CAPITULO 12
-. Carlitos, por Dios! Debiste pensarlo antes de golpearte!!!
Leila había tenido que usar mucha de su magia para cubrir los nudillos enrojecidos de Carline.
-. No puedes mostrar esas manos en la sesión de fotos!!!
-. Lo siento
Carlos se miraba los nudillos y realmente era capaz de sentir vergüenza al ver lo que se había hecho. ¿Cómo pudo ser tan torpe y no pensar en Carline? Fue extraño como en su mente sintió que él le fallaba a Carline… ella era bonita y perfecta y él le estropeaba las manos…
Salieron de prisa, sin almorzar, para no llegar atrasados. El estudio de fotografía estaba ubicado en el centro y lo que Carlitos pensaba sería una sala y un fotógrafo resultó ser un complicado equipo de personas, lentes, luces, máquinas… todo intimidante.
-. Leila! No sé modelar – susurró Carlitos afligido
-. Claro que sí! Solo debes hacer que la ropa se vea perfecta en ti
-. Como?
-. Bah… tienes una figura regia para lucirla.. además, Carline sabe –Leila le guiñó un ojo y partió a saludar a todos.
Carline sabe?… pero… Rayos! Que haría Carline? Leila lo hacía parecer tan simple… solo ponerse la ropa y hacer que luciera bien… ok. De acuerdo. Carline podía hacer eso.
En el estudio del fotógrafo lo esperaban varias personas y una cantidad considerable de tenidas que lucir. El fotógrafo, un hombre serio, profesional de mediana edad, se presentó como Joao. Era conocido de Leila. De inmediato comenzó a estudiar a Carline por todos lados; al principio era intimidante… el hombre lo miraba y alzaba su mandíbula hacia la luz como si se tratara de un objeto, daba vueltas alrededor de Carline…
-. Tienes una piel lozana y pómulos casi perfectos. Tu pelo es bellísimo – dictaminó al terminar – Ya sé que haré contigo. Vamos a comenzar.
Carlos nunca había imaginado cual era el trabajo de un fotógrafo además de tomar fotos, duh! Obvio! Pero este señor había trabajado en la gran ciudad antes y conocía bien su oficio; le iba indicando que hacer en cada momento y tal como había dicho Leila, no parecía algo tan difícil.
-. Muéstrame el hombro desnudo… vamos, coquetea conmigo… sonríe con picardía… tienes huesos muy hermosos… ahora la cintura… eso es!
Los ayudantes le entregaban la ropa que se cambiaba en privado y Leila retocaban su maquillaje. Carline se adueñaba del papel y lo que al principio parecía intimidante ahora le estaba resultando divertido. A Carline le estaba gustando aprender a modelar y se sentía cómoda frente al lente. Se movía, giraba, sonreía, coqueteaba y recordaba lucir la ropa… como si lo hubiera hecho mil veces antes.
Cuando ya no quedaba nada más que modelar Joao anunció que podían tomarse unos minutos mientras él revisaba las fotografías. Muy serio y concentrado se plantó frente a la pantalla de su computador a revisar lo que había captado. No permitía que nadie más viera hasta que diera su aprobación. Si no estaba satisfecho, tendrían que empezar todo de nuevo.
-. La cámara te ama, Carline – dijo el fotógrafo luego de varios extenuantes minutos – ven a ver – invitó a Carline
En la pantalla de su computador estaba ella… Cielos! Era alucinante pensar en lo que ella lograba hacer con su cuerpo… no parecía posible… Carline se exhibía con holgura y encanto y lograba dejar a Carlos atónito. La magia de Leila combinada con la del fotógrafo habían logrado crear una princesa de fantasía que lucía la ropa como si hubiese sido fabricada especialmente para su cuerpo. Una tras otra las fotos eran buenísimas.
-. ¿De dónde dices que vienes? – preguntó de pronto Joao dejando a Carlitos paralizado
-. Ah! Carline ha estado en muchas partes, principalmente en la capital pero ha viajado por diferentes ciudades modelando y concursando – Leila respondió
-. Estoy recién comenzando – dijo Carline recuperando la voz y la sonrisa
El fotógrafo asintió sin estar convencido.
