Capítulo 8

CAPITULO 8

 

Leila estaba embriagada de felicidad luego de recibir el premio en el concurso y Carlitos adoraba ser parte del motivo que le causaba dicha felicidad. Eran pocos los momentos de alegría que ellos vivían desde que cambiaran sus vidas y enfermara su mamá. Hubo aplausos, felicitaciones y muchas fotos con fotografos locales y gente que se acercó a ellas y le pidió selfies, sobre todo a Carline

-. Eres muy linda

-. Te ves preciosa

-. Merecías ganar

– Tiene usted mucho talento – le decían a Leila

Sostenerse sobre los tacos era un martirio, sonreír a medio mundo y soportar los abrazos y besos era peor, pero Carlos no tuvo corazón para estropear el momento triunfal de Leila.  En alguna parte de su mente estaba Carline sonriendo encantada.

Cuando llegaron a casa era muy tarde. Su madre y la cuidadora dormían y ellos aún tenían trabajo por hacer. Leila abrió su maletín y comenzó a quitar el maquillaje de Carlos

-. Sin ti no lo habría logrado – Leila le agradecía a cada rato y le daba besos y abrazos – Vamos a repartir el premio mañana.

-. Leila, a propósito de mañana… ¿Crees que podrías convertirme en Carline por la tarde?

Ella detuvo sus movimientos

-. Si. Si puedo ¿Por qué?

-. Es que… Carline tiene una cita

No supieron si fue el bolso que estaba en su camino de retroceso o la impresión de lo dicho, pero Leila tropezó y cayó sentada al suelo

-. ¿Estás bien? – Carlitos corrió a ayudarla. Parecía que ella no se había dado cuenta del porrazo porque seguía mirándolo como quien ve a un fantasma

-. Espera ¿Cómo es que Carline tiene una cita?

Carlos no guardaba secretos con ella así es que le resumió de prisa lo que había pasado durante el receso del concurso

-. ¿Estás hablando del mismo Bruno que te ha acosado todos estos años? – Leila aún no lograba volver a ponerse de pie. Era mucho más interesante lo que Carlitos le contaba – ¿el que te golpea y te maltrata?

-. El mismo – respondió complacido haciendo que el asombro de Leila fuera en aumento.

Carlos tomó la mano que ella le extendió y la ayudo a pararse. Leila se sentó frente a él

-. ¿Sabes lo que estás haciendo? – inquirió preocupada

-. Yo no estoy haciendo nada. Es Carline – respondió él con una gran sonrisa maliciosa.

 

A las cuatro de la tarde Leila y Carline dejaron el Salón a cargo de las ayudantes para dirigirse a la tienda de modas de la señora Helena. Leila había llamado a la mujer para indicarle que Carline iría ahora a la final nacional del concurso y necesitaría un nuevo vestido. La señora Helena se mostró entusiasmada de conocer a la modelo cuyo rostro había aparecido hoy en primera plana en el periódico local.  Al parecer ganar un concurso regional representando al pueblo era noticia importante.

-. Bienvenida querida. Tenía ganas de conocerte

La señora Helena era conocida y respetada en el pueblo. Una mujer de unos 60 años, con clase y buen gusto. Una especie de autoridad de la moda en el poblado. Su tienda era la más cara y exclusiva y ella se codeaba con lo más selecto de la pequeña sociedad local.

-. Gracias. Es un placer – respondió Carline saludándola con besos en ambas mejillas. Nunca había entrado a la tienda en los años que llevaba en el pueblo. Solo había mirado desde fuera. Estar dentro y ser recibida por la propietaria era increíble.

-. Realmente eres bella – dijo la mujer examinándola sin ningún pudor de arriba abajo – ¿Crees que podrías modelar algunas de mis prendas para una sesión de fotografías?

Leila se adelantó a responder salvando a Carlitos que había quedado mudo

-. Yo creo que si – respondió absolutamente segura – Tenemos que ver cómo va su agenda para hacernos un tiempo ¿Cuántas horas de modelaje desea contratar?

Carlos las observó negociar su tiempo en silencio. Cuando escuchó las cifras que Leila planteaba creyó que la señora Helena las iba a echar a las dos de su tienda con un par de alaridos. Sin embargo, la mujer aceptó y sellaron el acuerdo con un amistoso apretón de manos

-. Mañana tendremos sesión de fotos entonces – dijo Helena dirigiéndose a Carline – mientras tanto elije lo que gustes para que lo lleves en el próximo concurso

-. El próximo es el nacional! – dijo Leila orgullosa

-. Así es, querida. Quiero que mis vestidos se luzcan muy bien en tu chica. Vamos… elije! Mi tienda está a tu disposición.

