Capítulo doce

FERNANDO

Había pedido al conductor que condujera de prisa hasta la ciudad. Realmente tenía muchas ganas de ver a Cecilia. Lo había estado pensando mucho. La invasión de su mente por parte del soldado Lariarte lo tenía preocupado. Se había convencido a sí mismo de que la mejor forma de dejar todo ese desagradable episodio atrás, era formalizando su relación con Cecilia y planificando un pronto matrimonio.  No veía inconveniente en ello. Era la mejor opción para su vida.

Por supuesto ella y toda la familia se alegraron de recibirlo en su casa. El capitán recibía allí el trato que se da a un miembro de la familia. En general, la familia Carvajal era cercana a muchos oficiales del regimiento debido a su parentesco con algunos oficiales de grado superior. Cenaron juntos y luego, Fernando la invitó a dar una vuelta, bailar y beber algo escuchando música en el pub del centro. Mónica, la hermana de Cecilia y su novio, decidieron acompañarlos. El lugar no estaba lejos así es que todos se fueron caminando, a pesar del frío. En el trayecto, Fernando tomó la mano de Cecilia entre las suyas. Se sentía cómodo tener una mano tibia y familiar. No necesitaba de manos que le causaran sensaciones extrañas. Cecilia estaba bien.

-. ¿Por qué me miras así? – preguntó ella, llena de coquetería

-. ¡Oh!  Lo siento. Es que te echaba mucho de menos

No. Es que estaba analizando su rostro, su cuello, su piel y sus ojos… sus gestos y forma de hablar, caminar y moverse. Cecilia era… era tan común. Era lo que necesitaba. Alguien común que no le provocara contratiempos inesperados o pérdida de control. Con ella construiría una vida simple. Alguien sólido con quien edificar una carrera y una familia. Alguien que no le complicara la vida. Podía verse a sí mismo formando pareja con ella, rodeados de las familias de ambos. Seguro se llevarían bien. Tenían tanto en común. Vivirían en diferentes ciudades por las destinaciones que le darían, ascendería de grado con rapidez, Cecilia participaría de buena gana en las actividades sociales propias de las esposas. Fernando suspiró y le dedicó una cálida sonrisa a su casi novia.

Cecilia sonrió de vuelta. Había notado que Fernando estaba diferente desde que entró a su casa. Suponía de qué podía tratarse y sentía mariposas revoloteando en el estómago. Se conocían desde que él había llegado a la ciudad y fueron presentados en una reunión social por el mismo comandante. Fernando era querido en su familia. Se sentía afortunada. Cada vez que él bajaba a la ciudad ella esperaba… Pacientemente esperaba a que él se decidiera a pedir su mano.

Cuando llegaron al local se encontraron con que estaba inusualmente lleno; Bueno, era viernes y el único local decente con música en la ciudad, así es que no se podía pedir más. La cena había sido larga y con mucha sobremesa así es que llegaban tarde. Los condujeron a una de las últimas mesas ubicada en la parte posterior del local. Fueron atendidos con demora, pero Fernando no tenía tiempo para molestarse esa noche. Estaba demasiado satisfecho contemplando a Cecilia y planeando, en su mente, la vida que tendrían juntos. Constantemente le buscaba la mano y se la llevaba a la boca para besarla. Ella sonreía de vuelta. Sus ojos brillaban con ilusión

“No brillan de la misma manera”  pensó Fernando sin dejar de sentirse feliz. Se acostumbraría. Un brillo cálido y simple era mejor que esos rayos luminosos hirientes y enceguecedores que despedían los ojos de… ¡Oh Dios!! ¿Por qué seguía pensando en él?

-. ¿Ya supiste que Claudia va a casarse este verano? – preguntó Mónica al capitán

Claudia… ¿Quién era Claudia?…

-. Que bien. Me alegro por ella – respondió educadamente

-. Si. Los matrimonios de verano son tan románticos en esta zona. Ya sabes que el invierno es muy frío y largo para una bonita celebración así es que todo el mundo se casa en verano en esta ciudad. ¡De otro modo no consigues flores ni mucho menos mantener caliente un salón para invitados y ni hablar de congelarse en la iglesia con los vestidos de fiesta!!!

Fernando notó como Cecilia miraba a su hermana pidiéndole que callara y entonces entendió. Mónica estaba enviándole un mensaje.

-. ¡No puedo imaginar un matrimonio en pleno invierno aquí – respondió pasando un brazo por la espalda de Cecilia para abrazarla – por supuesto que hay que casarse en verano!!!

