Capítulo Veinticinco

Raimundo tuvo la sensación de que algo tocaba su cabeza y le impedía seguir durmiendo pacíficamente… abrió los ojos muy lentamente… no tuvo tiempo de sentirse desorientado pues lo primero que vio fue el rostro de Fernando completamente despierto, que, con la cabeza apoyada en su mano, le acariciaba el cabello y esperaba a que despertara.  Antes de poder pensar siquiera, comenzó a sonreír.

-. Buen día, mi soldado

Raimundo cerró los ojos sin ocultar la sensación de felicidad… amanecer juntos en la misma cama, ver su rostro al despertar… escuchar su voz acariciándolo con palabras… más que suficiente para hacer de ese amanecer el mejor de todos… que paz… que alegría en su alma

-. Buen día, mi capitán

Un suave roce en sus labios… un leve mordisco que aprisionaba su labio inferior entre los dientes del capitán… la lengua de Fernando que buscaba la suya… Raimundo lo abrazó y correspondió a las deliciosas atenciones que recibía. Parecía increíble poder hacer algo tan simple como estirar la mano y tocar el cuerpo de Fernando, su piel tibia contra la suya… nunca había tenido un mejor despertar en sus diecinueve años de vida.

-. ¿Por qué sonríes? – preguntó Fernando

-. Por esto – respondió Rai bajando la mano y rodeando la firme erección del capitán que sentía contra su cuerpo

Fernando levantó una ceja

-. ¿Te das cuenta que es tú problema, ahora?

-. ¿Mío? – se quejó Raimundo con la cara llena de alegría

-. Total, y completamente tuyo

Rai masajeo suavemente el miembro de Fernando. El capitán cerró los ojos, levantó el rostro y suspiró largamente

-. Me agrada que sea mi problema – respondió Rai presionando el pecho de Fernando hasta dejarlo boca arriba en la cama. Se acomodó sobre su pecho mientras sus manos continuaban la dulce caricia, aventurándose a incluir los testículos y el perineo. No se creía su propia osadía, pero es que la actitud de Fernando era tan invitadora… se quedaba quieto y le ofrecía su cuerpo sin pudor

Los dedos de Fernando vagaban sin prisa por el cabello de Rai. De su garganta escapan sonidos que explicaban lo bien que se sentía. No tenían prisa… no sentían vergüenza… estaban solos y juntos… la única compañía era el canto de las aves madrugadoras y la naturaleza más allá de la ventana

-. Raimundo… ¿Estas adolorido?

La pregunta obligó a Rai a tomar consciencia de su cuerpo. ¿Doler?… no…. no le dolía, no mucho… pero tampoco estaba como todos los días. Podía sentir las huellas del paso de Fernando en su cuerpo

-. No. Estoy bien – respondió sin dudar

-. Quiero comprobarlo – dijo el capitán moviendo su cuerpo con la intención de girar a Raimundo y ponerlo boca abajo

-. ¿Qué??? No. No se te ocurra!!! – saltó Rai, intentando zafarse del agarre de Fernando.

-. Déjame ver – dijo Fernando

-. No. Ya te dije que estoy bien – respondió el mocoso arrogante y malcriado que le había tocado ver en un par de oportunidades, cuando se asustaba o se ponía a la defensiva.

-. ¿Qué fue lo que te dije respecto a discutir mis órdenes? – esa voz exigente con la que preguntaba…

Rai abrió grande los ojos y lo miró incrédulo

-. Pero… no me puedes ordenar aquí… estamos en la cama… tú… no… ¡No!!- terminó de responder moviéndolos hombros y negando con la cabeza. La situación le parecía absurda. Allá afuera, en el campamento, mientras portaba su uniforme y estaba de servicio, tenía la obligación de acatar las instrucciones de los oficiales, pero ¿aquí?… ¿amaneciendo juntos en la cama después de haber tenido sexo?

