Capítulo Treinta y seis

El capitán Ahumada, secundado por el comandante, ordenó la inmediata expulsión del campamento del subteniente Cardones, el cabo Martínez y el tercero que los acompañaba, aquella misma noche. Los habían llevados al regimiento en calidad de arrestados. Tendrían que enfrentar la justicia militar, no solo por las expresiones violentas y vejatorias expresada contra el soldado Lariarte, sino que, además, tendrían que responder por la amenaza de violación hacia el mismo soldado. Un cargo grave, imposible de refutar, ya que había sido escuchado por dos oficiales de mayor grado. Era un hecho que terminaría con sus carreras en el ejército, de la forma más deshonrosa posible.

Fernando tampoco estaba libre de culpa.  Había alcanzado a repartir unos cuantos golpes antes de que el comandante y quienes llegaron, lo sujetaran.

-. Estaba como loco

-. Por suerte no llevaba su arma de servicio

Eran algunos de los comentarios de quienes llegaron primero a ayudar.

Solo la presencia y la buena voluntad de comandante habían evitado que el capitán fuese arrestado también por agredir al personal bajo su mando. El comandante conocía el historial de Fernando Ahumada y por eso había intervenido en su favor.  A él también le había impactado la crudeza de lo que planeaban aquellos hombres. Eso… y la imperiosa necesidad de contar con el capitán en su puesto, durante la visita del general dentro de pocos días. Sería impresentable para el comandante intentar explicar porque el capitán no se encontraba en su puesto cuando el oficial superior había pedido, explícitamente, hablar con él.

El incidente había causado un revuelo general en el campamento. No hubo quien no se enterará de lo ocurrido. La mayoría del personal de la unidad había sido testigo del suceso y estaban choqueados de las palabras y amenazas que los detenidos habían expresado… para muchos de ellos resultaba tan increíble que se mostraban incrédulos

-. Estaban borrachos… uno dice cualquier tontera cuando toma demás

-. ¡Pero el comandante y el capitán los escucharon!! 

-. Es que Cardones y Martínez llevan dos años trabajando con nosotros de manera muy correcta – intentaban defenderlos

-. Desobedecieron órdenes y bebieron hasta emborracharse.

-. Es que no puedo creerlo… ellos nunca mostraron violencia

-. Martínez siempre fue un abusador – comentó un soldado, normalmente tímido

-. Si… pero no son maricas

-. ¡Amenazaron con violar a Lariarte!!!

 -. ¡Avergonzaron al capitán frente al coronel y a toda la unidad!!

Lo cierto era que saber que tres de sus compañeros de armas estaban arrestados y podían ser dados de baja con deshonra, tenía a la unidad temerosa, dividida y la camaradería rota.

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En menos de veinticuatro horas, el capitán Ahumada estaba casi irreconocible.

No es que algo hubiera cambiado en su físico; no tenía huellas de golpes, moretones o heridas… pero no era el mismo hombre que habían visto el día domingo, antes del incidente. Seguía cumpliendo sin falta, su rutina diaria. El día lunes se presentó a desayunar a la misma hora de siempre, vestido correctamente. Comió y bebió lo mismo de siempre y luego partió al trabajo con los hombres. No modificó ninguno de sus horarios. Pero muy pocos habían vuelto a escuchar la voz del capitán desde la noche del día anterior.  Se había vuelto taciturno, retraído y gélido. No había comentado ni una palabra sobre lo que había ocurrido.

Nadie sabía exactamente qué pasaba por la mente del capitán.

Nadie

Ni siquiera Raimundo.

El día del incidente, Raimundo no había podido acercarse a Fernando debido a la constante presencia de gente alrededor y luego, el capitán había tenido que bajar al regimiento para llevar a los detenidos, junto con el comandante.  Había vuelto de madrugada y, aunque apenas tuvo solo un par de horas para dormir, había cumplido con su horario y trabajo de manera normal.  En su rostro se reflejaba la preocupación y el cansancio, pero Fernando había levantado un muro infranqueable a su alrededor y no había dado espacio a nadie para que se acercara a conversarle o preguntar, aunque algunos, como el teniente Moreira, lo intentaron sin éxito.  

