La hora del atardecer se acercaba de prisa. Bajaron del vehículo y Rai inició de inmediato el camino hacia la cascada.
-. Vamos capitán, sino te apuras no vamos a alcanzar
Fernando buscaba la botella de vino dentro de su mochila. La levantó triúnfate. Corrió al lado de Rai por entre la espesura del bosque
-. Justo a tiempo – gritó Raimundo dejándose caer, jadeando, en el mismo lugar de la vez anterior. Las paredes de piedra comenzaban a volverse anaranjadas y los rayos del sol demorarían solo un par de minutos en volver el agua de colores por escasos segundos
-. Siéntate conmigo, capitán
Fernando destapó la botella. Se quedó mirando a Raimundo… iba a hacerlo toda la noche… quería recordar la sombra de sus pestañas en las mejillas, el perfil de su pequeña nariz… los matices del color de su pelo bañado por el sol… el movimiento urgente de los dedos de su mano, estirada hacia él. Suspiró y bebió un largo trago de la botella.
Necesitaba valor… más del que había requerido nunca
Raimundo tocó a Fernando y lo urgió a sentarse a su lado. Bebían despacio de la botella… en el apuro por llegar nadie había recordado los vasos, ni tampoco importaban.
-. ¡Mira, Fernando!!!
Rai miraba asombrado la nube de colores revoloteando en el aire, como si no la hubieran visto anteriormente
-. ¿Por qué me estas mirando a mí? El espectáculo está allá – dijo Rai sonriendo coquetamente, señalando lo obvio
“Porque tú eres más hermoso que cualquier paisaje”
-. Estoy viendo tu cara de asombro – respondió afirmando la voz
-. ¡Claro! Como tú la has visto cientos de veces ya ni te llama la atención
“Podría mirar tu rostro y escuchar tu voz por el resto de mi vida y siempre, siempre, me fascinaría”
-. ¿Sabes que siempre me voy a acordar de cómo me enseñaste a tomar vino? – preguntó Rai con una encantadora sonrisa pícara en los labios
“Yo voy a acordarme siempre de todo lo que me entregaste y lo que aprendí contigo, mi soldado… ni siquiera tenía claro quién era hasta que apareciste tú…”
-. Necesitabas aprender a apreciar un buen vino
Rai le pasó la botella y el capitán bebió otro sorbo…
-. Y a ti te gusta enseñarme…
Había tanta confianza y entrega en la voz convencida de Raimundo… parecía tener la certeza de que tendrían todo el tiempo del mundo para aprender… Fernando no pudo más que respirar y apretarlo un poco más cerca. Ya no tenía tiempo de enseñarle… podrían pasar años antes de que tuviera, quizás, la posibilidad de volver a enseñarle algo a su soldado. Apuró el líquido por su garganta… empujando hacia atrás las emociones que se amontonaban en su laringe
Cuando el sol terminó su paso por la cascada, ninguno de los dos hizo intento de moverse… Fernando dejó que Rai apoyara la cabeza en su hombro y ambos miraron el paisaje que comenzaba a volverse sombrío… el sol se despedía… odiaba pensar en despedidas
-. Fernando… estas extraño… ¿Ya me puedes decir qué es lo que pasa? ¿en serio es algo que celebrar?
-. Por supuesto – ahora sí fue Fernando quien pasó el brazo por detrás de Rai y lo atrajo. -. A ver… ¿Recuerdas cuando estuvimos aquí y me hablaste de tus miedos?
Acompañó la pregunta con un beso suave y marcado en la sien de Raimundo… un beso lento y alargado, cargado de ternura
-. Si…
-. Dijiste que tenías miedo al futuro… que no sabías que iba a pasar contigo cuando terminaras el servicio…
-. Aún no sé qué voy a hacer. Quizás vuelva a estudiar… necesito aprender algo… no sé si puedo hacer dos cosas al mismo tiempo, estudiar y trabajar porque tampoco sé en qué podría trabajar – la mirada de Raimundo sobre él transmitía genuina preocupación y un leve toque de desesperación.