La reacción de Mónica y Cecilia fue como si él hubiera oficialmente pedido casarse con ella. Tal parecía que Fernando había formalizado un serio compromiso con las palabras que había pronunciado. Sonrieron alegres y levantaron sus copas para brindar. Cecilia estaba dichosa. Estaban a punto de beber cuando el ruido de un grupo de chicos festejando y bailando atrajo la atención de todos en el local. Miraron hacia el lugar de donde provenían los gritos y risas; un grupo de jóvenes bailaban y cantaban a todo pulmón en la pista de baile ofreciendo un espectáculo gratis para los espectadores que los rodeaban y aplaudían con gritos. Se notaba que lo estaban pasando bien y llamaban la atención

-. Ah.. Yo quiero ver esto – dijo Mónica poco acostumbrada a las manifestaciones de ese tipo en la tranquila ciudad. Se levantó de la mesa y corrió a investigar de qué se trataba. Los demás permanecieron sentados intentando conversar ya que con el ruido de los jóvenes era difícil

-. Ceci!! Tienes que venir a ver esto…

Mónica volvió a toda carrera con los ojos inusualmente grandes y tironeó a su hermana de la mano

-. ¿Qué pasa? – preguntó el novio de Mónica, también expectante de que algo divertido pasara en la ciudad

-. No lo van a creer si se los cuento. ¡Hay unos chicos bailando que te mueres!!!  – la frase fue acompañada de un gesto elocuente

-. ¿Chicos…??

Cecilia ya había partido con su hermana y el novio de Mónica se puso de pie para seguirlas.  El capitán pensó que esperaría a que volvieran. Un grupo de mal educados ruidosos no era un evento que le interesara… aunque, por otro lado, no era correcto dejar a su futura esposa sola en medio de tanta gente. Era mala educación permanecer sentado y dejarla sola. De mala gana se puso de pie para ir en busca de Cecilia. La encontró aplaudiendo y moviéndose al ritmo de la pegajosa música, con la mirada fija en el centro de la pista. La simple curiosidad llevó al capitán Ahumada a mirar que era lo que atraía la atención de todos. Primero vio un manchón borroso de chicos que seguían una coreografía… luego enfocó sus rostros y fue cuando retuvo el aire y perdió el color… su sangre, en un instante adquirió la misma temperatura que el hielo de afuera para luego sentir que borboteaba caliente en sus venas y deseaba estallar.

No… no podía ser verdad…

Se abrió paso a empujones para ubicarse en primera fila y poder ver con claridad. En el medio de la pista, junto a otros chicos y chicas, el soldado Raimundo Lariarte bailaba desatado y lleno de gracia… no se asemejaba a la persona que él conocía… el chico meneaba su cuerpo enfundado en ropa oscura ajustada y parecía poseído por la música y el ritmo… Fernando se restregó los ojos en un gesto estúpido… Por primera vez vio en detalle las proporciones del cuerpo del soldado… hasta llego a verle la piel…  la camiseta del soldado se levantaba cuando elevaba los brazos y dejaba ver parte de su bien formado torso… en esos momentos, las chicas que lo rodeaban, gritaban y lo aplaudían y él correspondía haciendo más alarde de buena condición física.  Fernando estaba hipnotizado siguiendo sus movimientos… la forma en que sus hombros se sacudían, el torso ondulaba y… Dios!! ¡Era indecente mover el culo de esa manera!!!  menearse como si fuera una… una cualquiera de la calle ante toda esta gente… la música seguía tronando y la bulla crecía en intensidad. Los chicos en la pista parecían hechizados y totalmente descarados… Raimundo, con los ojos cerrados y los brazos extendidos, meneaba la cabeza y cantaba a todo grito… Fernando estaba descompuesto…  lo estaba viendo con sus propios ojos, pero, aun así, no podía creerlo. La pesadilla de la que trataba de escapar se había materializado de forma demoniaca justo enfrente de sus ojos… era magnético… no podía dejar de mirarlo… Siguió con detalle el movimiento de la mano de Raimundo Lariarte que tomó el extremo de su camiseta negra y la levantó mientras balanceaba seductoramente sus caderas, con las piernas separadas y la cabeza hacia atrás.  La imagen era chocantemente impúdica y sexual… Las chicas gritaron… ¡Dios!! ¡Esas eras las voces de Mónica y Cecilia que se había unido a los gritos!!!  Fue la gota que rebalsó el vaso para el capitán. ¡Basta!!  No deseaba verlo. Lo que deseaba era arrastrarlo de las mechas hacia fuera, gritarle y castigarlo hasta que….. ¡Dios!!! ¿Qué estaba pensando? El chico estaba bailando… estaba exhibiéndose… ¡maldición!!!!!

Con inusitada fuerza tomó el brazo de Cecilia y la guio a tirones de vuelta a la mesa.