Raimundo sentía la imperiosa necesidad de hablar con él. Quería saber cómo estaba y escucharlo de su propia voz. Sentía angustia cada vez que miraba a Fernando y se daba cuenta cómo el incidente lo había afectado terriblemente… por momentos parecía triste, luego enojado y decididamente, frío y distante. Rai quería estar con él… abrazarlo y hacerle saber lo mucho que le agradecía los golpes bien merecidos que había repartido… decirle que era el mejor de todos… quitarle la preocupación que veía en sus ojos oscuros.  Lo buscó con la vista constantemente, pero ese día, Fernando estaba totalmente ausente, incluso para él.

Tendría que esperar hasta la noche… Iba a ser un día muy largo y difícil.

Las cosas habían cambiado de golpe. En cierto modo, Raimundo también se había aislado del resto de la unidad. Estaba en el medio de la controversia sin tener culpa ninguna, pero aquella noche del domingo y a lo largo del día lunes, pudo sentir el apoyo de los pocos que se acercaron y con un simple gesto o apretón de manos le dijeron que estaban de su lado. Pero también notó las miradas y expresiones de rechazo de algunos miembros del equipo que eran cercanos a los que ahora estaban detenidos. Su grupo de trabajo había desaparecido así es que, durante ese día, Raimundo trabajó en lo que Moreira le ordenó, sin hablar más que lo estrictamente necesario. Desde lejos, escuchaba fragmentos de las conversaciones entre los hombres… muchos se preguntaban qué había de cierto en la amenaza contra él…  culpaban al alcohol… decían que quizás había sido una broma de mal gusto… no creían que esos tres hombres hubieran pensado, en serio, violar a un soldado.

Raimundo escuchaba y cada frase hería sus oídos y su corazón. Nadie le había confirmado si lo de las amenazas era verdad, pero podía suponer que si por la reacción que había tenido Fernando. ¿violarlo a él?… ¿Habrían sido capaces de hacerlo? ¿Por qué? ¿Qué les había hecho él para que quisieran dañarlo?… Nunca había mirado a ninguno de ellos con el más mínimo interés fuera del trabajo ni les había dado un gesto que alentara esas ideas… ¿Era su aspecto físico? ¡Dios! A veces, como ahora, era cansador ser como era… no tenía la culpa de haber nacido con los rasgos que tenía, pero … si no los tuviera, nadie se habría estado peleando por su culpa y Fernando no andaría con la moral por el suelo.

Raimundo detuvo un momento su trabajo y levantó la cabeza… estaba rodeado de casi 20 personas… apenas unos cuantos metros de distancia, sin embargo, nadie lo miraba ni lo tomaban en cuenta. Apretó los dientes y bajó la cabeza de prisa para seguir trabajando antes que alguien notara lo mal que se sentía.

Sin haber hecho nada malo, Raimundo, de la noche a la mañana, se había convertido en la peste que nadie quería cerca.  

Durante la cena, el capitán mantuvo silencio la mayor parte del tiempo y el ambiente en el comedor era de extrema sensibilidad; Se escuchaban claramente los sonidos de cubiertos, platos y vasos.

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Cuando el Capitán se retiró del comedor, la mayoría de los hombres lo siguieron en silencio, cada uno a su cabaña.

Raimundo permaneció en el comedor después que el lugar quedó vacío. Había tomado la costumbre de ayudar en la cocina un rato, antes de irse a practicar, dormir… o desaparecer misteriosamente. Ahora, estaba esperando a que el campamento se tranquilizara antes de ir a hablar con Fernando. Cruzó la puerta de la cocina con un poco de temor… ¿Sería que Sánchez y López también iban a mantener distancia de él?

-. Malditos borrachos – Dijo el suboficial en cuanto lo vio, haciendo un fuerte ruido con las ollas para reafirmar su regañido. Sánchez estaba enojado y no se quedaba callado al respecto

-. No es primera vez que escucho de abusadores en el ejército. Tuviste suerte, Lariarte.

