cobijó en su pecho permitiéndole actuar con total libertad… doblegándose en total sumisión…
Cada vez que una de las ásperas cuerdas pasaba atando su cuerpo, Santiago deslizaba su mano para acariciarlo y a la vez asegurarse de no apretar demasiado… el pequeño corazón de Matías latía de prisa esperando el momento en que comenzaría el dolor… intentaba controlar su respiración… era absolutamente lo único sobre lo que podía tener control en ese momento… hoy no deseaba que todo terminara rápido y pasar de prisa a la siguiente fase… recordó meses atrás cuando Santiago se había revelado frente a él por primera vez como sádico… “me gusta tu dolor”… y él se había aterrado… Que lejano parecía aquello… Ahora quería ofrecerse por entero a Santiago… llorar cada lágrima adolorida para él… dedicarle cada jadeo y gemido de sufrimiento… cada estremecimiento de temor… de esa forma se aseguraba de entregarle todo lo que él era y recibir de su amo todo el cariño y amor que le profesaba… Matías quería darle todo esta noche… si antes, a veces, reprimía gemidos o gritos, esta noche no quería hacerlo… eventualmente escaparía por su rendija mental y entraría a ese lugar donde todo se vuelve exquisito placer y deliciosa agonía… pero antes… que su dolor y sufrimiento fueran su regalo para complacer a Santiago hasta que volvieran a encontrarse.
Su cuerpo inmovilizado por medio de cuerdas entrelazadas, abierto, completamente expuesto e indefenso frente a su amo… se abandonaba en sus manos… confiaba en él más que en sí mismo… él era todo su mundo.
Santiago trabajaba con absoluta concentración… necesitaba que esta noche fuera la más perfecta de su vida… rozaba la piel con sus manos, labios y su lengua… a veces solo una lenta caricia con la yema del dedo era suficiente para que la piel de Matías se erizara y de su boca escapara un delicioso gemido… su piel… su endemoniadamente deliciosa piel… pálida, fina… la más bella que había visto… la más amada… le besó la boca con pasión… sujetando su rostro y dominándolo aún más si eso fuera posible… Matías se subyugaba, respondía y aceptaba todo lo que venía… Santiago se prometió que le daría una noche inolvidable… una que pudiera recordar en forma especial…
Santiago nunca le cubría los ojos ya que le excitaba mirar como el dolor se reflejaba en ellos… de vez en cuando se los buscaba… Matías volvía a sorprenderlo. Pensó que lo conocía todo de su niño, pero ahora estaba más entregado que nunca… en sus ojos verdes aprobaba todo y pedía más… entrega total… confianza absoluta…
Nunca había sido tan absolutamente dueño de alguien como lo era de Matías en ese momento.
Hoy no eran agujas pequeñas… entraban y salían una y otra vez formando un complicado dibujo en su piel… nunca había usado tantas… una lágrima por cada aguja… un beso después de cada pinchazo…
Mati gemía y no ocultaba el temor y el dolor que le producía cada una… nunca dijo “no”… nunca movió su cuerpo intentando esquivar el dolor… nunca hubo ni el menor gesto de rechazo… al contrario, se quedaba quieto esperando… se ofrecía a él por completo.
