Capítulo Veinticuatro

Besos húmedos y calientes… besos lentos y suaves como aleteo de mariposas… besos brutales con sabor a deseo y pasión… besos que lograban hacer que sus labios dolieran de placer. La boca de Fernando parecía no poder terminar nunca de separarse de los labios de Raimundo. Disfrutaba su sabor, sus suaves quejidos, su lengua apoderándose de la boca de su soldado.  Sus manos lo sostenían, por momentos con caricias y al instante siguiente, sujetándolo con firmeza como si necesitara reafirmar sus ganas de controlarlo.

-. Quítate la ropa – susurró Fernando, jadeando en su oído

Habían vuelto a la cabaña. Estaban en el antiguo dormitorio del capitán.

Rai, mareado de las emociones provocadas por los besos y caricias, necesito un momento para comenzar a desnudarse

-. ¿Solo yo? – preguntó incitante.

Por su imaginación había pasado infinidad de veces el cuerpo del capitán… ahora que su sueño se iba a convertir en increíble realidad, Rai ansiaba verlo, comprobar que tan certera era su fantasía, confirmar lo que sentía cuando tocaba la tela que cubría el cuerpo de Fernando

-. Yo… necesito verte

Era una orden a la vez que un ruego. Fernando no entendía con claridad qué era lo que pasaba con él. Sabía que, eventualmente, iba a desnudarse porque deseaba con locura sentir las manos de Raimundo tocándolo, sus caricias y unir sus cuerpos, piel contra piel, pero quería hacerlo bajo sus términos. A su manera. No comprendía la necesidad que sentía de que Raimundo le obedeciera. Si. Desde niño había tenido claro que le gustaba hacer las cosas a su modo y tener en sus manos el control de cada situación. Pero nunca había llegado a sentir ese deseo al punto que llegaba ahora. Raimundo era la única persona capaz de llevarlo a la locura y hacer que su orden se volviera caos.  Justamente por ello, sus ganas de dominar y dirigir se acrecentaban sin límite. No podía permitir perderse en aquel sentimiento glorioso que abarcaba todo lo maravilloso, del cielo a la tierra… no sabía cómo vivir sin tenerlo todo controlado.

Raimundo no tuvo tiempo ni ganas de pensar mucho en ello. Entendía, quizás de manera instintiva y natural, que la relación entre ellos había comenzado de una forma diferente y lo aceptaba sin restricciones. El capitán ordenaba y él, gustoso, obedecía. Su ropa quedo amontonada sobre el piso de la cabaña. 

-. Puedes verme, capitán – se dirigió a Fernando mirando directamente en sus ojos oscuros y permitiéndose mostrarle lo que tan celosamente había ocultado siempre a los ojos de cualquier otra persona.  Solo un par de semanas atrás Raimundo aún no podía concebir la idea de la intimidad con otro hombre. Ahora, estaba completamente desnudo frente a Fernando sin sentir una gota de vergüenza sino el más puro y brutal deseo de ser tocado, acariciado y tomado como el capitán deseara hacerlo

Fernando trago saliva… Dios!! Tan hermoso… tan increíblemente deseable. La necesidad de tocar esa suave piel cremosa era urgente. Estiró sus brazos y pudo sentir la textura de la piel en la punta de sus dedos… tan cerca que el calor de Raimundo se traspasaba a su cuerpo

-.  Eres tan hermoso – su voz se había vuelto un ronco murmullo seductor sobre su cuello

Raimundo cerró los ojos… una mano fuerte bajaba por su espalda en una caricia electrizante… no se detuvo hasta llegar a sus nalgas.

-. Me vuelves loco…

Fernando le buscó los labios… bajó por su garganta y comenzó un lento recorrido por su pecho. Deseaba, más que nada en el mundo, probar el sabor de esa piel aterciopelada… cada palmo, cada centímetro de Raimundo…   Lo escuchó gemir ahogadamente cuando su boca llegaba bajo el abdomen y continuaba su camino descendiente. La piel de Raimundo se erizaba a medida que él dejaba un rastro de húmeda saliva sobre ella.

-. Capitán… quiero tocarte – pidió Rai con voz sofocada estirando sus manos que aterrizaron sobre la tela que aun cubría a Fernando.

