El día jueves la actividad en el campamento se inició más temprano que de costumbre. El general llegaría a desayunar y cada detalle tenía que ser perfecto. Raimundo no había dormido bien las dos últimas noches. Estaba casi seguro de que podía contar con la discreción de López, pero le aterraba informarle a Fernando que una tercera persona sabía de ellos. Fernando iba a enloquecer. No quería agregar más drama y preocupación al capitán por ahora, aunque sabía que tenía que hacerlo.
A las 8 de la mañana llegó el general con una pequeña comitiva de 6 personas, además del comandante. Era un hombre mayor, alto, fuerte y en muy buenas condiciones físicas. El general Carvajal era conocido por la importancia que daba a la práctica de deportes
-. Capitán Ahumada.
-. Bienvenido, General. Es un agrado recibirlo en nuestro lugar de trabajo.
Fernando lo esperó en el patio del campamento. Presentó a los oficiales que lo acompañaban y saludó a los recién llegados. Una interesante comitiva formada por miembros de fuerzas especiales, ingenieros y artilleros. Podía reconocer las insignias que delataban su proceder.
-. ¿Nos acompaña a desayunar, señor?
Fernando los guio al comedor donde esperaba el resto de la unidad. Todos presentaron un respetuoso saludo militar que el general respondió con amabilidad. Les dirigió algunas palabras alabando el trabajo que estaban haciendo para el bien de la comunidad cercana y les recalcó el orgullo que representaba. Los hombres de la unidad parecían felices con las palabras del general y con el hecho de tenerlo allí, tan cerca, desayunando con ellos.
Sánchez y López, como era de esperarse, ofrecieron un desayuno sencillo, pero magníficamente preparado y presentado
-. ¿Cuánta gente tiene su unidad, capitán?
Bueno… tenía que descontar a Cardones, Martínez y el otro además de Don Hernán que aún no podía regresar.
-. En este momento somos veintidós. Hay una persona enferma que se recuperará pronto y volverá a la unidad
-. ¿Son suficientes para el trabajo?
Me gustaría tener nuevos trazadores, un ingeniero extra y, si fuera posible, dos máquinas más…
-. Estamos bien, general – respondió cortes sabiendo que no era el momento de quejarse o pedir algo
-. Bien… vamos a ver los adelantos
El general se puso de pie y, automáticamente, todos lo imitaron y siguieron sus pasos, camino al área de trabajo.
A media mañana, El capitán había explicado y mostrado todo al general, en el terreno mismo. Fue en ese momento en que el general preguntó
-. Tiene usted aquí a un soldado de apellido Lariarte, el que le salvó la vida a un miembro de su unidad
La pregunta tomó por sorpresa a Fernando
-. Sí, señor… es… el soldado que está allí
-. Leí el informe de los auditores sobre lo que hizo. Me gustaría felicitarlo en persona
-. Como no, señor
Fernando se giró hacia Raimundo y lo llamó a viva voz. Cuando lo tuvo delante, el general lo miró detenidamente… nadie miraba a Raimundo sin experimentar algún tipo de reacción, aunque fuera momentánea
-. Soldado, supe de su acción heroica hace un tiempo atrás. Lo felicitó por su valentía
-. Gracias, General
Raimundo se había sonrojado. Lo felicitaban delante del comandante y todos los oficiales del grupo. Enderezó su cuerpo e infló el pecho, lleno de orgullo. Sus ojos buscaron a Fernando. Había igual satisfacción y brillo en los de él.
-. ¿Cómo fue que lo hizo, soldado?
Raimundo sacó voz que no creía poseer y relató en breve lo que había sucedido aquel día. El general escuchaba atentamente y de vez en cuando, asentía aprobatoriamente
Entonces, cuando Rai terminó de contar… sucedió algo fuera de lo normal
-. Capitán Ahumada – Dijo el general dirigiéndose a Fernando – me he tomado la libertad de pedir al comandante del regimiento que preparara un ejercicio para su unidad
la información tomó por sorpresa al capitán. No le agradó que nadie le preguntara, después de todo se trataba de su gente, pero obviamente no podía manifestarlo. Las sorpresas y todo lo que escapaba a su control eran una pesadilla para Fernando
-. Por supuesto, señor
¿Qué planeaba el general? ¿Por qué nadie le había informado?
