Miguel 2 Capítulo 69

CAPITULO 69

DANIEL.

Escuchaba el zumbido de la máquina que afeitaba su cabeza y miraba en el espejo como su pelo desaparecía y caía sobre las baldosas del suelo… Daniel pensó que le iba a afectar… le gustaba su pelo castaño ondulado…  pero la verdad es que no sentía nada… solo la ansiedad de querer que todo avanzara con más rapidez y ver los resultados de su transformación de prisa.

– Lo primero será deshacerse de su cabello – había dicho la señora Nelly y Daniel, sin dudarlo, tomó asiento exponiendo su cabeza.

Nelly tenía cerca de 60 años y era la mejor maquilladora teatral del país. Trabajaba en cada buena obra de la cartelera. Había sido difícil convencerla. Solo los buenos contactos habían logrado que Daniel llegara a ella y le explicara lo que deseaba. Hacía años que Nelly no se dedicaba a este tipo de trabajos… pero sus orígenes eran humildes. Hubo una época en que ella trabajó en los clubes de la familia. Sabía quiénes eran los que estaban frente a ella y había accedido a ayudarlo.

Terminando con el pelo, siguió con la piel…

– Puede usar maquillaje cada día para cambiar el tono de su piel pero podría ser más fácil y permanente si pasa varias horas bajo la luz del solario.

– De acuerdo. Lo haré – acataba todas las sugerencias que ella le daba.

Nelly continuó trabajando con Daniel y enseñándole a modificar su aspecto, intentando hacerlo lo más permanente posible para evitarle largas horas frente al espejo cada mañana.

Una peluca de pelo casi rubio y liso, con varios mechones sobre la cara lo volvía muy distinto

– No se afeite durante los próximos días… eso le añadirá unos cuantos años a su aspecto… luego tendremos que aclarar esa barba…

– Estos lentes de contacto cambiaran el color de sus ojos… y esas hermosas pestañas… habrá que recortarlas.

– Para un cambio radical podemos recurrir al ácido hialurónico… modificaremos la forma de sus mejillas y nariz… es temporal.

Ropas acolchadas cambiaron la forma delgada de su cuerpo volviéndolo más voluminoso.

Cuando ya estaba casi irreconocible, Nelly le enseñó el otro aspecto que debía cuidar

Daniel tenía una forma de caminar y moverse llena de energía producto de su juventud y la práctica de deporte casi a diario, pero desde el accidente caminaba de manera distinta y eso era lo que Nelly buscaba acentuar

– Más lento… imagine que tiene un peso muy grande en el cuello… eso es… el estar así ayuda a cambiar tu altura… debes aprender a moverte de manera diferente a la habitual… use la debilidad de su pierna a su favor por ahora.

– Me preocupan sus manos… puedes usar guantes.

Tenía solo unos cuantos días para aprender. Pasaba horas practicando con Nelly… en las tardes aprendía lo que tenía que hacer con Coque de la mano de una enfermera que le había recomendado la doctora amiga de Lidia. Tomó en cuenta todas las instrucciones que ella le dio. No podía cometer ningún error con Coque. El trabajo no parecía difícil. No sería un verdadero enfermero sino un ayudante que seguiría órdenes.

– Si tu amigo no tiene una enfermedad física, lo más importante será subirle el ánimo y hacerlo sentir bien – le dijo la enfermera cuando terminó de enseñarle.

Solo contadas personas sabían de los planes de Daniel. El mayor apoyo había venido de Miguel quien convenció a Gonzalo de prestarle toda su ayuda. Lidia y Andrei estaban con él también.  Ella había querido venir a vivir con él al pequeño departamento de un ambiente que había arrendado relativamente cerca de la clínica, pero Daniel se había negado

– Tengo que hacer esto solo, Lidia

– Pero chiquito… aún estás convaleciente

– No. Te lo agradezco, pero puedo arreglármelas solo – el que hablaba era un Daniel diferente y todos podían percibirlo

– No puedes estar solo – dijo Gonzalo refiriéndose a la protección que necesariamente dispondría para su hermano. Rojas seguía perdido y aún quedaba gente que le era leal y además, estaba el tema de María que podría descubrirlo en cualquier momento…

– No quiero a nadie cerca… echarán todo a perder. Confía en mí. – pidió Daniel. Podía imaginar a los hombres vestidos de oscuro y portando armas cerca suyo… demasiado llamativo.

