CAPITULO 78
El joven teniente de la Brigada de delitos informáticos se encontraba en un dilema… pensaba en una solución mientras miraba el semi destruido laptop que había llegado a sus manos cuando fue llamado para investigar la única evidencia del caso de intento de secuestro de un menor. Habían tenido mucho más evidencia, pero nadie en la división fue capaz de dimensionar frente a que se encontraban y solo ahora, que no quedaba nada, se daban cuenta de la potencial importancia del caso. Un yate lleno de evidencia había volado en pedazos casi al mismo tiempo que desaparecía el vehículo retenido en el último patio de la delegación. No quedó nada rescatable, excepto esa laptop alguien intentó destruir pero no alcanzó a completar su objetivo; parte de la memoria aun estaba intacta. El problema ahora era descubrir en que maldito idioma o dialecto estaba escrito el contenido… algunas eran letras occidentales, otro parecían caracteres chinos y otros eran simplemente jeroglíficos inventados que parecían dibujos de niños. No había nada en la base de datos de interpol que respondiera positivamente al lenguaje que Cristián tenía en frente… El teniente caminaba de un lado a otro en la oficina ya desierta dado lo avanzado de la hora; del paquete que sostenía en la mano sacaba almendras y masticaba sin quitar sus ojos de la pantalla… obviamente era un lenguaje cifrado con el propósito de ocultar información… parecía una lista… ¿Qué estaba enumerado en esa lista? ¿nombres? ¿Más chicos secuestrados? ¿Dineros pagados? ¿Lugares de secuestro? ¿Eran esos números o letras?… quizás lo sabría mejor al recuperar más información. Por ahora, y tras mucho esfuerzo, había recuperado dos páginas que lo estaban volviendo loco…
Cristián apretó la bolsa de almendras en su mano y decidió que las 11 de la noche era demasiado tarde. Traspasó la información rescatada a su propio computador. No le gustaba llevar trabajo a casa pero estaba comenzando a sentir la presión. Lo habían llamado especialmente porque era el mejor en el ciber crimen.
El teniente Cristian Rodríguez era un experto que hablaba poco y hacía mucho. Nunca era desagradable pero tampoco era sociable. Le gustaba trabajar en solitario y su aspecto no decía relación con su trabajo ni su cargo; ni el capitán ni el comandante habían logrado que vistiera terno ni se cortara el pelo oscuro, largo y suelto que caía sobre sus camisas y sus jeans corrientes. Tenía los ojos oscuros, apasionados y peligrosos. Su imagen, algo dura y hostil, no encajaba con el pendiente que lucía en una de sus orejas y que contrastaba con todo el resto de su apariencia. Sus compañeros de trabajo, luego de 8 años, se habían acostumbrados a las excentricidades y rarezas de Cristián, homosexualidad entre ellas, pero lo respetaban… ninguno entendía cómo funcionaba su mente, pero sabían que Cristián era inteligente y rápido, se apasionaba con los casos, obtenía resultados y en cuanto atrapaba a los malos seguía con el siguiente asunto, sin detenerse a recibir felicitaciones o saludos. Lo único que sacaba a Cristián de su ostracismo y seriedad era la presencia de su pareja a quien todos en la división se habían acostumbrado a ver y aceptaban. Era difícil no caer bajo la simpatía y dulzura del hombre que compartía la vida con Cristián; tenía una personalidad totalmente opuesta; era amable, sociable y simpático además de tener un aspecto de eterno adolescente. Con esas palabras de referían a Juan Felipe cuando hablaban sobre él. Ya no les llamaba la atención que el teniente no compartiera con ellos porque finalmente lo habían entendido; Cristian estaba enamorado de su pareja y ese chico constituía todo su mundo. No arriesgaba su relación ni permitía que nadie interviniera en su vida privada.
Ahora, todos en la división estaban pendientes del caso que cada día tomaba más importancia; el secuestro de niños era un delito especialmente desagradable. El chico que había sido atacado no recordaba nada, solo un golpe y un piquete en su cuello que resulto ser una droga. El jefe de la unidad sospechaba que había algo grande detrás de los dos hombres detenidos. Sus huellas, increíblemente, no habían arrojado ningún resultado, lo que contribuía a aumentar el misterio; los detenidos rehusaban hablar y parecían dispuestos a una larga estadía en la cárcel antes de confesar. De hecho, parecían dispuestos a morir antes de delatar un nombre. Algo les producía a esos hombres más temor que la cárcel… o tal vez alguien pagaba su silencio con mayor valor que sus vidas… todo resultaba muy intrigante.
Cristián guardó su computador y salió rumbo a su hogar. Durante el trayecto se distrajo pensando en Juanfe que lo esperaba en su hogar.
Juan Felipe miraba televisión, la mesa puesta para cenar y un bien dispuesto abrazo de bienvenida
-. Llegas tarde
No era una llamada de atención sino más bien una expresión de lástima al ver el cansancio y la preocupación en los ojos y actitud de Cristián.
Como por arte de magia todo el serio y sombrío aspecto del teniente se iluminó y sus ojos se suavizaron. Juanfe siempre tenía ese efecto sobre él. Cinco años viviendo juntos no mermaban el impacto ni la intensidad de lo que sentían el uno por el otro.
-. Recuperé información hoy, pero no logro entenderla. Me gustaría que lo vieras – indicó Cristián luego de los besos y caricias.
Juan Felipe se había especializado en idiomas y criptografía al terminar la escuela. Estaba muy bien calificado y en más de una ocasión el capitán había solicitado su ayuda. Si había alguien que podía ayudar al teniente a resolver el misterio era, justamente, su pareja.
Juanfe puso un plato de comida frente a Cristián. No tenía duda de que se había olvidado almorzar y cenar y solo había picado tonteras. Nunca comía cuando estaba bajo presión.
-. Te comes todo eso – ordenó Juanfe pretendiendo seriedad pero su rostro de niño, los ojos claros y el mechón de pelo trigueño en su rostro no le permitían parecer enojado
-. Si, solo mira las páginas, por favor – respondió Cristian sintiendo un profundo hueco de hambre en su estomago al ver la comida
Cristián comió en silencio…
Juanfe revisó la imagen de la pantalla…
-. No es un idioma… tiene caracteres rusos y Yué… acentos daneses… hay símbolos que no existen… mira! esto de aquí es Latín…
-. Dime que vas a decodificarlo – Cristian se estaba poniendo nervioso.
