Capítulo Veinte

Durante la noche había comenzado a llover con inusitada fuerza. Al amanecer, la lluvia caía torrencialmente y el viento soplaba con tanta potencia que los hombres tuvieron que afirmarse unos a otros para llegar al comedor a desayunar. Un trayecto de aproximadamente 80 metros había sido suficiente para dejarles empapado el impermeable que los cubría y que en ese momento se amontonaban cerca de la chimenea.

-. Es un temporal – anunció el capitán entrando al comedor, sacudiéndose el agua. El personal esperaba instrucciones – Me informan que es probable que la lluvia dure un par de días. Tendremos que esperar a que pase para volver a trabajar.

Acto seguido, dio órdenes para proteger los animales, maquinaria, el suministro de agua y energía.

-. ¿Tienen alimentos suficientes para dos o tres días? – preguntó directamente a Raimundo

-. Si, capitán. Tenemos más que suficiente

Los siguientes dos días fueron parte de los más hermosos que Raimundo había vivido a lo largo de sus diecinueve años. Con sus padres y hermanos había viajado a varios lugares lejanos y exóticos; Europa, playas del caribe y ciudades modernas como Nueva York. Por supuesto, había sido agradable conocer lugares nuevos en otros países, pero, perdido en aquel rincón del extremo sur del mundo, con el calor de la chimenea y la compañía de los hombres del campamento, había aprendido algo que no conocía; la camaradería, la aceptación y la alegría de los juegos compartidos. Primero le llamó la atención que nadie se complicara por dejar el trabajo por un par de días. La lluvia y el viento hacían simplemente imposible trabajar. Así es que los hombres se relajaron, alargando el desayuno, acomodando las mesas alrededor del fuego. Alguien trajo cartas de naipes. Se rieron de él cuando explicó que no podía jugar porque no sabía. Rápidamente, el subteniente Cardones, un chico alto de rostro alargado, apenas un par de años mayor que Raimundo, lo sentó junto a él en la mesa y le fue explicando en qué consistía el juego. Raimundo podía ser lento o torpe para algunas cosas, pero esto de los juegos se le daba con mucha facilidad. Cardones era simpático y le explicó en detalle. Aprendió muy rápido y al cabo de media hora, se divertía jugando canasta con un grupo de hombres que parecían diferentes; alegres y relajados. Mostraban la personalidad que Rai no conocía. Se sorprendía de verlos bromear y jugar como si fueran vacaciones. Había diferentes juegos en las otras mesas y Raimundo fue bienvenido a aprenderlos todos. En cada mesa alguien tuvo la paciencia y el tiempo para enseñarle y divertirse con él.  El capitán no permitía apuestas de dinero así es que cada uno apostaba algo de valor ínfimo como cigarrillos o golosinas. Raimundo pensó que él no tenía nada que apostar, pero la mención de un dulce recién salido del horno de la cocina o una receta recién horneada de las famosas galletas de nuez de Sánchez fueron recibidas con entusiasmo y aplausos. ¡Era genial que algo tan simple despertara tanto interés en los hombres!!! Raimundo había vivido muchas experiencias buenas y malas en su vida, visitado muchos lugares con su familia y conocido mucha gente importante por el trabajo de su papá… pero nunca se había sentido tan acompañado y parte de un grupo cómo se sentía en ese día de temporal en ese lugar olvidado del extremo sur… lo aceptaban como era y le daban la bienvenida a cualquiera de los grupos en las mesas. Nadie lo cuestionaba. Nadie le decía cómo comportarse o qué era lo correcto de hacer. Él solo sabía cómo adaptarse y ser, genuinamente, feliz en medio de los juegos simples, bromas expresadas con voz alegre… la misma voz que otras veces usaban para gritar órdenes pero que ese día habían guardado y la cambiaban por risotadas o agradable silencio.   La lluvia continuaba repiqueteando con fuerza… el viento parecía querer llevarse todo a su paso, pero él no paraba de sonreír y participar de los juegos y conversaciones. De vez en cuando, sus ojos se cruzaban con los del capitán que seguía atento sus movimientos y parecía tan tranquilo y a gusto como él. No había más que hacer que pasar el rato de la mejor manera posible en un día como ese.

