M&M 18

Capítulo 52

MATIAS

Antes de abrir los ojos, Matías tuvo la sensación de no encontrarse sobre terreno firme… sentía la cabeza nublada y una leve sensación de mareo. Los abrió… la oscuridad seguía a su alrededor.

“no tengas miedo.. vas a despertar y todo estará oscuro… el capitán vendrá a buscarte…”

Su miedo se disipó. Santiago le había advertido. Aguardó en silencio, acomodándose sobre tejidos suaves bajo su cuerpo. En su mano una botella de líquido… la destapó a tientas… se le empañaron los ojos… jugo de frutillas…  Santiago le había preparado su favorito. Bebió despacio. No estaba acostumbrado al movimiento continuo del mar. Vomitar en su escondite no sería buena idea…

No supo calcular cuánto tiempo había pasado pero se le hizo muy larga la espera. Primero, algo de luz entró a la caja por las rendijas en la parte superior. Luego escuchó voces y movimiento de otros paquetes. Después… vuelta al silencio. ¿se acordarían de él?… Cuando comenzaba a intranquilizarse, escuchó pequeños golpes en la caja. Suspiró aliviado.

-. Voy a moverte. No hagas ruido- le advirtió una voz ronca. 

Matías permaneció en absoluto silencio. Estaba impaciente por salir de la caja, pero sabía los riesgos que significaba apurarse. Fue transportado por varios minutos. La caja iba sobre algún tipo de carro con ruedas y el capitán hablaba con diferentes personas mientras avanzaba. Entraba poca luz a su espacio, por lo que supuso que aún estaban de noche. Finalmente, se detuvo. Escuchó cómo se rajaba el cartón en la parte superior. Un rostro desconocido de hombre lo observaba con mucha seriedad.

-. Ven, niño

Le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

Matías la aceptó pues no estaba seguro de que sus piernas pudieran mantenerlo de pie. Salió de la caja y miró asustado al hombre y a su alrededor. Estaban en una bodega muy grande, llena de cajas y elementos para barcos. Estaban solos.

-. Sígueme – dijo el hombre indicando silencio

Caminaron de prisa cruzando la enorme bodega. Había una puerta pequeña y escondida en un costado. El capitán la abrió con una llave. La cruzaron y estaban en una calle… una calle!!! Matías no sabía si sentirse agradecido o asustado… estaba de vuelta en una ciudad… una calle apenas iluminada con la luz del amanecer…

-. Allí… Te están esperando

Con su dedo, el hombre indicó una sombra, más adelante. La sombra cobró forma de mujer… rostro agradable, muy simple, unos 38 años, pelo castaño recogido en un moño, ojos mansos, mirada dulce y emocionada. Altura promedio. Llevaba un grueso abrigo que no permitía saber más de ella.

-. Matías??- preguntó la mujer a punto de largarse a llorar

Matías la miró perplejo… ¿esa era la Clara de Santiago?  

Asintió moviendo la cabeza sin atreverse a respirar…

-. ¿Usted es Clara?- preguntó el vozarrón del capitán

-. Si

-. Tome. Lléveselo se prisa, señora

Sujetó a Matías del hombro y lo empujó hacia Clara.

-. ¿Estás bien?- su voz era maternal y cariñosa.

-. Si – mintió…

No estaba bien. Tenía miedo. No conocía a esas personas… quería ver a Santiago.

Clara se agachó hasta quedar a su altura

-. Eres un niño- se asombró

Santiago le había hablado de un adolescente pero este chico parecía aún un niño.

-. Tengo 14- se defendió.

Clara lo miró con ternura.

-. No tengas miedo. Todo va a estar bien

Eran las mismas palabras que Santiago le había dicho antes de partir… no servían. Tenía miedo igual. ¿Por qué había accedido a venirse solo?… debieron viajar juntos…

-. Vamos. Nos queda una hora para llegar a casa

Casa?… casa?… él no tenía una casa… Santiago era su hogar…

Clara le extendió la mano y espero a que Matías la aceptara… él dudo, rechazándola… sentía temor de tocar a alguien que no conocía.

Ella cerró la mano y disimuló un gesto de decepción

-. Vamos – volvió a repetir poniéndose en movimiento y esperando a que Matías caminara a su lado.

-. Señora – llamó el capitán.

Se giraron y en ese momento el capitán tomó una fotografía con su teléfono

-. Es para que él sepa…- aclaró. Clara asintió

-. Adiós

El capitán desapareció tras la pequeña puerta.

Matías y Clara se alejaron por la callejuela desierta. Ella caminaba de prisa. Matías hacía esfuerzos para seguirle el paso. No hablaron hasta que las calles comenzaron a ser más amplias y la luz del día caía sobre ellas. Matías vio vehículos y personas.  Los primeros negocios abrían sus puertas. Estaba de vuelta en una ciudad… le costaba asimilarlo. Frente a un café, Matías de quedó mirando olvidándose de seguirla

-. ¿Tienes hambre?

El olor del café recién preparado y de las masas saliendo del horno le hacía sentir mareos… el ruido, las calles, las personas y vehículos… todo le producía vértigo y ansiedad… tanto tiempo acostumbrado a la quietud…

Clara lo notó inquieto… ¿Cuál era su historia?, ¿de dónde venía?… ¿cómo había llegado dónde Santiago?… ¿por qué lo enviaba con ella?… le había prometido a Santiago no preguntar y solo aceptarlo en su casa y en su vida, cuidar de él. Tenía intención de cumplirlo. Villa Canela, su hogar,  estaba a una hora de viaje pero ahora mismo, Matías necesitaba un descanso y alimentos.

-. Entremos- invitó con una sonrisa agradable

Ella tuvo la intención de tocarlo pero recordó el rechazo de un rato antes y se contuvo. No quería forzarlo.

Matías, bastante nervioso, siguió a Clara dentro del local. Miraba todo como su fuera la primera vez… en realidad había estado en lugares como estos cientos de veces… siempre mirando desde la vitrina como los demás comían… nunca se había sentado a una mesa como ahora

-. ¿Qué quieres comer?

Clara se portaba atenta y amorosa… quería agradarle… desde el minuto en que vio al niño se sintió instantáneamente conquistada por el hermoso rostro, la mirada limpia de sus ojos verdes y lo vulnerable y necesitado de protección que parecía. 

Clara tenía su alma en pesar continuo desde el alejamiento temprano de Santiago. Se culpaba de no haberlo ayudado y de que hubiera desaparecido sin volver a comunicarse con su familia y en particular con ella. Se preguntaba constantemente que habría sido de él. Lo imaginaba muerto y lloraba su partida.  Le había costado enorme esfuerzo llevar una vida normal, estudiar, encontrar un trabajo y desempeñarlo. Su hermano perdido era una enorme espina dolorosa en su corazón.

Cuando recibió la llamada telefónica de Santiago sintió renacer sus esperanzas. Estaba vivo y la necesitaba.

Había estado aguardando con ansias el momento de conocer al chico que Santiago quería que ayudara. Le había dicho que si.. feliz!!!.. lo ayudaría con el niño sin preguntar de que se trataba, tal como Santiago había exigido. No tenía mucho dinero pero Santiago se encargaría de eso. De alguna forma, Clara tenía que expiar su culpa por no haberlo ayudado antes y habría accedido a cualquier cosa que Santiago le pidiera. Si tenía que cuidar a este niño y aceptarlo en su vida, lo haría de buena gana. Estaba ilusionada de ver a su hermano nuevamente. La culpa se borraba lentamente y su vida mejoraba.

Se alegraba de tener una segunda oportunidad con este niño… no tenía hijos ni esposo. Le despertaba ternura y ganas de cuidarlo.

Matías la miraba con los ojos muy abiertos… esperaba que en cualquier minuto el garzón los corriera del local… se sentía un intruso…  era lo que siempre había pasado con él antes…

-. ¿Café con leche y croissants? ¿Está bien eso para ti? Aun no te conozco, no sé lo que te gusta… tendrás que irme contando

Café, leche y croissants?…

Se le llenaron los ojos de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas asustando a Clara… cualquier cosa estaba bien para él… bastaba con que lo alimentara. No estaba acostumbrado a elegir sino solo a aceptar.

La mujer estiró su mano y atrapó la de Matías, sin poder aguantar la pena que le producía verlo llorar. Ni siquiera recordó que Matías no quería ser tocado.

-. Todo está bien… no tengas miedo… Santiago vendrá pronto

La mención de Santiago y su pronta venida tuvo el efecto de tranquilizarlo. Le sorprendió a Matías que ella también llorara… ¿Por qué lo hacía si apenas lo conocía?… Santiago le había dicho que Clara era buena… tendría que creerle.

-. Lo que quiera está bien, señora

-. Llámame Clara, Matías

A Matías le llamó la atención el cariño que escuchaba en la voz de ella… parecía real… como si en verdad le importara…  la miró atentamente. No supo porque le recordaba a Santiago… miró la mano de Clara aun sujetando la suya.  Ya no tuvo miedo.  Sonrió a través de las lágrimas y le devolvió el gesto apretando brevemente la mano de la mujer

-. Clara- repitió más tranquilo.

SANTIAGO.

Sostenía la mentira desde hacía cuatro días…

Se levantaba cada mañana e iba al comedor a pedir un desayuno normal para él y “algo liviano” para Matías.  Volvía con las dos bandejas. Caminaba erguido y aparentemente tranquilo, cabeza en alto, por los corredores comunes.  Saludaba a quienes se cruzaban en su camino deseándoles un buen día.

Nadie habría podido notar algo diferente en él.

Su postura se desmoronaba en cuanto cruzaba el umbral del dormitorio…  dejaba las bandejas sobre cualquier mesa y deba la impresión de encogerse… se enrollaba sobre sí mismo en cualquier sofá o sobre la alfombra… no podía parar de llorar… ¿estaba bien Matías? ¿Habría llegado a su destino? ¿Estaba con Clara?… suponía que la respuesta a todas era afirmativa. Si los hubieran descubierto ya habría tenido noticias a través del enojo de Adamir… no podía tragar alimentos… su pena lo abarcaba todo… lloraba hasta volver a dormirse y no tenía cabeza para moverse siquiera.  A veces solo se quedaba mirando al vacío y recordando… no sabía qué hacer… ¿cómo continuaba ahora?

A media mañana sonaba la alarma. Se duchaba y, haciendo un gran esfuerzo, ensayaba una cara tranquila para acercarse hasta la oficina de Adamir. Estaban en pleno proceso de organización de la subasta y necesitaba su ayuda. Seguía sosteniendo frente a él una excusa diferente cada día

mi esclavo tuvo fiebre muy alta. Solo se le quitó con el remedio de la enfermera Celis”

 “volvió a vomitar un par de veces… por suerte no es contagioso sino yo ya estaría enfermo”

 “no come nada… debo vigilarlo hasta para que tome agua” 

“Matías pasó mala noche así es que seguramente dormirá toda la mañana”

Adamir no se interesaba mucho. Cuando Santiago siguió viniendo a trabajar sin síntomas de la enfermedad, la amenaza de un virus contagioso desapareció y con ello también se eliminó su preocupación por el esclavo de Santiago. Los chicos enfermaban a veces. Ya mejoraría.

