ADAMIR
Maximilian giro su rostro apenas para mirarme… respiraba agitado, pero no había ningún signo de obediencia o aceptación. Saber que yo sería su amo no provoco en él reacción alguna. Di vuela a la mesa hasta quedar de frente a él… a la altura de sus caderas crucé mi mano para poder tomar el dilatador… Sin dejar de mirarlo empujé el dilatador para comenzar a introducir la segunda bola… leí en su rostro lo que estaba sintiendo… seguía poniendo resistencia… sus ojos grandes brillaban aguados por el dolor y la humillación
– Relájate y te va a doler menos…
Me contestó con un nuevo gruñido de su garganta y la respiración muy corta y rápida. La segunda bola estaba adentro. Toqué su rostro despacio con mis dedos. Estaba comenzando a cubrirse de sudor. Mi excitación continuaba creciendo.
– Tu cuerpo es mío ahora para hacer con él lo que quiera. Es mejor que lo aceptes desde el principio
La caricia en su rostro se extendió lentamente hacia su pelo… Sus sonidos eran fuertes y levemente animales. Había dejado de mover su cuerpo… el dilatador le resultaba incómodo y doloroso
– Vas a vivir conmigo y me vas a obedecer en todo. Si no lo haces, te castigaré hasta que aprendas
Seguí acariciándolo y en un movimiento algo brusco, tome un puñado de su pelo en mi mano tirándolo y empujé nuevamente con la otra mano. La tercera bola estiraba la piel alrededor de su ano. Sus ojos se abrieron mucho, me miró sorprendido. No se esperaba una más
– Suelta tus músculos Maximilian– ordené…
Mi mano seguía tirando de su cabello forzándolo a mirarme. Pude darme cuenta que, a pesar de la incómoda y humillante situación, el chico estaba excitado, la perla y el excesivo roce en sus genitales estaban surtiendo efecto. La tercera bola terminó de entrar. Los sonidos de su garganta me excitaron aún más. Solté su pelo. Revisé el dilatador asegurándome que quedara en correcta posición. Maximilian no se movía. Su respiración eran cortos y rápidos jadeos.
– Sólo seguirás mis instrucciones de ahora en adelante. No harás nada que yo no te ordene. Tu única obligación será la de complacerme…
Su pene había comenzado a expulsar pequeñas gotas de líquido blanquecino. Ya no seguía gritando con tanta fuerza. Su energía estaba disminuyendo… el agotamiento estaba haciendo estragos en sus nervios
– No tiene que ser así Maximilian… solo deja de pelear y acepta tu nueva vida
No cambiaba su expresión… creo que me habría sentido desilusionado si hubiera dejado de pelear tan rápido. Bien… estaba entusiasmado… me encantaba saber que tenía un desafío tan interesante por delante.
– ¿Estás dispuesto a obedecerme Maximilian?
Sé que mi voz y mi mirada lo intimidaron… pero no lo suficiente aún… sabía cuál iba a ser su respuesta… movió su cabeza negando y los sonidos de su garganta, aunque entrecortados, me daban también a entender su negativa, su incredulidad…
– Comenzamos mal Maximilian- dije
Definitivamente no era un buen comienzo para él, pero necesitaba quebrar su resistencia. Tomé un nuevo instrumento de la mesa… Maximilian aún estaba muy excitado y demasiado cerca de correrse en cualquier momento… no merecía ese permiso aún. Bañé el tapón uretral de metal en suficiente lubricante como para permitirme insertarlo sin que le doliera o molestara más de lo necesario… elegí uno de los más pequeños… liso, solo con una pequeña bola de metal al final que me permitiría mantenerlo en su sitio y evitar que eyaculara. Maximilian estaba iniciándose y no quería dañarlo innecesariamente, solo necesitaba que aprendiera una primera, intensa lección. Volví a sostener su pene, aún más caliente y completamente sensibilizado… por un instante pensé que el solo hecho de tocarlo iba a hacer que se corriera de inmediato… no necesitaba demasiado lubricante… su propio semen se mostraba en pequeñas gotas en la uretra. Sin demoras, comencé a insertarlo con seguridad. Quiso moverse pero no podía… me hizo saber con los sonidos de su garganta que no le gustaba… el tapón estaba a medio camino encontrando ahora la resistencia de sus músculos a la inserción… sus ojos se agrandaban asustados. Presioné con suavidad hasta sentir que llegaba a fondo y quedaba perfectamente instalado, con la argolla de metal colgando desde la cabeza. Mantuve su pene con cuidado en mi mano… sentí su peso y su calor.
– Estas aprendiendo de la peor manera. No estoy contento contigo ahora-
Lo dejé tranquilo un momento para buscar algo más.
Me acerqué con el collar y las cadenas que de él colgaban. El collar de entrenamiento en obediencia era realmente molesto. Tenía pequeñas púas redondeadas hacia el interior, que presionaban y dañaban enterrándose y rompiendo la delicada piel del cuello si quien lo usaba tironeaba mucho. De sus argollas externas colgaban cadenas que conectaban tobillos y muñecas al collar y entre ellas, impidiéndole dar pasos muy largos… mucho menos correr ni tampoco extender sus brazos… cualquier movimiento brusco repercutía en las púas que rodeaban su cuello. Con precisión y rapidez ajusté cada una de las piezas al cuerpo de Maximilian.
– Voy a quitarte las correas, pero no intentes moverte brusco o de prisa
Para que entendiera lo que le estaba diciendo di un pequeño tirón a la cadena que sostenía en mi mano. Inmediatamente el sonido de su garganta fue diferente… esta vez, puro dolor. Solté todas las correas, solo dejé la mordaza.
– Maximilian, baja de la camilla. Hazlo con calma o vas a caerte.
El chico estaba cansado pero con su adrenalina al máximo nivel. Recordé lo que había leído en su historial. Venía peleando desde temprano así es que no era de extrañar que estuviese tan cansado. Logró ponerse de pie. Era varios centímetros más bajo que yo, a pesar de ser alto. Miraba con disgusto las cadenas que le impedían mucho movimiento, el tapón en su sexo y las bolas duras en su recto tampoco ayudaban. Tiré suavemente de la cadena que sostenía para llamar su atención.
– Soy tu nuevo Amo Maximilian – dije muy cerca de él dominándolo desde la altura y con la mirada. Eres de mi propiedad de ahora en adelante – acomodé la bata que colgó descuidadamente sobre su cuerpo
A pesar del cansancio, su molestia al mirarme era visible. Mantuve mi vista fija en él hasta que finalmente, al cabo de unos minutos, bajó los ojos mirando al suelo.
– Ven conmigo
Quise darle la oportunidad de que caminara por su cuenta… pero no se movió. Tiré de la correa ocasionando un nuevo gemido de su garganta… las dolorosas púas se enterraban al costado derecho de su cuello. Maximilian me miró con verdadero odio y lentamente comenzó a mover sus pies para seguirme. Sabía que dentro de unos momentos su odio iba a ser aún peor, pero tenía que establecer mi autoridad y dominio de inmediato con este chico.
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Adamir no quiso llevarlo hasta su dormitorio privado… más adelante cuando mereciera ese privilegio se lo otorgaría. Por ahora se dirigió hacia uno de los cuartos normales de enseñanza. Cada amo vivía en uno de esos cuartos. Eran grandes y muy cómodos. Tenían en una esquina lo necesario para amarrar, sujetar o encadenar a un esclavo, incluyendo una gran X de madera sólida, camillas especiales y varios más; el suelo y paredes permitían chorros de agua y otros. Al lado estaba el baño, con un jacuzzi grande en el que también se podía enseñar. Un área especial para cenar o ver televisión y por supuesto un espacio especial dedicado a la cama de gran tamaño. Al salir del área de exámenes se dirigió a Exequiel y a la enfermera Celis que lo esperaban cerca.