-. Comandante… explique – pidió el general
Fue el turno del comandante explicar lo que sucedería ya que era él, con su gente, quienes habían preparado el ejercicio
-. Es algo muy simple, capitán. Es un ejercicio corto que requiere la participación de un par de sus hombres y el soldado Lariarte
Fernando debería haberse alegrado… el general prestaba atención a su unidad y en particular a Raimundo, pero… algo no estaba bien… su instinto más profundo y visceral le gritó que nada de esto era buena idea
-. Algunos de mis hombres han repartido un número indeterminado de banderines rojos en un radio de doscientos metros alrededor de la zona donde estamos – continuó explicando el comandante.
Raimundo escuchaba atentamente. Estaba entusiasmado.
-. Seleccioné tres de sus hombres para que participen en este ejercicio. Preferentemente los que conozcan la zona.
-. De inmediato, señor
Fernando procedió a alejarse y elegir a quienes creía aptos para el ejercicio. Si hubieran estado allí los trazadores, sin duda alguna los habría elegido ya que conocían el terreno mejor que todo el resto. Era fácil suponer de qué se trataría el ejercicio. Exhaló un profundo suspiro de preocupación. ¿Cómo podrían ganarle a Raimundo? ¿Por qué sentía que era importante que le ganaran?…
Volvió con tres de ellos. El Teniente Moreira entre ellos.
-. Muy bien, señores – explicó el comandante – Hay un número indeterminado de banderines rojos de 20 por 35 centímetros diseminados en doscientos metros a la redonda de este mismo punto. Tienen exactamente una hora para reunir el mayor número posible de banderines. Pueden usar los elementos que deseen con tal de encontrarlos
-. ¿Puedo montar mi caballo, señor? – preguntó el teniente Moreira
-. Puede, teniente
De pronto el general intervino en la conversación
-. Van a competir contra el soldado Lariarte – comunicó, tan alegre como si fuera navidad – él va a demostrarnos si es tan útil como yo creo
La sonrisa desapareció del rostro de Fernando.
Raimundo se sorprendió de lo que escuchaba. ¿En serio el general deseaba verlo en acción? ¡Eso era genial!!! ¿Qué te parece esto, papá? Tu que me decías que saltar como conejo era perder el tiempo ¡Ja!. ¡El general quiere verme a mí!!! Conocía el terreno de los alrededores. Había andado recorriéndolo con el grupo de trazadores. Traería muchos banderines ¿cuantos serian?… aaahh… no se sabía. Se sintió eufórico… la adrenalina comenzaba circulaba por su organismo mientras escuchaba las instrucciones. Estaba tan animado que no se percató del rostro serio del capitán.
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La actividad de construcción se detuvo completamente cuando se supo lo del ejercicio. La mayoría de los hombres animaban y se ponían del lado del teniente. Raimundo sintió el golpe. La unidad estaba resentida por lo que había sucedido con los tres hombres arrestados… parecía que de víctima había pasado a victimario sin haber hecho nada. Indirectamente lo culpaban por la suerte del subteniente y los otros dos.
-. Tienen que llegar primero con los banderines– ordenó Fernando al teniente en voz baja. No sabía que era exactamente, pero algo no le gustaba de este ejercicio ni de la visita del general. El interés por la habilidad de Raimundo comenzaba a molestarle
-. Lo haremos, capitán – respondió Moreira
Un simple disparo al aire indicó el momento de partida. Todos los hombres estaban atentos, animando al teniente.
Minutos después, El General Carvajal elevó las cejas en señal de sorpresa al ver a Raimundo correr, brincar y desaparecer en las alturas de un árbol.