Se quedaba con Adamir el resto de la mañana. Necesitaba ocupar su tiempo para no enloquecer más y estar cerca del enemigo para vigilar sus movimientos.

En el momento oportuno, entraba de prisa a su correo electrónico con el corazón galopando furioso en su pecho… esperaba una nota, cualquier indicio de que Mati estaba bien y con Clara…  pero hasta ahora no había encontrado nada … ni del capitán ni de Matías… ¿se acordaría su niño de escribirle alguna vez?... no… ya no era su niño… ahora le pertenecía al mundo… Al mundo que Matías iba a conquistar para ser feliz… Dios!!… no podía con todo… ya no era suyo… recurría al café para calmar la desilusión y deshacer el nudo de su garganta..  No debía dejar que Adamir se diera cuenta.

A media tarde, Santiago desparecía con cualquier excusa. Solo podía mantener su postura de despreocupación e interés en el trabajo por unas cuantas horas. De pronto, la tristeza comenzaba a subir por sus piernas y a instalarse en su estómago… reptaba por sus brazos, pasaba por los hombros y le envolvía el corazón, estrujándoselo… le cercaba los pulmones y el aire comenzaba a faltarle… solo suspiros, uno tras otros… cuando la tristeza se enredaba en espiral en su garganta y amenazaba con inundarle los ojos,  Santiago se ponía de pie y le daba una excusa a Adamir

-. Ya terminé esto. Seguiré mañana

Salía de prisa en busca de aire y soledad… caminaba hasta abandonar el complejo… cuando nadie lo veía, corría hasta el acantilado o la playa y se dejaba caer llorando su dolor sobre el pasto o la arena… la tristeza fluía a través de él y no terminaba nunca de salir… una masa de carne adolorida… Como lo echaba de menos… nunca pensó que pudiera ser tan doloroso y extenuante… vivir, caminar, dar pasos, comer, respirar, ducharse… dormir… todo, absolutamente todo requería de energías que Santiago no tenía… lo necesitaba como al mismo aire…

¿cómo se vivía sin él?… cómo???!!!

Le habría gustado echarse a dormir sobre la cama que habían compartido y dónde aún podía sentir su olor… ese olor que le hacía aún más hondo el hueco en su pecho… abrazaba la almohada, cerraba los ojos y lo imaginaba… su risa cristalina en los ojos verdes brillantes de alegría… sus labios rosados abriéndose para dejar pasar una frutilla… la mordía y el jugo chorreaba por las comisuras… entonces Santiago le besaba y chupaba sus delicados labios rosa… llenos, suaves, cálidos…  le robaba un pedazo y lo comía sin dejar de besarlo… su cuerpo pequeño y caliente… sudoroso y en estado de sufrimiento previo al placer…  Tenía cientos de imágenes de Mati para recordar. Pero era todo lo que tenía… el vacío entre sus brazos se sentía gélido y aterrador… se abrazaba a si mismo…

Pobre… pobre de él que ya no tenía a su niño hermoso…

Pobre de él que era una mierda dañina y malvada… no era bueno para Matías… no era bueno para nadie… basura, escoria de la peor clase… lo único bueno que alguna vez hubo en él se había ido con Matías…  ahora solo le quedaba abrazar la soledad… infinita, espesa y lacerante… no había nada más para él…

Las noches eran interminables… En su desesperación se había aventurado a tomar los relajantes que le habían recetado a Mati… tenía una caja entera en sus manos… faltaban las dos pastillas que le había dado a Matías… la idea de descansar por fin rondaba su mente… sería tan fácil quitarse el dolor, no pensar, no sentir…  dormirse y flotar fuera de su cuerpo hacia la nada… pero aún no podía. Tenía que saber que Matías estaba bien y que todo su sacrificio no había sido en vano. Solo tomaba una que le ayudaba a caer en un sueño poco reparador pero al menos mantenía su mente inconsciente por algunas horas.  

Volvía a abrir los ojos en la mañana y por unos cuantos segundos todo parecía normal… pero entonces se daba cuenta que la cama estaba vacía…

-. Mati… 

Su vida entera estaba vacía…

El dolor se enterraba certero en su pecho… en su mente… en todo su cuerpo, condenándolo a sufrir otro día más sin el… arrastraba la carga todo el día, simulando llevar y traer alimentos, engañando a la enfermera cuando peguntaba por Matías, haciendo un bulto en la cama para cuando llegaba la mujer a llevar las bandejas o a intentar limpiar el dormitorio… No le permitía entrar. No quería a nadie en su dormitorio… Los recuerdos que allí había le pertenecían solo a él… el olor que se respiraba dentro aún tenía algo de Mati… no lo compartiría con nadie… “fuera todos, Largo de aquí… déjenme solo con mi tristeza”…

Su energía falalba… se dejaba caer donde fuera que estuviera… Abrazaba alguna prenda de ropa que su niño hubiera usado y la besaba buscando una sensación que ya no volvería a experimentar… las lagrimas no tenían fin… su dolor tampoco…

No era un niño, era un hombre.  Y aunque a lo largo de su desastrosa vida había tenido oportunidad de aprender a enfrentar el sufrimiento… este tipo de desconsuelo lo quebraba entero…  ni siquiera tenía entusiasmo para ir en busca de uno de los chicos esclavos y llenarlo de agujas… no tendría sentido y lo sabía… no encontraría ningún consuelo…  Además, ya no quería tocar a ningún otro… recordaba el miedo  que había visto en la mirada de Max y sentía pesar por todos los chicos a los que había causado daño… estaba condenado… ya no servía para nada… ahora que entendía, no podría volver a educar a un esclavo, no importa que tan hermoso fuera… nunca sería como Matías…Dios!!! Nadie le regalaría su tormento como Mati, no volvería a encontrar un ofrecimiento más sincero y dulce que sus ojos verdes inundados de lágrimas de dolor, mirándolo con amor… nadie le dedicaría la perfecta sumisión, la piel más cremosa y dulce, los gemidos precisos… Había tenido el paraíso en sus manos y ya nadie más podría reemplazarlo… lo había dejado ir… era la única forma que conocía de retribuirle tanto amor a Matías…  ya nunca más…

Santiago se hundía en un espiral de angustia e irracionalidad…

No podía salir… no quería hacerlo…

Este dolor era su única conexión con Matías… recordarlo y sufrir era mantener vivo su recuerdo…  

ADAMIR

Adamir no tenía razón alguna para dudar de Santiago. Ciertamente lo notaba un poco más callado y abstraído, pero  podía culpar de ello a la enfermedad de Matías, a las malas noches y a la excesiva preocupación que demostraba Santiago por ese niño esclavo.

Tenía una conversación pendiente con ese chico. No lo olvidaba y lo haría en cuanto estuviera de vuelta en la sala de esclavos.

También sabía lo importante que Santiago creía que el niño era para su vida. Todo eso cuadraba a la perfección con la actitud distante de Santiago ahora. Adamir lo veía alejado de él y pensaba que en cuanto el chico se vendiera y desapareciera definitivamente, Santiago volvería a ser el mismo de antes. Reanudarían su amistad, las largas conversaciones y el compañerismo… lo extrañaba… Aparte de su hermano Nazir, solo en Santiago podía confiar y mostrarse como realmente era. 

Tenía necesidad de hablar con alguien que no fuera Max.

Max lo estaba enloqueciendo de a poco y deseaba conversar con Santiago. Adamir podía sentir en su cerebro que algo no estaba bien.

Llevaba casi dos semanas controlando a Max y estaba resultando mucho más difícil de lo que había supuesto… pero claro! Era Max y con él nunca nada era fácil. Controlaba los orgasmos de Max… no le había permitido tener ninguno y el resultado comenzaba a notarse claramente.  Max respondía cada día más rápido y dócil… bastaba cruzar la puerta del dormitorio en las tardes para que su esclavo se volviera hacia él ansioso…  lo buscara con la mirada deseando que lo liberara del aparato de castidad y lo tocara… estaba permanentemente excitado y aunque no decía ni una palabra, Adamir sabía que Max estaba suplicando en su interior… se lo decía en la forma de mirarlo… en cómo exponía su cuerpo esperando por él… en la súplica de sus ojos… y eso.. maldición!! Maldito mocoso de los mil demonios… Eso lo estaba descontrolando a él…

Evitaba mirarlo mientras lo masturbaba…

Se privaba del placer de comérselo con los ojos cuando Max se retorcía en la silla y arqueaba su cuerpo hacia su mano… Cuando estaba a punto de llegar, gemía de la manera más deliciosa, su respiración se volvía errática, su cuerpo brillaba de sudor… su labios se separaban…  Adamir no solo tenía que detenerse sino que necesitaba poner distancia entre ellos… era… era como si…  Maldición!! ¿Qué era lo que le hacía ese esclavo rebelde??!!… Quería saltar sobre él como si fuera un león furioso y devorarlo por completo… poseerlo con violencia hasta que los gemidos llevaran su nombre y hasta que sus labios sangraran por él… quería que Max gritara su nombre y lo deseara… Necesitaba  llenar el cuerpo de Max para calmar su ansiedad.

Maldición!!!… no se había sentido así en su vida…

Se trataba de controlar a Max pero ¿Cómo diablos lo hacía para no perder el control de su propio cuerpo??.  Había ido en busca de alivio… había esperado encontrarlo en otro chico…

El resultado fue tan insatisfactorio que tuvo ganas de golpear al chico por su mal servicio…

Solo cuando la escena se repitió con otros dos chicos distintos, Adamir se dio cuenta de que no era culpa de los esclavos…

Era él

Deseaba a Max…

En forma exclusiva y específica deseaba a ese mocoso del demonio y a ningún otro…

Podía tomar a cien… pero en ninguno encontraría lo que estaba buscando…

No sabía que le pasaba… se había preguntado si tal vez todo esto era producto de haber estado tanto tiempo sin educar un esclavo… ¿se volvía blando?…

Echaba de menos una buena conversación con Santiago… tenía que dejar de pensar tanto en Max sino todo el trabajo de control sería un fracaso. 

Miró la hora… aun faltaba media hora para retirar a Max.  Fijó su vista en la pantalla… ahí estaba su esclavo de nuevo conversando con el chico asiático de Exequiel. Los veía conversar a menudo, más ahora que el esclavo de Santiago estaba enfermo… ¿Cuántos días llevaba enfermo?… tenía la sensación de que hacía muchos días que veía a Max solamente con el asiático… se quedó mirando la pantalla… ¿de qué hablaba Max con ese chico? Le gustaban sus movimientos,  la cara alegre y relajada que tenía ahora…  El otro chico respondía con igual confianza y alegría… eran un par de chicos hermosos… sabía que el niño asiático se vendería bien y muy fácilmente. Exequiel lo reportaba como un buen esclavo, obediente y atento. Además con ese rostro de ángel… Ya tenía en mente unos cuantos compradores que de seguro competirían por él.  Un buen negocio, sin duda.

¿Y Max?… ¿Quién compraría a Max?… 

Una corriente helada le subió por la espalda…

¿Quién escucharía los gemidos de placer y dolor de Max?

¿Quién sería capaz de domar a la fierecilla interna que habita dentro de él?

¿Existiría alguna persona capaz de hacerlo sonreír y relajarse así como estaba con Min-kim ahora?