–Voy a llevarlo a una de las habitaciones del ala de entrenamiento.– llevaba al chico a su lado, sujetando muy de cerca la cadena. – es mío
Ni Exequiel ni la enfermera Celis dijeron nada pero ambos se miraron entendiendo que era muy extraño. Desde hacía al menos 2 años que Adamir no tomaba un esclavo para enseñarlo personalmente. Se quedaron mirando al chico y preguntándose qué habría sucedido.
Adamir caminaba rápido y decidido. Maximilian tenía que hacer un esfuerzo para seguirlo y no quedarse atrás… si lo hacía, lo que tenía insertado en su ano le ocasionaba molestias, la argolla sobresaliendo de su pene lo tenía asustado y sentía las púas apretando su carne e intentando clavarse en su cuello… las cadenas le impedían moverse todo lo rápido que le habría gustado… tan rápido que desaparecería de la vista de todos estos enfermos y se lanzaría al mar a nadar sin parar… quizás era mejor morir ahogado o ser alimento de tiburones que quedarse al lado de estos loco peligrosos. Su mente confundida… ¿qué demonios había pasado en el mundo durante las últimas 24 horas??!!… ¿estaban todos locos??!!!
Dejaron el pasillo entre los jardines e ingresaron a otro edificio. Adamir se detuvo frente a una de las puertas, ingresó un código de seguridad y la puerta se abrió. Entraron. Estaba oscuro, Max se sintió cegado por el brusco cambio hacia la oscuridad… solo seguía moviéndose por la cadena que lo tiraba. Adamir relajó un poco la tensión con que tiraba al abrir las cortinas… Max aprovechó el breve momento en que sintió la cadena aflojarse, reunió las pocas fuerzas que le quedaban y a pesar de la molestias que le ocasionaban todo lo que tenía extra en su cuerpo, tiró fuerte de la cadena con ambas manos e intentó apresar con ella el cuello de Adamir… pero Adamir lo estaba esperando, sabía que en cualquier momento el chico iba a intentar un acto desesperado. Dominó la situación rápidamente
– No me escuchaste bien Maximilian – su voz sonaba terriblemente amenazante y sus ojos dorados más fríos que nunca
– jamás debes atacar a tu amo
Max había escuchado muchas estupideces durante las últimas horas… todos estos seres extraños hablando cosas que no entendía y que le parecían dignos de un hospital siquiátrico… pero en ese momento… al ver la mirada enojada de Adamir sobre él, sintió miedo de verdad, por primera vez… este tipo se llamaba a sí mismo el amo… exigía que lo obedecieran y él acababa de intentar atacarlo… supo que no le iba a gustar nada como se iba a cobrar lo que le había hecho… no debería haber fallado…
Adamir sujetó la cadena con fuerzas nuevamente y tiró de él bruscamente, esta vez sin ninguna consideración, hasta un extremo de la habitación. Max tuvo que seguirlo con el dolor de las púas presionando en su cuello. Se detuvo frente a un extraño caballete de maderas sólidas, pasó las cadenas rápidamente frente a las piezas de madera tirando de ellas para obligarlo a adoptar la posición que él deseaba. Luego de tener su torso doblado y bien sujeto dio la vuelta rápidamente pasando a recoger algo de un mueble cercano… se paró detrás de él. Sintió un golpe seco en la parte posterior de sus rodillas al tiempo que lo obligaba a doblarlas… su cuerpo quedo arrodillado frente a una estructura que sostenía su pecho y su cabeza en declive; la parte más alta era su trasero apenas cubierto por la bata. Escucho la voz de Adamir muy cerca de él
– Te voy a ofrecer la última oportunidad Maximilian
Le habló con voz fría y dura…Adamir Había cogido una fusta. La acercó a Max para que la viera… tocó con ella su cuerpo, moviendo la bata a un lado… todo su cuerpo al aire… despacio, el frio cuero de la fusta recorrió su espalda, sus nalgas y bajó por una de sus piernas… Adamir estaba molesto… Max asustado y exhausto… se estaba quebrando… apretó fuerte los labios, quería llorar pero no iba a hacerlo… no… no iba a llorar… se sentía la tensión.
– ¿Vas a someterte en forma voluntaria?
Sus ojos se encontraron… Max seguía esperando que alguien lo despertara de esta película de horror. Había agua en sus ojos… ¿someterse?… esclavo??… recordó las clases de su profesor de historia… suponía que entendía claramente el término “esclavo” pero le habría gustado asegurarse de que estaban hablando de lo mismo… ¿él un esclavo?… ¿sexual?… qué locura era esta… a qué hora terminaba?? Lo miró con odio entre la neblina de las lágrimas… quería matarlo…
Adamir movía la fusta despacio en sus glúteos… Max sintió como la mano de Adamir comenzaba ahora a retiraba el dilatador… su ano volvía a expandirse… lo quitaba despacio… a propósito… dolía… sentía toda su zona posterior extremadamente sensibilizada. Maximilian descansó al sentir que la primera bola salía de su cuerpo… luego la segunda y la más pequeña, apenas si la sentía salir. La mano de Adamir lo seguía tocando en las nalgas, cerca de su ano… ese maldito hombre lo estaba tocando de nuevo… un pensamiento de terror pasó por su mente… ¿ahora qué?… un momento… qué estaba haciendo…?!!
No alcanzó a pensarlo ni mucho menos a evitarlo. Adamir tenía un pene extremadamente generoso en tamaño… solo por eso se había dado el tiempo para dilatarlo, sabía que podía dañarlo de no hacerlo así y eso significaría semanas de espera para que sanara.
Con ambas manos separó bruscamente las nalgas. Nuevamente la visión del ano aún virgen de Maximilian le pareció excitante. Estaba aguantándose desde hace rato las ganas de penetrarlo. Apoyó la cabeza de su pene en la entrada de su ano y comenzó a empujar lenta pero continuamente… con mucha seguridad, su miembro desaparecía dentro del chico… escuchó sus fuertes sonidos ahogados por la mordaza… gritaba e intentaba mover sus cuerpo aprisionado… Adamir se preguntó de nuevo que era lo especial que tenía este chico que lo encendía tanto?… entró completamente… se sentía bien… apretadísimo, una funda perfecta y virgen para su propio miembro. Lo penetró una y otra vez, hundiéndose con un ritmo acompasado y disfrutándolo con tranquilidad… pegó su cuerpo al del chico embistiéndolo a fondo… una de sus manos tomo él pene erecto de Maximilian y con calma se detuvo… a pesar de la situación, retiró cuidadosamente el tapón que comprimía su uretra… frotó hasta conseguir una eyaculación… Max gimió… placer, miedo y dolor en los gemidos… los sonidos se apagaron… Maximilian ya no gritaba… ahora sus sonidos parecían un llanto cansado. Adamir empujó un par de veces más y se corrió con ganas dejando el chorro de líquido caliente dentro del cuerpo del chico. Lo había disfrutado… Maximilian sería un buen esclavo… él iba a enseñarlo bien… quería sentirse orgulloso de lo que iba a lograr con él… sería el mejor…
Respiraba agitado… retrocedió un par de pasos. Aún tenía la fusta en su mano…
– Te advertí que no me desobedecieras. Tienes que corregir esa actitud…
La fusta cayó con fuerzas sobre los glúteos de Maximilian… una, dos, tres…. El suave llanto se había transformado en agudos gritos de dolor… ocho, nueve, diez… Sus nalgas enrojecidas dolían mucho… doce veces. El semen que había dejado en él chorreaba por sus piernas. Maximilian estaba sintiendo su vida anterior desaparecer… se quebraba… este era el peor día de su vida… lo habían violado de todas las maneras posibles, con mangueras, aparatos y ahora con un pene de verdad… un hombre… lo habían azotado… amarrado, amordazado… él no era fácil de doblegar… pero en este preciso minuto pensó en la muerte… parecía un mejor camino.
