Capítulo Treinta y Uno

Entre los que regresaron al campamento esa madrugada se encontraba el suboficial Sánchez.  Había perdido varios kilos de peso y se lo veía sano y de buen humor. Todos habían bromeado con él respecto del peso perdido y averiguado sobre su salud; le habían contado la historia del rescate de Don Hernán y de cómo López y Lariarte habían manejado la cocina de lo más bien en su ausencia.

Eran apenas las 9 de la mañana y ya todos se encontraban en el comedor del campamento en espera de las instrucciones del Capitán.  El ambiente era de camaradería y alegría de volver a trabajar. Raimundo sentía que todos se habían confabulado para hacerlo hablar

-. ¿Tú preparaste hamburguesas en mi cocina?

-. Sí, señor

-. ¿Cómo te atreviste?¡¡¡ – bromeaba Sánchez mirando a Raimundo con un extraño y nuevo dejo de orgullo

-. Lo hicieron muy bien, Sánchez. No molestes al soldado  

El subteniente Cardones lo defendía y bromeaba con él y López

Raimundo sufría por no poder responder y explicarse… agradecer los elogios… compartir las bromas…

-. ¡Vamos, Lariarte! – animaba Cardones – Cuéntale al suboficial como rescataste a Don Hernán

Rai finalmente no resistió y se llevó al mano a la garganta fingiendo dolor

-. ¿Te pasa algo? – preguntó López que estaba a su lado

Raimundo asintió moviendo la cabeza

-. Disfonía – murmuró apenas audible

-. Aaahhhh

Sonido de comprensión generalizado. Todos habían notado el inusual silencio del soldado Lariarte.

-. Señores

Rai no pudo evitar un delicioso escalofrío al escuchar la voz y los pasos firmes de quien recién entraba al comedor. Todos saludaron al capitán

-. Hay cambios en el programa. Deberemos concentrarnos primero en limpiar el terreno y realizar un nuevo trazado de esa parte del camino.

Fernando desplegó mapas y documentos sobre una de las mesas. Los oficiales de mayor rango lo rodearon, seguidos más atrás por el resto de la unidad. Todos necesitaban escuchar las nuevas instrucciones de trabajo.

Sánchez miró a López y Lariarte

-. Bien muchachos. Nos retiramos a nuestras labores – dijo en voz baja para no entorpecer las indicaciones del capitán

El rostro de Raimundo se volvió serio y desanimado. Con la cabeza gacha y el ánimo entristecido, levantó su mochila y comenzó a caminar, detrás de Sánchez hacia la puerta de la cocina. Le tocaba volver a las labores que no le gustaban.

-. Soldado Lariarte

Raimundo se detuvo en seco al escuchar su nombre, pronunciado fuerte y claro por la voz del capitán. Se volvió despacio hacia el grupo de hombres… nervioso… desconcertado.

-. Usted se queda aquí. Ya ha demostrado que sus habilidades particulares pueden ser de utilidad. Desde hoy pasa a formar parte de la unidad de construcción del camino.

Fernando se había separado levemente del grupo para hablarle. Raimundo escuchaba sus palabras, veía su figura… quería correr y abrazarlo. Había decenas de ojos pendientes de él y se escuchaba un suave murmullo de asombro y aceptación por el cambio que se producía en la unidad.

-. Gracias, capitán – pronunció escuetamente, aplicando toda la moderación que podía en su voz y gestos

-. Sánchez, si necesita de un nuevo ayudante puede hacérmelo saber y veremos de conseguir alguien – dijo Fernando a un asombrado Sánchez

-. No señor. Creo que el soldado López y yo podemos hacerlo bien

-. De acuerdo. Acérquese Lariarte.  

Fernando volvió al centro de la mesa donde todos esperaban y continuó con las instrucciones.

Raimundo caminó hacia el grupo como si pisara nubes que fueran a romperse y dejarlo caer en el vacío…  sentía que el estómago se le volvía nudo, pero de buena manera… no más cocinar ni limpiar… era parte de los constructores ahora… ¡Conchesumadreeeee!!!!  ¡Iba a ser parte de los que construían el camino al poblado!!!  ¡Fernando lo cambiaba de puesto!!! No podía gritar. No podía expresar su felicidad… pero la sentía escapándosele hasta por los ojos.