Raimundo, sin palabras, sintió una emoción tibia en su pecho… ¡Dios! como agradecía su apoyo. El suboficial comenzaba a importarle y a caerle cada vez mejor. Era un hombre simple, de esos que Raimundo jamas habría tomado en cuenta durante su sistema de vida anterior, pero que ahora, se estaba ganando todo su respeto. Asintió para indicarle a Sanchez que estaba de acuerdo porque súbitamente, la emoción se había instalado en su garganta. No sabría qué hacer ni dónde ir, si Sánchez y López se volvieran en su contra.  Avanzó dentro de la cocina con más confianza y se acercó a Jarim para ayudarle con su tarea

-. Yo creo que fueron los mismos malnacidos los que se metieron en mi bodega. Deben haber estado buscando trago

Raimundo notó que Jarim detuvo sus movimientos y lo quedó mirando fijamente… como si quisiera decirle algo.

-. ¿Qué? – preguntó Rai en voz baja.

-. Nada

López meneo la cabeza y volvió al trabajo

-. El capitán es un buen oficial. No merece que su hoja quede manchada por unos borrachines – continuó el suboficial

Raimundo abrió los ojos al escuchar a Sánchez

-. ¿Cómo es eso, señor? – preguntó intrigado

-. Cualquier incidente que pasa en una unidad, pequeño o grave, es responsabilidad del oficial a cargo y queda escrito en su hoja de vida

Raimundo sintió una punzada en el corazón… Instintivamente se llevó la mano al pecho

-. Pero no es justo… el capitán no tuvo nada que ver…

-. Por eso digo que no merece que lo castiguen por unos borrachos maricuecas desgraciados. ¡Se merecían la golpiza!

-. ¡Pero si es culpa de ellos, no del capitán!!!

Raimundo no se dio cuenta que estaba casi gritándole a Sánchez

-. ¡No me estas escuchando, Lariarte!! Es lo mismo que estoy diciendo yo. El capitán Ahumada tiene una hoja de vida ejemplar… hasta ahora

-. ¿Y qué pasa con esa… hoja de vida? – preguntó López desde el rincón – ¿Ahí se anota todo lo malo que hace un oficial?

-. Lo bueno y lo malo. Es lo que revisan los calificadores cada año para ver quien sigue, quien sale, a quien promueven…

La necesidad que sentía Raimundo de hablar con Fernando se volvió urgente…Quizás no solo estaba enojado por lo que había pasado, sino que estaba preocupado por su futuro… Su perfecto futuro como oficial iba a quedar enlodado por culpa de esos tarados…  

-. Es la primera vez que veo al Capitán perder el control… Ya me imagino como debe haber estado de furioso para irse de golpes, estando el comandante presente

Rai se había vuelto helado…

Él sabía muy bien porqué Fernando había enloquecido… Recordó la cantidad de veces que le había escuchado decir que por su culpa perdía el control… la mayor parte de las veces lo decía en momentos de pasión. Pero no era el caso ahora. Finalmente, lo había perdido de verdad. Se había peleado con los hombres porque hablaban de él… Raimundo sabía que, si hubieran hablado de otro, Fernando no habría actuado tan violentamente.

Rai se quedó mirando fijamente un punto cualquiera de la cocina… sintió el momento exacto en que una vieja emoción, muy conocida suya, volvía a aparecer… no la había extrañado, sin embargo, reconocía su sabor familiar que lo había acompañado la mayor parte de su vida… no recordaba cuando había desaparecido… pero ahora que la sentía volver, se daba cuenta de su desagradable textura. El peso de la culpa se depositó suave y lentamente sobre los hombros de Raimundo…  reptando con toda calma por sobre su piel, intentando traspasar su epidermis para viajar por su sangre, directo al corazón…

Después de todo, el asunto no era tan simple como expulsar a los borrachos; la carrera de Fernando sufriría serias consecuencias a raíz del incidente.

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López terminaba de ordenar la loza muy en silencio, como casi todos, aquel día tan particular.  Su silencio tenía doble motivo…

-. Lariarte – llamó en un susurro.

