Capítulo 78
TEDDY
Recuperar a Clemente era lo segundo en su lista de prioridades.
Lo primero había sido rescatar a Domingo. Ahora ya era muy tarde. Se había enterado de su muerte a manos de esa maldita mujer… Casi una niña… una mocosa del demonio. La detestable hija de Lino… La había subestimado. Lloró unas cuantas lágrimas por su torpe hijo muerto y se consoló de prisa pensando en la venganza y la recuperación del honor.
El mariquita en la clínica era uno de los siguientes objetivos. Había sido complicado obtener su ubicación pero ya la tenía. Sabía dónde estaba y la cantidad de hombres que lo protegían. Sería algo fácil y rápido. Con él había comenzado todo y con él mismo terminaría. Sería una lección para todos.
Tenía planeado para él un programa de sufrimiento peor al que María había experimentado sobre su hijo. Le haría llegar los pedazos del marica a la muy perra.
Esta vez, no estaba dispuesto a comenzar una guerra a gran escala. No tenía los medios para hacerlo de prisa y resultaba demasiado engorroso, peligraban las lealtades. Así es que había programado unos cuantos objetivos precisos que dañaran de lleno a todos quienes se habían reído de él. Resultaba más efectivo y fácil de ejecutar. Había seleccionado cuidadosamente dónde asestar los golpes.
La bonita hermana de Gonzalo era otro de los objetivo. Ansiaba llegar a ella. La recordaba del matrimonio de la perra con Esteban. Era hermosa y elegante. Casi había opacado a la novia aquella noche. Sería un placer destrozaba. Luego, si quedaba algo de ella enviaría los pedazos a Gonzalo y a Andrei… ¿Quizás alguno directo a su padre?.. Si..Jaime podría tener un nuevo infarto por la impresión y morir de inmediato. Esa muerte se vería bien en su historial.
Oh sí, señor. Iba a disfrutarlo.
Volvería a ser más poderoso que antes y todos tendrían miedo de escuchar su nombre. Si antes había sido cruel, ahora estaba dispuesto a llegar más lejos que nunca.
Tenía su dinero a buen resguardo en el extranjero y siempre podía volver a ganar mucho más. Ese no era el problema. El verdadero tema era recuperar el honor de su nombre y su familia, enlodado por la perra y el marica de Gonzalo.
-. Papá…-
Clemente despertó en medio de mucho dolor. Estaba casi desnudo, atado a una silla, en una sala desconocida que parecía un escritorio. Le costaba abrir los ojos, tenía moretones y marcas de golpes por doquier. Su padre era el único ocupante además de él. Sabía que tenía huesos rotos. Estaba mareado del dolor.
-. Papá – volvió a gemir. Necesitaba agua…
Recibió un nuevo golpe en el rostro
-. No me llames padre, inmundo traidor –
Teddy Rojas abandonó la sala dejándolo solo. Ya se ocuparía de su hijo traidor, más tarde. Había muerto uno de sus hijos y tendría que encargarse de este otro… No era fácil ser padre.
Ahora quería avanzar con sus planes. Muy pronto, todos se enterarían de la desaparición de Clemente y comenzarían a ponerse en guardia. Era hora de actuar antes que se arruinara el factor sorpresa.
LIDIA.
Lidia había tenido un día complicado, no tanto por el trabajo, sino por la incertidumbre de sentirse sola. No le gustaba. Andrei no la llamaba ni la buscaba y por ahora, su orgullo era más grande que su necesidad de verlo y su molestia con él no le permitía pensarlo con claridad.
Por otro lado, a Karina no la había visto en la mañana y tuvo temor de que Andrei hubiera cumplido su amenaza de enviarla lejos.
Se aguantó la molestia todo el día recurriendo a su orgullo. Intencionalmente no quiso llamar a Andrei para preguntar.