El capitán estaba atento a cada palabra
-. Ahora me doy cuenta que pude haber seguido estudiando… – Raimundo se encogió de hombros y sonrió con tristeza – tenía todas las ventajas del mundo en mis manos… mi papá me habría pagado cualquier carrera con tal de verme convertido en un profesional y que dejara de hacer tonteras…
Fernando estaba esperando… esperando con ansias
-. Tal vez si fue un poco mimado y malcriado – sonrió Raimundo aceptando por fin su innegable pasado-. Mi mamá es demasiado protectora conmigo. Me tapaba todas las tonteras y yo le mentía que era un gusto… no fui un buen hijo con ella ni un buen hermano con Abi. Cuando vuelva me gustaría cambiar mi relación con ellas. Me gustaría arreglar varias cosas en mi vida y decidir qué haré en el futuro
Nada… más bien todo lo contrario de lo que Fernando esperaba. Quería una frase, una razón, un motivo, aunque fuera pequeño, para creer que Raimundo no debería irse… sin embargo…
-. ¿Sabes?… mi hermana es un ángel conmigo… es quien mejor me conoce y no quiero quedarme fuera de su vida…
-. ¿Tu hermana te conoce mejor que yo? – preguntó un celoso capitán, olvidando por un segundo el motivo principal del a conversación
“Yo sé cómo eres por dentro y por fuera… y eres precioso “
Raimundo estalló en risas
-. No, Capitán – lo acarició y besó antes de continuar – Tu eres el único que me conoce de verdad. Pero ella es mi hermana y la quiero mucho. Algún día te la voy a presentar y te va a caer muy bien.
Sueños… ¿Conocer a la familia de Raimundo algún día? ¿a esa hermana que estaba seguro querría mucho solo porque ella quería a Raimundo?… sueños que serían esperanzas frustradas… deseos inconquistables…
-. Lo que sí tengo claro es que no voy a aceptar nada de mi padre. No después de lo que me hizo. Ya no quiero tener nada que ver con él… así es que… no sé… no creo que vaya a ser muy fácil… ya vez que no se hacer muchas cosas. Soy prácticamente un completo inútil… – declaró Raimundo con la cabeza baja y la sonrisa triste
Ahora… había llegado el momento. Tenía que decirlo ahora porque ya no había más tiempo
-. Estas equivocado, Raimundo – formuló Fernando con voz alta y firme. Por alguna extraña necesidad se puso de pie. Para decir y hacer lo que tenía que hacer, necesitaba distancia… un par de pasos lejos de su soldado
-. ¿En qué, de todo lo que dije, estoy equivocado?
Su mirada inocente era un tesoro… se demoró en responder… quería ver sus ojos limpios un ratito más
-. ¿Qué dirías si te digo que el problema de tu futuro se ha resuelto?
Fernando sonrió elevando la comisura de los labios… de cerca, muy en detalle, su sonrisa parecía una extraña mueca… pero a simple vista, se veía alegre.
-. ¿Resuelto, cómo? – preguntó Raimundo sorprendido, también poniéndose de pie
-. ¿Qué te parecería si te ofrecieran un trabajo como instructor de Parkour?
La expresión de asombro seguida por otra de júbilo de Raimundo terminó por destruir cualquier estúpida esperanza que Fernando guardaba… Estaba claro que la idea le encantaba sin necesidad de que dijera una palabra. Su rostro se había iluminado…
-. ¿Qué estás diciendo?… ¿es en serio? Pero… ¿Cómo?… dime… ¡aaahhhh! dimeeee
Raimundo no hablaba… gritaba y saltaba… parecía un niño pequeño frente a una sorpresa increíble… estaba contento… entusiasmado… ¿por qué iba a ser de otra manera cuando le estaba ofreciendo la mejor oportunidad de su vida?
-. Por favor, ya dime
Le rogaba tomándolo de la camisa y acercando su rostro a él. Fernando podía sentir su energía, oler su aroma… tan delicioso… tan único… ¡demonios! Fuerza… valentía… coraje. Suspiró y volvió a sonreír
-. El general vino a verte. Quedó impresionado del relato de tus habilidades en el parkour que hicieron los auditores. Era tanta la maravilla que le contaron que quiso verlo en persona
-. OOhhh…
-. Ahora desea incluir el parkour como parte de la disciplina de algunos oficiales especializados… un grupo especial y te ha elegido a ti para ser instructor
Raimundo lo miraba sin caber en su asombro.
-. Entonces… ¿fue por eso lo de los banderines?… ¿y las preguntas que me hizo? …. ooohh… ¿en serio vino a verme a mí?