Se puso de pie decidido empujando con fuerza la silla hacia atrás.

Tenía que dejar de pensar estupideces!!!

Max aún no estaba listo para ser vendido… No señor! No lo estaba… y no importaba si aún faltaba media hora para retirarlo…  nadie le decía a él a qué hora podía o no hacer algo en su propia isla.

Se alejó caminando a grandes pasos hacia la sala de esclavo. Quería a Max a su lado ahora mismo… quería jugar con él… ver sus expresiones… probar su propio autocontrol… estaba enviciado… Quería todo el desafío completo que Max representaba en su vida.

SANTIAGO

Las cosas se estaban complicando demasiado. Esa mañana, sexta desde que Matías se había ido, la enfermera Celis había llegado hasta el dormitorio a revisarlo.

Santiago abrió la puerta pensando en que sería la chica del aseo pero se encontró con la enfermera

-. Vengo a ver al chico-

-. No puede- respondió tajante cerrando la puerta tras él y saliendo afuera a conversar con ella.

La Sra. Celis había alcanzado a ver el bulto ficticio sobre la cama

-. ¿Está dormido? ¿Sigue enfermo?

-. Si y no. Si está dormido y no, ya no está enfermo. Matías está castigado-

-. Pero solo necesito un momento…

-. Imposible ahora – negó rotundamente con voz autoritaria

-. Está bien. Volveré más tarde

La mujer entendía bien. Los castigos que recibían los chicos eran duros y dolorosos. No quería verlos…

– No es necesario. Mi esclavo está bien. Puedo llevarlo a la enfermería cuando termine su castigo-

-. Si. Eso está bien

-. Dentro de unos días

La mujer asintió poco convencida. Continuó de pie mirándolo fijamente. Santiago preguntó con la vista

-. ¿Está usted enfermo también?

-. Yo? No… no!!-

-. ¿Está seguro? Se ve muy…

-. Claro que estoy seguro!!!- respondió molesto interrumpiendo la conversación bruscamente.

Despidió a la mujer y entró al dormitorio cerrando de golpe.  Adentro todo era un gran y caótico desorden… no había dejado que nadie entrara ni había ordenado o abierto las ventanas… Aún podía sentir a Matías en el dormitorio… no quería que su esencia escapara a través de las ventanas abiertas… o que alguien más tocara donde Matías había tocado…

El día anterior no había ido a trabajar con Adamir… sabía que era necesario hacerlo pero simplemente no tuvo energía suficiente… se desmoronaba en cualquier momento… temblaba… recordaba a Matías cada día con más fuerzas… no se pasaba el dolor… al contrario… aumentaba conforme pasaban los días y su necesidad del niño se volvía un padecimiento físico que no podía identificar con claridad… un calvario que torturaba todo su cuerpo…

La ausencia lo estaba matando.

Se dirigió de prisa al baño… se asombró de su propio reflejo en el espejo. Hacía días que no se afeitaba, no recordaba cuando se había duchado por última vez… su ropa estaba sucia y arrugada… su rostro ceniciento y ojeroso… su pelo un desastre. Con razón la enfermera pensó que estaba enfermo

Inspiró profundamente y con desgano comenzó a quitarse la ropa para ducharse, afeitarse y volver a parecer persona…  

Un último esfuerzo.

Tenía que alejar las sospechas de la mujer antes de que fuera con el chisme a Adamir y todo se derrumbara en segundos.

El barco atracaría esa noche… solo unas pocas horas hasta que pudiera hablar con el capitán y tener noticias.

Unas cuantas horas más de fingir… era todo lo que necesitaba.

Capítulo 53

Santiago estaba en la cima del acantilado cuando vio las luces del barco acercarse a la isla. Una pequeña motita luminosa que bailaba sobre las oscuras aguas. No se movió del lugar aunque tenía muchas ganas de saber. Pasaría al menos una hora hasta que atracara, descargaran y pudiera encontrarse a solas con el capitán.

Ya no lloraba. Parecía que se había quedado seco desde hacía unas horas. Las lágrimas se habían detenido en sus ojos y ahora transitaba como zombie en una especie de trance inanimado.

Había pasado horas pensando en su vida…

Estaba exhausto y agotado… tan solitario… perdido… un extraño en su propia piel.

No se sentía partícipe del espacio que habitaba. Lo que sucedía en la isla le resultaba ajeno. Había comprendido que su conexión con lo que hasta ayer era su trabajo y su vida, se había roto de forma  concluyente y no era factible repararla. Matías le había hecho ponerse en el lugar contrario y ya no podría volver a tomar a un chico asustado y causarle daño para convertirlo en un esclavo… Matías había sido el último… el primero… el único… su todo.

Se preguntaba cómo había sido posible enamorarse de un niño… ¿quizás porque era lo único disponible?… ¿Tal vez porque su propia falta de educación y roce social hacían que fuera más fácil con Matías que con cualquier otro?… ¿Acaso fue simplemente porqueMati era perfecto?…  todo lo que él deseaba estaba encerrado en esa deliciosa personita, en su increíble atractivo físico combinado con la dulzura y calidez, sin olvidar su docilidad y sumisión… su entrega total… la maravilla de Matías… 

No. No sabía cómo seguir sin él…  

Seguía mirando como la luz del barco se acercaba a la costa. El aire frío de la noche helaba su piel pero no le molestaba… se sentía casi muerto en vida… nada exterior lo perturbaba. 

De pronto, su rostro se ladeó y adquirió un aspecto tétrico al dibujar una lúgubre sonrisa…

¿Y qué tal si él era un maldito desagradecido?…  en esos meses con Matías había tenido más alegría y plenitud que lo que muchas personas llegan a sentir en todas sus vidas… ¿Qué tal si eso era lo máximo que podía obtener y en vez de mostrarse triste y angustiado, debería estar agradecido por haberlo conocido y amado?…  lo estaba… si!!Dios!!!  Sin duda lo estaba.  Como no iba a agradecer el éxtasis que había sentido con él, el amor que lo cambió y llenó de buenos sentimientos, los minutos de silencio abrazados sobre el acantilado cuando juntos miraban la puesta de sol… el vínculo mágico de sus cuerpos unidos… su piel, sus ojos, su olor, su sexo, su dolor… agradecía todo… cada minuto vivido con él…

Matías, a pesar de todo, había sido capaz de mantenerse dulce e inocente a su lado… hasta se lo podía ver alegre…  Si él era una bestia… un desgraciado que quiso corromperlo y dañarlo como a cualquiera de los otros que antes pasaron por sus manos… no recordaba cuántos habían sido… esclavos sin nombre, sin rostro… productos.  Lo había disfrutado en su momento… no podía negarlo, después de todo era un sádico y seguiría siéndolo siempre… pero Matías le había enseñado lo extraordinario que podía encontrar en la rendición voluntaria… nada tomado por la fuerza se podría volver a equiparar al sufrimiento que le dedicó a él como ofrenda de amor…

Matías era más fuerte y había terminado por cambiarlo a él…   El pensamiento lo sorprendió… ¿era fuerte Mati?…  sonrió con tristeza recordando los momentos en que demostró todo su potencial soportando los abusos hasta convertirlos en placenteros, arriesgándose a todo lo que le exigió y aún así, seguir siendo tierno y sonriente… por supuesto que era fuerte… bastaba darse cuenta como, sin perder su suavidad, había echado por tierra toda su vida y destrozado su forma de ser hasta dejarlo hambriento y sediento solo de él… de nadie más que él…

Un par de día después de verlo partir había entendido la inmensidad de su amor y necesidad de él…

¿Qué diría Adamir?… pensó en la posibilidad de hablar con él y hacerle ver lo mal que estaba lo que hacían. Los “productos” eran niños con sentimientos y capaces de cosas maravillosas como Mati… pero supo, antes de intentarlo, que sería tiempo perdido…Adamir estaba ciego como lo había estado él antes de Matías… tampoco tenía fuerzas suficientes como para tratar de hacerlo entender… sería una discusión que perdería de antemano…

No era posible seguir en este lugar… ya no pertenecía aquí. No sabía dónde estaba su lugar ahora…  no tenía un lugar… solo se tenía a sí mismo… y no era gran cosa.

Santiago bajó la cabeza y se miró las manos…

¿Cuánto daño había hecho con ellas?

¿Era para lo único que servían?

Agitó los dedos en el aire y siguió el movimiento atentamente… había tocado muchos cuerpos… los había enseñado, obligado y dañado y lo que entonces le parecieron excitantes lágrimas de dolor en los rostros de esos chicos anónimos, ahora le pesaban… no había sido bueno… Vaya…  esto si era una novedad…  sus fuertes manos, de dedos largos y firmes, no sabían hacer nada. Nunca había estudiado ni aprendido fuera de lo que hacía en la isla… tenía 28 años y sus manos solo servían para causar dolor…

¿Servía de consuelo pensar que Matías adoraba sus manos y se lo había dicho mil veces?… No. Ya no estaba aquí y eso volvía sus manos inútiles…  totalmente inservibles… incapaces…

Sin Mati, ninguna parte de él servía para nada.

Levantó la vista y buscó en el espacio… ¿Qué sería de él?…

Fue curioso como su vista se nubló y su garganta se tensó hasta sentirla adolorida pero sus ojos se negaron a derramar una  lágrima más.

Suspiró cabizbajo y se puso de pie para acercarse al muelle.

Los últimos marineros se alejaron conversando. El capitán no hizo intento de moverse sabiendo que en alguna parte, entre las sombras que lo rodeaban, estaba Santiago esperando por él.

-. Capitán- saludó acercándose

-. Don Santiago

Le sorprendió al hombre ver el cambio experimentado por Santiago en tan solo una semana. Había adelgazado varios kilos, su mirada estaba nublada y vacía, sus movimientos lentos… reflejaba sufrimiento por todos sus poros. Santiago no se molestaba en disimular frente al capitán.

-. ¿Cómo… cómo quedó?-  preguntó ansioso, sin atreverse a nombrarlo

-. Todo resultó como esperábamos – respondió el hombre con un dejo de orgullo en la voz. Había cumplido a cabalidad su parte del trato.

El capitán comenzó a buscar entre sus ropas. En el bolsillo del chaquetón encontró su teléfono y apretó unos cuantos botones luminosos

-. Ella lo estaba esperando. Se ve que es una buena mujer.

Extendió el aparato hacia Santiago quien lo tomó titubeando…  La imagen era oscura pero a los pocos segundos de mirarla pudo distinguir a Matías y a su hermana…

Si algo de alma quedaba en su cuerpo, desapareció en ese instante… la vida, la energía, las ganas… todo flotó por sus poros y se elevó perdiéndose hacia las estrellas en la noche oscura…

Matías ya estaba con Clara…

Era la certeza final de que Matías tenía otra vida… la que él mismo le había regalado…

Siguió mirando fijamente…

Otra vida sin él…

Se sorprendió cuando un oscuro sentimiento se apoderó de su mente…  Clara… sintió que la amaba y odiaba en igual medida…  Se veía mayor en la fotografía… en su mente aún recordaba una mujer joven… no veía a su hermana desde hacía muchos años pero la habría reconocido de igual manera.   Ella había recibido el cariño y cuidados de su madre mientras crecía con normalidad… algo que él nunca tuvo… y ahora, ella tenía a Matías. Clara estaba con la persona más valiosa de su vida y estaban tan lejos de él como la luna o como Júpiter… inalcanzables… Clara lo tenía todo.

