Capítulo Cuarenta y Dos

El dormitorio de Nano era de un gusto exquisito, diferente al resto de la casa que guardaba aires señoriales, con muebles antiguos mezclados con la tradición local: el cuarto al que arrastró a Raimundo era muy luminoso y alegre; tenía paredes de madera nativa apenas barnizadas con una capa protectora que dejaba ver las preciosas vetas de la madera; en el techo, grandes vigas de madera oscura atravesaban el cuarto de lado a lado y en una de ellas colgaba una hermosa lámpara, mezcla de fierro y rafia, una cama doble con un gran plumón blanco y muchos cojines de lana de oveja… La decoración invitaba a quedarse allí y acomodarse en el delicado confort.  Lo único que desentonaba con el ambiente del dormitorio era la actitud de urgencia y enojo que despedía Nano, brazos en jarra, esperando a que Raimundo respondiera su pregunta

-. ¿Quieres explicarme de que se trata el numerito de celos que montaste en casa de esa tonta?

Rai dudó… como siempre le pasaba con Nano. No sabía si podía hablar… es decir, con Nano ¡claro que sí!!!… pero como él nunca había hablado estos temas con nadie…

-. Esa mujer es una tonta – dijo tanteando el terreno, caminando hacia la ventana

-. Raimundo… no fue eso lo que te pregunté

Rai se volvió a mirarlo… Nano solo parecía frágil o delicado. Ciertamente la forma en que lo miraba no tenía nada de debilidad… Nuevamente las dudas… ¿Qué podía decirle?… ¿Cómo le contaba si su secreto involucraba a Fernando?

-. No me atrevo a preguntarte lo que estoy pensando – informó Nano

-. No sé lo que estás pensando – respondió Rai encogiéndose de hombros… Pero Nano se le acercó rápido y lo tomó de un hombro

-. Tú me dijiste que había conocido a un chico – dijo escudriñando sus ojos, como si allí pudiera encontrar la verdad – ¡un chico! – repitió alzando las cejas, para dejarlo muy claro

Uno… dos… tres segundos… ¿Cuántos segundos tenía para decidir que hablar? ¿Cuánto más podía aguantar los secretos y las penas que lo estaban carcomiendo por dentro? Si no era Nano, ¿Con quién más podía hablar?

-. No es un chico. Es un hombre… adulto…

El rostro estático de nano solo se movió para abrir más los ojos y agregar una pregunta

-. ¿Uniformado?

Raimundo contuvo la respiración… apenas hizo un gesto con la cabeza… solo a movió ligeramente para afirmar

-. ¡Ay No! ¡Por la grandísima mierda! – Nano lo soltó y se movió por el cuarto, incrédulo, asombrado – Dime que no es el capitán de Cecilia… por favor, dime que no es el novio de esa mujer

Y dale con que era el novio…

-. No es su novio. Nunca le ha pedido matrimonio – afirmó Raimundo con seguridad dejando, de paso, clarísimo que sí era la misma persona

-. ¿Qué?!!

-. Todo es un invento de esa mujer. Fernando no tiene ninguna intención de casarse con ella

-. Supongo que Fernando es el nombre de tu capitán… hombre adulto y uniformado…

Rai asintió. Nano lo miró de una manera que no le gustó nada… disgusto, lástima… tristeza…

-. Raimundo… – susurró intentando mantener la calma y dejándose caer en el sillón… sujetándose la cabeza con ambas manos – ¿Qué has hecho, niño precioso? ¿Cómo pudiste enredarte con otro uniformado? – Nano seguía con el tono de lamento y lástima

-. Fernando y yo no estamos “enredados”. Tenemos una relación – respondió con orgullo el mocoso rebelde haciendo uso de la palabra que el capitán había usado para definir su relación

-. ¿Qué dice, Raimundo? – se paró de un movimiento brusco para enfrentarlo – ¿Qué relación crees que puedes tener con tu capitán?!!