Santiago buscó en el closet agujas que rara vez había usado… su cuerpo temblaba al hundirlas lentamente en el cuerpo de Mati… se miraban anclados y veía las lágrimas caer despacio por sus mejillas… su pequeña boca abierta jadeando en busca de aire… los gemidos y el llanto de su niño entraban por sus oídos y descendían por su torrente sanguíneo incrustándose en su sexo con fuerza arrolladora…
Nadie sería capaz de entender la magnífica comunión entre ambos… perfecta…
De pronto, el silencio de Matías le anunció que su mente había escapado hacia un plano diferente… Santiago lo notó al instante no solo por el silencio sino por la forma en que cambiaba su cuerpo… los músculos de Matías se relajaron y su cuerpo aceptaba cualquier tipo de dolor… entonces Santiago hizo algo diferente… clavó una de sus agujas pero observó detenidamente el rostro del chico… los jadeos ya no eran de dolor… los músculos de su cara no estaban anunciando sufrimiento… se sintió cautivado por la irresistible belleza que presenciaba… Matías era una oda al dolor y al placer… nunca fue más bello que en ese momento… estaba totalmente cautivado, enamorado…
-. Santiago… – era un llamado lleno de afecto
-. Estoy aquí, Mati- tocó su mano por entre las cuerdas
-. Santiago… mi amo…
Su cuerpo se retorcía ante cada toque buscando más intensidad…
Solo en ese instante, cuando estuvo seguro de que Matías no estaba plenamente consciente, Santiago dejó que el nudo de su garganta se desatara y su propio dolor rodara líquido por sus mejillas… penetró su piel complaciéndolo con mayor intensidad, vigilando su respiración y movimientos… se tomó varios momentos para limpiar sus ojos, quitar la neblina de lágrimas y ver bien lo que hacía… lo besó y poseyó hasta sentir que perdía el control… se adentró en su cuerpo tomándolo en forma casi espiritual… lo abrazó y sostuvo mientras estaban conectados formando un solo ser… derramó su simiente dentro de él y se aseguró de que Matías tuviera un orgasmo intenso y largo…
Nunca había llorado mientras tenía sexo… no… mientras hacía el amor…
Lamió el semen de Matías en un acto lleno de simbolismo… todo era diferente… más profundo, más místico, más triste. Lo retuvo acunándolo en sus brazos mojándolo con sus propias lágrimas… quitó las agujas, limpió y desinfectó con cuidado y cariño…
Lo amaba hasta la locura misma…
Lo amaba tanto que lo iba a dejar ser feliz…
Estaba inquieto, impaciente y ansioso. Sin embargo, nadie habría podido decirlo. Solo se notaba en el rápido movimiento de sus ojos que vigilaban constantemente los movimientos de Adamir en la oficina.
-. ¿Sigue enfermo tu esclavo?
-. Si. Estuvo mal toda la noche
-. La Sra. Celis dice que podría ser contagioso. Deberías dejarlo aislado
-. Si es algo contagioso ya es tarde para mi, ¿no crees?- respondía y conversaba esforzándose por parecer normal.
Adamir lo había llamado y había concurrido tarde. Tenía excusas. Matías estaba enfermo. Había pedido desayuno especial en el dormitorio. Necesitaba que una de las chicas del servicio fuera testigo de que Matías estaba en cama y enfermo.
Cuando la chica se fue, Matías levantó la cabeza de entre las sábanas…
-. ¿Me voy a ir hoy?
-. Si
Matías lo miró y abrió la boca como si fuera a rogar pero la mirada fría y decidida de Santiago más el dedo alzado indicando autoridad, lo dejó con las palabras en la punta de la lengua… sin alcanzar a pronunciarlas.
-. Ni una palabra más. Vas a obedecer mis órdenes, Matías
-. Si, amo– No había más que decir.
Desayunaron juntos. Santiago le pasó casi toda su comida. Matías no podía evitar estar triste. De la nada, rompía a llorar y Santiago lo abrazaba con más fuerza e intentaba distraerlo.
-. Cuéntame de ti– pidió Santiago
-. No tengo nada que contar…
-. Dime de tu vida antes de venir aquí
Y Matías lo complació contándole casi todo lo que recordaba… las calles, la gente, los lugares, el hambre, el frío, las calles sucias, el trabajo duro con los feriantes, la amabilidad de algunos, vivir en medio del peligro… la bondad de quienes lo acogían y compartían con él lo poco que tenían… Los recuerdos de Matías se habían ido volviendo borrosos y desdibujando…
-. Recuerdas las calles y la gente mala?
– Si
-. Hay muchos de esos allá afuera. Tienes que confiar en Clara y en nadie más
-. Ya lo sé
-. Villa Canela es un pueblo pequeño pero aún así debes protegerte y cuidarte
-. ¿Villa Canela? ¿Así se llama dónde vamos a vivir?
-. Si. Es una villa del interior. Un lugar agrícola. Hay muchas frutillas. Te va a gustar pero no quiero que hables con cualquiera ni…
-. Voy a estar bien – interrumpió Mati -. Además tú llegaras pronto, ¿si?
-. No confíes en nadie hasta que te demuestren que pueden ser buenos… ¿me lo prometes?
