Capítulo 7 – Aventura
El domingo fue un día fantástico. Temprano tomamos un bus y nos fuimos de aventura hasta un pequeño pueblo rural a una hora de la ciudad. Comimos pan amasado, empanadas, y otras delicias locales, nos entretuvimos paseando por las pequeñas calles antiguas y luego caminamos por el borde del río que cruzaba el pueblito. Parecíamos un par de amigos corrientes. No nos tocamos e intencionalmente evitábamos mirarnos como enamorados cuando había gente cerca de nosotros. Compramos volantines y pasamos mas de una hora compitiendo por ver quien de los dos elevaba más alto su volantín, obviamente le gané, creo que Francisco no había jugado nunca con uno de estos en su vida de niño rico. El inicio de la tarde nos encontró descansando bajo las ramas de un sauce llorón, algo lejos del pueblo, con el sonido del agua adormeciéndonos y el imponente paisaje de la cordillera de los Andes como telón de fondo. Estábamos solos. Francisco y yo nos tomamos de la mano y en silencio nos miramos. En ese instante comprendí el sentido de todas las cosas tremendamente cursi que escribían, cantaban o decían los enamorados, en verdad el cielo era más azul, el aíre fragante a flores, los pájaros cantaban hermoso, el sol brillaba mas intensamente y todas esas cosas que antes me parecían ridículas… sentí que la vida era hermosa, mi felicidad inmensa y ese par de ojos oscuros eran el sentido y la razón de mi vida.
Allí en el silencio del campo me contó detalles de su vida. La casa inmensa donde vivió toda su vida aunque siempre estaba vacía. Como fue desplazado y relegado a segundo plano por este hermano que requería todo tipo de atenciones. Pero el nunca lo culpó. Al contrario, lo adoró desde que lo vio llegar a la casa. La frustración de su padre y la pena de su madre. Los juegos que inventaba con su hermano y el cariño tan grande que sentía por él. De solo recordarlo volvía a llorar cada vez. Yo solo lo abrazaba en silencio. Los años que perdió en la universidad estudiando 2 carreras que no le gustaban, sin terminar ninguna. Las peleas con su padre cuando finalmente entró a estudiar actuación y la pasión que sentía por la actuación. La rabia que sintió cuado su papá le dijo que se buscara una profesión de verdad y dejara esa idiotez. Y finalmente, como tuvo que dejar su carrera sin terminar, abandonar su familia y cambiar completamente de vida debido al drama que el mismo había llevado a su familia.
– Francisco, el problema fue Javier, no fuiste tú
– Niño, yo llevé a ese tipo a mi casa
– Pero tú no…
– Giovanni, no sigas. Si yo no lo hubiera llevado nada, nada habría sucedido – me gritó por primera vez.
Su sentimiento de culpa era tan grande que no lo dejaba ver nada más. Abandoné el tema pero me prometí a mi mismo que lo volvería a intentar hasta que me dejara ayudarlo.
A Francisco le encantaba ver películas, se las podía repetir hasta 20 veces y cada vez estudiaba la forma en que se movían los actores y como desarrollaban su papel. Quise saber como pensaba ser actor viviendo en esa ciudad tan pequeña donde nos encontrábamos
– Tengo planes – dijo
– ¿Que planes?
– Sigues siendo un niño muy curioso
Nuevamente me dejaba sin respuesta, pero yo ya me perdía en la mirada lasciva de sus ojos oscuros y en la forma en que me revolvía el pelo. Nada me alegra más que ver deseo en sus ojos y ser yo el objeto de su deseo.
Volvimos al departamento cerca de las ocho de la noche bastante cansados. Mi mamá desde hacía días me pedía que le avisara si no iba a llegar. Esa noche por primera vez quise avisarle para que estuviera tranquila. Francisco escuchó mientras yo le decía que no me esperará a dormir y aunque no me había invitado a pasar la noche, me sentí con derecho a quedarme a su lado. Me miró sonriendo mientras yo cortaba el celular.
– ¿Algún problema? – le pregunté desafiante
Movió la cabeza negando y siguió riéndose de mi.
Estaba terminando de lavar algunas cosas en la cocina y escuché el agua de la ducha correr. Terminé rápidamente y me acerqué al baño que estaba cerrado. Sin importarme, abrí despacio la puerta. Detrás de la cortina podía distinguir claramente la silueta masculina moverse mientras se lavaba el pelo. No era una ducha muy grande pero cabíamos los dos. Desde el centro de mi ser quería intensamente estar en esa ducha con él. Me desvestí dejando la ropa tirada. Corrí la cortina despacio y aunque ya había visto su cuerpo entero desnudo no pude evitar sorprenderme. Era tan hermoso. Francisco estaba de espaldas a mi pero me sintió llegar a su lado. Estiro sus brazos hacia atrás. Abracé su espalda. El agua caía por su pelo y su cuerpo convirtiéndolo en el espectáculo mas erótico que mi mente podía concebir.
– ¿No pudiste esperar? – me pregunto riendo mientras se daba vuelta y me besaba
Negué con la cabeza. Me emocionaba hasta el alma sentir su cuerpo desnudo pegado al mío, allí dentro de esa pequeña ducha. Ambos cuerpos reaccionaban al mismo tiempo y la excitación crecía visiblemente.
Él tomó el jabón y despacio comenzó a pasarlo por mi espalda mientras yo seguía pegado a él. Bajo por mis nalgas y piernas. Yo solo suspiraba y me dejaba lavar. Me dio vuelta y continuó con su tarea de limpieza en mi cuerpo, se entretuvo en mis pezones hasta hacerme gemir, solo entonces continuó bajando. La tensión crecía en mi. Tomó mi pene entre sus dedos enjabonados y comenzó a frotarlo mientras su otra mano se entretenía aún en mis nalgas.
– Niño, ¿te das cuenta de lo que me haces? – su voz ronca, excitada
Sonreí complacido. Su pene estaba totalmente erecto y lo tomé entre mis manos frotándolo despacio. Quería provocarle todo tipo de sensaciones. Entonces nuevamente me giro hacia él y me dio un beso, de esos que incluyen todo, de esos que roban el alma y el aliento. Ambas manos estaban sujetas a mi trasero mientras yo lo sujetaba a él por el suyo. Pero entonces Francisco movió sus dedos lentamente hasta la línea de separación y con precisión puso uno de sus dedos justo frente a mi ano y presionó despacio apenas introduciéndose. La sorpresa y la exquisita sensación de dolor me hicieron gemir y perder completamente el control de mis movimientos y mis piernas se doblaron sin sostenerme. Ambos caímos. Francisco reía y nos encontrábamos enredados en una extraña posición
– Perdón niño… ¿te asusté?
– No.. si..me gustó
Quería que volviera a hacerlo. Con una mano cerró la llave del agua y ambos nos quedamos mojados y completamente excitados en la tina.