Leila se encargó de seleccionar dos vestidos elegantes y con brillo como requeriría un concurso nacional. Carlos vagó distraído entre las ropas simples de calle imaginando que sería apropiado vestir en una cita de media tarde con un chico. Un top corto de color crudo y pequeños detalles de cuero llamó su atención.

-. Ve a probártelo – dijo la señora Helena apareciendo de improviso – hace juego con estos pantalones.. si.. mira, este es pequeño y debe ser tu talla

Le entregó las prendas y le indico el probador.

Carlos siguió la dirección que la mujer mostraba.  En el camino notó que las vendedoras la miraban y cuchicheaban. Por primera vez sonrió conmovido y enderezó su postura; estaban hablando de ella y se admiraban al verla. Oh Dios!! ¿Así era como se sentía la fama? Era una sensación fascinante!!!  Se aseguró de cerrar bien la puerta del cubículo antes de enfundar su cuerpo en la hermosa tenida. El espejo la adoraba… su imagen hoy era fresca y radiante; leila se había ocupado de peinarlo y maquillarlo solo lo necesario, sin recargarlo como exigía el concurso y su aspecto en esa tenida era sensacional. Se quedó pegado mirándose la curva de las caderas y el culo, la estrecha cintura que se alcanzaba a ver si levantaba los brazos… el color del cuero en la ropa parecido a su pelo.

-. ¿Sabes lo que vas a hacerle a ese pobre idiota? – se preguntó al espejo con un brillo malvado en las pupilas. Comenzaba a amar a Carline y las posibilidades que le ofrecía

La señora Helena y las vendedoras quisieron tomarse fotos con ella; le agregaron un pequeño collar y delicados aros en sus orejas.

-. Acéptalo como parte del pago por la sesión de fotos – dijo Helena palmeando su mano cuando Carline preguntó por el valor – Nadie había lucido esta tenida tan bien como tú!

Pocos minutos antes de las seis, Carline estaba más que lista para encontrarse con Bruno. Maquillaje, ropa, accesorios perfume y lo más importante, una naciente confianza en sí misma respaldada por los halagos y mimos recibidos en la tienda. Comenzaba a creerse el cuento.  El reloj marcó las seis y Bruno cruzó la entrada mirando a todos lados, buscándola. Nuevamente hoy vestía más formal y se había preocupado de verse muy presentable. Carline lo esperaba; lo vio entrar pero desvió la mirada de prisa para ocultar el gesto de burla que le producía saber que se había preocupado de su aspecto para encontrarse con “ella”. Sonrió sintiéndose triunfadora. Ignorándolo a propósito, siguió hablando con las vendedoras y la propietaria. Minutos después Bruno se acercó hasta su campo visual y ella recién elevó las cejas perfectamente delineadas y levantó la mano para saludarlo desde lejos. Se tomó diez minutos para comenzar a despedirse de quienes la rodeaban

-. Disculpa la demora. Es mi trabajo…- dijo acercándose a Bruno.

-. No te preocupes– dijo él recibiéndola con un beso en la mejilla y una expresión de admiración – Te ves preciosa

-.Gracias – murmuró pretendiendo que Carline estaba acostumbrada a los halagos – ¿Nos vamos? – preguntó ella.

Carline tomó el bolso a juego con la ropa y caminó hacia la salida. Bruno la siguió sonriendo como si se hubiera ganado el premio mayor de la lotería.

-. Este es mi vehículo – señaló Bruno sin darse cuenta que Carline se había detenido frente a el antes de tiempo. Por supuesto lo conocía!!. Todos en la escuela sabían del auto nuevo que sus padres le habían regalado cuando cumplió 18 hacía unos meses. Subieron. Carline esperaba ansiosamente saber donde la llevaría o con que trataría de impresionarla.

-. ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? – preguntó Bruno conduciendo relajadamente por la calle principal

-. Tengo sesión de fotos mañana – al menos eso no era del todo mentira – luego no sé cuánto tiempo antes de volver a la ciudad-  Apoyó la cabeza en el asiento y cruzó las piernas. Sus manos de uñas pintadas sobre ellas. Se sentía cómodo y agradable el cuero del coche, la música en la radio y el olor a caro dentro del auto.

