Raimundo se detuvo frente a la puerta de la cabaña del capitán… deseando comenzar y terminar su castigo lo antes posible y, a la vez, temeroso de enfrentar los sentimientos que le surgían al volver a estar a solas con él… se sentía frustrado y avergonzado por haber dudado de Fernando, por haberlo encarado y desobedecido cuando pocos días antes, le había ofrecido su obediencia y sumisión. Cerró los ojos y apretó los labios para aguantar lo que sentía. Qué decepción había resultado ser… y, al mismo tiempo, estaba tan ansioso de que todo comenzara y terminara luego. Un castigo bien merecido y luego el perdón… quedaría atrás su falta y podría volver a abrazarlo y a sentir su cariño. ¡Dios!! Como lo había extrañado en las horas que habían estado separados. Golpeó la madera de la puerta sin querer demorar un segundo más y esperó.
FERNANDO
El capitán Ahumada intentaba disimular su intranquilidad y recurría a su autocontrol mientras esperaba escuchar los golpes de Raimundo en la puerta. Autocontrol… lo había estado tratando de emplear a fondo desde la tarde del día anterior en que Raimundo le lanzó el nombre de Cecilia como si fuera un insulto, como si lo hubiera sorprendido en un engaño… como si nada de lo que hubiera ocurrido entre ellos fuera importante. Se sintió cegado por la rabia y había actuado en consecuencia. No tenía explicación alguna para haber mantenido a Raimundo de pie y en silencio en aquella oficina, frente a toda su unidad, excepto que la rabia le había impedido razonar. Había sido una imprudencia, quizás la primera que cometía durante este cargo, pero no se arrepentía. No tenía que darle explicaciones a ninguno de los que habían entrado a reportarse y estaba seguro que nadie le preguntaría a Raimundo, tampoco. Al único que le debía explicaciones era a sí mismo… ¡Y vaya que sí se las debía! Su comportamiento lo sorprendía… no solo porque había actuado de manera insensata en medio del regimiento, exponiéndolos a ambos al riesgo de ser descubiertos, sino que, además, los sentimientos de ira y frustración que había experimentado le eran casi inconcebibles. Él no actuaba así… no… él no era así…pero… ¡Dios! Su vida había comenzado a cambiar desde el momento en que conoció a Raimundo Lariarte.
Había pasado una noche de los mil demonios… extrañaba sentir el cuerpo de Raimundo a su lado, la suave respiración, su olor, su calor… costaba volver a dormir en una cama fría sabiendo que a unos cuantos pasos se encontraba quien podía hacer cada noche perfecta. Y luego, peor aún, cada vez que cerraba los ojos, recordaba la mirada de Raimundo llena de reproche y decepción y volvía a sentir esa mezcla imposible de tristeza y enojo… ¿Cómo se había atrevido a dudar de él? ¿A creerlo falso y capaz de ocultar una novia mientras estaba con él?… ¿Acaso no había logrado conocer quién era él en el tiempo que llevaban juntos?… ¿Qué concepto tenía Raimundo de él?…
Novia… ¡él no tenía una maldita novia!!!
¿Qué demonios tenía Cecilia en la cabeza? ¿Tarjetas de matrimonio? ¡Pero si ni siquiera le había pedido que fuera su novia!! ¡Mucho menos habían hablado de matrimonio! Estaba furioso y esperaba poder volver pronto al pueblo para aclarar la situación con ella y su familia, de la manera más cortes y tajante posible. Pero Cecilia era, por el momento, un tema secundario.
Su relación con Raimundo era lo primordial… Si. Así tal como lo estaba pensando. Relación. Era el nombre que le había dado a lo que había entre ellos. Durante el viaje de vuelta de la cabaña a la ciudad, mientras mantenía apretada la mano de Raimundo entre la suya, Fernando había intentado entender que sucedía entre ellos, por qué esa semana calificaba entre las cosas más maravilloso que le habían sucedido… ¿Cómo se explicaba los sentimientos de satisfacción que experimentaba? Ya no había vacío en su interior ni en su mente… la necesidad de esperar más de la vida se había difuminado y ahora, al contrario, tenía una sensación de dicha plena, de haber encontrado, por fin, aquello que creía que la vida le estaba negando. Sin duda alguna lo que Raimundo y él tenían no podía compararse con lo que Cecilia le hacía sentir. Ahora se daba cuenta de lo absurdo que resultaba pensar en pasar su vida al lado de una persona como ella.