Nos levantamos, nos secamos sin dejar de mirarnos, cómplices. En cuanto estuvimos apenas secos corrimos a la cama. Nos abrazamos riendo y luchando por quedar en la posición superior. No fue una lucha fácil, ambos teníamos suficiente fuerza pero me deje vencer solo porque quería disfrutar de su caricias rápido. Nos abrazamos, besamos y tocamos con urgencia. Decidí en mi mente que esta vez Francisco iba a acabar en mi boca, quería probar su sabor y tener su exquisito miembro a mi merced. Me escabullí rápido hacia abajo hasta quedar frente a su pene, lo sujete fuerte con ambas manos y comencé a presionar mi lengua despacio contra su cabeza. Francisco dejo de moverse, lo sentí jadear algo ininteligible. Confiado, lo absorbí en mi boca, primero lentamente, sujetando ambas manos en la base de su miembro mientras succionaba la parte superior. Luego moví mis manos y lo introduje completamente en mi boca. Sentí arcadas, sentí que era demasiado grande, sentí que tenía el paraíso en mi boca. Lo solté un instante solo para girarnos y quedar yo en la posición superior. Francisco abrió sus piernas y me dejó acomodarme entre ellas. Tomo mi pelo, mi cabeza, entre sus manos y me acariciaba mientras yo succionaba su pene cada vez con mas fuerzas y más fácilmente. Sus gemidos iban en aumento y me excitaban. El sabor de las gotas que eliminaba sabía a cielo.. a gloria, chupé con más ganas hasta que el movimiento de sus manos me indicó que iba a culminar. Despacio tiró de mi pelo hacia atrás para que me moviera pero de un manotazo quité sus manos y seguí haciéndolo, quería que estallara en mi boca… y así fue. Un chorro de líquido viscoso, caliente, me inundó la boca. Pero no pude tragarlo. Solo pude toser y atorarme mientras su semen corría por las comisuras de mis labios. No esperaba que fuera así. Me limpié de un manotazo, molesto. Francisco me abrazó mientras sonreía. Sentía su sabor en mi boca
– Niño, eso fue delicioso.- y selló sus palabras con un beso que mezclaba nuestros sabores.
– Yo quería
– lo sé. La próxima vez
Nos quedamos abrazados en la tranquilidad del dormitorio. Hasta que Francisco tomo mi miembro aún completamente excitado y se entretuvo dibujando figuras son sus dedos provocándome estremecimientos. Apenas alcanzó a ponerlo en su boca cuando acabé entre gemidos. Yo no tenía ninguna capacidad de aguante frente a sus caricias y acababa en cuanto Francisco comenzaba a jugar conmigo.
– ¿Que pasa niño?
–Acabo en cuanto me tocas – dije molesto, aun jadeando
– ¿y?
– No me aguanto – suspire
– Giovanni, no me importa si acabas cuando te miro ¿para qué quieres aguantarte? –
– No lo sé –
– No estás con una mujer, no tienes que aguantarte nada –
Sus palabras sellaron toda resistencia en mi mente. Es cierto. No estaba con una mujer. Estaba con mi hombre y a él le daba lo mismo lo rápido o lento que yo pudiera acabar. Nuevamente me sentí inundado de felicidad. Nos dormimos abrazados, agotados, satisfechos y yo…. completamente enamorado.
Capítulo 8 – Cambio de Look
Comenzó el mes de Octubre y ya me quedaban pocas semanas de clases. Por primera vez no tenía que preocuparme de estudiar a última hora para sacar adelante mi año. Mi mamá y mi hermana también habían notado el cambio en mi, estaban curiosas y querían preguntarme pero no les daba la oportunidad de hacerlo. No quería mentirles. No podía decirles la verdad.
Cuando me miré al espejo en la mañana sentí que la imagen que me devolvía el espejo ya no me reflejaba. Estaba feliz y este personaje de mechas negras largas y ropas oscuras era el antónimo de la alegría. Junté los escasos ahorros que tenía y partí temprano donde la tía Martita. Ella era una amiga muy querida de mi mamá y la única persona a la cual le había confiado mis secretos. Además era mi peluquera personal y mi “asesora de imagen”, como le gustaba llamarse a ella misma. Nos abrazamos con cariño y tras mirarme Martita se quedo perpleja y empezó a reírse
–Estas feliz – no era una pregunta sino una afirmación – ¿encontraste a alguien?
La abracé muy fuerte al borde de las lágrimas
– Si tía, encontré a alguien y estoy feliz
– Me alegro por ti Giovanni. Cuéntamelo todo.
Mientras trabajaba con mi pelo le fui contando de mi relación. Agradecí su alegría y su apoyo pero más que nada agradecí el fabuloso nuevo look que creó para mi. Mi pelo estaba con un corte desigual, más largo a un lado y de un precioso color claro, casi miel con mechas aun más claras entre medio.
– Así reflejas la alegría hasta en la cabeza hijo – Nos reímos juntos y tras un sonoro beso salí corriendo. Francisco estaba trabajando hasta las 10 y aún era temprano. Entre a mi casa derecho a mi dormitorio. En el camino me cruce con mi hermana que me miró sorprendida.
– Guau! – fue todo lo que atinó decir
Poco rato después, pequeños golpes en la puerta.
– Hijo, ¿puedo pasar?
Mi mamá. Ya no tenía forma de evitarlo.. que mas da, pensé, mejor de una vez. Ni siquiera sabía que iba a decirle.
– Te ves diferente, te ves lindo – señaló mi pelo – ¿la Martita?
Asentí – ¿te gusta de verdad? – sabía que lucía bien pero aún así quería que ella me lo confirmara
– Giovanni, podrías andar con un gato en la cabeza e igual te vería lindo– se sentó en la cama. Esto no se veía bien. Me quede en silencio, expectante.
– ¿En qué andas Giovanni? ¿Donde pasas las noches? – No quería mentirle, no quería contestarle
– Eres un niño aún hijo, sólo dime que estas bien y que no tengo de que preocuparme
El tono de su voz era de genuina preocupación y eso terminó derribando mi obstinación. Me senté a su lado y le tome la mano.
– Mamá, en serio no tienes de que preocuparte. Estoy bien, estoy feliz y no me pasa nada malo
– Se te nota la felicidad – sonrió suavemente – ¿quién es? – guarde silencio nuevamente – ¿no me vas a contar?
La miré suplicando que no me preguntara mas
– ¿Es un buen chico?
Nunca habíamos hablado el tema de mi sexualidad pero obviamente ella, como madre, lo había adivinado pero me quedé mudo al escucharla, ni siquiera tuve que decírselo. Sentí un nudo en la garganta
– Bueno, solo dile que te cuide y que no te haga daño. – la miré y sonreí aceptando y admitiéndolo todo – Dile que eres mi hijo y que se las verá conmigo si te hace daño.
Nos abrazamos y en ese abrazamos hicimos las paces después de tantos años de guerra.