Raimundo se desconcertó. No fue solo la brusquedad de la pregunta… fue, más bien, que no tenía una respuesta que dar

-. Fernando y yo estamos juntos desde hace meses

Cada nueva revelación de Rai provocaba nuevos gestos de confusión y desasosiego en Nano

-. ¿No escuchaste lo que te dije la vez anterior? Los uniformados del mismo sexo no tienen “relaciones de amor” ¡No las tienen!!!

Nunca había pensado cómo se vería Nano enojado porque siempre parecía tan amistoso y alegre; lucía francamente peligroso

-. ¡Pues yo si la tengo!!! – respondió con la misma brusquedad

Pasaron varios segundos en silencio hasta que se calmaron.

-. Esto no está bien y tú lo sabes, niño lindo – Nano volvía a sonar cercano

-. No. No sé nada ni me importa – Raimundo se estaba escudando tras el chico rebelde y obstinado – Lo que nos pase a mí y a él es solo cosa nuestra. A nadie más le importa

Se arrepentía de haber abierto la boca. ¿Para qué le había contado a Nano? Si hubiera sabido cómo iba a reaccionar se hubiera quedado callado.

-. Rai… No es tan simple – respondió Nano en un suspiro – ven. Siéntate aquí. Hablemos con calma

Ya no quería hablar, pero su amigo estaba decidido a hacerlo

-. ¿Estás enamorado?

-. Fernando es lo más grande que me ha pasado en la vida. Tú no sabes cómo es él. Es un hombre maravilloso. Con él todo es distinto. Yo soy otra persona. Me hace feliz… me siento seguro y tranquilo por primera vez en la vida

¡Dios! Que agradable era poder decirlo… sus propias palabras sonaban como un bálsamo tranquilizador. Quería seguir contándole todo lo que el capitán le había hecho sentir y conocer…

-. Ya veo… Estás enamorado

¿Por qué lo decía con esa cara de lástima? Odiaba que sintieran pena por él…

-. ¿Y él? Tu capitán, ¿Te ha dicho que te quiere?

¿Qué importancia tenía eso? Fernando se lo había demostrado de muchas maneras… no se lo había dicho; no con palabras exactas, pero… pero… él sabía que el capitán sentía lo mismo que él cuando estaban juntos. No podían ser mentira las emociones que había percibido. Fernando si sentía algo, aunque no lo expresara.

-. No. No me lo ha dicho, pero yo sé que siente algo por mi

Nano se veía realmente alterado. Se tomó unos minutos antes de hablar. Parecía estar eligiendo sus palabras cuidadosamente. Cuando habló lo hizo de manera calmada y llena de sentimientos

-. Rai, no nos conocemos tanto como quisiera, pero si sabes que te tengo mucho cariño y una deuda enorme de gratitud. Las palabras me salen del corazón porque quiero ayudarte y evitarte problemas… problemas grandes

-. ¿De qué hablas?

-. De lo mismo que ya te dije pero que tú no escuchaste. Esta relación que tienen no es buena ni para ti ni para él. Si continúan, te vas a meter en problemas y le va a costar la carrera a tu capitán

No quería escucharlo. Cuando Nano hablaba con calma y ternura, sus palabras sonaban peor que si se las gritara

-. Pero nadie lo sabe – mintió Raimundo. López ya lo sabía.

-. ¿Y así es como quieres vivir tu amor con él?

El rostro de Raimundo se volvió de piedra…

-. ¿Es esto lo que quieres para tu vida?

Daba lo mismo, ¿no? Estaban juntos y era lo único que importaba, aunque fuera a escondidas de todos

-. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de que la gente comience a darse cuenta?

Ya era tarde… alguien más lo sabía. Serían más cuidadosos en el futuro. No dejaría que nadie más los viera

-. Mi papá me ha dicho que el capitán es un hombre de carrera que pinta para general. Dice que es un oficial de excelencia que puede llegar muy lejos. ¿Crees que va a dejar todo por ti? ¿Cómo te sentirías tú si lo hiciera?