El día se le hizo largo y lento. Al terminar la jornada, salió de su oficina con poco ánimo y casi nula energía. Tras abrir la puerta, encontró a Karina esperándola como siempre, fuera de su oficina. Ahí estaba ella. Infalible, siempre confiable. Suspiró sintiéndose tranquila. La energía retornó en forma de una sonrisa…
-. De ahora en adelante entras a tomar café conmigo en vez de esperarme aquí afuera – le dijo a modo de saludo.
Gonzalo había cumplido. Karina no se había ido a ninguna parte.
-. Será un agrado – respondió ella aguantándose la misma sonrisa que tenía Lidia en la cara y quitándole el maletín para llevarlo en sus manos.
Subieron al ascensor en un silencio cómplice. Las dos solas.
-. No te fuiste – Lidia estiró su mano y acarició los dedos de Karina. Ella respondió abriendo su mano y atrapando la de Lidia
-. No. No pensaba irme tampoco-
Sonrieron disfrutando del cálido contacto de sus manos y el saberse cerca.
Lidia se alegraba tanto de que no se hubiera ido. Se había sentido muy sola. Quería abrazarla. Le gustaba tanto su compañía y hablar con ella, saber que podía contar con Karina para cuidarla, acompañarla y protegerla. Ella era como un bálsamo para su espíritu. Una compañera especial. Era tan injusto que Andrei quisiera enviarla lejos. No tenía derecho!!!… No podía quitarle a su amiga… Karina era como la hermana que no tenía… era como… … … …
La mirada se le quedo inmóvil en la imagen de ella misma que le devolvía el espejo del ascensor…
¿Qué había pensado??…
Hermana…
Ladeo levemente la cabeza para mirarla mejor…
Dijo amiga y hermana…
El estómago se le apretó en un nudo enredado.
Karina sonreía satisfecha y estrechaba su mano ajena a lo que pasaba por su mente
Le seguía produciendo una alegría inmensa tenerla a su lado… ganas de abrazarla y reír con ella… hablar hasta tarde, compartir una cena y buenos momentos… hablar, escucharla… ganas de hacer lo que haría exactamente con una buena amiga o una hermana…
Oh Dios!!
Sintió que un peso enorme caía sobre ella y la dejaba aplastada contra la pared del ascensor.
Muy despacio, retiró su mano. Miró a Karina fijamente
-. ¿Qué pasa? – preguntó ella sintiendo la intensidad de la mirada
Las palabras no acudieron a su boca… se limitó a mantener una sonrisa congelada…
Karina era su amiga, de compartir sus secretos, de depositar en ella sus sueños y dolores, de estar a su lado en todos los momentos difíciles o alegres… sobre todo durante las últimas semanas en que nadie parecía tener tiempo para ella. Karina era algo así como una fiel compañera del alma… una persona increíble. Bajo esa capa de dureza y agresividad había una mujer valiente, alegre y decidida que ella había alcanzado a vislumbrar y comenzaba a admirar…
Le tenía mucho cariño…
La quería en verdad…
Pero no la amaba de la manera en que amaba a Andrei. Sus sentimientos por ella eran de amistad y profundo cariño…
La verdad se reveló en su mente con asombrosa claridad dejándola levemente choqueada
Se había confundido tontamente.
El alejamiento de su familia mientras cuidaba a su hermano menor, que casi consideraba un hijo, el rechazo de Daniel hacia ella… la situación de urgencia de la familia que exigía todo el tiempo de Andrei… todo se había confabulado para hacerla sentir sola y vulnerable…
Oh Dios!!… ¿Qué había hecho?… Se había equivocado completamente…
Nunca podría reemplazar lo que sentía por Andrei y entregárselo a Karina. No la amaba de esa manera…
Sonrió con tristeza a través del espejo…
Karina sonrió de vuelta, algo que muy rara vez hacía y le brillaron los ojos oscuros…
Lidia suspiro nerviosa…
-. Eres una gran mujer, Karina
Le habló con una mezcla de miedo y ternura.
Sabía que los sentimientos de Karina por ella eran de otro tipo. Entendió de golpe que ella no podía corresponder a esos sentimientos… pero había estado alentándola durante las últimas semanas… La quería como una gran amiga. No iba a dejar que nada las separara… pero tenían cosas que conversar y aclarar. Tendría que hacer cambios… aceptar que nunca sería más que una profunda amistad entre ellas. ¿Sería ella capaz de entenderlo? Karina era una mujer fuerte.