-. Puedo intentarlo… es un enredo terrible… necesito tiempo
-. Ah demonios!.. lo necesito con urgencia, Juanfe
-. Hago lo que puedo – respondió Juanfe un poco sentido
-. Perdón… lo siento
Cristián se calmó y se atrevió a poner la mano en el hombro de su novio al darse cuenta que estaba siendo hiriente sin necesidad
Los detenidos serán llevados ante el juez pasado mañana.
-. Lo haré por ti… voy a descifrarlo aunque no duerma.
Juanfe apretó la mano de Cristián subiendo su hombro y ladeando su rostro. Ya no era el mocoso inseguro del pasado que Cristián había rescatado. Había crecido y madurado de la mano de Cris, tenía un buen trabajo y cada día adquiría más prestigio en su campo laboral. Cada uno por separado era un hombre seguro, con una buena profesión y trabajo… pero cuando estaban juntos se adaptaban al rol que deseaban desempeñar como pareja del otro
-. Tendré que recompensarte por eso
Cristián se calentaba cuando Juanfe se mostraba seguro y decidido. Estiró su mano y abarco una de las nalgas redondas de Juanfe, apretando.
-. Bueno… si lo quieres de prisa la recompensa tendrá que esperar
-. Diablos!
Cristián quitó su mano del trasero de su pareja y volvió al plato de comida a medio terminar. Siguió comiendo viendo como Juanfe se iba transformando frente a sus ojos… desaparecía la expresión de niño dulce mientras tomaba notas y se concentraba en la pantalla… se volvía hombre… Cris siempre había adorado mirar y analizar todas las expresiones de Juanfe y eso no había cambiado. Finalmente una sonrisa dulce apareció en el rostro del teniente…
-. Sabes que te amo, no?
Juanfe le devolvió la mirada solo unos segundos
-. Yo también te amo…
Sus ojos volvieron a la pantalla… se movían veloces de una línea a otra, sus dedos tecleaban… el ceño fruncido en su rostro de niño serio… Juanfe lentamente presentía que él podía descifrar y entender el secreto contenido en esas páginas que aclararían el intento de secuestro y el misterio que había detrás.
ADAMIR
Max amaneció de buen humor, satisfecho y descansado. Se estiró en la cama de Adamir como un gato perezoso y gimió suavemente, como si ronroneara. Al instante, sintió las manos de Adamir envolviéndolo
-. ¿Estás bien? – demandó el amo preocupado.
La noche anterior había sido especial; el collar en el cuello de Max lo había excitado más de lo que cabía esperar… el cuello largo y fino de Max lucía su collar. Ahora le pertenecía para siempre… suyo… completamente. Por fin se despejaban todas las dudas y Adamir comprendía lo que significaba el deseo de posesión que había visto en otros amos y que ahora le había tocado a él sentir. Max era suyo, su propiedad y no sentía ningún remordimiento por desear quedárselo. Su sentimiento de posesividad era absoluto y maravilloso. No tenía que dar explicaciones. Era el amo y dueño de hacer su voluntad. Ya tendría tiempo de explicarle a Max lo que significaba el collar y le daría tiempo para entenderlo y aceptarlo. Obviamente esperaba algún tipo de resistencia de parte de Max… después de todo, parte del atractivo de su adorado esclavo era ser rebelde y no aceptar las cosas a la primera… se opondría, pelearía, discutiría pero finalmente Max era y continuaría siendo suyo. Con el tiempo maduraría y entendería que esta era su mejor opción. Adamir estaba contento, tranquilo y en paz. Pensaba hacerlo feliz… deseaba protegerlo, cuidarlo y verlo reír todas las veces que fuera posible… Dios!! si algo lo enloquecía era ver a Max feliz!!!
-. No… estoy bien – respondió Max ruborizándose y dándose cuenta que al estirar su cuerpo le había dolido la zona que Adamir había maltratado y abusado horas atrás. No se había percatado en el momento, perdido como estaba en la pasión y el placer… habían hecho de todo y nada fue suave sino salvaje y enloquecedor…
Max intentó ocultar su rostro. No le gustaba mostrarse avergonzado ni mucho menos adolorido… odiaba ser visto como una persona débil, pero era demasiado tarde. El ojo del amo había captado el rubor en las mejillas y los ojos huidizos
-. Ven aquí – ordenó tirando de él hacia su cuerpo y buscándole la mirada – te sonrojaste
-. No es cierto!!! – protestó Max subiendo el tono de voz
Adamir levantó un dedo para indicar silencio.
Max se contuvo
-. Eres aún más bello cuando te sonrojas
No había burla en las palabras de Adamir sino sinceridad
-. Yo no…
Esta vez, Adamir lo calló con la mirada de sus ojos dorados
-. Eres lo más hermoso que he visto en mi vida – sus palabras sinceras sonaban peligrosamente cerca a una confesión de amor
Lentamente, lo fue acercando hasta encontrar sus labios… los separó despacio con su lengua… tanteando… probando y deleitándose… su mano sostenía la cabeza de Max que terminó de acercar para besar intensamente. Dios!! nada en este mundo sabía mejor que la boca de Max!!! Adamir no se cansaba de besarlo y tocarlo… sus cuerpos desnudos en contacto… la mano del amo lo sostuvo del collar con una intensa sensación de posesión… su corazón rebosaba de un sentimiento espléndido, sentía cosas que no había experimentado hasta que Max apareciera y su mente le gritaba frases que deseaba reproducir y decirle al oído pero se contenía sintiéndose ridículo… solo pensaba en cosas cursi, ostentosas y pretensiosas, de novela barata… como si de pronto se hubiera vuelto estúpido y no pudiera elaborar una frase inteligente… Max era sublime! Como una noche estrellada y despejada… como un campo lleno de flores, como la más deliciosa fruta… era excepcional! Glorioso! Divino… Max era todo lo que quería…
Mantuvo al chico abrazado hasta que se calmó el loco tamborileó de su corazón y su mente dejó de pensar boberías. Estaba rebosante de energía. Estos sentimientos eran adictivos… ahora entendía tan claramente porque algunos amos enloquecían por sus esclavos… Si. Podía aceptarlo: Estaba loco por Max.
