CAPITULO 13
Santiago llevó a Matías nuevamente a la piscina. Antes de salir al sol cubrió completamente su piel en bloqueador… no quería, de ninguna manera, estropear esa preciosa piel. Esta vez se divirtieron en forma casi normal… había más personas. Algunos de los presentes se asombraron de ver a Santiago con su nuevo esclavo en ese lugar… pero sonrieron entendiendo, al ver la docilidad y las miradas de profunda admiración que Mati derramaba sobre Santiago… lo obedeció en todo… se sumergió bajo el agua, no se asustó cuando Santiago le pidió que de a poco quitara sus manos de sus brazos para aprender a nadar solo… Matías estaba depositando su confianza en Santiago como nunca antes había confiado en nadie. La risa de Matías era la única que se escuchaba… pasaron una mañana divertida olvidando lo que había sucedido hacía un rato atrás.
Almorzaron temprano, algo muy liviano y luego volvieron al dormitorio. Hacía demasiado calor para estar fuera después de almuerzo… además… Santiago necesitaba enseñarle algo nuevo a su querido esclavo.
Se tendieron sobre la cama con el pretexto de descansar del sol, la piscina y el calor; el niño completamente desnudo y Santiago con el torso desnudo pero tenía sus pantalones puestos… Matías no lo había visto desnudo… Descansaron escuchando música… a ratos Santiago cerraban los ojos mientras sus manos vagaban sobre la suave piel para luego abrirlos y encontrar los ojitos verdes mirándolo… serios los dos… sintiéndose extrañamente cómodos de tan solo mirarse… Santiago pasaba sus dedos grande por el puente de la pequeña nariz… delineaba el borde de la boca de Mati con ellos… de pronto Matías, en un acto inconsciente y casi reflejo, movió sus labios y besó los dedos que pasaban despacio por su boca… la mirada de Santiago cambió… ¿Había hecho mal?… no lo pensó… simplemente quiso besarlos y lo hizo… contuvo la respiración esperando la reacción de Santiago… su amo, despacio, tomó su barbilla y acercó su boca… sus labios cubrieron los más pequeños… Matías gimió inmediatamente… era demasiado lo que le gustaba y lo bien que se sentía… no controlaba los sonidos que emitía… ni siquiera le importaban… estaba muy concentrado en sentir la lengua de Santiago adentrarse en su boca para preocuparse de nada más…
– Mati… quiero que aprendas algo que me haría muy feliz… ¿Crees que puedes hacerlo?
Dios!! ¿De nuevo le estaba preguntando a su esclavo?!!!… ¿Qué es lo que le hacía este niño?!!… se perdía en raros sentimientos cuando miraba sus ojos y lo besaba… cuando sentía sus suspiros y las emociones que Matías no sabía controlar y expresaba con todo su cuerpo.
-Si amo… seguro que si puedo– contestó son una preciosa sonrisa.
Santiago suspiro tranquilo… con Matías podía ser diferente. Se puso en 4 patas sobre el cuerpo del chico… Matías ya sabía o suponía lo que iba a pasar… nervioso y ansioso… descendió lento por su cuerpo… besando y acariciando… sonriendo complacido ante los sonidos y reacciones tan genuinas y emocionales de Matías… envolvió los pequeños testículos en su mano… luego en su boca… chupando y tironeando muy delicadamente. Matías ya no saltaba ni se asustaba tanto… intentaba entregarse a lo que Santiago quisiera hacer con él… confiaba… sentía como él pasaba sus dedos por todos lados… Matías se retorcía y jadeaba… pronto su pene estuvo en la boca de Santiago… y en muy pocos minutos más eyaculaba entre gemidos, en la boca experta de su amo.
Santiago volvió a tenderse a su lado. Matías aún respiraba agitado. Lo levanto y lo dejó sobre su cuerpo… acariciándolo. El niño se dejó mimar y se quedó gustoso encima de él, acomodándose y sintiendo la piel bajo la suya.
– Te gustó, Mati?
– Si amo… siiiii – Se sonrojó ante la impulsividad expresada en su propia respuesta
– ¿Crees que podrías aprender a hacerlo… para mí?
Matías se quedó un instante en silencio… todo lo poco que sabía de antes… de las relaciones entre personas y parejas, estaba cambiando y perdiéndose… esta era una nueva realidad… no había una chica para él sino un hombre maravilloso… sonrió, por supuesto que él podía aprender a hacer feliz a su amo. Levantó su cabeza y lo miró
– Enséñame amo… quiero aprender- pidió con la voz agitada y ansiosa, las mejillas coloradas.
Santiago lo miró desbordándose de un sentimiento cálido… Mati no lo defraudaba… el entusiasmo expresado por el chico lo hizo sentir muy bien, Lucas era diferente a todo lo vivido anteriormente… era tanto mejor que aprendiera gustoso a tener que obligarlo. Desordenó su pelo en un gesto de cariño y le dio un suave beso en la boca. Se levantó y comenzó a quitarse la ropa. Matías se sentía extraño observándolo desvestirse… si, es cierto que él estaba desnudo todo el día pero… sus ojos se abrieron y quedó mudo hasta en su mente… Santiago desnudo era hermoso… perfecto… tenía piernas largas y fuertes, un trasero redondo y firme… y… (tragó saliva)… ¿cómo iba a caber eso en su boca?…
– Mati?- preguntó acercándose y sacándolo del trance en el que había caído… incapaz de despegar su vista del cuerpo del hombre… Mati se sintió enrojecer aún más. Santiago se sentó a su lado
– ¿Qué pasa?
– Nada..- contestó demasiado de prisa.
– ¿Nunca habías visto a un hombre desnudo?