– Confío en ti, pero no en el resto. Tendrás protección

– Karina siempre pasa desapercibida – sugirió Miguel como opción

La propuesta de Miguel hizo que Lidia se volviera a mirarlo sorprendida y algo molesta… ¿quitarle a Karina?… se había acostumbrado a la presencia de ella cerca suyo. Donde fuera que Lidia estuviera, la mujer estaba a su lado proporcionándole seguridad y apoyo, una sonrisa, un leve roce, un abrazo cuando lo necesitaba y defensa fiera si se requería… ¿Por qué Miguel se atrevía a ofrecerla?… era suya… la necesitaba… Lidia iba a abrir la boca para protestar pero Gonzalo habló antes

-. Tengo algo diferente en mente. Ni siquiera tú te darás cuenta que están cerca de ti.

-. Bien… será como tú dices – aceptó Daniel dándose cuenta que no tenía más opción.

Gonzalo le explicó. Una pareja viviría en un departamento cercano, ojalá vecino al suyo. Saldrían a la misma hora a trabajar, viajarían en vehículo siguiendo al bus en que viajaba Daniel y sería lo mismo en el camino de regreso. Dentro de la clínica estaría solo.

-. Hay gente de María dentro… no lo olvides – advirtió Gonzalo

-. No me verán a mi… verán al auxiliar – sonrió Daniel confiado.

Gonzalo calló. Mejor no le contaba a Daniel que Jorge ya se había conectado a las cámaras de seguridad que monitoreaban la clínica por dentro. Era su hermano y después de todo lo que había pasado con Rojas, no iba a correr ningún riesgo. No quería que ninguno de los suyos volviera a sentir miedo o inseguridad.

Se despidieron todos. Daniel viajaba esa tarde al puerto.

-. Estas haciendo lo correcto – dijo Miguel frente él

-. Lo sé. No importa lo que me cueste, quiero ayudarlo

Se abrazaron en forma cariñosa… las asperezas de su antigua relación desaparecían cada vez más y eran reemplazadas por genuino cariño y amistad

-. Buena suerte. Si necesitas algo, estamos aquí para ayudarte – dijo Miguel incluyendo a Gonzalo en la conversación.

 

Al día siguiente, Daniel se presentó por primera vez en la oficina del doctor, en la clínica, con todo su disfraz. Golpeó la puerta de la consulta y entró sin esperar respuesta. El médico levantó la vista y lo miró confundido ante la interrupción.  Un hombre cercano a los 30 años, con el pelo rubio y corto, excepto los mechones que ocasionalmente cubrían sus ojos castaños, una pequeña barba y bigotes incipientes bien recortados, levemente pasado de peso, la piel oscurecida y un aspecto inofensivo… Vestía el uniforme blanco típico de los auxiliares.

– Disculpe doctor… ¿puedo pasar? – había practicado el cambio de su tono de voz. Era lo que más le estaba costando. Nelly había sugerido algo que irritaba las cuerdas vocales y aunque molestaba un poco, era efectivo…

– Si… ¿Quién es usted? – preguntó el médico sorprendido. Conocía bien a todo el personal de la clínica y no recordaba a este hombre

– Soy el nuevo empleado, doctor. Empezaré a trabajar mañana.

El médico seguía mirándolo fijamente… ladeaba la cabeza y se preguntaba en qué momento alguien había contratado un nuevo auxiliar sin su consentimiento… El hombre avanzó hasta llegar muy cerca de él. Había una pequeña renquera en su caminar.

– ¿Empieza mañana?… ¿Con quién trabajará?… Lo lamento pero no recuerdo su nombre… – quería información… no recordaba la existencia de un nuevo empleado pero el hombre se veía tan decidido y seguro…

– Trabajaré exclusivamente con el paciente de la pieza 12- respondió el auxiliar con una leve sonrisa de triunfo.