Raimundo se demoró unos segundos en salir de su aturdimiento y girarse hacia él

-. ¿Tienes un momento? Necesito hablar contigo

Jarím no se explicaba porque no se le había ocurrido antes contarle el problema del robo a Lariarte. Con todo lo que había pasado ahora, sentía que guardar el secreto era más complicado que antes. Él no le tenía mala al capitán, encontraba que era buen oficial y que seguramente tendría motivos importantes para hacer lo que hizo… pero… no entendía, no sabía y no quería soportar la carga solo

-. ¿Ahora? – respondió Raimundo inquieto.

López asintió. Cuanto antes, mejor

-. Es que tengo que… hacer algo ahora… ¿podemos hablar mañana?

Rai se sintió mal frente a la cara de desilusión de López, pero, en verdad, él necesitaba hablar con el capitán lo antes posible

-. Si. Está bien – murmuró Jarim apesadumbrado.  Ya había esperado varios días… podía esperar uno más, aunque lo que sabía lo seguía atorando. Siguió a Raimundo con la vista cuando salió por la puerta de la cocina y de pronto su entrecejo se volvió ceñudo… ¿Que tenía que hacer Lariarte a esta hora? ¿iba a practicar parkour así como andaban los ánimos?

-. Voy a sacar la basura – anunció Jarim López, moviéndose de prisa y levantando el cubo con los restos

-. Eso mismo debería haber hecho el capitán tiempo atrás. Sacar toda la basura que teníamos metida aquí mismo en el campamento– respondió Sánchez, todavía reclamando

Raimundo salió al frío exterior. Aún faltaban varios minutos para que se cortara la energía del campamento y se apagaran las luces. Caminó un par de pasos y observó con detenimiento lo que sucedía cerca de las cabañas. No se veía un alma. Solo el viento frío que agitaba las ramas de los arbustos. Se levantó el cuello de la chaqueta y avanzó otro par de pasos… no debería seguir hasta que las luces se hubieran apagado… se detuvo, inseguro, y se apoyó contra el cerco posterior del campamento, mirando hacia la cabaña del capitán. No podía sacarse de la cabeza lo que había dicho Sánchez ni el sentimiento de tristeza y dolor…

Fernando iba a tener una mancha en su historial…

Su carrera… lo que más le importaba en la vida, estaba en riesgo…

Ya no le parecía grandioso que lo hubiera defendido a golpes… al contrario. Ahora que sabía las consecuencias, le parecía que había sido una equivocación muy grave. No quería ni imaginar lo que Fernando estaba sintiendo… ya sabía lo que significaba para él perder el control… más encima, delante de toda la unidad… ¡Dios!  En ese momento, comprendió mucho mejor porque Fernando andaba de ese humor tan extraño y manteniendo su distancia

Volvió a mirar hacia las cabañas y revisar con la vista todo el camino que lo separaba de la cabaña del capitán. La paciencia se le estaba agotando. Si caminaba bien pegado al cerco y se movía de prisa, nadie lo vería.

Raimundo se decidió y comenzó a avanzar…

Nunca se le ocurrió mirar hacia atrás…

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El mayor riesgo estaba, justamente, en tocar la puerta iluminada de la cabaña del capitán. Raimundo golpeó despacio pero insistentemente. Pasaron algunos segundos antes que Fernando abriera. El capitán apenas alzó las cejas en señal de sorpresa, lo miro de arriba abajo antes de alzar la vista y revisar los alrededores. Luego, tranquilizado porque todo se veía en calma, se hizo a un lado para permitirle entrar.

-. ¿Qué haces aquí? – preguntó Fernando pasando por el lado de Raimundo en dirección a su dormitorio. El tono de su voz y hasta su forma de caminar eran diferentes…

-. Quiero hablar contigo – respondió Rai sorprendido por la pregunta, siguiéndolo al dormitorio

¿Acaso no quería su compañía?

Fernando se sentó en el mismo sillón de siempre… solo que esta vez parecía como si el sillón y el hombre sentado en el, fueran más pequeños… menos imponentes. Ni siquiera se había molestado en echar leña al fuego de la chimenea y solo había unos restos de brazas que apenas calentaban.