Negó con la cabeza… demasiado avergonzado para responder
-. Matías?
Cielos!! Siempre se olvidaba, que torpe era!!
– No amo… nunca- desvió los ojos…
Santiago tomó las manos de Matías y las puso sobre su cuerpo… a la altura de su corazón..
– Mati… tus ojos…
Ya sabía lo que Santiago quería… lo miró a pesar de sentirse morir de vergüenza. Santiago movió las manos del chico despacio… alrededor de su pecho, cerca de sus hombros y luego comenzó a bajar… Matías sentía la piel viva y caliente bajo sus dedos… la mirada de Santiago lo dejaba hipnotizado… y el contacto en su dedos quemaba… Santiago detuvo sus manos justo antes de que tocaran su zona más sensible… con una suave sonrisa levantó a Matiy lo puso de pie entre sus piernas abiertas…
– Tócame Mati…- ordenó
Estiró sus brazos… sentía que temblaba al tocar lo que tenía más cerca… las rodillas de Santiago… desde ahí comenzó despacio a subir… no quería mirar “eso”… aunque sus ojos se desviaban y se arrancaban sin su permiso. Santiago vio al chico todo nervioso y asustado… sonrió levemente… le gustaba su Mati tembloroso y curioso. Con una de sus manos lo acarició para hacerle saber que estaba todo bien…
– Está bien Mati… puedes mirarme y tocarme
Matías continuó lo que estaba haciendo… sus dedos llegaron hasta el pene semi erecto… sus ojos se quedaron clavados… despacio… como en cámara lenta y como si no fuera él mismo quien estaba haciendo eso lo tocó con cuidado… comenzó a sentirse más confiado y a sentir el peso y el tamaño… la textura… la temperatura… los deditos pequeños investigaban y tocaba sobre la húmeda piel… Era Santiago quien aguantaba la respiración esta vez… “es la primera vez de Mati” pensó, sintiendo que era algo importante. Cuando lo hubo tocado completamente. Santiago lo hizo arrodillarse frente a él. Su cara muy cerca de su pene.
– Recuerdas como te toqué con mi boca?… intenta hacer lo mismo Mati… no es necesario que intentes tenerlo por completo en tu boca… solo sé gentil y comienza muy suavemente
Santiago puso las dos manos de Matías sujetando su pene ahora completamente erecto… sintió un nuevo ramalazo de excitación al ver los dedos tan pequeños y delgados sobre su miembro. Matías lo sostuvo con firmeza y acercó su boca
– Con calma Mati.. usa tus labios y tu lengua… solo conócelo de a poco… ¿está bien?
Lo miraba sostenerlo… excitado y anticipando. Matías primero lo sintió con su lengua… recordaba claramente lo que Santiago le había hecho ya en varias oportunidades… tenía un gusto diferente a todo lo que había probado… era el gusto a su amo. Lamió con más entusiasmo. Nervioso, paso su pequeña lengua repetidas veces por la cabeza mientras miraba las reacciones de su amo… Santiago mantenía una de sus manos en la nuca de Mati pero no lo empujaba ni apresuraba sino que movía suavemente sus dedos haciéndole cariño… quería tomarse esto con calma… sabía que se necesitaba tiempo para aprender pero en algún momento, más adelante, Mati sería capaz de recibirlo casi entero en su boca y darle mucho placer.
La pequeña lengua estaba en la apertura de la uretra y jugaba entrando y saliendo… luego continuaba y movía su lengua tocando, lamiendo, ejerciendo presión, girando… conociendo cada pliegue con suavidad y delicadeza… Mati repetía lo que Santiago le había hecho… lo sentía enorme y caliente entre sus manos y en su boca… constantemente revisaba las expresiones de su amo… quería cerciorarse de estar haciendo lo correcto… lo vio hacer un gesto de agrado, a él le gustaba lo que estaba haciendo!!!… lo podía sentir!! Se alegró profundamente y siguió haciéndolo aún con más empeño… abrió su boca y lo absorbió… solo la cabeza fue suficiente para llenar su boca y al intentar llevarlo hacia dentro sintió arcadas que lo obligaron a detenerse.
-. Tranquilo…- lo tomó de los hombros y el chico lo miró con los ojos llorosos a causa de las profundas arcadas que había sentido– con practica vas a aprender a superar las arcadas… mucha practica-
-Lo siento… ¿lo estoy haciendo bien?
¿Cómo podía Santiago explicar lo que le provocaban esos ojos verdes expectantes en esa carita ansiosa de agradarlo?
– Muy bien Mati… muy bien
La sonrisa de Mati incluía chispitas de alegría y orgullo… se sintió seguro. Con su mano lo empujó, soltándose de su abrazo. Había descubierto una manera de agradar a su amo y estaba demasiado excitado y feliz.
– Déjame seguir, amo- volvió a arrodillarse frente a él.
Santiago sintió que algo se conmovía dentro de él al ver el interés del chico en complacerlo. Cerró los ojos e hizo algo que nunca antes había hecho… tendió el resto de su cuerpo sobre la cama cerrando los ojos y dejándolo hacer a su entero gusto… Mati entre sus piernas… lamiéndolo y chupando… aprendiendo… era un esclavo, era su primera vez… pero muy dentro, sabía que podía confiar en él y relajarse. Era una tarde maravillosa en verdad.
Capítulo 14
MAXIMILIAN
Durante los días que siguieron, luego de que Max se corriera en sus manos, Adamir se mostró especialmente cruel con él… sus ojos adquirían un brillo extraño mientras le hacía cosas… parecía hipnotizado, ausente… como si estuviera regocijándose de verlo sufrir y lo quisiera disfrutar en privado, en forma interna… sólo él parecía entender lo que hacía o encontrarle sentido.