-. Vamos a desayunar. Luego tenemos que trabajar y voy enseñarte más cosas en el computador… – Adamir hablaba mientras caminaban juntos hacia la ducha – recuérdame que debo llamar a mi madre y también… Dios!!! tu culo Max… me enloquece… – alargó las manos incapaz de contenerse… de todos los cientos de glúteos que había visto en su vida ninguno era comparable con la sublime perfección de las nalgas de Max… Podía morir de placer cuando Max levantaba su culo y se lo ofrecía para lamerlo, besarlo, penetrarlo, se hundía en él y pasaban a ser como uno solo… unidos sus cuerpos, escucharlo y verlo gemir y gozar su placer… todo terminaba gloriosamente cuando veía su propio esperma chorrear desde el rosado ano. Max era perfecto para él y su vida había cambiado. Vivía bajo su techo y se adaptaba a la vida juntos. Había dejado de quejarse y de andar malhumorado. Max estaba aprendiendo rápidamente.
Adamir suspiró sintiendo que todo estaba espléndidamente bien.
Reían juntos bajo el agua de la ducha… Max se abrazaba a él y le permitía gustoso que lo enjabonara y retuviera contra la pared mientras el amo le enjuagaba el culo que tanto le gustaba…
MAXIMILIAN
Le gustaba estar en la oficina con Adamir. Sentía que era algo importante… algo que posiblemente nunca habría hecho en su otra vida. Admitía que su trabajo era algo bastante simple y básico; Adamir le había prometido enseñarle más y eso lo entusiasmaba. Por ahora, lo que hacía requería de mucha paciencia… cosa que escaseaba en Max. A veces pasaba una hora completa antes de que un nuevo número apareciera en la pantalla. Max miraba el número y con cuidado examinaba el código que lo acompañaba y le permitía ubicarlo en un determinado lugar. Nada complicado… solo mover números cada vez mayores, uno tras otro bajo un código definido. Luego de las primeras y emocionantes horas de aprender, el aburrimiento comenzó a rondar. Adamir se había encerrado en otro cuarto para hablar por teléfono y a media mañana, Max estaba solo en la oficina. Su tranquilidad terminó cuando Exequiel cruzó la puerta y le dedicó una mirada de desprecio
-. ¿Dónde está tu amo? – interrogó Exequiel claramente molesto de verlo
-. Está en la otra sala – respondió Max nervioso, enderezándose en el asiento.
Exequiel se detuvo para fijar sus ojos rabiosos en él
-. ¿Cómo me dijiste?
Maldición!!!… Max se dio cuenta que no le había hablado con respeto y sumisión y además, había olvidado llamarlo “amo” o “señor” al responderle. No le gustaba Exequiel y sabía que el sentimiento era mutuo. Le había dado un motivo para castigarlo
-. Lo siento, señor… el amo está en la otra sala, señor…
Max se había puesto de pie, su cabeza baja y sus ojos mirando al suelo… en su actitud se podía leer claramente más rabia que sumisión lo que molestó aún más a Exequiel
-. ¿Quién te crees que eres?!!! – interpeló Exequiel alzando la voz y acercándose a Max – ¿Aún no aprendes a hablar respetuosamente? – lo jaló con fuerza del cabello… Max, instintivamente ladeó la cabeza preparándose para recibir un golpe… Exequiel alcanzó a levantar la mano pero su gesto quedo paralizado al ver el collar en el cuello de Max… Sus ojos se abrieron… ese era un collar de… ¿cómo?… por qué?… ¿cuándo?… Adamir? No… no! imposible…. la mano en el aire bajó de golpe como si hubiera perdido fuerza.
-. ¿Qué pasa aquí?
Adamir había escuchado la voz descontrolada de Exequiel. La escena que encontró le desagradó completamente. Exequiel estaba amenazando a Max, lo tocaba y estaba demasiado cerca. Su estómago se encogió de irritación.
-. Max
No fue un llamado de atención sino, más bien, lo estaba requiriendo a su lado para protegerlo. El chico se acercó a él confiado y Adamir lo ubicó tras él
-. Tiene un collar
Exequiel estaba impactado
-. Si. Max tiene mi collar en su cuello – Adamir hablaba con frialdad
Exequiel le dirigió una mirada de incredulidad, los ojos grandes como platos y la expresión de locura
-. Adamir! no puedes darle un collar a un esclavo ¿no lo entiendes? Esto va a traer consecuencias…
-. Suficiente!!
Su voz retumbó firme y decidida. Tanto Max como Exequiel percibieron como Adamir hacia esfuerzos para no perder el control pero la noticia dejaba a Exequiel en shock
-. Es un esclavo… un producto…
Exequiel no podía entender ni aceptar lo que estaba pasando… Adamir no podía atarse a sí mismo con ese mocoso con un vínculo tan fuerte como el collar… ¿qué le había hecho ese esclavo al amo?… no le cabía en la cabeza esta relación y trataba insistentemente de que Adamir abriera los ojos…
-. Exequiel, Soy el amo de esta isla y hago lo que quiero. Max es mío. De ahora en adelante no hablarás sobre él, no lo tocarás ni emitirás opiniones sin mi autorización. Max está bajo mi protección.
Las palabras fueron acompañadas de un gesto que no dejaba dudas; Adamir extendió su mano y tomó la de Max entrecruzando sus dedos. El desafío en los ojos dirigido a Exequiel.
Exequiel perdió el aire… los miraba incapaz de reaccionar. Sus esperanzas se iban al tarro de la basura en ese mismo instante… Si Max tenía un collar significaba que él nunca sería la mano derecha de Adamir sino ese esclavo que mantenía de su mano… “su” esclavo… estaba bajo su protección… no era justo, no señor. Él había trabajado más que todos y ahora era su oportunidad… estaba perdiéndolo todo… sería un amo más del montón… nadie especial… no tenía a qué mas aspirar en la isla… derrotado por un maldito esclavo. No había duda en las palabras de Adamir. Exequiel se movió como si no se sintiera a gusto en su propia piel… no sabía qué hacer ni que decir…
-. Adamir… ¿estás cambiando las reglas, entonces?