-. Raimundo, quiero ver con mis ojos que no te causé daño. Date vuelta, por favor

Rai quiso abrir la boca para protestar. Anoche, durante el momento de pasión y calentura había sentido normal mostrarse y dejarlo hacer y deshacer con su cuerpo, pero ahora… quería revisar y ¡no!!  la vergüenza lo consumía.  Miró el rostro del capitán que esperaba a que él acatara su instrucción… Tan serio… tan malditamente grave y controlador. Tan decididamente dominante

Y entonces sintió que algo hacía “click “en su mente y entendía la mirada del capitán. Se perdió en sus ojos por varios segundos antes de hablar

-. Tiene que ser así, ¿verdad? – preguntó tan calmado que Fernando levantó las cejas en señal de sorpresa y confusión

-. Tiene que ser como tú quieres – aclaró Raimundo. Fue una frase que no incluía una pregunta sino, más bien, estaba declarando en voz alta que acababa de comprender

La declaración tomó por sorpresa al capitán. Lo primero que pensó fue en reiterarle a Raimundo que solo deseaba ver si no le había causado daño ya que él mismo no podía verse… pero se detuvo a pensarlo. Las manos que sostenían a Raimundo lo liberaron y Fernando se dejó caer en la cama, boca arriba, en silencio. La cabeza llena de pensamientos que armaban el mapa de lo que Raimundo comentaba

-. ¿Has notado cómo funciona el campamento? – preguntó luego de un largo silencio

-. Si. Ordenado y sin problemas

-. Son muchas personas con distintos caracteres.

-. Si. Todos diferentes

-. ¿Entiendes por qué funciona ordenado y sin problemas?

Rai demoró unos segundos en responder

-. Porque tu mantienes el control de todo

Fernando no respondió con palabras. Asintió moviendo la cabeza.

-. Ha sido igual en cada puesto que he tenido

Rai nunca había escuchado a Fernando hablar de sí mismo

-. No tengo amigos verdaderos, cercanos. Lo que todos llaman un mejor amigo – continuó mirando el techo de madera – no soy capaz de mantener una relación de amistad con un igual.

Raimundo escuchaba en silencio. Podía darse cuenta que Fernando estaba hablando de algo importante para él

-. Mientras era estudiante de la academia militar nos daban trabajos en grupo. Me volvía loco. No era capaz de soportar que el resto no trabajara a mi ritmo.

-. ¿Siempre tienes que tener todo bajo control? – se atrevió a preguntar Rai

-. Siempre que depende de mí, sí. Cuando es una orden superior, escapa a mi control. Pero créeme que hago todo lo posible por manejarlo a mi manera

-. ¿Por qué me lo cuentas?

Rai creía que sabía la respuesta, pero la explicación de Fernando fue un poco más lejos de lo que él esperaba.

Lo primero fue sentir que Fernando le buscaba la mano y se la sostenía. Luego…un suspiro que daba a entender que no le era fácil lo que iba a decir

-. No me gusta cuando no tengo la capacidad de controlar las situaciones. No estoy cómodo… es una inquietud… es … difícil para mi

Fernando se levantó de un costado para buscar el rostro de Raimundo. Quería hablarle mirándolo a los ojos. Así de importante era lo que deseaba decirle

-. Soy así. No busqué tener esta cualidad ni la fui desarrollando por mi profesión. Desde niño he sentido la necesidad de tener el dominio sobre lo que sucede a mi alrededor y, hasta ahora, me ha funcionado bien. Me sirve.

-. Entonces… ¿es algo bueno?

Rai se dio cuenta como cambiaba la expresión de Fernando…

-. Tú me haces perder el control – confesó con la máxima seriedad

Rai pudo sentir que tanto las palabras como el tono de voz empleado en la confesión, no eran algo bueno para el capitán

-. ¿Yo?

¿Él?… tan poco importante… tan nadie en el campamento… el último en importancia, como le había dicho Jarim… ¿Él lo hacía perder el control?

-. No me había pasado antes con nadie. No creí que pudiera ocurrirme nunca, pero… mira donde estamos y lo que estamos haciendo

Ahora sí, Raimundo se sintió confundido…  más aún cuando Fernando se ubicó a horcajadas sobre él

-. Tú me pones el mundo patas arriba y me haces desear cosas que jamás creí posibles.