-. Si. Lo prometo, Santiago
-.Gracias- cualquier excusa servía para volver a besarlo…
-. ¿Quién es clara? ¿Cómo la conociste?
-. Era una amiga
-. ¿Sabe cómo ubicarte?
Esa era la pregunta que Santiago había rehuido y la razón por la que no le había hablado de su parentesco.
-. No. Nadie puede ubicarme… ni yo ni nadie de los que estamos aquí existimos allá afuera en el mundo real
-. Pero y si me pasa algo y necesito hablarte?.
-. Nada malo te va a pasar
Resultaba extraño hablar de que nada malo le pasaría cuando su cuerpo entero estaba marcado de pinchazos y moretones provocados por la sesión de la noche anterior… pero Matías no emitía ni un quejido… al contrario, hoy parecía encontrarse aún bajo el efecto de su vuelo nocturno… suspiraba a cada rato y se perdía en su mundo interior con una sonrisa boba… luego aterrizaba de golpe cuando recordaba que se iría y derramaba su pena…
-. Santiago… quiero pedirte algo
-. Te vas esta noche. No voy a aplazarlo
– No es eso
-. ¿Entonces?
-. Quiero… despedirme de Max
-. Imposible!!
-. No le voy a decir nada, por favor, amo.. por favor.
Estaba suplicando… el único amigo que había tenido en su vida… su hermano…
-. No, Matías. No puedes ir a la sala de esclavos. Recuerda que estás enfermo y grave
-. Por favor… tengo que hablarle una vez más
Demonios!!! No soportaba sus lágrimas y la súplica en la voz de Matías.
Por esa razón se encontraba en ese momento sentado en la oficina, vigilando atentamente cada movimiento de Adamir. Si hubiera tenido mayor capacidad de concentración, Santiago se habría dado cuenta que Adamir no estaba en realidad trabajando a pesar de los papeles que tenía delante… sus ojos no se despegaban de la figura de Max en el monitor que mostraba lo que sucedía en la sala de esclavos… si todos sus sentidos hubieran estado atentos, habría visto que también estaba ansioso y alterado…
-. Voy a almorzar… ¿me acompañas?
Era el momento que Santiago esperaba
-. Si, claro. Nos encontramos en el comedor. Voy a darle una vuelta a mi esclavo primero
-. De acuerdo… ¿15 minutos?
-. Si. 15 minutos
Salieron juntos y tomaron direcciones diferentes. Cuando Santiago estuvo seguro de que Adamir ingresaba al comedor y todo quedaba fuera de su vista, corrió de prisa hacia la sala de esclavos.
Los chicos se arrodillaron rápidamente al verlo entrar… sin dudarlo, Santiago se dirigió a Max.
-. Ven conmigo
Max lo miró asustado y se puso de pie con reticencia. Solo entonces Santiago se dio cuenta de lo que pasaba por la mente de Max.. No!.. él no iba a tomarlo.. no!! No podría… quiso extender su mano y aclararlo, decirle que no se asustara… En ese momento y por primera vez, Santiago fue plenamente consciente del miedo que experimentaban los chicos… un miedo que antes le habría excitado y fascinado y que ahora deseaba calmar… al menos en Max.
En cuanto cruzaron la puerta, Santiago tomó a Max por la muñeca
-. Camina de prisa
Lo sintió temblar y resistirse…
-. No voy a hacerte nada malo
Miró sus ojos al hablar… se habían entendido antes y volvieron a hacerlo ahora.
– No voy a tocarte, Max
Santiago tuvo necesidad de quitar el miedo de los ojos del chico. Max respondió al contacto. Lo siguió hasta el dormitorio.
-. Tienes 5 minutos- dijo Santiago empujándolo y cerrando la puerta por dentro.
Había cumplido con la petición de Mati pero no los dejaría solos… en un descuido, todo lo que tan cuidadosamente había planeado podría arruinarse.
-. Max!!
Matías se sentó en la cama y lo llamó con los ojos brillantes
Max se acercó cauteloso… como era su costumbre, desconfiaba hasta de su sombra
-. ¿Por qué estoy aquí?
– Le pedí a Santiago que te trajera– respondió muy bajito
-. Santiago??!- respondió Max hablando igualmente bajo pero sorprendido.