Era un atado de nervios y alegría… preguntaba y volvía a preguntar, demasiado sorprendido como para creer que tanta maravilla fuera verdad… caminaba alrededor de Fernando y gesticulaba… estaba impresionado y feliz
-. ¡Claro que vino a verte a ti! Y ya vez lo bien que lo hiciste. Le causaste muy buena impresión
“Si tan solo no hubieras traído ningún banderín, mi soldado… si hubieras fallado en el ejercicio…”
-. ¿Y…? ¿Qué te dijo? – lo apremiaba… ansioso, exaltado…
-. El general me comunicó oficialmente que quiere que tú seas el instructor de un grupo de oficiales que…
-. AAAAAAAHHHHHH….
Raimundo no esperó a que Fernando terminara de hablar… estaba exultante… gritaba y giraba como loco… de puro gusto y para calmar su emoción, saltó hacia los árboles vecinos. En segundos rodeo al capitán deslizándose por las ramas… un ángel volando en el aire… un ángel extremadamente alegre con la noticia que recibía. Cada peldaño de felicidad que Raimundo subía, era un peldaño más de oscura tristeza que descendía Fernando
-. ¿De verdad? ¿Cuándo empiezo? – preguntó aterrizando al lado de Fernando y saltando, sin poder contener la emoción – ¿Quién me va a ayudar? ¿O voy a hacerlo solo?
-. Tranquilo – lo calmó Fernando – no me has dejado explicarte los detalles
-. Si… está bien… si… dime todo… ¿cuántos son? ¿dijiste que son oficiales? ¿Puedo darles órdenes?
Comenzaban a caminar de vuelta hacia la cabaña. Fernando daba pasos tranquilos sin perder a Raimundo de vista… Rai, por el contrario, daba saltos, se adelantaba, retrocedía, lo tocaba… casi era posible escuchar el murmullo de su mente… tan feliz. En cambio, a él, le estaba costando continuar. Siendo honesto, nunca había esperado una reacción tan extrema de parte de Raimundo. Una parte de su ser se alegraba con él… la otra… estaba llorando en la oscuridad
-. Te voy a dar la información que tengo. El resto lo averiguarás después. Trabajaras como instructor hasta terminar el servicio…
-. ¡No! Pero … ¿Y luego? ¿Puedo seguir? ¿Depende de si lo hago bien? ¿Qué tengo que hacer?
-. ¡Raimundo!
¡Mierda! Conocía esa voz… se quedó inmóvil como piedra
-. Déjame terminar de explicarte y luego puede preguntar lo que sea
-. Si. Lo siento… es que… ¿Entrenaré oficiales? ¡Ay! ya me callo.
Se acercaban a las cabañas…
-. Como te decía – Fernando había adoptado la mejor voz que podía… algo grave, profunda y convincente – Sí. Entrenaras oficiales, pero no sé su grado y si, podrás darles órdenes, hasta cierto nivel. Cuando termines el servicio, se te hará un contrato para que puedas continuar como instructor. Se te pagará un sueldo razonable. El general no me dijo cuanto, pero supongo que no es fácil encontrar a alguien con tus habilidades así es que imagino que será bueno. Es un trabajo a largo plazo. Si lo haces bien, podrás ser instructor por muchos años.
-. Aaahhhh…
Exclamación mezcla de asombro, alegría y deslumbramiento. Parecía que no cabía en él tanta emoción… Rai se desbordaba… Fernando se hundía
-. Dispondrás de los elementos que necesites. Solo tendrás que pedirlos. Eso significa que tendrás que preparar tus clases y planificar lo que vayas a necesitar
-. ¿Y solo tengo que enseñar Parkour?
-. Si. Solo tienes que enseñar parkour
-. Yupiiiii… – Rai atravesó el cerco del campamento de un salto, rebotando en la madera… – es increíble… ¿te das cuenta? Mi papá se va a morir cuando le cuente. ¡Ja! Siempre dijo que no me serviría de nada andar saltando como conejo… ¡Toma, viejo! –grito Rai haciendo un gesto obsceno al aire
Fernando cruzó el cerco en silencio… suspiró profundamente antes de volver a ponerse en marcha. Ahora venía la parte más difícil… ¿podría hacerlo sin quebrarse?… Si. Tenía que poder. La felicidad de Raimundo exigía que lo hiciera…
-. Y esos oficiales… ¿los va a elegir el general?… ¿Crees que si le pido me dejará incluir a López?
