Capitulo 18
Sus hermosos ojos verdes se cerraron y su cuerpo pequeño se convirtió en lana, entre las manos de Santiago. Lo tenía tan cerca que alcanzó a sujetarlo… El corazón de Santiago latía fuera de control mientras llamaba el nombre de su pequeño niño-esclavo una y otra vez… sin respuesta. Muchas veces antes, algún esclavo se había desmayado de fatiga, cansancio o abuso… pero la angustia que le producía ver a Matías así no se comparaba con nada.
Depositó su pequeño cuerpo en la cama y extrajo rápidamente las agujas, con maestría en el tema. Apenas unas marcas pequeñas, de un rosa oscuro, sobre la piel de Mati. Estaba caliente el chico… acalorado… ¿fiebre?. Refrescó su piel con una tela empapada en agua fresca… Mati apenas reaccionaba… de pronto empezó a temblar sin control de su cuerpo. Lo había visto otras veces… los chicos enfermaban de estrés y cansancio… se les quitaba luego de unas horas de reposo… Si… con cualquier otro se aguantaría… esperaría tranquilo… pero con Matías simplemente no podía… lo superaba el dolor de verlo sufriendo. Decidido, envolvió su cuerpo en una sábana húmeda y salió, con él en sus brazos, hacia la enfermería.
MATIAS.
Abrí los ojos y no reconocí nada de lo que veía. Era un lugar nuevo. Me asusté… ¿Dónde estaba?… ¿porque estaba aquí?… quise moverme pero no pude. Uno de mis brazos estaba sujeto a los fierros de la baranda de la cama… había una aguja en mi brazo por la cual pasaba un líquido trasparente… agujas… me faltaba el aire… respiraba rápido… nauseas en mi estómago… moví mi brazo tironeando con desesperación… agujas de nuevo… no…nooo.. Con mi mano libre tiré bruscamente de la manguera… sentí dolor al soltarse el parche adhesivo y salir la aguja que tenía en mi brazo… estaba llorando y gritando… agujas… había muchas agujas en mi cuerpo…
– Matías!!
La enfermera Celis entró rápidamente al lugar donde estaba
– ¿Qué te has hecho?… no debiste…
Intentó sujetarme pero a pesar de mi cuerpo débil y pequeño, gritaba, pataleaba y forcejeaba como un loco poseído… no quería que me tocara nadie… no más agujas…
-Santiago!!!- grité en voz alta llamándolo… solo quería estar con él… que viniera a buscarme… a rescatarme de todo esto… _ Santiagoooo!!! – entonces mi respiración se detuvo y el mundo también… recordé… las agujas… había sido él… Santiago era quien había puesto las agujas en mi…
– No.. noooo…
Mi llanto era desconsolado.. las fuerzas me abandonaron… no había nadie en el mundo que me protegiera a mi…
Un hombre entró a sujetarme… la enfermera Celis ponía una nueva aguja en mi otro brazo…
-Santiago… Santiago…
Lloraba en voz baja repitiendo su nombre una y otra vez… ya nada me importaba… el amo me había puesto agujas… me había dolido… el amo ya no me quería… el mundo se apago despacio… sentí que me hundía en un sueño profundo.
-. Mati?… Matías?-
Supe que era la voz de Santiago la que me traía de vuelta a la realidad. Abrí los ojos y noté que estaba a mi lado. Seguía en la misma habitación pero esta vez no tenía nada enterrado en mi cuerpo… revise cuidadosamente mis brazos. Rompí a llorar antes de mirarlo… había marcas en ellos… marcas de agujas… no me gustan las agujas… no podía controlarme… no quería mirarlo. Lo quería tanto… pero tenía miedo de él. Nunca me imaginé que podía ser malo conmigo.
-. Hola Mati- su voz era dulce y su mano me quitaba el pelo de la cara… me acariciaba –ya no llores- lo miré de una vez.
Quería gritarle y echarle en cara que me hubiera hecho eso… pero no hice nada… no podía hablar. Su rostro estaba preocupado pero intentaba sonreír… por primera vez desde que lo conociera no me alegró su presencia… mi cara permaneció imperturbable… ni siquiera recordé que debía responderle.
-. ¿Cómo te sientes?
Santiago tomó una de mis manos entre las suyas y se la llevó a los labios dejando un beso… sus ojos oscuros no se apartaban de los míos… mi mano quedó tocando su boca mientras él esperaba mi respuesta. En un movimiento muy lento y seguro, retiré mi mano resbalándola de entre las suyas… no quería que me tocara. Desvié mi vista hacia el otro lado de la cama.
-. ¿Matías?
La voz de Santiago era tanto de sorpresa como de molestia. Pasaron unos segundos en que no me moví ni le presté atención, pero entonces su mano tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo. Su rostro estaba diferente… enojado y triste a la vez… como si le pesara mi actitud. Me miró fijamente… profundizando en mis ojos, que se mantenían fríos y despojados de cualquier emoción.
– Pregunté ¿cómo te sientes?- repitió sin soltarme y apretando un tanto mi mandíbula entre sus dedos.
Dejé pasar unos segundos antes de reunir el valor para responder. El silencio entre los dos era tenso… ¿por qué me había hecho eso?… ¿no fui siempre un buen esclavo?… solo quería aprender a ser mejor… para él… para complacerlo…
-. Estoy bien- respondí con una voz carente de entonación… casi no la reconocí como mi propia voz… parecía la de una persona mayor.
Santiago me miró como si esperara algo más… entonces me acordé. No había usado la palabra “Amo” para terminar la frase… amo… ¿mi amo?… mis ojos se llenaron de lagrimas gruesas y calientes que no quería tener… apreté los labios y los ojos intentando retenerlas… estaba asustado y confundido… Por una vez quería mostrarme diferente ante él… pero fue imposible contenerlas. Mi amo me había enterrado agujas… ¿por qué a mí?… ¿Qué clase de crueldad era esa?… Santiago… recordé todo lo que sentía por él, la felicidad que era vivir a su lado… cuando me abrazaba y me enseñaba cosas… como nos habíamos reído juntos… y todo el cariño… todo eso se veía ahora empañado por el miedo que me daba y la desilusión que sentía. Las lágrimas comenzaron a aumentar y muy pronto estaba sollozando.
-. Está bien Mati… ya pasó… ya estás bien
Me abrazó cruzando sus brazos por mi espalda. Quise responder… abrazarlo también, necesitaba sentir un poco de cariño… consuelo… pero no de él… y no había nadie más… estaba solo… no pude más que respirar y llorar. La imagen de las agujas en mi cuerpo… de la máscara negra cubriendo mi rostro y la expresión de placer en el rostro de Santiago me impedían moverme… nunca me había sentido tan aislado y perdido en el mundo. Había estado tan feliz de encontrarlo y ser parte de su vida… todo había sido tan bueno al lado de él… pero ahora me hacía sentir miedo… no me quería de verdad.