-. ¡Vaya! Es como dijeron los auditores
Les habían entregado un mapa muy simple y básico con varios puntos rojos marcados que indicaban los posibles lugares donde quizás encontrarían un banderín, aunque también les advirtieron que podían ser información errónea. Raimundo se detuvo luego de alejarse un buen trecho del comienzo. Miró el mapa y lo analizó por varios minutos; recordó los lugares por donde había avanzado y trazó de cotejarlos con algunos de los puntos del mapa. No. Ya sabía que al menos varios de esos puntos estaban equivocados. Correspondían a lugares de mucha altura, riscos o incluso corrientes de agua. Ja! No iban a poder ganarle. Los banderines eran rojos, llamativo, y no tan pequeños. Podría verlos. Sí… ¡él podía con todo!!! Decidió que lo mejor era mantenerse a media altura en los árboles. Era más rápido que deslizarse por el terreno espeso del bosque, lleno de obstáculos. Momentos más tarde, flameando en la punta de una rama del árbol que recién había tocado, Raimundo encontró el primer banderín. Sonrió, lo tomó y se lo ató al cinturón para continuar su avance describiendo un gran círculo
Faltaban escasos minutos para que terminara el plazo de una hora. Algunos hombres, que habían reanudado el trabajo en espera de los resultados, se habían vuelto a reunir para ver qué sucedería. Los oficiales miraban atentamente el bosque, por donde alguno de ellos regresaría primero
-. ¡Lariarte! – Dijo el comandante señalando el movimiento de ramas en uno de los coihues más adelante
Raimundo apareció colgando de algunas ramas y deslizándose por el aire. Se había anudado la chaqueta a la cintura. Venía solo en camiseta y pantalones, transpirado, acalorado y con una enorme sonrisa. De su cinturón colgaban varios banderines rojos que se movían al ritmo de su desplazamiento. A pesar del cansancio extremo, se dio el tiempo de ejecutar una última graciosa voltereta antes de caer cerca del grupo de oficiales
-. Los banderines que encontré, señor – dijo exhausto, extendiendo los pedazos de tela hacia el general – Diez, en total
El uniformado recibió los banderines con clara expresión de asombro. Asintió varias veces, sin dejar de sonreír.
-. Bien hecho, soldado
Raimundo estaba exultante. Había hecho un esfuerzo enorme, con tremendo desgaste de energía, para conseguir el objetivo. No sabía si había conseguido ser mejor que sus compañeros. De cualquier modo, sentía que se había dado un lujo enorme al haber podido demostrar que lo que hacía, su pasión por ese deporte, no era una pérdida de tiempo. Respiró cansado y contento. Era segunda vez que el parkour le servía para algo más que diversión y ¡por dios que estaba feliz!!!
-. Gracias, señor
-. Felicitaciones, soldado – dijo el comandante una vez que el general calló – lo ha hecho usted muy bien
-. ¡Allí vienen los demás! – gritó alguien de la unidad
-. No tiene importancia – comentó el comandante levantando los banderines que Raimundo había traído – Mis hombres usaron doce banderines para el ejercicio.
Murmullos de admiración generalizados… incluyendo a Raimundo que quedó boquiabierto al escuchar aquello. Quería correr y gritar de felicidad. ¡Dios!! ¡Un abrazo al capitán!! Se moría por uno… sabía que no podía, pero… ¿dónde estaba? Buscó a Fernando entre el grupo de oficiales y su alegría, repentinamente, se transformó en gravedad… Pero… ¿Que le pasaba a Fernando? ¿Por qué estaba tan serio? ¿Acaso no podía alegrarse por él? ¡Había hecho algo tremendo!!!
-. Tenemos que hablar, soldado. Esta destreza suya, me parece muy interesante… se llama parkour ¿no?
¿eeehh?? El general le estaba hablando directamente
-. Si, general
-. Cuénteme sobre esto, Lariarte ¿Cómo adquirió esta habilidad?
Mientras preguntaba, el general comenzó a caminar alejándose de todos y Raimundo no tuvo más opción que caminar a su lado
-. Lo aprendí mientras estaba en el colegio. Tengo muchos años de práctica diaria y alcancé el nivel de experto, general
-. ¿Está usted certificado por alguna organización?