.

Fue el primer viaje “oficial” de Raimundo a la zona de construcción. El regreso al lugar del accidente fue un momento difícil. Todos recordaban lo que había estado a punto de pasar. Los restos de la máquina se divisaban en el fondo del barranco.

-. Moreira, hay que sacarla de allá abajo. No pude quedar botada. Encárguese de ello con un par de hombres.

-. Sí, señor – respondió el teniente, diligente como siempre

-. Cardones. Necesitamos reconocimiento del terreno y modificar el trazado en esta zona. Ustedes manejan los instrumentos así es que quiero que me presente opciones lo antes posible

-. Si, señor

-. ¡Ah! Lleve al soldado Lariarte con usted – ordenó Fernando sin mirar a Raimundo – Enséñele el uso de los instrumentos y que use sus habilidades para detectar el terreno desde la altura

-. Si, capitán – respondió Cardones. Parecía muy a gusto con la exigencia

Y así, sin más instrucciones, Raimundo pasó a integrar el grupo de cuatro hombres a cargo del subteniente Cardones, que tenían que investigar y reconocer el terreno para realizar un nuevo trazado.  Emprendieron el camino alejándose del grupo. Raimundo iba en silencio, pero saltaba de alegría por dentro.

-. Pon atención y no pierdas detalle – ordenó el subteniente

No necesitaba repetírselo. Raimundo estaba más que interesado en entender el uso de los instrumentos y ser útil en lo que pudiera. Esperaba este momento con ansias desde que había comprendido de que se trataba su destinación en la zona.  Solo tenía que recordar hablar poco, pero hasta ahora todo iba bien.

Caminaron por entre el bosque tupido con limitada visibilidad. La naturaleza crecía de manera salvaje y no permitía tener una visión a largo alcance, lo que dificultaba enormemente trazar un camino sin saber que sorpresas podrían encontrar más adelante.  Necesitaban medir distancias, calcular altura del terreno, estudiar la calidad del suelo, tomar notas, avanzar unos cuantos metros y volver a repetir. Raimundo, de a poco, fue entendiendo que medían y cómo se hacía. Tenía muchas ganas de intentarlo, pero era su primer día y no quería estropearlo… además, ¡oh mierda!… silencio forzoso  

-. Creo que esta podría ser una ruta – comentó uno de los hombres, al cabo de unas horas en que habían avanzado apenas unos cientos de metros.

Cardones escuchó con atención lo que el hombre describía en un mapa que solo tenía líneas y números.

-. ¿Puedes entenderlo? – preguntó cardones señalando el mapa y dirigiéndose a Rai

-. Creo que sí, subteniente

-. ¿Sabes usar esto?

Le enseñó un pequeño instrumento parecido a una brújula que se sostenía en un trípode

Si. Ya entendí como funciona– respondió orgulloso deseando poder comentar más y confirmar lo que creía saber

-. Bien. Veamos qué puedes aportar, Lariarte – dijo entonces el subteniente, entregándole un par de binoculares y mirándolo con atención

Raimundo se desconcertó al principio… no entendió que esperaba que él hiciera si apenas estaba comenzando a entender los instrumentos, el mapa de líneas y números… pero cuando la mirada de los hombres se dirigió a la altura de los árboles., comprendió de inmediato. Sonrió con satisfacción mientras se acomodaba los binoculares ajustándolos a su cuerpo

-. ¿En esa dirección? – preguntó Raimundo señalando hacia las montañas nevadas y estudiando lo que lo rodeaba con una rápida mirada

-. Noroeste, soldado – corrigió Cardones con simpatía

-. Noroeste. Entendido

No volvería a olvidarlo. Aquí no podía hablar de direcciones llamándolas “aquí o allá” sino identificar claramente a que se refería

-. Identifica cursos de agua, alturas o desniveles considerables del terreno… cualquier cosa que pueda impedir el trazado del camino de manera importante.