Entonces el médico entendió todo… su boca se abrió lo mismo que sus ojos… se puso de pie lentamente sin dejar de mirarlo ni atreverse a hablar… lo estudiaba por todos lados… dudaba… honestamente dudaba de que la persona frente a él fuera el mismo que había conocido

– Debo admitir que es un buen disfraz… muy… natural

– Lo sé. Ya le dije que no me reconocerá – respondió esta vez irguiendo su espalda y volviendo a ser Daniel en su pose y en su actitud

– Espero que sepa lo que estás haciendo. La mente de Coque está herida y confundida… no tiene capacidad para soportar más dolor. Si descubre que lo ha engañado…

– No lo descubrirá. He venido a que me dé instrucciones más específicas. Dígame lo que debo hacer con él

De mala gana el doctor comenzó a hablar. Sus instrucciones eran escuetas y poco precisas pero Daniel, con paciencia y persistencia, fue obteniendo todo lo que necesitaba. Le agradó escuchar al doctor. A pesar de lo extraño de las circunstancias, el hombre tenía buenas intenciones con su paciente y deseaba verlo mejorar

– Confíe en mi doctor. Sé que puedo ayudarlo – la frase se le escapó a Daniel en un momento de honestidad. Deseaba que el médico lo entendiera y ojalá lo apoyara, pero estaba decidido a ayudar a Coque con o sin su ayuda.

– No confió en nadie que usa el chantaje para obtener lo que desea.

– Le demostraré lo contrario. Usted y yo estamos en el mismo bando doctor, los dos queremos que Coque mejore.

El médico calló. Como conocedor de la mente humana se preguntaba por primera vez, desde que empezara esto, hasta que punto Daniel podría resultar una ayuda efectiva. Estaba decidido a ayudar a su novio y había hecho un excelente trabajo al cambiar su apariencia y sacrificar su tiempo.

– Mejorará si no echa todo a perder

– No lo haré

– Bien. Dejaré instrucciones con la enfermera jefe para que empiece mañana. Llene esta ficha con los datos que desee inventar y déjela en la recepción – dijo el doctor entregándole una hoja y volviendo a los documentos frente a él.

Daniel entendió que la conversación había terminado. El tenía la sartén por el mango pero era mejor no presionar al médico. Necesitaba de sus indicaciones para ayudar mejor a Coque. Tomo el papel que le había pasado y volvió a adoptar la pose del auxiliar, sus movimientos y su voz. No era Daniel en este lugar. Necesitaba crear un nuevo nombre y una historia para esa ficha que debía llenar. Tendría que recordar eso en todo momento.

 

-. Buen día, Ray. Llegas temprano- saludó la enfermera del turno

-. Buen Día, Carmen

“Ray Salazar, 27 años, soltero, estudios universitarios completos, recién llegado a la Ciudad Puerto”. Repitió Daniel en su mente recordando lo que había escrito en la ficha el día anterior.

Había tomado un bus para llegar a su “trabajo”. No quería despertar sospechas de nadie. Había calculado mal el tiempo y llegaba con bastante anticipación.

Dejó sus cosas donde le indicaran y pasó directamente a la estación de enfermería.

-. ¿Cómo esta mi paciente hoy?

-. Igual que siempre…- contestó Carmen, la enfermera jefe de día, con algo de tristeza. Presionó unas cuantas teclas y la imagen de Coque, aun dormido, apareció en el monitor – Pobre chico. No descansa si no es con pastillas y aún así tiene pesadillas. Pasa el día sin moverse… lo único que hace es llorar

“Debería acompañarlo de noche… estar a su lado para espantar esas pesadillas y secar sus lágrimas… llorar con él…”

-. Es primera vez que el doctor dispone de alguien exclusivo para un paciente. Espero que seas de ayuda para él. Es tan joven…- Las palabras de Carmen le llegaron hondo. Iba a serlo… iba a sacar a Coque adelante.

De la cocina de la clínica trajeron el desayuno para los pacientes.

-. Aquí tienes, Ray. Debe tomar esto con el desayuno– le mostró un vaso plástico pequeño que contenía dos pastillas de diferente color

-. Si. De inmediato.

-. Asegúrate que las tome

Bien… era el momento de su primer contacto con Coque. Sostuvo la bandeja con nerviosismo, respiró profundo y cruzó la puerta del dormitorio.