Lidia se permitió entonces unos segundos para pensar en Andrei… apoyó su nuca contra el espejo tras ella y miró hacia arriba…
Andrei…
Sintió urgencia de verlo…
Que estúpida había sido!!
Karina se refugió en la calidez de las palabras de Lidia, en la mirada intensa que había recibido y en la caricia en su mano. No sabía si era o no una gran mujer. Solo sabía que su hada se lo había dicho, y si Lidia lo creía era bastaba para convertir ese día en uno de los mejores de su vida.
Se alegraba tanto de no haberse ido. No sabía porque Andrei no había cumplido su amenaza pero se alegraba.
-. Estamos llegando – anunció alejándose un paso mientras el ascensor se abría hacia el estacionamiento subterráneo.
El chofer y un guardaespaldas las esperaban a la salida. Se había redoblado la vigilancia. Juntos, caminaron hacia el estacionamiento reservado para el vehículo de Lidia.
Karina, con su agilidad habitual, fue la primera en llegar y abrir la puerta del auto para dejar el maletín de Lidia en el asiento.
Se quedo quieta con la mano en la puerta abierta…
No habría podido explicar que fue lo que llamó su atención y le hizo advertir el peligro, pero lo sintió tan fuerte como si la hubiera abofeteado.
Algo no estaba bien
Se giró de prisa buscando alrededor. Ya tenía un arma en una mano y un cuchillo en la otra.
El chofer y el guardaespaldas se sobresaltaron al notar las armas y la actitud de Karina
-. ¿Qué pasa? – preguntó uno de ellos alarmado echando mano de su arma, sin saber a qué apuntar.
-. Hay algo…- murmuró Karina.
No podía decir qué ni dónde… pero estaba ahí, vivo y latiendo… lo olfateaba en el aire, le cosquilleaba en la nariz… ¿qué era?.. ¿dónde estaba?…
Absoluto silencio, sin sombras moviéndose ni ruidos extraños… nada que pareciera anormal… solo silencio…
Karina cerró de prisa la puerta del auto y ordenó con autoridad
-. Llévenla de vuelta al edificio
-. ¿Qué? ¿qué pasa? –
– Llévenla!!! – gritó vuelta loca buscando el peligro.
Entonces, en una fracción de segundo, se dio cuenta.
Faltaban las banderitas.
El vehículo oscuro estacionado al lado del de Lidia no tenía las pegatinas de las banderitas en las ventanas. Era del mismo color y modelo. Pero faltaban las dos banderitas gastadas que veía cada día en la ventana trasera.
No era el mismo vehículo de siempre.
Era otro auto igual… casi…
Dios!! Era una trampa!!!
-. NO. Nooooo… Corraaaan –
Volvió a gritar girándose a toda marcha y echando a correr desesperada tras de Lidia en un intento por protegerla.
Apenas segundos después la poderosa bomba en el automóvil extraño estalló, haciendo añicos el auto de Lidia, lanzando fragmentos, calor y fuego en todas direcciones.
Karina tuvo menos de un segundo para pensar…
Su hada le había tomado la mano y le había dicho que era una gran mujer. Había sido un buen día.
La fuerza del estallido arrojó el cuerpo de Karina directamente sobre el de Lidia que corría escoltada por uno de los hombres. Cayeron todos juntos al suelo en un enredo de cuerpos y un gran golpe. Karina se quedó adherida a la espalda de Lidia manteniéndola protegida bajo ella. El otro hombre cayó unos pasos más atrás. Los pedazos de metal ardiente y el fuego abrazador pasaron silbando sobre todos ellos. Calor… el aire se había convertido en fuego que quemaba la garganta… La fuerza de la onda explosiva movió sus cuerpos como si fueran hojas en el viento pero Karina nunca la soltó.