-. Sí, señor. Por la Federación Internacional de Parkour reconocida en nuestro país
-. Me comentaron que estaba usted enseñándole a uno de sus compañeros en la unidad
-. Así es, señor. El soldado López. Le gusta mucho y está aprendiendo. Claro que lo hacemos fuera de las horas de servicio, señor – aclaró de inmediato… por si acaso
-. Y… ¿aprende? ¿ha podido usted enseñarle?
-. Claro que sí, señor. Ya es capaz de subir varios metros en segundos y puede hacer algunas volteretas
-. Interesante. Y dígame, soldado ¿Es usted el hijo de Ernesto Lariarte, el abogado del ministerio?
La mención de su padre sorprendió a Raimundo. De pronto quiso saber por qué el general sabía de su relación familiar…
-. Si, general. Es mi padre
-. Buen hombre. Lo conozco. Entonces ¿Su familia vive en la capital?
-. Si. Mis padres y hermanos viven allá
-. Y dice que practica a diario este deporte… supongo que le gusta mucho
-. Es mi pasión, general. El parkour es casi mi religión
El oficial volvió a asentir y no se quitaba del rostro la sonrisa de satisfacción.
-. Ha sido muy provechoso verlo en acción, soldado.
Raimundo lo miró mientras el general volvía con el resto de los oficiales. Había sido una conversación muy extraña… sobre todo que el oficial supiera de su relación familiar… bueno, estaba claro que conocía a su padre… ¿Tendría él algo que ver con todo esto? No… quizás solo era coincidencia, después de todo su papá era conocido en muchas partes.
-. Agua – dijo López llegando a su lado y extendiéndole una botella
-. Gracias – bebió la mitad de la botella de inmediato – ¿Qué haces tú aquí?
-. ¿Qué crees? El capitán llamó al campamento para que trajera agua envasada – respondió López elevando los ojos al cielo…
Raimundo se volvió hacia donde nadie más que Jarim pudiera verlo y soltó la risa… Fernando había pensado en él… a pesar de su cara de gravedad, se había acordado de pedirle agua… ¿cómo no sentir algo por ese hombre maravilloso?
-. Ustedes dos están locos – susurró Jarim, despacio y urgente
-. Un poco – respondió Raimundo demasiado feliz con todo como para molestarse
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El personal se había quedado en el puesto de trabajo. El general bajaba de vuelta a la ciudad esa misma tarde así es que se había despedido de todos ellos, felicitándolos nuevamente por la valiosa obra que realizaban. Mención especial para Raimundo a quien se acercó para despedirse de manera especial
-. Me voy muy impresionado con su hazaña de los banderines, soldado Lariarte. Hablaremos más tarde.
¿Más tarde, dónde?… Raimundo pensó que el general se equivocaba. Tal vez se confundía porque no volverían a verse si él se iba a la ciudad dentro de poco.
-. Vuelva al trabajo, soldado – ordenó el teniente Moreira al ver que Raimundo se quedaba mirando el vehículo de los oficiales alejarse.
-. Si, teniente
Mmhh… era de esperarse. Tendría a Moreira encima suyo por varios días. Lo sabía. El teniente no era mala persona pero que él le hubiera ganado tan humillantemente frente a un general, era impresentable. Ja! Después de todo, él era un simple soldado en servicio y el otro era un oficial de carrera.
“Diez a cero, teniente” Pensó Raimundo sonriente, reanudando su solitaria labor.
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Luego del almuerzo servido por Sánchez y López, los oficiales se quedaron en el comedor conversando en privado sobre el trabajo, los avances y otros temas de importancia. Fue el momento en que el capitán aprovechó, discretamente, para mencionar algunos de los elementos que le hacían falta para realizar mejor el trabajo. Sorprendentemente, el general aceptó de buen grado todo lo que Fernando pidió
-. Capitán, hábleme del comportamiento de Lariarte en esta unidad – pidió el general cuando se había agotado el tema del trabajo
Nuevamente tomado por sorpresa…
-. El soldado ha tenido un comportamiento ejemplar – respondió Fernando automáticamente
-. El comandante aquí me comentó que había ingresado en contra de su voluntad. ¿No ha mostrado rebeldía o mala conducta?