-. Pero… ¿Qué te pasa? – dijo ella sobándose el brazo adolorido

Fernando estaba profundamente perturbado, casi fuera de control

-. Parece que hubieras visto un fantasma – dijo ella preocupada al ver la expresión de su rostro

No. No es un fantasma. Es un soldado de mi unidad… es… ese soldado

-. Debemos volver a la casa – dijo con la misma voz que utilizaba para ordenar a sus hombres

-. ¿Ahora? ¡No! Mira esos chicos como se divierten. Ven a bailar conmigo…  – rogó ella tirando de su mano.

Fernando se soltó bruscamente

-. ¿Con ellos? ¿Cómo se te ocurre?

-. Ven – insistió ella tironeando de él – quiero bailar con esos chicos

-.¡No! – respondió Fernando totalmente alterado y casi gritando – ¡Nos vamos!!!

Fue un momento incómodo en que ambos se quedaron mirando fijamente sin entender nada el uno del otro. Ella parecía asustada y el confundido. Le había gritado a Cecilia.

-. Estoy cansado – dijo repentinamente el capitán – Discúlpame Cecilia. Ha sido un día largo y… 

Su voz interrumpida por el griterío y aplausos generalizados cuando terminó la canción y el baile.

-. Está bien. Si quieres irte nos iremos – dijo ella apesadumbrada y molesta.

Fernando había dejado de prestarle atención. Al dispersarse el grupo de gente en la pista, sus ojos buscaban desesperadamente … ahí estaba el soldado Lariarte, rodeado de chicos riendo estrepitosamente y actuando como si fuera el dueño del lugar…

-. ¡Oh por Dios!! ¿vieron a ese chico de los ojos claros?!!! ¡Qué belleza de hombre! ¿De dónde habrá salido? ¿Se fijaron como baila??!!

Mónica se sentó a la mesa y tomó su trago. Parecía acalorada y excitada

El capitán Fernando Ahumada la miró irritado, buscándole el cuello y planeando la forma más rápida de estrangularla

-. ¿Qué? – dijo Mónica desafiante al sentirse observada – Ese chico tiene mucha gracia… ¿verdad que sí, Ceci? Está con Nano… ya sabes– La sonrisita irónica de las dos hermanas molestó sobremanera a Fernando que se había quedado fuera de la conversación y no la entendía

-. ¿Crees que sea algún amigo nuevo de Nano? – preguntó Cecilia volviendo a sentarse y olvidándose de los deseos de Fernando

-. No lo sé… pero estaban muy juntos allí

-. Si yo fuera Nano… me quedo con el chico nuevo…

Ambas rieron con malicia, sin quitar su vista de la mesa de los chicos. Comentaban cada detalle que veían, burlándose con perversidad y exagerado interés.

-. ¿Quién es Nano? – preguntó Fernando haciendo uso de su autocontrol y volviendo a sentarse.

-. Es el chico que está allí. Su papá, Don Hernán, trabaja contigo allá arriba.

-. Es una historia triste – dijo Mónica sin un ápice de tristeza sino, más bien, de burla – El hijo menor es gay – declaró como si fuera una sentencia de muerte

. Si.. pobre Don Hernán. Que mala suerte para su familia – aportó Cecilia con un sarcasmo que él desconocía seguido de una risa irónica.

-. Todos los saben aquí en el pueblo. Incluso tiene un novio, pero no lo veo por aquí. ¡Ohh! ¡Quizás el chico de los ojos lindos sea un novio nuevo!!!

¿Pero qué les pasaba a estas mujeres locas??!!!  ¿Cómo es que nunca antes había notado esta veta de histerismo chismoso en Cecilia?  Y Mónica… no necesitaba una cuñada loca… Ese joven era un soldado bajo su mando.

Estaba a punto de gritárselos a la cara cuando Mónica dio un gritito histérico, abriendo mucho los ojos y mirando hacia el sector donde Raimundo se encontraba.

-. ¡Mira! ¡te lo dije!!

Todo pasaba con extrema rapidez. Fernando no pudo evitar que sus ojos siguieran la dirección que apuntaban los de Mónica. Absolutamente inmóvil y aturdido, observó como el chico del pelo largo, abrazaba a Raimundo riendo y se acercaba hasta tocarle el hombro con la frente, como si lo acariciara.  Raimundo no hizo ningún gesto para alejarlo, sino que tomo dos vasos de la mesa y le entregó uno al chico del pelo largo. Bebieron juntos gritando y riendo. Una nueva canción iniciaba en la pista. Se levantaron junto a otros chicos y chicas y comenzaron un nuevo espectáculo. Algo dentro del capitán Fernando Ahumada estaba ardiendo y molestaba como mil demonios juntos. Su rostro era una mueca densa, desfigurada…

Cecilia y Mónica continuaban especulando sobre quién sería el chico hermoso y planteaban apuestas sobre un novio nuevo…  su conversación le pareció vulgar y desagradable. Por un espacio entre los espectadores, Fernando alcanzaba a ver a Raimundo en la pista…  escuchaba la risita de las dos mujeres en un segundo plano… de pronto, Fernando ya no sintió urgencia de aclararle a ellas quien era en verdad el joven que volvía a bailar en la pista. Algo había cambiado rotundamente dentro de él en cosa de segundos. Cecilia, su casi cuñada y todo el resto de los presentes pasaron a un segundo y poco interesante plano. Cerró los ojos unos instantes, tomó su vaso y bebió un trago largo.  Luego, suspiró como si hubiera tomado una decisión.