No hubo gritos. Al menos Lidia no pudo escucharlos porque el estallido de la bomba había afectado sus oídos. Solo silencio y dolor… Sentía las manos de Karina dolorosamente incrustadas en sus hombros y los cuerpos inmóviles sobre ella. Le costaba respirar y mantener los ojos abiertos…
Golpes, ruido estruendoso, fuego, humo y dolor.
Después, todo se volvió negro y aterradoramente silencioso.
LOS ROJAS
Leonardo tenía una gran duda.
A decir verdad, tenía muchas pero la que en particular le preocupaba en ese momento era lo que sentía sobre la muerte de Domingo, el secuestro de Clemente y el futuro de Anselmo. Sabía que su atención debería estar enfocada en el próximo objetivo. Era importante pero no podía evitar sacar cuentas… y alegrarse: Domingo estaba muerto; Clemente había cavado solito su propia tumba y Anselmo… bueno… tendría que aprender. Era joven y manipulable…
Respiró profundo y elevó la cabeza levantando el mentón.
No tenía competencia.
Sería, indudablemente, el próximo jefe de la familia cuando su padre muriera.
Esa última frase era tal vez la segunda parte de su inquietud… ¿cuánto tiempo más podría seguir vivo entre tanto traidor y con un precio tan alto por su cabeza?… Ninguna de las familias lo apoyaba… maldición!!! Si él muriera ahora mismo se encontraría en un grave aprieto para sacar adelante a la familia…
-. Don Leonardo…
Uno de sus pocos hombres de confianza que quedaban llamó su atención y le indicó el edificio apenas iluminado en la noche oscura. No se alcanzaba a distinguir bien pero se habían detenido distantes y con las luces apagadas, conscientes de que en la clínica encontrarían guardias que reaccionarían. Se veía un lugar grande y silencioso, sin nadie a la vista pero estaban en alguna parte… vigilando y cuidando… Estudió el lugar antes de decidirse a avanzar. Estaba en las afueras de la ciudad. Sería un trabajo fácil. Solo tenían que hacerlo rápidamente. La sorpresa era su factor ganador
-. Adelante – ordenó Leonardo al conductor – Ya saben qué hacer–
Cada uno de los siete hombres que ocupaban los dos vehículos se cubrió el rostro con una máscara detectora de movimientos y calor. Cargaban armamento de guerra en sus manos. Aparentemente no había nadie en la calle que rodeaba la entrada de la clínica.
Los pesados vehículos pasaron a toda velocidad destrozando la reja de entrada.
Leonardo y sus hombres descendieron y alcanzaron la entrada antes de que las primeras balas comenzaran a caer sobre ellos. Tal como habían supuesto, el pequeño Coque estaba bien protegido. Sin embargo habían llegado hasta su objetivo que era la entrada de la clínica. Actuaban de prisa y coordinados
Leonardo y dos de sus hombres ingresaron al lugar disparando a las lámparas y dejando todo a oscuras a medida que avanzaban. Podían detectar el calor de los cuerpos ylosmovimiento con sus máscaras. Leonardo recordó el mapa que había estudiado y se dirigió hacia donde estaban las habitaciones. Frente al mesón de enfermeras vio el cuerpo de una persona escondido. Se acercó corriendo y lo jaló del cabello apoyando su arma directamente sobre el estómago de su víctima quien gritó aterrada. Era una mujer. Posiblemente la enfermera de turno.
– La habitación número 12? – preguntó fuerte y claro pero la mujer seguía gritando fuera de control. La soltó del pelo y atravesó su rostro con una fuerte cachetada. La mujer se tambaleo
-. Si no me dices donde está voy a matarte –
-. No sé señor.. no sé.. no me mate, por favor.. no…-
-. Te di la oportunidad – dijo Leonardo antes de apretar el gatillo y dejar caer el peso del cuerpo sin vida al suelo…
Los disparos continuaban afuera. El tiempo apremiaba. Por medio de gestos le indicó a sus hombre por donde continuar. Avanzaron corriendo. Se escuchaban gritos asustados. De acuerdo al mapa la habitación del pequeño marica estaba cerca.