El “entrenamiento”, como graciosamente lo llamaba Adamir, había comenzado al día siguiente. Desde que despertaba hasta que se dormía, Adamir vigilaba cada uno de los movimientos de Max y corregía todo lo que no le gustaba… la forma en que se duchaba, comía, caminaba, se paraba, sentaba… todo… solo faltaba que le indicara de qué forma tenía que respirar. Era una lucha constante por lograr la obediencia de Max. A veces recurría a la fuerza y le recordaba, dolorosamente, en manos de quien estaba el poder. Desnudo, no quería que estuviera vestido delante de él. Max sabía porque. En el momento menos esperado, Adamir se quedaba pegado en su cuerpo… mirándolo… Max ya conocía esa mirada… aún no sabía qué era lo que él hacía que gatillaba, de pronto, su reacción…Adamir se excitaba al mirarlo y lo que seguía a continuación siempre era… fuerte. Max estaba aprendiendo lo que era el temor de otra persona pero jamás lo iba a reconocer.
Aquel día, luego de terminar con el aseo y el desayuno, que había llevado al dormitorio, le permitió vestirse y le comunicó que saldrían de la habitación. Max llevaba muchos días encerrado y la idea de salir del cuarto lo alegró, pero su rostro no reveló nada. Cruzaron la puerta. Max respiró a sus anchas… aire fresco… estaba sujeto de las muñecas y Adamir tenía el control, pero estar fuera de la habitación era un buen cambio. Por un instante olvidó su triste situación y contempló el maravilloso paisaje de la isla sintiendo el calor del sol sobre su piel y la suave brisa sobre su rostro… Olvidó que sus manos estaban atadas y que Adamir caminaba a su lado.
Duró poco. Entraron a un edificio y pronto cruzaron otra puerta que también se abría con un código de seguridad. Era una especie de gimnasio, muy bien equipado. Dentro, algunos chicos parecidos a él y otros, un poco mayores, mayores se ejercitaban en silencio. Max miraba todo interesado. Siempre había querido practicar en un lugar como este… parecía de revistas caras, de propaganda de televisión… pero en su situación nunca pudo aspirar a un lugar así… ¿lo iba a dejar ejercitarse?… ¿usar todas estas máquinas?… sintió alegría y entusiasmo en su interior pero nuevamente no demostró ni la más mínima expresión en su rostro. Se le daba bien el arte de disimular.
– Muy bien Max. Te voy a dar una hora de ejercicios– se volvió hacia él y soltaba sus muñecas. Antes de dejarlo en total libertad, lo retuvo fuertemente del brazo, mirándolo con autoridad desde su altura.
– Hay reglas Max – su voz era amenazante- No hables con los otros chicos… solo puedes hablar con el entrenador- se aseguraba de que Max entendiera lo que estaba diciendo
El entrenador se acercó a Adamir. Un hombre alto y fornido de unos 35 años. Hablaron unos minutos y luego se dirigió a Max que miraba todo expectante… sus manos sin ataduras y la posibilidad de pasar una hora en libertad y entretenido lo tenía entusiasmado.
– Ven conmigo Max- Siguió al entrenador. Le mostró las máquinas y los ejercicios… le indicó una rutina que cumplir y Max se olvidó de Adamir por una rato. No volvió a mirar hacia donde se había quedado. No quería verlo ni recordar que existía. Lo ignoraba.
ADAMIR
El chico lo estaba enloqueciendo… no había sentido algo así ni se había topado con esta clase de rebeldía extrema… siempre lograba quebrarlos en un par de días… pero no con Max… con Max había experimentado casi todo y ahí seguía la terquedad y la rebeldía… no lograba su obediencia ni mucho menos su sumisión… por los mil demonios!! El mocoso tenía solo 13 años!!! Debía estar roto a estas alturas… quebrado en mil pedazos y aprendiendo a complacerlo… pero no había dado ni una… ni una sola maldita muestra de cambiar en todos los días que habían pasado desde que había llegado. De acuerdo… el desafío era grande… lo entusiasmaba más que cualquier otro anterior, pero ya quería ver resultados… si hasta lo había soñado!!! Había despertado sudando unas noches atrás… duro y excitado, casi como un adolescente, y todo porque había soñado con que Max era un sumiso obediente que se le ofrecía y lo complacía… le sonreía y le ofrecía su cuerpo y él tomaba todo y disfrutaban juntos… eran sueños de adolescente… ¿qué diablos hacía él soñando con Max y su sonrisa?… ¿Cuántos años habían pasado desde que tuviera esos sueños húmedos? Era su esclavo, con un demonio!!!
Ahora en el gimnasio, Adamir no se movió. Sabía que en ese lugar Max no tenía posibilidad de escapar, había más control del que se veía a simple vista, y él podía ocupar su tiempo en algo diferente. Tenía muchas cosas pendientes que hacer… pero quería verlo. Nunca antes se había quedado a mirar a los otros esclavos. El ejercicio solo era parte de una rutina por mantenerlos en la mejor condición física posible, pero ya sabía que con Max todo era diferente. Lo vio repetir los movimientos que le indicaba el entrenador… aprendía bien y rápido. Lo miraba un poco embobado, sin darse cuenta… le gustaba mucho como Max movía su cuerpo… se daba cuenta que no lo miraba y que era intencional… no importaba… ya corregiría ese detalle… también aprendería a dejar de hacerlo y a mirarlo de forma sumisa y agradecida.