El cuarto estaba apenas iluminado y en silencio. Coque dormía tal como lo había visto en el monitor unos minutos atrás… afirmó la bandeja sobre una mesa y se acercó a mirarlo… por uso cuantos segundos olvidó todo lo que había aprendido y practicado. Los deseos de acogerlo en un gran abrazo y llenarlo del cariño que sentía desbordarse en su corazón fueron más grandes de lo que había supuesto… el nudo en su garganta lo estrangulaba impidiéndole el paso de aire… se quedo de pie solo mirándolo y soportando la tormenta de emociones que lo golpeaba de todos lados…

No. No podía llorar, ni derrumbarse ni abrazarlo ni nada… no solo por el daño que le haría a su pecoso sino también por la enfermera que miraba el monitor

Respiró profundamente unas cuantas veces hasta que se calmó.  Dios!! Parecía fácil cuando lo pensaba desde afuera… pero estar en la misma habitación con él mirándolo dormir… no lo era.  Bien… tenía una misión. No podía fallarle. ¿Qué era lo que tenía que hacer ahora?… si. Despertarlo, desayuno, medicinas y luego ayudarlo a vestirse y llevarlo a las terapias.  Despertarlo… podía hacer eso… movimientos lentos,  voz diferente… era Ray Salazar.

-. Buen día. Le traje su desayuno – pronunció mirándolo

El pequeño bulto en la cama respiró de manera diferente… solo por eso supo que estaba despierto aunque sus ojos seguían cerrados. Imagino el cuerpo debajo de las sábanas comenzando a moverse. De acuerdo… el estaba a cargo y Coque tenía que tomar sus medicinas y el desayuno

– Es un bonito día – dijo Daniel dirigiéndose a las cortinas y corriéndolas para dejar entrar la luz.

– Voy a ayudarlo a sentarse – miró los botones en la cama y recordó cuales eran los que debía apretar. Al sentir la cama moverse, Coque abrió los ojos… no los posó sobre Daniel sino que los volvió a entrecerrar disgustado por la luz del sol…

“Prueba de fuego” pensó Daniel al acercarse a Coque para ayudarlo a moverse y sentarse. Pasó sus manos por el torso de Coque… su olfato recibió el primer golpe con fuerzas… su olor!!!… no había pensado en como lo afectaría el olor de su pecoso… cerró los ojos al sentir su cuerpo bajo el pijama… Dios!! era puros huesos y piel…  entonces sintió que Coque lo miraba

– Buen día – saludo Daniel

Retrocedió hasta la bandeja. Coque lo seguía con la mirada, sin hablar. Puso la bandeja sobre la mesa y se la acercó.  El siguiente movimiento de Coque lo hizo pensar que no habían pasado ni cinco minutos y ya lo había descubierto… su pecoso ladeó la cabeza y lo recorrió de arriba abajo… luego volvió a sus ojos

– ¿Quién eres? 

Lo impactó escuchar su voz… cansada, dolida… tan llena de tristeza… ninguna semejanza con el chico alegre…

Calma… Responder… Voz.. hablar distinto…

– Me llamo Ray. Aquí están sus medicinas…

Coque lo estudió un momento más… no tenía interés alguno en la comida ni en los remedios… no tenía interés en nada…

A la mente de Daniel vino la imagen del otro auxiliar forzando a Coque a comer y el torrente de lágrimas que su pecoso había derramado… No. No podría con eso… si Coque se largaba a llorar, él iba a llorar a su lado…

– Tome, por favor – le ofreció el jugo y acompañó la petición de una sonrisa esperanzada… su sonrisa… la de Daniel…

Coque lo miró a los ojos y por primera vez en largo tiempo, sintió una emoción que no era pena o dolor… había interés en sus ojos tristes… estiró su mano como hipnotizado y recibió el jugo que Ray le ofrecía, lo llevó a su boca y bebió un par de tragos sin alejar su mirada.