-. Aquí es- Dijo Leonardo deteniéndose frente a una habitación. Ni siquiera esperaron a comprobar. Comenzaron a disparar inmediatamente, arrasando con la puerta e ingresando a la habitación. Distinguieron dos personas dentro hacia quienes dirigieron los disparos. En cosa de segundos acabaron con la vida de los ocupantes de la habitación número doce.
Leonardo se acercó hasta los cuerpos para cerciorarse. Sonrió satisfecho al reconocer a uno de los hombres de Lino… bueno… de la tal María, ahora. Entonces, sin duda, el otro cuerpo correspondía al hermano de la bruja…
El aire se le atoró en la garganta…
Apretó el arma en sus manos con furia…
Se quitó la máscara de golpe para comprobar lo que estaba viendo…
-. Jefe, no es el chico
-. Ya lo sé idiota!!- gritó indignado – búsquenlo por todas partes!!!
No era posible que hubieran llegado tan lejos para ser engañados
De un manotazo levantó la cubierta de la cama para descubrir almohadas y frazadas simulando una persona
-. Maldición… maldicioooon!!!
El ruido de las balas y los gritos de afuera se mezclaron con el ulular de sirenas policiales que se acercaban…
Leonardo tomó la máscara y disparando a diestra y siniestra corrieron de vuelta hacia la salida… uno de los autos estaba destruido y había dos cuerpos sin vida en la entrada. Pasó saltando para esquivarlos y corrió hacia el vehículo.
Cuando iba subiendo al vehículo, sintió una fuerza extraña que lo empujaba hacia el interior, como si alguien lo hubiera empujado fuerte y dolorosamente. Se sintió atontado. El desconcierto se apoderó de su mente por unos instantes. El auto partía veloz con sus ocupantes abriéndose paso por medio de disparos… Nadie estaba pendiente del hijo del jefe… cada quien peleaba por su vida. Leonardo no reaccionó hasta que sintió que un líquido caliente mojaba su ropa y escurría por su estómago… Se miró el pecho, confundido… estaba manchado de sangre que seguía brotando. Quiso gritar y advertir pero no pudo… no tenía energía suficiente…
Cuando la policía llegó al lugar solo encontraron cuerpos sin vida dentro y fuera de la clínica. No quedaba nadie, ni de un bando ni del contrario, que pudiera dar explicaciones.
DANIEL
Lo mantenía abrazado a su cuerpo en la estrecha cama del departamento. Debería sentirse incómodo pero, contrario a eso, estaba feliz aunque su compañero de cama no estuviera despierto. Coque había tomado, sin saberlo, una dosis mayor de su medicamento para dormir y fue entonces cuando Daniel aprovechó de sacarlo de la clínica con la complicidad de sus hombres y la excusa de un paseo por el jardín en la silla de ruedas.
Desde que Gonzalo lo llamó horas antes y le contó lo que pasaba con los Rojas no se había podido quedar tranquilo.
No importa cuántas personas hubiera custodiándolos.
Los Rojas estaban desesperados y actuarían de manera irrazonable.
Pensó en llamar a Esteban o incluso a Gonzalo… pero sería un lío enorme si vinieran ellos y eso aumentaría la posibilidad de que alguno delatara su verdadero nombre frente a Coque.
A medida que fue avanzando la tarde, los temores de Daniel iban aumentando. Si los Rojas volvieran siquiera a estar cerca de Coque todo su progreso se iría a la mierda…
Ni imaginar que sucedería si burlaran toda la vigilancia y lograran llegar hasta su pecoso.
Puso música en la radio que había traído. A Coque le gustaba mucho escuchar canciones. Lo vio sonreír y tararear un pedacito de una canción con los ojos perdidos en el atardecer sobre el jardín… Coque se veía completamente en paz. Al fin la tranquilidad había vuelto a su alma.
Esa visión fue la que le hizo tomar una drástica determinación.
Se llevaría a Coque a su pequeño departamento donde podría protegerlo de mejor manera con todos los hombres que Gonzalo había enviado. Era demasiado riesgo mantenerlo en esa clínica. María pensaba que el paradero de Coque era desconocido pero eso no era verdad.