-. Y eso… ¿es malo? – había un gran nerviosismo en la pregunta de Rai… ¿acaso el capitán sentía que era malo estar con él?

Fernando lo miró intensamente… su rostro se fue dulcificando a medida que continuaba buscándole los ojos y recorriéndolo con su vista. De pronto sus manos lo acariciaban con movimientos suaves… una especie de ternura muy incipiente… sus dedos resbalaron por la mejilla de Rai lentamente y su expresión se fue tornando más y más suave

-. ¿Cómo va a ser malo?… estoy loco por ti…  – Rai sintió que iba a besarlo pero que se detenía a medio camino – es solo que necesito que tu…

-. Te obedezca

Raimundo interrumpió la frase del capitán porque había entendido muy claramente lo que Fernando le explicaba

Se miraron… estaban evaluando la respuesta que cada uno esperaba del otro. De pronto Raimundo bajo la vista

-. ¿Qué tanto quieres que te obedezca?

Fernando no necesito responder. Bastó que sus ojos se cruzaran y que él hiciera un gesto para que Rai entendiera. Fernando esperaba de él obediencia total y completa.  El contacto de sus ojos continuó por varios largos segundos…

Los pensamientos de Rai, normalmente dispersos, se habían agolpado de pronto y se mostraban ordenados y casi lógicos. ¿Obedecer a Fernando? ¿No era eso lo que hacía todos los días en el campamento?  ¿Lo mismo que tendría que hacer por todo el tiempo que siguiera haciendo el servicio bajo su mando? ¿Qué cosa más extraña que lo que estaban haciendo ahora mismo podría pedirle?… Si ya habían disfrutado juntos de los castigos en la oficina, de la complicidad de las miradas… No. No era esa la línea correcta de pensamiento, se dijo Rai en su mente con los ojos fijamente perdidos en la mirada oscura de Fernando… ¿Había algo que no estuviera dispuesto a hacer por él? ¿Confiaba en él lo suficiente como para creer que no saldría herido? La respuesta que encontró en su mente lo tranquilizó.

-. ¿Vas a cuidar de mí? – preguntó, aunque sabía la respuesta

-. Más que de mí mismo. – respondió Fernando con seguridad

Entonces, sin que Fernando lo hubiera vuelto a pedir, Rai se soltó de sus brazos y se giró en la cama. Apretó labios, dientes y ojos. La vergüenza de exponer su culo a la revisión fría y desapasionada era intimidante, pero, así como iban las cosas, era mejor que fuera aprendiendo a guardarse el recelo y la timidez. Tal parecía que acababa de firmar un contrato entregando una buena parte de su vida en manos de Fernando. Ahora sí, sin duda ninguna, esto era lo más grande que había hecho en su vida.

Fernando cerró los ojos cuando vio lo que Raimundo hacía. Aceptaba.  Dios bendito. Raimundo Lariarte aceptaba obedecerlo y le otorgaba el mayor poder que una persona puede tener sobre otra. La absoluta confianza y entrega de manera voluntaria. Se sentía tan poderoso y endemoniadamente dueño de la exquisita criatura bajo su cuerpo, en la cama.  La excitación lo consumía. Su miembro se había vuelto duro. No pudo conformarse con una revisión. Lo haría… pero sería solo una parte de lo que le nacía hacer. Besos suaves en los omoplatos, caricias tiernas en el cuello que por momentos se volvían más crudas y terminaban en un chupón o en un mordisco… la piel de Raimundo, su cuerpo de exquisitas proporciones era una belleza que no se cansaría de mirar y desear… jugó con su pelo, sus orejas y fue bajando lamiendo su espalda. ¡Dios!!  como sabía de bien… y como le gustaban sus gemidos… por fin llegó a donde deseaba. Besó y pasó sus labios sobre las nalgas. Delicadamente las separó. Podría mirar el culo de Rai por el resto de su vida y cada vez lo desearía con urgencia

-. Sangraste – dijo con gravedad

-. No. Apenas…

Rai se arrepintió en el momento mismo que lo estaba diciendo. Mierda! Tenía que aprender a no discutir con él… ¡Ja! ¡Pero si había discutido y alegado toda su vida!!!!  Esto iba a ser una prueba difícil para su carácter… sin embargo, no se arrepentía. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por mantener lo que tenía con Fernando y seguir sintiéndose feliz. 