¡Claro está que con Raimundo nada sería fácil tampoco!…
No solo porque su soldado lo volvía loco y lo hacía perder el control de su vida y sus acciones, sino por el evidente hecho de que ambos eran hombres y mantenían una relación prohibida en todos los sentidos posibles. Sus pensamientos lo llevaban a sentir miedo nuevamente… Otra de las emociones extrañas que solamente Raimundo podía provocarle. Fue en ese momento cuando detuvo el vehículo y buscó a Raimundo para abrazarlo. Necesitaba asegurarse de que el final de la semana en el paraíso no era el final de ellos.
Y casi había logrado sentir esa seguridad.
Después de dejar a Raimundo y continuar conduciendo al regimiento, la mente de Fernando, funcionando a toda velocidad, se había intentado tranquilizar pensando que tenían casi dos años de tiempo para encontrar una solución al problema. Por el momento, no veía la luz al final del túnel, pero estaba seguro que algo se les ocurriría tanto para que Raimundo hiciera las paces con su familia y decidiera su futuro, como para que ellos pudieran seguir juntos. Dos años eran un tiempo largo. Cimentarían una relación a escondidas, pero estable. Manejarse dentro del campamento era algo que él podía hacer y luego… cuando pasara el tiempo y Raimundo terminara el servicio, sería el momento apropiado de que él pidiera un cambio de destino. Existía la posibilidad de continuar ascendiendo y para ello tendrá que cursar los estudios en la academia de guerra en la capital. Estarían en la misma ciudad. Sería como volver a ser un estudiante, con altas exigencias, pero con fines de semanas libres. Raimundo estudiaría una carrera en la universidad. Estudiarían de lunes a viernes y los fines de semana…
Poco a poco, el capitán Fernando Ahumada comenzaba a organizar lo que, esperaba, sería un futuro… extraño, diferente, insospechado… Su naturaleza, extremadamente racional, necesitaba de aquella planificación para mantener la calma.
Pero no habían alcanzado a pasar más de un par de horas y, de la manera más impensada, el castillo de naipes que intentaba ordenar en su cabeza se había desmoronado espectacularmente. Raimundo no solo dudaba de su honestidad, sino que le había negado de golpe y raja el precioso regalo de obediencia y sumisión que le había obsequiado un par de días atrás. Como le había dolido que no le obedeciera… que dudara de él y lo creyera un hipócrita ¡Maldición! Solo un par de horas y ya todo se echaba a perder y escapaba de su control. Un rumor común había bastado para que todo cambiara en Raimundo…
¡Sí que estaba furioso!
No podrían funcionar así.
Si en verdad querían sobrevivir los cientos de problemas que se les iban a presentar en el camino, necesitaba que Raimundo confiara en él ciegamente y le obedeciera sin cuestionamientos. Él encontraría la solución. Estaba seguro de ello. Pero no podía preparar una lucha si Raimundo comenzaba a dudar de él y los obstáculos provenían de su parte.
¡Dios!… No estaba dispuesto a perderlo… No quería…
Dejó con calma el sillón frente al fuego y se puso de pie. Tomó la fusta en la mano y la golpeó suavemente contra su bota de cuero negro antes de comenzar a caminar hasta llegar a la puerta. Tomó aire y pensó en las ganas locas que tenía de desnudarlo, abrazarlo y hundirse en él… escucharlo reír y ver su hermoso rostro mientras lo acariciaba… Pero no antes de dejar todo claro. Abrió la puerta tranquilamente.
RAIMUNDO
Cuando el capitán abrió la puerta, Raimundo no se atrevió a mirar sus ojos oscuros ni mucho menos quiso romper la orden de silencio que le había sido impuesta. La única forma de saludo que encontró fue llevar su mano a la frente… irracional, pero fue lo que le nació del alma.