Deseó gritar de impotencia y dolor. Extrañó las lágrimas… llorar… después de todo si ayudaba a externalizar el dolor y a aliviar su apretada garganta…  ni siquiera eso tenía…

-. Se fueron bien, Don Santiago

No pudo responder.  Miró al capitán con los ojos infinitamente tristes y devolvió el teléfono.

-. No nos volveremos a ver. Es mi último viaje. Le deseo buena suerte

Santiago asintió con la cabeza y se despidió con un movimiento de su mano…

Caminó de vuelta a su dormitorio sin fijarse donde pisaba…

Matías estaba bien…

Matías estaba bien…

Matías tenía una vida nueva…

Eso era lo que él quería, ¿no?… todo había resultado como lo planeó…

¿Por qué estaba tan triste, entonces?

¿Por qué era una cáscara vacía que ya nada volvería a llenar?

No lloró…  dolía como si le partieran cada uno de los huesos y su mente estuviera en una batidora a toda velocidad…

Se tomó un par de pastillas relajantes, abrazó con fuerza la almohada que aun tenía el olor de Mati y se quedó mirando el vacío en espera del efecto…

MAXIMILIAN

Siempre creía que el último sentimiento de odio hacia Adamir era el más fuerte… lo había odiado muchas veces y de tantas maneras… ahora, nuevamente lo odiaba con todo su ser. Respiró profundamente para poder tranquilizarse y evitar demostrar, con alguna parte de su cuerpo, lo mucho que sentía en ese momento. No quería darle en el gusto a su maldito amo ahora que estaba medianamente calmado. Las mañanas eran menos tensas… las noches eran horribles.

Adamir ajustaba con tranquilidad, el aparato de castidad en su miembro, rehuyendo tocarlo.

Max soportaba en tenso silencio la necesidad que lo urgía… la mandíbula tensa era el único gesto visible de su stress. La mirada en el piso, la postura perfecta.

Catorce días…  catorce malditos días sin que le permitiera liberar la gran carga de energía sexual acumulada… lo había acostumbrado al sexo y al placer de los orgasmos diarios durante meses… esta privación era una horrible tortura… estaba llegando a su límite… sentía la mente turbia, los testículos pesados, su cuerpo como una cuerda de violín estirada a su límite y no podía alejar a Adamir de su mente… Max entendía bien que estaba en manos de su amo y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Aunque su parte racional pensara de una manera, su cuerpo respondía de otra forma muy distinta… Lo que Adamir pedía él era capaz de cumplirlo sin chistar… lo complacía en todo, hacia cualquier cosa porque necesitaba ser tocado o iba a enloquecer y ponerse a gritar, llorar y suplicar… derrumbarse frente a él… rogarle.

Adamir ordenaba y Max abría su boca, ansioso por recibirlo, lo lamía,  chupaba y estimulaba a gusto, con sus labios, lengua y dientes, abriéndose completamente para permitirle llegar hasta lo más profundo de su garganta con una docilidad increíble, tragaba su semen, se mostraba sumiso y obediente, adoptaba con rapidez y precisión las posiciones que el amo solicitaba y permanecía inmóvil dejándolo admirarlo y tocarlo, aguantando los gemidos y las ganas de moverse… cualquier caricia calmaba sus ansias… hasta los pequeños gestos de aprobación del amo tenían efecto sobre él… ponía en práctica todo lo que Adamir le había enseñado con la única intención de mantenerlo feliz y que posara sus manos en su adolorido miembro y lo ayudara a descargar el peso que tenía acumulado en su interior.

Maldito Admir… lo necesitaba y él lo sabía… jugaba con su cuerpo y él lo disfrutaba…

La noche anterior había estado a punto de largarse a llorar para suplicarle… se retorció bajo sus caricias… estiró su cuerpo y se lo ofreció para que lo usara como quisiera, no importaba que posición le pidiera o lo que quisiera de él, todo le dolía  y solo quería ser tomado para llegar al orgasmo.  Pero Adamir se detenía justo antes… cuando sus bolas subían y se ponían tensas, cuando su cuerpo estaba a punto de llegar, dejándolo en estado de desesperación…

No sabía si podía aguantar otra noche…

-. Ya estás listo –

-. Gracias, amo– sonaba rígido aunque tratara de disimularlo

-. Vístete

-. Si, amo

Empezó a vestirse y en el momento en que Adamir estaba distraído terminando su café, Max se puso los pantalones y acercó sus manos a su miembro enjaulado. Sintió la dureza de la silicona en el dorso de sus manos. Era malditamente imposible llegar directamente a su sexo mientras esa funda lo envolviera… solo se la quitaba cuando estaba en su presencia.

-. Vamos- apuró Adamir

Max terminó de prisa. Sus movimientos coordinados y suaves, tal como al amo le gustaban. Sabía que Adamir se aprovecharía de cualquier error que cometiera para castigarlo y privarlo del placer de masturbarlo… aunque nunca tuviera el final esperado, al menos era un consuelo.

Caminaron justos hasta la sala de esclavos.  Min kim esperaba por él. Siempre sonreía cuando lo veía llegar. Recorrió de prisa la habitación con sus ojos, buscando a Matías. Nuevamente faltaba. Ya eran muchos días de ausencia. Quería saber de él, pero si mencionaba el asunto a Adamir lo convertiría en un problema mayor.

-. Mati tampoco vino hoy?

-. Matías no está aquí

Min Kim se veía más relajado que los días anteriores. Lentamente, Max estaba aprendiendo a conocerlo y a se volvían amigos. El chico asiático tenía una particularidad que podía jugarle en contra o ser muy beneficiosa, dependiendo del lado que se lo mirara: Min Kim no sabía disimular sus sentimientos y reflejaba en su rostro exactamente lo que pasaba por su mente en cada momento. Sus ojos eran muy grandes y expresivos. Max se lo comentó un día entre risas y la respuesta del chico le había borrado todo gesto de alegría remplazándolo por asombro y tristeza. Min kim explicó, con frialdad,  que un día su amo le dijo que sus ojos eran pequeños y se los iba a agrandar. Sin darle tiempo a entender, le había “operado” los ojos, rompiendo el arco interno. No tenía cicatrices visibles ya que había sido hacía meses. Las marcas las llevaba en el alma. El resultado eran esos grandes y expresivos ojos. Tal vez era más atractivo ahora, pero para Min Kim recordar el miedo y la impotencia que sintió cuando lo forzaron y manipularon  hacia que odiara su rostro cada vez que lo veía en un espejo.

Max entendió a su amigo. Se quedó a su lado en silencio compartiendo la tristeza reflejada en esos grandes ojos. Solo había que conocerlo un poco para poder leerlo. Max estaba aprendiendo.  Y en ese momento, su rostro reflejaba preocupación mientras hablaban de Matías. Max también estaba nervioso. Entendía que Santiago cuidaba de él, pero ya eran siete días de ausencia.

SANTIAGO

Abrió los ojos sumido en un  extraño sopor del que no quería salir… la inconsciencia era buena. No dolía.  Al dirigir su vista a la ventana se dio cuenta que ya era tarde. El sol alumbraba en pleno. Se sacudió la flojera y se preparó para vestirse.

Pasó de largo por el comedor… no podría retener nada en el estómago.

Se detuvo frente a la puerta de la casa de Adamir y respiró varias veces hasta sentirse seguro. Ensayó una expresión tranquila y entró.

-. Al fin llegas!

-. Lo siento…

-. Todavía está enfermo tu esclavo? 

-. Ya todo está bien ahora

Se sentó frente al computador y lo encendió

-. Pero… ¿no está en la sala de esclavos?

Adamir buscó al chico de Santiago en el monitor, moviendo al cámara.

-. Mañana- respondió fingiendo interés en el trabajo

Adamir lo miró con suspicacia… Santiago no parecía el mismo de siempre… no podría decir cuál era la diferencia pero… algo había cambiado.

-. ¿Estás bien? ¿Sucede algo?

Santiago sintió su cuerpo contraerse… si la misma pregunta hubiera sido formulada meses atrás le habría recordado de inmediato a Adamir, su antiguo amo, y habría respondido con toda la verdad, como siempre. Pero ahora era alguien diferente. Matías era su prioridad. Ya había hecho todo por él y continuaría haciéndolo sin importar lo que fuera… podía mentirle a su antiguo amo…

-. Nada. Cansancio tal vez – ensayó una sonrisa despreocupada que le dolió en el corazón

-. Eso vienes diciendo desde hace días

-. Mañana mi esclavo vuelve a la sala y todo estará bien

Adamir no quitó sus ojos de él hasta que la tranquilidad con la que trabajaba lo convenció. Afinaron juntos algunos detalles de la subasta. Santiago preparó la lista  y redactó las invitaciones.

La distracción de Adamir  en el monitor de la sala de esclavos, le permitió entrar de prisa a su correo electrónico. Nada. Ni una nota de su niño.  Recordó haberle enseñado bien a escribir emails… revisaron los pasos cientos de veces hasta que Matías pudo hacerlo de memoria…  Si no le escribía… Dios!!. Solo había una explicación lógica… lo olvidaba de prisa… Clara le abría las puertas a otra vida y él se borraba de la mente de Matías…  ¿Cómo no iba a querer el niño olvidar todo el dolor que le había causado? Alejarse de él era el objetivo… permitirle libertad… oportunidades de felicidad…

Era un monstruo… cruel y virulento… Matías lo olvidaría de prisa y sería feliz. Tendría relaciones saludables y normales… No necesitaba de su veneno… él no era necesario en la vida de nadie… Cerró la pantalla con un profundo dolor en el pecho… sus manos se movían lentas.

Continuó trabajando  porque no tenía absolutamente nada más que hacer en este mundo…

Pasado el mediodía, Adamir sugirió almorzar juntos.

-. Claro

Santiago propuso la terraza de la casa.  Adamir  aceptó con  agrado la sugerencia.  Esa terraza tenía un significado especial para ambos. Era el lugar donde normalmente se desarrollaban sus conversaciones íntimas, donde recordaban su pasado en común y trazaban planes para el futuro.

Cuando el almuerzo llegó y Santiago comenzó a comer observándolo de manera especial, Adamir sintió que estaba recuperando a su amigo. No solo era la sugerencia del lugar para almorzar sino también la forma de mirarlo y el tipo de conversación

-. Siempre me ha gustado la vista desde tu terraza…

-. Deberíamos disfrutarla más a menudo – sugirió Adamir

-. Conversamos muchas cosas importantes aquí ¿lo recuerdas?

-. Si. Tomamos muchas decisiones

-. Aquí fue donde me liberaste…

-. Siempre fuiste libre

-. No. Fui esclavo de mis temores durante muchos años. Tú me ayudaste a superarlos. Debo habértelo agradecido cien veces pero una más no estorba…

-. No hay nada que agradecer. Simplemente no sabías quien eras

-. No… no sabía…

“tampoco lo sé ahora… me he vuelto a perder y no puedes ayudarme esta vez… dejé ir a la única persona con quien podía andar este nuevo camino… “

-. Santiago?