-. Si. Un poco – se corrigió con una voz nueva

-. No te muevas – ordenó

Por supuesto, Rai se movió y siguió con la vista lo que Fernando hacía. De su mochila reglamentaria, extrajo una pequeña caja blanca con una cruz roja. Uuppss siempre había tenido miedo de esas cosas que contenían agujas, jeringas, medicinas y cosas extrañas ¿Qué le iba a hacer??!!… quiso preguntar mientras deseaba arrinconarse en una esquina de la cama, pero se dio cuenta que no podía… se había entregado por completo a Fernando. Permaneció inmóvil, luchando con sus ganas urgentes de saber

-. Voy a aplicarte una crema para heridas – dijo Fernando volviendo a subir a la cama, besando sus nalgas repetidas veces, reiterándole lo hermosas que eran y luego, esparciendo un ungüento frío y agradable en su ano. 

Rai se sintió tonto de haberse asustado. Es que no estaba acostumbrado. Él siempre discutía por todo y ahora le tocaba aprender a callar y dejarse querer.  Sonrió tontamente volviendo a apoyarse sobre la almohada con toda tranquilidad y soltando las manos que había empuñado… ¡Ja!  como si no bastara con que estuviera metido en el ejército ahora tenía que obedecer por partida doble y no discutir.

-. ¿De qué te ríes? – preguntó Fernando. Nada podría apagar la alegría que sentía. Nada era capaz de bajarlo de la nube de poder y señorío donde su soldado lo había ubicado.

-. ¿No puedo discutir tus ordenes? – preguntó Rai juguetón, volviendo a saber la respuesta de antemano

-. No

-. ¿Y si no estoy de acuerdo en algo?

-. Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. Si es importante podemos conversarlo.

Rai suspiró relajándose. Conversar… Si. Estaba bien. Si algo surgía podían conversarlo… por ahora era más interesante dejar de hablar y sentir los dedos que esparcían crema y sensaciones calientes por su cuerpo. ¿Cuantos años había esperado por esto?

-. ¿Te sientes mejor?

-. Sí, mi capitán – respondió alegre

Fernando dejó de lado la crema y se acostó al lado de Rai

-. ¿Cuándo te vuelves feo? – preguntó perdiéndose en sus ojos

-. ¿Cómo? – preguntó Rai, riendo

-. ¿Qué a qué hora te vuelves feo para poder dejar de mirarte? – respondió Fernando, regalándole la sonrisa más dulce y hermosa que le había visto hasta ahora.

Rai lo besó sin dejar de reír. Él, solamente él, podía mirarlo todo lo que quisiera y decirle las frases más increíbles y hacer que se las creyera… ¡Dios!! Fernando podía hacer con él todo lo que deseara. Buscó el roce de su cuerpo contra su pene… sintió el miembro firme de Fernando buscando su piel. Lo tomó entre sus manos.

-. Capitán, permiso para solucionar un problema aquí abajo – pidió con la mayor seriedad de que fue capaz

-. Permiso concedido, mi soldado – respondió Fernando Ahumada, anticipando más dicha, más placer… el mejor día de su vida.

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5 comentarios sobre “Capítulo Veinticinco

    1. JAJAJAJAAA Hola Eleane!!! No se de qué hablas.. yo solo «escribo» lo que veo en mi pantalla mental… Chingasos?? Tú crees que habrán??? JAJAJAAAAA
      Gracias!!! <3
      Saludos

  1. A mí me pasa lo mismo, 😂😂😂 estoy aprovechando mientras todo es bonito, con la intriga de… pasará algo malo? No pasará ? Gracias por el capítulo, genial como siempre

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