-. Soldado – respondió el capitán al saludo, aun bloqueando el paso.
Raimundo pudo sentir como era examinado de arriba abajo. En él, se mezclaban la vergüenza de lo que había hecho con el placer de saber que Fernando volvía a mirarlo con interés. Un paso al costado del capitán le permitió a Raimundo saber que le otorgaba permiso para entrar. Lla visión de la fusta en la mano de Fernando le provocó un suave escalofrío. Avanzó dentro de la habitación y se quedó en posición firme, con la vista mirando indefinidamente al frente y las manos en la espalda. El ruido del seguro de la puerta le produjo tranquilidad. Solo tenía un significado y era intimidad, aunque hoy significara dolor. Estaba bien. Lo deseaba porque sabía que era la llave hacia el placer y el cariño.
Raimundo se sobresaltó al sentir la dureza de la fusta bajando por su oreja hacia la barbilla antes de tener al capitán en su radar de visión.
-. Quítate la chaqueta
Conocía ese timbre de voz. El capitán no estaba feliz. Obedeció de prisa y ordenado.
-. Mantengo la orden de silencio
Fernando estaba frente a él. Rai asintió. Entendido. No podía hablar.
-. He pensado mucho en lo que pasó y quiero creer que dudaste de mi porque esa familia fue muy convincente para informarte sobre mi supuesta novia
“Si. Así fue, capitán. Te juro que yo les creí porque como tú mismo dijiste, todos creen que ella es tu novia”
-. Pero ni aun con eso logro explicarme que no hayas tomado en cuenta lo que vivimos y conversamos justo antes que te bajaras del vehículo… solo un rato antes.
“Dudé, Fernando. Tuve miedo. ¿Cómo podía mantener mi confianza en ti si me aseguraba que tenías una novia? Creí que yo había sido una diversión sin importancia. Debí preguntarte primero”
-. Ahora, Raimundo, escúchame claramente porque de tu respuesta depende nuestra relación
Un jadeo involuntario escapó de la boca de Raimundo y su cuerpo se estremeció.
“¡Relación!… ¡¿tenemos una relación?!… ¡Oh Dios! ¡Si la tenemos! Siiii… te escucho. Dime lo que sea que estoy escuchando atentamente”
-. Te equivocaste una vez y estoy dispuesto a castigarte por ello y dejarlo en el olvido. Pero no habrá segunda vez.
Las palabras del capitán fueron reafirmadas con el extremo de la fusta alzando la barbilla de Raimundo de manera que sus ojos se vieron obligados a encontrarse con los de Fernando… Los ojos que le gustaban tanto… que podían ser dulces y cariñosos y que en este momento no lo eran.
-. Necesito saber si puedes confiar plenamente en mi
Raimundo lo buscó con la mirada. ¡Deseaba gritarle que sí!!! Pero Fernando no levantaba la orden de silencio
-. Quiero que me digas si estás dispuesto a obedecerme sin volver a dudar
Raimundo estaba a punto de comenzar a asentir con la cabeza. La fusta en su barbilla le recordaba que debía mantener la tranquilidad y solamente escuchar.
-. Raimundo, no tengo novia. Tú me importas mucho y…- un suspiro profundo seguido del capitán moviéndose bruscamente para hablarle justo frente a su rostro – No voy a tolerar que vuelvas a desobedecer una orden que te dé por pequeña e insignificante que sea.
Sus ojos oscuros brillaban como carbón encendido, su rostro tan cerca que sentía el calor que emanaba de él… Rai suplicó con los ojos… Fernando se alejó sin dejar de mirarlo y de pronto alzó la mano y levantó un dedo
-. Tienes un minuto de tiempo para pensarlo. Si me respondes que si, estas aceptando ser mío… mío, ¿entiendes? Y si tu respuesta es no – La fusta se movió para indicar la salida – saldrás por esa puerta y nunca más volveremos a hablar, fuera de nuestro trabajo. Será como si nunca nos hubiéramos conocido.
No necesitaba un maldito minuto… 60 desgraciados segundos más de tiempo lejos de él. Sabía exactamente lo que iba a responder y lo mucho que necesitaba gritárselo.