-. No… Raimundo…
-. Espera… ¿Cuántos van a ser? No me has dicho… ¿Dónde van a dormir? ¿Construiremos otra cabaña para ellos? ¡Oh! El suboficial Sánchez va a necesitar ayuda si tienen que alimentar más gente…
Fernando pudo escuchar como por dentro suyo algo crujía… estaba seguro de que era un pedazo de su corazón agrietándose… dolía como si lo fuera.
-. No, Raimundo. El trabajo no es aquí.
Iba delante suyo hablando y moviéndose como loco… pero al escucharlo, detuvo todos sus movimientos y se giró como si estuviera en cámara lenta… No habló nada… no dijo nada… solo lo miraba como si estuviera tratando de entender algo imposible
-. El general te ha llamado a servir en la capital. Trabajarás en el Regimiento Mayor junto a su asistente, el mayor González.
El rostro de Raimundo perdió toda emoción de golpe… ni un signo visible de nada… solo silencio sepulcral
-. Él será tu nuevo oficial superior
Fernando se acercó un paso … las miradas cruzadas, entrelazadas…
-. ¿Tengo que irme de aquí? – preguntó con voz de pajarillo
Fernando sintió una fuerte punzada en el pecho. Dolía inhalar aire. Aguantó estoicamente.
-. El regimiento mayor es uno de los más grandes y mejor equipados del país
Raimundo seguía mirándolo sin reaccionar. Fernando quiso dar otro paso hacia él, pero sintió que su cuerpo no respondía… ¡Por dios! No ahora… ahora era cuando tenía que ser más fuerte que nunca
-. Todos los oficiales sueñas con servir en ese regimiento. Estarás en un lugar de elite.
-. ¿Quieres que me vaya?
Los ojos de cielo de Raimundo eran una oda al dolor… su rostro estaba descompuesto mientras preguntaba… las ilusiones que tenía solo segundos antes le habían estallado en pleno rostro
“No… Yo no quiero que te vayas a ninguna parte. Quiero que te quedes conmigo… te amo, Raimundo Lariarte… no sé cómo pasó… solo sé lo que siento… no quiero perderte”
¡Dios! iba a quebrarse… no podía con ello…
-. Es un honor que te hayan elegido – logró articular Fernando, recomponiéndose, al dejar de mirar los ojos que amaba
-. Si… pero… ¿tengo que irme?
-. El trabajo no va a venir a ti. Es en la capital.
Raimundo lo miraba fijamente. Fernando sabía tan bien cómo se estaba sintiendo… temió que sus propios ojos lo traicionaran y se llenaran de lágrimas. Avanzó un par de pasos y pasó por el lado de Raimundo… no había una célula de su cuerpo que no estuviera sufriendo. Deseo estirar sus brazos y esconderlo, abrazarlo, refugiarlo y no permitir que nada ni nadie lo apartara jamás de su lado. ¡ERA SUYO!!! … Dios… por eso mismo tenía que protegerlo, cuidarlo y animarlo a salir adelante y vencer sus miedos. No tenía derecho a entristecerlo más de lo que ya estaba… pero cómo quería consolarlo… decirle que lo amaba, que era el único en su vida, que nunca encontraría a nadie como él y que tuviera paciencia… tres años pasarían de prisa… ¡Dios!! Tres años a los diecinueve eran toda una vida… ¿tenía siquiera derecho a pedirle que esperara por él tanto tiempo? Su soldado volvería a animarse cuando estuviera en la capital… Raimundo lo superaría mejor que él…
El fuerte ruido del vidrio quebrándose contra las piedras hizo que Fernando saltara y se girara bruscamente. Raimundo parecía una fiera… los ojos inyectados de lágrimas y la pose de completa agresividad. Había arrojado los restos de la botella contra el suelo y se había hecho añicos
-. ¿Y nosotros?!!! – gritó a viva voz – ¿Qué pasa con nosotros, capitán?
Jadeo… Fernando jadeó y se tambaleo. Su decisión pendiendo de un hilo frágil que ya no daba más… Tuvo que adoptar una postura firme para darse estabilidad y poder hablar
-. Nosotros… estaremos bien. Te llamaré cada vez que baje al pueblo y tú me contaras sobre tu nueva vida en la capital.