Media hora después Adamir estaba a punto de salir del gimnasio cuando vio algo que llamó poderosamente su atención. El entrenador se acercó a Max, le dijo algo y Max sonrió… le respondió y volvió a sonreír moviendo todo su cuerpo en un gracioso movimiento, casi alegre. Se quedó mirándolos a ambos… la sonrisa de Max era tan bonita… sus ojos se iluminaban… Diablos! era como en su sueño… una extraña molestia le subió por el cuerpo atorándose en sus puños cerrados. No quería que Max le sonriera a nadie que no fuera él. Decidido se encaminó hacia ellos
– Vamos- ladró con fuerzas
– No ha terminado aún
El entrenador sabía que solo había pasado un poco más de media hora desde que comenzara pero la mirada molesta de Adamir lo hizo callar.
– Max, ya vamos
Lo tomó del brazo y se dirigió hacia la puerta. Max quiso protestar… no era justo. Lo estaba pasando bien, le gustaba el entrenador y los ejercicios… había dicho una hora y aun no terminaba
– Dijiste una hora!
Gritó Max justo antes de llegar a la puerta de salida. El silencio en el gimnasio fue total.
– Suficiente con lo que hiciste
Tomó las esposas y las puso frente a Max. Esperaba que él estirara sus brazos para ponérselas. Max odiaba ese momento… odiaba tener que hacer ese acto de sumisión y ser el mismo quien ofrecía sus brazos. Estaba enojado. Adamir no había cumplido con lo que le había dicho. El duelo comenzaba… ¿se atrevería a golpearlo delante de todos estos chicos que miraban y del entrenador? Supo la respuesta antes de terminar la pregunta en su mente… por supuesto que se atrevería a hacerle cualquier cosa, en cualquier parte… era su isla, no?… dueño de todo… incluso se creía dueño de él. Despacio, con deliberada lentitud extendió los brazos, de a uno, mirándolo en forma desafiante. Adamir estaba perdiendo la paciencia… cansado de esperar, lo tomó fuerte de un brazo y sin utilizar las esposas, abrió la puerta y salieron fuera. Se estaba arriesgando pero estaba fastidiado.
– Si lo intentas voy a castigarte de tal forma que no te podrás sentar en un par de semanas, Maximilian
Sabía de que hablaba… no lo llevaba esposado y podía intentar correr y escapar… pero la amenaza tenía tal convencimiento que Max le creyó… ¿Por qué había vuelto a llamarlo Maximilian?… se atrevió a mirarlo al rostro… Adamir estaba molesto, enojado… ¿qué diablos había hecho él ahora para molestarlo así?. Mientras caminaba de prisa a su lado repasó mentalmente los últimos momentos con el entrenador y entonces lo supo… lo estaba pasando bien, se había reído… ¿eso lo había molestado?… ¿le molestaba que lo pasara bien?.. ¿lo quería siempre sometido y triste?… en su mente de 13 años, Max no alcanzaba a comprender que la reacción de Adamir había sido de celos.. puros y ardientes celos de una sonrisa que no era para él.
Tras cruzar la puerta del dormitorio, Adamir volvió a hablar
– Desvístete– ordeno.
Se quedó mirándolo… esperando obediencia
Max también sentía la rabia ardiendo en su interior… no quería… no quería desvestirse ni obedecerle… le había robado su tiempo en el gimnasio… luchaba en su interior… seguir la orden o arriesgarse al castigo… Adamir esperaba y la molestia aumentaba cada segundo que Max se demoraba
– Max!
Era la última advertencia… Adamir respiraba algo agitado… eso era nuevo.
La molestia pudo más… esperaba no terminar sufriendo demasiado pero no iba a hacerlo. Odiaba estar desnudo todo el día
– No quiero
Lo desafiaba… en el peor momento posible, Max lo desafiaba.
En menos de un segundo Adamir estuvo a su lado, dominándolo con su porte y tirando de la ropa para quitarla
– ¿No quieres?.. no importa… lo que tú quieras no importa nada!!!- gritaba Adamir.
Max lo enloquecía… tan porfiado… tan terco y obstinado… maldito mocoso… tiró de las últimas prendas y el cuerpo de Max apareció ante él nublándole el pensamiento… un bofetón a sus sentidos… electricidad… ¿qué le pasaba con este chico?… ¿era su rebeldía?… ¿qué lo hacía sentirse tan excitado y reaccionar sin control? Lo miró respirando desacompasado… Max devolvió la mirada con sus ojos algo asustados pero desafiantes… por un instante, Adamir sintió la tentación de abrazarlo… fundirlo contra su cuerpo y llenarle el rostro de besos… hundirse en sus labios, sostenerlo junto a él y… loco… definitivamente Max lo volvía loco… abrazar y besuquear???… nunca… era un maldito esclavo e iba a venderlo cuando terminara con él. Lo tomó de la muñeca y lo llevó a la rastra hasta la camilla que aún no habían usado. En la parte final de la camilla dos planchas bajaban levemente oblicuas hasta una plataforma a media altura. Lo obligó a arrodillarse en la plataforma, separando las piernas, de cara a la camilla. A pesar de la resistencia de Max, lo inmovilizó con gruesas tiras de cuero sobre sus piernas; luego inmovilizo su torso y sus brazos contra la camilla, dejándolo arrodillado y doblado, con su culo completamente expuesto.
Adamir miró lo que había hecho y respiró más tranquilo. Así… exactamente así era como lo quería. Abierto para él… para tomarlo y hacerle lo que se le diera la gana… y hay que ver que tenía muchas ganas de hacerle cosas a Max
– ¿Qué vas a hacerme?!!- gritó Max. Esa posición lo incomodaba mucho… su culo tan fácilmente accesible… ahora estaba asustado y se arrepentía de no haber obedecido… pero era tarde – Hey!.. dime, que vas a hacerme?- había un leve temblor en su voz.