-. Nada cambia para ustedes. Lo único diferente ahora es que Max está conmigo
-. Pero las reglas…
-. Soy el amo de este lugar, yo hago las reglas y tú trabajas para mí – Sus palabras frías y cortantes
Exequiel reaccionó a la amenaza velada en las palabras de Adamir. Si, él era el amo y podía despedirlo… nunca nadie había sido despedido en la isla. El único que había abandonado el lugar era Santiago… ¿era una amenaza de muerte?… ¿estaba en peligro? La idea de perder lo que tenía asustó a Exequiel. Nada era realmente suyo pero tenía en la isla todas las comodidades necesarias y una vida de sexo duro ilimitado con muchachitos hermosos a los que podía dañar y usar a su antojo. Jamás conseguiría algo parecido en otro lugar. Su actitud cambió al entender eso
-. Lo lamento – se disculpó – es que me ha tomado por sorpresa ver el collar … tu nunca antes tuviste un esclavo… yo… entiendo.
Hablaba atropelladamente intentando justificarse. Le asustaba que Adamir pudiera descartarlo como si fuera un perro.
-. Hablaremos más tarde
Adamir lo estaba despidiendo
-. No es necesario. Lo siento… en verdad me disculpo. Todo está claro ahora.
Exequiel salió con la cabeza gacha y los hombros hundidos… perdida su postura altiva de amo
-. ¿Te hizo daño? – Adamir giró hacía Max
Max negó con la cabeza. Respiraba agitado y aún estaba nervioso y molesto. Adamir lo sostuvo de los hombros y lo remeció suavemente
-. Max! ¿Te hizo daño? – volvió a preguntar
-. No… no, amo- respondió intranquilo
-. Tranquilízate. Ya pasó. Nadie volverá a tocarte o a hacerte daño
Max lo miró como si Adamir fuera de otro planeta. Esas palabras… ¿nadie volvería a dañarlo?… ¿en verdad?
-. Ningún amo tendrá derecho a tocarte o a pedirte algo, ¿entiendes? Nadie te podrá molestar
-. ¿Nadie? – preguntó Max con un hilo de voz
Adamir leyó la sorpresa en la expresión de Max. Nunca había pensado en hacer algo así pero desde que habían vuelto de la ciudad todo era nuevo y diferente. Él pensaba diferente. Max cambiaba las cosas para mejor, su vida era mejor con Max. Se acercó para envolverlo en un abrazo protector
-. Nadie, Max – suspiró en oído – Eres mío, ¿entiendes? Mío y de nadie más. Solo yo puedo tocarte y dañarte.
Se hundió en su cuello, se perdió en su olor y en su boca húmeda.
-. ¿Por qué? – Max aún no salía del estado de sorpresa
– ¿Por qué?… porque eres mío… porque estoy bien contigo, porque me haces sentir en paz y excitado a la vez… porque me gusta verte en mi casa y saber donde estas y que haces a cada instante…
Adamir lo miraba a los ojos… a los hermosos ojos castaños que lo tenían completamente cautivado. Deseaba con todo su corazón borrar la sombra de duda y asombro que seguía leyendo en los ojos de Max
-. Escucha Max, no voy a dejar que nada malo te vuelva a pasar nunca más, ¿entiendes? Voy a cuidar de ti y…
Ahí estaban nuevamente en su mente, las palabras cursis, a punto de brotar por sus labios… “Voy a hacerte feliz y a adorarte”… “Voy a bañar tu cuerpo de besos bajo la luz de la luna”… “Vamos a dormir juntos y acariciarnos cada noche… con lluvia o con sol… voy a despertar cada día en paz sabiendo que estás conmigo”…
Adamir dejó de hablar. No podía decir eso… ¿Qué le pasaba a su mente???!!!
Max nunca había escuchado una declaración de amor… nadie le había dicho cosas hermosas y seguras como lo que escuchaba… lo que Adamir le estaba diciendo se parecía mucho a lo que él creía debía ser una declaración amorosa… estaba nervioso y lleno de dudas… ¿Adamir estaba admitiendo que sentía algo por él?
Era arriesgado para Max atreverse a preguntar… pero el momento era especial y él necesitaba saber. Tenía tantas dudas
-. ¿Por cuánto tiempo?
“Por siempre”… “hasta que la muerte nos separe”… Oh por Dios!!! Adamir se sorprendió de la tranquilidad con que aceptó esos nuevos pensamientos…
-. Por mucho tiempo Max… mucho tiempo
Una fuerza extraña obligó a Adamir a abrazarlo… sentía una energía liberadora al admitir lo que estaba sintiendo. Suspiró sosteniendo el cuerpo delgado pegado al suyo.
-. Tú me gustas y me satisfaces… – Las palabras escaparon de la boca del amo antes de que pudiera pensar
-. ¿Más que Santiago?
Max tampoco pudo contener sus pensamientos y tuvo que expresarlos en palabras. Al instante sintió como Adamir se tensaba y sus hombros eran empujados hacia atrás.
-.Qué sabes de Santiago?
El amo estaba serio
-. Soy su reemplazo… él estaba contigo antes. Santiago se fue y… – se le hizo un nudo en la garganta… un estúpido nudo ciego de nervios y miedo que no lo dejaba hablar. La mirada de Adamir lo traspasaba y se sentía extrañamente débil
A Adamir le bastaron unos segundos para deducir de donde Max había obtenido la información. Sergio. Curiosamente no estaba molesto sino desconcertado porque no podía ver la relación entre lo que estaba viviendo y lo que había vivido alguna vez con Santiago. Una pincelada de algo caliente y dulce le paso por el corazón al ver el rostro nervioso de Max. Se tranquilizó.
-. No, Max. No eres el reemplazo de nadie. Yo no sentí por Santiago nada parecido a lo que siento por ti.
Max tragó saliva… tenía que seguir preguntando aprovechando que Adamir se había suavizado y le volvía a hablar con dulzura.
-. Y.. ¿que sientes… por… por mi?
Instantes de dudas reflejados por primera vez en la mirada dorada de Adamir. Su mente tenía claro lo que pasaba… un amo encaprichado con su esclavo, como le sucedía a tantos otros amos… su corazón gritaba algo diferente… gritaba que lo abrazara y lo cubriera de besos y le dijera por fin todas esas estupideces cursis y ridículas que salían de quien sabe donde…
-. Ya te dije. Me agradas. Eres bello, me complace mirarte y tocarte
No era la respuesta que Max esperaba escuchar… su rostro inexperto reveló de inmediato la desilusión que sentía
-. ¿Te agrado? – repitió estirando los labios en una mueca
-. Si! Me gustas mucho. Eres especial– el amo deseaba convencer a Max de que eso era bueno y único.