Siguieron preguntas sobre su supuesto trabajo como modelo. Carline se explayó contando lo que había practicado; nada demasiado espectacular que despertara duda pero suficiente para causar admiración: iniciaba su trabajo de modelo, reclutada por una agencia pequeña y estos eran sus primeros pasos. Asistía a fiestas y eventos, viajaba y alternaba con personajes conocidos y se abría camino hacia una carrera de modelaje profesional.

-. Estoy seguro de que vas a triunfar – dijo él educadamente.

-. ¿Y tú qué haces?

Ya había hablado suficiente. Era el turno de él.

-. Este año termino la escuela y el próximo iré a la universidad.

La seguridad con que Bruno aseveraba su ingreso a la universidad molestó a Carlos. Al idiota no le cabía duda alguna de que sus estudios estaban garantizados. Nada parecido a su falta de ingresos y oportunidades. Se tragó el nudo de molestia que se le había formado en la garganta. No era el momento de polemizar sino de ganar su confianza.

-. ¿Qué quieres estudiar?

Fue el momento de Bruno de hablar.

-. Me gusta la arquitectura

Carlos estuvo a punto de soltar la risa. ¿Este seudo-analfabeto quería ser arquitecto?? Ja! Si lo único bueno que sabía hacer era correr tras una pelota y ejercitar sus músculos… O no?  Carlos calló incluso sus pensamientos cuando recordó que Bruno siempre obtenía buenas calificaciones en algunas materias específicas y todas ellas se relacionaban con lo que deseaba estudiar. Vaya!… No lo había pensado. Quizás detrás de la cabeza de músculo si había alguna neurona!

-. Interesante – dijo Carline – cuéntame más

Lo había leído en un artículo de internet: “la mejor conversación es aquella donde uno escucha al otro hablar todo lo que desea compartir

Bruno conducía cuidadosamente, nada parecido al idiota que frenaba y aceleraba de golpe al llegar a la escuela. De a poco se apasionaba hablando de sus sueños de arquitecto. Quería construir casas ecológicas y sustentables; deseaba usar materiales reciclados y de bajo costo… su conversación ingeniosa y entendida lo iba sorprendiendo cada minuto que pasaba. Era desconcertante y por momentos parecía que se trataba de otra persona. ¿Por qué Bruno ocultaba esta faceta inteligente de su personalidad en la escuela y le gustaba ser un idiota agresivo y peleador? La conversación llegó a un punto en que Carlos olvidó de qué se trataba todo y empezó verdaderamente a hablar con él sobre el futuro de las viviendas y como podía mejorarse. Era un tema, sin duda, interesante.

-. Eres increíble, Carline. Nunca había hablado de esto con nadie – dijo Bruno deteniendo el vehículo en un sitio que le resultaba desconocido a Carlos. Miró hacia todos lados sin reconocer. Había perdido noción de su ubicación mientras conversaban y ahora estaban estacionados en un sitio campestre en las afueras de la ciudad. No se veían casas ni personas cerca… Carlos encendió todas sus alarmas. No le gustaba esto.

-. ¿Por qué estamos aquí? – dijo sonando más alterado de lo que deseaba mostrar – dijiste que me mostrarías el pueblo

-. Voy a mostrarte algo especial – dijo Bruno con el tono de quien comparte un secreto

¿Especial? ¡Vamos!!! Quien lo mandaba a arriesgarse de esta manera y no poner atención al camino. ¿Qué era eso especial??!!

-. Ven. Te va a gustar

Bruno descendió del auto y se acercó con la mano extendida. Carlos bajó del auto dudoso y aceptó la mano extendida. El contacto de sus dedos entre los de Bruno le resultaba muy extraño; se había salido del personaje de Carline al darse cuenta de un posible peligro. Iba haciendo un esfuerzo para no quitar su mano y soportar que Bruno lo tocara.  Caminó a su lado con el temor latiendo en su pecho. ¿qué querría mostrarle en un lugar tan apartado?  Rayos!  Si algo le pasaba nadie sabía dónde estaba. Se tranquilizó al recordar que Leila estaba enterada de con quien había salido. Si Bruno se traía alguna sorpresa al menos ella sabía a quien preguntarle por su cadáver.

 

 

 

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