En los escasos segundos que llevaba la conversación sobre Raimundo, Fernando no había tenido tiempo más que para asombrarse, confundirse y tratar de adivinar que se traía el general entre manos
-. No señor. Estuvo trabajando en la cocina los primeros meses hasta que ocurrió lo del accidente y luego lo trasladé al área de construcción. Es respetuoso, disciplinado, obediente.
“Delicioso, precioso y lo más sensual que he visto jamás” omitió decir el capitán
Mientras Fernando explicaba, el general prestaba atención expectante, aprobaba con movimientos de cabeza. La tensión en Fernando aumentaba… ¿de que se trataba todo esto? ¿por qué un general estaba interesado en un soldado raso?
-. Voy a comentarle una más de las razones de mi visita, capitán
Aaahh.. por fin despejarían las dudas, pensó Fernando, ansioso de escuchar
-. Además de ver el trabajo de su unidad, desde que leí el informe y hablé con los auditores he estado pensando en la utilidad que puede prestar al ejército la habilidad del soldado Lariarte. Creo que lo demostró con creces en el ejercicio de hace unas horas.
El capitán se quedó inmóvil… helado… esperando a que el general continuara hablando… Fernando había podido presentir en sus entrañas que algo más había detrás de aquel “ejercicio”. Mantuvo su rostro lo más impasible que pudo, pero sentía ganas de gritar y escapar por dentro… No quería escuchar lo que el general tenía que decir.
-. Quiero que sea usted, su oficial superior, el que informe al soldado Lariarte que he decidido para él una nueva destinación. Lo quiero de vuelta en la capital el próximo martes. Va a continuar su servicio como nuevo instructor de deporte y esta vez, lo será en grande. Trabajará con una unidad especifica en el Regimiento Mayor. Hombres entrenados con capacidades especiales. Tendré que hacer varios cambios para que pueda instruir a oficiales, pero yo mismo me encargaré de ello. Se le entregaran a Lariarte todas las facilidades y material que necesite.
El general miraba directamente al capitán en espera de una respuesta que no llegaba nunca…
El comandante comenzó a ponerse nervioso… ¡Por todos los cielos! Era un tremendo honor para un simple soldado en servicio y el capitán Ahumada debería estar dichoso que alguien de su unidad recibiera tal distinción en vez de quedarse mirándolos con esa cara de aturdido
-. En la capital lo estará esperando el mayor Gonzalez que será su nuevo oficial superior. Él le dará todos los pormenores del trabajo. Mientras Lariarte esté en servicio su sueldo será el regular, pero cuando lo termine, podrá continuar como instructor con un contrato de trabajo a largo plazo y un salario acorde.
-. Es una excelente noticia – dijo el comandante que sintió necesario llenar con su voz el silencio del capitán
-. Un grupo de hombres con las habilidades de Lariarte resultará muy valioso.
Fernando por fin se acordó que debía responder… con voz lúgubre y quebrada
-. Si, general. Informaré al soldado Lariarte hoy mismo
Sonó pesado y arrastrado…
-. Mejor aún, capitán – dijo el general absolutamente ensimismado en su propia alegría. Ya podía imaginar a su grupo de elegidos cruzando el aire como había visto hacer al soldado pocas horas atrás – traiga a Lariarte a la cena del regimiento mañana en la noche. Me gustaría hablar con él luego de que usted le informe.
-. ¿Cena, señor?
-. Si. Aún no le había extendido la invitación, capitán– dijo el comandante – Habrá una cena especial en el regimiento mañana en honor a la visita del general. Usted y el teniente Moreira están invitados y, por supuesto, el soldado… futuro instructor, Lariarte.
Fernando asintió moviendo la cabeza… para luego responder titubeando
-. Gracias, comandante.
-. Ahora, retírense todos – ordenó el general con voz muy exigente – quiero hablar en privado con el capitán
Quedaron solos en el amplio comedor. El general se volvió hacia Fernando y le habló con un tono amigable
-. Fui informado del problema que tuvo con tres personas hace unos días
-. Sí, señor. Fue un asunto desagradable pero ya me encargué de ello.