-. ¿Te agrado más que Santiago?
La mención de Santiago nuevamente molestó a Adamir.
-. Ya basta Max!. Estas conmigo porque así lo deseo. No eres el reemplazo de Santiago.
El tema comenzaba a incomodar a Adamir. No sabía dar explicaciones ni mucho menos sabía cómo convencer. Él solo sabía ordenar, controlar y ser obedecido.
-. Pero si tuviste una relación con él … –Max tampoco sabía cómo detener su curiosidad.
La postura de Adamir cambió. Se volvió el amo altivo y orgulloso cuando volvió a hablarle.
-. No presiones tu suerte, Max. Te he dado mucho. ¿Acaso no estás a gusto aquí?
Había una amenaza velada en la forma de preguntar… “te he dado mucho… y puedo quitártelo”
Todo el coraje que Max había reunido para atreverse a preguntar se evaporó en segundos. Se concentró en responder la pregunta que Adamir le formulara y para la cual esperaba respuesta… ¿Qué si estaba a gusto?… su cabeza se ladeó y sus ojos denotaban sorpresa… pues… estaba obligado, secuestrado, retenido en la isla… no era como si él hubiera elegido estar ahí… si hubiera continuado con su otra vida estaría en las calles… libre… peleando por su espacio, robando… quizás volviendo a tener hambre… nunca tenía un lugar seguro donde dormir… ni ropa ni ninguna comodidad…. pero tenía libertad… aunque comenzaba a cuestionarse para qué diablos le servía… Aquí estaba más seguro y tranquilo de lo que había estado nunca antes… tenía techo, comida, protección y Adamir ya no era como al principio… era diferente de buena manera… no podía compararlo con las calles que fueran su hogar… siempre eran dudosas, oscuras e inestables.. no tenía en quien confiar ni amigos ni conocidos… era una lucha constante… pero en ellas era dueño de su libertad… ¿cómo era posible que se sintiera bien, entonces?… los descubrimientos que hilvanaba su mente lo estaban confundiendo
-. Si – balbuceo muy despacio, mitad sorpresa, mitad orgullo
-. No te escucho
Adamir lo había escuchado perfectamente bien pero deseaba que Max lo expresara de manera más fuerte y segura
-. Si estoy a gusto… amo
Max levantó la cabeza y le habló enfrentándolo
No había explicación médica ni biológica para el erizamiento de piel que Adamir sintió al escucharlo… su corazón dio un brinco como si hubiera tropezado de alegría, su cuerpo se llenó de energía y calor, de mariposas y flores, de nubes blandas y rosadas…
Max estaba a gusto con él.
Se volvió de espalda para ocultar la sonrisa que no pudo evitar. El suspiro siguiente le nació desde el fondo del alma… la paz que lo envolvió era un sentimiento muy satisfactorio que no había experimentado desde no recordaba cuando… quizás nunca antes había sentido tanta armonía… todo estaba bien…. todo estaba malditamente bien.
-. No vuelvas a preocuparte por nada ni nadie – Adamir se acercó hasta poner su dedo sobre el collar en el cuello de Max – Este collar garantiza tu seguridad y protección, significa que eres mío y ninguna persona puede tocarte ni dañarte. Yo cuido de ti ahora, Max.
No era la confesión que Max esperaba forzar de Adamir, pero esas palabras seguían escuchándose parecidas a lo que Sergio y Nazir habían dicho… Max sonrió suavemente… la tensión abandonó sus músculos y se entregó, calmado, al beso con que el amo selló la conversación.
MATIAS.
Pasaba algunas tardes en la casa de Tobías y había aprendido, con mucha vergüenza, a saludar a los padres y hermanos de su amigo. Si. Matías tenía un nuevo amigo con el que estudiaba todas las tardes aprovechando la corta distancia entre sus casas; a veces era en casa de uno y al día siguiente en casa del otro.
-. Te voy a inscribir en el equipo de futbol – dijo Tobi por tercera vez.
-. No – Mati respondió suavemente y se encogió de hombros. La sola idea de cambiarse ropa con tantos chicos alrededor y de correr tras una pelota junto a sus compañeros gigantes le producía terror – por favor, no. No me gusta
Tobías no podía dimensionar lo mucho que le costaba a Matías estar en un cuarto extraño con una persona nueva, aprendiendo a jugar videos y conversar como si fuera normal poder expresar lo que le gustaba o no. Todo era nuevo y difícil, no había reglas que seguir ni nadie que le indicara como hacerlo… pero tras el acercamiento de Tobías se había sentido mejor y estaba decidido a superar el esfuerzo que implicaba comunicarse con él y con su familia, aunque fuera solo para saludar y despedirse. Estaba aprendiendo a ser sociable. Era aterrador pero gratificante a la vez.
-. ¿Y en que te vas a inscribir, entonces?
-. No sé. En nada
-. Tienes que participar en alguna actividad. Es norma de la escuela
Matías lo sabía pero estaba intentando pasar desapercibido. Quizás sería más fácil si pudiera estar con Tobías en la misma actividad pero el futbol no era lo suyo.
-. Si. Yo sé pero no me decido aún…
-. Ya sé!! – Tobías salto poniéndose de pie y mirando a Mati como si tuviera algo genial que decir – a ti te gustan las plantas, no?… inscríbete en el grupo de jardinería… son casi todas chicas pero no te importa, verdad?
-. Hay un grupo de jardinería? – estaba sorprendido
-. Si… aprenden de plantas y flores y hacen arreglos y cosas de esas. Te he visto desmalezando y cuidando las plantas en tu patio… ¿eso si te gusta?
Mati suspiró conteniendo la emoción. Extrañas asociaciones en su mente relacionaban esas plantas de frutillas con Santiago. Las vigilaba a diario y las cuidaba como si fueran de oro
-. Si. Eso me gusta.