Fernando parecía estar contando los segundos a un escaso metro de distancia
-. Puedes responderme
-. Si, capitán. Si. Mil veces si
Raimundo hacía uso de su voz, pero no se movía mientras no tuviera autorización.
Fernando necesitó un momento para saborear el gusto de escuchar su afirmación. Nunca había dudado de cuál sería la respuesta de Raimundo, pero era tan delicioso escucharlo. Se acercó lo suficiente como para que sus cuerpos entraran en contacto
-. Eres mío ahora, Raimundo Lariarte. Eres mi propiedad – la emoción le brotaba en la voz- ¿Entiendes lo que eso significa?
-. Si, capitán. Soy tuyo
Los dedos de Fernando callaron sus labios. Raimundo se alegró de sentirlos
-. Sshhh… vas a tener suficiente tiempo para repetírmelo dentro de un momento
Fernando estaba tan cerca… se sentía tan necesitado de él
-. Solo una vez, Raimundo
Necesitaba reafirmarlo porque era la verdad. No habría una segunda oportunidad. No estaba dispuesto a ello.
-. Capitán. Juro que te obedeceré.
Rai estiró su cuello, su rostro… deseaba tocar a Fernando. Se sentía desfallecer de emoción. Pero justo antes de que su mejilla entrara en contacto con la piel de Fernando, el capitán dio un par de pasos atrás y se encaminó hacia el dormitorio, con paso firme.
-. Sígueme – ordenó
Si. De acuerdo. Primero su castigo. Lo sabía y lo aceptaba. Se lo merecía por haber estado a punto de echar todo a perder. Se movió de prisa hasta la entrada del dormitorio. El fuego ardía en la chimenea y Fernando tomaba asiento en el sillón del dormitorio, ubicaba un pie sobre la rejilla de la chimenea y la fusta descansaba sobre sus muslos. La luz provenía de la lámpara en la mesa de noche del capitán lo que le daba un ambiente sumamente cálido y acogedor al cuarto, a pesar del aspecto duro y frío del capitán.
-. Desnúdate
Si. Bien. Comenzó a quitarse la ropa de prisa
-. No. Hazlo con calma – ordenó Fernando
Rai se quedó inmóvil un segundo mientras entendía la orden. Desnudarse con calma para que Fernando lo disfrutara. Ok… si podía hacer eso. Sentía un poco de vergüenza, pero lo haría. Sus manos desabrocharon uno a uno los botones de la camisa reglamentaria… la deslizó calmadamente por sus brazos y luego la dobló para dejarla a los pies de la cama del capitán. De reojo miró a Fernando. Podía leer su expresión de interés y le agradó verlo. Qué imagen sensual era su capitán… Continuó con la camiseta… arrastrándola despacio, dejando al descubierto su estómago y su torso… tiró de ella lentamente… hasta que su piel fue quedando desnuda. En ese momento, Raimundo sintió el primer chispazo de excitación sin que existiera nada más que la mirada oscura de Fernando sobre él. De pronto, Rai tomó consciencia de que desnudarse lentamente para el placer de otra persona no era lo mismo que quitarse la ropa de prisa y ya… Esto era completamente diferente… Se estaba desnudando con el explícito propósito de excitar a Fernando… y, de paso, su verga se alegraba también. Los estúpidos nudos comenzaban a enredarse en su estómago. Cuando sus manos buscaron abrir la hebilla del cinturón, Raimundo comenzó a sentirse tontamente nervioso… Tiro del trozo de cuero y lo dejó sobre la cama junto al resto de su ropa. Pantalón. Tomó aire. Bajó el cierre… intencionalmente demoró unos segundos en ello y luego deslizo con calma el pantalón por sus piernas… Era raro sentirse un poco intimidado de estar cubierto solamente con la última prenda de ropa cuando habían estado ambos desnudos y conocían sus cuerpos… pero lo sentía. La mirada seria de Fernando sobre él, manteniendo la distancia, lo obligaba a darse cuenta de su desnudez de una manera diferente.