– Si mamá, es uno de los chico buenos – fue un alivio poder decirlo finalmente – me ayuda a estudiar y me… – mi mamá me miraba expectante- me cocina, me quiere y.. –
– Ya, ya, ya – dijo mientras se ponía de pie con los ojos aguados – no me des los detalles. Solo quería cerciorarme de que te trata bien – se dirigía hacia la puerta
– Mamita – corrí a abrazarla – gracias, en serio gracias. Te quiero mucho-
¿Que más podía desear para que mi vida fuera perfecta? Lo tenía todo.
Con mi mochila al hombro, jeans celestes muy desteñidos y rotos, un camiseta blanca y un pañuelo rojo anudado en mi muñeca partí esa tarde al café de Pablo. Estábamos un poco distanciados ahora, la mayor parte de mi tiempo lo pasaba con Francisco y lo había dejado de lado.
– ¿Giovanni? ¡Hombre, que cambio!, casi no te reconozco ¿Dónde andas últimamente?
Se alegró de verme. En verdad me veía diferente. Durante mi caminata hasta el supermercado la gente me había observado con mayor atención que cuando andaba todo de negro… Especialmente algunas estudiantes que a esa hora salían de clases, bueno, ahora era más llamativo. No me aguante las ganas de sorprender a Francisco y entré al supermercado a comprar algo. Me acerque a su caja lentamente con dos cosas en cada mano. Estaba desocupado y su mirada me recorrió entero antes de percatarse que era yo. Al mirarme a los ojos, noté su sorpresa y su boca quedo semi-abierta. Sonreí contento. Aun sin acercarme completamente, me entretuve aparentemente mirando unas revistas pero en verdad, le estaba dando tiempo a que me mirara con detención. Un par de chicas jóvenes, 14 o 15 años, pasaron lentas por mi lado. Una de ellas se detuvo a mi lado a mirar las revistas y me observó descaradamente. Era bonita.
– ¿Te gustan?- Pregunto la chica indicando las revistas. Me encogí de hombros
– Si, son entretenidas–
– Tengo muchas de estas.. me gusta comprarlas todas las semanas. Siempre traen fotos gigantes de mis artistas favoritos, a ti ¿Quién te gusta?
Estaba pendiente de los ojos ahora ¿molestos? de Francisco y me costaba seguir el hilo de su conversación .
– Casi todos… me gusta la música – contesté generalizando
– A mi también me encanta. – Por suerte su amiga había terminado de pasar sus cosas por la caja y la llamó. La muchacha giro para marcharse, pero antes de ello se volvió hacia mi – Me llamo Mariana – dijo al tiempo que me tendía su mano delgada y elegante – ¿y tú?
– Giovanni – conteste automáticamente, estrechando su mano
– ¿Italiano? Bonito nombre
Coqueteaba conmigo. No dije nada más. Desde la caja podía sentir su mirada enojada ¿celoso? .
– Bueno, chao Giovanni!. ¡Ojala nos veamos de nuevo!
Y se alejo junto a su amiga. Nos quedamos solos nuevamente. Dejé de lado las cosas que había tomado y me acerque a su caja.
– Hola. ¿te gusta?
– Parece que a todas le gusta
Celos ¡estaba celoso!. Sin poder evitarlo mi rostro se transformó en una sonrisa gigante.
– Quiero saber si te gusta a ti, lo hice para ti
Se demoró en responder y cuando lo hizo no me miro
– Te ves bien
– ¿Eso es todo?
– Estoy trabajando Giovanni
Me alejé desconcertado y desilusionado. Yo no tenía la culpa de que me hablara una muchacha. La rabia se apoderó demi. Sin despedirme de Pablo salí del supermercado y comencé a caminar hacia cualquier parte. Estaba dolido, quería llorar o golpearlo,…. me daba lo mismo. Camine muy rápido, casi corriendo sin rumbo alguno. Después de varias cuadras estaba exhausto. Seguí hasta mi casa aunque ya eran cerca de las 6 y tenía que ir a clases. No quería ir. Entre directo a mi cuarto, cerré la puerta y me tire en la cama. Me levanté al segundo siguiente. No podía mantenerme tranquilo. Me quité toda la ropa y me fui a dar una ducha. El agua tibia me relajó un poco pero aún seguía muy molesto. No podía creer que a pesar de la rabia que tenía estaba completamente excitado. Terminé con una ducha bien helada que se hizo cargo de mi problema. Al volver a mi cuarto encontré en el celular dos mensajes de Pablo. Quería saber donde me había metido y si iba a ir clases. No tenía ganas de responderle. Me puse pijamas y me senté con mi hermana a ver televisión. Me miró extrañada pero ni ella ni mi mamá preguntaron nada. Yo no tenía ganas de hablar y ellas parecían presentirlo. Comimos juntos y luego me fui a acostar. Mi mamá me dio un abrazo largo y apretado. Creo que presentía mi pena.
– ¿Estás bien?- pregunto despacito. Asentí con la cabeza y con una sonrisa triste. La besé y me fui a encerrar a mi pieza.
Estuve jugando con mi celular un rato, cualquier cosa, me daba igual. Eran ya cerca de las 10. El zumbido del teléfono me asustó ya que lo tenía en mis manos. “Francisco” leí en la pantalla. Eran las 10:08 Lo dejé sonar sin contestar. Volvió a sonar tres veces más y no contesté ninguna. Entonces llegó el primer mensaje. “Dnd estas?”. Unos minutos después volvió a repetirlo “Dnd estas?”. Empecé a llorar mientras sostenía la pantalla frente mis ojos… no contesté. El tercer mensaje llegó 10 minutos después. “contesta tu celular”, inmediatamente seguido de un “por favor” ya no estaba llorando pero tampoco contesté. Cinco minutos después “sólo quiero saber si estas bien”. Podía imaginarlo en su departamento tecleando molesto las letras en su teléfono. Entonces tome el teléfono y escribí “estoy bien”, apreté enviar mensaje y acto seguido apague el teléfono. No esperé respuesta ni volví a encenderlo. Me metí dentro de la cama y me quedé dormido con un peso enorme en el corazón.
Pablo me despertó al día siguiente, fresco como una lechuga, instalado en mi casa, tomando desayuno con mi mamá.
– Levántate flojo – me grito y me arrojó un cojín– tu mamá ya nos tiene listo el desayuno
– Ya voy– sonreí y me levanté.
A pesar de lo ocurrido había dormido bien, cansado y me desperté más tranquilo. Eran cerca de las 10. Me sorprendió mi imagen en el espejo. Aun no me acostumbraba a esta imagen de “rubio” y tal como me sentía, mas valía que me hubiera quedado todo negro.
Capítulo 9 – ¿Jugamos niño?
Luego del desayuno nos sentamos a jugar frente al video. Por toda explicación le dije a Pablo que me había sentido mal y por eso me había ido.
– Te llamé en la mañana, pero tu teléfono está apagado
Entonces, recordé el celular y lo encendí. Los zumbidos se sucedían uno tras otro hasta que finalmente la pantalla me indicó 15 mensajes pendientes de lectura. El último era la llamada de Pablo pero los 14 anteriores eran de él. No quise mirarlos frente a Pablo así es que guardé el teléfono en mi bolsillo y seguí jugando. Traté de concentrarme en el juego de carreras pero el teléfono me quemaba en el bolsillo. Necesitaba leer esos mensajes. Me encerré en el baño y los comencé a leer.