– Ya estas mejor. Podemos volver a nuestro cuarto
Quitaba el cobertor de la cama. Me alzó para dejarme en el suelo y quitarme la extraña bata que me cubría. Lo dejaba hacer sin moverme ni protestar… mi único pensamiento era saber que iba a ser de mi de ahora en adelante… tendría que volver a estar con él… pero Santiago no era quien yo creía… y él era todo lo que había en mi mundo hasta ese momento. Cerré los ojos para evitar que siguieran cayendo más lágrimas y lo dejé vestirme con ropas blancas.
-. Estas listo Mati.
Besó mi frente y sin pensarlo, reaccioné violentamente retrocediendo. Santiago pareció no darse cuenta, preocupado como estaba, de que saliéramos pronto de allí. Tomó mi mano firmemente entre las suyas y tiró de mi. Lo seguí como un autómata. Comenzamos a caminar. Salimos de la zona de enfermería. El sol afuera se sintió muy bien. Después de mucho tiempo volvía a sentir frío aunque estaba en medio de un lugar tropical.
-. Estuviste durmiendo casi dos días enteros Mati. Me asustaste
¿Yo lo asusté?… ¿sabía él cómo estaba yo de asustado?.
Entramos a lo que hasta hace dos días atrás era para mí, el mejor lugar del mundo. El cuarto que compartíamos. Mi vista se clavó de inmediato en la camilla y me quedé paralizado… reviví el dolor, la máscara… las agujas. Estaba temblando de nuevo.
Santiago lo sintió. Se detuvo y me encerró en un nuevo abrazo.
-. Ya pasó Matías. Vamos a conversarlo, pero necesito que te calmes
Su voz era firme aunque cargada de comprensión y cariño. Me estaba dando una orden – Tus ojos,Mati- pidió suave pero firme… estábamos muy cerca. Sentía su aliento caliente y el calor de su cuerpo. Habría sido tan fácil abrazarlo y refugiarme en él como lo hacía antes.. pero ahora no podía… me daba miedo, me había dañado. No quería mirarlo… en mi primer acto de deliberada desobediencia no alcé mis ojos para mirarlo.
-. Tus ojos, Matías- repitió la orden con voz más dura.
No lo obedecí. Pensé en su enojo… pensé en un nuevo castigo… comencé a llorar nuevamente… quería morir… desaparecer para siempre.
SANTIAGO
La reacción de Matías fue absolutamente desproporcionada y me sumió en profunda inquietud. Nunca antes un esclavo me había hecho reaccionar de esta manera… angustiarme al punto de no querer salir de la enfermería por vigilar su sueño. Es que Matías es especial… el más dócil de los que me habían tocado alguna vez… su sonrisa, sus caritas… su piel… su olor tan suave y dulce… la manera en que me atiende y se esmera… es todo tan especial en mi niño-esclavo que merece más de mi atención. Lo había asustado y estaba preocupado.
Me pregunté muchas veces, mientras vigilaba su sueño, si sufría de belonefobia (*miedo irracional a las agujas). Recordaba otros chicos y sus miedos. Todo era tratable. Podíamos arreglar este problema. Solo necesitaba que volviera a estar bien… y pronto. Lo echaba mucho de menos.
La Sra. Celis me buscó en cuanto Matías despertó. Me contó lo que había hecho al quitarse la vía para el suero y como había tenido que darle un calmante para lograr tranquilizarlo. Me quedé acompañándolo hasta que volvió a despertar. Pedí que le quitaran todo de su cuerpo. No quería que se asustara nuevamente.
En cuanto despertó noté el cambio en sus ojos… rehuía mi mirada y la chispa de alegría había desaparecido. No hice ni dije nada… pero sentí una pena honda… ¿por qué Matías me afectaba de esta manera?… ¿cuando antes un esclavo me había causado pena o intranquilidad?…
Lo vestí rápidamente. Lo mejor sería retornar a nuestro ambiente habitual y conversar sobre lo ocurrido. Me pregunté si debería haberlo hecho antes tal vez… y me sorprendí de encontrarme preguntándomelo… Matias es mi esclavo… estoy a cargo de prepararlo para ser un producto vendible… negociable… ¿Cómo puedo estar pensando en consultar las cosas con él? Sacudí mi cabeza para ahuyentar los pensamientos que me preocupaban y tomando su mano firmemente abandonamos la enfermería. Hablaría con él en el dormitorio. Tendría que aprender y entender. Me repetí varias veces que era mi esclavo… y tenía que tratarlo como tal.
Justo después de cruzar la puerta del dormitorio sucedió el primer cambio importante. Antes, Matías siempre entraba dichoso de llegar al refugio fresco del cuarto y se despojaba rápidamente de su ropa dejándola ordenada donde le había enseñado… ahora parecía un animalito asustado que no respondía a ningún estímulo. No sé que sentí… una mezcla de rabia por ser desobedecido y a la vez mucha pena por su miedo… hice lo impensable. Bajé hasta la altura de sus ojos y lo protegí en un cariñoso abrazo… ansiaba volver a sentir su cariño, su cuerpo y su olor…
-. Ya pasó Matías. Vamos a conversarlo, pero necesito que te calmes
Estaba contraviniendo todo lo aprendido… ¿cómo iba a conversarlo con él??… diablos!!Matías es diferente, me volví a repetir… es el esclavo más dulce que ha pasado por mis manos… él merece que el explique porque quiero que entienda… me importa que entienda… Apreté su cuerpo tembloroso contra el mío… en verdad quería calmarlo.
-. Tus ojos Mati- le pedí… quería hablarle directo a sus ojos verdes… necesitaba volver a ver la tranquilidad en sus ojos… pero Matías no se movió. Volví a pedírselo con mayor fuerza
– Tus ojos Matías
No hubo respuesta. Esta vez entendí que no iba a hacerlo… Matías estaba desobedeciéndome a propósito… dolido, asustado y enojado conmigo. La mezcla de sentimientos que afloraron en ese momento fue muy complicada de entender… quise gritarle y enojarme al mismo tiempo que abrazarlo, besarlo y pedirle perdón… Me levanté de golpe y me alejé de él unos pasos… asustado de mis propios pensamientos… ¿Qué me estaba pasando?… ¿cómo iba a pedirle perdón a un esclavo? Matías permanecía inmóvil, sin mirarme, sin darse cuenta de lo que me sucedía… pero… ¿Qué era exactamente lo que me estaba pasando?... ni yo mismo lo sabía… solo tenía claro que necesitaba que volviera el Matías de siempre… necesitaba a ese niño. Muy bien. ¿Cómo iba a traerlo de vuelta? Era su amo. Necesitaba mantenerlo dominado y se me estaba comenzando a escapar de las manos… no podía perder el control.
-. Matías, esto no es un juego. Soy tu amo y debes obedecer
Mi voz era fría pero él seguía sin obedecer… no quería hacerlo.. no quería decirlo pero tenía que hacerlo…
– Voy a castigarte si desobedeces
La reacción fue instantánea. Su cuerpo se tensó, se giró hacia mí y sus ojos por fin me miraron. No encontré nada de lo que quería en ellos… solo miedo, rechazo y dolor… el mismo dolor que me hicieron sentir. Maldición!! Esto no estaba bien… Me acerqué a él… molesto, quería que todo volviera a ser como antes… y no me estaba resultando. Por primera vez estaba complicado con la forma de tratar a un esclavo… preguntándome que hacer… Lo tomé de sus hombros poniendo nuevamente mi rostro a su altura
-. No vuelvas a desobedecerme!!!- grité haciéndolo saltar y temblar.