Matías sonrió y encogió los hombros… se le había escapado el nombre de su amo pero él no alcanzaba a escucharlos. Se había sentado en uno de los sillones y hojeaba distraído un libro cualquiera.
-. ¿De qué estás enfermo?
Max cedió. Relajó su postura y se sentó en la cama al lado de Matías.
-. No sé… es algo confuso
Había muchas chispas brillando en sus ojos… tantas, que Max comenzó a dudar
-. ¿Estás enfermo? – preguntó recalcando las palabras
Matías respondió encogiéndose de hombros nuevamente
-. Eso creo ¿y Min-kim? – preguntó Mati intentando cambiar tema
-. Está bien
-. Dile que me acordé de él y que le mando saludos, si?
Max cambió su expresión y lo miró fijamente
-. Se lo puedes decir tu mañana… ¿ya estarás bien mañana?
Matías bajó la vista
-. No sé
-. ¿Te pasa algo? – Max pudo apreciar que Matías actuaba diferente… había algo en su actitud que no lograba descifrar.
-. No. No me pasa nada- Matías tomó entre las suyas las manos de Max – Max, quiero pedirte algo
-. ¿Qué?
-. Observa con atención a tu amo. Quiero que veas lo que yo veo
-. ¿Vas a insistir con eso? Ya te dije que Adamir no es capaz de…
-. Yo sé que sí. Puedo verlo cuando te mira. Por favor. Hazlo por mí.
-. ¿Para eso me llamaste?
-. No… si… solo quería verte de nuevo
-. Creo que tienes fiebre. Estas alucinando
La sonrisa suave y triste de Matías le dejó claro que no alucinaba.
-. No. no tengo fiebre ni alucino. Quiero que seas feliz, Max. Y dejes de pelear
-. Tú no entiendes…
– Siempre me dices que no entiendo. Pero yo sé lo que veo en el amo mayor. Tal vez eres tú el que no entiende…
Se miraron y Max movió la cabeza negando…
-. Cuando la gente te quiere no te daña- había dureza en su voz…
Entonces Matías hizo algo desconcertante. Se movió para quedar oculto a los ojos de Santiago y levantó un poco su ropa revelando la piel surcada de marcas… Max abrió mucho los ojos y su expresión fue de horror
-. No siempre, Max. El me quiere
-. ¿Santiago te hizo eso??!!- estaba enojado y asombrado
-. Lo hizo porque se lo pedí- respondió dejando a Max con los ojos muy abiertos y total desconcierto
-. Les queda solo un minuto – sentenció Santiago mirando el reloj
En un rápido impulso, Matías se levantó y rodeó a Max en un apretado abrazo.
-. Siempre seremos hermanos- susurró
Max no supo qué hacer… toda lo que pasaba era raro… miró discretamente a Santiago que se había puesto de pie pero aún se mantenía a cierta distancia… Mati se aferraba a él. Levantó los brazos y devolvió el abrazo.
-. No sé qué te pasa pero sí, siempre seremos hermanos
-. Prométeme que trataras de ser feliz- lo soltó para mirarlo
-. ¿Cómo quieres que sea feliz en este lugar?- formuló la pregunta bajando la voz para no ser escuchado por Santiago
-. Se puede Max. Yo sé que se puede ser feliz en este lugar
Max miró a Santiago nuevamente
-. ¿Él te hace feliz? Aunque te… haga eso?
-. Si… él y otras cosas
-. ¿Qué otras cosas?
Matías sintió la mirada de Santiago sobre él antes de responder
-. Las frutillas me hacen feliz – respondió tranquilo
Max sonrió
-. ¿Las frutillas?
-. Si. Son ricas… son plantas pequeñitas. Voy a aprender a cultivar frutillas
-. Estás loco!!- Max soltó una sonrisa
– Debemos volver, Max– ordenó Santiago.
-. Frutillas en Canela, Max. Voy a aprender– volvió a susurrarle en un nuevo abrazo
-. Te veré mañana
Max estaba confundido. Por un momento pensó que en verdad Matías tenía fiebre y no sabía de qué hablaba.
-. Vamos
Santiago guio a Max de vuelta a la Sala de esclavos. Antes de abrir la puerta lo sujetó.