-. Si.. perdón… estaba pensando…

-. ¿En qué?

-. En todo lo que hemos pasado en estos años juntos

Adamir rió de buena gana. Santiago estaba filosófico y eso le causaba gracia.

-. Mucho en verdad. Y nos falta mucho más por hacer…

“Ya no cuentes conmigo… lo siento amigo mío… fue bueno mientras duró pero no puedo volver a hacerlo”

Adamir comenzó a relatarle sus planes para este año y lo que esperaba del siguiente…

Santiago aparentaba escucharlo atentamente… lo cierto era que estaba mirando cada uno de los gestos de Adamir… analizando…  era un hombre atractivo y que destilaba autoridad. Se expresaba muy bien. Se movía con elegancia. Era un ganador. Tenía mucho dinero y propiedades… ¿Por qué diablos Adamir no era feliz?

-. Eres feliz? – interrumpió Santiago provocando un silencio absoluto en Adamir

-. ¿Cómo?

-. Que si eres feliz

Se veía confundido… se tomó varios minutos en encontrar una respuesta

-. Tengo todo lo que necesito

“Eso no te hace feliz… no tienes idea lo que se siente al amar…”

-. Claro…

-. ¿Por qué la pregunta?

-. Es el motivo de vivir, no?… ser feliz

-. Tu estado de ánimo me sorprende, querido amigo

Terminaron el almuerzo en una grata conversación sobre el pasado y el futuro.

Adamir, más tranquilo y alegre, volvió a trabajar confiando en que ya pronto podría hablar con él de sus preocupaciones.

Santiago se excusó diciendo que tenía que ver a su esclavo. Miró largamente a Adamir y salió de la oficina.

Caminaba sin rumbo… avanzaba por los pasillos y se quedaba de pie admirando el paisaje… recordando las veces en que había estado con Matías en ese mismo lugar… lo que le había dicho y cómo se habían besado…  cuando llegó a la piscina tuvo imágenes de Mati chorreando agua y alegría… le había enseñado a nadar… Matías había confiado en él… y él le había corrompido el alma enseñándole a disfrutar del dolor…  había sido el peor tóxico en la vida de su niño… lo amaba profundamente pero se daba cuenta de todo lo malo que había sido… ¿alguna vez lo perdonaría?… cuando creciera y fuera feliz, se acordaría de él y… ¿sentiría rencor? ¿odio?… ¿Por qué no le había suplicado su perdón?…

Siguió avanzando vacilante hasta que sus pasos se detuvieron frente a la puerta cerrada de la sala de esclavos… miró a todos lados preguntándose qué hacía ahí. Cruzó la puerta… los chicos se movieron de prisa ubicándose de rodillas en el suelo

-. Max?- llamó despacio, casi con temor

-. Si, amo-

-. Max – de pie frente a él – ven conmigo

Max no tuvo dudas esta vez. Se levantó de prisa y lo siguió.

Ninguno recordó la cámara espía que captaba todo movimiento dentro de la sala

Santiago se movía tambaleándose… como si le costara mantener el equilibrio de su propio cuerpo. Max iba tras él en silencio. Se detuvieron al llegar a una de las últimas terrazas, casi al final del complejo.

-. A Mati le gustaba este lugar… pero su favorito era otro

Miró en dirección al acantilado a unos cuantos kilómetros de distancia

-. Permiso para hablar, amo-

-. No soy tu amo. No soy amo de nadie… no soy nadie

No se atrevió a mirarlo directamente, pero Max percibió el enorme vacío y dolor en la voz de Santiago

-. Señor… ¿está bien, Matías?-

Santiago sonrió… la sonrisa se fue transformando en risa y luego, finalmente, en la bendición del llanto que, por fin, volvía a sus ojos.

-. Está muy bien… está feliz. Será feliz-

La escena dejó a Max estupefacto… Santiago estaba llorando frente a él… era un hombre destruido… no supo que pensar ni que decir o hacer…

-. ¿Dónde está? – preguntó alarmado

-. Aahh, Max… ¿Te preocupa mi niño a ti también?

¿Cómo también?.. a quien más le preocupa?

-. Matías es mi hermano… como si lo fuéramos

Max dejó de lado todo el temor que un amo podía inspirarle. Se dio cuenta que Santiago no estaba bien. Se preguntó si había ingerido alcohol pero no lo parecía… definitivamente, algo raro le pasaba al amo Santiago… pero ¿Quién era él para hacer algo o decirle?  Sin embargo sentía que tenía que actuar de alguna manera

-. Tú también lo quieres… y él a ti… yo lo sé

-. ¿Dónde está?… por favor – se asustaba más cada minuto que pasaba sin que le respondiera

Santiago lo miro con pena infinita… debería haberlo sacado a él también… Dios!! Debería haber sacado a todos los chicos…. así Matías no estaría tan solo… no. no estaba solo. Estaba con Clara… 

-. Lo siento, Max… perdóname

Santiago se acercó lo suficiente para acariciar su mejilla. Max retrocedió confundido

-. ¿Perdonar qué?

-. No pude con todos

-. Con qué? No entiendo…

-.  Dile que me perdone…

-. ¿A quién? ¿Dónde está Matías?

-. Está bien… no te preocupes por él – Santiago avanzó un paso más y abrazó a Max– va a ser feliz-

Max no fue capaz de alzar los brazos para responder al abrazo… se sentía intimidado por lo que sucedía… su cerebro intentaba encontrar una explicación lógica para la actitud y el llanto de Santiago… súbitamente una idea se materializó en palabras

-. No está aquí… – afirmó con los ojos muy abiertos- es eso, verdad?

-. Le dirás que me perdone –

-. ¿A dónde se fue? – Max casi gritaba

Santiago lo soltó… súbitamente nervioso y recuperando parte del control sobre sí mismo

-. Vete de vuelta a la sala – ordenó

Max dudó y permaneció mirándolo… sin atreverse a volver a preguntar pues había visto aparecer al amo en la última orden de Santiago.

-. Vete!!!- gritó pasando por su lado de prisa como si lo persiguiera el diablo

Max se encontró solo en la última de las terrazas… no podía dejar de pensar en lo que había pasado recién pero tampoco dejaba de mirar el camino que Santiago seguía alejándose del complejo… nunca había estado tan lejos y solo… Demonios!!! ¿dóndeestaba Matías?… tenía que saberlo. De prisa giró y comenzó a correr por los pasillos rumbo a la habitación de Mati…  Santiago estaba actuando como loco… algo malo había sucedido… lo sabía.

No vio aparecer la mano de Adamir que capturó su brazo con fuerzas cuando casi llegaba a su destino

-. ¿Qué demonios sucede aquí? ¿Dónde crees que vas?-

Los ojos traicionaron a Max y se dirigieron, con urgencia, directamente a la puerta del dormitorio de Santiago y Matías. Adamir siguió la trayectoria…

-. ¿Dónde está Santiago?-

-. Se fue, amo-

-. ¿Se fue? ¿Hacia dónde? Responde!!!

-. No lo sé, amo

Adamir los había visto salir juntos de la Sala de esclavos y corrió de prisa… no era posible que Santiago le hiciera eso. Nadie tocaba a Max… Al no encontrarlos cerca, empezó a buscarlos por todas partes, alertando a los guardias para que lo ayudaran… ¿luego aparecía Max, solo,  corriendo de prisa en dirección al cuarto de Santiago?…

-. Será mejor que me digas todo de una vez, Maximilian

Sin soltar el brazo de Max, Adamir tiró de él hasta llegar frente a la puerta que su esclavo había mirado.  Golpeó con fuerzas. Estaba molesto y preocupado a la vez.

-. ¿Qué te dijo?

-. Nada… no me dijo nada, amo

-. Mientes!!!

-. No! No dijo nada. Solo me llevó y luego desapareció… amo.

Adamir, impaciente, volvió a golpear y al no tener respuesta giró la manilla y abrió…  Su nariz se arrugó por el aire pesado y la falta de ventilación. Le tomó un momento adaptar sus ojos a la oscuridad.

-. Abre las cortinas y ventanas

Cuando Max dejó entrar la luz, los dos miraron sorprendidos el caos en la habitación… las bandejas con alimentos se acumulaban sobre cualquier superficie, la ropa tirada, suciedad y desorden… repararon en el bulto inmóvil sobre la cama que pretendía ser Matías

-. ¿Está dormido?

Adamir no esperaba respuesta. Estaba preguntándose a si mismo… no salía del aturdimiento ¿De qué se trataba todo esto? ¿Estaba muerto el chico? ¿Era una enfermedad mortal? A punto de llegar a la cama se percató de los cojines y almohadas que formaban el fardo.

-. Pero que…???

Tiró del cobertor hacia atrás… no podía hablar del asombro…

-. ¿Dónde está el esclavo de Santiago?!!!

Esta vez sí preguntó directamente a su esclavo.

El desconcierto de Max era tanto o más que el del amo.

Max abrió grande sus ojos… Había acertado al adivinar…increíble!!… Matías no estaba en la isla… por eso Santiago estaba como loco… ¿dónde estaba? ¿Cómo había escapado?… Santiago lo había ayudado. Eso ya lo sabía… pero… ¿cómo? ¿cuándo?… procuró mantener su rostro impasible. Adamir lo estaba mirando y lo leía demasiado bien,

-. No… yo no sé, amo

Adamir vio la confusión en el rostro de Max y optó por actuar rápidamente. Más tarde se encargaría de arrancare la verdad. En este momento tenía preguntas urgentes para Santiago que necesitaban respuestas

-. ¿Qué dirección tomó Santiago?

Max señaló el poniente.

-. El acantilado – murmuró

No se detuvo a pensar en Max… su sentido de urgencia se había activado en cuanto entró al dormitorio… presentía algo malo.  Echó a correr de prisa.

Max no supo si podía o no hacerlo pero empezó a correr detrás de Adamir también poseído, con mayor razón, del temor… ahora  que entendía la actitud de Santiago temía lo peor…  Matías no estaba.

EL ACANTILADO

Cerró los ojos, abrió los brazos como si fueran alas desplegadas y dejó que el viento meciera su cuerpo…  no era de extrañar que se sintiera liviano. Estaba vacío. Sin una familia que lo amara, sin amigos a los que acudir, sin un trabajo que desempeñar, sin conocer un oficio, con solo un par de manos inútiles … le había regalado todos sus ahorros a Matías y no se arrepentía… no tenía nada.

-. Al menos hice algo bueno en mi vida, Mati. Lo hice por ti

Miró a cielo y apunto con el dedo

-. Espero tomes eso en cuenta, eh?..

No. Dios no tomaría eso en cuenta porque el daño que había causado era mucho mayor… ¿existiría el infierno?… no podía ser peor que lo que estaba viviendo…

Matías lo olvidaría. Clara cuidaría de él. El dinero le alcanzaría para estudiar y comenzar una vida diferente. Adamir no podría encontrarlo. Había eliminado toda huella posible del paradero de su niño. Todo estaba bien organizado.