-. ¿Con quién has trabaja…
Joao iba a hacer más preguntas pero la Sra. Helena apareció en ese momento interrumpiendo la conversación para alivio de Carlitos y Leila.
-. Esto ha quedado muy bien! – dijo la mujer mirando los resultados en la pantalla. Joao se mostró complacido del trabajo.
– Sin duda esta es la mejor colección de fotos de su vestuario que he hecho en años, señora Helena – acotó el fotógrafo
-. Gracias, Carline. Fue un excelente trabajo
La señora Helena extendió un cheque a Leila y los ayudantes comenzaron a ordenar y guardar. La sesión había terminado y estaban todos satisfechos.
Carlos fue a cambiarse ropa. Ahora que regresaba la calma se sentía cansado. Habían sido varias horas con la adrenalina a tope, no había almorzado y su mano volvía a dolerle. Se dejó caer en una silla, relajó los hombros y cerró los ojos unos instantes. No alcanzaron a pasar más de unos minutos y el zumbido del teléfono llamó su atención. No lo había mirado desde que llegara al estudio. Lo sacó del bolso. Vaya! Más sorpresas! No era su madre. Carline nuevamente tenía muchos mensajes. Movió el dedo deslizando la pantalla y leyendo con calma, disfrutando de lo que veía… de pronto su dedo se detuvo en un mensaje y su boca se abrió de asombro. Oh Dios! oh Dios!!! Esto era demasiado bueno. Su expresión de cansancio se fue transformando en una sonrisa nerviosa, los ojos comenzaron a brillarle y su respiración se aceleró.
Bruno le había enviado un par de mensaje.
“Hola ¿Cómo estás?” Decía el primero
“¿Podemos vernos hoy?” Leía el segundo enviado hacía dos horas atrás.
Carlos mantuvo la pantalla abierta en los mensajes y se quedó mirándolos boquiabierto. Bruno quería ver a Carline. El idiota estaba ansioso y le había escrito!!! Esto era una obra de arte. En momentos como este deseaba un amigo con quien poder abrazarse y compartir lo que sucedía… alguien que se alegrara con él, pero debido a Bruno y su grupito no tenía a nadie. Bien. ¿Qué debía responderle? Una sonrisa enrabiada y perversa se formó en sus labios al imaginar a Bruno pensando en Carline y deseando verla.
-. Seguro quieres inventar más mentiras para tus amigos – reflexionó amargamente hablándole a la pantalla. No se le olvidaba lo que había pasado en la mañana en la escuela. Tal vez no era buen momento para que Carline viera a Bruno. Estaba enojado y sería muy difícil controlarse. Podría cometer una tontería y echar todo a perder.
-. Necesitas ayuda, cariño? – Leila estaba fuera del vestidor
-. No. Estoy bien. Ya salgo
Apagó el teléfono sin responderle. Lo haría más tarde.
-. Abre, por favor. Tengo un regalo para ti
Carlos asomó la cabeza y vio que Leila exhibía con complacencia, colgando de un dedo de su mano, la chaqueta estrella del vestuario que acababa de lucir para las fotos. Una preciosura de mezclilla, bordados, cierres, botones y mucho estilo
-. Para mi???
-. Regalo de tu clienta.
-. ¿La señora Helena me la regaló? – preguntó sin terminar de creerlo
-. Ella te ama y quiere que Carline la luzca por todo el pueblo. Tremenda publicidad. Imagino que hasta podríamos cobrarle por hacerlo.
Carlos sonrió ante la ocurrencia de Leila y tomó la chaqueta sin dudarlo. No iba a cobrarle nada más a la amable señora. Hoy Carline había salido muy sencilla de casa pero esa chaqueta le daba el toque especial que terminaba con la simplicidad. Se miró bien al espejo. Carline estaba regia, como correspondía a una “modelo hada mágica especial”. Movió la cabeza para balancear su pelo y salió del vestidor como reina triunfante. Se despidió de todos con besos y afectuosas muestras de cariño, en particular para la señora Helena.