Fernando apenas escuchó la petición.  Lo sostenía con ambas manos en sus nalgas y descubría el aroma nuevo de su sexo, la textura y longitud de su miembro, la suavidad de la mancha de vellos. Tomó con mano firme, la erección de Raimundo y su lengua probó, por primera vez y sin reparos, el sabor íntimo de otro hombre en su boca.  Esta vez sí se deleitó escuchando el sonido ahogado de Raimundo. Lo apretó contra él con más fuerza sintiéndose sobrepasado… su olor, su piel, su voz, toda su deliciosa persona…Fernando estaba al borde de entregarse por completo al sentimiento demencial que le provocaba Raimundo Lariarte. En un gesto brusco se puso de pie y comenzó a quitarse la ropa apresuradamente. Ya no aguantaba… perdía… Deseaba todo con él y sin límites. Se rendía completamente a la pasión desbordada

Rai mantenía la vista fija en el capitán… sentía la furia con que se quitaba la ropa que había pasado a ser un estorbo. Y de pronto, ahí estaba. Fernando Ahumada completamente desnudo y magnífico. ¿Qué otra cosa se podía esperar de un hombre como él? Raimundo paseó sus ojos sobre él confirmando que su imaginación se había quedado corta. Fernando tenía músculos marcados, un pecho amplio y perfectamente proporcionado, como un dios romano o una de esas figuras griegas que había visto una vez en un museo. Avanzó hacia él, sin ser capaz de pensar… solo hambriento de tocarlo

-. Eres como una de esas estatuas griegas…

Raimundo posó sus manos sobre los pectorales del capitán. Fernando cubrió las manos con las suyas y lentamente comenzó a indicarle el camino a recorrer…  acarició despacio sus pezones ásperos, lo guio hacia su abdomen firme… el vientre desnudo y finalmente, llevó sus manos hacia el grosor de su pene. Raimundo lo envolvió con ambas manos. estaba hinchado y ardiente.

-. No sé qué me haces, Raimundo…  – declaró Fernando, buscándole la boca

-. Quiero estar contigo – respondió Rai acercando su cuerpo hasta que ambos se tocaron completamente. Abrazados…unidos piel contra piel.

-. Quiero poseerte… – exigió Fernando entre besos, enredando sus manos en el suave cabello y obligando a Raimundo a mirarlo a los ojos. Había en ambos fiebre y pasión

-. Tienes que enseñarme… nunca he estado con un hombre…- dijo Fernando arrastrando sus labios por la mejilla de Rai. Se detuvo al sentir que el cuerpo de Raimundo temblaba y un sonido diferente salía de su garganta… ¿Estaba riendo?

-. Yo tampoco…- confesó Raimundo con una mezcla de risa triste y demasiada alegría

La confesión tuvo un fuerte efecto sobre Fernando. Sin separarse de él, sostuvo a Rai de la nuca y preguntó

-. ¿Es tu primera vez? – el asombro pintado en la entonación de su voz

-. Si capitán. Es mi primera vez y es toda tuya

Fernando había visto muchas veces los hermosos ojos de Raimundo y había aprendido a conocer su forma y color, pero la llaneza y sinceridad que veía ahora en ellos lo conmovió profundamente. Las ventanas del alma de Raimundo le hablaban y le decían que se entregaba en cuerpo y alma. Nunca había sido tan bello como en ese momento

-. Aprenderemos juntos

El instinto le indicaría que hacer… los sonidos de Raimundo serían su guía. Su intenso deseo sabría encontrar la forma. Solo sabía que tenía que poseerlo

Despacio, entre besos y caricias, se fueron acercando a la cama. La madera crujió cuando ambos cuerpos quedaron sobre ella. Rodaban sobre la cama… Piernas entrelazadas, brazos y manos en movimiento, besos fuera de control, gemidos y roce constante de sus miembros endurecidos.

-. Quiero estar dentro de ti – anunció Fernando deteniendo a Raimundo bajo su peso en la cama.

Por toda respuesta, Raimundo no apartó su vista de Fernando, sonrió con lascivia y separó sus piernas, invitándolo a entrar

-. Tómame, capitán

Mentira. Cada momento Raimundo era más hermoso que el instante anterior. Enloquecía… estaba enfebrecido. Nunca había deseado algo con tanta urgencia y necesidad. Estiró la mano para tomar la bolsa con los elementos que había comprado… Raimundo le quitó el pequeño sobre de las manos y lo llevó a su boca para romperlo con los dientes… tan provocativo…

-. Yo lo haré por ti, capitán

Tomó su miembro con una mano… Fernando respondió con un escalofrío que le atravesó la espalda. Rai pasó la lengua de manera descarada para recoger una pequeña gota perlada que asomaba en la punta de su miembro

-.. mmmhhh.. sabes bien, capitán – dijo Rai demorando el proceso, intencionalmente. Dios!! Como estaba de feliz…

Fernando sonrió con paciencia… quería penetrarlo… quería seguir mirándolo provocarlo…quería morderlo y chuparlo…  quería castigarlo por demorarse… quería hacerle de todo a la vez y con extrema urgencia. No podía entenderse a sí mismo y todos los confusos deseos que experimentaba al mismo tiempo, pero no era ahora el momento de pensarlo. No tenía cabeza más que para desearlo y admirarlo. 