No le quedaba nada más que hacer en este mundo…

Abrió los ojos y su cuerpo reaccionó bruscamente al darse cuenta que estaba de pie justo en el borde del acantilado.  Pasada la sorpresa inicial, Santiago observó atentamente las olas que reventaban contra la pared de roca sólida… ¿Qué distancia era?… 15 metros?.. 20??… daba lo mismo. Sería un vuelo rápido y luego… descansar, por fin. La blanca espuma del mar se mecía rítmicamente y parecía un colchón suave sobre el cual dormirse.  Volvió la vista hacia atrás y recorrió con los ojos las yerbas sobre las cuales había reposado, jugado y amado a su niño… suspiró con tristeza y los ojos se le llenaron de lágrimas… Matías había amado este lugar más que ningún otro… había sido tan hermoso… Sí, estaba muy agradecido.

Vista al frente nuevamente… extendió los brazos y cerró los ojos…

-. Mati, te amo. Se feliz- murmuró despidiéndose

Adamir y Max no habían detenido su carrera. El acantilado estaba ya muy cerca.

-. Amo!! – gritó Max señalando con el dedo al distinguir la silueta de Santiago contra el sol

Adamir se detuvo un segundo para verlo. La respiración de ambos agitada y el corazón latiéndoles  por el esfuerzo.

-. Lo veo

Estaban a unos 200 metros. Reanudaron la marcha sin perderlo de vista. De pronto ambos detuvieron sus pasos al mismo tiempo

Lo vieron extender los brazos como si fuera a volar…

Adamir entendió en ese preciso instante lo que iba a ocurrir

-. Santiago!!! No… no… no!!!

El cuerpo de su amigo se inclinó hacia adelante en un movimiento suave y elegante… como en cámara lenta lo vio desapareció de su campo visual al caer por el acantilado hacia el mar.

El estupor los paralizó…

Max fue el primero en reaccionar y reanudó la carrera con toda su energía.

Adamir hacía extraños gestos con su cara y trataba de recuperar la normalidad en su respiración…

No era cierto… no era cierto… no…

Quería gritar y llamar a Santiago para que regresara… pero no encontraba su voz.

Sus pies se pusieron en movimientos antes que su mente…

Max estaba al borde del acantilado mirando hacia abajo con desolación…

Adamir le vio los ojos llenos de lágrimas y supo que lo que habían presenciado era la horrible verdad…

Santiago se había quitado la vida justo frente a sus ojos

Se llevó ambas manos al pecho para reprimir el intenso dolor que lo dobló en dos impidiéndole respirar… Su boca se abrió y un extraño gemido animal brotó de su interior

Estiró su brazo y, sujetándose de Max, miró hacia el mar…

Las olas seguían reventando contra la pared…

Santiago había desaparecido en las furiosas aguas revueltas…

CAPITULO 54

Seis buzos buscaban rastros de Santiago en el mar. La lancha, que habitualmente estaba segura y oculta en tierra firme, fue echada al mar junto a algunos botes de remo. Los hombres recorrían las aguas cercanas al acantilado. Lamentablemente, ninguno era un experto y no sabían la dirección de las corrientes, pero hacían lo que podían. Saber bucear era uno de los requisitos que Adamir pedía a sus guardias pensando en la posibilidad de perder alguno de los chicos. No se le había ocurrido que tendría que ocuparlos para rastrear a Santiago.

Los hombres trabajaban contra el tiempo dando lo mejor de sí mismos. Les había sorprendido ver a Adamir tan alterado. Ni lo problemas serios que a veces presentaban algunos de los chicos había logrado perturbarlo como estaba ahora: daba órdenes a gritos, estaba pendiente de cada movimiento y no permitía que nadie se detuviera a descansar.

Adamir caminaba ansioso por la playa. No era creyente aunque había sido educado en la Fe que profesaba su madre, pero en esos momentos en que vivía la angustia más grande de su vida, se había acordado del ser divino muchas veces. No estaba pidiendo nada para él… solo quería que la lancha o uno de los buzos regresara con su amigo… su único amigo en todo el ancho mundo…  no perdía la esperanza… después de todo Santiago era fuerte y atlético… podía resistir… tenía que hacerlo… no quería pensar en otro final que no fuera encontrarlo con vida… un milagro.

Max no se había movido de su lado. Adamir no estaba preocupado por él… de vez en cuando le daba alguna orden para que la transmitiera a alguno de los buzos o a la gente que colaboraba con ellos en la playa.

Había sido Max quien había corrido al complejo a avisar de la tragedia y a llamar a quienes pudieran ayudar. Exequiel se había hecho cargo con eficiencia.   La mayoría de los amos estaban allí, recorriendo la playa y los roqueríos… la tragedia los había golpeado fuerte.  Adamir participaba de la búsqueda al tiempo que supervisaba todo lo que sucedía.  Se notaba su ansiedad y la desilusión en su rostro cada vez que alguien volvía a la playa sin nada que decir.

Las horas pasaban de prisa y comenzaba a oscurecer. Envió por los equipos electrógenos para mantener la zona iluminada. Era una misión inútil sin la luz del sol, pero nadie se atrevió a decírselo… habían transcurrido más de 7 horas desde que Santiago se lanzara al mar… la parte racional de Adamir podía entenderlo pero su lado emocional estaba en crisis y no aceptaba dejar la playa hasta haberlo encontrado… vivo o muerto…

– Señor…

Exequiel se acercó a explicarle que todos estaban exhaustos y no se veía nada bajo el agua… Adamir levantó la mano para impedirle hablar y asintió con un gesto seco

– Reanudaremos la búsqueda en cuanto amanezca. Solo unas cuantas horas más– Exequiel parecía complicado al explicarle

– Si. Muy temprano.

– Debes descansar – Sugirió Exequiel

Adamir no le prestó atención y siguió caminando.

Muy pronto todos habían abandonado la playa. Solo una luz permanecía  encendida…Adamir tomó su linterna y siguió buscando… No podía darse por vencido… No. El no. Quizás Santiago estaba agonizante entre algunas de las rocas más adelante… tal vez el mar le devolviera a su amigo en la próxima ola y tenía que estar ahí para ayudarlo en cuanto eso sucediera… seguramente estaría herido…

Siempre se había sentido responsable de Santiago.

Desde que lo encontró a punto de perderse en aquel antro de mala muerte en el puerto de su ciudad y lo ayudó a convertirse en otra persona… a creer en sí mismo. Santiago era mucho más que un amigo. Se sentía orgulloso de él. Era la prueba de que se podía cambiar favorablemente la vida de alguien…  era quien lo escuchaba y con quien compartía sus secretos y esperanzas… por eso, el deseo de Santiago de perder la vida voluntariamente le dolía como el mismo infierno dentro de su alma… tenía que encontrarlo y volver a enderezarlo… era su responsabilidad… era su amigo y lo único que ambos tenían en el mudo era el uno al otro…

Su ropa estaba húmeda  y muy pronto comenzó a sentir frío. Sus movimientos se volvieron torpes a causa de la baja temperatura. Al intentar subir a una roca húmeda, sus pies resbalaron y cayó golpeándose fuertemente las piernas y cadera contra las piedras. Se quedó inmóvil en el mismo lugar que había caído… la fortaleza que hasta ese momento le había acompañado se hizo trizas con el dolor del golpe…

Santiago se había lanzado al mar por su culpa…

Le había fallado…

Debió saberlo… lo había notado extraño pero no le dijo nada. Responsabilizó al mocoso esclavo de la actitud de Santiago y esperaba que todo cambiara al venderlo… ¿cómo pudo ser tan ciego? ¿Equivocarse tanto con una de las personas más importantes en su vida?… no supo ver la importancia de lo que Santiago sentía…era tan fuerte que prefirió terminar con su vida antes de seguir sin el esclavo… tendría que preocuparse de encontrar al chico… ¿estaba tal vez en el fondo del mar?… ¿había ido a reunirse con él?… tantas preguntas lo confundían más…  la dolorosa imagen de Santiago cayendo al vacío lo perseguía en su cabeza… Enfrentaba la derrota por primera vez en su vida…Adamir estaba acostumbrado a ganar, a llevar adelante sus ideas y salirse con la suya… la decisión de Santiago rompía su esquema… era una clara derrota… mal amigo… mal consejero… mal en todo… y quemaba como fuego en las extrañas saber que todo era definitivo… terminar así con su vida… no verlo nunca más… no tener un amigo con el cual envejecer… Maldición!!!  Gritó su impotencia y golpeó con fuerza una roca cercana, hiriéndose las coyunturas…  el peso de la culpa era demasiado grande… no sabía cuando había llorado por última vez… posiblemente cuando era niño aún… no se sorprendió al sentir lágrimas rodar silenciosa por sus mejillas

Maximilian estaba hecho un ovillo sentado sobre la arena, en la oscuridad, a unos 50 metros de Adamir. Sus rodillas abrazadas y pegadas a la barbilla. También tenía frío… no sabía qué hacer pero no quería irse de vuelta al dormitorio sin saber que pasaba en la playa. Era el único esclavo que había estado dando vueltas en la escena. Estaba confundido por los acontecimientos de la tarde. Había escuchado antes de la muerte y la había sentido cercana. Personas que él conoció en la ciudad habían muerto… ladrones, traficantes, estafadores, gente de ese tipo, pero nunca había visto a alguien quitarse la vida frente a sus ojos…

Santiago había alzado el vuelo sin verlos, sin saber que ellos observaban su caída… 

Estaba impactado…

Revivió en su mente la última conversación con Santiago. Se había disculpado por no haberlos salvado a todos y estaba preocupado de que lo perdonara y le dijera a Matías que lo perdonara.  Si le había dado un mensaje para Mati significaba que él estaba vivo en alguna otra parte. No alcanzaba a imaginar dónde.

Sus recuerdos viajaron una semana atrás… Matías se despedía de él con un abrazo asegurándole que podía ser feliz… iba a cultivar frutillas y a hacer cosas que lo hicieran feliz… ¿dónde iba a pasar eso?… A diferencia de Adamir, Max había descartado la posibilidad de que Matías estuviera en el fondo del mar por el mensaje que Santiago le había dado. Estaba seguro de que Mati estaba vivo en otro lugar

Levantó la vista al sentir un sonido diferente y buscó a Adamir… se había caído entre las rocas. Instintivamente pensó en levantarse y correr a ayudarlo, pero luego se acordó quién era y lo poco que agradecería su ayuda… siguió mirándolo extrañado de los movimientos lentos y cansados que no parecían de su enérgico amo… Se puso a pensar… en verdad, Adamir había sido una persona diferente desde el momento en que vieron caer a Santiago… para comenzar, se había olvidado de él y lo había dejado andar a su antojo por la playa. Sentir esa pequeña libertad fue especial aunque tenía claro que se debía exclusivamente a que Adamir tenía como única preocupación encontrar a Santiago… y eso era lo siguiente… la ansiedad y desvelo que estaba demostrando por Santiago… ¿eran amigos?… ¿se preocuparía tanto por cualquiera de los otros amos también?… parecía verdaderamente consternado. Max habría jurado que nada era capaz de conmover a ese frio hombre… pero lo había visto quebrarse por completo minutos después de que Santiago cayera, doblarse del dolor, reponerse y comenzar a dar órdenes para la búsqueda, volverse eficiente y trabajar obstinadamente sin perder la esperanza.   