Fue tanta la impresión de Raimundo al escucharlo que sus ojos se secaron y su rostro se desfiguró… incredulidad… desilusión…
-. ¿Me vas a llamar?!!! – repitió atontado… sin poder creer lo que escuchaba
-. Raimundo. Tenemos que actuar como adultos. Esta es una oportunidad que no puedes dejar pasar. Volver a la capital y ser instructor para el ejército es lo mejor que puede sucederte. El general te está haciendo una propuesta única que no puedes rechazar.
-. ¿Y a ti no te importa?
-. ¡Claro que me importa! Por eso mismo es que considero que debes aceptarla de buena gana. Después de todo no existe la posibilidad de que te niegues a lo que el general desea. Estas cumpliendo el servicio militar. Tienes que ir donde te destinen
-. Si… pero quiero saber que dices tú sobre esto… ¿Te da lo mismo que me vaya?
-. Es que… tienes que cumplir con el deber… no tienes opción de…
-. ¡Dime si te importa, maldita sea!!! – No lo dejó terminar… le gritó la pregunta, lleno de angustia
Fernando sintió que el hilo se rompía… No… no podía ya más… ver el rostro desconsolado de Raimundo le estaba partiendo el alma. Su pobre soldado… su precioso amor estaba sufriendo tanto como él. Necesitaba tocarlo… Se acercó lentamente, con cuidado. Rai estaba herido y podía reaccionar muy mal
-. No me gusta que te tengas que ir – dijo eligiendo sus palabras con sumo cuidado
Por fin extendió sus brazos y cobijó a Raimundo entre ellos. Lo apretó… más y más y más… deseó poder fundirse con él y volverse uno solo… donde fuera uno estaría el otro… juntos… lo que fuera y donde fuera, pero juntos…
-. ¿Y que hay con lo que yo quiero? ¿Por qué nadie me preguntó si deseo ser instructor lejos de aquí?
“porque no se le pregunta a un soldado… se le ordena…”
-. Es lo mejor para ti ¿No lo entiendes?
-. ¡No! ¡No lo entiendo!! – gritó Rai
-. ¡Estabas feliz hace un minuto atrás!
-. ¡Porque no me habías dicho que tenía que volver a la capital!!!
De pronto, la actitud de Raimundo cambió, dejó atrás la rabia y el enojo y se abrazó a Fernando
– Por favor, capitán. Has algo. No quiero ir. No me dejes… Fernando. No quiero ir.
Asustados… abrazados y tan unidos… vertiéndose los sentimientos el uno en el otro… en perfecto y harmónico silencio, interrumpido por algunas lágrimas insolentes que se negaban a contenerse… No importaba cuál de los dos se buscó la boca primero. El hecho es que ambos estaban esperándose y deseándose con verdadera desesperación… el miedo atizaba el hambre del uno por el otro… Choque descontrolado de labios, lengua, saliva… manos moviéndose inquietas tratando de quitarse la ropa a medida que los pies continuaban el camino a ciegas para llegar a la cabaña. Entraron semi desnudos al cuarto que los había refugiado la vez anterior. No podían parar de tocarse, besarse, buscarse la piel, morderse y lamerse. Ninguno notó el frío… estaban ardiendo de sentimientos
-. Raimundo… Raimundo…
-. No quiero irme – suplicó con lágrimas chorreando a raudales por sus mejillas – no puedo dejar este lugar… ni a ti… yo… no quiero
-. Raimundo… no me pidas lo imposible – respondió Fernando con los ojos rojos y las lágrimas colgando de sus pestañas
-. No me dejes ir, capitán…
Lo calló con otro beso… posesivo, impaciente… desconsolado
Desnudos en el cuarto… inquietos y agobiados ante la idea de la separación se buscaban ansiosos. Raimundo se abrazó a su cuello. Lo rodeó con las piernas y lo empujó sobre la cama. Cayeron juntos… rodaron… besos con sabor a lágrimas saladas y tristes
-. Dijiste que era tuyo…me hiciste repetirlo mil veces
¡Oh Dios!… como podía doler tanto…
-. Siempre vas a serlo – respondió el capitán ya sin poder contener el llanto
-. No me dejes marchar – volvió a pedir Raimundo con el rostro anegado mientras se acomodaba sobre Fernando
“Es lo mejor para ti… no puedo retenerte. Es una orden superior”
Fernando no respondió. Empapó su mano en su saliva y humedeció el precioso lugar en el cuerpo de Rai, donde había conocido el paraíso…
-. No llores, mi soldado – pidió mientras comenzaba a penetrarlo
-. No me quiero ir… yo quiero ser instructor aquí. Fernando, no quiero
-. Raimundo… mírame… ¡Raimundo!