Tobías sonrió conforme. Lo había hecho una vez más. Le había ayudado al chico a resolver un problema. Se había acercado a Mati por petición de Clara pero en solo unos días se había dado cuenta que Mati era muy agradable aunque sabía muy poco del mundo actual, era tímido y callado, pero Tobías se sentía bien con él; podía jugar a ser el maestro que le enseñaba las funciones del teléfono celular, los juegos de video, las últimas películas, el lenguaje de los jóvenes y las cosas modernas que Mati desconocía. Lo asombraba el desconocimiento de Mati y se preguntaba si Clara lo había mantenido oculto del mundo. Matías no hablaba de su pasado. Era un tema prohibido. Pero conversaban del presente y a veces, hasta discutían sobre el futuro. Tobías sentía que era agradable poder traer a un amigo a casa y que no le pusieran problemas. A su mamá y hermana menor les agradaba Matías.
-. Tenemos una tarea para mañana – recordó Mati tomando su mochila
-. Un juego más y la hacemos, si?
No le gustaba atrasarse con los deberes pero tampoco quería contradecir a su amigo cuando lo miraba con esa cara de entusiasmo
-. Está bien. Un juego más
Aún era lento para mover los controles pero mejoraba muy rápido. Terminaría los deberes y se iría a casa. Clara estaba mucho más tranquila ahora pero no le gustaba dejarla sola. Además, necesitaba llegar a su patio cuando aún hubiera luz de sol para ver sus plantas… Grupo de jardinería, eh?… podría aprender a cuidarlas mejor… esperaba que lo recibieran bien y no lo obligaran a usar remeras de manga corta o alguna otra cosa por el estilo. Mantenía su cuerpo sigilosamente cubierto. Santiago estaba presente en él cada noche con cada aguja que clavaba en su piel.
SANTIAGO.
Los días eran iguales uno tras otro. La misma sala del astillero con las mismas personas y sonidos del movimiento rutinario de trabajo… la comida le sabía igual y le daba lo mismo lo que ingería, lo hacía porque era necesario para sobrevivir. Del piso que Nazir le facilitara solo reconocía la cama donde dormía dopado cada noche y trataba de contener sus pesadillas recurrentes… la oscuridad y el frío del mar devorándolo y la pérdida total de la alegría de su vida. Se movía como autómata. La única diferencia la constituía su cuerpo que se recuperaba con la terapia adecuada. Era lo único que lograba sacar a Santiago de su estado de apatía por unas horas al día. No volvería a caminar de manera normal, el daño había sido demasiado profundo y había tenido suerte de salvar su pierna y que no fuera amputada. Daba igual. Ya no quería correr. Se desplazaba lento… pero cada semana un paso más veloz que el anterior. Cumplía su horario de trabajo con precisión y era todo ojos y oídos para aprender. Nada había cambiado. Su única meta seguía siendo irse a trabajar lejos lo antes posible. No quería ni pensar en lo cerca que se encontraba y lo fácil que sería…. NO. no. no. Bloqueaba su mente cuando amenazaba con traicionarlo y dejar escapar sentimientos que tenía encerrados y tapiados… no volvería a abrir esa muralla nunca más y con el tiempo se extinguiría. Se distraía con el trabajo, durmiendo y con la terapia… Cuando los sentimientos eran demasiado y el dolor emocional brotaba quemando su pecho y ahogándolo, Santiago gritaba muy fuerte para acallarlo… gritaba como loco hasta quedarse sin aliento, sin aire, sin voz, sin fuerza… hasta caer rendido, enfermo y agotarse para poder dormirse sin pensar.
Uno tras otro los días eran una lenta repetición del vacío de su vida en espera de partir lejos para siempre.
MAXIMILIAN
Max y Miki avanzaban casi corriendo por el pasillo rumbo a la casa de Adamir.
-. ¿Estás seguro? – preguntó Minkim por enésima vez antes de entrar
-. Si. El amo me dio permiso para invitarte
Se lo había dicho varias veces pero Miki aun tenía dudas. En un gesto sin precedentes, Adamir había autorizado a Max a compartir con Miki en la casa o fuera de ella, o en cualquier parte de la isla, bajo un estricto horario. Entraron sigilosos a la casa. La sala que hacía de oficina estaba vacía pero se escuchaban las voces de Adamir y Exequiel en la sala contigua.
-. Apúrate!
Max tiró de la mano de Miki y pasaron de prisa. Por ninguno motivo quería encontrarse con Exequiel, no solo por el problema de la mañana sino también porque Miki era el esclavo de Exequiel y podía arruinar todo.
Minutos más tarde, Miki paseaba por el dormitorio de Max sin salir del asombro. Sus hermosos ojos, agrandados a la fuerza, y su delicada mano rozaban y observaban todo como si quisiera convencerse de que era real
-. Esta es mi ropa nueva – el orgullo de Max era evidente pero no había arrogancia
Max abrió la puerta del closet para permitirle admirar lo que había traído de la ciudad
-. Tú eres mucha suerte – exclamó Miki. Aun estaba aprendiendo el idioma pero Max entendía bien todo lo que decía – tu amo es muy bueno. Debes agradecer
Max miró en silencio como Miki tomaba su chaqueta casi con reverencia
-. Pruébatela! – sugirió Max
-. No… es un regalo de tu amo para ti – devolvió la prenda y continuo observando
-. Tu amo te aprecia mucho y es generoso
Max le mostró todo su cuarto, tomaron jugos helados en la terraza y luego corrieron los dos solos hacia la playa. Nadie los detuvo pero alguien los vigilaba desde la distancia. Adamir había instruido al personal sobre la nueva libertad de Max y la necesidad de que estuviera “protegido por un guardia” desde la distancia, siempre.
Los chicos se divirtieron de acuerdo a su edad. La conversación giraba en torno a Max. Miki siempre era reacio a hablar de él mismo y Max estaba deseoso de hablar sobre lo que le pasaba y sentía para aclarar su confundida mente. Poco antes de cumplir la hora indicada por Adamir para volver, Max acompañó a Miki hasta la salsa de esclavos. Se detuvieron en uno de los pasillos de piedras antes de entrar.
-. ¿Tú estás feliz, Max?
El chico asiático había pasado una tarde increíble. En todo momento se mostró agradecido y sorprendido. Nunca se quejó de su suerte sino que se alegró por la de su amigo
La pregunta hizo dudar a Max nuevamente.