Daniel respiró tranquilo. No sería capaz de forzarlo…

– Es mi primer día en esta clínica. Estaba un poco preocupado porque no sabía bien como llegar. No soy de aquí… –  comenzó a contarle la historia de Ray Salazar… después del tercer trago de jugo de Coque, le ayudó a dejar el vaso en la bandeja y con otra sonrisa le acercó el pote de cereales mientras le contaba de su imaginaria y preocupada madre en alguna ciudad lejana. Lo mantenía distraído con la conversación y la sonrisa en sus ojos… Daniel se emocionó cuando Coque se llevó lentamente algunas cucharadas a la boca… dio gracias a quien fuera que estuviera ayudándolo. Había partido muy bien…

– Sus medicinas…

Entonces la boca de Coque se cerró y con un gesto cansado se recogió dentro de su caparazón, desviando la vista y volviendo a su desánimo

– Debe tomarlas para mejorar – insistió Daniel.

Coque no respondía… sus ojos se cerraron. Adoptó una posición de sueño, como si fuera a volverse a dormir.

– Son importantes… – Daniel miró las pastillas. Una blanca y otra amarilla… ¿qué diablos eran?… ¿qué pasaría si no las tomaba?.. Dios!! no podía hacer eso pero tampoco se sentía capaz de hacerlo tragar los remedios a la fuerza…

-. No quiero obligarlo… por favor – se atrevió a ir un poco más lejos y tocar su hombro para remecerlo… pero tampoco hubo respuesta…

Coque, por favor no me hagas esto, por favor, amor… abre la boca y trágate estas benditas pastillas… “

-. Me despedirán si no le puedo dar las medicinas… – la voz de Daniel fue una súplica más que una amenaza – es mi primer día…

Tardó unos segundos… Coque volvió a conectarse con la realidad. Lo miró analizándolo y decidiendo desde su rincón de soledad… Daniel dejó de respirar… entonces, Coque abrió la boca para recibir los remedios y un trago de agua. Acto seguido se giró, cerró los ojos y se encogió, regresando nuevamente al mundo desconocido de sus propios fantasmas, dejando a Daniel fuera…

Se sintió solo… abandonado… expulsado… Había cumplido con la primera misión de este día pero estaba tembloroso y agitado… Todo debería estar bien. Coque había comido muy poco pero lo había hecho por su cuenta y se había tragado las medicinas sin obligarlo… sin embargo Daniel no se sentía bien. De todas las cosas que había imaginado que podían pasar no había considerado como la falta de interés de Coque iba a afectarlo… por Dios!.. esto era muy difícil…

Ray Salazar… no dejes que te afecte… eres Ray Salazar..

– Volveré en un rato para levantarlo y llevarlo a terapia-

Daniel esperó pero no hubo más gestos ni movimientos de parte de Coque.

Abandonó la habitación sin necesidad de fingir que llevaba un peso extra en la espalda… había hecho cosas complicadas en su vida, pero esto figuraba como una de las peores… sus sentimientos aplastados… molidos…

Devolvió la bandeja y pasó de largo hacia el cuarto de baño. Cerró la puerta y se sentó agachando la cabeza… llevó ambas manos juntas a su boca para ahogar lo que clamaba por salir de su garganta… Solo estaba empezando… unos cuantos minutos y se sentía morir de pena… quizás no tenía la experiencia y preparación necesaria para ayudarlo… tal vez solo iba a empeorarlo y el médico tenía razón… pero entonces recordó la mirada interesada de Coque sobre él mientras tomaba jugo y comía las pocas cucharadas de cereal… había existido algo… se habían comunicado… no sabía que había visto Coque… era imposible que lo reconociera si ni él mismo se reconocía frente al espejo… pero… si… algo había existido y tendría que explotarlo y aprovecharlo. Podía. Si podía. Era su pecoso… su niño herido convertido en una mancha de pena en la cama… No. Nada ni nadie iba a desanimarlo. Se lavó la cara con agua fría, revisó su apariencia y volvió a salir rumbo al cuarto de Coque con una nueva carga renovada de energía. Era hora de levantarlo y comenzar las terapias.

 

Minutos antes, cuando Coque escuchó que la puerta del cuarto por fin se cerraba, soltó las lágrimas que venía aguantando desde que viera los ojos castaños del tal Ray… ese hombre le causaba pena… le traía recuerdos a su memoria… no sabía de qué o de quien…  recuerdos diferentes… de antes… de cuando todavía era normal y feliz… de cuando creía que nada malo iba a pasarle en la vida… de cuando aún tenía ganas de vivir.

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.