Cuando el entusiasmo por los juegos disminuyó, trajeron un proyector y los hombres se acomodaron, como si fuera un cine, para ver una película. Aprovechando la necesidad de ahorrar energía, apagaron las luces y aunque solo era media tarde, la sala quedó a oscuras, excepto por el fulgor del fuego en la chimenea. Debido al ruido del viento y la lluvia, el volumen de la película fue puesto al máximo.  Raimundo se ubicó en una de las últimas sillas de atrás, cerca de la puerta de la cocina. Llevado por el entusiasmo, López y él habían preparado galletas y queques dulces de nuez para todos. Él estaba encargado de vigilar que no se quemaran, razón por la cual estaba cerca de la cocina.   Era una película de un par de años atrás que Raimundo ya había visto pero igual era entretenido verla en compañía del grupo de hombres. Se levantó cuando la alarma vibró en su bolsillo y fue a la cocina a sacar las galletas del horno mientras todos continuaban en el comedor. Sacó las grandes latas con un buen par de guantes y las apoyó sobre el mesón. Aspiró el delicioso aroma de vainilla y canela. Con una paleta fue retirando las galletas de la lata y ubicándolas en una fuente

-. Se ve perfecto aquí, soldado

Se sobresaltó al escuchar al capitán, pero mantuvo la lata sujeta. No quería perder las galletas. Giró para verlo. Fernando se había apoyado contra la pared y daba la impresión de que llevaba rato mirándolo. A Raimundo le encantó darse cuenta que no se había aguantado y lo había buscado.  El día mejoraba minuto a minuto.

-. Me vería mejor en la construcción – respondió con una sonrisa desafiante y sin dejar de sacar las galletas.

Fernando ahumada sonrió de vuelta. ¿Qué más podía hacer cuando se sentía completamente desvalido ante Lariarte? Se acercó hasta el soldado, se ubicó detrás de él, sus cuerpos en contacto, como siempre y pasó su mano, rozándolo sensualmente, para llegar a la fuente de las galletas

-. ¡Están calientes! – advirtió Raimundo

-. Yo también – respondió el capitán presionando su pelvis contra el culo de Raimundo y dejándolo sin habla

Con la galleta en la mano y su misión cumplida de recordarle a Lariarte que era suyo, el capitán se retiró satisfecho y volvió a apoyarse contra la pared

-. ¿Está pasándolo bien?

-. ¡Si… aprendí a jugar y hasta gané un par de veces!!!

Raimundo, en estado de alegría, era irresistible… fascinante.

-. Y si ganó… ¿Por qué las galletas? – preguntó el capitán

Raimundo terminó su trabajo y dejó la lata tranquila.

-. Porque está lloviendo, hay mucho viento, porque se lo merecen, porque tenía ganas de hacerlo – respondió pensándolo con calma. Finalmente, se encogió de hombros – porque hoy es un buen día

Fueron solo segundos en que ambos se miraron sintiéndose llenos de tranquila alegría… ambos sonreían… algo los impulsaba a buscarse y tocarse… una necesidad más allá de la razón… una fuerza que los atraía como si fueran imanes

-. ¿Ya están listas? – preguntó López entrando a la cocina y rompiendo el encantamiento

-. Están muy buenas – respondió Fernando mordiendo la galleta que tenía en la mano y alertando de su presencia

-. ¿Quedaron buenas, capitán? – preguntó López mirando la fuente llena de galletas

-. Las mejores que he comido en mi vida – respondió el capitán Ahumada mirando a Lariarte y luego, saliendo de la cocina de vuelta al comedor.

Raimundo lo siguió con la mirada…

Casi… habían estado a punto…  él sabía en su corazón que, de no haber entrado López, habrían terminado en un abrazo. Sabía que el capitán también lo había sentido… esa conexión que se estaba creando entre ellos… era fuerte… especial.

Suspiró tan profundamente que López se sorprendió

-. ¿Y a ti que te pasa? – preguntó extrañado

-. ¿Qué me pasa? ¡huele, hombre!… vainilla y canela… delicioso ¿verdad?

-. Mmhh si, delicioso – López se echó una galleta a la boca

Delicioso… Fernando Ahumada era lo más delicioso del mundo y aún le faltaba tanto que probar de él…

.

.