-. ¿Todo esto? – preguntó Raimundo abriendo grande sus ojazos y sosteniendo en sus manos el pesado miembro de Fernando – ¿Dentro de mí? – había incitación y algo de temor en su pregunta

-. Todo. Te lo prometo – respondió Fernando, sin dudar

-. ¿Vas a ser gentil, capitán? – volvió a preguntar Rai, tomando la iniciativa de acercarse a besarlo

Fernando respiró agitado… ¿gentil? ¿podría recurrir a su autocontrol?… ¡Dios!! ¿Cuál? Si ya se había rendido al más puro y básico instinto animal. Solo deseaba enterrarse en él y ser dueño de su cuerpo y su mente… no tenía idea cómo podría ser gentil

-. No

-. ¿No? – repitió Raimundo inquisitivo

-. No sabes cómo te deseo, mi soldado. Quiero poseerte ya mismo… penetrarte y no salir nunca más de tu cuerpo. Quiero que seas mío…– lo abrazó cruzando ambos brazos sobre el cuerpo desnudo de Rai, cómo si deseara evitar que escapara o se asustara.  Sintió como Raimundo tensaba sus músculos. Lo sostuvo de la barbilla para hablarle directo a sus ojos

-. Solo te prometo que al final, cambiaré tu dolor por lágrimas de placer

Raimundo tenía los ojos empañados de lágrimas… no sabía si era de nervios, miedo o emoción. El chico suspiró profundamente y se abrazó a él con fuerza

-. ¿Me lo prometes? – preguntó sobre su mejilla

-. Te lo prometo – respondió Fernando sellando la promesa con un beso brutalmente apasionado. Los ojos brillantes de lágrimas exaltaban aún más su deseo de posesión

-. Termina lo que empezaste, soldado – exigió recordando a Raimundo la tarea de la cual se había hecho cargo

Por fin el protector estuvo envolviendo su miembro. Había leído apenas lo que necesitaba para tener sexo con otro hombre… había comprado lo necesario… no recordaba… Odiaba no saber qué hacer. Solo le urgía estar dentro de Raimundo

-. Lubricante, capitán

Raimundo lo tomó de la bolsa, abrió el frasco y untó sus dedos.

-. Si no uso mucho de esto me va a doler – explicó Rai que había dejado de reír y no se veía particularmente cómodo.

Fernando miró alborozado como la mano de Rai buscaba entre sus piernas

-. Yo lo hago – ordenó Fernando

-. No. Está bien. Yo puedo… – respondió ruborizándose

-. ¿Todavía no entiendes cuando te doy una orden?

Fernando tomó el frasco entre sus manos

-. Date vuelta – ordenó con su clara voz autoritaria

Raimundo dudo un instante

-. Date vuelta – insistió el capitán

Rai giró y quedó boca abajo sobre la cama. No podía ver a Fernando, pero a pesar de que le había prometido dolor y lo forzaba a exponerse para él, Raimundo sabía que estaba depositando su cuerpo, su primera vez y su confianza, en la persona correcta.  Primero sintió los labios de Fernando besando sus glúteos… aahhh… que maravillosa sensación… ni siquiera podía pensar…

-. ¿Cómo lo haces para ser delicioso en cada pedacito de tu cuerpo?

Raimundo rió… suspiró… quería llorar de felicidad

Luego los dedos untados de un líquido resbaloso dibujaron un círculo alrededor de su ano. No pudo evitar jadear, respingarse y levantar la cabeza. Se había sonrojado al máximo

-. No te muevas, soldado – dijo el capitán absolutamente concentrado en la delicada misión que llevaba a cabo

Rai volvió la posición indicada. Sentía los dedos de Fernando cada vez más cerca de traspasar su anillo de músculos… era la sensación más erótica e impúdica del mundo… era obsceno estar tan expuesto y disfrutarlo… Fernando se hacía cargo de él, le había pedido que le entregara su cuerpo, su culo, su sexo y él se lo permitía con toda su voluntad.  Enterró la cabeza en la almohada consciente de que no podía hacer nada más que abandonarse a las nuevas y deliciosas sensaciones.