El viento que soplaba en su dirección le trajo un nuevo sonido… abrió la boca y se quedó inmóvil mirando la figura entre las rocas… si no lo estuviera viendo no lo habría creído…Adamir se veía destrozado…

Sigilosamente, Max se deslizó hacia el otro extremo de la playa alejándose de Adamir. No sabía porque lo hacía pero presentía que al amo no le gustaría que él lo viera así.

MATÍAS

Villa Canela era un pueblo pequeño enclavado a los pies de una cadena montañosa, rodeado de bosques, ríos y lagos. La vida se vivía sin la prisa de las grandes ciudades. No había grandes industrias ni problemas de tránsito.  El comercio abría y cerraba junto con la luz del sol. Los vecinos se saludaban por su nombre y se detenían a conversar. La mayor parte de la población habitaba en el lugar por la tranquilidad y la hermosura del paisaje.

Cuando Clara terminó de estudiar, aun vivía con su familia en la ciudad pero estaba harta de la violencia de su padre y los rezos de su madre y hermana. No tenía buena relación con su hermana, quien era tan tímida y retraída que no había terminado de estudiar por miedo a sus compañeros y se quedaba encerrada en su cuarto rezando casi todo el día. Era raro ser la única cuerda de la familia. La vida con ellos se volvió intolerable.  Nada la ataba a esa ciudad y quería alejarse de ellos lo antes posible. Aceptó el empleo que el ofrecieron en Villa Canela. Pensó que sería temporal. Juntaría dinero y partiría en busca de Santiago. Su hermano perdido y la culpa que sentía por no haberlo ayudado, eran muy grandes y le impedían crecer.

Pero el tiempo fue dictaminando otra cosa… Santiago se veía cada vez más lejano y la rutina y comodidad de su nueva vida era aceptable. Se había hecho de algunas amistades entre los profesores y vecinos. Todo resultaba cómodo y apacible.

El señor Neil, profesor de historia de la misma escuela, se había cansado hacia tiempo de cortejarla y no recibir respuesta a las flores e invitaciones de los primeros años. Siempre tuvo la esperanza de que a Clara le gustaba ponerle difícil la situación pero creía que en algún momento ella cedería ya que había visto cierto interés de ella  por él. Pero se equivocaba. No sabía del daño profundo en el corazón de la mujer ni del temor que experimentaba al pensar en una pareja. Clara no quería un hombre en su vida; no estaba dispuesta a aguantar un marido que la golpeara y gritoneara como hacía su padre; no quería una pareja que la martirizara, como hacía su hermano o padre; no quería hijos que pudieran salirle fallados como sus hermanos. Estaba muy bien sola.

El dinero que juntó fue a pagar su primera casa en Villa Canela.  Estaba ubicada en un amplio sitio, en las afueras del pueblo. No era una casa muy grande pero tenía un patio posterior que se extendía casi hasta las faldas del cerro y eso compensaba con creces la falta de más espacio interior. Clara vivía sola hasta la llegada de Matías. Ahora los dos dormitorios estaban ocupados y ella estaba sorprendida de lo bien que se sentía tener otra persona bajo su mismo techo.  

Lo había presentado a sus vecinos y amigos como el hijo de su hermano. Nadie dudó pues Clara tenía muy buena reputación en la comunidad.

Matías aceptó la explicación sin sospechar lo cerca que esa mentira estaba de la verdad.

Clara era profesora en una de las tres escuelas del pueblo. Había estado ausente de su trabajo los últimos días.

Al segundo día de llegar a Villa Canela, Matías amaneció decaído y con fiebre. Al anochecer, la temperatura aumentó bruscamente y el chico comenzó a alucinar y hablar incoherencias. Preocupada, Clara llamó a un doctor amigo que vivía a una cuadra de distancia. Quedaron mudos de la impresión cuando el doctor quitó el pijama de Matías para poder examinarlo. No eran grandes moretones  sino pequeñas marcas de color rojo oscuro, como picotones, prolijamente alineadas en ciertas zonas sensibles del cuerpo del menor.

Clara enmudeció y le tomó menos de un segundo saber quién lo había marcado.

La furia subió por su cuerpo…. Era un niño… ¿cómo se había a atrevido Santiago a tocarlo?… seguía siendo el mismo malvado de siempre… ¿por qué pensó que había cambiado?

– ¿Qué marcas son estas? –

El viejo doctor buscó sus lentes para examinarlo mejor… nunca en toda su vida profesional había vistos este tipo de huellas en una persona, menos en un niño

– Son picaduras de insectos – aclaró ella de prisa mintiendo con todo descaro

– No. No… están ordenadas en hileras…-

– Hay insectos muy raros en el lugar donde él vivía. He visto estas marcas muchas veces-

– ¿ah, si?…

– Doctor… los pulmones. Mi sobrino tiene mucha tos y fiebre

– Si… los pulmones…

Había logrado distraer al doctor con una mentira pero estaba choqueada por lo que había descubierto.

El doctor se despidió dejando un diagnóstico delicado: Neumonía y estrés severo.  Clara volvió al cuarto de Matías con el corazón apretado…  lo estuvo mirando un buen rato mientras el chico descansaba dormitando… Esas marcas en el cuerpo de Matías las había hecho Santiago. No le cabía duda… pero a la vez,  se lo había enviado a ella…  Matías estaba ansioso por que llegara Santiago…  ¿Qué significaba todo eso?… no estaba segura de querer saber. Las posibles respuestas la ponían nerviosa. Se alegraba de tenerlo… se asustaba de que fuera un ser raro y dañado de esos que no quería en su vida. Le estaba comenzando a coger afecto…

Matías estuvo grave dos días en que la fiebre no cedía y hablaba frases que no tenían sentido… murmuraba sobre cadenas y encierro,  llamaba a su “amo” a gritos, pedía volar nuevamente, prometía que sería obediente, se asustaba de la oscuridad y temblaba como un animalito acorralado cada vez que despertaba solo… más que nada, llamaba a Santiago a gritos…

Clara se quedó con él en casa. Eso era lo que las madres hacían cuando sus hijos estaban enfermos y ella tenía muchas ganas de ser la madre de ese niño. Miraba su carita de inocencia y sus ojos verdes tan claros y no podía asociar ese rostro con alguna maldad.

Intentó averiguar más, pero Matías se cerraba como una ostra y no respondía nada. Le preguntó directamente si tenía familia.

– Santiago– Dijo despacio, mirando al suelo

– Pero… ¿y tus padres?

– No tengo

– ¿Vivías en un orfanato?

Matías se encogió de hombros evitando responder. No es que no confiara en Clara. Es solo que mejor esperaba a que Santiago llegara y le dijera cuanta información podía revelarle a Clara. Le agradaba la mujer. Sobre todo cuando se preocupaba por él y le llevaba la comida a la cama en una sencilla bandeja cubierta con un paño que ella misma había tejido a crochet o cuando se levantaba de noche para ir a tocar su frente caliente y lo refrescaba con agua fría… Clara se despedía con un gesto cariñoso. La primera vez que le dejó un beso en la frente, antes de irse a dormir, Matías retrocedió, la miró muy preocupado y con los ojos muy abiertos

– ¿No quieres que te bese? – preguntó ella ocultando el dolor que le producía su rechazo

– No… no es eso… es que nadie me había besado así antes

– Es solo un beso de cariño. No tiene nada malo pero si no te gusta no lo haré más

– No. lo siento Si quiero. No estoy acostumbrado

Clara quiso preguntar por su relación con Santiago, que tipo de besos había entre ellos… pero se contuvo. Comprendió que primero tenía que construir una relación de confianza con Matías y luego, el niño por sí mismo, se acercaría a ella a contarle.  Quería construir esa relación, quería saber que Matías era bueno y que sus sospechas no eran reales. Se encariñaba rápidamente con el niño. Se preguntaba cuanto tiempo tenía antes que llegara Santiago y se lo arrebatara.

– Ahora me tienes a mi – respondió orgullosa de haber sido aceptada.  

Comenzó a actuar como madre. Se preocupó de alimentarlo bien, darle sus medicinas, acompañarlo y no le permitió levantarse hasta que estuviera mejor. Estaba dichosa de tener a alguien que ocupara sus horas. Le gustaba la responsabilidad de ocuparse de él. No sabía lo vacía que era su vida hasta que Matías llegó a llenar los espacios

Matías mejoraba de prisa pero tenía sus propias preocupaciones; preguntaba insistentemente por un computador pero ella no tenía uno. Cuando necesitaba, usaba el de la escuela.

– Compraremos uno cuando estés bien

Santiago le había dejado dinero suficiente a Matías para que tuviera lo que quisiera junto a instrucciones para Clara de ayudarlo a manejar el dinero responsablemente.

– Pero lo necesito ahora. ¿Podemos ir a un lugar donde haya uno?

– Iremos cuando mejores – sentenció muy seria dando por terminada la discusión.

Matías se calló asombrado. Era segunda vez que una actitud de Clara le recordaba a su amo…

– ¿Cuándo vendrá Santiago?

– No sé.  Dijo que vendría cuando pudiera.

Necesitaba mejorar, dejar de toser y que la fiebre cediera. Tenía que comunicarse con su amo o este se iba a enojar mucho con él. Recordaba muy bien las instrucciones para mandarle un correo.

Ahora adquirían sentido todos los extraños juegos que tuvo que jugar con él. Se preguntaba desde cuando Santiago planeaba que escaparan de la isla. Casi todo estaba mejor ahora. Aprendía a encariñarse con Clara. Se sentía protegido en esa casa sencilla y agradable.

Clara tenía planes para él. Le había dado libros para leer, le contaba la historia como si fueran cuentos y le había dicho que le enseñaría muchas cosas más para que pudiera ir a la escuela donde ella enseñaba.  Asistiría a clases con los otros chicos… le daba temor pero también lo entusiasmaba…  podría tener amigos… amigos… Max… su amigo y hermano… ¿volvería a verlo alguna vez?… Santiago había dicho que serían vendidos a un amo que haría con ellos lo que quisiera… se sintió angustiado al pensar en el futuro de Max, Min kim y los otros chicos…  ¿Cuándo llegaría Santiago?… necesitaba hablar tantas cosas con él… quería saber que le esperaba a Max… quería su abrazo y su cariño… entre sus brazos se sentía protegido…  lo echaba de menos… mucho.

ADAMIR

La búsqueda se reanudó temprano. Adamir, con la mano inflamada por el golpe de la noche anterior,  fue el primero en llegar a la playa casi antes del amanecer. Solo había dormido un par de horas.  Max nuevamente iba con él. No se lo había prohibido. Lo había visto levantarse junto con él y no había dicho nada. Pasaron por el comedor cuando apenas comenzaba a aclarar y Adamir apenas tomó un café. Su concentración muy lejos de dónde se encontraban.  Max tenía hambre pero comió lo primero que encontró para no quedarse atrás. Caminaron de prisa hacia la playa. Estaban solos

– Busca entre esas rocas…

Ni siquiera era una orden… Max se acercó a las rocas y sujetándose con cuidado para no resbalar, comenzó a buscar.

El resto de los amos, guardias, buzos y botes aparecieron pronto.