-. Max, ni una palabra sobre esto
Max asintió devolviendo la mirada. Ahora si no entendía nada de nada. Entró de vuelta a la sala y desde la ventana siguió la trayectoria de Santiago hasta que entró al comedor. Tenía ganas de salir corriendo y volver donde Matías. Presentía que algo sucedía… algo que escapaba a su entendimiento.
SANTIAGO
Terminó de abrochar la gruesa chaqueta sobre el cuerpo de Mati. Lo miró una vez más. Tragó saliva que porfiadamente se negaba a pasar por su garganta… suspiró y tomó su mano.
-. Vamos
Matías recorrió de prisa la habitación con sus ojos… era la última vez que la vería… mañana amanecería en otro lugar. Puso su mano sobre la de Santiago y sintió el firme apretón.
-. Vamos
Era de noche y hacía frío. Llevaba una manta bajo el brazo.
Caminaron en silencio recorriendo los pasillos y jardines… atrás quedó el dormitorio, el comedor, la sala de esclavos, la piscina donde había aprendido a nadar. Santiago saludó con un movimiento de cabeza a uno de los guardias. El hombre los había visto ir y volver de la playa o acantilado varias veces así es que no se sorprendió.
De acuerdo a lo que había acordado con el capitán, aun faltaban un rato para que terminaran de descargar la mercadería y se hubieran retirado los hombres.
Santiago lo llevó hasta el acantilado. En el mismo silencio extendió la manta.
Abrazo a Mati con todo el cuerpo y el alma…
-. ¿Recordaras todo lo que te dije?
-. Si, amo
-. Lo del banco?, el colegio?, de Clara?
-. Si. Recuerdo todo
“¿me recordarás a mi?…”
Le levanto la barbilla para mirarlo. Tenía que decírselo antes que se fuera
-. ¿Recordarás que te amo? – la voz gruesa, cargada de emocion
A pesar de la tristeza, el rostro de Matías se iluminó.
-. ¿Me amas?
-. Cada pedacito de ti. Desde aquí hasta acá – señaló su cabeza y sus pies…
Matías suspiró…
-. Yo también te amo
Santiago sonrió con dolor en el alma… esperaba una respuesta así de Matías… le gustaría creerle pero no podía hacerlo… sabía que esa respuesta estaba condicionada por la corta edad, el temor de perderlo, la inseguridad, los beneficios, la dependencia creada… muchas cosas que hacían imposible creer que Matías sentía amor por él… posiblemente era una mezcla de gratitud y temor… pero sí quería dejarle claro lo que él sentía
-. Nunca antes había amado a nadie, Mati. Me enseñaste a ser diferente.
-. Diferente ¿cómo?
-. A ser feliz…
-. Yo?- le parecía increíble lo que Santiago le decía.
-. Si.. tú, Mati
-. Yo también soy feliz contigo
Dios!!!… como quería creerle… pero no podía ser tan ciego… Matías no conocía del mundo nada más que la miseria de sus primeros años y luego el abuso y la dependencia que había encontrado en él… no tenía idea de lo que era la verdadera felicidad… la que le había dado a él… Se tomó un momento para calmarse antes de continuar
-. Siempre voy a amarte. Fuiste perfecto, Mati. El mejor de todos-
-. ¿Me vas a enseñar a ser mejor aún?
Subió su mano por el brazo de Matías… era hora de que el chico aprendiera cosas diferentes… sostuvo su rostro con una mano…
-. Ahora, vas a aprender a estudiar y crecer-
-. Y a ser un mejor esclavo… también quiero que me enseñes eso
Enterró su cara en el pelo de Matías… dolía…
-. Ya eres el mejor… no hay nada que pueda superar lo que eres Mati
-. ¿Te complazco bien, entonces?- había alegría en su voz…
Lo había enseñado tan bien… Matías era su mejor obra, lo único hermoso, puro e inocente que había tenido en su vida… el objeto de su pasión y locura… Matías era quien daba sentido su vida…
Cuando el nudo de su garganta volvió a estar bien atado, Santiago pudo responder
-. Me diste las mejores horas de mi vida. Eres fuerte, valiente y hermoso. No dejes que nadie te haga creer lo contrario, Mati
Esta vez fue Matías quien se abrazó a él feliz de escuchar las palabras de Santiago.