-. Vamos a bailar – dijo tomando a Cecilia de la mano, sin esperar respuesta.  Los cuatro se dirigieron a la parte de la pista que quedaba desocupada. Fernando ni siquiera escuchaba la música o veía a Cecilia. Lo único que sus ojos contemplaban era a Raimundo, mientras él, sumido en la música, el baile y los amigos, no tenía ojos para ver a nadie más… menos al capitán que quedaba oculto entre los espectadores que lo vitoreaban. Sus movimientos, la forma en que movía las caderas, la gracia y agilidad del baile… Fernando agachó la cabeza comprendiendo una realidad innegable: Lariarte tenía la capacidad de atraer a la gente y la mayoría quedaban prendados de él con tan solo mirarlo. No era de extrañarse que a él le pasara lo mismo… solo que a él le molestaba… lo enojaba… No. Lo enfurecía. Hacía que la sangre ardiera en sus venas y sintiera deseos de darle una lección… de controlarlo. ¡Era un soldado de su unidad!! No podía…. no debía…. ¡Demonios!!!

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Más tarde, Fernando y sus acompañantes volvieron a casa de Cecilia. Subieron las escaleras en silencio para no despertar a los padres que dormían.

-. ¿Te veo en unos minutos? – ofreció Cecilia, susurrando melosa y abrazándose a él

-. Hoy no Cecilia. Estoy cansado – respondió el capitán separándola con delicadeza y firmeza. Besó castamente la frente de la mujer y se dirigió al cuarto donde habitualmente dormía. Era extraño como hasta hace unas horas, había anhelado tanto el cuerpo de Cecilia, saciar su apetito sexual y retozar con ella… pero entonces, luego del irreal encuentro en el pub, Cecilia se había desdibujado…  en solo unas horas el encanto de la futura perfecta esposa se había hecho añicos y había visto a una mujer que lo incomodaba y desagradaba. Ahora comprendía que Cecilia era un espejo de agua mansa y superficial… ¡NO! No quería eso. ¡Quería un río profundo y desbocado que lo arrastrara y lo hiciera sumergirse en el medio del torrente de peligro y emociones!  No quería estar con ella. Una vez caído el velo de sus ojos había notado lo desabrida e insulsa que Cecilia era. Los planes y todo lo que había pensado para una vida juntos parecían una tontería ahora. No había punto de comparación entre Cecilia y lo que le provocaba el soldado Lariarte. Ella era un objeto barato… y él… ¿Qué demonios era él? Se dejó caer en la silla y miro impávido un cuadro antiguo que colgaba en la pared… ¿por qué no se había dado cuenta antes de cómo era ella?… ¿Tenía que ver con el soldado Lariarte?… el simple hecho de pensar en el chico lo hizo volver a sentir emociones contradictorias y fuertes. El corazón latía con fuerza en sus sienes. Tenía los puños apretados. No se sentía capaz de quitarse la ropa aún y meterse a la cama. Sería inútil. Su sueño y su tranquilidad se la había llevado el mocoso malcriado que se meneaba indecentemente en la pista de baile con ese otro chico homosexual.  El hijo de Hernán. Estaba tan furioso que sus dientes rechinaban. No lograba entender que el joven soldado le provocara esta pérdida de control.  Verlo bailar había sido una revelación resplandeciente al mismo tiempo que lo había vuelto furioso. Aaahh por todos mil demonios!! ¿Quién se creía que era este soldadito de juguete para alterar así su vida??!!! ¡Qué maldito descaro del mocoso mostrarse así ante la gente!!! Su ropa, sus movimientos indecentes, el meneo de sus caderas… la compañía del hijo de Hernán… Se paró de un salto y caminó el cuarto en grandes zancadas.  Ahora, con la misma ansia que había deseado bajar a la ciudad deseaba volver al campamento y tenerlo cerca, bajo sus órdenes. Esto no podía quedar así. El chico necesitaba aprender que no podía jugar con su mente ni su vida. ¿Dónde quedaba el respeto propio de un uniformado? ¿Cómo se atrevía??!!

Lo esperaba una noche de insomnio… su estado de ánimo era igual a un elástico tan tenso que el más mínimo contratiempo lo rompería.

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