-. De inmediato, subteniente – respondió Raimundo con una sonrisa enorme

Los cuatro hombres habían estado presentes el día del accidente y habían visto a Raimundo en acción… pero verlo volar en el preciso momento que terminaba de hablar fue impresionante. Rai se quitó la gruesa chaqueta, apenas corrió un par de pasos, saltó sobre una de las rocas impulsándose para rebotar en el costado de un tronco, se sujetó de una rama con sus manos como si fueran garras y aprovechó la velocidad adquirida para girar en la rama y ascender a la siguiente. Sus manos eran fuertes y se asían a las ramas con precisión y habilidad, el resto de su cuerpo parecía un engranaje moldeado para ayudarlo a volar y deslizarse. Con solo esos movimientos ya tenía una visión mucho mejor que la de ellos. Continuó ascendiendo y avanzando hacia el noroeste hasta que ya no los veía. Tomó nota mental del camino que recorría. Sería horrible perderse en su primera tarea como parte del equipo y que tuvieran que salir a buscarlo. ¡ja! Eso sí sería chistoso.  Subió al punto más alto que pudo llegar con rapidez. Estaba trabajando con un equipo que lo esperaba abajo en tierra, pero Raimundo no pudo evitar sentirse maravillado por el paisaje idílico que se abría frente a él. Se dio unos minutos para observar con calma y admiración el paisaje… sus ojos se abrieron inmensamente al notar, unos cuantos kilómetros más adelante, una especie de claro donde había casas que él veía diminutas y humo escapando de algunas chimeneas… ¡Cielos!! Ese era el poblado donde tenían que llegar, allí vivían los compatriotas para quienes estaban haciendo el camino. Raimundo se infló de orgullo y de emoción… nunca había sido parte de nada importante en su vida.

-. Noroeste… – dijo tomando el instrumento y los binoculares y llevando a cabo su primera misión de inspección.

El grupo del subteniente lo había recibido bien y aprobaron el aporte que Raimundo entregó de su inspección “aérea”. Volvió a hacerlo tres veces más en el día y cada vez se sentía más confiado y entendía mejor que era lo que debía buscar y ubicar.  Estaba entretenido. Se sentía útil. Deseaba poder hablar más y comentar todo lo que había visto… pero su primera obligación era con Fernando. Elegía cuidadosamente el mínimo de palabras posibles y seguía pretendiendo tener problemas para hablar. Estuvo ocupado todo el día y el tiempo se pasó de prisa. Como estaban muy lejos cuando llegó la hora del almuerzo decidieron pasarlo por alto y continuaron trabajando.  Al llegar la hora de término del trabajo, Raimundo regresó con el mismo grupo del subteniente cardones al campamento. Venían cansados, silenciosos y especialmente hambrientos.  Luego de tomar una ducha rápida en los baños detrás de la cocina, Raimundo se presentó en el comedor. ¡Vaya que ahora si entendía bien aquello que le había explicado Fernando tiempo atrás sobre esperar con ansias la hora de cenar!!! Moría de hambre y ansiaba ver al capitán. Como le gustaría poder conversar con él sobre lo que había vivido durante su primer día, agradecerle que lo cambiara de trabajo y bueno… muchas otras cosas que pasaban por su mente y que podía, perfectamente, hacerlas sin tener que hablar.

-. ¡Lariarte!

Cardones alzó la mano en el comedor. Lo invitaba a unirse a la mesa del grupo.  Asintió y se encaminó hacia la segunda mesa que antes él mismo servía con López. Mantenerse callado iba a ser todo un reto a su capacidad. Sus ojos buscaron al capitán. El asiento vacío. Aún no llegaba a cenar.

-. Oficialmente eres parte de los trazadores – anunció Martínez, uno de los uniformados con los cuales había trabajado toda la jornada. Un joven alto y maceteado, de cabello oscuro, modales un tanto bruscos y un aire levemente sarcástico. Raimundo no terminaba de decidir si le caía bien o mal, pero tampoco quería gastar tiempo en ello. Si iba a formar parte de ese grupo, como parecía ser, mejor que se acostumbrara a tratar con ellos. Martínez y todo el resto eran parte de lo que Fernando había seleccionado para su unidad y él no tenía derecho alguno a elegir o criticar.