-. Soy un buen esclavo- declaró orgulloso pegado en su cuello.
Se quedaron abrazados en silencio… les quedaban escasos minutos…
Un cuchillo desgarraba el corazón de Santiago… dolía como si en verdad lo tuviera enterrado… cada segundo perforaba un poco más hondo… se le escapaba la razón de vivir…
-. Abre la boca – Santiago buscó en su bolsillo los relajantes que le había entregado la enfermera. Matías no dudó en obedecer. Puso dos pastillas y le ordenó tragarlas…
-. Te amo, Matías
Era el último beso…
El niño se dormiría dentro de pocos minutos… fue un beso dulce… una caricia llena de ternura e intensidad… sus labios dóciles… el sabor de su pequeña lengua jugueteando en la suya… ya no volvería a tenerlos…
Santiago ya no pudo retener más su propia emoción… lo sostuvo acunándolo… no lo iba a soltar hasta que fuera el último minuto…
-. Vas a despertar en un lugar oscuro pero no te asustes… todo va a estar bien. El capitán te sacará cuando sea el momento adecuado. Te prometo, mi amor que todo va a estar bien de ahora en adelante-
-. Ya no tengo tanto miedo. Confío en lo que me has dicho. No te demores mucho en llegar, por favor. Tu esclavo te estará esperando
-. Ya no eres un esclavo
Matías lo miró extrañado… ¿Qué quería decir Santiago con que ya no era esclavo?
-. Eres libre… libre mi amor y podrás hacer lo que quieras
-. Pero soy tu esclavo!!
Protestó. No quería dejar de pertenecerle…
-. No. Ya no eres esclavo de nadie- respondió serio- Nunca volverás a ser un esclavo, ¿me entiendes?. Cuando salgas de ese barco vas a ser libre. Te devuelvo tu vida, Matías. Ahora puedes elegir lo que quieres hacer y con quien quieres estar
Lo sujetaba apresando sus brazos y le hablaba golpeado… Pero que idiota era!! Cómo no lo había pensado antes??!!!… Se había pasado meses convenciendo a Mati de que era su esclavo y ahora lo enviaba al mundo con esa creencia estúpida
– Eres libre. Puedes elegir-insistió con fuerzas…
-. Elijo… estar… con…tigo
Matías no sabía que pasaba pero se sentía adormilado y pesado… sus huesos se volvían lana y sus ojos comenzaban a cerrarse… quería dejarle claro a Santiago que siempre sería su esclavo… era lo único que quería ser y hacer en este mundo… su motivo de satisfacción.
-. Soy… tu esclavo… sí… lo… soy!!!- estaba molesto porque Santiago intentaba quitarle el título que tanto orgullo le causaba – el… me…jor
– SShhh.. no llores.. no llores. Lo eres. Eres mi esclavo y eres el mejor
Cualquier cosa… diría lo que fuera para no verlo llorar… no en este momento en que comenzaba a perderlo…
– Te amo Matías y espero que algún día puedas perdonarme
Mati intentó enfocar sus ojos en los de Santiago… ¿qué tenía que perdonarle?… quiso preguntar… pudo abrir los labios… pero ningún sonido salió de su boca…
-. Duérmete amor… será un viaje largo hacia tu nueva vida
Nuevamente deseó corregirlo… “no era SU nueva vida.. era NUESTRA nueva vida”… no podía hablar… estaba cansado… sus brazos resbalaron del cuello de Santiago cayendo inertes. Sintió que Santiago le acomodaba los brazos con cariño y lo apretaba contra su regazo y lo mecía… ¿Por qué estaba llorando su amo?…
Santiago se limpió los ojos con el dorso de la mano… quería ver los ojitos de Matías hasta el final.. hasta que se cerraran… “te amo… te amo… te amo…” repitió muchas veces… Mati se dormía… se acababa su tiempo en esta isla… se terminaba su existencia junto a él.
Se había dormido y ahora tenía que soltarlo… Dios!! tenía que hacerlo…
Depositó el cuerpo con cuidado sobre la manta que servía de colchón. Le besó los labios y lo recorrió despacio con sus ojos acariciando su pelo, su mano… conocía cada centímetro de piel de Matías… cada suspiro… cada aliento de su dulce boca…
-. Gracias, mi dulce niño… gracias por mostrarme la felicidad
Ya era hora… no podía retrasarlo ni un segundo más.