Terminó de entrar profundamente en él, con sus labios pegados a los de Rai. No quería escucharlo… ¿Qué podía hacer él para evitar que se fuera? ¿Cómo desobedecer la orden de un general? ¿Era esta la última vez juntos?… el pensamiento tuvo la capacidad de asustar tanto al capitán que lo obligó a concentrarse en lo que hacía.
-. Raimundo… ya no llores. Por favor. Cálmate – le hablo con voz tranquila
Raimundo respondió con un gemido… quizás de pasión, quizás de dolor físico o del alma…
-. No quiero pensar que hicimos el amor mientras estabas llorando – lo abrazó con ternura… pasión… delicadeza… todos los sentimientos posibles de sentir en ese momento, mezclados en un coctel revolucionario
-. Pero… capitán… yo no…
-. Di mi nombre – ordenó
-. Fernando…- respondió obedeciendo con tristeza, moviéndose al ritmo que él marcaba, sintiéndolo profundamente enclavado en él
-. Eso es… repítelo… solo di mi nombre
Fernando nunca había escuchado todas las tonalidades de sentimientos que podían caber en una sola palabra
Fernando triste
Fernando en lágrimas
Fernando apasionado
Fernando quebrado en pedacitos
Fernando a punto de llegar al clímax
Fernando estallando en el gozo del orgasmo
Fernando llorando desconsoladamente
.
Permanecieron abrazados… sin despegarse ni un centímetro el uno del otro… besos… caricias… lamidas… Fernando quería guardar en su lengua su sabor, en sus dedos la textura sedosa de su piel, en su nariz el olor de Rai… y en el cuerpo, creía poder escuchar los lamentos de su propio dolor
Raimundo se abrazaba a él aferrándose a la tonta ilusión de que algo pasaría que evitaría que se marchara. Fernando no lo iba a dejar irse. Estaba seguro… no lo haría. No quería ser instructor de nada si significaba partir a la capital y dejarlo… ¿Estaba loco acaso? ¿No comprendía lo inmenso que sentía por él? ¿Fernando pensaba que podría vivir sin él? Que absurdo… que estúpido… ¿Cómo? Se agarró más a él, abrazando su piel desnuda como si se sujetara a la única esperanza posible… escalando en su miedo y en sus deseos… no lo dejaría partir.
-. No quiero irme, Fernando – sollozó muy bajito, por última vez
-. Sshhhh
Fernando puso sus dedos sobre la boca de Raimundo y comenzó una serie de largas caricias calmantes en su espalda… su torso… su delicado rostro…
En una semana, Raimundo volvería a estar tranquilo…
En un mes le volvería el entusiasmo…
En tres meses sería el mejor instructor de aquel maldito regimiento
¿Él?… Lo llamaría todos los días, aunque tuviera que manejar una hora ida y vuelta al pueblo…
Aprendería a vivir extrañándolo hasta que volvieran a encontrarse.
Tres años…
Lo cubrió de besos hasta que Raimundo se calmó y cerró los ojos acurrucado a su lado…
Solo entonces, Fernando suspiró y, controlándose en lo posible, dio rienda suelta a los sentimientos que había estado aguantando…
Fernando lloró en silencio sosteniendo el cuerpo dormido de Raimundo sobre el suyo… acariciándolo sin despertarlo… queriendo gritarle que lo amaba… que no quería dejarlo ir… que estaba muriendo de pena…
.
Precioso el capítulo ❤️ Pero qué penita me están dando! 😭😭😭
Ay Rous… está un poco triste la cosa por allá en el extremo sur. No podía ser todo tan simple y fácil para ellos; la vida les puso trampas y vallas que tendrán que aprender a superar… o no. Pero ¿cómo podría ser una buena historia sin una gran cuota de drama????
Gracias!!! Saludos!!!