-. Deberías haber esperado a que apagaran las luces

-. Si. Lo sé… es que… quería verte y no me aguantaba las ganas – se excusó ansioso

Fernando lo miró de manera casi inexpresiva por varios segundos, que a Rai se le hicieron una eternidad… ¿Estaba enojado? ¿Quería estar solo?  Comenzaba a sentirse incómodo cuando Fernando estiró su mano y le indico el espacio cerca de él.  Raimundo sintió que el alma le volvía al cuerpo y corrió a acuclillarse al lado del capitán.

-. ¿Cómo estás? – preguntó Raimundo levantando sus ojos, llenos de cariño y preocupación. Posó su mano en el antebrazo de Fernando… una caricia que normalmente incitaba una respuesta de su parte, pero que hoy no tuvo ninguna

-. He estado mejor

Tal vez fue el tono de voz o quizás la expresión distante del capitán, pero Raimundo sintió que estaba frente a un hombre diferente… una brisa de temor lo recorrió…  algo estaba terriblemente mal.

-. No fue tu culpa. Tú no hiciste nada mal

Un suspiro profundo antes de responder

-. Tampoco lo hice muy bien. De no ser por el comandante estaría arrestado también. – su voz sonaba pesada… cansada, dolida – No actué como corresponde a un oficial.

La imagen de Fernando en una celda y su carrera arruinada pasaron como un rayo por la cabeza de Raimundo. ¡No! ¡Impensable!

-. Fernando – gimoteó sin poder soportar la idea que había pensado ni la frialdad que estaba recibiendo de su parte. No lo había mirado en todo el día… parecía que tampoco lo esperaba esa noche y no respondía a sus caricias.  Arriesgándose al rechazo, Raimundo se abrazó al capitán con fuerza… le rodeó el cuello con sus brazos, pegó su pecho y su rostro al de él… su piel se sentía fría y rígida… aun así, anhelaba el contacto…no soportaba verlo desanimado y cambiado…  necesitaba de él, aunque no le correspondiera las caricias…  Rai, lleno de pena y culpa, mantuvo sus brazos rodeando al capitán… y esperó.  De a poco, sintió como Fernando comenzaba lentamente a responder a su abrazo envolvente…  su cuerpo perdía rigidez, sus brazos dejaban de ser una respuesta automática para convertirse en músculos y sangre caliente que lo apretaban de vuelta. Parecía como si la vida volviera a colarse con mucha dificultad dentro de él…  Escuchó como la respiración se le alteraba… Fernando respiraba al lado de su oreja… respiraba por la boca y lo estrechaba más y más… de pronto, el capitán se aferró a él con mucha fuerza y escondió su rostro en el hueco de su cuello, rindiéndose completamente a cariño que recibía…  apenas unos cuantos movimientos temblorosos de su cuerpo fueron suficientes para que Raimundo entendiera y se sorprendiera.

Se quedó inmóvil, estrechándolo ceñidamente…  sin saber qué decir que pudiera calmarlo más que traspasarle su cariño a través del calor de su cuerpo…  las estúpidas lágrimas de siempre acudieron al instante y comenzaron a rodar por sus mejillas. A pesar de haber obtenido la respuesta emocional que Raimundo buscaba, era absolutamente impactante ver a Fernando abatido. Dolía más que su propio dolor.

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2 comentarios sobre “Capítulo Treinta y seis

  1. No me esperaba tanta justicia, me alegro mucho, desobedecen una orden y se emborrachan y planean atacar a un compañero y aún así hay compañeros que los excusan… ha sido un poco a lo minority report, pero yo creo que si no los llega a parar el capitán, sería lo siguiente que hubiesen hecho.

    Me da pena ver tan derrotado al capitán, espero que no le afecte mucho y no tomen medidas… a ver qué pasa…

    Gracias por el capítulo 🥰

  2. Hola Rous! Las medidas disciplinarias son estrictas dentro del ejercito, aunque siempre va a haber personas que los excusen y crean que por haber tomado unos tragos demás tienen derecho a ser «perdonados», muy de machitos… Nuestro capitán esta afectado, sin duda. Vamos a ver como sigue todo esto ene l siguiente capítulo.
    Muchas gracias! Saludos cariñosos!

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