-. Tendremos un desfile para el cambio de temporada el próximo mes. Cuento contigo – anunció la señora
-. Usted me avisa y yo me encargo – respondió Leila, haciéndose cargo.
Se tomaron del brazo para salir del estudio
-. ¿Sabes que Carline está resultando mejor negocio que mi salón?
Carlos la miró confundido
-. De ahora en adelante soy tu manager – dijo Leila, haciéndolo reír.
-. Tengo en mi bolso un cheque que cubre un semestre completo de tus estudios – murmuró Leila en el oído de Carlos sin poder aguantarse el entusiasmo
-. Oohhh… – Carlos apretó su brazo y suprimió el grito de alegría que le nacía del alma. Siguieron avanzando, cómplices y felices, hasta llegar a la calle.
-. Carline?
Carlos se detuvo en seco sintiendo que le temblaban las piernas y el estómago se le llenaba de revoloteo. Reconocía la voz que lo había saludado
-. Hola, Bruno – dijo girándose hacia quien le había hablado. En la calle, a la salida del estudio estaba Bruno con el nerviosismo estampado en la cara y el aspecto de quien lleva mucho rato esperando
-. Yo… sabía que estarías aquí y quería verte – dijo Bruno a modo de disculpa
¿Cuándo antes Bruno había esperado a una chica? Él que siempre se hacía de rogar con sus conquistas…
-. ¿Me estabas esperando? – preguntó Carline fingiendo una alegría que estaba muy lejos de sentir.
-. Si. Es que te envié mensajes y tú no respondiste
-. Carline estaba ocupada trabajando – intervino Leila hablando bruscamente. Ella no necesitaba fingir y no podía evitar que Bruno le cayera mal considerando todo el daño que le había hecho a Carlitos por tantos años.
-. Si, si. Yo sé. Por supuesto. Me disculpo. Yo no quiero molestarla solo quería saludarla y preguntarle si tiene tiempo.. para… salir
Carlos se mordió el labio con mucha fuerza para evitar estallar en risa nerviosa. Bruno estaba complicado disculpándose con Leila… por todos los cielos!!! Era tan chistoso ver a Bruno en ese papel. No podía responder porque, si abría la boca, reiría hasta llorar.
-. Carline ha tenido un día muy pesado y mañana le espera otro igual – Leila pensaba en los nudillos golpeados, en la suspensión de clases y en sus ganas de escupir a Bruno
-. Entiendo. ¿Quizás mañana?
Bruno la miró suplicando con sus ojos grises, grandes y hermosos. Por solo unos segundos Carlos olvidó de quien se trataba y pudo ver a un joven atractivo y bien vestido que deseaba conquistar a la chica que consideraba especial… La imagen se rompió igual que revienta una burbuja de jabón y Carline pestañeó conectando con la realidad.
-. Bueno… no estoy tan cansada – dijo hablando a Leila – Bruno, puedes llevarme a casa, si quieres – la frase fue acompañada de la mirada coqueta y la sonrisa seductora que acaba de aprender con el fotógrafo. Bruno reaccionó atontado y sonrió como bobo, casi sin creer su suerte
-. Si. Yo te llevo.
Leila sujetó a Carlos del brazo
-. Mañana comienzas a trabajar muy temprano – dijo mirándolo amenazadoramente y dándole a entender que no estaba de acuerdo.
Bruno esperaba impaciente, queriendo intervenir, dispuesto a ofrecer lo que fuera a cambio de unos minutos a solas con Carline pero se aguantó al ver la expresión seria de Leila.
-. Solo va a llevarme a casa, Leila.
Carlitos, con su mirada, le aseguraba a Leila que estaba en control de la situación y le pedía que lo dejara ir sin protestar. Ella relajó la presión sobre su brazo
-. De acuerdo. Cuídate mucho.
Leila los siguió con la vista hasta que el auto de Bruno se perdió en la calle. No sabía que pensar y temía por la seguridad de Carlitos. Había visto cientos de veces las marcas que Bruno le dejaba en el cuerpo y en el alma. Lo esperaría despierta para hablar con él seriamente. Carline había sido su idea pero ella estaba cobrando vida propia y era muy preocupante… ¿Qué estaba pasando por la mente de Carlitos?