Pero… ¿Qué preguntas más tontas estaba haciendo Nano? Nadie iba a dejar nada. Fernando se moriría sin su uniforme… él nunca lo privaría de ser oficial porque él amaba su carrera. Fernando le había enseñado a extender sus propias alas. Él no se las cortaría… jamás. Quería que Fernando volara muy alto y llegara a ser el mejor

-. Yo nunca le pediría que deje su carrera por mi

Nano no lo dijo, pero su expresión fue “Ahí está tu repuesta”

-. ¿Qué pensaste que iba a pasar entre ustedes, niño lindo?

Rai estaba confundido… ¿Qué esperaba que pasara?… mierda… si no estuviera este “problemita” impuesto por el general… ¿Qué creía que sería de ellos dos?

“Pensé que teníamos tiempo… que nos enamoraríamos tanto que podríamos seguir así por mucho tiempo… y después… No. Nunca pensé en el después…”

-. Yo creí que…

¡Ah! ¡Maldición!  Odiaba que las lágrimas acudieran a sus ojos a cada rato en los últimos días

-. ¿Qué creíste? – lo apremió…

Rai lo miró con expresión de vacío…

No. Ya no sabía que esperar…

Nano lo abrazó… Fue peor. Mas lágrimas

-. Raimundo, discúlpame si soy cruel, pero esta relación no tiene ningún futuro. El capitán no puede estar contigo si quiere continuar y ascender en su carrera

Mierda… eso era verdad… pero…

-. Y si llega a dejar su uniforme por ti…

-. No. No quiero que lo haga

¿Fernando de civil? ¿Buscando que hacer con su vida porque ya no puede ser parte del ejército? ¿Cuánto pasaría antes de que empezara a odiarlo y culparlo?

Miró a Nano con desesperación. Él le devolvió la mirada con cariño y compasión.

¡No!

Tenía que haber alguna manera…

¡TENIA QUE HABERLA!!!

Él no sabía cómo vivir ahora sin Fernando

-. ¿Te ha contado mi papá cómo fue que perdió su dinero?

Rai movió la cabeza negando… no se sentía capaz de hablar

-. Fue hace años atrás. Yo estaba todavía en el colegio. Me enamoré de mi mejor amigo. Qué cosa tan corriente ¿no? Teníamos quince años y yo babeaba por él desde los doce. Él no tenía idea de lo que yo sentía. Eran tantas mis ganas de que me quisiera que comencé a malinterpretar sus gestos y acciones.

Nano se expresaba con calma y mucha pena. No le resultaba fácil contar la historia

-. ¡Tú ya sabes cómo es a los quince!  Quise creer que me correspondía… era tan bobo… inocente y estúpido

No solo él lloraba… los ojos de nano, lentamente se inundaban también

-. Una noche… la peor noche de mi vida, se lo dije. Él no me escuchó… no entendió. Se acercó a mí y yo … yo creí que… se acercaba porque…

Nano se secó las lágrimas con un gesto de rabia.

-. Lo besé y lo abracé. Estaba tan feliz que le lancé encima todo lo que sentía…  lo saturé de mis emociones y sentimientos… nunca voy a olvidar su cara de horror.

Suspiros dolorosos

-. Al día siguiente, todo el pueblo escuchó como yo había tratado de abusar de él

-. ¡ Ay no…!

-. ¡Ay, sí! Su familia era importante en la ciudad. Todavía lo son. Le cerraron todas las puertas a mi papá. Le cortaron los contratos y, uno a uno, fue perdiendo a los amigos que tenía.

¡Dios!… la historia que escuchaba se parecía a lo que él imaginaba en sus peores pesadillas…

-. Mi papá me defendió, sabes… Creo que era quien estaba más afectado… más que yo, incluso. Pero dio la cara y se enfrentó a todos.