Adamir volvió al lado del chico. Se sentía desahogado y satisfecho. Comenzó a soltarlo. El cuerpo de Max quedo libre pero no podía moverse sin ayuda. Lo tomó con cuidado y con extraña gentileza y fuerzas lo dejó sobre una colchoneta en el suelo. Quitó la mordaza de su boca… Max era solo llanto de dolor, de humillación de confusión y miedo… un despojo totalmente exhausto hecho un ovillo en el suelo… sollozaba con las pocas fuerzas que le quedaban. Adamir le dio agua que tuvo que obligarle a beber. Se quedó a su lado… en el suelo… lo abrazó y lo acaricio reteniéndolo contra sí mismo. Max no tenía fuerzas para negarse ni moverse… se dejó acariciar… quería matarlo, pero dejó que lo acariciara y escuchó sus palabras…
– Ya está bien Maximilian. Tranquilízate ahora… ya aprendiste algo importante
lo sujetaba pasando sus manos con delicadez, esperando a que se calmara
– Eres mi propiedad ahora ¿lo entiendes? Voy a tomarte cuantas veces quiera… voy a enseñarte aunque no quieras aprender… pero voy a hacer de ti el mejor
Lo intentaba calmar con dulces caricias y su boca había comenzado a dejar suaves besos en la cara y el cuerpo de Max, le hablaba con verdadera ternura
– Vas a tener una gran vida Maximilian… vas a ser mi orgullo y tu amo te adorará… te dará todo lo que quieras… tu amo vivirá y morirá por ti.. lo enloquecerás…
Jamás imaginó Adamir lo proféticas y ciertas que resultarían sus palabras.
CAPITULO 8
Matías miraba con curiosidad el dormitorio al cual habían entrado… nunca había visto algo tan bonito y lujoso… la cama era… era inmensa… para él, era un verdadero lujo dormir en una cama que tuviera un colchón de verdad, al ver el tamaño de esta pensó que poco conocía del mundo… una cama así ni siquiera entraba en su imaginación… seguía avanzando mirando y tocando todo…los muebles, cortinas… los elegantes sillones… todo era lujo para él… le había preguntado a Santiago si podía hacerlo… recorrer y mirar todo… y él había dado su consentimiento… le gustaba Santiago, no parecía cruel como el otro amo… el mas rubio… ese era el amo del amo y era de temer… Mati se estremeció al recordar su voz y sus ojos
– Amo… ¿en serio voy a vivir aquí contigo?
Santiago había omitido tantas faltas de Matías en tan poco rato… pero no podía evitarlo… la dulzura y la suavidad del chico lo derretía y su buena disposición hacía que se sintiera extremadamente tentado a perdonar cada uno de sus errores… ¿se estaba ablandando?.. Dios! NO, eso no podía pasarle… es solo que… este niño era especial… igual sonrió antes de corregirlo
– Matias… no te he dado permiso para hablar ni mucho menos para preguntar
El niño tragó saliva… ¿se había ganado otro castigo?
– Lo siento amo… perdóname… es que todavía no me acostumbro… pero voy a aprender
Volvió corriendo hasta donde estaba Santiago y se quedó parado esperando… Santiago lo dejó sufrir unos instantes en completo silencio… Mati ya sabía que no tenía que mirarlo… eso no le gustaba al amo. Esperó con el corazón agitado y sintiendo que temblaba por dentro. Santiago estaba sentado en uno de los cómodos sillones. Se puso de pie con calma y acercándose a Matías levantó la delgada bata que lo cubría, quitándosela… el cuerpo del chico quedó al descubierto… perfecto… precioso… Matías no se atrevió a moverse a pesar de haber quedado desnudo y sentirse tan vulnerable.
– No volverás a usar ropa cuando estemos solos los dos
Mati quiso controlar el estremecimiento que esa frase provocó en él pero no pudo… ¿andar sin ropa?… pero… pero… era incorrecto
– ¿Me escuchaste Matías?
Dios!! Se había olvidado de responder…
– Si, amo
Santiago tomó los delicados brazos y los alzó dejándoselos doblados, con los codos hacía afuera, y las manos cruzadas detrás de la nuca… separó un poco sus piernas… Matías completamente expuesto
– Esta es la posición de examen Matías… te pondrás de esta manera cada vez que te lo pida… no te moverás hasta que yo haya terminado de examinarte
Santiago sabía que no tenía nada nuevo que examinar en ese momento… Matías había sufrido un largo examen hacía poco rato atrás… pero quería que aprendiera la postura y supiera que se esperaba de él… aún así… puso sus manos sobre los glúteos apretándolos levemente… Matías reaccionó por puro instinto… moviéndose, emitiendo un suave sonido de sorpresa y estuvo a punto de bajar las manos… Santiago lo miro desaprobando lo que veía…
– No Matías… no quiero que vuelva a moverte si te toco
– No, amo…- sonaba triste… cansado
– ¿Estas cansado?
Bajo sus ojos claros había dos sombras oscuras… aún no llegaba la tarde pero la mañana había sido más que intensa para el niño
– Si, amo
Lo miró detenidamente… Dios! Como le gustaba su nuevo esclavo… era adorable, mimoso y obediente… lindo… su piel lo incitaba a jugar con ella… estaba más que complacido de que fuera para él. Se acercó y en un arranque de locura tomó a Matías en brazos y caminó con él hasta la cama. Le sorprendió lo liviano que era…
– Apenas pesas…- le habló con dulzura
– Pero voy a crecer…. Amo
– Yo te voy a ayudar a crecer Matías… duerme un rato
Abrió uno de los cajones de la mesa del velador y sacó una suave esposa de silicona dura. Apresó la delgada muñeca sujetándola a uno de los barrotes del respaldo. Matías lo miró confundido… ¿por qué lo amarraba?… él no pensaba escapar ni nada de eso… lo miró… casi herido, dolido.
Santiago se dio cuenta… tal vez había exagerado, pero conocía al chico de hace solo unas horas y era mejor prevenir que lamentar más tarde… sintió algo extraño al ver la mirada dolida de esos ojos verdes, pero no podía dejar que lo afectara más de lo que ya lo había hecho. Lo acarició… despacio, en el pelo, en la cara… en las costillas, la cadera… miró detenidamente el rostro de Matías… sus ojos resaltaban de tal manera que ocultaban todo el resto de sus facciones… solo entonces reparó en sus labios… también eran preciosos… de un rosa oscuro, húmedos, el labio inferior notoriamente más abultado que el superior… se acercó con total tranquilidad y dejó un beso muy suave y ligero sobre los pequeños labios… la mirada de Matías cambió a sorpresa… incredulidad…
– ¿Te habían besado antes?
Negó con la cabeza… la mirada intensa le recordó que debía responder
-. No, nunca… amo
– ¿Te gustó que te besara?
¿Le había gustado?… no lo sabía… fue tan rápido tan sorpresivo que no alcanzó a darse cuenta… ¿qué debía responder?… supuso que la verdad era lo mejor
– No lo sé
– ¿Por qué?
– Es que fue muy rápido… no me di cuenta
Esta vez Santiago se tomó el tiempo necesario para dejar una huella en la boca del chico… junto despacio sus labios con los de Matías… eran suaves, frágiles… delicados, se movió creando sensaciones de hormigueo y placer en Matías… empujó su lengua traspasando la barrera de sus dientes y recorrió esa boca por primera vez besada, haciéndole sentir que era su dueño… ningún espacio de la boca del niño quedó sin sentir la presencia de su lengua y su dominio… se sentía… bien… agradable… sus labios también cosquilleaban enviándole sensaciones placenteras…
– ¿Y ahora?- preguntó sonriendo… sabía que el chico lo había disfrutado…
– Si… me gustó- reconoció casi afiebrado de vergüenza
– Matías… ya van 3 veces que te has olvidado de responderme correctamente… solo tienes 24 horas para corregirlo
Dicho esto se levantó y salió de la habitación dejando al chico completamente confundido y desconcertado. Era verdad… había olvidado decirle “amo”… pero es que… todo era nuevo, confuso, diferentes… tenía tantas emociones encontradas en su cuerpo y en su mente… el examen… sexo… él… su amo le había hecho sentir muy bien… luego el beso… la esposa que lo sujetaba a la cama… él no quería escapar… cerró los ojos… estaba cansado.