¿No se daba cuenta que si lo hacía tendría que castigarlo necesariamente?? ¿por qué no lo entendía??… Nos quedamos mirando… hasta el punto en que ya no soporté ver lo que me decían sus ojos… no quería ver su miedo ni la desilusión…
-. Vete a descansar y no salgas de aquí- le dije muy encima de su rostro.
Matías no respondió. Cerré fuerte mis puños y salí de la habitación… No resistía estar cerca suyo y ver su indiferencia.
Comencé a caminar sin ningún rumbo fijo en particular… solo quería gastar la energía que sentía acumulada y calmarme. Mis pasos acelerados rápidamente me llevaron hasta la playa. Era hora de ordenar mis pensamientos y entender lo que me estaba pasando. Matías me importaba demasiado. Claramente eso no debía ser así… pero lo era. ¿Qué era lo que lo hacía diferente de los demás?… tenía que haber una explicación lógica de porque este niño en particular me interesaba así… a mi mente acudieron las imágenes de lo que habíamos compartido en todo este tiempo… su alegría, su sonrisa, su obediencia y confianza ciega en mi… era tanta la alegría que Mati causaba en mi corazón que me descubrí sonriendo al recordarlo… Matías era… él era… era… Maldición!! ¿Qué diablos era ese niño que me ponía así???…
Santiago caminaba por la playa sin percatarse del par de ojos dorados que lo vigilaban desde la terraza de las instalaciones. Adamir estaba comenzando a preguntarse. La Sra. Celis le había informado de lo sucedido con el esclavo de Santiago. Adamir supuso de inmediato que Santiago seguramente había estado jugando con sus agujas y le había dado un susto de muerte al esclavo. Pero su sonrisa perversa se transformó en preocupación cuando la Sra. Celis siguió hablando… Santiago no se había movido del lado del esclavo… vigiló su sueño durante horas. Y luego… el chico había llamado a Santiago por su nombre un par de veces. Adamir tenía un instinto especial para detectar los problemas y creía que Santiago se estaba metiendo en uno. Tal vez era el momento de buscar un nuevo producto para Santiago y dejar que alguien más se encargara de ese niño de ojos verdes.
Adamir vio como Santiago volvía de su caminata por la playa y decidió que era mejor atacar el problema de inmediato. Bajó las escaleras y lo esperó en el camino que debía cruzar.
Capítulo 19
ADAMIR Y SANTIAGO.
Santiago subía ágilmente las escaleras exteriores, entre las terrazas, que conectaban varios edificios desde la playa. Tenía algo de prisa por volver con Matías… su caminata en la playa le había ayudado a despejar su mente. Estaba listo para su dulce esclavo… hablaría con Matías.
– Santiago!-
Adamir estaba sentado en una de las terrazas. Comenzaba el ocaso. Era una hora especial del día… los colores de la playa y el mar invitaban a la intimidad..
– Hola
Era extraño encontrarlo desocupado. Detuvo su caminar y se acercó hasta él… su antiguo amo. Ahora su jefe y amigo.
– ¿Qué haces aquí?
– Te esperaba. Quiero hablar contigo
Lo miraba suavemente con los sus ojos dorados. Si había alguien a quien Adamir estimaba y consideraba, además de su hermano mayor, era a Santiago.
Tomó asiento a su lado, intrigado. Cuando Adamir necesitaba algo de él lo mandaba a llamar pero raramente lo buscaba de esta manera.
– Tú dirás
– Quiero saber cómo estas… hace días que no hablamos
Su relación era difícil de explicar… siempre eran cercanos, pasaban por diferentes etapas… a veces apenas conversaban durante algunas semanas y otras veces, se juntaban casi a diario. No había calificativo para el tipo de relación entre ellos, no podían compararla con ninguna otra que tuvieran o conocieran. Habían sido mucho más que amigos en el pasado. Por eso, Santiago se sentía cómodo a su lado y no le extrañó la pregunta de Adamir.
– Estoy bien-
– ¿Qué hacías caminando en la playa, entonces?
Lo conocía bien… demasiado bien.
– Pensaba… Necesito hacer algunos cambios con mi esclavo y analizaba cuales deberían ser
Le había quedado la costumbre del tiempo en que eran amo y sumiso. Santiago no podía mentirle a Adamir. No sabía cómo hacerlo, al amo no se le mentía jamás… le tenía mucha confianza.
– ¿Tienes problemas con tu esclavo?
Adamir sabía de esa confianza y nunca dudaba de sus respuestas.
Santiago se tomó un momento para responderle.
– No. No es un problema
Adamir se sorprendió de escucharlo… todo indicaba que si había algún tipo de problema… pero Santiago afirmaba que no. Quiso intentar por otra vía.
– ¿Las agujas? – preguntó.
Ambos sabían. En el pasado, las agujas se habían clavado en la piel de Santiago de la mano de Adamir…
– Si
No lo avergonzaba. Delante de Adamir no tenía vergüenza. Era muy abierto.
Adamir volvió sus ojos dorados sobre él… Santiago seguía siendo un hombre muy hermoso. Por un breve instante se distrajo de sus pensamientos contemplándolo y recordando.
– ¿Puedes controlarlo?
Santiago no dudo. Claro que podía controlar a Mati. Lo de hoy solo había sido un arrebato.
– Si. Perfectamente– sonrió. Se miraban… de manera especial.
– ¿Me avisaras si hay problemas?- una última alternativa – Puedo cambiarte a otro esclavo
Santiago lo escucho y sintió temor… ¿por qué le estaba ofreciendo esto?.. nunca antes lo había hecho… ¿dejarlo? No!! ¿Quién se encargaría de Mati entonces?…
– No – respondió demasiado rápido. Adamir también se dio cuenta de su rápida reacción… emocional. Santiago se tranquilizó- Puedo manejarlo
Se contemplaron en silencio. Adamir pensó que debería averiguar un poco más… no estaba totalmente convencido, había visto algo especial en los ojos de Santiago al ofrecerle cambiar su esclavo… pero sería comenzar a dudar de su amigo… no quería hacer eso… no aún. Santiago era importante para él.
– Está bien- desvió sus ojos – solo recuerda avisarme si tienes problemas
Santiago entendió que no lo había engañado. Se había dado cuenta de su temor. Quiso decir algo… arreglar lo que había hecho y no dejarle dudas a Adamir sobre su dominio de Matias, pero no supo que decirle… estaba confundido… tendría que haber mentido y no podía… no frente a Adamir. Lo observó mientras giraba su rostro hacia el mar. Siempre le llamaba la atención verlo relajado. Adamir no solo era atractivo sino también poderoso.