-. Tu papá es un gran hombre

-. Sí que lo es…  Él y mi mamá nunca me culparon, pero… pero yo sé que fue mi culpa

-. No lo fue, Nano

-. No digas tonteras, Raimundo. Fui la comidilla del pueblo por muchos años… todavía hablan de mi como el marica… el afeminado… el pervertido. Toda mi familia sufrió por mi culpa. Fui yo el que causó los problemas que le costaron la empresa a mi papá… yo… solo yo.

Nano tuvo que parar para tomar aire antes de continuar…

-. Estuve escondido por años… los años negros de la familia. Tuvimos problemas serios de dinero.

-. Nano… lo siento

Raimundo, por regla general, no era una persona de piel, pero en ese momento le nació del alma abrazar a Nano y hacerle sentir lo valiente que había sido

-. Me costó mucho volver a levantar la cabeza y sonreír

Después de esto, a Rai comprendió que Nano era un hombre fuerte que se escudaba tras una aparente delicadeza. No había en él una gota de debilidad. Se requería agallas para volver a caminar con la cabeza en alto entre las mismas personas que les habían hecho tanto daño

-. ¿Sabes por qué te lo cuento? – preguntó secándose los ojos con un pañuelo

Rai cerró los suyos…

Sí sabía…   Entendía lo que Nano estaba tratando de decirle.

-. No quieras cargar con la culpa de destruirle la vida a alguien.

La habitación quedó en silencio. Solo se escuchaban los suspiros de uno o el otro…

-. Tengo órdenes de volver a la capital – dijo Raimundo sumido en la tristeza… La tristeza más profunda que pudiera sentir… Estaba comenzando a darse cuenta de todas las cosas que no se había preguntado antes… Fernando y él… había tantas respuestas que no existían… vacíos que no sabía cómo llenar… un futuro tan incierto como el fondo del mar…

-. ¿Vas a irte? – preguntó Nano medio triste… medio sorprendido

-. No quiero…

Pero su voz ya no sonaba tan convencida como antes…

.

La cena comenzaba a las 7 en punto. Tenía que presentarse en el regimiento al menos treinta minutos antes. Nano se ofreció a llevarlo y tuvo que aceptar. Raimundo habría preferido caminar… despejar su cabeza de lo que había vivido en pocas horas, pero no quería arriesgarse a manchar el uniforme limpio o atrasarse en el camino. Sentía su mente atiborrada de preguntas sin respuesta y miedo… mucho miedo.

El vehículo de Nano se detuvo frente a la puerta del regimiento.

-. No te vayas a ir sin vernos antes, niño lindo. No te lo perdonaría – dijo apretando la mano de Raimundo, con cariño. Ambos sentían que, luego de la conversación de la tarde, estaban muy unidos.

-. No. No podría

Se bajó rápido del auto antes de volver a emocionarse. Durante el corto trecho hasta la entrada, Raimundo respiró profundo y trató de llenarse del valor que necesitaba para enfrentar la cena con el general, Fernando y todos los personajes que lo mirarían de manera extraña por ser un simple soldado. No lo logró. No se sentía ni fuerte ni preparado. Los planes locos que había pensado para frustrar su viaje se habían desmoronado durante la tarde. No podía ser la causa de una nueva mancha en la historia del capitán. Si. Otra más. Porque también era culpa suya que la hoja de vida de Fernando se manchara… y que él hubiera robado de noche como un vulgar ladrón para construirle un cuarto… Era su culpa que Fernando estuviera en problemas… lo había hecho cambiar… perder el control…

-. Buenas noches, soldado

-. Buenas noches, Comandante.