El capitán desvió su vista sintiéndose incómodo.
Era un hombre rudo y acostumbrado a una vida difícil pero el dolor que presenciaba en el hombre firme y adulto frente a él, lo hacía sentir un intruso.
Vio como Santiago puso con cuidado al niño dormido y lo cubrió con otra manta. Se aseguró una vez más de que llevara los documentos en el interior de la chaqueta… no quería alejarse ni dejar de mirarlo…
-. Debemos cerrar, don Santiago. Ya debo partir
Asintió con un suspiro y un leve gesto de su cabeza. Cerraron la caja y la movieron hasta una esquina junto a varias otras. Se diferenciaba por los agujeros en la parte superior que permitirían el paso del aire.
Tenía que salir del barco antes que llegaran los marinos. Buscó en sus bolsillos y extrajo un sobre que extendió al capitán.
El hombre lo miró preguntando
-. Ya me pagó – dijo devolviendo el sobre
-. Quiero que se asegure de que el chico quede en manos de la mujer que lo espera y que me haga saber que todo está bien
El capitán había entendido hacía rato cual era su carga y de que se trataba todo esto. No era un hombre bueno pero tenía hijos pequeños a los que amaba. Los ojos rojos e hinchados de Santiago y el dolor reflejado en todo su cuerpo, tocaron alguna fibra sensible del hombre…
-. Yo le haré saber y me preocuparé de que quede con esa mujer
-. Clara. Se llama Clara– Santiago volvió a extenderle el sobre.
El hombre levanto su mano para rechazarlo.
-. Lo dejaré en manos de Clara. Se lo prometo señor
Santiago agachó la cabeza… no sabía que mas hacer… no podía pensar… tenía que salir del barco ahora mismo… dejar a Matías… miró la caja una vez más… su respiración se volvió agitada y errática… sus ojos se nublaron completamente… sintió que se ahogaba en su pena…
Fue la mano del capitán la que lo guió hasta fuera del barco…
Santiago siguió caminando por inercia… sus pasos lo llevaron directo al acantilado… no podía respirar con normalidad… el dolor lo tenía aturdido… se dejó caer sobre la misma manta en la que había estado con Matías hacía poco… desesperado, la levantó buscando el olor de su niño…
Rompió a llorar en crudos sollozos cuando logró captarlo, apretando la manta en sus manos y aplastándola contra su rostro… sus piernas se volvieron débiles y cayó de rodillas…
No quería ni podía calmarse…
Matías se iba… él se quedaba… se llevaba todo… su mundo… su felicidad… todo lo bueno y hermoso… se iba…
Le regalaba la vida y la libertad…
Dolía tanto… no sabía que el corazón podía doler así…
No supo cuanto tiempo pasó mirando el mar oscuro y las estrellas… escuchando el rugir de las olas… dejando que su dolor escurriera… incapaz de moverse…
De pronto, sobre el mar, en la distancia, distinguió con claridad las luces del barco que se alejaba… el corazón pegó un brinco y su dolor se renovó con inusitada violencia…
Corrió desesperado hasta el borde mismo del acantilado…
-. Mati…. Mati… Matiiiiiii
El murmullo se convirtió en un grito desgarrador que le escocía el alma…
Se había ido…
Estiró la mano hacia el vacío…
Ya nunca más volvería a sentirse lleno y feliz… sus manos estarían vacías para siempre de ahora en adelante…
Se quedó ahí parado, sintiendo que estaba más muerto que vivo… solo… inerte… perdido…
Siguió mirando las luces hasta que se perdieron en el horizonte… todo lo que él era se iba con Matías… una cáscara vacía… un hombre sin valor… nada… no era nada sin él.
Miró al cielo. Comenzaría a aclarar dentro de muy poco. Se limpió el rostro y tomó aire obligándose a llenar sus pulmones. Tenía que reunir fuerzas. Aún le quedaba mucho por hacer.
Buscó las cosas que había escondido días atrás y simuló un bulto del tamaño de Matías. Lo envolvió en la manta y con el en brazos caminó de vuelta hacia su dormitorio asegurándose que alguno de los guardias lo viera pasar.