-. Continúa – ordenó Fernando al ver que Raimundo demoraba pensando
Volvió a mirarlo. Fernando mantenía la postura inicial. Rai miró fijamente la fusta por unos cuantos segundos… su observación no pasó inadvertida para Fernando quien tomó el objeto en su mano y lo levantó. Sus ojos se encontraron con los de Raimundo…
¡Mierda! Puedes comenzar de inmediato, capitán. Estoy listo.
Dejó los boxers negros sobre el montón de ropa y, completamente desnudo, se giró hacia Fernando, esperando la siguiente instrucción. No lo había tocado, le había hablado solamente para reprenderlo, pero la excitación de estar con él, obedeciendo sus órdenes, hacía presa de él y su pene estaba completamente erecto. ¿Dónde iba a golpear su trasero? ¿Sobre la cama? ¿Sobre sus piernas? ¿Cuantos golpes iba a darle?
-. Acércate – indicó el capitán señalando el espacio al lado de su sillón.
Raimundo avanzó. No sería sobre la cama sino, seguramente, sobre sus piernas.
-. Con tu mano derecha… tócate suavemente –fue lo siguiente que escuchó
¿EEhhhhh?
No podía hablar, pero la expresión de su rostro al mirar al capitán, fue más expresiva que cualquier palabra que hubiera podido pronunciar
-. Tócate, Raimundo. Comienza por tu pecho…
¿Cómo… tocarse?… ¿De qué se trataba esto? ¿Qué le estaba pidiendo?… mierda… obedecer… obedecer…
Raimundo llevó la mano derecha a su pecho y deslizó los dedos por su esternón… podía escuchar su propia respiración alterándose… subió y bajó un par de veces… sentía su piel fría y su mano tiesa y torpe
-. Acaricia tus tetillas…
Los dedos de Rai se quedaron inmóviles unos segundos… tragó saliva antes de que sus dedos se dirigieran a su propia tetilla. Había optado por mantener la vista al frente… aparte de la vergüenza, se sentía muy extraño tocando la piel rugosa que comenzaba a endurecerse.
-. Eso es… despacio, mi soldado… no tenemos prisa…
Fernando levantó la fusta y la extendió hacia la mano de Rai. Con un breve golpe la guio hacia la otra tetilla
-. Usa las dos manos – ordenó el capitán, volviendo a dejar la fusta sobre sus muslos y dedicando su completa atención al hermoso espectáculo que tenía frente a él.
Raimundo levantó su segunda mano… despacio, comenzó a pasarla por su torso… la mirada de Fernando sobre él comenzaba a volverlo más inquieto… la yema de sus dedos se había calentado e iba dejando un rastro de sensaciones… podía ver que Fernando estaba disfrutando al mirarlo … un rash de calor le recorrió el cuerpo… no supo cómo una de sus manos subía hasta su cuello y él mismo lograba erizar su propia piel… cerró los ojos… esto era una locura… ¿Fernando quería excitarlo aún más?
-. No olvides tus pequeñas orejas…
La entonación en la voz de Fernando comenzaba a cambiar
Raimundo toco el contorno de sus orejas y lo sintió agradable… bajó a su cuello… al lugar donde Fernando siempre lo mordía en la clavícula… los minutos pasaban y comenzaba a sentir que no era él mismo en su propia piel
-. Tus labios…
Obedeció… abrió la boca y tocó sus labios… la saliva humedeció sus dedos… los recuerdos acudieron a su mente y el deseó aumentó el flujo de sangre por su cuerpo. Comenzaba a sentir calor… Lo que había comenzado como un movimiento torpe y vergonzoso comenzaba a volverse un acto tremendamente erótico. Raimundo podía sentir en verdad cada toque sobre su piel, siempre consciente de la presencia de Fernando…
-. Baja lentamente… – ordenó el capitán con voz ronca
¿Bajar lentamente?…
La respiración de Raimundo cambió de ritmo, bruscamente. ¡Fernando no estaba buscando excitarlo solamente!… Apretó los ojos y sus músculos se tensaron al comprender cuál sería su castigo… lo que el capitán quería de él…