Estaba en la puerta del comedor donde tendría lugar la cena. No podía dejar de pensar. Tenía que calmarse. Necesitaba valor para poder compartir con las veinte o treinta personas que estaban dentro del comedor y las que seguían ingresando detrás de él. A simple vista era una sala grande sin ningún brillo más que una gran chimenea al centro. En un costado del salón, donde estaba la gente ahora, se servía un cocktail y en el otro lado, había varias mesas redondas preparadas para la cena. Avanzó como un robot mirando los rostros desconocidos. Después de todo, la formación militar era eficiente, pensó Raimundo. Saludó a cada uno de los oficiales y sus esposas como correspondía que lo hiciera. De manera ordenada y apropiada. Agradecía su educación y lo que le habían enseñado en el ejército. Era bueno que su cuerpo respondiera de manera automática y supiera que hacer… su mente no tenía idea de nada… era un pozo oscuro… había desaparecido la luz. Aceptó una copa larga de champagne. Miró al chico que las ofrecía en una bandeja… hasta hace unas semanas atrás, él podía haber sido ese chico de la cocina…  levantó la copa y dejó que el líquido se llevara hacia dentro la pena que subía por su garganta

-. ¿Qué tal, instructor Lariarte?

Moreira se acercó a él con una copa igual en la mano y una sonrisa diferente. Ya se había repuesto de la sorpresa

-. Buenas noches, teniente – saludo Raimundo de manera formal

-. Me arrepiento de no haberle puesto más atención a lo que haces. Tal vez podrías habernos enseñado a todos eso de deslizarse… – comentó Moreira – No se me ocurrió que podía ser importante

Aaahh… habría sido genial… tal vez así no tendría que pensar en irse ahora…

Apuró de nuevo el líquido por la garganta. Estaban porfiadas las tristezas y las lágrimas. Subían y brotaban en cualquier momento

-. A mí tampoco se me ocurrió – respondió Raimundo mirando alrededor… buscando.  Habían más de veinte uniformes iguales… pero su mirada se detuvo justo en la única silueta que conocía con el corazón. Unos metros más allá, Fernando estaba de espaldas a él conversando con otros oficiales

-. ¡Vaya! ¿Y ese suspiro, Lariarte? ¿Alguna de las señoritas presentes?

¡Mierda!… ¿así de cuidadoso era como pensaba ser?  ¡Dios!… Nano tenía toda la razón… cualquier gesto iba a delatarlos…

-. Son muy bonitas, tenientes – respondió elevando la comisura de los labios en una sonrisa mueca

-. Lástima que ya te vas, Lariarte. Las mujeres de esta zona son muy atractivas.

Moreira daba por hecho que él se iba…. ¿Y por qué no iba a hacerlo? El capitán se lo había planteado como un hecho… el general le había dicho que tenía grandes planes… Nano pensaba que era una buena idea… Todos estaban de acuerdo con la idea, excepto él…

-. ¿Cuál es la que te hace suspirar, tanto? – preguntó Moreira riéndose abiertamente de él

Se libró de responder. En ese momento se produjo un sutil revoloteo en la entrada que indicaba la llegada del general. Todos los presentes en la sala centraron su atención en la puerta.  Rai notó como en el momento en que Fernando se giraba hacia la puerta, su mirada pasó y se detuvo en él. Lo saludo sin palabras… se comunicó con él a través del brillo en los ojos, de la sonrisa dulce… la expresión de gusto al verlo…

El general Carvajal entró a la sala acompañado del comandante, seguido por sus escoltas y por un grupo reducido de personas que lo acompañaban

-. Los comandos de general – murmuró Moreira señalándole a los hombres jóvenes, altos, sólidos y de aspecto feroz que acompañaban al general

Raimundo los miró fijamente … ¿En serio esperaban que él le enseñara a “esos” hombres? La perspectiva no parecía tentadora… es decir… esos tipos eran demasiado rudos. Sería complicado trabajar con ellos, especialmente para él que apenas soportaba los gritos… demonios… ¿Por qué el general había tenido que fijarse en él?

Dejó caer los hombros…

No quería pensar más por esa noche…

Tampoco quería estar donde estaba…

Prefería mil veces haberse quedado en el campamento con Fernando… o mejor aún, en la cabaña del primer campamento… los dos juntos. ¡Eso sí habría sido genial!