Extrañamente… cuando Santiago salió al jardín iba sonriendo… con el rostro lleno de una agradable sensación de felicidad.
Matías durmió profundamente durante varias horas, el pequeño cuerpo había soportado en horas más de lo que había pasado en toda su vida…
Despertó agradablemente descansado al escuchar que alguien llamaba su nombre y una mano grande tocaba su antebrazo.
– Matías… Matías…
Santiago lo miraba con ternura. Llevaba casi 10 minutos mirándolo dormir… había estado estudiando de nuevo toda la anatomía del chico… con su vista había recorrido cada detalle de los pies, los dedos pequeños… el hueso redondeado de los tobillos… las piernas… especial atención le prestó a toda la zona de los genitales y las nalgas… luego sus ojos continuaron subiendo por el torso… el cuello fino y delicado hasta coronarse en la cabeza… su rostro era tan apacible al dormir… con los ojos cerrados pudo por fin apreciar las pestañas largas y tupidas… el suave color rosa de sus mejillas… su boca levemente abierta… recordaba el beso… el niño sabía delicioso, tenía que enseñarle a usar esa boca que tenía … ¿Por qué recordaba el sabor del beso de Matías?… ¿por qué sentía la agitación del deseo al recordarlo?… no lo sabía… tampoco sabía que su rostro estaba sonriendo con ternura cuando lo fue a despertar
– Matías… Matías…
El chico abrió los ojos y sonrió automáticamente al verlo… se estiró con pereza…
– Hola, Santiago
Intentaba estirar su cuerpo, la esposa en la muñeca le molestó… Matías no se dio cuenta…
Santiago escuchó claramente cómo lo había llamado por su nombre… “Santiago”… se estremeció levemente… sonaba bonito su nombre en la boca de Matías… sonrió… mierda! sí que sonaba bonito… quería escucharlo de nuevo, una y mil veces… sobre todo así… relajado, con esa vocecita de sueño y descuido… lo imaginó pronunciando su nombre mientras le entregaba algún tipo de placer… “Santiago”…
¿Qué le estaba pasando??.. mierda!! no podía… no podía.
– Matías…
Cambió la expresión en su rostro Volviéndose serio… aunque por dentro… “Santiago” pronunciado por ese niño, se repetía como un eco una y otra vez…
Matías lo miró al escucharlo tan serio… sus ojos se abrieron mucho… se dio cuenta de lo que había dicho… se llevó la mano libre a su boca para tapársela… Matías lo miraba… no sabía si debía asustarse o reír… había cometido un error grave y se daba cuenta… pero el amo no parecía enojado de verdad… creía…
– Lo siento… no me di cuenta, amo
La resistencia de Santiago estaba flaqueando… la cara con una sonrisa traviesa y los ojitos verdes brillando, lo estaban conquistando de forma tal que no se sentía capaz de continuar enojado con él…
– Que no se repita Matías…
A menos que yo mismo te lo pida… que me llames por mi nombre una y otra vez mientras me causas placer…
Buscó la llave y soltó su brazo… lo bajó despacio frotándolo con suavidad… el niño sonrió relajándose… le gustaba la caricia en su brazo
– ¿Te gusta, eh?
Santiago sonrió también, mezcla de la sonrisa reprimida anteriormente y el gusto de ver los ojos verdes brillar y la cara de Matías alegrarse… acercó hacia él el cuerpo del chico sobre la cama y continuó masajeando suavemente el brazo completo… Matías estaba desnudo y era tan bonito… (y lo había llamado “Santiago”…seguía repitiendo un eco en su mente) sus manos subieron hasta los hombros y continuó masajeando despacio, al llegar al cuello Matías reía y se retorcía un poco pues le causaba cosquillas… su risa era tan cristalina… hacía mucho tiempo que no escuchaba una risa así… comenzó a bajar por su torso… se detuvo en las pequeñas manchas rosadas que adornaban su pecho… masajeo suavemente hasta lograr endurecer los pequeños botones, con sus manos firmes y sus dedos completamente concentrados en lo que hacía… Matías ya no sonreía… se había quedado mirándolo fijamente y sus labios se contenían de proferir alguna exclamación… sus ojos muy abiertos… solo el cambio en su respiración le indicaba a Santiago lo que el chico sentía… continuó en las tetillas de Matías hasta que el cuerpo se arqueó levemente y la boca del niño se abrió para dejar escapar un suave sonido… irresistible, pensó Santiago recordando sus agujas… simplemente irresistible… tomó en su boca uno de los pequeños botones… chupó hasta escuchar otro sonido y luego mordisqueó tironeando… Matías respiraba agitado… Satisfecho, Santiago cambió su boca al otro costado donde repitió lo mismo… los ojos verdes lo miraban asustado… Matías no sabía que sentía… si estaba bien o estaba mal lo que estaba pasando, lo que su amo le estaba haciendo… solo entendía que no podía controlar lo que sentía… se sentía muy bien, aunque dolía de repente… pero no quería que se detuviera…
Santiago continuó bajando sus manos y recorriendo el pequeño cuerpo por todas partes… al llegar a los genitales Matías reaccionó asustado pero no se atrevió a moverse… solo lo miró volviendo a abrir mucho sus hermosos ojos… Santiago estiró su mano y con suavidad cerró los ojos de Matías haciéndole saber que quería que se relajara y lo dejara hacer tranquilo… luego tomó los testículos en sus manos y los masajeo con toda suavidad… puso primero uno en su boca mientras su lengua lamía la delicada piel y luego el otro… Matías ya había reaccionado y su pene se levantaba orgulloso… a pesar de los ojos cerrados, la vergüenza se lo comía
-. Matías… abre los ojos y mírame
Obedeció de inmediato… todos sus sentidos estaban en alerta
-. Si, amo
Totalmente en alerta. Sus ojos fijos en el hombre que ahora acariciaba con su lengua su pene volviéndole a hacer sentir calor extremo, un gusto demasiado grande y vergüenza infinita… Después de una rato, las manos de Santiago continuaron bajando por sus piernas y pies hasta llegar a sus dedos… los acarició y tironeó uno por uno… se sentía muy bien pero… nada era mejor que sentirlo en… bueno… ahí, pensó Matías rojo de vergüenza sin quitar sus ojos de quien le había ordenado que lo mirara… se sentía muy bien… Santiago se detuvo.
-. Ven conmigo
Le ordenó poniéndose de pie, sin soltar su mano. Matías saltó de la cama y lo siguió. Se detuvo frente al closet que había en la pieza. Sacó un par de pantalones blancos, cortos esta vez, y una especie de camisa/kimono igual a la que usaba en la mañana.
– Ponte esto… vamos a ir afuera
Era una locura lo que iba a hacer… lo iba a llevar a nadar a la piscina… eso solo lo hacían los amos cuando los chicos llevaban cerca de un mes con ellos y se habían asegurado su obediencia… era un lugar abierto, con mucho espacio alrededor… Santiago, de alguna extraña manera, tenía la seguridad de que podía hacer eso con Matías… sería muy rápido y muy corto… solo una prueba… quería hacerlo.