– Lo haré
Se quedaron contemplando el atardecer en silencio durante unos momentos. Adamirpensando que debería mantener una vigilancia un poco más atenta sobre Santiago y ese chico esclavo suyo. De todos los amos del recinto, Santiago era el único especial. No quería que tuviera problemas como había sucedido con algunos otros.
La conversación derivó al tema de la próxima subasta. Adamir lo necesitaba, como siempre. Se pusieron de acuerdo. Al cabo de unos minutos cada uno retornaba a sus quehaceres.
MAXIMILIAN
Mierda… faltaban veinte minutos para las ocho de la noche… solo veinte minutos… Max estaba en la habitación y se movía nervioso mirando el reloj que Adamir había puesto para recordarle la hora… a veces odiaba el maldito puntero del reloj que no se detenía nunca…
Estaba libre, sin esposas, vestido , y se podía mover por todo el cuarto a su antojo… solo tenía algunas reglas que cumplir: no podía tocar la cama de Adamir y tenía que pedir su permiso para hacer cualquier cosa diferente… como por ejemplo ir al baño o ver una película o comer o dormir.
Había pasado más de un mes y las cosas habían cambiado.
Todo había comenzado aquella vez que se corrió cuando lo penetró. No pudo controlarse, nunca podía cuando Adamir lo excitaba y manipulaba hasta hacerlo perder el control. Al principio, lloraba de frustración pero la excitación y el placer le llegaban igual, a pesar de no querer sentirlo… su cuerpo se llenaba de calentura y de lujuria incontrolable… se deshacía en las manos expertas de Adamir… parecía que su odio, esos sentimientos oscuros y calientes que experimentaba contra él, se volvían pasión y fiereza cuando lo tomaba en sus manos y hacía con él lo que se le daba la gana. Desprecio hacia sí mismo, hacía su torpe debilidad… eso era lo que sentía… pero todo estaba fuera de su control.
Se levantó del sillón y apagó el televisor, con rabia. Terminaría la película más tarde, pero si no empezaba a prepararse ahora no alcanzaría a estar listo y ya sabía bien lo que eso significaba. Castigo. Se estremeció apenas al recordar los que ya había sufrido y se movió un poco más de prisa.
De los cajones sacó una toalla limpia y la dejó a mano. Paso su mano sintiendo la suavidad de la tela… esponjosa… suave… como la piel de Adamir, pensó. El gesto de su rostro se endureció. Si, es cierto, la piel de Adamir era suave pero odiaba tocarla… detestaba deslizar sus dedos y sentirla.
Volvió a mirar el reloj… faltaban 10 minutos ahora. Abrió el agua del jacuzzi, ajustó la temperatura hasta sentirla agradable. Se quitó la ropa y la dejó doblada sobre la cajonera… exactamente en el lugar que Adamir le indicara hacia unas semanas atrás cuando había comenzado esta denigrante tortura… Su mandíbula y sus dientes apretados. Todos sus gestos era maquinales… odiaba hacerlo y aún faltaba lo peor.
Como casi todos los días comenzó a sentir la anticipación en su cuerpo… estaba de pie, desnudo, levantando los brazos para adoptar la posición que le había enseñado. Tenía que esperarlo así… era humillante. Su rostro revelaba lo mucho que le molestaba hacer todo esto… pero permanecía frente a la puerta… Adamir la cruzaría dentro de unos minutos… y aunque no quería, se sentía excitado… odiaba a ese hijo de puta… ¿por qué su cuerpo lo traicionaba?… ¿por qué su miembro comenzaba a cabecear como si estuviera alegre?… le dolía la mandíbula de tanto hacer crujir sus dientes. El maldito demonio entraría en cualquier momento y su cuerpo ya lo sabía… lo esperaba.
ADAMIR
Adamir estaba en su verdadero hogar… un pequeño palacio de exquisito lujo, en una zona prohibida de la isla. El único lugar que contaba con conexión telefónica e internet. Frente al computador, terminaba de organizar los detalles de la aproxima subasta de esclavos dentro de dos días. Todo marchaba perfectamente. Había varios productos listos para ser entregados y los compradores, de todas partes del mundo, ya comenzaban a impacientarse. Sus esclavos eran excepcionalmente buenos y bien preparados… muy apreciados. Había sabido darle un sello especial a su negocio. Estaba orgulloso de ello. Nunca había tenido un reclamo. Solo lo mejor… Max… suspiró al recordarlo. Cerró sus ojos… Max. Hacía varias horas que no lo veía… iba en camino a ser el mejor de todos.
Consultó su reloj. Faltaban un poco para que llegara la mejor hora del día. Sonrió. Casi lo estaba logrando.
Había comenzado con la práctica el día que entendió cuál sería la forma de doblegar a Max; el placer del Sexo.
Exactamente a las ocho de la noche, cada noche, sin excepción, Adamir entraba al dormitorio que compartía con Max y comenzaba una rutina que lo estaba llevando a lograr su cometido. Max llegaba al orgasmo cada noche y se volvía flexible entre sus manos… le gustaba lo que conseguía. La expresión que adquiría su rostro de niño… sus labios abiertos jadeando, su cuerpo, entregado a la fuerza… Se estaba volviendo un vicio observarlo y memorizar cada detalle… solo podía calificarlo de espléndido. En el proceso aprendía mucho.
El primer día lo encontró esposado, desnudo y semi dormido sobre la colchoneta. Lo liberó se su cadena. Los sentidos de Max, somnolientos unos minutos antes, se reactivaban de inmediato ante su presencia. Alerta… belicoso.
-. Ven Max-
Optó por dejarlo libre… ninguna cadena ni correa en su cuerpo. Ambos sabían que, si fuera necesario, lo dominaría rápidamente usando la fuerza. De momento estaba libre…
Max desconfiaba… se quedó quieto esperando entender que sucedía. Adamir no dio ninguna explicación. Entró al baño, comenzó a llenar de agua la tina del jacuzzi. No volvió a mirarlo.
– Te estoy esperando Maximilian– su voz era firme pero a la vez, tranquila.
Max asomó en el baño. Serio. Inquieto… intentando detectar la trampa… ¿de qué se trataba todo esto ahora? Algo diferente sucedía. Adamir se había mostrado distinto con él todo el día. No habían tenido gritos, ni amenazas. Hoy, Adamir había sido casi indiferente con él. Por un lado estaba agradecido… no lo intentó tocar ni nada… la mirada lasciva había desaparecido… pero Max parecía entender que algo estaba tramando. Ahora entraba como si nada sucediera y lo dejaba libre… ¿Cuál era el truco?
De pronto, sin prestarle atención a Max, Adamir comenzó a quitarse la ropa… con toda naturalidad. Max se sujetó al marco de la puerta pensando que cada vez que Adamir se desnudaba tenía un solo propósito… violarlo. Sus ojos lo miraban muy abiertos… listopara responder a cualquier ataque… Adamir estaba muy bien formado… un torso sólido, músculos firmes y muy marcados en todo el cuerpo, si le hubiera interesado habría descubierto que resultaba muy atractivo de mirar pero Max desvió su vista… Adamir podía poseer un físico envidiable pero a él no le gustaba observar a otra persona desnuda… lo hacía sentir incómodo… más aun cuando veía claramente lo que asomaba ente sus piernas…
Hacía que todo pareciera casual… relajado, pero cada movimiento de Adamir estaba pensado para Max… De reojo lo había mirado ya unas cuantas veces… control. Todo dependía de su autocontrol y de eso, tenía mucho.