-. Obedece, soldado
Sus manos bajaron por el estómago y cruzaron el vientre… podía sentir golpes intensos de calor en su pene que bailoteaba sin control. Sintió el cambio en la textura de su piel cuando llegó al área donde crecía su pequeña zona de vellos
-. Detente ahí…
Sintió la fusta sobre sus dedos. No lo dejaba continuar
-. Masajea tu vello púbico
Raimundo se había masturbado cientos de veces en la soledad de su cuarto, en la ducha o en otros lugares, pero siempre había sido una experiencia solitaria y privada. La mayoría de las veces correspondía a un alivio rápido o a la búsqueda del placer por el simple gusto de hacerlo. Ninguna de aquellos cientos de veces tenía relación con lo que estaba haciendo ahora… Fernando era su espectador… su mirada atenta lo obligaba a tomar consciencia de su cuerpo y sensaciones… la temperatura caliente de su piel, su textura, la huella que dejaban sus dedos y cómo sus manos deseaban continuar moviéndose hacia su miembro, a pesar de la vergüenza que sentía…
El cuero frío de la fusta rozando su miembro le provoco un espasmo inesperado que lo obligó a abrir los ojos y encontrarse con los de Fernando… brillaban lujuriosos… incandescentes…
-. Ahora puedes comenzar a repetir que eres mío
¿Quería que lo dijera… ahora???!!!t
-. Vamos… dilo
-. Soy tuyo…
-. Eso es – Fernando asintió con la cabeza. Le gustaba escucharlo, verlo y sentirlo entregado y obediente – Repítelo muchas veces.
Rai comenzó en voz baja y tímida a repetir las palabras… como un lento mantra al cual aferrarse
-. Soy tuyo… soy tuyo… soy tuyo
La entonación de las palabras iba cambiando… a través de ellas no solo reafirmaba el compromiso que había hecho minutos atrás, sino que, además, le dejaba saber al capitán como iba aumentando su nivel de excitación.
-. Frota tu miembro usando tus dedos… Hazlo despacio
Tuvo la sensación de que un rayo de luz pasaba por su cuerpo y absorbía su energía dejándolo debilitado… excitado… ardiendo. No podía despegar sus ojos de la mirada de Fernando… sintió que se afirmaba y sostenía en esa mirada…
Obedecer…
-. Soy tuyo…
Sostuvo su miembro entre el pulgar y tres dedos y comenzó a friccionar… aaah… el contacto era provocador… sus palabras imitaban el ritmo de sus dedos
-. Soy tuyo… tuyoo..ooo
Masturbarse delante de Fernando, añadía un toque de lujuria y obscenidad que aumentaba el deseo… su corazón bombeaba como loco dentro de su pecho y las sensaciones en su miembro comenzaban a volverse intensas. Se volvía complicado repetir las palabras cuando estaba tan lleno de sensaciones
-. Continua, soldado…
Raimundo reconoció la voz cargada de excitación de Fernando lo que logró agudizar aún más su propio ardor… aaaahhh… siii… sin darse cuenta, los gemidos habían comenzado a mezclarse en su respirar… Lujuriosos quejidos, que ya no podía contener, llenos de placer escapaban de su boca cada vez con más fuerza… sus caderas habían iniciado un suave movimiento rítmico… era deliciosamente impúdico tocarse en frente de su capitán… descarado… osado… atrevido… Raimundo continuó frotando su pene con la mirada fija en los ojos oscuros y el nivel de excitación aumentó hasta llegar al punto de insinuar el orgasmo… se estaba sintiendo tan bien.. placentero… delicioso…
-. Detente
El golpe de la fusta sobre sus manos…
La brusca realidad de la orden aturdiendo sus sentidos
¿Detenerse?!!.. ¿Ahora?!!! Un gemido diferente salió de su boca
-. Las manos detrás de tu espalda
Pero… ¿Qué estaba haciendo?