Salieron del cuarto, el mismo pasillo blanco por el que habían entrado pero tomaron la dirección contraria. Matías no soltaba la mano de su amo… miraba hacía todos lados… solo puertas cerradas. Abrieron la puerta del fondo y un precioso jardín apareció ante ellos. El calor fuera del recinto cerrado era abrazador. Siguieron un sendero. Santiago caminaba rápido. Pasaron por una puerta de fierro… otro sendero, otra puerta… el sonido y el olor del mar y las flores lo impregnaba todo… Matías miraba absorto todo lo que sus ojos alcanzaban a ver… al cruzar la ultima puerta llegaron a un lugar bastante más amplio que todos los anteriores… estaban solos frente a una piscina… una piscina!!… de solo pensar en el agua fresca y en lo bonita que se veía Matías casi soltó la mano que los sostenía…
-. ¿Quieres tocar el agua?
Había sentido el entusiasmo del chico
-. ¿Puedo?
– Si, claro
Soltó su mano… ¿Por qué estaba arriesgándose tanto?… sabía, de algún modo sabía que podía confiar en ese niño. Se quedó donde estaba quitándose su ropa hasta quedar solamente con el traje de baño que llevaba debajo… sus ojos pendientes del niño que se había alejado unos cuantos metros de él para arrodillarse al borde de la piscina y meter sus dedos en el agua. Matías sonreía feliz y lo miraba para compartir con él su alegría. Santiago suspiró tranquilo. No se había equivocado. La sabía por instinto. Caminó despacio. Su cuerpo perfecto… entró un par de peldaños dentro de la piscina… el agua estaba fresca y muy agradable
– ven conmigo
Lo vio dudar… inseguro, no sabía nadar ni nunca antes había estado en un lugar con tanta agua… pero a pesar de eso, Matías no se atrevió a discutir la orden que estaba recibiendo de su amo… caminó despacio, atraído y asustado… tragando saliva, hasta llegar a su lado
-. ¿Sabes nadar?- preguntó Santiago aunque creía conocer la respuesta de antemano
– No, amo. Nunca había estado en una piscina – la voz ya no era confiada sino asustada
Santiago lo tomó en un abrazo y con él encima de su cuerpo, comenzó a caminar hacía dentro del agua. Matías, en un acto reflejo, se abrazó más a él… se sintió protegido por el hombre mayor.
-. Voy a enseñarte, de acuerdo?
Matías asintió moviendo la cabeza… el frescor del agua era delicioso y quería sentirla totalmente en su cuerpo pero estaba asustado… nunca había estado en una piscina en su vida
-. Matías…
Dios!! Ya conocía ese tono
– Lo siento amo, si amo
¿Por qué siempre se olvidaba de responder como debía??… solo le quedaban pocas horas para aprender y no olvidarlo nunca… sino… castigo… no, no quería un castigo… Lo miró nervioso, por el agua y por haberse olvidado. Santiago lo tranquilizó
-. No voy a dejar que te pase nada malo
Lo bajó de su abrazo y lentamente fue sumergiendo el cuerpo del chico en el agua… hasta que sus pies tocaron el fondo… el agua llegaba casi hasta su cuello… estaba entusiasmado y nervioso… tiritaba y se reía sin saber por qué. Santiago no soltaba su mano ni él tampoco… se sentía seguro con su mano tomada a la de él.
-. Camina conmigo
Caminaron a través de un corto trecho… mas que caminar, Matías era tan liviano que cada paso lo hacía flotar… no soltaba su agarre firme de la mano más grande. Pronto se sintió tranquilo. Santiago le dijo que estirara sus pies levantándolos y se apoyara en él con sus manos y brazos… se sintió algo nervioso pero hizo lo que le pedía… con la ayuda de Santiago pronto estuvo flotando muy sujeto a sus manos y firmes antebrazos… pataleaba de acuerdo a lo que Santiago le ordenaba y se divertía de lo lindo al sentir el agua salpicar por todos lados.
-. Bien, escucha… voy a hundir tu cabeza solo un instante… no te asustes porque voy a sacarte de inmediato… para poder nadar tendrás que hundir tu cabeza en el agua muchas veces
Matías se puso tenso… pero si su amo decía que tenía que hundir la cabeza… dijo que lo sacaría de inmediato… está bien… lo haría.
-. Si lo haces bien, voy a darte un premio Matías
– Mati- dijo de pronto sin poder contenerse. Santiago lo miró divertido…
– Mati?…
– Si amo, lo siento, amo… se me olvida, amo
Hablaba atropelladamente, completamente mojado y sin soltarse ni un instante de los fuertes brazos de Santiago
– ¿Te dicen Mati?
– Si, amo
– ¿Quieres que te llame así?
– Si por favor, amo
Santiago sonrió cálidamente… la visión del niño mojado y entusiasmado era deliciosa
-. Bien Mati… ¿quieres un premio si lo haces bien?
– Si, amo… ¿Qué premio?
– Luego… ahora, toma aire y retenlo. No respires bajo el agua- instruyó al chico
Con movimientos muy tranquilos, Santiago hundió sus brazos llevándose a Matías debajo del agua tan solo unos centímetros… lo sacó fuera unos pocos segundos después… Matías se había quedado tranquilo y no se había asustado. Se miraron felices… Volvió a repetirlo unas cuantas veces hasta que sintió al chico relajado… ya había perdido el temor a tener su cabeza bajo el agua, no tenía miedo si Santiago lo sujetaba.
-. Lo has hecho muy bien, Mati. Ahora pasa tus brazos por mi cuello y no te sueltes por nada, entendido?
– Si, amo
Cruzó firmes los pequeños brazos subiéndose a la espalda de Santiago. El mayor comenzó a nadar tranquilo teniendo cuidado de mantener al niño bien acomodado en su espalda. Nadó un trecho largo hasta llegar a la parte más profunda de la piscina… se sujetó de una barra metálica en la orilla con una de sus manos y con la otra pasó el cuerpo del chico hasta su parte delantera…
– Estamos en la parte más profunda de la piscina, Mati- el niño lo miró sin asustarse… no visiblemente al menos – ¿confías en mi?
– Si… amo
Matías se demoró en responder… era lo que tenía que decir… se había quedado algo hipnotizado en los ojos oscuros de Santiago.
– ¿Listo para tu premio?
Mati no supo que contestar, completamente desconcertado. Santiago quitó las manos pequeñas de su cuello y las dejó sujetas en la barra de metal…
– ¿Estás bien sujeto?
– Si, amo
– Bien… no vayas a soltarte
Ya separados, Santiago se quedó a su lado sin sujetarse, sus pies en movimiento lo mantenían a flote… sus manos bajaron resbalando seductoras por el cuerpo de Matías hasta encontrar lo que buscaba… comenzó a frotar despacio su pene dormido mirando intensamente los ojos de Matías… sus testículos… sus nalgas… no se demoró más que unos cuantos segundos en tener una erección que hizo que Matías agitara su respiración y abriera la boca en busca de aire… en jadeos cortos y rápidos…
– Eres lindo, Matías… mi precioso esclavo
Le hablaba palabras dulces y seguía frotando y acariciando sus pequeñas bolas… el chico se había quedado hipnotizado en sus ojos… podía leer todo lo que estaba sintiendo con cada roce que le prodigaba… los dedos de Santiago pasaban rozando su ano, estimulándolo… Matías sentía cosas tan intensas… no había sentido nada así en su vida hasta esta mañana… y luego, hacía un rato en la cama, al despertar, y ahora de nuevo… sus manos firmemente sujetas de la barra de metal, sus piernas se separaban para darle más espacio aunque no pensaba en lo que hacía y su cuerpo era un torbellino de emociones y sensaciones… se arqueaba hacia él buscando más… había eyaculado en la mañana, sobre la camilla… ya sabía lo que era… quería otra vez… fue su voz la que gimió provocando una pequeña sonrisa en el rostro de su amo… sentía el calor y algo más acumularse furiosamente en su vientre… quería más, más rápido… más… Santiago se sumergió bajo el agua cuando se dio cuenta que Matías estaba a punto… tenía solo unos cuantos segundos de aire, bajó rápido los pantalones cortos y puso en su boca el miembro erecto y duro de Matías… lo chupó y lamió hasta sentir el movimiento previo a la eyaculación… el chorro caliente a punto de salir… en un movimiento rápido volvió a la superficie y tiró del niño adhiriendo sus pequeños brazos a su cuello y tapando su nariz… se sumergió con él y comenzó a besarlo intensamente bajo el agua mientras sus manos ayudaban por fin a liberar el semen de su cuerpo … Matías ni cuenta se daba, perdido en las emociones y sensaciones solo se dejaba llevar, confiando en su amo, dominado por el placer en su sexo y la embriagadora sensación de un nuevo beso de aquel hombre… sabía que estaba bajo el agua pero no le importaba mientras estuviera con él… su boca y su cuerpo muy juntos, había abierto sus piernas y aprisionaba con ellas la cintura de su amo… salieron a la superficie nuevamente… Matías se soltó de la boca de Santiago, tomó aire y comenzó a reír… reía con ganas al tiempo que lo abrazaba y lo apretaba…
– Supongo que te gustó el premio
Rió Santiago acariciando su cabeza
– Si… si, mucho, amo
Se abandonó en su hombro, cansado, feliz, tocándolo y abrazándolo con libertad. Santiago nadó con él a cuestas hasta la parte más baja. Había disfrutado enormemente este viaje a la piscina… cada minuto aumentaba más su interés en Matías… en su risa, en sus ojos… en su cuerpo virgen… además, le había ahorrado largas horas de trabajo… se había sentido a gusto con el chico… Matías confiaba en él, estaba comenzando a desear el placer del sexo… había sido una excelente idea.