10:28 “sólo quiero saber si estas bien”
10:31 “ ¿vas a venir?”
10 36 “bueno, no importa. Bnas noches.
10 41 “ lo siento.. perdóname. ven”
10: 42 “ quiero verte, ven por favor”
10: 44 “estás en tu casa?”
10: 45 “ Eres el rubio más lindo que he visto n mi vida”
11:22 “NO VAS A PRENDER TU TELEFONO?
11:35 ok. Estas enojado. Te veo mañana
11:40 t dije k eras una diva. estas actuando como tal.
12:18 te echo de menos, me haces falta niño.
1:39 te ves demasiado lindo. T quiero comer entero.
01:45 “no puedo dormir, te necesito”
01:59 Giovanni, ¿estas despierto?
No, no iba a volver a llorar. Apreté el teléfono contra mi pecho y quise salir corriendo a verlo pero obviamente no estaba en su departamento a esta hora. Me lave la cara con agua muy fría y decidí que podía esperar hasta la noche. Tal vez si era un poco diva, después de todo. No acompañé a Pablo cuando se fue al café en la tarde y a las 6 ya estaba en clases, algo distraído, esperando las 10 de la noche.
Las clases terminaron por fin y salí muy de prisa hacia la calle. Ahí mismo, frente a la puerta principal estaba mi Francisco. El corazón olvido uno de sus latidos y me quede mirándolo sin creerlo, sólo para comprobar que no era un sueño. Varios compañeros pasaron entre nosotros, se despedían de mi o se hacían bromas. Me puse a su lado y tuve que recordar no besarlo ni tomar su mano.
– ¿Viniste a buscarme?
– Si – empezamos a caminar. No dijimos nada pero ambos sabíamos que íbamos a su departamento.
– ¿Y tu trabajo? – se encogió de hombros
– Salí antes
Caminamos el resto del trayecto en silencio. Eran sólo 6 cuadras de distancia pero se me hicieron eternas. Evitábamos mirarnos pero sé que ambos estábamos deseosos de tocarnos. Al entrar al edificio tomamos el ascensor aún sin tocarnos a pesar de estar solos. Abrió la puerta del departamento y me dejó pasar primero. Luego cerró la puerta me tomó muy fuerte de los brazos y me empujó contra la pared al tiempo que su boca ya estaba sobre la mía, mezcla de deseo y rabia. Sus manos bajaban y subían por mis costados buscando quitarme la ropa.
– Te portaste como un idiota – le dije empujándolo con fuerzas
– Y tu como una diva
Volvió a acercarse y sus manos acariciaban lentamente mis brazos. Los levanté, enojado aún, para volver a empujarlo pero él fue más rápido y me sujeto firme contra la pared mientras su boca buscaba la mía.
– ¿Quieres jugar niño? Soy más fuerte que tu – me besaba con violencia, su rodilla presionaba contra mis genitales y podía sentir su erección.
– No.. sólo quiero que no te vuelvas a comportar así – dije con la poca resistencia que me quedaba
– Perdón…, perdón.. eres precioso, te ves precioso… no quiero que nadie te mire o te hable…- me reía despacio –si, estoy celoso, ¿contento? – admitió finalmente
Los besos y caricias se habían transformado en violentos, no me soltaba los brazos y me mordía produciendo una mezcla de dolor y placer. Con fuerza logre soltarme y le respondí de igual manera. Tiré de su pelo, lo besé y chupé su labio hasta que gimió de dolor, devolví sus mordiscos pero solo logré excitarme aún más. En pocos minutos las ropas ya no estaban sobre nuestros cuerpos. Caímos enredados sobre el sofá sin dejar de buscarnos. Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío y me deje envolver por su calor y su fuerza, totalmente entregado. Lo abracé alzando mis piernas y ambos miembros se rozaron. Alargué mis brazos y con mis manos los envolví juntos, frotándolos al mismo tiempo. Cerré los ojos dispuesto solamente a sentir. Supuse que el paraíso debía sentirse de esta manera. Mi boca abierta, jadeando, solo recordaba respirar. Continuamos excitándonos durante un rato tocándonos, mordiéndonos y besándonos hasta que la violencia fue cediendo dejando paso a la pasión. De pronto Francisco se levanto y fue hasta su dormitorio, lo escuché buscar algo y volver. Se sentó en el sofá y me indico que me sentara sobre él. No dejaba de mirarme, había algo diferente en su mirada. Sus manos acariciaban mis nalgas fuertemente. Una de sus manos viajó hasta mi boca, pasó sus dedos por mi labio inferior, lo atrape y lo chupé. Retuve su mano entera con las mías y pasé mi lengua por cada uno de sus dedos, envolviéndolos y tirando de ellos. Retiró su mano y volvió a mis nalgas, uno de sus dedos comenzó a moverse hacia mi ano y entonces comprendí que me estaban diciendo sus ojos.
– Si, por favor – susurré en su oído mientras lo mordía y tironeaba, logrando hacerlo gemir. Sus manos se movieron hacia lo que había traído. Abrió un pequeño tubo con un liquido trasparente
– Voy a hacértelo bien mi niño, pero te va a doler – dijo mientras me acariciaba
– No importa – dije al tiempo que me abrazaba a él y quedaba totalmente expuesto a lo que quisiera hacer.
Untó sus dedos con el líquido y al tiempo que me besaba, introdujo muy despacio un dedo en mi ano. La mezcla de dolor y placer era exquisita, gemí dentro de su boca. Francisco movió su dedo dentro de mi empujando. Podía sentir su excitación al máximo. Me eché hacia atrás pidiendo más. Un segundo dedo comenzó a introducirse. El dolor fue más intenso. Me buscó la boca para acallar mis gemidos. Sus dedos estuvieron quietos unos instantes para darme tiempo a acostumbrarme y luego comenzaron a empujar. Se movían con facilidad dentro de mí.
– ¿Esta bien? – me susurró al oído con la voz ronca. Asentí con la cabeza y un sonido de afirmación. No confiaba en mi propia voz. Su otra mano subió por mi espalda y me sujetó firme al mismo tiempo que un tercer dedo se abría paso dentro de mi.
– Aguanta niño,… aguanta un poco – Con sus tres dedos dentro mío no podía moverme sin sentir dolor. Mi respiración era entrecortada. Me besaba sin detenerse, creo que para distraerme del dolor. Sus dedos no se movían, esperando –relájate, te va a doler menos si estas relajado – me dijo dentro de mi boca. Lo intenté y al cabo de un rato el dolor fue cediendo.
– Estoy bien
– Solo dime cuando quieras que me detenga
No quería que se detuviera. Me dolía pero me gustaba aún más por lo mismo. Sus dedos empujaron…, dolor, placer, dolor… mas placer. De pronto sus dedos tocaron algo dentro de mi provocándome la mas exquisita sensación de placer. Me estremecí entero, jadeaba, gemía, me sentí mareado. Me abrazó aún más fuerte
– ¿Es ese tu punto de placer niño? – Francisco sabía, se había dado cuenta de mi reacción.