-. El comandante dice que está usted muy afectado
-. La verdad es que esos hombres habían estado conmigo desde el principio. No esperaba un comportamiento tan ruin de su parte
-. Entiendo, capitán. El comandante dice que incluso hubo golpes de su parte
Entremedio de todo el remolino de sentimientos encontrados que Fernando estaba experimentando, tuvo tiempo para sentir uno más: vergüenza. Vergüenza de no haber sabido ser el oficial que se esperaba que fuera.
-. Así fue, general. Lamento haber perdido el control, pero esos hombres estaban ebrios y… ellos amenazaron a un soldado
-. A Lariarte, justamente. Lo sé, capitán.
Entonces, el general, en un movimiento inesperado, posó su mano sobre el hombro de Fernando
-. El comandante ya me puso al tanto de lo que ocurrió. No es necesario que lo explique. Solo quería informarle que no puedo evitar que su hoja de vida quede manchada, pero puedo contrarrestar el efecto con una anotación positiva por el buen trabajo que ha desempeñado en esta unidad.
El capitán Ahumada quiso sentir alegría por la buena noticia, pero solo llegó a la sorpresa
-. Esa mancha será un problema para una promoción temprana, aunque sea usted uno de los mejores oficiales que hay en esta zona – continuó el general – Mi recomendación por ahora, es que mantenga usted el buen ritmo de trabajo y espere pacientemente un par de años. Tenemos muchos caminos por construir tanto aquí, en el extremo sur, como en la costa.
Cada nueva noticia contribuía a la confusión del capitán… ¿años de espera? ¿más caminos?
-. Yo… si, señor. Así lo haré.
-. Es natural que esté confundido. Seguramente esperaba una promoción y un destino diferente, pero un oficial debe saber controlarse en todo momento. El daño a su carrera pudo ser mucho peor.
-. Lo sé, general. Agradezco su intervención.
En ese momento se acabó la gravedad del general y pasó a ser un tipo sonriente y agradable
-. Lo hago porque usted es un buen oficial, capitán Ahumada – dijo el general comenzando a caminar hacia la salida
-. Gracias, señor
-. Y además porque mi sobrina favorita siempre ha deseado ser la esposa de un oficial… Cecilia se enojaría mucho conmigo si usted no siguiera en el ejército
Fernando abrió la boca en señal de sorpresa.
El general rio de su propia broma… lo apuntó con el dedo de manera graciosa y cómplice, mientras salían al patio donde esperaban los demás.
Luego, en un abrir y cerrar de ojos, el general y su comitiva subieron a los vehículos y desaparecieron de prisa…
Fernando se quedó de pie en el patio del campamento mirando la mancha de polvareda…
Sentía muy fuertes y exagerados los latidos de su corazón…
Había silencio a su alrededor… solo los ruidos del bosque… sin embargo su cabeza zumbaba llena de gritos y sonidos, de las palabras del general y las miradas del comandante…
Súbitamente soltó el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta… abrió la boca y comenzó a jadear. Su postura firme se deshizo y sus hombros se arquearon…
Apretó fuerte los labios… hasta que le dolieron y se volvieron blancos
Estaba en el medio del campamento, donde cualquiera podía verlo, y necesitaba privacidad. Caminó con paso elástico y casi de carrera hasta su cabaña.
Cerró la puerta de un golpe firme
Y solo entonces pudo desenredar su cabeza y soltar el sentimiento de impotencia y sufrimiento que lo estaba sofocando…
Le quitaban a Raimundo…
Se llevaban a su precioso soldado…
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Gracias por el capítulo! ❤️❤️❤️
Pobre capitán 😞😞😞😞😞
Nooooooooooooooooooo 😭😭😭😭
Desde luego Rai es demasiado inocente, igual no tenía que haberlo hecho tan bien pero claro es su pasión y ni lo piensa.
Se acercan tiempos difíciles con esa separación 😞 Bueno aún puede pasar algo más en la cena… crucemos los dedos …
Por lo menos me va alegro de que k no o le afecte mucho a la hoja de vida, aunque eso de años… no me gusta, cuando podrá ver a Rai? Cuando? y la broma del compromiso …🤦♀️