– Si vuelves a hablar, te amordazo– se puso frente a su rostro… demasiado cerca. Volvía a estar en control de sí mismo y de la situación- ¿quieres que te calle, esclavo?
Se perdió en la mirada hipnótica de los ojos dorados de Adamir. Esclavo?… Lo sabía capaz de hacerle cualquier cosa.
– No… no
– Responde correctamente, Max
No era el momento de ser orgulloso ni de molestarlo aun más… no, así como estaba. Se tragó el orgullo y pronunció con lentitud.
– No, por favor, Amo
Adamir sonrió satisfecho… Amo… lo había llamado Amo. Sus manos recorría la espalda desnuda de Max… quería sentir su piel suave… la forma de sus músculos… quería mucho más, parecía que no se saciaba nunca de él.
– Voy a enseñarte Max… como corresponde
Si Max hubiera podido leer lo que Adamir decía habría entendido que estaba haciendo un esfuerzo por no violarlo en ese instante… su cuerpo le pedía al chico y él no era de aguantarse las ganas. Pero ya lo había tomado y dañado. Ahora volvía a estar bien. Las heridas anteriores habían desparecido, por lo tanto tenía que hacerlo bien esta vez, hacerlo como correspondía.
Del closet extrajo una caja oscura. En su interior varios entrenadores anales. Max era estrecho. Estaba bien formado pero como todo novato tenía que aprender a soltarse, a relajarse y a dejar que le introdujeran lo que desearan por su ano. Era hora de aprender. Con la caja en la mano se instaló delante de él.
-. Ves esto?
Dentro de la caja había varias piezas en forma cónica de diferentes tamaño y textura; desde unas muy pequeñas hasta unas inmensas. Con paciencia ordenó unas cuantas piezas frente a Max que miraba asustado. Luego, Adamir tomó una de tamaño relativamente pequeño. Suficiente para comenzar.
– Comenzaremos con esta
– ¿Comenzar qué?!!
– Una palabra más y te callo, esclavo
Se situó detrás de Max, entre sus piernas abiertas.
Max miraba las piezas ordenadas frente a sus ojos y sabía… sabía con certeza dónde iban a ir a parar… lo odió… miedo… odio… no quería llorar así es que el interior de sus labios pagaba la consecuencia de su miedo. Sus dientes apretaban y mordían. Sintió las manos de Adamir en su culo… acariciaba sus nalgas… moría de susto.
– Comienza tu entrenamiento, Max
Su tono de voz había cambiado. Ya no estaba enojado.
MAXIMILIAN – CAP. 15
Max sintió los dedos cerca de su ano… el miedo hacia que sudara y no se atreviera a moverse… apenas a respirar… no sabía que esperar… aunque ciertamente no esperaba lo que estaba sintiendo… se desconcertó… parecía que estuviera acariciándolo. Apretó los músculos de su entrada cuanto pudo, a pesar de saber lo inútil que resultaba hacerlo. Esperó… esperó, con miedo, a que llegara el dolor… Sin embargo lo que sintió fue algo completamente diferente. Algo que lo hizo abrir la boca y jadear de sorpresa… Algo suave, húmedo y caliente pasaba sobre su ano dejándole una extraña y deliciosa sensación… se asustó al sentirlo… esperaba dolor… ¿que era? … quería ver… quería saber que hacía Adamir pero no podía… iba a hablar y preguntar, cuando recordó su amenaza… se calló. Tragó saliva… le gustaba lo que estaba sintiendo… a pesar del miedo, le gustaba eso caliente y húmedo que sentía en su ano… una y otra vez… la sensación era tan buena… le ganaba, lo nublaba… le producía placer aunque no quisiera sentirlo… era más fuerte que su miedo… suspiró y aunque estaba asustado se dejó ganar por la fuerte sensación… se relajó por un instante.
Adamir sonrió al ver la reacción de Max.
No sabía por qué estaba haciendo lo que hacía… su intención era simplemente introducir uno de los aparatos y comenzar a dilatarlo, a educarlo, como había hecho tantas veces con otros chicos. Pero en cuanto estuvo detrás se dejó vencer por lo veía… los glúteos de Max eran perfectos… redondos, duros, con una piel tan suaves… los acarició varias veces… quería sentirlos… siempre que lo veía desnudo quería tocarlos, el deseo por el chico le llegaba de golpe, en oleadas, cuando menos se lo esperaba… sus glúteos eran una de las fuentes de mayor excitación… estaban tan bien hechos… los tomó entre sus manos y los separó con la intención de aplicar el lubricante… pero se entretuvo acariciándolos al sentir el calor de la piel en sus dedos… resultaba casi imposible dejarlos pasar. Los separó con cuidado y entonces vio su ano… tan rosado y apretado. Él era el único que había estado dentro una vez… por la fuerza… ¿Cómo se sentiría ser invitado a entrar?… que sus glúteos y su ano quisieran ser tocados y penetrados… que se lo pidiera… que le rogara… que se entregara voluntariamente… y estuviera dispuesto a disfrutarlo… se excitaba más al pensarlo. De pronto, quiso tocarlo con una de las partes más sensibles de su cuerpo, saber más de él… no lo pensó, ninguno de los amos de la isla estaba acostumbrado a pensar en lo que querían… solo tomaban lo que deseaban. Así funcionaba el mundo para ellos. Pasó su lengua sobre la entrada de Max… la sintió dura y apretada… algo le impulsó a querer relajarlo y hacerlo disfrutar, como cuando entrenaba sumisos para sus amigos… convencer en vez de forzar… quería convencer a Max de dejarlo entrar en él… de pedirlo… de invitarlo. Lo lamió suavemente al principio, innumerables veces, humedeciéndolo con su saliva, calentándolo y logrando su objetivo… Max se dejó llevar por la sensación que le provocaba… Adamir sonrió satisfecho. El pene de Max se volvía erecto. Estaba excitado. Era un primer paso importante. Untó sus dedos generosamente en lubricante y sin dejar de lado su lengua comenzó despacio a introducir uno. Ya no estaba tan apretado… estaba húmedo con su saliva y un poco más relajado… entro despacio, sintiendo como hacía presión. Quería ver el rostro de Max… saber que estaba sintiendo, mirar y sentir su excitación… pero era imposible. Su respiración era el único indicador y en este momento estaba algo agitada.