– Ven aquí Max- su voz ordenaba. Esperaba ser obedecido.
Max no se movió… nivel de desconfianza máximo. Adamir caminó hasta él, majestuosamente desnudo, y lo tomó por la muñeca.
– ¿Qué pasa?… ¿Qué me vas a hacer?- se resistió… no quería nada, menos aun mirarlo, cuando estaba así
– Solo vamos a tomar un baño
Tiraba de él y entraban en la bañera. Max seguía buscando el engaño en todas partes.
Una vez dentro de la tina, Adamir volvió a soltarlo. El tamaño del jacuzzi era más que suficiente para dos personas. Max se encontró libre, flotando en el agua fresca… se sentía agradable pero no podía relajarse aún. Estaban los dos desnudos en la tina y eso era suficiente inquietud. Adamir se hundió en el agua… parecía disfrutarla… luego, se ubicó en un costado, sacó sus brazos y los dejó apoyados en los bordes de la tina… Max revisó detenidamente; no tenía nada en las manos y tampoco había nada sospechoso al alcance de sus brazos. ¿Solo un baño de tina?… ¿sin engaños?
– Max… relájate. Solo es agua
Sonreía… se veía magnífico… pero Max no tenía ojos para apreciarlo.
Max analizaba… El pelo completamente mojado se pegaba a su rostro… mechones largos, casi rubios… los ojos dorados divertidos… era la imagen misma de la entretención… pero aún así, no confiaba. Se sentó en la esquina más lejana.
– Voy a encenderlo
Se movió y apretó los botones. El agua adquirió vida…
Max no conocía este tipo de tinas y se asustó al sentirla agitarse. Los chorros de agua le llegaban a todo el cuerpo… era un delicioso masaje… Adamir seguía en su esquina… mierda!! Parecía inofensivo… sonreía… cerraba los ojos y disfrutaba. Max se relajó un poco… imitó la forma de sentarse de Adamir.
– Es un Jacuzzi. Está diseñado para relajar tu cuerpo– hablaba con los ojos cerrados… pacífico, tranquilo.
Max comenzó a sentir como el agua era divertida… le hacía cosquillas en el cuerpo y se sentía bien… no iba a cerrar sus ojos… jamás!!! estando en el mismo lugar con Adamir… pero una leve sonrisa se comenzó a dibujar en su rostro… metió las manos bajo el agua y sintió la fuerza con que el líquido se movía… comenzó a jugar… entusiasmándose. Los 13 años lo condenaban.
Adamir sonreía satisfecho. Sus ojos nunca habían estado completamente cerrados… lo espiaba. No sabía porque se estaba tomando tantas molestias para doblegar a Max, pero sentía que valía la pena. Cualquier cosa por verlo sumiso y sometido. Todo estaba resultando perfecto. Lo dejó disfrutar unos momentos de tranquilidad.
– Necesitamos espuma
Tomó una botellita y vertió en el agua un liquido espeso transparente… segundos después la tina se llenaba de espuma y la sonrisa de Max se ensanchaba otro poco… un baño lleno de burbujas.
Adamir tomó otro envase.
– Ven aquí Max
Solo esas palabras eran suficientes para alterarlo.
– Solo es champú. Voy a lavar tu pelo- lo retaba con la mirada
– Puedo hacerlo yo mismo
– Lo sé. Pero voy hacerlo yo
– No quiero
Estaba en la tina, completamente vulnerable… ¿qué posibilidades tenía de rechazarlo?
Adamir se acercó. Max ya tocaba el borde de la bañera… no había donde más moverse.
– No voy a violarte, Max– le susurró muy cerca. – no en esta tina
Max no supo si asustarse aun más o tranquilizarse. Lo miró con furia pero Adamir parecía divertido… relajado… se veía bien así… sonriendo.
Parte de sus cuerpos se estaban rozando y eso lo alteraba… sentir la cadera de Adamirrozarlo o sus fuertes piernas entre las suyas… lo inquietaba.
Adamir vertió el champú en sus manos… lo tomo posesivamente de la cabeza y sin ningún movimiento brusco, le hundió el pelo en el agua… Max no podía relajarse pero se dejaba hacer… alerta… preparado a lo que pudiera ocurrir. Los dedos de Adamir masajeaban el casco de su cabeza y se sentía muy agradable.
– Max… no voy a hacerte nada malo
Le creyó… sería idiota pero le creyó… más que nada porque tenía claro que si quisiera hacerle algo malo, nada le impedía simplemente hacérselo… no importaba si gritaba o se resistía, no?
Su cuerpo se dejaba llevar por el masaje… nada malo, eh?…
Adamir estaba atento al cambio. Lo esperaba. Sonreía por dentro… se sentía bien tener a Max relajado, le estaba gustando mucho. El chico volvió a ponerse nervioso cuando sus cuerpos tuvieron mayor contacto… se rozaban bajo el agua… caderas… estómagos, piernas… brazos y hombros… piel contra piel.. Max abrió los ojos… lo estudiaba, desconfiado… pero Adamir no cambiaba la quietud de su rostro… parecía muy concentrado en su tarea. Terminó con el champú y se acercó aún más para hundir su cabeza despacio en el agua, dejando el rostro fuera… acariciaba el casco, limpiándolo… Sonreía tranquilo… Max se había vuelto a relajar… y su objetivo estaba cumplido. Los cuerpos estaban en contacto casi total y, por primera vez, Max no protestaba ni se asustaba. Terminó con el pelo. Tomó una suave esponja y vertió algo de Jabón… Max solo observaba.
– Puedo hacerlo yo– supo que no iba a tener éxito
– Quiero hacerlo yo– sin más demora tomó uno de sus brazos y comenzó a pasarla. El aroma a naranjas y especies inundó el aire… Max respiró profundamente… su rostro se iluminó un instante
– Naranjas?- pregunto casi alegre… sorprendido
– Si, naranjas. ¿Te gustan?
Esto resultaba mejor de lo esperado… Max casi estaba ayudándolo al extender su cuerpo mansamente hacia él
– Me encantan… en la feria de la ciudad siempre me regalaban las naranjas que quedaban y…
Se calló. Se dio cuenta que su memoria lo estaba traicionando. No quería contarle cosas a Adamir… no deseaba compartir nada con él.
– ¿Te regalaban naranjas?
Pretendió que nada había pasado. No perdió la tranquilidad. Max no respondió. El aroma en el baño era delicioso…
Adamir continuó en el torso del chico… cuando comenzó a bajar, Max se enderezó, retrocedió… desafiante… decidido a no dejarlo… no en su zona íntima
– No empecemos Max. Voy a hacerlo aunque te niegues
Se quedó en el medio de la tina… sin saber bien que hacer… ¿cómo escapaba de esto?