La brusca respiración jadeante, la forma en que sus costillas subían y bajaban… sus caderas que se inclinaban hacia delante de manera instintiva y su pene, húmedo, erguido y caliente se sostenía enhiesto… cada célula de su organismo revelaba en ese momento el alto nivel de excitación de Raimundo. Quitó las manos de su pene como si le costara enormemente hacerlo… las llevó detrás de la espalda, pero no pudo mantenerse quieto y controlar los movimientos espasmódicos de su cuerpo… su mirada se fijó en un punto cualquiera de la pared… conchesumadreeee…. ¿qué quería Fernando de él? Era tan frustrante quedarse así… su verga caliente y a punto… sus testículos habían subido hasta pegarse a la base de su verga… había estado tan cerca de llegar al clímax… necesitaba solo unos segundos más… ¡dios!…
-. Si. Así está bien…
El toque de la fusta a lo largo de su pene sensibilizado al máximo lo hizo estremecerse como si fuera gelatina… gimió y jadeo sin poder controlarlo… dolía… lo enloquecía… más, por favor…
-. Toma aire, Raimundo. Inspira y expira varias veces
La voz de Fernando logró que Raimundo calmara el loco zapateo de su corazón, sus genitales, sus pulmones y todo su ser… aire… tomar aire … respirar… obedecer…
-. Eso es…
Fernando alejó la fusta y Raimundo sintió el vacío… Era tan frustrante…
-. Masajea la cabeza de tu miembro… solo la cabeza
De acuerdo. Quería jugar rudo… podía aguantar…
-. No olvides lo que debes repetir
Asintió a duras penas
-. Soy tuyo…
Llevó la mano abierta hasta envolver la cabeza caliente y húmeda… ¡ay Dios! Ahí estaba de nuevo la sensación de placer… giró la muñeca para dar movimiento a su mano… volvía a sentir el nivel de excitación aumentando…
-. Con calma, soldado
Su instinto lo llevaba a apurarse y friccionar con más rapidez, pero la fusta del capitán le recordaba que no era lo que él quería sino la voluntad del capitán… repitió el movimiento con lentitud hasta que su respiración se volvió jadeante. Su boca se abrió en busca de aire y los gemidos aumentaron de intensidad
-. Detente… manos en la espalda
¿Quería volverlo loco?… ¡pues lo estaba logrando!!! Su verga estaba caliente y la sensación de cortar el contacto resultaba tremendamente frustrante… Esta vez, la frialdad de la fusta hizo contacto con la piel de sus caderas subiendo y bajando por su costado. cada toque agitaba su respiración y su cuerpo reaccionaba con pequeñas sacudidas incontrolables
-. Fricciona tu miembro con la mano solamente 10 veces. Lentamente y contando en voz alta
Raimundo llevó la mano a su pene… diez veces… no eran suficientes para lograr la eyaculación… solo iban a enloquecerlo un poco más
-. Uno… dos… tres… – en su voz temblorosa se notaba la excitación
-. Más lento
Disminuyó el ritmo… percibía cada movimiento y roce de su mano con su pene
-. Cuatro… cinco… seis
Su cuerpo se sacudió entero y sus piernas flaquearon por un segundo. Raimundo estiró la mano instintivamente para buscar de que sostenerse. Encontró la mano del capitán extendida rápidamente hacia él.
-. Siéntate en la cama
Rai se sujetó fuertemente de la mano estirada y tomó asiento en el borde de la cama… sus genitales comenzaban a doler. Como deseaba abrazarse a Fernando y que ya todo terminara… necesitaba de él
-. Separa las piernas. Continúa
La dureza de la orden le llegó como una bofetada… Fernando aún no se daba por satisfecho
-. Siete… ocho … nueeeve… dieeeeeez…
Retiró las manos en el mismo momento en que pequeñas gotas de líquido blanquecino perlado asomaron en la punta de su miembro adolorido e insatisfecho… Rai abrió grande los ojos y miró a Fernando asustado… él no quería desobedecerlo, pero no podía controlar lo que le pasaba a su cuerpo…
-. Capitán… – murmuró suplicando
Fernando estaba a su lado…
-. Raimundo…
El sonido de la fusta cayendo al suelo
Fernando lo abrazaba con todo su cuerpo. Sus brazos lo rodeaban estrujándolo. Rai temblaba y el roce de la tela áspera de la ropa de Fernando contra su cuerpo resultaba doloroso y excitante
-. No quise desobedecerte… lo siento…
-. Shhh… no digas nada más. Ya está bien. Tranquilo
Fernando encontró sus labios abiertos en espera de un beso… brusco, bruto, pasional… urgente. Labios, manos, brazos y piernas se mezclaban en una búsqueda apremiante de contacto físico. Sin cortar el contacto, el capitán fue quitándose la ropa a tirones.