Por primera vez nos miramos desde que habíamos empezado.
No sabía…, juro que no sabía que existiera algo tan intenso en este mundo como lo que sentí en ese momento
– Soy tuyo, soy todo tuyo – le dije entre gemidos sintiendo que perdía toda voluntad y que mi vida era suya.
– Eres mío – selló mi boca con la suya. Despacio retiro sus dedos. Tomo un sobrecito, sacó un protector, lo puso alrededor de su pene y luego se unto con el lubricante. Yo lo miraba hipnotizado. Sabía lo que venía y me preparé. Me tomo la cara con una de sus manos y me pregunto con la mirada. Asentí moviendo la cabeza. Me aferré a él un poco asustado y cerré fuertemente los ojos. Nada de este mundo me habría hecho moverme de donde me encontraba en ese momento. Su pene se deslizó suavemente dentro de mi. Esta vez el gemido fue sólo de dolor y mi cuerpo se puso tenso entero. Se detuvo.
– No, no pares – le pedí.
Abrí mis ojos y un par de lágrimas corrieron por mis mejillas.. no sé si eran de dolor o placer o ambas cosas al mismo tiempo. Me besó los ojos y continuó empujando. El cielo y el infierno juntos dentro de mi recto.
– Niño, mi niño – murmuraba mientras me besaba. – solo dime y me detengo
Moví la cabeza negando. No quería que se detuviera. Estaba completamente dentro de mi. Se movió muy lentamente enviando ondas de dolor. Creo que no habría podido detenerse aunque se lo hubiera pedido. Su pene volvió a rozar ese punto sensible dentro de mi, no una sino varias veces. Su mano se aferró a mi sexo y se movía al mismo ritmo que él dentro mío. Creí que moría envuelto en una nube de placer y exquisito dolor. Sentí en mi estomago el liquido caliente que eyaculé yo mismo. Francisco acabó un par de minutos después. Retiró su pene despacio y nos abrazamos apretados, el silencio solo roto por los fuertes jadeos de ambos que intentábamos tranquilizarnos.
– ¿Te hice daño? –
Negué con la cabeza. Estaba seguro de no poder hablar sin llorar como un mocoso. Las emociones que me embargaban eran tantas y tan fuertes. Nos quedamos abrazados.
Pasados unos minutos Francisco me movió con cuidado y se levantó. Sentí que corría el agua en el baño. Estaba demasiado adolorido para mirar que hacía o intentar levantarme. Entonces volvió y sin decirme nada, me levanto en sus brazos con cuidado y me llevó hasta el baño. Me dejó en la tina que se estaba llenando de agua tibia y con una esponja comenzó a recorrer mi cuerpo. Me dejé lavar como a un niño y ya no contuve más mis lágrimas.
Capítulo 10
La sensación de dolor me duró varios días pero intenté no prestarle mucha atención y continuar con la vida normal, aunque tenía claro que mi vida ya no tenía nada de normal. Giraba en torno a las horas que vivía con Francisco. Pablo me preguntó varias veces en que estaba metido y no supe que contestarle. ¿Cómo le explicas a tu amigo que tienes una pareja que es hombre y que te vuelve loco?.
Después de esta nueva experiencia, la rutina que habíamos mantenido durante el mes anterior desapareció y cada día Francisco me sorprendía con algo nuevo. Aunque nunca lo expresaba con palabras, me daba muestras de cariño en las cosas que preparaba, en la manera de acariciarme, mirarme y consentirme. A veces, mientras estudiábamos, se quedaba absorto mirándome y me repetía lo lindo que soy… creo que a veces estaba pensando en su hermano y en lo mucho que lo echaba de menos. No volvió a penetrarme, me estaba dando tiempo a recuperarme aunque se lo pedía insistentemente, de sólo recordar la sensación de tenerlo dentro mío, me excitaba por completo. Supongo que él también lo quería repetir. Mientras tanto, cada día aprendía junto a él nuevas formas de satisfacernos. Pasaba casi todas las noches con él. Sonreía todo el día y mi nivel de energía estaba por las nubes.
Hacia principios de Noviembre mi mamá llego a casa con mis notas en la mano y una sonrisa en la cara
– Dile que quiero conocerlo – me dijo
– Mamá…no va a querer venir –
– Lo espero a almorzar el domingo y más le vale que venga –
– No sé si puede… a veces trabaja los domingos también –
No estaba seguro de si esto era una buena idea. Nunca había conversado el tema con él aparte de contarle que mi mamá ya sabía de su existencia pero sin una clara identificación. ¿y mi hermana? ¿Acaso mi mamá se había olvidado de ella?.
– Mamá, ¿y la Gianna? – la seguí hasta la cocina
– ¿Qué hay conmigo? – pregunto ella desde dentro de la cocina. No me había dado cuenta que estaba ahí
– Nada – respondí inmediatamente, algo asustado.
Mi hermana era cinco años mayor que yo. No éramos amigos cercanos ni compartíamos muchos intereses en común pero le tenía un profundo cariño. Ella era todo lo buena hija que yo no podía ser y a veces también era un poco mi segunda mamá.
– ¿Es algo sobre tu novio? – preguntó levantando la vista del libro que estaba leyendo. ¡Claro! Era de suponer que también ella ya lo sabía. No dije nada.
– Va a venir el domingo a almorzar – le aclaró mi mamaá mientras le pasaba la hoja con mis notas.
– Ya estaba bueno que diera la cara… me muero de ganas de conocerlo
Y así sin más el tema quedo zanjado. Mi mamá y mi hermana querían conocerlo.
Esa noche, después de clases, toque la puerta del departamento y me abrió al instante. Como casi todos los días estaba recién duchado y a medio vestir. Su cuerpo era tan hermoso, tan de hombre, sin ningún gesto o detalle que revelara su verdadera naturaleza. Me colgué de sus hombros y lo bese intensamente mientras le quitaba la camisa que no había alcanzado a abotonar.
– ¿Tienes hambre?
– Si… de ti – conteste mientras mis manos buscaban abrir el broche del jeans.
En solo unos segundos resbalé mis manos hasta envolver su miembro que comenzó a reaccionar de inmediato. Yo? Ni hablar. Antes de tocar la puerta del departamento ya estaba excitado.
– ¿Ahora ya? – pregunto sonriendo mientras el pantalón resbalaba por sus piernas
– En este mismo instante – Mis ropas ya estaban a medio camino al suelo
Quedamos de pie en el centro de la sala, ambos desnudos mientras nuestras manos se movían lentamente tocándonos. Había aprendido algunas cosas que le gustaban, tome una de sus hermosas manos y chupé uno a uno sus dedos, sus orejas eran un punto particularmente sensible, las bese, lamí y mordisquee suavemente, sabía que mis gemidos lo excitaban y ya no me reprimía. Francisco se movió hacia abajo y muy pronto me tuvo atrapado en su boca.