-. Yo… estoy bien – respondió
-. ¿El Amo Adamir trata bien a ti?
La luz del atardecer caía sobre ellos… Minkim resplandecía en su delicada hermosura y le dedicó una bella sonrisa a Max
Quizás antes de habría ruborizado por el concepto que encerraba la pregunta, pero ante Miki, que sabía todo lo que pasaba, Max se limitó a asentir
-. Si. Me trata bien ahora
Fue un breve atisbo de pena y deseo en Miki… como si él también deseara parte de esa felicidad… pero cambio de inmediato a su suave sonrisa
-. El amo Adamir también feliz– dijo Miki antes de abrir la puerta y regresar a la sala de esclavos
-. Te veré mañana – dijo Max a modo de despedida. Pasar tiempo con su amigo le hacía bien y quería repetirlo a diario.
Aun tenía unos minutos antes de la hora indicada por Adamir para estar de regreso. Caminó despacio pensando en lo que le habían preguntado en forma recurrente ese día… ¿estaba feliz?…¿o al menos bien?. Si analizaba todo fríamente podría responder que si, pero había tantas variantes que considerar como el secuestro y el horrible maltrato de los primeros meses que la respuesta no podía ser tan simple en la cabeza de Max. Las cosas eran diferentes ahora, eso tenía que admitirlo, y eran buenas… Adamir le mostraba una faceta desconocida que era agradable, cariñoso y protector… lo llevaba más allá del límite del placer mostrando visos de ternura y cariño… lo abrazaba y buscaba constantemente, pero la naturaleza desconfiada de Max no le permitía aceptar los cambios con tanta rapidez. No olvidaba las mentiras ni la traición. Necesitaba pruebas, evidencia, constancia… y comenzó a buscarlas en su mente con insistencia… Max quería creer… Max se abría a la posibilidad de ser querido, mimado y protegido… deseaba eliminar trabas en su corazón y quizás, entregárselo para que lo cuidara a pesar de saber quién era y como era Adamir… por primera vez en su vida quería disfrutar de lo que estaba viviendo, de la tranquilidad y seguridad, de esa especie de “felicidad” que estaban construyendo con el amo… ¿estaba volviéndose loco?…. Se llevó la mano al cuello y tocó el collar… su boca se abrió… ¿Era ese collar la prueba que necesitaba?… Era una evidencia que todos los otros amos podían ver y entender… Adamir le había puesto en el cuello una prueba de su interés y que significaba que le pertenecía a Adamir… nadie lo molestaría nuevamente… un súbito júbilo lo asaltó de manera inesperada… por breves segundos su nueva vida desfiló frente a sus ojos; trabajar con Adamir en la oficina, aprender cosas nuevas, compartir con Miki y tal vez con los otros chicos… la isla ya no parecía un mal lugar… y Adamir… Ellos dos en la casa, haciendo cosas juntos, amándose en la cama… un escalofrío pasó por su espalda dejándole una extraña sensación que agitaba su reciente burbuja de felicidad “solo yo puedo dañarte” había murmurado Adamir en su oído…
EXEQUIEL
Organizar y coordinar la venta y entrega de los productos requería mucha concentración sin embargo Exequiel estaba teniendo serios problemas para mantener sus ojos fijos en la pantalla. El collar en el cuello de Max era como un imán…
-. Ten en cuenta estos nombres. Son nuevos. Uno lo envía Heinrich y el otro es un conocido de Nazir.
Adamir le entregó un papel con un par de nombres escritos. Compradores nuevos recomendados por el Austriaco y su hermano. Nadie nuevo participaba de la subasta si no era recomendado por otro miembro del exclusivo grupo y aprobado personalmente por Adamir o Nazir
-. ¿Qué tipo de producto desean los nuevos compra…?
El gesto seco con que Adamir lo hizo callar sorprendió a Exequiel. Con la mirada dura le indicó silencio y la dirección de sus ojos apuntó a Max.
-. Lo discutiremos después – indicó el amo
Vaya!… Exequiel detuvo todo movimiento al darse cuenta de lo que pasaba y entender porqué Adamir se alejaba de Max para hablar por teléfono sobre la subasta y los productos. No lo hacía frente a Max. Wow!!! Algo sorprendente… Dios!! Si que era increíble… ¿Max no sabía? Exequiel sonrió cuando el teléfono sonó y Adamir se retiró a hablar en la otra sala… Max movía sus dedos sobre el teclado acomodando una nueva cifra. No. no podía decirle porque equivaldría a firmar su sentencia de muerte… pero sutilmente podía ayudar a que Max entendiera en que estaba trabajando con esas cifras que movía…
Heinrich Brauern era cliente de Adamir desde hacía 6 años. Era un hombre austriaco de mucho dinero y peso en su ambiente social; soltero a los 40 años y sin ninguna intención de contraer matrimonio a pesar de las mujeres que se le acercaban e insinuaban atraídas tanto por su dinero y poder como por su atractivo físico; era grande en todos los sentidos de la palabra: alto, corpulento, practicaba regularmente diversos deportes para mantenerse en forma y por gusto, natación, esgrima, boxeo, tenis y ski entre sus favoritos. Se movía ágilmente, viajaba casi a diario a supervisar en persona la actividad de sus empresas y sucursales, tenía una excelente memoria para recordar detalles, era obstinado, decidido y eficiente. Mantenía en sus manos el control de todas sus empresas ayudado tan solo de unas cuantas personas que habían ganado su confianza luego de pasar duras pruebas. Su pelo rubio y corto comenzaba a mostrar algunas hebras plateadas que armonizaban perfectamente con sus ojos celestes, analíticos y fríos. Normalmente vestía a la perfección y con clase. Tenía casas y departamentos en varias ciudades pero el que llamaba su hogar estaba en las afueras de Viena. Allí, en los cuartos subterráneos y más alejados de la enorme casa estilo imperial, mantenía en estricto secreto su vicio personal. Compraba un chico cada año y tal vez uno extra cuando se entusiasmaba mucho. Exigía sumisión absoluta y la rebeldía podía costar la vida de los infortunados que se atrevían a expresarla. Heinrich había tenido casi toda la variedad física de sumisos; rubios, morenos, altos, bajos, delgados, atléticos, etc. No tenía un gusto especial o eso creía él hasta que vio en la pantalla los nuevos productos que Adamir tenía en venta para la próxima subasta. A diario, desde entonces, perdía varios minutos observando las fotografías del delicioso y casi etéreo chico asiático. Estaba obsesionado. Tenía que ser suyo. Cada vez enviaba una cifra más alta pujando por él pero faltaban solo dos días y había otros interesados así es que, saltándose las rigurosas reglas impuestas por Adamir, Heinrich escribió una nueva cifra y adjuntó una nota escrita que esperaba pusiera fin a su inquietud.