-. No volveré a dudar – repitió Rai, como si quedara alguna duda
-. Lo sé…
Fernando había dejado atrás toda frialdad y volvía a ser el amante apasionado de la cabaña, que mordía su clavícula, lo llenaba de besos y tomaba entre sus grandes manos el miembro extra sensibilizado de Raimundo para llevarlo, por fin, al anhelado y dulce orgasmo. No le tomó más que un par de minutos observar a Raimundo retorcerse en la cama mientras liberaba el placer acumulado y se estremecía en llorosos gemidos. El placer incrementado con el juego de la espera. Fernando Ahumada no le quitó la vista de encima. Disfrutaba plenamente ver el momento de exquisito placer de Raimundo
-. Eres tan hermoso, Raimundo… y eres mío – lo abrazaba, lo volvía a acoger y adorar
-. Tuyo… te lo dije cien veces
-. No me bastan. Quiero escucharlo todos los días
-. Estás loco, capitán – ahora que su semen había quedado repartido entre su estómago y la cama y Fernando estaba desnudo, abrazándolo, podía volver a pensar y hablar con normalidad, podía reír y hablarle con cariño.
-. Es tu culpa. Tú me vuelves loco
Rai se abrazó a su cuello, separó las piernas y atrapó a Fernando entre ellas, atrayéndolo… Que delicioso placer volver a sentir el peso de su cuerpo su olor, su calor, sus manos… aaahhhh…..
-. Enloquece conmigo, capitán.
Raimundo levantó sus caderas hacia él y las movió insinuantes
-. Raimundo, Raimundo… ¿Qué me haces?
Fernando le buscó la boca para tomar posesión de ella como un animal en celo, ansioso… dominante… Quería decirle en ese beso y en ese encuentro tan íntimo que iniciaban, todo lo que había sentido en las horas pasadas. Su ira, su frustración, su necesidad de control y, más que nada, el miedo irracional que había experimentado al pensar en perderlo.
-. Eres mío – volvió a repetir cuando su miembro se introducía en el cuerpo arqueado de Raimundo
-. Todo tuyo… – repitió Rai sobre sus labios húmedos, recibiéndolo con su cuerpo abierto y preparado para el placer.
.
Uuff y recontra uuuffffff 🥵 Eso estuvo intenso jijijiji 🤭
Y sigue sabiéndose a poquito jajajajaja Nunca tendré suficiente de tus historias 😅
Lo de «maceteado» (¿ahora sí lo escribí bien?) es curioso; cuando lo leí me imaginé por un segundo que se trataba de algo como lo que me explicaste que era, pero no quise dar por hecho sin antes preguntar. Me gusta aprender cosas nuevas. Y el que pongas por aquí y por allá expresiones que son netamente chilenas, me agrada porque sustenta aún más a los personajes, haciéndolos aún más creíbles.
Si son chilenos, pues que hablen como chilenos 😃😍
Además que la forma de hablar de los chilenos, el «acento cantadito» decimos acá en México, es super lindo y suavecito ❤️.
Gracias por el nuevo capítulo ❤️😙
Verdad que sí estuvo intenso??? aaaayyyyy este capitán.. imagínate si tuviera a mano los conocimientos y herramientas que tiene Adamir o las ideas perversas de Gonzalo… UUUFF!!! pobre Rai!!! jajajaja. gracias a Dios que solo está descubriendose como dominante.
Gracias por «darme permiso» para usar chileniosmos y te lo digo en serio: siempre pierdo mucho tiempo y energía en revisar los capitulos y reemplazar por sinónimos las palabras y expresiones que solo usamos acá y a veces es agotador porque al cambiarla, pierde gran parte del sentido que quise dar a entender.
Gracias Un abrazo!!
Jijijiji 🤭😊 Tu úsalos, no pasa que te preguntemos a cada rato que significa jijijijiji
Capitulazoooooooo!
Me encanta esta pareja ❤️