– Max… ¿te gustó el gimnasio?
¿Por qué le preguntaba eso ahora?… no estaban hablando de eso… el tema era la maldita esponja en su mano… lo desconcertaba con la pregunta
– ¿Qué tiene que ver?
– Creo que voy a autorizarte a volver… al gimnasio… si te portas bien–
Ah! Era eso!… lo estaba comprando?…
– ¿Me estas ofreciendo el gimnasio a cambio de dejarte tocarme?
Subió un poco el tono de su voz… irreverente.
Adamir sonrió… pero su sonrisa era glacial. Se movió rápido y, con apenas un poco de forcejeo, tuvo el cuerpo de Max sujeto firmemente contra el suyo. La espalda de Max pegada a su torso… le habló fríamente.
– No negocio contigo esclavo… te estaba comentando mi decisión
Adamir tomó asiento en uno de los bordes del jacuzzi, no soltaba a Max, que manoteaba e intentaba escapar del firme aprisionamiento. El agua mojaba sus rostros y la tina se convertía en un campo de batalla.
– Tranquilo Max… ya te dije que no voy a cogerte ahora
¿cómo lo hacía para no perder la tranquilidad?
Las palabras tuvieron el efecto de tranquilizarlo. ¿Solo quería tocarlo?… mierda… desgraciado… se sentía impotente. La cara de Max se pintó de rabia una vez mas… No había nada que pudiera hacer. Apretó los labios para evitar soltar su frustración. Dejó de pelear y permitió, de mala gana, que Adamir continuara… lo haría de todos modos… por la fuerza
Lo sentó a caballo sobre sus propias piernas, firmes y vigorosas; estaba con las rodillas levemente separadas lo que hacía que las de Max quedaran más apartadas aún. Adamirno le quitaba los ojos de encima… su cuerpo tan cerca… delicioso. Con mucha concentración Adamir pasaba la esponja con diferentes tipos de movimientos y sentía el peso de Max sobre el suyo… mierda de chiquillo!! Era excitante… le gustaban sus nalgas y su orificio anal… sus piernas torneadas… su lengua afilada… lo salvaje que era… autocontrol… inhaló una buena cantidad de aire, relajándose.
Max, en cambio, incrementaba el ritmo de su respiración… el contacto de la mano y de esa esponja suave lo estaban agitando… se estaba excitando… sentía como su sexo estaba reaccionando… no… no podía sucederle de nuevo… ¿por qué era tan estúpido?… ¿era eso lo que quería lograr Adamir?… ¿Excitarlo y humillarlo?.
Por supuesto se había dado cuenta en el instante mismo en que el primer golpe de sangre llenaba el miembro de Max pero no hizo ningún gesto. Contaba con esto también. Los movimientos de su mano se volvieron licenciosos… sobre la parte baja de la espalda y acercándose a sus nalgas. La respiración de Max se alteraba y sus labios se volvían una fina línea blanquecina… totalmente apretados. Adamir liberó la mano con la que lo mantenía contra su cuerpo… confiaba en que no se movería y así fue. Usó la misma para, muy despacio, acariciar primero su cuello… solo un dedo pasando por la piel. Max lo miro asustado, la caricia lograba estremecerlo a pesar de todo. Adamir se atrevió a más y acarició su rostro… los dedos húmedos pasaban por sus labios apretados… intentaba separarlos con el pulgar…
– Suelta Max…- pedía con la voz ronca
Max respiraba a mil por minuto… casi jadeando… abrió la boca… la mano que trazaba círculos en sus nalgas era perturbadora… su pene podía dar fe de ello… tenía una maldita erección… y la otra en su rostro, los dedos en su boca…
– Dijiste que no ibas a…
– Lo cumpliré. No voy a cogerte aquí- sus rostros muy cerca…
Estiró la mano en su cuello, sus dedos se doblaban apenas en una caricia que tenía algo de violenta. Su otra mano, bajo el agua, se dirigía hacia un objetivo específico…
Capítulo 20
Max era plastilina en sus manos. Adamir podía ver en los ojos del chico, el esfuerzo que le costaba tratar de mantener el dominio de sus emociones… como se frustraba al no conseguirlo… lo había llevado a tal punto de excitación, tocando y presionando su cuerpo de adolescente, que ya no podía controlarse. Su mano bajo el agua, llegó a su objetivo y acariciaba alrededor de su punto de entrada… Max se asustaba al sentirlo tan cerca de sus partes privadas pero los dedos que amenazaba con invadirlo eran una incitación tan poderosa… lo estimulaban más allá de su resistencia…
-. No…- pidió despacio, sabiéndose derrotado
Adamir mantuvo su mirada tranquila y dominante sobre él… fue intenso. Duró solo unos pocos segundos pero en ese cruce de miradas Max supo que Adamir, en ese preciso momento, no iba a dañarlo… solo quería provocarlo y verlo correrse. Le satisfacía saber que él le provocaba esa pérdida de control… lo sometía.
Los ojos de Max se empañaron con lágrimas de impotencia… pero su cuerpo se tensó ostensiblemente para luego sacudirse suavemente mientras liberaba su semen en el agua, junto a un fugitivo quejido que escapó de su boca.
Fue la gota que hizo que Adamir perdiera el frío control que exhibía hasta ese momento. Max lo excitaba mucho. Sacó la mano del agua y bruscamente lo sujetó de la cabeza empujándolo hacia él. Asaltó su boca en un beso agresivo. Atrevido, se permitió hundir su lengua dentro de la boca que Max mantenía abierta en busca de aire… no le importó el riesgo de una mordedura… Lo que acababa de presenciar había exacerbado sus sentidos y Max era el objeto de su intenso deseo. Maldijo el haberle prometido no tocarlo en ese momento… Quería invadirlo, sujetarlo, poseerlo… someterlo a toda su perversión. El deseo de ver a Max doblegado y sumiso era enorme. Pero se había propuesto una meta que cumplir y no iba a desviarse ahora.
Max aún no volvía a respirar normalmente cuando los labios de Adamir le impedían la entrada de aire. Todo fue demasiado rápido… su lengua hurgando y robándose su sabor… no tuvo tiempo de reponerse ni de reaccionar cuando Adamir ya lo soltaba bruscamente y se ponía de pie, dejándolo olvidado, sin mirarlo. Había cumplido su objetivo y terminado con él, por ahora.
-. Sal del agua y vístete. Vas al gimnasio ahora
Él mismo se secaba y comenzaba a cubrir su regio cuerpo.
Max no volvió a hablarle, ni siquiera a mirarlo. Era la única forma de manifestar su rabia. Tenía claro que no podía por la fuerza… siempre le ganaba y sus gritos eran tan inútiles como las amenazas que pudiera vociferar… y su resistencia… lo humillaba… Adamir estaba aprendiendo como vencerlo fácilmente. Solo le quedaba el silencio como arma de defensa. Se mordió el interior de la boca sabiendo que Adamir detestaba que lo hiciera, pero necesitaba del dolor físico para no largarse a llorar de frustración delante de él ¿Por qué demonios si cuerpo lo traicionaba así??