Volvieron de la mano por el mismo camino que habían recorrido anteriormente. Quizás lo siguiente no sería tan agradable para Matías… pero si lo sería para él, pensó Santiago sujetando firmemente su mano.
Capítulo 9
Santiago y Matías.
Se detuvieron en el mismo comedor donde Matías había desayunado unas cuantas horas atrás. El almuerzo había pasado hacía rato, no había nadie más. Seguro, Matías tenía hambre. Se sentaron frente a frente en una mesa redonda al lado de los grandes ventanales que daban hacia la playa. Una chica joven se acercó hasta Santiago… no lo miraba a los ojos
– ¿Qué puedo traerte, amo?
Matías reaccionó exaltado al escucharla. La miró de reojo, muy molesto ¿Por qué llamaba “amo” a SU amo???... Santiago aún sostenía su mano y pudo percibir la molestia del chico… supo de inmediato que era lo que le había molestado… sonrió sin que se le notara mucho…
– Tráeme…
Miró la carta delante suyo y ordenó un plato para Matías, un “jugo de fibras” y un jugo de frutas para él. Matías solo esperaba… no se atrevía a hablar… de alguna manera sabía que tenía que mantener silencio y que Santiago se molestaría si hablaba. Sin levantar demasiado la cabeza se giró a mirar hacia la playa… el paisaje era hermoso…
Santiago había ordenado un plato diferente al que debería… tenía que comenzar a cuidar la dieta del chico… muchas fibras, verduras y frutas… pero Matías era tan pequeño y liviano… en realidad necesitaba alimentarse de mejor manera… ya se preocuparía de enseñarle su correcta alimentación más adelante, por ahora, le permitiría comer algunas cosas que lo ayudaran a crecer y ganar un par de kilos. Lo miró… Matías parecía feliz, relajado… sus ojos soñadores estaban fijos en la playa… más adelante irían juntos a la playa…
La comida para Matías llegó poco rato después. Santiago había comido rato atrás, mientras Matías dormía. Se tomó el jugo de frutas despacio mirando al chico comer.
– Quiero que te comas todo eso, Mati
Matías asintió
– Si, con gusto, amo- respondió mirando el plato y pensando que le gustaba mucho lo que veía y que se moría de hambre… su rostro cambió a la preocupación al ver el vaso de jugo verde igual al que se había visto obligado a tomar en la mañana… no le había gustado y ahora tenía uno nuevo frente a él.
– Y te vas a tomar todo ese vaso
Santiago se había dado cuenta de la mirada de Matías al vaso pero no había ninguna posibilidad de dejarlo pasar… ya que había alterado su dieta tendría que tomarse el vaso de jugo al menos 2 veces al día
– Si, amo – respondió ahora con la voz un poco más apagada.
Comenzó a comer con ganas… Santiago estudiaba cada movimiento… necesitaba aprender a comer mejor… él quería que siempre fuera un placer mirar a sus esclavos… que hasta para comer fueran perfectos aunque a veces se alimentara en el suelo o de un plato para perros… pero que lo hicieran con elegancia y fuera agradable a la vista… sin embargo… la sonrisa se pintó nuevamente en su rostro… Matías era gracioso para comer… le gustaba mirarlo, le causaba placer ver como disfrutaba de los trozos que llevaba a su boca… ya le enseñaría… por ahora, iba a darse el gusto de ver algo nuevo… Matías comiendo era también un placer de mirar… Terminó el plato sin apenas haber probado el vaso de líquido verde espeso…
– El jugo, Matías
– Si, amo
Mati notó inmediatamente el cambio de voz en su amo… además que había vuelto a usar su nombre completo… no quería molestarlo pero ese jugo era en realidad asqueroso… ¿cuál sería el propósito de tomarlo??… comenzó a tragar despacio… sentía como pasaba raspando por su garganta con más ganas de devolverse que de seguir camino a su estómago… se detuvo luego de un par de tragos
– Todo, Matías- Santiago lo miraba fijamente
– Si… amo- lo dijo muy despacio… con los ojos grandes llenos de tristeza…
Tomó el vaso con ambas manos e hizo su mejor esfuerzo bebiéndose completamente el asqueroso jugo… Cuando terminó dejó el vaso sobre la mesa aguantándose las ganas de escupir. Santiago lo miró complacido y estiró su mano revolviendo su pelo.
– Estoy complacido, Mati
El niño sonrió sintiendo una extraña satisfacción, algo nuevo y bueno… había complacido a su amo y eso lo hacía sentir bien.
De la mano nuevamente iniciaron el regreso al dormitorio bajo el calor de la tarde. La tranquila oscuridad y frescor del cuarto los recibió. Matías entró y Santiago se quedo pegado a la puerta cerrada, mirándolo… El chico se detuvo… pensando… sintiendo la mirada del amo sobre él… ¿ahora qué??… de pronto recordó. Con la cara roja de pena comenzó despacio a quitarse la ropa y a dejarla doblada sobre el brazo del sillón. Una vez que estuvo desnudo se quedó donde estaba sin saber qué hacer… moría de vergüenza… Santiago avanzó un par de pasos, pasó por su lado y volvió a repetir el gesto en su pelo… Mati relajó sus hombros, le había acariciado el pelo… todo estaba bien.
Frente uno de los muebles en el dormitorio Santiago extrajo una llave de su pantalón mientras pensaba… el informe de Adamir decía que Matías no estaba listo para una penetración aún… deseaba al chico pero no iba a correr ningún riesgo con él… era muy débil y podía dañarlo… tendría que ayudarlo a fortalecer los músculos alrededor de su recto y su ano antes de que fuera posible penetrarlo plenamente… a veces tomaba meses… otras veces semanas… tendría que hacerlo de prisa… las ansias del cuerpo de ese niño y sus ojos estaban haciendo estragos en su cuerpo y eso que solo llevaban un par de horas juntos… abrió el mueble, miró rápidamente el ordenado contenido del mismo y tomó en sus manos la caja que necesitaba… esto iba a ser un pequeño anticipo
– Ven aquí Mati– ordenó caminando hacia uno de los sillones.