Durante la mañana del tercer día había dejado de llover y el viento soplaba calmado. El sol brillaba con ganas en un raro día despejado de nubes en el sur.  El sitio de la construcción volvía a ponerse en movimiento. En el lugar se encontraba todo el personal lleno de energía tras los días de descanso forzoso que les había caído muy bien. Meses atrás, habían recorrido el terreno y trazado la mejor ruta evitando los peores obstáculos, pero eso no significaba que la tarea era fácil. Las máquinas pesadas hacían su trabajo luego de que los obstáculos peligrosos eran removidos. Había días en que todo era simple y avanzaban de prisa, pero ese día, en particular, el temporal había dejado huellas en los trabajos; el terreno estaba muy mojado y fangoso. Habían avanzado un par de metros adentrándose en la ladera del cerro; el camino continuaba por el costado de la pared, alejándose del barranco y dando una pequeña curva. Pero todo estaba lleno de agua y tendrían que esperar.  Dedicaron la mañana a drenar y preparar la carpeta de tierra para poder seguir trabajando. El capitán dio las instrucciones pertinentes para que nadie corriera ningún peligro. Pasado el mediodía y luego de una exhaustiva revisión del capitán y los ingenieros, los trabajos se reanudaron.

-. ¡Atención! – dijo el capitán reuniendo a los hombres – Continuaremos el camino.  Quiero que todos se aseguren de las condiciones de trabajo antes de cualquier movimiento.

.

.

A media tarde, Raimundo observaba sentado en su lugar favorito en lo alto del coihue. Ese día en particular, le había tomado más tiempo hacer el recorrido para llegar hasta el sitio de la construcción; el bosque estaba muy húmedo y resbaloso. Tuvo que tomar las precauciones necesarias para llegar a salvo. Había hecho el camino ya muchas veces y se aprendía de memoria por dónde debía viajar y de qué ramas y piedras podía afirmarse con seguridad.  Respiró el aire, fragante de olor a bosque, y del bolsillo de su pantalón sacó una bolsa con galletas y las fue mordisqueando mientras miraba atentamente como los hombres comenzaban a ponerse en movimiento. De a poco se fueron acercando más hacia donde estaba su árbol, cerca de la ladera del cerro. ¡Vaya! Comprendió al mirar con atención. El trazado se alejaba del barranco que se presentaba unos metros más adelante; Raimundo, desde dónde estaba, no alcanzaba a ver qué tan profundo podía ser ya que lo cubría el follaje de los árboles, pero le preocupaba que se estuvieran acercando hacia donde estaba él. ¿Debería retroceder a un árbol más lejano? ¿sería posible que alguien lo viera?

Su atención se desvió al momento en que Don Hernán echó a andar su poderosa máquina y los hombres se alejaron a una distancia prudente marcada por el capitán. Cuando Don Hernán abría camino todos tenían que alejarse por el peligro que podía acarrear una piedra que rodara o un árbol que cayera para el lado equivocado… cualquier cosa que no fuera como se había planeado. Rai se relajó. Nadie lo vería. Todos estaban pendientes del trabajo de Don Hernán. Siguió con la vista el movimiento del buldozer. La máquina subió a la carpeta recién abierta y comenzó a mordisquear el cerro para dejar espacio a continuar el trazado. Le gustaba ver la máquina grande y amarilla en movimiento, tragándose todo por delante. Rai mordisqueó otra galleta. Consumía mucha energía cada vez que hacía el camino por el bosque. ¡Además, las galletas que López y él hacían eran muy buenas!!! Sonrió pensando en que quizás alguna vez podría prepararle galletas a su mamá. Ja! ¡Se moriría de la impresión al descubrir que su hijo sabía cocinar!! ¿Qué sería de ella y de su hermana? Cerró los ojos un instante para recordarlas… Si. A veces extrañaba a su mamá y a Abi.

La brusca sacudida de la rama donde estaba apoyado lo hizo abrir los ojos y ponerse en alerta. Automáticamente sus manos buscaron de donde sujetarse.

Abajo, escuchó gritos muy fuertes junto a un sonido diferente, algo que no lograba identificar y que se acercaba y crecía.  Miró a todos lados confundido y alarmado. Un nuevo ruido se agregaba al primero que seguía aumentado.  Ese sí pudo identificarlo de inmediato. Sus ojos ubicaron de inmediato la máquina amarilla un par de metros más adelante. ¡Ese ruido horrible y profundo provenía del motor de la máquina de Don Hernán!!!