Abandonó la habitación y se comunicó con su gente. Poco después habían trazado un plan que engañaría tanto a los hombres de María como al personal de la clínica.
Estaba anocheciendo cuando Ray Salazar, con su mejor sonrisa, consiguió permiso de la enfermera jefe para pasear a Coque por el jardín
-. ¿Por qué a esta hora? – preguntó ella
-. Es que no le gusta salir cuando hay más gente– respondió haciendo uso de su arte de seducción.
La enfermera aceptó. Después de todo, Ray había dado sobradas muestras de ser una buena influencia para la mejoría de Coque.
Cuarenta minutos después, ya estaba oscuro cuando Ray pasó frente al puesto de la enfermera jefe
-. Duerme como un angelito. Ya le di sus medicinas. No despertará hasta mañana
-. Bien. Gracias Ray. Hasta mañana
-. Hasta mañana
Salió caminando con calma, como hacía todas las tardes, controlando sus ganas de correr para ver que hacían sus hombres con Coque. Dos de ellos los reemplazaban en el dormitorio y el resto se habían llevado a Coque, completamente dormido, por efecto de las pastillas.
Cuando llegó al pequeño departamento lo encontró descansado sobre su cama, en posición fetal y muy bien custodiado. Lo embargó la emoción al verlo…
-. Gracias – dijo a los hombres que le habían ayudado, sin dudar en ningún momento de obedecer sus órdenes.
Puso a Coque bajo las cobijas, tomó una ducha, comió algo ligero y se fue a acostar, acurrucándose a su lado. La cabeza de Coque sobre el brazo de Daniel. No se aguanto las ganas de besarlo y abrazarlo con enorme ternura y volcando en esos delicados toques todo el cariño que había estado acumulando por semanas… era innegable que el deseo estaba presente… llevaba mucho tiempo sin tocarlo ni ser tocado… pero ahora no era el momento. Recordó las palabras de Coque cuando le contó lo que le había hecho Domingo… ¿Cómo sería cuando volvieran a estar juntos?… Sintió la tensión en sus músculos. No iba a ser fácil… pero luego de todo lo que había pasado, se sentía fuerte y adulto, capaz de superar cualquier barrera.
-. Estas conmigo, Coque. Yo voy a cuidarte. No voy a dejar que nadie te haga nada malo nunca más.
Se sintió responsable, protector… Las últimas semanas habían obrado un gran cambio en Daniel. Había madurado a la fuerza en la dirección correcta. Posiblemente tendría complicaciones al día siguiente. Ya pensaría que decirle cuando despertara. Tendría que llamar a Esteban y avisarle, no quería iniciar una revolución… poner a Gonzalo al corriente también. Seguramente todos se iban a enojar con él… Pero nada de eso le importaba. Coque estaba seguro a su lado y eso era lo único valioso.
Sonrió al mirarlo. La visión de su pecoso dormido tan tranquilo lo llenaba de ternura. Le besó los labios con cuidado, sintiendo su calor y lo mantuvo pegado a su cuerpo hasta que sus ojos se cerraron del cansancio.
Horas más tarde, Daniel despertó con el ruido producido por las sirenas de los carros policiales que circulaban velozmente. Casi pudo predecir hacia donde se dirigían… Se asomó a la ventana y siguió la trayectoria de los vehículos… la preocupación le apretó el corazón…
Tendría que hacer las llamadas ahora… Se demoró unos minutos… Sostuvo a Coque entre sus brazos agradeciendo haber actuado de acuerdo a su intuición… estaban seguros… Lo acarició largos minutos, se llenó los ojos con los detalles de su rostro pecoso…
Suspiró. Tendría que dejarlo ir por ahora… pero que nadie pensara que podrían volver a separarlos.
-. Hola – la voz de Esteban denotó la sorpresa de recibir una llamada a esa hora de la madrugada
-. Habla Daniel. Los Rojas atacaron la clínica… Coque está conmigo. Está bien.