Antes de tomar asiento se quitó la ropa que cubría la parte superior de su cuerpo. Luego se sentó dejando la caja en una mesita muy cerca suyo. Se giro a buscar al chico… a su lado, obediente… expectante… inocente aún. Su mano rodeó su cintura desnuda y lo atrajo hasta sentarlo a horcajadas sobre sus piernas… lo sujetó de la cintura… acarició su espalda y le robó varios beso de sus labios
– Mati, quiero que pongas tus manos en mis hombros… eso es…- sintió sus deditos sujetarse a su piel– tu cara apoyada en mi hombro también… mirándome… quiero ver tus preciosos ojos…- sonrió.
Matías obedeció… estaba muy a gusto sujeto a los hombros fuertes de Santiago y con su cara descansando en su piel… sus brazos y torsos unidos… el dormitorio estaba fresco y el calor de ambas pieles tocándose era agradable… por un momento pensó en lo extraño que resultaba que así, desnudo… en un lugar desconocido y con todas las cosas extrañas que le habían sucedido en las últimas 24 horas, se sintiera tan bien y tan cómodo… con otro hombre que le provocaba… no sé… cosas raras… se sentía bien…
–Matí… voy a enseñarte muchas cosas durante el tiempo que estemos juntos
Comenzó Santiago mientras abría la caja… sabía que las explicaciones eran innecesarias, él podía hacer lo que quisiera con el chico sobre sus piernas sin tener que darle explicaciones a nadie… incluso si llegaba a matarlo con sus propias manos, solo debería explicar la causa de la muerte a Adamir y nada más… pero… por alguna razón que aún no alcanzaba a comprender, quería explicarle a Mati lo que iba a hacerle
– ¿Sabes lo que es tu ano? ¿y tu recto?
Si, si lo sabía. El color rojo intenso en sus mejillas le dijo que si lo sabía y que le avergonzaba terriblemente escucharlo preguntar… Santiago sonrió… una vez más… se estaba acostumbrando a sonreír con Matías… a sentirse más liviano y feliz… había estado sonriendo desde que llegó este niño a sus manos…
– Los músculos alrededor de tu recto y ano son muy frágiles Mati… vamos a trabajar en fortalecerlos, de acuerdo?
No pudo contestar, la vergüenza y el no saber que era exactamente lo que iban a hacer lo dejó mudo. Todo su cuerpo se puso en tensión. Santiago lo sintió también… seguía con sus manos ocupadas. Liberó una de ellas para acariciarlo en el pelo un momento
– Tranquilo Mati… estás conmigo
Santiago acomodó al chico, separó sus propias piernas y sentó más atrás el culo del chico dejándolo su parte posterior totalmente abierta y expuesta. Mati lo miraba, un poco nervioso pero no se movía de la posición que Santiago le había indicado.
– Voy a tocarte ahora
Le dijo al tiempo que sus dedos se posaban en las nalgas y bajaban despacio hasta el pequeño ano que se contrajo inmediatamente… un jadeo involuntario, de sorpresa y temor, escapó de la boca de Mati… quiso cerrar los ojos
– Tus ojos, Mati…- le recordó el amo
Santiago comenzó a masajearlo. Tenía lubricante en sus dedos… quería que el chico se acostumbrara primero a sentir su mano en su zona posterior… pensó seriamente que con Matías no requería ni la fuerza ni las correas… podía dominarlo de mejor manera
– Mírame Mati
Había desviado su vista… le parecía tan… tan… raro saber que él lo estaba tocando en su culo… era… vergonzoso… y era peor aún porque estaba comenzando a sentir cosas que tal vez, no debería sentir. Posó sus ojos en los de Santiago… sintió que todo su cuerpo recibía una especie de temblor… los ojos de Santiago eran oscuros y hermosos… Santiago entero era hermoso… sentía tantas cosas y tan fuertes…
– No dejes de mirarme…
Los dedos se alejaron un momento… volvieron con un pequeño supositorio de lubricante… lo insertó rápidamente consiguiendo un cambio en el rostro apacible de Matías… ahora muy nervioso… su boca se abrió y trago saliva… Santiago empujó con su dedo hasta donde pudo llegar… lo sintió comenzar a derretirse y esparcirse… el resto de sus dedos acariciaban el perineo y toda la piel que alcanzaban… le fascinaba la carita avergonzada y algo adolorida en su hombro y esos ojos verdes comenzando a mostrar las primeras señales de dolor… la boca entreabierta de sorpresa… sabía que iba a besarlo… pero lo haría dentro de unos segundos… cuando necesitara distraerlo del dolor y no se aguantara la excitación…
– Esto es para ayudarte
No se lo mostró… simplemente le contó lo que estaba comenzando a introducirle… Matí había sentido en su ano solo el principio de lo que era un óvolo de unos 7 cms de largo por unos 4 cms de diámetro… hecho de un material duro especial, pero que se derretía con el calor… al principio era incómodo y doloroso pero luego, con el movimiento continuo de los músculos del recto, el óvolo comenzaba a disolverse y a achicarse hasta desaparecer… de esa forma, Matías estaba obligado a ejercitar sus músculos si quería desaparecer el dolor en su recto… Santiago empujó un poco el óvolo dentro del recto de Mati y sintió la resistencia del cuerpo a la intrusión… vio su expresión cambiar a una de dolor… de su boca salían pequeños gemiditos de nada… muy excitantes…
– Mati, va a doler un poco pero ya sé que tú eres valiente
Su mano libre lo sujetaba de la espalda, acariciándolo e impidiéndole moverse al mismo tiempo…
Mati abrió su boca buscando aire en un gesto involuntario de dolor e intentó soltarse de sus hombros y levantar su cara, su cuerpo se movió, en tensión, pero la mirada severa de Santiago se lo impidió… se quedó donde le había indicado… vencido… quería llorar… cada vez que intentaba empujar esa cosa hacía afuera parecía que avanzaba un poco más hacía dentro… dolía mucho…
Santiago empujó otro poco, despacio… fascinado por el espectáculo de la cara de Matías… los ojos verdes se llenaron de lágrimas y el sexo de Santiago comenzó a llenarse de sangre, rápidamente… oleadas de excitación en sus genitales… la pequeña boca abierta, húmeda… un quejido largo y profundo en la garganta del chico y la presión que ejercía al intentar rechazar al intruso… había comenzado a mojar su hombro, Mati no podía controlarlas… le dolía mucho… Santiago, completamente excitado, se acercó a tocar su boca con la suya… atrapó el labio inferior entre los suyos y lo chupó suavemente… empujó el óvolo muy lento…
Matías se quejaba en su boca… respiraba apurado… quería que se detuviera… no le gustaba esto…
-Amo… – se atrevió a suplicar
Santiago no contestó… estaba muy excitado, deleitándose en el dolor de Matías… su mano libre, completamente abierta sobre la espalda sudorosa de Matías que se movía en rítmicos espasmos causados por el sollozo que el chico no podía evitar… lo sujetaba manteniéndolo pegado a su cuerpo… sintiendo como las sensaciones se traspasaban a su cuerpo también… El óvolo terminó de entrar… su dedo lo siguió hasta dejarlo bien profundo, donde no pudiera salirse… el cuerpo de Matías estaba completamente en tensión… las lágrimas resbalaban libremente por su cara… sollozaba bajito… sentía el dedo de Santiago en su recto y no le molestaba mucho, pero lo otro le dolía… lo estaba partiendo… quería pedirle que se lo quitara, por favor, pero sabía que no iba a hacerlo… le dolía mucho… no podía mover su cuerpo… ni un músculo… se quedó pegado al torso de Santiago, sin apartar la mirada, con sus ojos llenos de lágrimas en los suyos… esperando a que pasara… pero el dolor seguía ahí. El dedo de Santiago salió
– Mati… Mati…
Suspiró ronco Santiago besándolo con una intensidad inusual en un beso algo más violento que los anteriores. El chico volvió a emitir un gemido de dolor al sentirse apretado por los brazos de Santiago
– Me duele…
Sus quejidos sonaban a música…
Santiago se deleitó observándolo una vez más… largos segundos… luego le habló
– Mati… escúchame, tienes que deshacer ese óvolo… aprieta y suelta los músculos que lo rodean y verás como desaparece muy rápido
– Pero me… duele… amo… me duele
Se quejó ente lágrimas… con la voz entrecortada y sin atreverse a moverse.