Al sentir como algo se introducía dentro de él, Max volvió a tensarse.
-Max, Suéltate… relájate. Sabes que lo voy a hacer igual. Evítate el dolor
Max quiso responder… decirle que no le dolía… que solo estaba muy asustado pero que se sentía bien… acalorado… excitado… nervioso… no sabía que sentía… se calló. No quería que lo amordazara. Le habría gustado saber que estaba haciendo.
Siguió con su boca lamiendo, besando y mordiendo su trasero mientras sus dedos lo dilataban…
Max estaba intranquilo, los minutos pasaban y seguía sintiendo calor… su erección era notoria y eso lo estaba comenzando a incomodar pero no podía controlarlo. Le gustaba mucho todo lo que estaba pasando. Sentía más presión en su ano.. pero no era desagradable… se dejaba llevar… se sentía acalorado.
Con calma y mucha experiencia, Adamir había logrado introducir dos de sus dedos y dilatarlo bastante. El problema era que él mismo se sentía arder… se consumía…
– Max, voy a quitar mis dedos
Sus dedos?! Era eso lo que sentía en su interior… los dedos de Adamir… cerró los ojos… imaginó sus dedos largos en su interior… su mano tocándolo… no le gustaba, lo odiaba… pero sin embargo, la excitación crecía y se sentía inquieto… necesitaba tocar, ser tocado… quería moverse… su cuerpo estaba pidiendo cosas que no entendía… se removió apenas, restringido por las correas… ¿Qué era entonces lo caliente y húmedo… su boca, su lengua!!! Una onda de calor lo envolvió yendo a detenerse justo en su miembro, en un golpe de excitación muy fuerte, al darse cuenta de lo que él le hacía… la lengua deAdamir… sus dedos… sentía placer a pesar de no querer sentir nada con él… se acumulaba peligrosamente en su miembro y sentía que se iba a correr en cualquier instante, nuevamente… y no quería.
Adamir untó lubricante en el dilatador que tenía en sus manos… no era muy grande… sabía que no iba a dolerle a Max… este al menos, no mucho. Con una de sus manos separo sus glúteos y con la otra introdujo lentamente el juguete… miraba como se abría para recibirlo y desaparecía dentro de él… sintió el deseo vivo en su carne… quería que fuera su miembro el que estuviera desapareciendo en Max… quería penetrarlo.
Max respiró profundamente una última vez y sintió como se le escapaba el control y el placer lo sacudía… fuerte… intenso… eyaculaba sin poder evitarlo. Quedó temblando… Mierda… mierda… porqué no podía controlarse??
Esta vez las lágrimas que asomaron en sus ojos eran de pura frustración.
Adamir miraba encantado el espectáculo que se desarrollaba ante él… terminaba de insertar el dilatador en su ano y Max se corría justo frente a él… en completo silencio excepto por el sonido fuerte de su respiración. En su entrepierna Adamir sentía su erección tan dura que llegaba a molestar… la visión del chico era tan excitante. Tomó un par de toallas pequeñas y con cuidado tomo el pene de Max y lo limpió… recogió los restos de semen sobre la piel de Max y lo que había quedado desparramado en otra parte. Hizo todo en perfecto silencio. Cuando terminó, se puso de pié y se dirigió al frente de la camilla, de cara a Max. Él estaba con el rostro ladeado hacia uno de los costados, y de sus ojos fuertemente cerrados brotaban lágrimas. Entendió de inmediato lo que le pasaba… estaba frustrado y enojado consigo mismo. Lo excitaba sobremanera la visión de un Max más débil y sometido. Adamir cogió a Max por el pelo y acercó mucho su rostro
– No llores- ordenó.
Max abrió los ojos justo a tiempo para verlo acercarse hasta unir sus labios con los suyos… en un contacto fuerte y un poco brutal… Max estaba agotado por el cúmulo de emociones que sentía, la excitación, el placer, la humillación, todo se juntaba… además de la sensación extraña del beso que recibía… se quedo quieto… no respondió pero tampoco lo rechazo. Con la misma fiereza con que se había acercado, Adamir se alejó un poco y lo miró fijo a los ojos
– No vuelvas a llorar. Quiero que sientas placer
Max lo miraba confundido… le costaba entender… un momento lo castigaba y lo maltrataba y al siguiente le decía que sintiera placer y lo besaba…
– El sexo es placentero Max. Tú vas a aprender a disfrutarlo y a complacer a tu amo- Aún mantenía el firme agarre sobre su pelo – quiero hacer de ti el mejor
– ¿Quieres que aprenda a disfrutar?- por fin salía su voz… Adamir relajó la mano que sostenía el pelo tirante… fue cambiando gradualmente a una caricia… enredó sus dedos en su pelo, posesivo… dueño del chico.
– Si, tienes todo lo que se necesita para serlo. Eres perfecto
Creía en lo que decía… Max era perfecto y haría muy feliz a su dueño… solo tenía que aprender a usar todo su cuerpo.