Los asistentes se movían lentamente por el salón para saludar al general.  Raimundo avanzó al lado de Moreira. No tenía a Fernando a la vista. Se le había perdido… hasta que sintió a alguien demasiado cerca de su espalda. Era él. Ni siquiera necesitaba darse vuelta para comprobarlo. El suave roce en su espalda le confirmó lo que ya había intuido.

-. Buenas noches, general – saludó Raimundo cuando fue su turno

-. Soldado, Lariarte. Tenemos que conversar más tarde.

-. Si, señor.

-. El martes debe tomar el avión. ¿Ya se comunicó con su familia?

-. No señor. Aún no.

-. Su padre. Buen hombre. Imagino que se alegrarán de tenerlo de vuelta en el hogar

¡Ja!… no iba a vivir con ellos… no quería irse… no sabía que hacer…”

Raimundo se movió hacia el lado para dejar que Fernando y quienes estuvieran detrás pudieran saludarlo también. Fue en ese exacto momento en que la vio entre la comitiva que había llegado con el general

Cecilia lo miraba fijamente con sus ojos de miel desabrida y su pelo color paja, arreglado en un peinado de peluquería. Se notaba que ella no se alegraba de verlo.

La mente de Raimundo estaba cansada… exhausta… no fue capaz de razonar. Vio como Cecilia súbitamente cambiaba de expresión y se volvía sonriente y animada. Caminaba hacia él… ¿Qué diablos? Pensó sintiéndose extraño… pero entonces ella pasó rauda por su lado, la sonrisa cada vez más ancha

-. Hola, querido mío

Sintió que estaba clavado al piso…

Quería darse vuelta y ver…  observar como la tonta descerebrada saludaba a Fernando… escuchó los besos que le dio a pocos centímetros de él… imaginó la boca de Cecilia tocando las mejillas de Fernando…

-. Hace muchos días que no vienes a verme. Ya te estaba extrañando

Esa era ella… diciéndoselo a él…

Necesitaba verlo

Se giró.

Ahí… justo a su lado, Cecilia se colgaba del brazo de Fernando y era toda sonrisa y amabilidad. Le hablaba y lo miraba sintiéndose la novia… la dueña del hombre que le había hecho repetir cien veces que él era de su propiedad…

No supo que expresión tenía su propio rostro… Pero debió ser algo llamativo porque Fernando lo estaba mirando y le rogaba con los ojos… ¿Qué le estaba diciendo?… ¿Le pedía disculpas? ¿Le suplicaba que se callara y no fuera a decir nada? ¿Tenía miedo de que él hablara?

-. ¿Algo que opinar ahora, Raimundo? – preguntó Cecilia pegada al capitán… sonriéndole despectiva… provocándolo con su actitud… desafiándolo a que se atreviera a repetir lo que había hecho en su casa horas atrás

-. ¿Por qué sabes su nombre? ¿Se conocen? – preguntó el capitán visiblemente alterado

-. Estuvo en mi casa en la tarde – respondió Cecilia dejando a Fernando más confuso

-. ¿Qué? ¿Por qué? – Fernando le preguntaba directamente a Raimundo… sin embargo era Cecilia la que seguía pegada a él, marcando su territorio. Raimundo no habría podido contestar, aunque una neurona de su cabeza hubiera pensado con lógica en ese momento…

-. ¡Nada importante, cariño! Fue con unas personas

Ahora, ella había dejado de mirarlo e intentaba tenazmente llevarse al capitán hacia otro lado… lejos de él… pero Fernando continuaba allí mismo… esperando a que Rai le respondiera

-. ¡Allí está Mónica! – dijo ella alegre – Ven, cariño. Vamos a saludarla. Mi hermana también te ha extrañado

Tiraba de él suavemente… lo tomaba de la mano y quería llevárselo… su mano pálida y delgada en la mano de Fernando…