El grueso dedo de Fernando detuvo el trazo de círculos y se abrió camino dentro de Raimundo venciendo la resistencia natural ante la invasión. Estaba maravillado del espectáculo frente a sus ojos… los glúteos de Raimundo, su ano… lo estaba traspasando con su dedo y la sensación de posesión anticipada le llenaba la sangre de un calor nuevo, de una sensación de poder desconocida, del más puro deseo primario, lúbrico y sensual. Una emoción nueva al saber que era la primera y única persona a quien Raimundo le permitía esta estrecha e increíble intimidad. Su soldado… su delicioso y precioso soldado. Hundió su dedo un poco más, trazando círculos en el interior caliente de Rai. Lo escuchó gemir y jadear… si… estaba bien… deseaba escuchar lo que le provocaba. Vertió más de aquel líquido en el anillo rosado, en preparación de un segundo dedo que deseaba meter. Comenzó lentamente, probando, entrando y saliendo. Podía reconocer las sensaciones en Raimundo ya que sus músculos se tensaban cuando iba demasiado de prisa y sus gemidos cambiaban de entonación. Acercaba su boca y besaba su espalda húmeda y sus glúteos suaves. No le decía nada. No era capaz de articular palabras… demasiado fascinado y absorto en lo que estaba haciendo, pero lo compensaba con besos, lamidas y chupones que calmaban la ansiedad del menor. Al cabo de un rato, su propio miembro estaba tan duro y caliente que comenzaba a doler. Sentía sus testículos pesados y preparados para descargar.  Fernando quitó sus dedos y puso el peso de su cuerpo sobre Raimundo. Con sus piernas separó aún más las de Raimundo para darse el espacio necesario. Su mano dirigió su miembro enfundado y lubricado hacia la puerta del paraíso. Presionó suavemente…¡Dios!!.. tan estrecho, inesperadamente delicioso y caliente… invitador…placentero… cientos de palabras que sonaban a divinidad bailotearon en su cabeza. Se sentía sumido en un encantamiento hipnótico. En el momento en que su miembro traspasó la barrera de resistencia, sintió que Raimundo gemía y su espalda se tensaba

-. Sshhh… tranquilo, mi soldado – logró decir subiendo sus manos y pasándolas por debajo de los hombros de Raimundo para sostenerlo con firmeza.

-. Mmhhh…- jadeo Rai entrecortado – Eres imponente en todo sentido capitán.

Fernando sonrió y buscó el cuello de Rai para besarlo y morderlo…  

-. Estoy dentro tuyo, Raimundo – susurró con la voz ronca

-. Puedo sentirte… – balbuceó Rai agitado

Fernando se empujó un poco más adentro y en contra de todo lo que su mente le gritaba, se detuvo a esperar un instante antes de continuar. El deseo de posesión era inmenso. Suyo. Quería estar completamente dentro de Raimundo… marcarlo para siempre como suyo, quería chocar en el fondo de sus paredes interiores y si fuera posible, quería que hasta sus testículos entraran dentro de él

-. Capitán…

Fernando le buscó la boca para apaciguar el dolor del gemido y volvió a empujarse penetrándolo aún más

-. Fernando… – Rai jadeaba y respiraba agitado manteniendo la boca abierta sobre la del capitán – espera – pidió hundiendo su cuerpo

-. Eres un soldado, ¿Estás preparado para la guerra y el dolor? – preguntó con exquisita dulzura mirando los ojos de Raimundo que se habían vuelto acuosos y comenzado a derramar lágrimas. Lentamente, Rai movió la cabeza asintiendo

-. Si… – murmuró tan bajito que fue apenas audible

-. Lo sé. Eres mi soldado valiente

Unió su boca con la de Rai en un beso completamente posesivo

-. Aguanta, mi soldado – murmuró sobre su boca abierta

Comenzó una estocada larga y penetrante. Sostuvo el delicioso cuerpo de Raimundo estrechamente pegado al suyo, escuchó su respiración jadeante y sus gemidos continuos hasta que sintió que ya no cabía nada más de él dentro de la cálida caverna. ¡Dios! Era la mejor sensación del mundo… estaban conectados de la manera más íntima y posesiva que dos seres pueden unirse… su miembro completamente hundido dentro de su joven soldado. Suyo.

-. Todo. Te lo prometí todo

-. Dueles, capitán

-. Lo sé… pero ahora, te voy a hacer olvidar el dolor.