– ¿Quieres que sea el mejor?.. – repitió
– El mejor esclavo Max… el que complace a su amo y lo deja satisfecho
Nunca antes habían tenido un par de minutos de conversación en paz… Max se daba cuenta que Adamir hablaba en serio… quería convertirlo en un esclavo y en alguien capaz de entregar placer… placer como el que acababa de sentir… oh por Dios!! Había sido tan bueno… tan inesperadamente bueno considerando que provenía e otro hombre… si tan solo hubiera sido una chica… ¿era eso importante?… no lo sabía… tampoco había tenido tiempo de estar con una chica antes. Estaba tan confundido… Miró los ojos tan poderosos de Adamir. Había tanta fuerza en ellos. Entendió sus intenciones… convertirlo en el mejor esclavo… suspiro queriendo llorar nuevamente… él no era un esclavo. Quiso gritárselo en la cara… escupirle que no existían los esclavos… pero de pronto comenzó a dudarlo… ¿qué eran entonces los chicos que había visto en el comedor días atrás? Todos callados y obedientes… algunos con correas en el cuello como la que le ponía a él a veces?… los chicos del gimnasio hacia un rato atrás?? Esclavos… todos eran como él… aprendices de esclavos… las lágrimas volvieron a asomar en sus ojos mientras miraba fijo a Adamir
– No soy un esclavo- murmuró despacio pero suficientemente alto como para que Adamir escuchara. Espero su furia… el tirón en su cabello, la bofetada en su cara, el grito en sus oídos… pero nada de eso llegó. Adamir se limitó a seguir acariciándolo en el pelo y a sonreír con arrogancia y algo de ternura
– Eres mi esclavo rebelde…- murmuró de vuelta.
En otro movimiento inesperado le dio un suave beso en los labios y desapareció de su vista para volver a situarse tras él. Max quedó aún más sumido en el desconcierto. Adamir no lo había retado, ni gritado… lo había besado… y esos labios sobre los suyos se habían sentido bien. Sintió como las manos de Adamir volvían a su trasero y movía el dilatador que tenía insertado.
ADAMIR.
Quitaba lentamente el dilatador. Max no se quejaba ni su respiración cambiaba. Había tomado otro de mayor tamaño al volver hacia atrás. El ano de Max se abría y volvía a cerrar al terminar de quitarlo… miraba hipnotizado… llevaba mucho rato excitado y se sentía molesto… pensó rápidamente en recurrir a alguno de los chicos ya entrenados, podía ir él o pedir que viniera uno hasta él… pero estaba demasiado fascinado con la misión que tenía entre manos… su cabeza llena solo de su esclavo rebelde… además, besar a Max y que se quedara tranquilo había sido especial… hablar con él sin gritarle y que lo escuchara también había sido bueno. Podía esperar unos minutos… tenía pensado algo mejor que uno de los chicos ya entrenados… quería ese culito casi virgen que tenía frente a sus ojos, pero lo quería sin tomarlo por la fuerza… lo quería por las buenas esta vez. Despacio… dándole tiempo a descansar un momento, aplicaba lubricante al dilatador de mayor tamaño… tenía forma cónica pero como si fueran esferas unidas unas a otras…Adamir realizaba la tarea concienzudamente… distrayendo sus pensamientos… de pronto recordó algo que había visto al día anterior y que había llamado su atención. Santiago y su nuevo esclavo… libre, sin ningún tipo de ataduras. el chico seguía a su amo como el más fiel de todos… los había visto en la piscina, en los pasillos y en el comedor… la conexión entre ellos era especial… podía sentirlo. Los había observado un rato. El chico miraba a Santiago con adoración… se entregaba y obedecía completamente… Santiago levantaba un poco la vista y el chico entendía las ordenes sin necesidad de que le hablaran… eso era muy bueno… Santiago lo había dominado muy rápido esta vez. Se encontró pensando en cómo sería Max actuando de esa manera… un esclavo sumiso y obediente… complaciente… alegre… eso era lo que él quería, lo que le gustaba. Sabía que entre sus empleados había algunos amos a los que le gustaba tomar a los chicos por la fuerza, algo sádicos, sin llegar a ser realmente crueles… se excitaban con las suplicas y los ruegos…se sentían poderosos al ver cómo los chicos rogaban… pero él no era así. A él le gustaba un esclavo complaciente y dispuesto, silencioso y obediente… que entendiera en sus miradas lo que él quería. Los había tenido… muchos y ninguno en especial. Hasta ahora, nadie había dejado una huella profunda en Adamir. Se encontró deseando desesperadamente a Max en esa situación… quería ver al chico obediente, complaciente y sonriente. De pronto Adamir rió despacio… sabía que podía lograrlo, pero necesitaba tiempo. Por lo pronto, Max seguía siendo una fiera salvaje que necesitaba ser domesticada. Levantó el dilatador. Volvió a separar los glúteos de Max acariciándolos al pasar… nunca se cansaba de ello. Como siempre Max reaccionó apretándose y volviéndolo todo más difícil y doloroso para él.
-. Relaja tus músculos Max. Este es de mayor tamaño
No esperaba una respuesta, pero de pronto Max gritó.
-. No voy a relajar nada. Vete al demonio!!!
Adamir percibió el miedo en la voz de Max. Dejo el dilatador a un lado y untó sus dedos en lubricante. Despacio comenzó a masajear su ano, el perineo hasta llegar a los testículos y al pene. Sabía lo que hacía. Tenía mucha experiencia… y Max solo 13 años. Arrogante, Adamir sonrió cuando el pene de Max comenzó a reaccionar volviendo a llenarse de sangre y los músculos de su ano comenzaban a soltarse; la respiración del chico estaba agitada… excitado nuevamente.