Rai fue testigo de lo que sucedía como si viera todo en cámara lenta y en primera fila. Primero, vio al capitán que corría hacia el Buldozer gesticulando, pero entonces, Fernando se detuvo bruscamente, moviendo los brazos y gritando a todo pulmón algo que ni Rai ni nadie alcanzó a escuchar.  Ya era tarde porque el terreno donde la máquina estaba, reblandecido por la lluvia, comenzaba a ser inundado por un lodazal que corría cada vez más rápido y con más fuerza hacia el barranco. La tierra bajo la máquina se volvía líquida. Rai se quedó petrificado afirmándose del árbol con ambos brazos. De pronto, todo, incluyendo árboles, rocas, tierra y el gran buldozer, comenzaron a ser arrastrados lentamente por un río de barro que se precipitaba hacia el barranco como en una película de terror. Donde antes estaba el camino, ahora corría un río de lodo oscuro que provenía desde la parte superior del cerro.  Arrasaba con todo a su paso… los árboles caían uno sobre otro como si fueran palillos de un juego… el ruido era ensordecedor… un gran agujero comenzaba a abrirse en donde estaba el camino…  un hueco que seguía tragándose todo. Raimundo vio como los hombres gritaban y corrían enloquecidos. Su árbol se mecía como si fuera un terremoto. Él estaba fuertemente agarrado al tronco, pero estaba distante de lo que caía hacia el barranco, que ahora, abierto y sin protección, mostraba un vació peligrosamente profundo lleno de árboles, rocas y deshecho. El ruido no permitía pensar con claridad pero Rai prestó atención. Don Hernán aceleraba a fondo intentando escapar de la corriente, la máquina humeaba, pero no era lo suficientemente fuerte para escapar del deslizamiento

La bolsa de galletas se le escurrió de las manos…

¡No! No era posible… ¡No! Don Hernán…

Entonces, vio al capitán y a otros hombres correr por el costado del deslizamiento con gran riesgo para sus vidas y mirar hacia abajo… Rai miró también… ¡Por Dios!! La corriente de lodo se llevaba la máquina de Don Hernán son él adentro… la ladeaba como si fuera un juguete. Se desplazaba lentamente, arrastrada por la avalancha. Todos quedaron inmóviles cuando la máquina se detuvo un par de metros más abajo apenas aprisionada entre varios árboles que se habían entrecruzados y atorado durante el deslizamiento. Bastaría otro pequeño movimiento de tierra para que los árboles continuaran su camino y la máquina cayera y se llevara a su amigo para siempre

-. ¡NO!!!

No tenía más que un par de árboles cerca, pero Raimundo saltó a sus ramas a toda prisa, avanzó bajando a ciegas, colgando de rama en rama y dando una voltereta, tocó tierra al lado contrario del agujero que se había producido en el camino. No se detuvo a mirar a nadie ni mucho menos escuchó las voces de quienes de pronto lo vieron aparecer como si fuera un ángel caído del cielo. Rai tomó impulso con una voltereta en el aire, saltó sobre una piedra grande que se balanceó al estar poco firme y rebotó avanzando hasta llegar al siguiente árbol. Lo trepó limpiamente. Se detuvo. Estaba más cerca de Don Hernán, pero aún le faltaba un trecho peligroso. Ligero como el viento se deslizó por las ramas en perfecto equilibrio mientras con la vista calculaba lo que tenía a disposición: ya sabía el camino a seguir… carrera, salto, brinco, sujetarse, escalar uno de los árboles entrecruzados, otro salto y por fin estaba al lado de la máquina que seguía rugiendo con el motor sobrecalentándose. Raimundo ni siquiera pensó en el peligro que podía correr su vida. Dio el último salto que lo dejó sobre la máquina volteada

-. ¡Don Hernán!!