-. Relájate, Raimundo – ordenó el capitán

Entonces la mano de Fernando se acercó sin vacilar hasta empuñar el miembro de Rai.

RAIMUNDO

Dolía… El miembro de Fernando dentro de su cuerpo era un intruso gigante que le abría un doloroso canal en su interior, aunque de manera muy diferente a los amargos dolores que había experimentado a lo largo de su vida. Este era un dolor con sabor a satisfacción y a promesas de felicidad… un dolor que valía la pena y deseaba sentir porque se lo había advertido y servía para complacer a la persona que más le importaba en el mundo… un dolor del cual no quería escapar sino más bien deseaba adentrarse y experimentarlo a fondo. Era el dolor por el cual había esperado toda su vida

-. Relájate, Raimundo – susurró Fernando, a modo de orden, en su oído – No voy a moverme hasta que me lo pidas.

Tomó aire y respiró pausadamente. La voz del capitán lograba hacer que se calmara. Relajarse requería de una técnica que había aprendido dentro de sus clases de Parkour… no era fácil sintiendo el pene de Fernando en su recto, pero la fuerza del entrenamiento pudo más y de alguna manera logró que sus músculos se soltaran y el dolor comenzara a disminuir. Sentía los labios calientes y el aliento de Fernando dejándole huellas de su paso y caricias en su cabeza, sien, cuello, oreja… bajaba hasta su hombro y lo mordía con suavidad… chupaba su piel hasta dejarle marcas y le susurraba las palabras más bonitas del mundo. Sus manos experimentaban con su miembro y sus testículos… masajeaba, acariciaba y lo elevaba a un nuevo nivel de sensaciones. ¡Dios!! Se sentía tan bien, tan amado y deseado… Todo aquello era suficiente para que Raimundo dejara atrás el dolor y comenzara a sentir algo diferente… algo tan buscado y necesario… algo que no creyó que podía experimentar y que lo llenaba de gozo

-. Puedes moverte, capitán

-. A tu orden, soldado

Labios contra labios, lenguas húmedas y calientes enredadas en pasión, palabras vehementes que se repetían hasta el cansancio. Fernando se empujaba contra él, lo penetraba y se retiraba para volver a embestirlo… suave, brusco… delicado… decidido. El choque de ambos cuerpos producía un sonido impúdico y obsceno que se esparcía por el cuarto y aumentaba la excitación. Raimundo comenzaba a experimentar la increíble sensación que marca el borde entre el placer y el dolor…. Sus gemidos ya no estaban cargados de lloriqueo sino de un primer conocimiento del verdadero placer… el intruso se volvía bienvenido y anhelado.

-. Quiero ver tu cara – dijo el capitán saliéndose de él

Rai se dio vuelta en la cama. Fernando le levantó las piernas y volvió a buscar el camino de ingreso dentro de él… esta vez era diferente porque sus ojos oscuros y enigmáticos se perdían en los grises azulados de Raimundo… se besaban la boca… lo masturbaba… la emoción los embargaba y sobrepasaba… se decían mil palabras con solo mirarse y seguir el ritmo que sus cuerpos necesitaban… Fernando presionaba más de prisa hasta que, de pronto, lo envolvió en un abrazo que levantó su espalda de la cama para pegarlo contra su pecho húmedo, mientras su cuerpo se contraía en un espasmo orgásmico

-. Aaahhh… Raimundo… mi soldado…

A Rai no le importó que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Lo que estaba sucediendo era lo más grande que le había pasado en su vida y no iba a contenerse. Él le había advertido que serían lágrimas de felicidad y había cumplido. Se abrazó a Fernando correspondiendo a su agarre. El roce de su pene contra la piel del capitán sumado a la sensación de placer provocada por las manos de Fernando en su miembro lograron llevarlo también al orgasmo…

-. Ca… pitan…

Así los sorprendía el clímax… abrazados… satisfechos, bañados en sudor y dicha… con el cuarto lleno de jadeos y suspiros. Exhaustos, pero sin desear separarse…   Por la ventana sin cortinas comenzaban a brillar las estrellas del cielo austral.

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2 comentarios sobre “Capítulo Veinticuatro

    1. Hola Rous! Gracias a ti!! Me gustó mucho escribir este capitulo con tanto cariño y descubrimiento de sensaciones y sentimientos nuevos para ambos. Fue bonito verlos felices y en completa libertad de tocarse y buscarse, verdad que si?
      Saludos!!

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