– Francisco…, quiero….
– Que niño…, dime qué quieres
– Te quiero dentro mío
Solo un ronco gemido fue su respuesta. Se perdió un momento y lo escuché abrir el cajón de la mesita de noche. Me apoyé contra una cajonera y doble mi cuerpo hacia delante derribando todo lo que descansaba sobre ella. Cerré los ojos y me deje llevar. Francisco se paro detrás. Escuchaba su respiración irregular y agitada. Un primer dedo bañado en lubricante se abrió camino fácilmente dentro de mi, seguido luego por otros dos. Sentí el pinchazo del dolor pero me callé. Esta vez no hubo ni abrazos ni caricias. Yo estaba doblado ofreciéndome mientras él me tomaba por detrás. Luego de unos minutos mi hombre me penetró lentamente primero y luego comenzó a empujar con más fuerza. La sensación esta vez era más que nada de placer. Tomé mi pene con una de mis propias manos y me masturbé. Francisco unió su mano a la mía. Por supuesto, al cabo de pocos minutos yo era un manojo de sensaciones extremas, eyaculé sin poder dejar de gemir. Francisco empujo un par de veces más y cayo agotado sobre mi espalda. Solo entonces me di cuenta que no había usado un protector y su semen caliente me inundo el recto y comenzaba a correr por mis piernas. Piel contra piel. Hizo el intento de salir pero proteste sujetándolo y nos quedamos así unos instantes más. Busque sus ojos
– Te amo – dije seguro
– Niño– me apretó contra su piel
Capítulo 11 – Familia
– Mi mamá y mi hermana quieren conocerte
Estábamos en el cuarto apenas iluminado por las luces exteriores, Francisco me abrazaba por detrás y sus dedos jugaban a recorrer mi cuerpo desnudo. Se detuvo hasta su respiración y por varios segundos no dijo nada
– No tienes que ir si no quieres – le ofrecí una salida – no es nada importante
– ¿Es en serio? – su voz no tenía una gota de humor
– Te invitaron a almorzar el domingo pero no…
– ¿El domingo? , creo que podría – dijo dudando
– Sólo si quieres
– Diles que gracias
– Gracias que ¿si o no?
– Si, diles que si voy, quiero conocerlas también
Fue mi turno de sorprenderme entonces. Nunca creí que quisiera ir aunque deseaba que fuera.
El domingo llegó más rápido de lo esperado. Había pasado la noche con él y cerca del mediodía nos dirigimos hacia mi casa… en realidad comenzaba a dudar cual de los dos lugares era ahora mi casa. Caminábamos separados. Guarde las manos en los bolsillos para evitar la tentación de tocarlo, estaba tan acostumbrado a tocarlo en la intimidad que me parecía natural hacerlo en cualquier parte. Francisco se dio cuenta y sonrió. Creo que podía leerme como a un libro abierto pero no me molestaba. Cuando nos acercábamos lo noté algo intranquilo por primera vez.
Ellas nos esperaban desde hace rato.
– Mamá, el es Francisco, mi…, mi pareja – tartamudee al presentarlo – y ella es Gianna
Se saludaron cortésmente pero la situación era algo tensa. Entre ambas habían puesto una bonita mesa para almorzar en el patio trasero. Nuestra casa no era muy grande pero teníamos un patio espectacular. Fue mi hermana, quien al cabo de un rato de tensión, nos hizo reír
– Bueno Francisco, es una pérdida para la mujeres pero me alegro que sea una ganancia para mi hermano; eres muy buenmozo
Sentí ganas de abrazarla sin embargo hice lo contrario. Alcance la mano de Francisco con la mía y la tomé, estampándole un beso
– Lo sé – dije, causando la sonrisa de todos ellos.
Desde ese momento en adelante, tanto él como yo nos sentimos en libertad de actuar en forma natural frente a ellas. Mi mamá quiso saber acerca de la vida de Francisco y a él no pareció importarle contestar sus preguntas aunque no explicó nada acerca de su verdadera familia. Con Gianna congeniaron de forma especial ya que a mi hermana también le interesaba y le entretenía el cine. Conversaron largo rato sobre el tema y creo que a los dos les resulto entretenido. Ambas parecieron aceptarlo sin problemas y el almuerzo resultó bastante más tranquilo y relajado de lo esperado. Me sentía rebosante de alegría. Sentí que por fin estaba en paz con mi familia, con la vida y lo más importante, conmigo mismo.
Después del almorzar, lo lleve a mi dormitorio. No tenía intenciones de hacer nada con él allí, pero quería mostrarle donde estaba yo cuando no estaba con él. Recorrió lentamente todos los espacios de mi habitación, aunque no eran muchos. Se sorprendió al ver la cantidad de ropa almacenada desordenadamente en mi closet.
– Insisto, eres una diva
Fue todo su comentario al respecto.
Mi computador y el video juego llamaron especialmente su atención. Nunca pensé que él extrañara ese tipo de cosas. Seguramente debía haberlas tenido cuando estaba con su familia pero acá, no tenía nada de eso y no creo que quisiera gastar dinero en comprar ninguna. En realidad Francisco rara vez gastaba dinero en algo extra o fuera de lo necesario pero tampoco parecía importarle. Estuvimos jugando video juegos una buena parte de la tarde.
Francisco se despidió al comenzar a caer la tarde. Mi mamá lo abrazó con cariño al igual que mi hermana.
– Ahora sé con quién esta y estoy más tranquila – le dijo mi mamá – pareces de los chicos buenos
Abrace y bese mil veces a mi mamá y me fui con él de vuelta a su departamento. Ahora si que tuve que hacer un esfuerzo grande para no tomar su mano o abrazarlo. Me sentía feliz y esa noche me encargué de hacerle saber lo feliz y en paz que estaba con la vida.
Almorzar con mi familia los domingos se volvió casi una rutina. Francisco y Gianna se sentaban después de almuerzo a mirar una película y discutían todos los detalles de la misma. Mi mamá averiguo cuales eran los platos favoritos de Francisco y se los preparaba cada vez. Francisco tenía pequeños detalles especiales con ambas; a veces les llevaba flores o chocolates y otras veces se ofrecía para solucionar cualquier problema de orden domestico que hubiera en mi casa, desde cambiar las ampolletas hasta reparar un circuito eléctrico que había fallado. Fue así como de a poco descubrí cosas de Francisco que no sabía, por ejemplo, que había estudiado ingeniería eléctrica dos años pero no le gustó, que hablaba Inglés perfectamente y entendía las películas sin necesidad de subtítulos, que era casi un experto en el computador y se manejaba sin problemas viajando por Internet, que había viajado por varios países junto a sus padres, que le gustaban la literatura clásica, las obras de teatro y que podía pasar toda una tarde de domingo sentado bajo el castaño del patio leyéndolas en mi PC mientras yo dormitaba a su lado y en otras ocasiones se encerraba en la cocina con mi mamá y cocinaban juntos compartiendo recetas como si se hubiesen conocido de toda la vida.