La respiración de Raimundo era errática… el mundo que le había dado Fernando de seguridad y felicidad se resquebrajaba frente a sus ojos… sentía el dolor de la pérdida hiriéndolo por dentro… era casi como si en ese momento comenzara a desaparecer el Raimundo que había sido los últimos meses… ya no tenía razón para existir… se lo llevaban… lo desterraban… le quitaban a Fernando delante de sus narices… todo lo que había aprendido a amar le era arrebatado… lo destruían

-. Estuve en su casa – respondió el chico rebelde enrabiado, apareciendo al rescate – Acompañé a mis amigos a mostrarle a su novia el papel que desea para las tarjetas de su matrimonio con ella, capitán

Se estaba volviendo experto en la sonrisa mueca…

Vio como Cecilia se quedaba congelada…

No se quedó a ver el rostro de Fernando ni lo que pasaría con la bomba que había lanzado

Lentamente se dio vuelta y comenzó a alejarse

La gente había llenado el salón y Raimundo pasó, caminando con calma entre ellos, hasta llegar a la puerta. Necesitaba aire. Sentía que si no salía de allí en ese instante iba a pasar algo muy malo… seguramente iba a explotar en sollozos o se pondría a gritar o se subiría en la cabeza de paja de Cecilia y le apretaría el cuello hasta que se pusiera morada…

Afuera del comedor había soldados de guardia…

El aire frío tuvo la propiedad de enfriarle la cabeza y lograr calmarlo.

O se colgaría del cuello de Fernando y le rogaría que no lo dejara partir…

Caminó hacia el jardín que rodeaba el comedor… no podía quedarse en la puerta donde Fernando pudiera encontrarlo si lo buscaba…

Y claro… allí estaban las infaltables lágrimas de siempre…

Las dejó correr porque estaba suficientemente lejos como para poder llorar sin ser molestado…

Y necesitaba hacerlo antes de volver a cenar con todos ellos

Volver a la capital no era una opción sino una orden que iba a tener que cumplir…  Fernando se lo había dicho desde el primer momento y él se había negado a aceptarlo.

Iba a tener que dejarlo…

¡Conchesumadre!… Fernando se quedaría aquí, a casi tres mil kilómetros de distancia, con esa zorra sin cerebro y era muy posible que ella lo convenciera de casarse…  ¿Y por qué no?… ¿Qué le impedía a Fernando formar una familia con la sobrina del general, asegurar su carrera y convertirse en lo que siempre había soñado y deseado?

Él no era un obstáculo…

Él no era nada…

Él era el que se había equivocado al crearse locas expectativas… imposibles…

No iba a destruir a Fernando… jamás podría hacerle daño. Le debía tanto.

¡Dios! ¿Que había hecho?!!! Fernando debía estar furioso con él ahora…

¿Por que no podía pensar antes de hablar?

¿Cómo iba a volver a entrar a ese comedor y mirarlo a la cara?

Se deshacía en lágrimas y dolor… Todos tenían razón. Él no era más que un chiquillo malcriado y caprichoso…

Es que lo amaba con todo su ser y su alma…

Iba a morir de tristeza…

El error era suyo por haberse enamorado de alguien inalcanzable

Como siempre había hecho en su vida, se había equivocado una vez más…

Sentía algo irreparablemente roto dentro de él… lo habían quebrado… le ganaban la partida…

.

Un comentario sobre “Capítulo Cuarenta y Dos

  1. Está muy interesante!

    He flipado con la historia de Nano, pobre 🤦‍♀️ Qué mala puede llegar a ser la gente!

    Menudo zasca le ha pegado a Cecilia 😂 La putada es que el tío de Cecilia es el que va a ayudar a Fernándo con su hoja de vida y si deja ahora a Cecilia las cosas claras ….

    Pobre pareja! 🥺 Está claro que si fuera todo bien la historia se acabaría enseguida pero ains pobretes,

    Mil gracias por la historia 😘

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