Pasado el mediodía habían vuelto a rastrear toda la zona sin resultado…

– El mar demora en devolverlos…

– Quizás las corrientes lo llevaron lejos…

– Tardará días en aparecer…

Adamir escuchaba y miraba los rostros de quienes se habían reunido en la playa…

Todos daban a Santiago por muerto…

¿Era él el único que no perdía las esperanzas?…

Quizás era hora de que él también lo aceptara…

Los ojos de todos se giraron hacia él en espera de instrucciones…

Los miró de vuelta…. Desesperanza y resignación en todos ellos…

– Seguiremos después de comer

Se giró de prisa para no ver la expresión de compasión en sus rostros… 

Santiago… maldición!!… lo había dejado solo… maldito sádico de mierda!!!… ¿por qué había sido tan egoísta?…

Se alejó de todos. Sus pasos lo llevaron hasta la cumbre del acantilado. Se sentó casi en el mismo lugar dónde Santiago y Matías solían sentarse…

La culpa era un peso enorme… un peso que casi podía sentir físicamente… le costaba moverse.

¿Qué había llevado a Santiago a tomar esa decisión?

Sabía la respuesta pero se negaba a aceptarla…

¿Cómo?… ¿Cómo diablos iba a ser tanto lo que sentía por ese niño esclavo?… ¿en verdad el amor era esa mierda que nublaba la razón y volvía irracional hasta a un tipo como Santiago?  ¿Qué había sentido con Matías?… ¿Cómo lo había cambiado?… ¿Quién mierda iba a responder sus preguntas?? ¿Por qué no lo había escuchado más atentamente cuando le habló de sus sentimientos por ese niño???

– Idiota!!!!… idiota del demoniooooooo!!!… debiste hacerme entender!!! … ¿por qué no golpeaste mi cabeza hasta que te creyera???!!!… debiste insistir… tú mejor que nadie sabes lo terco que puedo ser…- gritaba al aire apuntando hacia el mismo lugar donde lo había visto por última vez –  ahora te vas a podrir en el mar… alimento para los peces… idiota… me dejaste solo… teníamos tanto por hacer –

Se le apagaron los gritos y su voz se convirtió en puro dolor…

Adamir estaba ahogado en culpa y dolor como nunca antes en su vida… la persona más cercana a él durante los últimos siete años acababa de suicidarse y el hecho lo afectaba al punto de dejarlo en crisis…

Exequiel vio como Adamir se alejaba de todos y entendió su necesidad de silencio y calma. No recordaba haber visto al jefe tan derrotado

– Ven con nosotros- dijo mirando a Max

Lo llevó hasta el comedor donde todos almorzaron en silencio. El ambiente era pesado. Todos aceptaban la muerte de Santiago pero nadie sabía cómo hacérselo ver a Adamir

– Ve a buscar algo de comer y llévaselo a tu amo – ordenó Exequiel a Max. 

A Exequiel no se le ocurrió dudar en ningún minuto de la libertad de Max para caminar por el recinto. Había visto como Adamir le permitía desplazarse libremente por la playa así es que supuso que estaría bien.

Max reaccionó de inmediato a la orden. Era el único esclavo que almorzaba a esa hora en una sala llena de Amos y estaba nervioso  por las miradas que sentía sobre él.  No quería llamar la atención de nadie. En una canasta puso lo que siempre veía comer aAdamir. Balanceándola con cuidado, emprendió el camino en su busca.

Adamir había dejado de gritar y se había calmado. Sus ojos estaban rojos… miraba el océano… la vista era inmejorable… pensaba en los momentos que Santiago había pasado en este lugar con su niño esclavo… ¿Qué hacían?… ¿conversaban?… ¿se amaban?… ¿reían?… ¿le permitía el esclavo que fuera sádico con él?…  seguramente había sido feliz… ¿por qué no fue capaz de verlo?…

– Amo? 

La voz de Max lo sorprendió. No lo había escuchado acercarse.

– Te traje comida

Dejó la canasta en el suelo cerca de él… Adamir siguió mirando a Max… su respiración comenzó a agitarse… Max… Max…

– ¿Dónde estabas?

– Fui a almorzar con los demás…

– ¿Y me trajiste comida?

– Si, señor

Lo recorrió de arriba abajo con mucha calma. Se había olvidado de Max y ahí estaba él, hermoso como siempre,  preocupándose de traerle comida… un gesto tan simple y básico que tuvo la capacidad de conmoverlo… el chico había estado con ellos desde ayer, apoyándolo y buscando a Santiago…

– Siéntate…

Con la mano indico el pasto a su lado. Max obedeció.

– ¿Cómo estás?

– Bien, señor – respondió demasiado de prisa

Adamir recordó de pronto toda su responsabilidad sobre Max… Con el problema de Santiago había olvidado liberarlo la noche anterior. Max no se había quejado. No supo cómo definir el sentimiento que se formó en su pecho. Sin dudarlo, se llevó la mano al cuello y pasó por su cabeza la pequeña cinta de cuero que sostenía la llave

– Lo olvidé… lo siento…

Con su mano izquierda, Adamir empujo suavemente a Max hasta dejarlo tendido sobre el pasto, desató y bajó sus pantalones hasta mitad de los muslos.  Utilizó la llave para abrir el candado y liberó el tenso miembro de Max.  Sostuvo la pequeña jaula entre sus manos mirándola atentamente…

No tenía ganas de seguir ahora…

Su energía se había ido por el acantilado junto a Santiago…

No se sentía fuerte ni poderoso… más bien triste, culpable y muy solo…

Con la fuerza que le daba el dolor acumulado, arrojó lejos el aparato de castidad… desapareció de su vista cayendo por el acantilado… igual que Santiago…

El suspiro de alivio de Max lo trajo de vuelta al lugar donde estaban… subió sus ojos lentamente, acariciándolo con la mirada…  desde los pies al rostro…  Max siempre era lindo… un descanso para sus ojos tristes…

– Mírame…

Se quedó clavado en sus ojos… ¿qué era lo que Max le hacía siempre?.. ¿lo envolvía con una clase de hechicería y él se perdía?… Max era alguien a quien sentía familiar… cercano… el último refugio

Sus manos se movieron si su permiso… Envolvieron el miembro de Max y comenzó a frotar suavemente… entendía cómo debía estar su esclavo… Necesitaba hacer algo que tuviera un buen resultado…  Siguió anclado más y más en sus ojos al percibir los cambios que le comenzaba a ocasionar el placer que precede al orgasmo… las mejillas de Max se acaloraron, su cuerpo se cubrió de una pequeña capa de sudor, los músculos se tensaron y se arqueó levemente, su respiración se volvió más rápida, sus pupilas crecieron volviendo sus ojos aún más hermosos… cuando abrió su boca para jadear, Adamir se sintió de vuelta en terreno conocido

– Max…

Besó sus tetillas que se habían endurecido y sintió los músculos del vientre de Max contraerse. Sus manos seguían moviéndose de prisa sobre él… estaba tan hermoso en ese momento.

– Amoooo

Era el grito de advertencia que le había enseñado para indicarle que se detuviera… pero esta vez no quería detenerse… esta vez no era él mismo… estaba loco de pena… Santiago se había ido y Max era lo único que tenía… Siguiendo un instinto básico, Adamir quitó sus manos y las puso sobre las caderas de Max sosteniéndolo firmemente, bajó su cabeza y atrapó el miembro de Max en su boca… chupó y lamió como no recordaba haberlo hecho antes… los gemidos de descontrol de Max solo intensificaban sus deseos de seguir mamando…

Max gritó ante la inesperada oleada de placer que sacudía su cuerpo en interminables cumbres de éxtasis…  una tras otras se sucedían en completo desorden arrasando con su prudencia… todo lo que había acumulado se liberaba fuera de control… sentía el placer no solo en sus genitales sino que lo recorría entero, desde los pies a la cabeza… la sensación era abrasadora… no mandaba sobre su cuerpo, estaba a merced del placer y era maravilloso.

Adamir sintió el líquido caliente en su garganta. Conocía el sabor del semen de Max pero nunca lo había recibido directamente… lo tragó todo en silencio sintiéndose extrañamente reconfortado… le produjo placer observar el placer de Max… siempre le había gustado la mezcla de dolor y deleite que se formaba en su cara, pero ahora le pareció fascinante… Max era una criatura extraordinaria… subió y se acercó a él hasta cruzar sus brazos por la espalda y sostenerlo pegado a su cuerpo…  necesitaba ese cálido contacto para volver a sentirse humano… el cuerpo bañado de sudor de su esclavo… tibio… satisfecho… tan dulce…

Max todavía jadeaba. En sus ojos se habían formado lágrimas que se deslizaban por las mejillas. La intensidad de su orgasmo lo había tomado desprevenido.  Adamir, en un gesto desconcertante, las recogió con sus labios… sus miradas se cruzaron y se quedaron ahí… había súplica y necesidad en los ojos de Adamir… Un deseo tan grande de ser acogido y reconfortado…

Max se sintió confundido por la petición que le hacía sin decir una palabra… sus ojos dorados eran penetrantes… levantó las manos y correspondió al abrazo, aún preso de la intensa emoción del mejor orgasmo de toda su vida…

Abrazados y unidos sobre el acantilado.

Adamir lo estrechó sintiendo que alguna cadena interior se rompía en mil pedazos… algo que no sabía que tenía apretado se liberaba en su alma… suspiro sorprendido,  casi jadeaba de la emoción que sentía… le costaba mantener bajo la piel la agitación que lo embargaba…  se cobijo en el espacio del cuello de Max y respiró su olor… tranquilizador… un sentimiento bueno en medio de tanta tristeza… lo sostuvo así, sintiendo cada músculo del delgado cuerpo de Max contra el suyo…  solo eso le bastaba… el dique de sus emociones se rompió por completo y, en aquel significativo lugar, Adamirse permitió exponer su debilidad frente a Max aún sabiendo que eran amo y esclavo… pero necesitaba hacerlo… el sentimiento era más grande que sus ganas de negarlo… lágrimas calientes y dolorosas cayeron muy lentas de sus ojos…  Lágrimas por la muerte de su mejor amigo… por la emoción de tener a Max entre sus brazos y el bello orgasmo que le había regalado… por la culpa que lo asfixiaba… lágrimas que ayudaban a digerir la tristeza de la partida de Santiago… lágrimas que no entendía pero que derramaba porque significaban un alivio…

El sol comenzaba a ocultarse… se reunían nuevamente en la playa. El silencio era pesado en el ambiente. No había ninguna noticia de Santiago y todos los rostros reflejaban pesimismo y resignación.

Adamir miró las olas… ¿lo traerían de vuelta alguna vez?… No sabía si debían continuar buscándolo… parecía una locura… habían transcurrido más de 28 horas y ya nadie creía en que lo encontrarían… ¿abandonarlo así?… ¿sin tener un cuerpo que sepultar?… ¿olvidarlo y dejarlo descansar en el fondo del lecho marino?… Dios!! Era Santiago de quien hablaban…  no podía abandonarlo nuevamente… ya le había dado la espalda una vez y se había equivocado terriblemente…

Estaba a punto de dirigirse a todos los que se había reunido cerca de él, cuando escucharon una conversación que interrumpía el silencio.

Dos buzos corrían hacia el grupo de amos

– Señor… tenemos un problema.  Uno de los buzos no ha vuelto… ha desaparecido

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