Las clases terminaron y aprobé todos mis ramos para alegría de mi familia, Francisco y en especial mía. La navidad se acercaba rápido y yo había conseguido un trabajo temporal un una tienda de la ciudad. Era primera vez en mi vida que conseguía un trabajo y aunque no era nada complicado, me sentía a gusto entre las personas. Tal vez este año deba recordarlo como el año de las primeras cosas en mi vida… me habían sucedido cosas importantísimas por primera vez.
La noche del 24 de Diciembre la pasamos con mi mama y Gianna. Cenamos juntos, intercambiamos regalos y cariño. En algún momento de la noche, mientras los observaba conversar y reír, le agradecí a Dios por la vida que tenía, hice las paces con Él, ya no estaba en guerra sino agradecido. Francisco estaba triste aunque trataba de no demostrarlo. Me dolía el corazón al ver la pena en sus ojos grandes y pensaba en su hermano, en sus padres, en la otra vida que tenía antes de esta. Quería aliviar el peso de su alma pero solo podía abrazarlo y compartir su pena.
Esa noche, mi mamá nos dijo que era muy tarde para irnos y que mejor nos quedáramos a dormir en la casa. Él no quería, se sentía incómodo, pero aceptó para complacerme. No puedo explicar con palabras los sentimientos que tuve al ver a Francisco en mi propia cama, la de siempre, bajo el mismo techo que mi familia.
– Tengo algo para ti – dije mientras le entregaba un paquete de regalo.
Lo abrió con curiosidad. Había gastado casi todo lo que había ganado en comprarle una cadena con un corazón de oro. No era muy grande pero era bonita y estaba grabada con sus iniciales y las mías. La colgué en su cuello.
– También tengo algo para ti
Fue hasta sus jeans y sacó un pequeño paquete del bolsillo. En verdad no esperaba nada pues sabía que él casi nunca gastaba dinero. Era una pulsera de plata, de eslabones gruesos, bonita. De un eslabón colgaba una copia de la llave de su departamento. Nos dormimos desnudos, abrazados.
Capitulo 12
El día siguiente era feriado. El verano recién había comenzado y el día estaba soleado y caluroso. Los cuatro nos fuimos de paseo a un río cercano a pasar el día. Había muchas personas aprovechando el río ese día. Descubrí otra cosa nueva sobre Francisco, nadaba perfecto y se sentía muy cómodo en el agua. Su mamá lo había obligado a asistir entre otras cosas a clases de natación desde pequeño. ¿Cuántos secretos más tienes? me pregunté mientras lo miraba y dormitábamos bajo el sol de la tarde, con el ruido del agua de música de fondo.
Gianna se encontró con algunas amigas y nos presentó como su hermano y un amigo. Yo las odié desde el momento en que comenzaron a mirar a Francisco, aunque una de ellas me miraba a mi. Dos de ellas le coqueteaban descaradamente y él se dejaba. Me alejé molesto y observé que mi mamá había captado la situación de una sola mirada y no podía evitar la risa
– No es gracioso – dije acercándome
– Hijo, es un joven atractivo, siempre va a haber chicas interesadas
– Son unas frescas
– A ti también te miran mucho las chicas
– Yo no les hago caso, no me entretengo con ellas
– Él tiene ojos solo para ti
Con esas últimas palabras me tranquilicé algo, pero me seguía molestando verlo entre medio de las amigas de mi hermana mientras ellas le coqueteaban. Su mirada se cruzó con la mía y entonces me di cuenta que lo estaba disfrutando, le gustaba ser el centro de atención y la causa de interés para esas chicas. Me pregunté por primera vez si alguna vez había tenido una relación con una mujer.
Al atardecer volvimos a la ciudad y nos separamos de mi mamá y Gianna antes de llegar a la casa. Nos dirigimos al departamento cuando ya estaba casi anocheciendo. El recuerdo de lo que había pasado me daba vueltas en la cabeza y no podía evitar sentirme molesto y … ¿celoso? ¡Mierda! Si estaba celoso. Celoso de cualquiera que captara la atención de Francisco.
Entramos al departamento y sin decir nada me dirigí a tomar una ducha. Al salir del baño, Francisco miraba una película en la tele y me fui al dormitorio. No prendí las luces y me senté frente a la ventana a mirar las luces de la ciudad. Esa noche se veían particularmente bonitas debido a las luces de navidad en muchas casas. Pensé en las cosas que me habían sucedido en los últimos 4 meses, en las dos mujeres de mi familia, en él, en mis amigos, en las chicas que coqueteaban con él, su familia… creo que la emociones me ganaron en ese momento. Despacio lloré de alegría, de agradecimiento, de pena, de felicidad, de celos… mientras mi vista se perdía en las luces.
No lo escuché entrar pero supe que estaba a mi lado antes de verlo. No me volví hacia él. No quería que me viera llorar aunque ya se había dado cuenta.
– La navidad es triste – me dijo con pena en su voz también
– No sé por qué lloro – Me abrazó sin decir nada. Entonces me di cuenta que él también comenzaba a llorar.
– Yo si se – nuevamente el recuerdo de su familia me vino a la memoria – nunca había pasado una navidad sin ellos
Lo abracé yo también. Despacio comencé a besarlo. Quería hacerle olvidar la tristeza.
– No sé cómo están… mi hermano, mi mamá
Pensé que tal vez debería llamarlos e intentar conversar con su mamá pero no dije nada. El tema estaba prohibido además me asustaba mucho una posible reconciliación. Eso seguramente significaba perder a Francisco, significaba que el se iba y volvía con su familia. Sentí que lo estaba traicionando en mi mente. De a poco nos fuimos tranquilizando y permanecimos abrazados fuertemente. De pronto tomó mi cara
– ¿Y por qué estas triste tu? – preguntó entre enojado y divertido. Me encogí de hombros.
– No sé, por todo… estoy feliz y triste a la vez
– Niño, es la navidad, a muchas personas la emoción de las fechas los pone así
– Yo no soy muchas personas – había logrado molestarme por nada y lo empujé alejándome
– ¡Ya apareció la diva! – dijo estirando la mano para alcanzarme. La rabia contenida de la tarde se apodero de mi
– ¡No vuelvas a llamarme de esa manera! – le grité molesto, quitando sus manos de mi. No me hizo caso y me volvió a sujetar
– Giovanni, ¿qué pasa? – ya no se reía
– Nada
Me escabullí de sus brazos y me fui a buscar mi ropa pues aún permanecía vestido sólo con una toalla en la cintura. Me sentía vulnerable, sensible, molesto, una chispita bastaría para hacerme estallar en ese momento. Comencé a vestirme.
– No – estaba a mi lado, tiro al suelo la ropa y me besó – no – repitió.
Traté de soltarme pero me besó de forma tan intensa que ya no pude moverme
– Dime qué te pasa – pidió despacio
– Nada
Volví a negar pero ya no me escapaba.
– ¿Nada? – repitió mientras sonreía.