Corrió hacia la puerta rota de la máquina…. La máquina se sentía poco firme, como un temblor permanente, el ruido a su alrededor era ensordecedor… escuchaba como los árboles crujían y, más abajo, todo se iba apilando en peligrosos montones.  Tenía poco tiempo. Debía apurarse. Dentro de la máquina vio a su amigo que tenía el rostro cubierto de sangre y estaba inconsciente.  Trepó a la máquina y comenzó a tirar del pesado cuerpo inerte. Pensó en la esposa de Don Hernán, en sus hijos ¡En Nano!! ¿Cómo le iba a explicar que no había podido salvar a su papá? Tiró con más fuerzas hasta que sintió que el cuerpo se movía y lo arrastraba fuera de la máquina. Ahora tenía que subirlo antes que todo cayera. Entonces, en ese momento, Raimundo sintió que volvía a conectarse con la realidad, como si todo lo que había pasado segundos antes hubiera sido una pesadilla. Miró a su alrededor buscando un camino… Dios! Era imposible que lo cargara a través de las ramas… entonces, vio las cuerdas que colgaban hacia ellos y el rostro inconfundible del capitán que, metros más arriba, junto al resto de los hombres, sostenían las cuerdas para tirarlos. Suspiró aliviado. La ayuda había llegado. Sujetó a Don Hernán pasando una de las cuerdas bajo los brazos e hizo uno de los tantos nudos que había aprendido durante su entrenamiento.  Cuando estuvo seguro, Rai hizo un gesto con el pulgar para que lo tiraran hacia arriba. En ese momento vio el rostro desencajado de Fernando que le gritaba algo acompañado de movimientos de sus brazos. No podía escuchar sus palabras, pero sabía que le estaba pidiendo que tomara la otra cuerda. Rai sonrió… ¡Dios! ¡Qué hermoso era que se preocupara por él! Confirmó que Don Hernán estaba asegurado y sin hacer caso de las indicaciones que le daban desde arriba, Raimundo, lleno de adrenalina como nunca antes en su vida, tomo impulso extraordinario, saltó hacia el árbol y emprendió el camino de regreso hacia arriba, repitiendo los mismos pasos que había empleado para bajar.  Antes que los hombres terminaran de subir a Don Hernán, Raimundo había aterrizado limpiamente en una zona segura al otro extremo del forado, cerca del coihue. Se detuvo a mirar hacia atrás al escuchar el crujido de los árboles que recién había pisado… caían de golpe y se llevaban consigo la máquina y todo alrededor. De pronto, la comprensión de lo que acababa de hacer le llegó de golpe… como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago. Se sintió mareado y a punto de desvanecerse. Estiró la mano hacia atrás para apoyarse en un árbol. Su coihue… estaba en terreno seguro… estaba al lado de su árbol y Don Hernán estaba bien.   Se llevó las manos a tapar su boca para evitar que el grito que lo ahogaba se escuchara en la distancia. Podía haber muerto él y su amigo… ¡Dios!! A través de los ojos empañados de lágrimas vio la silueta del capitán que intentaba llegar hasta él…

¡Dios!!! ¿Qué había hecho? Ahora todos sabían que él los espiaba… ni siquiera había pensado en sí mismo en su afán por salvar a Don Hernán… ¡Oh Dios!! Sí que estaba en problemas… en problemas terribles, sus escapadas sin permiso del campamento habían sido reveladas…

-. ¡Lariarte!!

Por sobre el ruido, escuchó la voz dura del capitán llamándolo. Su instinto le indicó que comenzara a correr y se internara en el bosque, que desapareciera…

-. ¡Soldado Lariarte!!!

Pero no pudo dar un paso… se quedó petrificado en donde estaba, incapaz de reaccionar, hasta que sintió la mano del capitán sobre su hombro

-. ¿Raimundo? ¿Raimundo?!!!

Oh Dios… que bello era escuchar su nombre pronunciado por el capitán… su capitán

-. ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? ¿De dónde…? ¿Cómo pudiste…?

Raimundo sintió que sus piernas no lo sostenían… su cuerpo se tambaleó. Habría caído al suelo si los fuertes brazos de capitán no lo hubieran sostenido en un abrazo apretado.-. Raimundo – repitió el capitán en un suspiro, estrechándolo con firmeza contra su pecho.

.

.

.

4 comentarios sobre “Capítulo Veinte

  1. ¡OOOOH POR DIOOOOOOS! Hasta tenía los dientes apretados de tanta tensión :-$
    Un día de estos me va a dar un paso cardíaco por culpa de tus historias jajajaja

    1. Pero Itzel!!!! Cuantas veces he dicho que no soy yo sino son ellos!!!!! jajajajaaa lo siento. Al menos veo que te provocó algo de tensión este capítulo un poco dramático. Si quieres le digo al capitan y a Rai que ya se calmen….
      Gracias!!! saludos!.

  2. Gracias por el capítulo!

    Qué momento de tensión! Nuestro Rai es una caja de sorpresas para su capitán! Va a estar la situación caldeada en el siguiente capítulo!

    ❤️❤️❤️❤️

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.