La excitación de Santiago estaba bordeando el límite… sentía su miembro hinchado presionando contra la ropa… la cara de dolor de Matías, su voz… lo estaban llevando al límite. Tenía que alejarlo de su cuerpo y hacer que se moviera… tenía que enseñarle… pero en vez de eso, lo abrazó… lo abrazó fuertemente comiéndose el dolor en sus labios y bebiéndose sus lágrimas… su miembro clamaba por satisfacción… él no estaba acostumbrado a esperar por el placer ni a negárselo cuando lo quería… y quería a este chico con mucha intensidad… Respiró profundamente… Matías seguía llorando en él.
– Mati… ponte de pie
Despacio, lo volvió a tomar de la cintura y lo dejó de pie a su lado… Matías estaba visiblemente molesto y adolorido… no podía moverse… se había entregado a dolor… lo miraba a él, buscando su ayuda.
– Aprieta muy despacio tus músculos alrededor del óvolo Mati
Tomó sus mano entre las suyas… Matías permanecía inmóvil, sin terminar de enderezarse del todo, dejando que el dolor lo consumiera
– Matías!!…- habló más fuerte y golpeado pero sin soltarle la mano – ¿Escuchaste lo que te dije?
– No puedo… amo
Santiago se puso de pie… sabía que era doloroso, especialmente las primeras veces, pero también sabía que el dolor desaparecía luego si seguía sus indicaciones. Tiró de la mano y lo obligó a dar un paso para no caer… se quejó… nuevas lágrimas que tenían directa conexión con sus genitales… Dios!! Como deseaba follarse a ese niño y que esas lágrimas fueran por él y para él… no había visto nada tan adorable y excitante como esa carita surcada de lágrimas y esa deliciosa expresión de dolor… sería un placer inmenso… sabía que sería maravilloso… pero aún no era el momento.
Luego de unos cuantos pasos forzados se detuvieron.
– ¿Ahora ya puedes?
Santiago bajó hasta la altura de Matías… el niño estaba un poco más tranquilo
– No sé
Tenía miedo de hacer fuerzas… el dolor ya no era tan fuerte, pero aún así tenía miedo
– Tienes que hacerlo Mati… yo sé que puedes
Se quedó a su lado esperando… sujetándolo con ambas manos de la cintura… Matías contrajo lentamente los músculos… sintió exactamente el tamaño y el peso de lo que tenía insertado en el recto… dolía mucho aún pero ya no era insoportable… se tomó su tiempo y lo volvió a hacer varias veces… con cuidado, hasta que comprobó que en verdad comenzaba a disminuir el dolor. Miró a Santiago… quería abrazarlo y que lo consolara… que lo envolviera en otro abrazo y lo cuidara… necesitaba que le ayudara con su miedo… no se contuvo… despacio se acercó y lo abrazó juntando todo su cuerpo con el de él… ahora si podía hacer lo que él le pidiera… mientas lo mantuviera abrazado y protegido, él haría lo que el mayor le dijera.
Santiago no reaccionó de inmediato… se quedó sosteniéndolo por la cintura mientras sentía el calor del cuerpo de Mati pegarse al suyo y sus pequeños brazos rodearlo del cuello… ni siquiera respiró… esto era tan extraño, tan inusual… esta entrega tan súbita y total… Matías lo buscaba… su esclavo se entregaba a sus brazos… lo apretó con ganas… metiendo su cara en el cuello del chico… excitado a morir… sintiendo el pequeño cuerpo presionar contra su erección… sintió algo especial… muy fuerte… no supo distinguir que estaba sintiendo…
Un rato después, las piernas de Matías estaban chorreadas del líquido que corría de su ano… al principio se había asustado al sentir que algo resbalaba y bajaba por sus piernas, pensó que era sangre… pero Santiago le explico que era el óvolo que se derretía… Se quedó cerca del baño, donde no importaba que manchara el suelo, con instrucciones de caminar y ejercitar esos músculos. Matías se quedó haciéndolo porque él se lo había ordenado. Quería que estuviera contento con él.
Santiago salió del cuarto… era tanto su apuro que casi olvidó poner el código de seguridad de la puerta al salir… Caminó de prisa… estaba totalmente duro… ese niño lo traía loco desde la mañana… desde que vio sus ojos verdes y su piel de leche… sus pies volaban sobre el suelo… llegó hasta otra de las construcciones, se detuvo frente a una de las tantas puerta, marcó el código de acceso y entró.
En la Sala de Juegos siempre había varios de los esclavos que estaban cerca del final de su entrenamiento… estaban ahí para ser usados por cualquiera de los habitantes del recinto que tuviera el nivel suficiente para ello… en el momento que quisieran y de la forma que quisieran… eran todos chicos que ya habían pasado largo tiempo en etapa de entrenamiento y superado casi todas las pruebas, sabían perfectamente su función y era su deber estar siempre bien arreglados y dispuestos… sus amos confiaban en ellos de forma que les permitían moverse casi en total libertad y en esta amplia sala disfrutaban de las comodidades que se les negaban al principio del entrenamiento… comidas, televisión, películas, juegos, videos… pero si un amo entraba al lugar, dejaban inmediatamente lo que estuvieran haciendo para ponerse a su disposición.
Fue exactamente lo que pasó al entrar Santiago a la Sala. Había cinco chicos en ese momento, algunos miraban televisión, otros estaban enfrascados en un juego de video… todo quedó en silencio en menos de un minuto y los cinco chicos, en perfecto silencio, con sus miradas bajas y actitud de sumisión se quedaron de pie cerca de Santiago. Los miró detenidamente… ninguno tenía los ojos verdes ni esa maldita piel tan perfecta… pero para el caso, cualquiera de ellos le serviría… se detuvo frente al chico que más se parecía a Matías… tenía el pelo oscuro y los ojos claros… pero no era él.
– Ven conmigo– murmuró apurado y comenzó a caminar.
El chico respondió un “sí, amo” y lo siguió sin levantar la vista, caminando de prisa tras él.
Entraron a otro cuarto al lado de la Sala de Juegos. Nada más entrar, el chico se quitó la ropa y adoptó la postura de “examen”… Santiago normalmente se habría tomado el tiempo para disfrutar examinándolo y excitándose antes de tomarlo… pero ahora venía con el deseo vivo… quemándolo… aguantándose desde hacía rato las ganas de ese niño
– Sobre la cama, en cuatro
Ladró sin mirarlo, quitándose la ropa. El chico no hizo ni un gesto, subió a la camilla y se puso de rodillas afirmando su parte delantera en las manos hasta quedar en cuatro patas… ofreciendo su parte posterior al amo
Desnudo, Santiago se acercó al chico… su pene comenzaba a doler… Miró el culo que tenía delante suyo… era bonito… pero no era el del mocoso que estaba en su cuarto… no tenía el mismo color ni la misma suavidad… no era ese pequeño ano rosado que lo estaba desesperando… tomo un protector y sintió verdadero alivio al tocarse con sus propias manos mientras se lo ponía… iba a volverlo loco… ese niño… se puso una generosa cantidad de lubricante y sin mediar palabras ni caricias penetró de golpe al chico… lo embistió con fuerzas… cerró los ojos mientras sentía el placer que la fricción le proporcionaba… en su mente las imágenes de Matías… apuró el ritmo… su rostro bañado de lágrimas de dolor cayendo de esos ojitos verdes… su voz de niño quejándose del dolor… sintió el liquido acumularse y salir disparado de su miembro en fuertes chorros… placer… liberación… por fin…