-. Gracias – dijo tomando asiento a su lado.

El capitán hizo su entrada en ese momento junto al teniente Moreira. Venían, aparentemente, conversando muy interesados…

Aparentemente…

Raimundo sintió que los buscaba hasta encontrarlo…

Sus ojos se cruzaron por una fracción de segundo

Ni un gesto… ni un cambio en su forma de moverse o caminar…

Pero lo había mirado y con ello bastaba para hacerle saber que pensaba en ellos

-. ¿Siempre hablas tan poco? – preguntó Cardones dirigiéndose a él

-. No. Es por mi garganta

-. ¿Necesitas que te vea el enfermero?

-. No. Mejoraré muy pronto. Gracias

Pensó que iba a ser peor pero no lo fue. La cena transcurrió tranquila. El grupo de hombres con quienes compartía la mesa llevaban mucho tiempo juntos y se notaba claramente en su forma de conversar y conocerse, los comentarios que hacían y su historia en común. No poder hablar le daba la ventaja de escuchar… y lo hacía atentamente. Eran un grupo cerrado, algo que no podía haber notado antes desde su ubicación en la cocina. Se sentían orgullosos de ser los trazadores de la unidad. Había algo de arrogancia en la actitud grupal, pero nada que él no pudiera sobrellevar. Tal vez tenía algo que ver con el hecho de que los cuatro fueran altos y macizos. El parecía un enano dentro de ese grupo. Por un instante, Raimundo recordó sus experiencias en la capital con algunos grupos de chicos “hijos de papi” que le había tocado conocer. Bah! Él podía con eso. No se iba a amedrentar. Solo tenía que esperar poder volver a hablar.

Le sonrió ampliamente a López cuando puso delante de él un plato de comida especialmente lleno

-. Gracias – le dijo dedicándole una sonrisa dulce que logró sacar una sonrisa en respuesta de López.

Iba a extrañarlo… pero tal vez igual podría compartir un poco de tiempo con él luego de la cena. Habían quedado a medio camino con la enseñanza del parkour y Rai sabía que López estaba interesado.  Trataría de hablar con él más tarde… después de todo, sus cosas y su cama seguía estando detrás de la cocina

-. ¿Vas a cambiar tus cosas a la cabaña? – le preguntó cardones

La pregunta tomó a Raimundo por sorpresa. No había pensado en ello. Lo lógico era que, ahora que pertenecía al grupo de trazadores, durmiera en la misma cabaña… pero por alguna razón no le apetecía hacerlo.

-. El capitán no me ha dicho nada. Le consultaré luego de la cena – respondió cabizbajo

-. ¡Alégrate! – dijo Martínez palmeándole el hombro y manteniendo ahí su mano por varios incómodos segundos – No tendrás que aguantar los ronquidos del gordo Sánchez.

A Raimundo le incomodó que se acercara y lo tocara para hablarle, le molestó que todos rieran de la broma de los ronquidos y que dieran por hecho que compartiría el alojamiento con ellos. ¿qué demonios le pasaba? ¿No era esto lo que él quería? ¿Ser parte de la unidad de construcción?

-. ¿Vienes con nosotros? – preguntó Cardones cuando terminó la cena y ya todos se disponían a dejar el comedor

-. Voy a hablar con el capitán – respondió Raimundo.

Esperó a que el comedor se vaciara lentamente. Se sentía torpe sentado solo en la mesa así es que se dirigió a la cocina. Sonrió reconociendo la situación. Jarím y Sánchez lavaban y ordenaban

-. Pero mira quien nos visita – dijo Sánchez intentando sonar sorprendido, pero se le notaba el agrado de ver a Rai – ¿Qué se te perdió por aquí?

-. Me tocó muy poco postre – respondió alzando los hombros y sintiéndose completamente cómodo en la cocina y con ambos hombres, simples, directos y, a su manera, amables.