Su sonrisa solo logro aumentar mi molestia. Quise moverme. Me quitó la toalla. Sus manos me sujetaban firmes.
– No significan nada – ambos sabíamos de que estaba hablando – nadie significa nada más que tu niño, tu eres el único que me importa – Se paseaba por mis nalgas, mi espalda, mi pecho… sus manos volaban como aleteos de mariposa. Me empujó hasta la cama. Quede tendido sobre la cama mientras él, completamente vestido, me besaba y tocaba. Se puso sobre mí, tomó mis manos y las ubicó sobre mi cabeza.
– No te muevas – me dijo serio.
Me estaba volviendo loco. Se paseaba por todo mi cuerpo, me miraba detenidamente, me tocaba entero pero no se quedaba en ninguna parte. Su boca rozaba mi pene erecto pero no se decidía. Arquee mi espalda, levantando mis caderas
– Francisco… – estaba pidiéndole. Se acercó a mi oreja, su lengua paso por mi cuello, húmeda y caliente
– Te dije que no te muevas
Volvió a besarme, mientras sus manos seguían pasando rápidas por todo mi cuerpo dejándome con las ganas de una caricia intensa. Me callé un rato pero no me aguante
– Francisco… – alcé una de mis manos para acariciarlo pero inmediatamente fue devuelta a su lugar
– Niño, no vuelvas a moverte
¿Que clase de tortura era esta? Sentí que me desesperaba, que si no me tocaba él, urgentemente necesitaba tocarme yo mismo.
– Francisco.. ya basta
– Es tu castigo – su voz sonaba excitada también
– ¿Por qué?
– Por celoso, por diva, por excitarme de esta manera… no te muevas dije
Volví a dejar mis manos quietas. Este juego era una tortura dolorosa
-¿Cuanto rato más?
Pregunté comenzando a jadear. Mi pene estaba comenzando a dolerme. Con una lentitud infernal e intencional y sin quitar sus ojos de los míos comenzó a quitarse la camisa y luego el pantalón y los boxers rozándome cada vez. Abrió el cajón y yo ya sabía lo que eso significaba. Sus manos bajaron hasta mis rodillas, las separó y alzó una de ellas dejándola sobre su hombro. Sus dedos pasaban peligrosamente cerca de mi ano, de mi pene, por todas partes dejándome ansioso, adolorido y exaltado. No podía evitar gemir. Finalmente destapó el maldito frasco de lubricante y lo esparció en sus manos y en su miembro. Sentí sus dedos acercarse lentamente y abrirse camino hacia mi interior… por fin.
– Giovanni – dos de sus dedos estaban ya dentro mío… se acercó hasta quedar a la altura de mis ojos
– nunca más vuelvas a sentir celos
Otro dedo mas calmaba mi dolor. Alcé mis manos y por fin lo toqué. Así, en esa extraña posición, me sentía vulnerable, completamente abierto, esperándolo, deseándolo a morir. Sus dedos ensanchaban el camino, preparándome para él.
– ¿Escuchaste lo que te dije? – lo había escuchado claramente. Asentí con la cabeza – dímelo – pidió – quiero escucharte decirlo
– No… no voy a sentir celos nunca más
Me costaba hilvanar una frase coherente, era un manojo de emociones y sensaciones, quitó sus dedos y la punta de su pene me rozo
– ¿Sabes por qué niño?
Me hablaba, me miraba, al mismo tiempo que su miembro comenzaba a introducirse en mi causándome sólo placer esta vez
– ¿Por qué? – gemí
– Porque por primera vez en mi vida estoy enamorado…, de ti …, te amo niño
Se hundió completamente en mi. De seguro hoy era el día de los llorones por que nuevamente las lágrimas rodaban por mi cara. Sus manos buscaron mi pene y su boca buscó la mía. Bastaron sólo unos minutos para llegar al clímax. Sentí correr el liquido caliente sobre mi estomago y un momento después Francisco me lleno aún más con su semen. Hoy no me cabía nada más en el cuerpo. Me sentía completamente lleno.
– También te amo
Lo abrace tratando de contener mis emociones y fallando completamente. Me quede pegado a él.
El verano fue caluroso en todos los aspectos, dulce y entretenido. Fuimos muchas veces al río, pasamos tardes bajo los árboles del patio de mi casa y en las noches, nos dormimos abrazados y pegados a pesar del calor. Francisco no tuvo vacaciones pero se consiguió algunos días libres o cambios de turnos que aprovechamos para salir. Con la llave del departamento en mi poder, me sentía libre de entrar y salir, lo esperaba cuando llegaba y me hacía cargo de la organización de nuestra morada.
Terminó demasiado rápido y ya en marzo nuevamente empezaba otro año de clases. Me encontré con Pablo y todos mis otros compañeros, los había extrañado pero a la vez me sentí diferente, ¿más maduro?, más tranquilo, mas responsable. No sé que cambios habían operado en mi, pero claramente yo estaba diferente. Por primera vez desee no haber repetido cursos, haber estudiado más.
Volvimos a la rutina de estudiar juntos en las noches. Yo sabía que él llegaba cansado y le agradecía su esfuerzo. Cuando tenía flojera y “me portaba como diva”, según su opinión, Francisco me amenazaba con algún tipo de tortura sexual lo que generalmente derivaba en un súbito interés por el estudio de mi parte, aunque otras veces, la curiosidad me ganaba y no hacía caso solo para saber con que tortura me iba a castigar. Fue así que descubrí que él podía ser muy terco y obstinado cuando algo se le ponía en la mente. Durante los exámenes de Mayo tenía que aprenderme una materia especialmente aburrida. Cuando llegamos a ese punto le dije que no pensaba estudiarla, que no importaba la nota. Me sermoneó respecto de la importancia de aprender y prepararse para la vida. Le conteste que estaba cansado. Entonces decidió torturarme con indiferencia y abstinencia hasta que yo me aprendiera esos malditos capítulos. Pasó varios días sin tocarme y no me dejó tocarlo tampoco, seguíamos durmiendo juntos pero cada vez que intentaba tocarlo, sujetaba mis manos.
-¿Ya te lo aprendiste?
Peleamos, hice varias de mis mejores rabietas de “diva”. Me sentía casi enfermo estando a su lado sin tocarlo y sin que me acariciara. Al octavo día, me tragué el orgullo y la rabia, me senté a estudiar mientras estaba solo en el departamento. Me demoré una mañana en aprender los temas. Cuando llegué en la noche, abrí la bendita puerta y me abalancé sobre él quitándole la ropa antes que protestara
– Ya me lo aprendí – grite con rabia y desesperación
– Que bueno, … ya no aguantaba más
Reconoció correspondiendo a mi violencia, tironeando de mi ropa también. Hicimos el amor con desesperación en el piso de la sala.
– No vuelvas a hacerme esto– le pedí después – no puedo estar sin ti
– Bueno, estudia entonces – me dijo en voz baja. Nunca más dejé una materia sin estudiar, que él supiera al menos.