“No me importa el precio final. Siempre voy a pagar más pero quiero a ese chico para mi”
Envió la nota, busco las imágenes de chico y se reclinó en el asiento de cuero. Un gesto nervioso en su ojo derecho fue el único indicio de la ansiedad que sentía. No quería esperar dos días más; deseaba poner sus manos encima de inmediato sobre la nívea piel y deliciosa estructura de Minkim. Oh por Dios! sí que era bello ese esclavo.
Exequiel vio el mensaje de reojo en el foro de intranet. Al tener algo escrito había llegado directo a él en vez de a Max. Vaya… la ayuda llegaba de manera inesperada. Con solo apretar una tecla el mensaje siguió su curso final
El sonido del computador le avisó a Max que una nueva cifra había entrado. Miró la pantalla, vio los números y el código… también había un mensaje que leyó con curiosidad. Volvió a leer pensando en algún error… sintió escalofríos… su piel se volvió fría… tenía que ser un error! Algo en el fondo de su corazón le gritó que no había errores, que ese mensaje le mostraba la realidad de lo que estaba sucediendo en la isla. Dejó caer el cuerpo sobre la silla con los brazos colgando… “quiero a ese chico para mi” decía el mensaje… ¿qué chico? ¿Qué eran los números que había estado traspasando?… el miedo lo recorrió dejándolo agitado y a punto de desesperar… tenía que saberlo. Adamir no estaba con ellos en ese momento y Exequiel aparentaba no prestarle atención. Max movió la cifra bajo el código indicado con extrema lentitud… el cursor temblaba junto al movimiento de sus dedos. Se posicionó sobre el código con mucho miedo… su temor sobrepasaba al que le inspiraba Adamir… estaba aterrado por lo que podía descubrir. Presionó sin saber que estaba haciendo y una nueva ventana se abrió. Max soltó el mouse y se quedó inmóvil en espera de ver que resultaría de lo que había hecho…
Exequiel observaba de reojo…
La boca de Max se abrió cuán grande podía, el aire se le escapó por completo y sus ojos se llenaron de lágrimas calientes… retrocedió espantado…
Minkim, magnífico en su desnudez, estaba en la pantalla en una serie de fotos que lo mostraban desde todos los ángulos. Sobre las imágenes se leía su número de venta y el valor mínimo de postura…
Dios pobre Max!.Ya me imagino su cara ….
Wow al fin max se dará cuenta de que es lo que hace en la computadora espero le recrimine a adamir lo que hace, me cae mal adamir a pesar que ya siente amor por max no siente empatia por los demás :\
Min kin tan lindo quisiera saber más de él me intriga demasiado sobre su pasado y todo lo que siente , espero que sí lo compran no sean tan malos con el. Haber ese como será
Me quedo en verdad muy intrigada de que pasara con ellos y la isla !!
Muchas gracias nani por el capítulo !!
Hola! Gracias! <3
Max está sufriendo un fuerte golpe al darse cuenta por fin de lo que sucede en la isla y cual es el destino de los chicos. Adamir, por otro lado está comenzando a "humanizarse", a tener sentimientos y quizás, a cambiar un poco.
Miki es en realidad especial... Si vas a tener oportunidad de leer un poco más sobre él. Lo prometo.
Actualizo pronto. Saludos cariñosos. Nani.
El que te humanices no cambia lo que ya hiciste, y al parecer adamir habia dicho que cuidaba que los chicos fueran con buenos amos, pero curiosamente este nuevo amo que quiere al asiático mata a sus chicos por que no sean sumisos, osea que despues de la basura de vida de entrenamiento que vivieron en la isla, les sigue la muerte a algunos, adamir merece pagar por lo que hizo, pagar con su vida y con su dolor, y aun asi, ni siquiera se acercaría a todo el dolor que causo, no espero el momento porque sufra su destino, quiero verlo sufrir y morir, momento de silencio para los chicos que entraron a su isla
hacia tiempo que no leia tus actualizaciones, mi novia te lee mas seguido que yo, ambas somos muy fan de esta historia, y mas de tu forma, amamos como escribes!!!! y despues de todo esto, sigo triste por el destino de mati y santiago, esta mal ese amor, pero como evitar no sentir que ellos merecen amarse (asi este mal)
buen en fin te agradecemos tanto yo como mi novia, por cada capitulo emocionante que subes!
Un abrazo muy grande!
Jamás nunca me caerá bien Adamir. Recordaré este personaje tuyo por mucho tiempo, pero no por las razones correctas (¿Está bien aplicada la expresión? jijiji)
Vamos, Max! Odia a Adamir! No se merece ni un poco de compasión! Él nunca cambiará!
Había (o aún hay, no tengo idea) un programa bastante chafa acá en México que se llama «Historias engarzadas» o algo así… Gonzo y Migue!, Cris y Juanfe! Que sorpresas te da la vida jajajajaja Claro que tus historias no tienen nada de chafa, solo me hicieron recordar el programucho ese jijijiji
Sabes? Tengo como miedito de saber qué está pasando con Mati. Esos traumas horribles de los que luego te niegas a salir, por la razón que sea, pero solo terminan haciendo más y más daño T_T ¿¿¿No será que Tobi puede ayudarlo a ver la vida desde otra perspectiva???
Como siempre me quedo super intrigada!!!
No quiero que le pase nada malo a MiKI!!!
Pobre de Max… cuando ya estaba por sentirse feliz… pum!! Un golpe duro del que no estoy segura que se pueda reponer…
Ese Adamir si que se da a odiar!!
Ame que se cruzaran las historias de Miguel (que también espero la continuación) y la de Juan Felipe….
Gracias por actualizar… estaré al pendiente del siguiente CAPÍTULO!!
Soy tu fan!!
Saludos desde México