Adamir lo dejó en el gimnasio a cargo del entrenador.
-. Volveré en una hora- se dirigía solo al entrenador. También lo ignoraba.
Abandonó el gimnasio y con paso ágil se dirigió a la sala donde encontraría a los jóvenes productos que serían vendidos dentro de poco… Hacía tantos años que no recordaba lo que era contenerse. Estaba excitado y molesto. Maldición! Necesitaba alivio.
Era un esclavo casi perfecto. Un chico anónimo, bonito, sumiso, obediente, complaciente y que se encargaba de proporcionarle el desahogo que necesitaba como un verdadero experto.
Maldición. No era Max.
No podía quitarse la imagen de Max mientras alcanzaba el orgasmo… la expresión de sus ojos castaños… placer… frustración… y furia. Esas chispas brillantes en el fondo de los ojos de Max eran de fiereza pura. ¿Por qué se excitaba al recordar eso?… la rebeldía de Max… la ira contenida le estaba resultando excitante… pero ¿qué diablos le pasaba??!! no debía ser así. Se ensañó un poco con el chico que estaba sirviéndolo y aumentó bruscamente sus embestidas… le molestaba no poder sacarse a su esclavo rebelde de la cabeza y darse cuenta de lo que estaba sintiendo. Llegó al final pensando en Max… enrabiado a causa de ello. Abandonó la sala unos minutos después sin haber hablado.
Adamir siempre era controlado y frío, pero al llegar a su pequeño palacio, cerró la puerta un poco más fuerte de lo normal. El sonido fue como un eco de sus pensamientos internos… explosivos, molestos, estúpidos. Era un producto más… uno de los tantos que pasaban por sus manos. (caminaba por la sala sin un rumbo fijo… sumido en sus pensamientos) Él era dueño de todo lo que alcanzaba a recorrer con la vista en la isla… era poderoso… muchas personas dependían de él y le temían… Diablos!! era dueño de hacer lo que se le diera la maldita gana en su propia isla!!!… (su respiración se agitaba y su cuerpo se volvía tenso)… y estaba alterado por un mocoso de 13 años!!!… un chiquillo de la calle que no representaba un problema… jamás lo sería!!! … solo era un crío del demonio… endiabladamente difícil… solo un chico más. Se detuvo. Tenía la mirada fija en un horizonte imaginario. No podía permitir que Max lo perturbara. Lo sometería… no lo dejaría entrar en su mente y estorbar. Era muy estúpido otorgarle el poder de alterarlo… era solo un esclavo… condenadamente bonito… pero un producto para la venta. Era su trabajo.
Con esos pensamientos en su mente logró calmarse.
En la moderna sala que usaba como oficina había un par de notas escritas por su asistente. Las leyó. Tomó su teléfono y se distrajo con un par de llamadas. Encendió el computador y se concentró en algo diferente. Eliminó a Max de su mente en solo unos cuantos segundos.
MAXIMILIAN
– Max. Suficiente- el entrenador le señalaba que ya había terminado su hora
– Pero… no ha venido aún.
Indico la puerta. Adamir no llegaba.
– Una hora, Max- tajante. Definitivo.
Le había servido la hora de distracción. Se había esforzado al máximo para quedar agotado y ejercitar su cuerpo. Necesitaba gastar energías… no pensar… olvidar todo por una hora. Olvidarse de lo tonto que era y como se dejaba utilizar por ese demonio de ojos dorados… por las cosas que le hacía… lo odiaba.
Se había terminado demasiado pronto. Cerca de la puerta esperó a que Adamir viniera por él. La idea de irse solo hasta su habitación era descabellada en un lugar como este. Los minutos pasaban y su impaciencia aumentaba. Lo hacía intencionalmente, ¿verdad?… nunca se atrasaba… era solo para molestarlo. Pues lo estaba consiguiendo. Nada más desagradable para un adolescente que esperar de pie sin tener nada que hacer.
15 minutos después Adamir abrió la puerta.
-. Llegas tarde- dijo Max huraño en cuanto lo vio, caminando hacia él y dirigiéndose a la salida. No miró a Adamir. Por eso no se dio cuenta de lo que iba a suceder.
La mano le cruzó el rostro en un golpe enérgico que lo dejó aturdido y preguntándose que había pasado. Se sintió arrastrado fuera del lugar sin darle tiempo a reponerse ni a ordenar sus pasos… tropezaba, pero la mano fuerte lo sujetaba y tiraba de él.
-.¿Qué hice ahora?!!- sentía la cara caliente y adolorida…
Caminó en silencio arrastrándolo, sin soltarlo. Abrió la puerta del dormitorio y lo tiró adentro.
-. Desnúdate!
Demandó subiendo el tono de voz. La ira que sentía se le notaba en todo el cuerpo
Max se sobaba la cara… le había dolido mucho. Estaba verdaderamente enojado… ¿Qué le pasaba ahora??!!!
-. No!! Vete al infierno!!!… púdrete!!!
Esperaba gritos o amenazas pero no esperaba que reaccionara tan brusco.
Adamir lo sujetó con excesiva fuerza y le fue quitando de a una las piezas de ropa. Su rostro estaba tenso y sus mandíbulas firmemente cerradas. Su energía parecía haber aumentado. Lo manejaba con facilidad.
-. No!!.. NOoo!- gritaba Max por costumbre. Era totalmente inútil hacerlo.
Cuando lo tuvo desnudo lo arrastró hasta la extraña X de madera que había en el cuarto. Lo empujó con fuerza de cara contra ella. Sujetó sus brazos primero. Uno en cada extremo superior. Max intentó patearlo cuando lo sintió cerca de sus tobillos pero una palmada muy fuerte en sus nalgas lo tomó de sorpresa. Estaba esposado en la equis… desconcertado… asustado… desafiante.
-. Suéltame!!.No quiero estar aquí!!!
Adamir pasó frente a él y abriendo las puertas de un closet, en la pared del fondo, se detuvo a elegir lo que necesitaba.
La boca de Max se abrió completamente junto con sus boca… era inconcebible imaginar lo que allí había… ¿no pensaba usarlos?… no podía.. no debía… nooooo
Sin dudarlo, Adamir tomo uno de los varios látigos. Eligió uno de una sola cola… largo, mango firme. Necesitaba espacio para usarlo pero allí tendría suficiente.
-. ¿Qué vas a hacerme?.. no te atrevas!!!
La voz de Max gritando asustado lo hizo detenerse un momento. Adamir se volvió y lo miro arrogante.
-. ¿Cómo te atreves a decirme que llego tarde?… a buscarte a ti… un esclavo!!!
Recalcaba intencionalmente cada palabra… el desprecio que le producía…
Max ni siquiera recordaba haberlo dicho… era solo la costumbre. Quiso explicarle que no había sido su intención… solo se le escapo… pero su orgullo le cerraba la boca. Sus ojos seguían todos los movimientos de Adamir… estaba engañándolo… solo quería asustarlo… no se atrevería.