Antes de que Sánchez dijera algo, Jarím voló a llevarle a Rai una segunda ración del postre de crema de leche

-. ¿Cómo fue tu día? – preguntó López expectante

-. Diferente – esperaba que Jarím no se molestara, pero no quería hablar más de lo estrictamente necesario.

-. ¿Diferente, mejor?

Raimundo podía leer admiración en el rostro de Jarím. Estaba impresionado de que él hubiera salido de la cocina y fuera parte del otro equipo ahora.

-. No tuve que limpiar ningún baño – respondió Raimundo aguantando la risa y saboreando otra cucharada del postre

Su respuesta sincera provocó risas y en Sánchez y López.  No tuvo que hablar mucho más. Ellos se encargaron de hacerle saber lo felices que se sentían por él y cuanto extrañaban su ayuda. Lo iban a echar de menos

-. ¿Practicamos mañana? – preguntó Rai en voz baja. La cara de alegría de Jarím era una respuesta sin palabras. Asintió al instante.

-. ¿Viniste por tus cosas? – preguntó Sánchez

-. No sé dónde tengo que ir. Voy a preguntarle al capitán – respondió Rai entregándole a Jarím el plato vació de postre – Gracias. Estaba delicioso.

El comedor estaba vacío. Afuera en el patio se escuchaban algunas voces de quienes aún no entraban a las cabañas. Se quedaban en grupos conversando o preparando algo para el día siguiente y los más osados, se aventuraban a salir al frío del camino, fuera del campamento, para fumar un cigarrillo. El capitán prohibía expresamente fumar dentro del recinto, pero entendía el vicio de algunos y lo permitía fuera, recordándoles siempre la importancia de tener cuidado máximo y evitar cualquier posibilidad de incendio y no dejar mugre ni restos tirados en el camino.  Raimundo se subió el cuello de la chaqueta y metió sus manos en los bolsillos. Como siempre, soplaba viento helado. Se dirigió directamente hacia la cabaña del capitán. Hoy tenía una excusa perfecta.  No sabía cómo lo haría los días siguientes para estar a solas con él. Pero ahora… necesitaba hablarle de verdad sobre su alojamiento y además… ¡ooohh sii!!… muy, muy importante… además, necesitaba recibir su castigo por haber dudado. Lo anhelaba con profunda intensidad. Quería saldar esa cuenta. Quería, de una vez por todas, liberarse de la culpa de haber dudado de Fernando y poder continuar su relación dejando ese episodio atrás para siempre.

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4 comentarios sobre “Capítulo Treinta y Uno

  1. Tan lindo Rai! El capi se la puso difícil con eso de hablar lo menos justo cuando se lee carísimo que quiere platicar de su experiencia como tasador jijiji

    ¿A qué se refiere lo de «macetero»?

    1. Jajajaja Me acabo de dar cuenta que el pinshi autocorrector hizo de las suyas en mi primer comentario… 😅
      *clarísimo
      *trazador

      Por cierto, ¿Por qué siento que cada capítulo es más pequeñito que el anterior? 😭

      1. Hola Itzel! Me leí todo el capítulo buscando la palabra «macetero» y al no encontrarla tuve que empezar a adivinar hasta que llegue a «maceteado» y supongo que esa es la palabra por la que preguntas: maceteado: alguien que es robusto, fuerte y tiene mucha musculatura. Es muy usado en mi país. No pensé que no se entendería. Ni te imaginas como tengo que corregir cada capítulo antes de subirlo y cambiar muuuuuchas palabras que son chilenismos y que nadie, aparte de un chileno, podría entender. Es parte del trabajo que me toca hacer antes de subir cada cap.
        Rai se moría de ganas de hablar!! Imaginate la ganas que tenía de hablar de su primer día como trazador!!! peeeero.. Fernando esta primero, no?. Respecto a tu segundo comentario, nop. Los capitulos, con excepción de uno que fue especialmente largo, varían todos en aproximadamente 3000 palabras, mas/menos. Tal vez es porque estaban esperando el castigo y como no estaba en este cap te quedaste con las ganas de leerlo.. jajajajaaa.

        Gracias!!!Un abrazo.

        Nani.

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