“Ya te tengo Max… ya te tengo en mis manos” pensó mientras continuaba… volvió a besar y mordisquear suavemente… Cuando ya lo tuvo más relajado, comenzó a introducir el dilatador… despacio… se hundía en él hasta recibirlo completamente. Max completamente erecto… Entonces Max movió bruscamente su cabeza, como si quisiera librarse de lo que sentía y se le escapo un gemido… mezcla de desesperación y placer… Fue música celestial para los oídos experimentados de Adamir. La conexión con sus genitales fue instantánea… ya no aguantaba más. Se puso de pie y se quitó la ropa. Su erección dolorosamente dura.. se tocó… respiró un poco aliviado pero quería más.. queríaal chico. De pie tras él, se acercó hasta que sus pieles hicieron contacto. Max se puso tenso al sentir el contacto con Adamir. El pene duro y grande entre sus piernas abiertas… tocando su trasero mientras las manos expertas acariciaban su cuerpo y le dejaban rastros deliciosos.
-. Voy a quitarte el dilatador Max- despacio… hablaba en su oído
Max se quedó quieto… estaba excitado nuevamente… le gustaba lo que le hacía… Mierda!!cómo controlaba lo que sentía??!!… estaba aterrado pero caliente… la piel y las manos de Adamir en su cuerpo lo excitaban… su boca le estaba dejando besos en el cuerpo que quemaban y se sentían bien… sintió como retiraba el dilatador… Mierda!! olas de calor lo recorrían… otro sonido volvió a escapar de su garganta cuando el aparato terminó de salir… Adamir seguía entre sus piernas… sentía la dureza de su pene contra su propio trasero… sus caricias… quería usar sus manos… quería que lo soltara… se descubrió queriendo participar de lo que hacía Adamir…
-. Max, no te asustes. No va a dolerte esta vez
Sus palabras fueron un balde de agua fría… entendió de inmediato… se quedo mudo e inmóvil… iba a violarlo nuevamente???!!! Mil alarmas sonaban en su cabeza… miedo, dolor…
-. NO.. NOOO… NO
Notó el cambio de inmediato en el cuerpo de Max… la tensión y el miedo habían vuelto de golpe. Entonces pasó algo extraño… fue curioso como también él se sintió algo desilusionado… quería que el chico lo deseara. Quería que se excitara con él.
-. Max, Confía en mí
– Confiar en ti?? Nunca!!… aléjate… déjame, no.. no
Pero ya era demasiado tarde para cambiar de opinión. Max estaba dilatado y Adamir demasiado excitado. La cabeza de su pene se poso apenas en su ano… miró fascinado como se hundía con mucha facilidad… la piel se estiraba y lo recibía… lo abrazaba… la molestia desaparecía y comenzaba el placer… se hundió suavemente en Max
-. No.. no.. no…
No lo escuchaba, no quería escucharlo. Solo estaba concentrado en lo que estaba mirando y sintiendo… muy placentero. Continuó hasta estar por fin completamente dentro de él. Pegó su cuerpo al de Max dándole un minuto de tiempo para acostumbrarse.
Max se dio cuenta que entraba… era violado nuevamente… pero… no le dolía… esta vez no había dolor… solo una extraña sensación de sentirse agradablemente lleno… apretó sus músculos… si, era cierto… lo sentía, Adamir estaba dentro de él y no le dolía… al contrario… volvió a apretar los músculos… por todos los diablos!! Que era esto que sentía??… quería más… quería volver a hacerlo mil veces… apretarlo una y otra vez porque la sensación era enloquecedora… el calor del cuerpo de Adamir pegado al suyo era muy agradable… se quedó muy tranquilo… ya no se atrevía a hablar ni a moverse… ni siquiera a pensar… estaba tan asustado de lo que estaba sintiendo. Entonces llegó aún más calor directamente sobre su pene. La mano de Adamir lo había envuelto y lo frotaba despacio. Apretó los ojos y los labios tan fuerte como podía… no quería sentir… no quería… no… pero él estaba en su miembro… en su recto… entrando y saliendo… arremetiendo con un ritmo y una fuerza que lo provocaba… un maestro en lo que hacía… acariciando su cuerpo… besando cerca de su cuello. Abrió la boca en un vuelco desesperado… se había olvidado de respirar y necesitaba aire… las lágrimas caían de sus ojos… escuchó su voz muy cerca de su oído
-. Déjame enseñarte Max… se que te va a gustar
Max no dijo nada… no hizo nada… su cuerpo lo traicionaba y se volvía a correr en la mano de Adamir… con eso era más que suficiente humillación.
Adamir estaba muy concentrado en lo que hacía. Lo tenía sujeto fuertemente de las caderas con una de sus manos aunque Max no podía moverse… el placer se acumulaba en su miembro que se introducía una y otra vez en el precioso culo de Max… aumentó el ritmo… le gustaba mucho… demasiado… su esclavo rebelde era diferente… especial. Se derramó dentro de él y dejó caer su cuerpo sobre el de Max… respiraba agitado… ambos estaban sudorosos… Max lloraba despacio… lloraba de nuevo… no supo que hacía, solo siguió su instinto. Cruzó sus brazos alrededor del chico y besó sus hombros, volvía a enredar la mano en su pelo y lo obligaba a girar para mirar sus ojos
-. Eres delicioso Max. Sé que serás el mejor
Adamir sonreía con prepotencia. Sabía que solo era asunto de tiempo. Ya había descubierto la mejor manera de dominar a su esclavo rebelde.