Adamir se acercó hasta tocarlo con el mango del látigo. Lo pasó despacio por sobre sus costillas. Surtió efecto. Max estaba asustado.
-. Eres un objeto Maximilian. No tienes ningún derecho. Debes agradecer que te mantenga vivo aún
Sus ojos dorados exhalaban indignación. No recordaba la última vez que algo lo había molestado tanto. Tenerlo agobiando sus pensamientos, desafiándolo constantemente, escucharlo responder de manera impertinente… Se acababa el tiempo de paciencia con Max… No aprendía nada…
Max quedó atónito al escuchar las últimas palabras de Adamir… ¿agradecer estar vivo?… pero… no podían matarlo… ¿o si?… es decir… nadie puede ir por ahí matando gente sin castigo… la policía… las personas… la justicia…
Estaban en su isla.
Él era la ley y la justicia. El verdugo y el juez.
Algo cambió en Max cuando se dio cuenta de la terrible realidad… de golpe comprendió por primera vez que, efectivamente, su vida estaba en manos de ese hombre que clamaba ser su dueño y que en este momento sostenía un látigo en sus manos… y él estaba desnudo y atado.
-. Noooo– fue una exclamación diferente… cargada de miedo y desesperanza.
Adamir retrocedió la distancia suficiente y tomo aire hasta calmarse, durante unos cuantos minutos. No se debía usar el látigo cuando estaba alterado. Mientras esperaba tranquilizarse pensó en buscar una mordaza. Odiaba los gritos y las súplicas… le gustaba cuando los esclavos comprendían que el castigo tenía por objeto corregir su mala actitud y lo soportaban en silencio… pero Max… bueno… quizás esa necia terquedad suya lo haría aguantar los azotes en silencio. Sonrió con crueldad imaginando. Seguro que aguantaría hasta llegar al límite… ¿cuál era el límite de Max?… miró su cuerpo, atado, extendido sobre la X. era hermoso el maldito mocoso. No lo marcaría. Solo porque era su primera vez. De seguro no sería la única. Estiró el brazo y probó el peso de la herramienta de cuero en sus manos…
El primer golpe descargó con fuerza sobre sus glúteos, remeciéndole todo el cuerpo… nada lo había preparado jamás para un dolor como el que sintió… rápido, caliente, agudo. Las lágrimas saltaron de sus ojos, incontrolables, y su boca se abrió de la dolorosa sorpresa… no alcanzó a emitir ningún sonido. Paralizado del miedo y el dolor
-. Cuenta los azotes Maximilian- escuchó la voz fría detrás de él. Aunque hubiera querido no habría podido responder– serán diez
Diez? Dios!! No aguantaría…
El segundo azote cayó cerca del primero sacudiéndolo hasta el alma y generando una nueva ola de dolor… transpiraba y temblaba
-. No te escucho
Que se muriera… tenía tanto dolor y tanta rabia dentro suyo…. no podía ni pensar…
-. Aumentaré tres azotes por cada vez que no te escuche contar-
¿lo haría?… sería capaz??… Dios… moría del dolor… le costaba seguir el orden de sus pensamientos… tres azotes más??…
El tercer latigazo subió un poco por su espalda. Escuchó las hebras de cuero silbar en el aire antes de estallar en su espalda. Esperó completamente tenso. Una estallido de dolor lo envolvió… se mordió muy fuerte
Adamir aguardaba escucharlo…
-. Tres…- la voz le salió entrecortada y muy despacio… apenas hablaba
Fue contando, uno a uno, los diez golpes que Adamir dejó caer en su cuerpo. Cuatro… cinco… seis… su voz subía cada vez un poco más… sietee… ochooo… nueveeeee… gritaba su agonía en los últimos números. Sentía la carne viva… aumentaba el temblor de su cuerpo. Cuando pronunció el número diez estaba en un estado de dolor irreal… casi desvanecido.
-. Esto fue para recordarte que debes obedecer sin protestar. Nunca vuelvas a llamarme la atención ni a sentir que tienes algún derecho…- escuchaba a medias consciente la gélida voz de Adamir… sus piernas se doblaban y sus muñecas sostenían todo el peso de su cuerpo… – Soy tu dueño Maximilian. Soy el Amo. No lo olvides
Aun cuando se lo decía… cuando lo veía desfallecido y doblegado de dolor, Adamir sabía que no era verdad… para Max nada de esto era verdad. El maldito mocoso no se sentía esclavo ni se creía el cuento de tener un dueño… aprendería… de la peor forma, pero aprendería.
Limpió con calma el látigo. Lo enrolló cuidadosamente y lo volvió a su lugar en el closet. Se giró lentamente a enfrentar a Max. No había una emoción en su cara. Frió… impasible.
Soltó las esposas de los tobillos. La piel de Max estaba completamente sudada y fría. Al soltar las esposas de los brazos tuvo que sostenerlo para que no cayera. Lo hizo con cuidado, evitando tocar las lacerantes marcas rojas e inflamadas en su espalda.
Tenerlo en sus brazos le resultó extraño. Por un momento sintió la ridícula tentación de besarlo y calmarlo… consolarlo y decirle que no volvería a dañarlo si se portaba bien… rogarle que por favor entendiera.
Por un segundo la urgencia de abrazarlo y hundirse en su cuello le resultó insoportable.
Entonces vio el pequeño hilo de sangre que corría por la comisura de sus labios abiertos en un sollozo. Max no se entregaba… no se rendía jamás y su única manera de demostrarlo en esta circunstancia había sido destrozando su boca por dentro. Tenía el labio inferior roto. Las marcas de sus propios dientes muy claras. Adamir lo observó debatiéndose entre la molestia y la compasión… Max lloraba despacio… casi desmayado… los ojos cerrados, el pelo pegado a su rostro por el sudor… aún así le resultaba adorable… ¿Qué tenía este chico que le llegaba como ninguno otro?… ¿por qué sentía que quería besarlo y calmarlo?…
Repentinamente se dio cuenta de lo que estaba haciendo… Max, de nuevo alterando su mente… maldición!!! Reaccionó con mucha rabia. Levantó a Max y lo cargó hasta su colchoneta. Lo dejó de lado para que sus adolorida espalda no sufriera más. Con suma frialdad aseguró su muñeca a la cadena. Lo miró una última vez y salió del cuarto. Necesitaba respirar aire fresco… alejarse de Max… alejarse de lo que le provocaba.
Tienes razón nanita, Adamir tuvo sus momentos en los que fue un verdadero hijo de puta. Como en este qué lo azotó sin piedad… Aún así, el cambio en la situación duele mucho.
7 de abril de 2020 y recién leo tu comentario Angii. Te debo una tremenda disculpa. La verdad es que Adamir fue un maldito hijo de puta, el peor de todos mis personajes hasta ahora. Hubo veces en que lo odiaba mientras escribía sin parar y eso me perturba… un poco. ya sabes… jajajajaaaa. Pero de que fue un desgraciado, lo fue.
Mil besos y disculpas nuevamente.
Nani